Partida Rol por web

Navegas a bordo de El León, el galeón que asaltó el barco de esclavos en que viajabas bajo una bandera inglesa. El capitán Roger dejó marchar a aquellos que se lo pidieron y llevó a puerto seguro al resto. Pero tu no. Tu tenías claro que querías servir a este hombre hasta el final de tus días, habiendo contraído con él una deuda de honor que había de ser reparada. El capitán te aceptó a bordo sin mucha ceremonia, descubriste que los piratas de este lado del mundo en nada de parecían a aquellos que habías conocido en Asia; no tenían un código escrito, solían insultarse y golpearse ante la más mínima desavenencia y trataban a los débiles con poca deferencia...pero ante todo era hermanos y eso era algo que viste una y otra vez cada vez que entrabais en batalla. Todos esos hombres y mujeres, con sus virtudes y defectos, eran compañeros, darían la vida unos por otros e incluso, llegado el momento, colaboraban con otros bracos piratas intercambiándose suministros y prestándose ayuda.

Sois ladrones, bandidos, puteros, asesinos...pero por encima de todo eso, sois piratas. Sois hermanos.

-Venga Toshio, el capitán quiere verte.- la voz de uno de los viles canallas a los que ahora llamas hermanos te saca de tus pensamientos y te trae al momento presente. Le miras y él te señala al camarote del capitán, al fondo de la cubierta del navío. Sueltas el cabo que estabas recogiendo y te encaminas hacia allí. Faltan días para llegar a Kingston, Jamaica, te preguntas qué querrá de ti el viejo león de los mares.

La voz del hombre me devuelvo al mundo real, y rápidamente me giro hacia el. Al principio apenas lo había entendido, aún me costaba entender el idioma y si no prestaba atención a qué decían se me volvía imposible entenderlo, pero al ver su gesto hacia el camarote del capitán me quedó claro lo que quería decir.

分かった、分かった．Digo al tiempo de ponerme de pie y dirigirme hacia el camarote.

Tu camarada bufa cuando el das esa mierda de respuesta y chasca la lengua, te palmea el hombro y se va. Todos saben que hablas bien español y aún así te empeñas a en vacilarles. Alguna mala mirada te había ganado por ello. Pero daba igual...por que al final parecía que lo importante era la hermandad. También ellos se referían a ti como "el estreñido". No te molestabas en tomarlo a mal.

Sea como fuere, te encaminas hacia la popa del barco y pones tu mano en el picaporte de la puerta del camarote del capitán Roger. En cuanto lo haces, una voz te conmina a entrar, una voz gastada y rasgada por el tiempo, el tabaco y la salitre del mar.

-Pasa, hijo, pasa...- te dice, obviamente ha captado el ruido que habías hecho al tocar la puerta. Siempre te sorprendía el finísimo oido de este hijo de la gran puta, sin duda tenía un pacto con el demonio para conservar su sentido intacto y a cambio le había entregado el resto de su cuerpo.

-Cierra la puerta, siéntate. Tenemos que hablar. - parece sereno, casi serio, aun con su habitual pachorra y su forma de tomarse las cosas "con la calma" ahora parecía algo estresado.

Antes de hacer ningún movimiento, bajo la cabeza. こんにちは Roger-さん.

Tras eso cumplo sus ordenes y cierro la puerta, para luego sentarme delante de el. Algo necesitaba de mí, de eso no me cabía duda y además, mi honor me obligaba a hacerlo, así que no tenía miedo ante ninguna petición que pudiera darme, la cumpliría y no había más que decir.

¿Que necesitais señor? Digo con un fuerte acento.

-Capitán...soy capitán no señor. Señores son los que tienen tierras, hijo.- te corrige como tantas otras veces, su áspera y arrastrada parecía imposible que pudiera dar las voces necesarias para coordinar un abordaje entre los gritos y el rugir de los cañones. Y sin embargo, podía.- Yo tengo tablas y mar. Sólo eso. Y un puñado de rufianes que parecen empeñados en seguirme hasta la muerte. 

Se ríe, alza una botella de whiskey y se sirve en un vaso de barro. Alza la botella en señal de ofrecerte y, si aceptas, te sirve otra en un vaso idéntico al suyo.

-Las cosas se han puesto difíciles con los españoles hijo. Ayer atacaron un barco pirata a plena luz del día, en Tortuga. -empieza a decirte.

Hago un gesto de incrompensión ante su evitar de la palabra señor. Era habitual de mi cultura y probablemente no sería capaz de cambiarlo nunca.

