Partida Rol por web

Domingo, día 7 de enero de 105 PA.

Por la mañana.

El excomando, tumbado en la cama, esbozó una media sonrisa e intentó incorporarse sobre sus codos. Un dolor punzante recorrió su espalda, convirtiendo su cara en una máscara de sufrimiento. Se derrumbó sobre la almohada mientras el sudor perlaba su frente.

—Disculpa que no me levante... —susurró con una voz cascada— Acércame un poco de agua, Daeron; tengo la garganta en carne viva... Después hablaremos de lo que quieras...

Shidi cerró los ojos con fuerza, intentando controlar las llamaradas de dolor que le lamían la columna vertebral. Poco a poco iban remitiendo. ¿Viviré por siempre con este dolor..? Esa pregunta había rondado su mente en las últimas noches. Quizás fuera un castigo divino por enfrentarse a la Coalición de Estados, la nación que le vio nacer y le educó. Ellos me traicionaron primero..., se repetía sin cesar. Me usaron y me escupieron a un lado cuando ya no les era de utilidad... Fui repudiado por resultar herido cumpliendo mi deber... Un curioso e irónico paralelismo: los Rift Warrios habían rescatado Angstville de las garras de la Coalición, pero muchos de los civiles de la ciudad habían muerto en la batalla. Bajas colaterales... A James no se le había escapado una mirada de recelo de la enfermera, días atrás. ¿Les repudiarían a ellos también? ¿Volvería a repetirse la historia de su vida?

Traidor en tierra de traidores.

Domingo, día 7 de enero de 105 PA.

Por la mañana.

Daeron observó el dolor de Shidi por la expresión que recorría su cara. Nada, de nuevo no sintió nada. Como una especie de vacío en su interior que lo insensibilizaba. Lo hacía indolente.

- Claro, Shidi.- asintió a su único amigo mientras se acercó a un expendedor de agua próximo y llenaba un par de vasos de fresca agua. La verdad es que sed sí que sentía. Mientras bebía de uno, acercó el otro vaso a Shidi. Le ayudó a reincorporar el tronco y facilitó que el ex-coalicionista bebiera.

- Shidi, quería preguntarte sobre tu experiencia allí dentro. Cuando quedastes aislado en mitad de Angstville. ¿Notaste algo raro? Algo en... en tu equipo. En tus dispositivos tecnológicos.- preguntó el mago.

Domingo, día 7 de enero de 105 PA.

Por la mañana.

El soldado tomó el vaso de agua a pequeños sorbos, deleitándose con el frescor que acariciaba su reseca garganta. Al terminar, estrujó el vaso de cartón y volvió a recostarse en la almohada, acompañando el movimiento con un gruñido bajo.

—Gracias, compañero —musitó cerrando otra vez los ojos. Por un momento pareció que volvía a dormirse, pero tras unos segundo reemprendió la conversación—. ¿Te refieres a esa jodida tormenta, verdad...?

No era difícil regresar a Angstville. En la mente del excomando volvieron a dibujarse los tejados de la pequeña ciudad, el silbido de las balas y el siseo de los haces láser. Podía escuchar con claridad el tremebundo crujido de los edificios viniéndose abajo, los gritos de pánico de la población, los ladridos frenéticos de los Dog Boys persiguiendo a una presa... Me cazaron como a un conejo...

—No sé quién fue el responsable —continuó sin abrir los ojos—. Quizás solo fuera un efecto secundario de un hechizo de alguien que intentaba echarnos una mano... Pero el hecho es que las interferencias electromagnéticas dejaron los sensores de mi SAMAS hechos papilla. —Una mirada penetrante y fría se clavó en el Alto Magus, escudriñando los rincones de su alma—. Fueron solo unos minutos, pero creo que para algunos de los nuestros fue suficiente... 

Domingo, día 7 de enero de 105 PA.

Por la mañana.

Sí, ahora lo recordaba. La tormenta. Aquella maldita tormenta electromagnética que surgió de la nada.

