Partida Rol por web

Ir con él. A su barco, dónde estaría rodeada de todos sus tripulantes y totalmente a su merced. Muy mala idea. Terrible, de hecho.

-Es usted muy amable, Capitán, pero tengo que rechazar su invitación- Respondí.

-Entiendame, si se corre la voz de que he estado a solas con un hombre en su barco... Mi vida estaría arruinada. Nadie querría dar trabajo a una... Furcia. Y ningún hombre querría desposar a una mujer deshonrada-

Suspiré con falsa melancolía y pesar.

-Y me apena. Todas esas historias parecen de lo más espectaculares-

-Oh, claro disculpe mi falta, señorita. No acostumbro hace tiempo a tratar con mujeres que tengan una reputación que perder.- se apresura a disculparse el capitán y se queda pensativo- Tal vez guste de dar un paseo por el muelle entonces. Hace un día precioso ¿no le parece?

Negué con la cabeza.

-No se preocupe. Me preocupaba más ofenderle a usted al rechazar la invitación a su barco- Hablé con tono simpático.

-Pero si aceptaré ese paseo. Sería una lástima desaprovecharlo-

Tras aceptar esa segunda proposición, acompañaría al capitán. Quedándome a una distancia prudente. Ni demasiado lejos ni tan cerca como para parecer una prostituta del puerto.

En realidad tampoco te da muchas opciones, pues se sitúa justo a tu lado y abre el brazo para que pases el tuyo por el hueco entre su cuerpo y el codo, poniéndote en el compromiso de aceptar su invitación.

En cualquier caso empezáis a pasear por el muelle, desandando el camino que tu venías haciendo, a vuestra izquierda van quedando las naves ordenadamente atracadas, la mayoría mucho más grandes que El Corazón del Mar.

-Impresionante ¿no le parece? Tantos barcos, mercantes, galeones...¿ve aquella?- señala a un buque extraordinariamente grande, tanto que no está atracada en el puerto sino a unos cuantos cientos de metros en el agua, sus ocupantes se acercaban con un bote de tamaño proporcional al de la nave. No puedes evitar fijarte en que los que vienen en el pequeña embarcación son hombres uniformados de la Royal Navy, con casacas azules y mosquetes al hombro.

-Es la fragata de la Royal Navy, el Insuperable.- se ríe un poco como si le hubieran contado un mal chiste- Todas las naves de la Armada española o la Royal tienen nombres así de pomposos y rimbombantes.

Reí con discreción con sus palabras. No por complacerle, sino porque su comentario sobre los nombres era muy cierto.

-Imagino que los hombres que los crearon querrían compensar alguna carencia...- Contesté siguiéndole la broma.

-Aun así preferiría no tener que vérmelas con un navío como ese. Y usted y sus...- Tuve que pensar la palabra. ¿Compañeros? ¿Aliados? ¿Cómo se llamarían los piratas entre ellos? -Y los que se dedican a su oficio. ¿Cómo eligen los nombres de sus navíos?

El hombre parece muy agradable y lisonjero contigo, te parece que tiene la guardia totalmente baja para tus preguntas, aunque notas que es un tipo astuto que bien podría estar fingiendo y regalándote los oídos con intenciones ocultas. Por lo que habías oído sobre los piratas, solo pensaban en robar, en matar o en violar, pero te sentías bastante a salvo a plena luz del día y en un muelle tan transitado como este.

Mientras camináis alguna gente os saluda, más bien a él, otros marineros, estibadores y gente con mala pinta. También algunas prostitutas del puerto te miran con cierta hostilidad.

-Bueno...¿Cómo elige un tabernero el nombre de su local? O ¿Cómo elige una madre el nombre de sus hijos? Creo que muchos patrones de barco tratan de resaltar una virtud de su navío o de su tripulación. Algunos tratan de poner nombres amenazadores, o de animales magníficos como si con ello quisieran inspirar emociones en quien oye hablar de su reputación. Y otras veces tan sólo nos guiamos por un instinto...un ardor que empieza justo aquí...-se pone dos dedos sobre su propio pecho, en la zona izquierda, cerca del corazón.- Y lo sabes. Tan fácil cómo eso.

Sin duda el hombre tenía labia. Con esas palabras, habría sido más que capaz de robar sonrisas a más de una dama. Y a otras, de subirles las enaguas.

Incluso en otras circunstancias me habría replantado lo de la invitación, pero... Cabeza fría. Estaba ahí, acompañándole para sacarle información sobre El Dañino.