Sin embargo acepto su oferta con un gesto de asentimiento, demostrando mi buena educación.

Entonces, ¿que pensais hacer, señor? ¿Pensais enfrentaros a ellos? ¿O almenos vamos a ir allí a sumar fuerzas?

-No no...los piratas no podemos hacer eso, hijo.- te explica haciendo un gesto con la mano que descarta cualquiera de esas posibilidades.- Quedamos pocos y cada vez menos, no podemos perder hermanos por ir de frente contra los españoles. Nos barrerían como a moscas con sus fragatas ¿has visto alguna vez una fragata, hijo? Es como una isla repleta de armas, lentas como tortugas pero si te alcanzan...-alza el pulgar con el puño cerrado y luego, de súbito, lo baja hasta que el dedo toca la mesa con un golpecito seco- vas para abajo. Sería un suicidio. Pero es tarea de la cofradía...si es que queda algo de hermandad en ésta, averiguar qué ha motivado tal ruptura de las formas en un puerto pirata.- da un largo trago a su vaso y lo posa suavemente en la mesa, sin armar escándalo ninguno.

-Al parecer el ataque fue contra el barco de Uxía Vaz, la Portuguesa. Hace un mes todos pensábamos que había muerto en una refriega, luego supimos que estaban buscando tripulación en Kingston y luego allí en Tortuga. Parece que cuentan con un puñado de peces de agua dulce...pero Uxía ofrece buena paga, eso siempre le ha garantizado éxito.- comenta con cierto aire despectivo, como si considerase que paga demasiado- Volviendo al tema...dicen las malas lenguas que vendió a casi toda su anterior tripulación a cambio de escapar ella y algunos otros de la horca. Necesito saber cuánto hay de verdad en eso, ella no lo ha desmentido en puerto ninguno. No se si esa es la verdad... o si la verdad es tan grave que es peor que esta mentira.

Voy asientiendo a su explicación, la cual al inicio sigue sin gustarme, en mi pais ya habríamos combatido por honor y no era tolerable, pero le debía la vida, y eso estaba incluso por encima de las tradiciones de Nippon.

Finalmente con su ultima frase veo lo que quiere en realidad.

Entonces mi señor, ¿quereis que me infiltre en esa embarcación y os mantenga informado de sus actos?

-Tienes una mente despierta, por eso te escogí para esto. - añade asintiendo con la cabeza y torciendo los labios hacia abajo, en gesto impresionado- Eres llamativo- obvio, un asiático no pasaba desapercibido en el Caribe- pero eso podría jugar a nuestro favor, nadie se esperaría que un japonés sea un maldito espía de la cofradía. - abre un cajón del escritorio y saca una larga pipa que enciende con una vela de su escritorio. La agarra por la cazoleta y deja que el humo salga despacio de su boca, inundando la sala con olores de avainillados y amargos.

-En ese barco está mi hija Katerina, Toshio...- su tono es como de ¿advertencia?- Es díscola, ingrata, rebelde, bocazas y testaruda...igual que su puta madre. Pero es mi hija ¿lo entiendes? -alza las cejas y hace una pausa.

-Según dicen el barco de Uxía partió ayer de Tortuga sin muchas provisiones. Tendrán que detenerse en puerto más cercano, pero no tan cerca como para ser perseguidos. Uxía no elegirá Santiago de Cuba por ser provincia española, seguramente irá a Kingston o a Montego...arribaremos en Kingston, tengo amigos, ellos te llevarán donde sea que el Dañino toque puerto. Te las apañarás bien, supongo.

De nuevo sigo escuchando sus explicaciones en completo silencio, solo se me escapa una pequeña sonrisa cuando da los detalles de su hija, comprandola con su madre, pero me recompongo rápidamente, asintiendo sobre la misión.

わかった. Digo sin pensar siquiera.

Entonces caigo en la cuenta. Entendido señor. Le informaré de los movimientos de Uxía y de su hija.

Tras eso hago una reveréncia y si no dice nada, me dispongo a salir a cubierta.

El capitán no te dice nada más y te hace un gesto con la mano agitando los dedos hacia la puerta por la que desapareces.

Afuera todos siguen trabajando, ajenos a la conversación que acabas de tener. Miras a tu alrededor y te planteas si volverás a ver a alguno de esos hombres alguna vez...o si acaso te importa. ¿Quedaba saldada tu deuda con Roger Davis con este encargo? ¿Cuánto se supone que duraría tu misión? Quizás todas esas preguntas carezcan de importancia...pero solo tu lo decides.