Aquella tormenta que hizo que tanto Sanakin como el borg germano, Briaeros, no combatieran adecuadamente.

Aquella tormenta que dejó a Shidi vendido y expuesto, sin comunicación ni escape posible.

Aquella tormenta que convirtió el tanque en un enorme ataúd al quedar inoperativo y expuesto al fuego enemigo sin poder desplazarse, causante principal de la muerte de Baldwin, Lara y Erzebeth.

Oh, la pequeña Elsaliath, recordó a la hija adoptada por la malograda elfa. ¿Que le diría?

Aquella tormenta que hizo de las comunicaciones un caos, terminando con informaciones erroneas que devastaron Angstville con "fuego amigo" equivocado, matando civiles pero no llegando a rozar al contingente de la Coalición.

Aquella tormenta que no pareció afectar especialmente al enemigo que pudo emplear, por contra, sus maquinarias con mayor soltura que los Rift Warriors. Y exterminarlos a placer.

- Esa maldita tormenta terminó por condenarnos.- musitó con la mirada perdida, recordando aquel día fatídico. Recordando a Indira. Recordando su voz angustiada, llamándole, cuando el archimago yacía semiinconsciente, rodeado por diversos fuegos causados por la destrucción. Se llevó la mano a la cara, tapándosela, y se la agarró con fuerza cuando un sentimiento de dolor recorrió todo su cuerpo. Dolor e ira. Por fin sentía algo después de tanto días.

- ¿Quien o qué la causó? - preguntó con voz gutural, no tanto a Shidi o Briaeros, si no como a sí mismo-. ¿Quien nos condenó?

Domingo, día 7 de enero de 105 PA.

Por la mañana.

"A mí también me gustaba más" pensó Briaeros con amargura, aunque no dijo nada. Simplemente volvió a quedar estático y en silencio. Por supuesto, escuchaba la conversación que estaban teniendo el mago y Shidi, pero no deseaba añadir nada. Todo lo ocurrido seguía atormentándolo, deprimiendo al borg por tantas muertes de aliados y de civiles. Y también estaba la ira por aquel nuevo y chapucero cuerpo, claro. Pero con eso no podía hacer nada. Estaba condenado a un cuerpo de baja calidad durante el resto de su vida. 

Jack permaneció de pie y en silencio, al menos los primeros minutos, mientras los demás daban ánimos a los heridos. En aquel momento, en la consulta del doctor, el tecnomago tenía sentimientos encontrados, que daban vueltas por su cabeza y atenazaban sus palabras, impidiendo que saliesen por su boca.

Tan solo se vio incomodado en parte cuando Quick comenzó a revolotear por la consulta, haciendo de las suyas.

Cuando habló el médico, Tanreack respondió.

-Eso va a ser difícil, doctor Andrews, ya nos conoce usted, a los Rifts, no estamos quietos ni un segundo- Se incluyó a si mismo en el grupo, aunque aquel asunto todavía estaba pendiente, muy pendiente, sobre todo tras las continuas negativas a su re-ingreso

-Lo único que se puede hacer, es como dice, darles el alta, y si se dejan, yo puedo revisarles su recuperación, tengo algunos conocimientos-

Seguramente al salir de consulta, o quizás antes, justo despues de terminar de hablar, lo mandarían a la mierda, pero esperó a que sus palabras agilizaran el trámite.

No era el momento de asaltar a los heridos con su admisión a los Rifts, pero pronto volvería a intentarlo, hasta que lo consiguiera. De los heridos, sobre todo Daeron, sabían que podía llegar a ser muy cabezón.

Lunes, día 8 de enero de 105 PA.

- "Tranquilos, chicos." - Les dice a los tres pacientes. - "En un periquete os quito las sondas y el cableado y enseguida estaréis listos para recibir el alta. No olvidéis pasar por el mostrador de entrada para firmar unos papeles y recoger vuestras cosas." - Sonríe agradablemente.