-Sois un romántico- Respondí. -Supondré que entonces los nombres del Dañino y del Polvorín buscan ser amenazantes. Por cierto, ¿No habíais mencionado algo sobre estos barcos y Tortuga?-

Había que re-encauzar la conversación. El capitán se estaba yendo demasiado por las ramas...

-Si, soy un soñador, lo reconozco, no hay muchos como yo, y menos aún en mi profesión. Si es que se le puede llamar así a lo que hago.- se ríe con aire encantador, no es una carcajada estridente ni propia de una taberna, es agradable a los oídos, igual que su tono de voz- Sois terca con el asunto eh...vaya, no hay manera de distraeros...-y parece un cumplido por la manera en que lo dice.

-Si, al parecer ambos barcos estaban atracados en Tortuga y el Dañino fue atacado por un pelotón español y les obligó a partir. Se rumorea que cuentan con varios heridos. -su gesto se ensombrece- La capitana de el Polvorín fue apresada durante la refriega, me temo que pronto veremos a Marie Du Motier colgada...- y como si hubiera preparado el paseo para concluir aquí, al menos esta parte de su relato, alza la mano y señala al frente. Unos metros más allá donde termina el muelle hay un cadalso que se alza sobre un acantilado. Allí se colgaba a los piratas para que sirvieran de advertencia a los demás. No había cuerpos en la soga...aún.

Por como acabó, parecía que tenía la conversación planeada, acabando con la parte de los piratas colgados con el cadalso a la vista.

No había nadie colgado, pero eso no evitó que palideciera. Por unos segundos imaginé que bien podría acabar así. Que, durante mi estancia en El Dañino, tuviera la mala fortuna de acabar en el calabozo de una fragata española o británica. Y tras sufrir a saber que penurias en un calabozo, acabar colgada mecida por el viento...

Destino funesto con el que más me valdría ser bien esquiva.

Respiré hondo para recuperar el color.

-No sé cómo podéis vivir día a día al filo de ese destino. Levantándoos cada mañana, sin saber si ese mismo día será el principio del fin-

Una vida corta e intensa... No parecía que yo estuviera hecha para vivirla.

-¿Y que hay del sentimiento, señorita sin nombre?- pregunta, directo. Cuando recuperas el color te encuentras con sus encantadores ojos fijos en ti, atrapando tu mirada de una manera irrevocable. Era todo un seductor y aunque tu no cayeras en sus redes, no eras inmune del todo- Yo no sé como hay gente que puede tener vidas anodinas, vivir para trabajar, pagar impuestos...y no haber disfrutado de la libertad ni un sólo día de su vida. -de su brazo, Santiago te hace girar y dais la espalda al cadalso para desandar vuestros pasos en la otra dirección de muelle.- Eso sí es aterrador. Piense por ejemplo en usted misma...¿no siente que el corazón le cabalga más rápido ahora que en toda su vida? El peligro, lo desconocido...las historias del mar son las mejores de las tabernas porque todo el mundo siente la llamada del mar en su corazón, la gente que nacimos en la orilla del mar llevamos el salitre en la sangre...Si se quiere mar y se quiere libertad, sólo hay un camino. Y cada día que me levanto y veo que sigo vivo para disfrutar la libertad un día más...doy gracias a Dios, sin duda. Y es esa libertad la que me ha traído hasta aquí para poder conocerla. ¿No le parece que merece la pena?

Me quedé mirando al mar, reflexionando sobre las palabras de mi acompañante. O eso daba a entender.

La vida larga, cómoda y segura la había rechazado años atrás, el día que decidí escapar de mi casa y familia. Que Santiago reaccionara de esa manera no me hacía sino creer que había caído en mi actuación.

¿Del sentimiento? Preguntaba el Capitán. Estaba bien dejarse llevar por ellos para cosas poco importantes. En otras circunstancias incluso habría hecho caso a sus palabras. Pero en esa situación, tenía que tratar de mantener la mente despejada y no caer en sus elocuentes encantos.

-Hay quienes no podemos permitirnos dejarnos llevar por los sentimientos ciegamente- Respondí mientras me dejaba girar.

-Esa libertad de la que habláis suena idílica, pero no es una vida a la que todo el mundo pueda aspirar. Hay gente que simplemente no está hecha para ella- Miré hacia la nada con la cabeza baja tratando de mostrar cierto pesar. Incluyéndome indirectamente en ese amplio grupo de personas incapaces de vivir al margen de todo.