Unos días más tarde arribáis en Kingston, Jamaica. Es un puerto muy transitado, prácticamente en mitad de todas las rutas comerciales del Caribe, lo que ha convertido a Kingston en una urbe en boga y plena de trabajo y epicentro de los negocios y la cultura. Quizás sea uno de los lugares más civilizados de este Nuevo Mundo, hay incluso alguna sala de variedades donde se representan obras y ocurren pequeños conciertos. Todo a precios desorbitados y sólo accesible para una élite...pero donde hay oro no falta gente dispuesta a aprovecharlo...de una o de otra manera. Por supuesto hay multitud de burdeles y tabernas también.

Roger tiene pocas consideraciones al despedirse de ti, te desea suerte, te habla de cómo enviarle cartas y te dice que hay un hombre de confianza arribado en este puerto ahora. Se llama Santiago de Dios, un tipo apuesto, arrogante y pagado de sí mismo, pero muy leal a la cofradía. Su barco es un bergantín llamado El corazón del mar, semejante petulancia no sería fácil de esconder. 

Pisas el muelle por la mañana y Roger te avisa de que el León partirá a la mañana siguiente pero que no debes volver ya abordo. Podrías poner en peligro todo si te relacionan con él. Si te ven bajar del barco, inventa algo, pero que sea bueno.

Una palmada en la espalda y vuelve a meterse en su camarote, te quedas en la cubierta mirando la pasarela decidiéndote a abandonar el galeón.

La despedida había sido fría, pero dejaba claro lo que yo era para el, no más que un arma. Pero eso es lo que hacen los señores, y es todo lo que sé desde que tengo uso de razón.

Me aseguro la katana al cinto y me dispongo a bajar por la pasarela, sin mirar atrás, solo pensando en mi próximo objetivo.

No tenía claro donde encontrar a ese hombre, Santiago de Dios, así que primero voy a explorar todo el muelle, el busca de un barco similar a lo que me han explicado.

Caminas por el muelle, llamas la atención, es inevitable, pero si quieres encontrar el barco de Santiago debes permanecer en el muelle. Hay decenas y decenas de barcos atracados, bergantines en su mayoría y a estas horas el puerto está a rebosar de estibadores y marineros cargando y descargando mercancías y otros ya descansan a la sombra de los edificios charlando entre ellos y compartiendo botellas de ron. 

Caminas y caminas hasta que llegas al final del muelle y vuelves sobre tus pasos. Así no lo encontrarás nunca, el barco será sin duda uno de éstos pero tendrás que fijarte más en los nombres de los cascos, aunque el desgaste de la mayoría de ellos es evidente y dificulta la lectura. O podrías preguntar por ahí, aunque eso también haría que se fijasen más en ti.

Tras un rato infructuoso, no puedo más que resoplar, ya que eso no iba a ser fácil.

Le doy unas cuentas vueltas a la cabeza y esta vez me dirijo hacia la zona de prostíbulos. Una vez allí me acerco a algun grupo de las chicas y me dirijo a ellas.

すみません. Digo instintivamente. Santiago de Dios, yo buscar.

Un grupo de tres mujeres con descarados y coloridos vestidos son las que identificas como prostitutas, principalmente por estar a la puerta de un burdel. Tal vez te estuvieras equivocando pero tampoco tenía importancia ya que no ibas a contratar sus servicios...¿no?

-¿Dios? No hay Dios en el caribe, atontado.- responde una de ellas mirándote con desprecio.

-Ha dicho Santiago, aprende a escuchar.- la reprende una segunda mujer.

-Vaya aspecto tan exótico, me encanta...¿Santiago de Dios dices? Si sabemos quién es...- la otra ignora a las otras dos y se centra en ti.

-...pero no damos nada gratis guapo, así que piérdete o paga. Pero deprisa que nos ahuyentas la clientela.- interrumpe la más borde.

- Ay que grosera eres...- de nuevo la reprende la segunda que habló.

Frunzo un poco el ceño ante la más borde las tres. Entendía la cultura de la zona, peros eguía sin ser de mi agrado y doy un paso hacia la que parece más interesada en mí.

Yo poder ofrecer algo de dinero. Y también algo de libre tiempo. Esto acompañado de una sonrisa.

-A ver el dinero primero. -espeta la más borde, entrando por la fuerza en tu campo de visión- Nosotras no vivimos del tiempo libre ¿sabes tipo raro?- las otras se habían callado, era evidente quien era la líder del grupito- ¿Encima de que venir haciendo preguntas sin querer pagar quieres un polvo gratis? Lo que hay que ver...paga o piérdete de vista, rarito.