Partida Rol por web

-Nadie está hecho para ella...hasta que no te queda otro remedio que abordarla.- añade con socarronería y un guiño de ojo.- Pero nos estamos poniendo un poco sentimentales, lo mío es de siempre pero no esperaba encontrar hoy aquí una sentimental como yo...una que aún no me ha dicho su nombre.- insiste, directo y curioso, no te deja margen para esquivar su pregunta ahora.

En filas en dirección a donde te han dicho las prostitutas, el calor empieza a apretar y los estibadores se apartan de sus trabajos para descansar a la sombra. Entonces los ves, una pareja un tanto extraña, una mujer pelirroja vestida con ropas recatadas que la descartaban como prostituta y un hombre que a todas luces era un pirata, muy apuesto, de esos que son guapos pero además están convencidos de ello. Van cogidos del brazo y parecen charlar animadamente.

Me quedo observando a la pareja desde una cierta distáncia. Concordaban perfectamente con las descripciones que me habían dado, así que no tenía ninguna duda, pero aún así, dejo espacio entre nosotros, ese no era un buen lugar para abordarlos.

La paciencia era una gran virtud, y había que valorarla.

Y tenía razón... Lo mío no era ponerme sentimental. No era un lujo que se pudiera permitir alguien que vive tratando de ocultar su identidad.

Y he ahí la cuestión. ¿Nombre verdadero o falso? Mejor optar por lo seguro.

-Cierto, que descuido por mi parte- Carraspeé y me cuadré ligeramente, para tenderle la mano con cierta gracia. -Judith McCallum. Discúlpeme por la falta de modales, Capitán-

El capitán toma tu mano con suavidad y aprovecha para volver a besarla, aunque ya lo hizo antes, no duda en hacerlo de nuevo.

-Es un placer, conocerla.- asegura con sus ojos clavados en ti. Tras unos segundos reemprendéis el camino despacio, aún tomados del brazo.

-Bien...creo que preguntabais por el Dañino ¿cierto? Lo cierto es que todos lo dimos por hundido hace un puñado de semanas hasta que apareció en Kingston hará más de diez días, donde sólo vieron a algunos de sus tripulantes, Filippo, el enorme timonel italiano y Nina, la caribeña hija del capitán de El León...el único barco pirata con un capitán tan gallardo que no es un bergantín sino un galeón. Ah...maldito loco...- apostilla negando con la cabeza pero sus labios dibujan una sonrisa.

Te haces a un lado y les observas caminar hasta que ves que se detienen un momento. Ella dice algo, probablemente su nombre, pues entonces, Santiago se inclina y besa su mano, ofrecida a manera de presentación. Sin duda trataba de cortejarla y era muy hábil.

Intento fijarme en la conversación desde la lejanía, pero debido al ruido de la gente que hay alrededor se me hace prácticamente imposible oir nada.

Observo a mi alrededor intentando percatarme que no haya nadie demasiado interesado ni en mi, ni en ellos y me acabo dirigiendo directamente hacia la pareja.

¿Qué El Dañino llevaba en Kingston diez días? Pues en vaya posada me había hospedado. Debía de ser peor de lo que parecía si ni siquiera tenía parroquianos tan estúpidos y borrachos como para no estar clamándolo a los siete vientos.

Hombres embriagados jactándose de ser parte de su tripulación para conseguir un descuento en el lupanar. Habría sido más fácil y rápido que tener que seguirle la corriente al capitán del Corazón del Mar. Hasta parecía hijo de buena familia con lo asquerosamente romántico y encantador que era. Como si se hubiera pasado parte de su vida entre novelas.

Solo había que aguantar un poco más.

Miré al capitán, girando la cabeza y frunciendo el ceño ligeramente en señal de extrañeza.

-¿Qué tiene de particular?- Los galeones, de entre todos los barcos, eran los más parecidos a una fortaleza. -¿Tener el barco y los cañones más grandes no te da ventaja?-

No solo me había picado la curiosidad, sino que también me serviría para desviar la atención del Dañino, pues ya sabía lo que quería sobre él.

-Te da ventaja, pero también te hace más lento. Sería casi imposible huir de una refriega con un galeón así que...Roger Davis hace lo que haría un león. Se gira y te planta cara con sus enormes colmillos y sus cañones rugen como lo haría un gran felino...o eso dicen las historias.- cometna rebajando la epicidad de su tono en el último momento para culminar con una sonrisa aviesa.- ¿Qué nos dice esto del capitán? Que los tiene bien puesto o que es el loco mas loco de toda la cofradía...

-Como te iba diciendo, el Dañino...- parecía que se había dejado algo en el tintero pero vuestra conversación se ve interrumpida por un hombre de exóticos rasgos asiáticos que se dirige directamente y sin lugar a dudas hacia vosotros. También tiene pinta de pirata.

En ellos nadie se fija, desde luego, solo son una pareja de paseantes más, tal vez las mujeres miren con envidia a la chica por su buena compañía y te das cuenta de que los estibadores y marineros se apartan de su camino, lo que confirma que sin duda se trata de un pirata de cierto renombre.

Te acercas directo y sin vacilar.

Una vez estoy a pocos pasos de la pareja, clavo mis ojos en el hombre con mi seriedad habitual.

¿Santiago de Dios? Pregunto, pero es más una espera de confirmación, que una pregunta al uso.

Deber hablar, en privado.

La anécdota acerca del capitán Roger Davis fue la más divertida de todas. Ese si parecía un pirata al que temer. Estaba por contestar cuando un extraño hombre interrumpió.

Le miré de arriba a abajo con discreción. Muy pocas veces había visto otras personas como aquella. Ninguna con un aspecto tan amenazante. Mejor quitarse de en medio.

-Os dejaré entonces- Me apresuré a responder mientras me soltaba del capitán Del Corazón con suavidad. -Muchas gracias por la compañía y la conversación. Han sido muy entretenidas y agradables-

Y tras una reverencia, comencé a alejarme. Pero no demasiado. Buscará donde ocultarme para escuchar.

Mientras Evie se aleja, Santiago no hace ningún gesto para detenerla pero su rostro revela cierto fastidio por la interrupción.

-¿Qué quieres? Debes de ser Toshio.- en un tono lo suficientemente algo como para que la castaña lo escuche sin problemas aunque ya no escucharía tan fácilmente lo siguiente.

Se queda esperando a ver qué tienes que decirle, el capitán no parece tener un buen día, o mejor dicho parecía que lo tenía hasta que has aparecido.

-¿Te envía Roger, no?

はい. Contesto rápidamente ante su pregunta, al tiempo que hago una señal de respeto bajando la cabeza.

Señor Roger, a mí ha enviado. Su ayuda es necesaria, misión para mí.

Antes de proseguir, miro a mi alrededor para percatarme de que nadie está escuchando la conversación.

La pelirroja se aleja un poco pero no es difícil darse cuenta de que lo hace deliberadamente despacio. Tal vez esté dudosa de la dirección o busque alguien a quien preguntar, pero la cosa es que permanece a escasos dos metros de vosotros.

-¿Ocurre algo Judith?- pregunta Santiago alzando un poco la voz- ¿Sabéis volver a vuestra posada?

Observo a la mujer e instintivamente muevo mi mano hasta la empuñadura de mi katana. Si era una espía lo solucionaría rápido, aunque era extraño que ya me tuvieran vigilado.

¿Esa mujer solo amante ser? Susurro a Santiago. ¿O posible enemigo? Acabo diciendo, sin apartar los ojos de ella.

Mis ojos buscaban frenéticamente un lugar en el que poder esconderme y escuchar la conversación. Sin éxito. No me había percatado del tiempo que había pasado hasta que Santiago preguntó.

-Eeeh... Si... Estoy bien- No pude evitar fijarme en como el recién llegado llevaba su mano a la empuñadura de esa extraña espada.

-Tan solo me he desorientado un poco. Mis disculpas-

No esperaría a obtener respuesta. Tratando de mantener un paso natural, me alejé aquellos dos rumbo a la posada.