Después se dirige a los visitantes:

- "Por favor, si tienen la bondad de esperar fuera, esto no nos llevará más que nos pocos minutos..." -

Emil la había sorprendido apareciendo para una corta visita en el Templo del Panteón Griego en el que servía. El tiempo suficiente en convencerla de acudir aquella mañana a la clínica del Doctor Andrews para visitar a los tres compañeros que permanecían allí recuperándose de sus heridas. La visita la había sorprendido por inesperada. Inesperada porque ella ya no pertenecía a los Rifts Warriors y no pensaba que se fueran a acordar de ella para nada en concreto y, ni mucho menos, para visitar a los tres heridos junto con el resto. Quizás fue por ese detalle por el que se decidió a ir realmente. Volver a verlos a todos los que quedaban juntos, unidos. Aunque fuera en la clínica, aunque fuera solo por unos minutos. Ver a antiguos y a nuevos compañeros de aventuras. Aunque verlos la hiciera recordar cosas buenas... y malas.

Cosas buenas como los sentimientos que le provocaba Vicky, que la había ayudado cuando ella lo necesitaba. Malos, como los recuerdos que le provocaba ver a una silenciosa y taciturna Alexa en un rincón de la habitación, sin hablar con nadie. Su visión le hizo recordar cosas que hacía tiempo que había dejado guardadas en lo más profundo de su mente, pero ahora, volvían con fuerza, doliendo como antaño. Pero, incongruentemente, eso le hacía sentirse viva, sentir lo que era, lo que ya había interiorizado y asimilado hacia tiempo, pero que no por ello la hacía sentirse orgullosa. Ni mucho menos. Pero comprenderse era un paso adelante. Y aún seguía trabajando en ello.

Pero allí estaba, viendo como el Doctor Andrews reprendía a Quick Silver y decía con total tranquilidad que parte del material se había evaporado en su anterior visita. No le extrañó que Quick ni siquiera se inmutara, era muy propio de él.

Y el resto, todos allí. Aunque muchos de ellos ya no formaban parte del grupo como ella, eso no quitaba que se encontrara un poco fuera de lugar. Ahora su mundo era algo diferente, formar parte del Templo no tenía nada que ver con la vida de un Rift Warrior.

Cuando el doctor les había indicado que podían pasar a ver a los heridos, había pasado con el resto y había esperado a que la mayoría se acercase a ellos. Cuando fue su turno, el primero al que se acercó fue a Daeron. Sabía lo que había perdido, pero sabía que las palabras no ayudarían a aliviar el peso, a hacer más llevadero el duelo. Así que lo único que hizo fue acercarse a él y poner una de sus manos en su brazo, que apretó, intentando transmitir su pésame, pero sin pronunciar las palabras directamente.

-Me alegro de que estés mejor-le dijo simplemente, antes de volverse hacia Shidi y Briaeros y comentarles por igual, aunque al último lo conocía mucho menos que a Shidi-y vosotros tenéis mejor cara, también. No os preocupéis por eso ahora-le dijo a Briaeros a ver sus problemas con una de las prótesis-poco a poco os haréis con ellas, estoy segura.

Se retiró un poco cuando la enfermera se acercó a ellos para dejarla que trabajara con comodidad, pero no pudo dejar de ofrecer sus servicios-Si necesitas que te ayude en algo... si no, esperaré fuera con el resto.

Aunque lo que de verdad quería saber y preguntar era porqué Emil les había llamado a todos aquella mañana. Porque algo le decía que tenía que haber una razón, un propósito, que no llegaba a adivinar ni a intuir. Pero sentía que no era la más adecuada para preguntar y, quizás, no era aquel el mejor lugar o momento. El les haría saber las razones cuando considerase oportuno.

Lunes, día 8 de enero de 105 PA.

- ¿Y eso será bueno para su recuperación, doctor?- intervino de pronto Emil- No me gustaría que ninguno de mis compañeros de armas enfermara. Sería como menos... inoperante que tuviera que salir del casino y buscale en su casa porque alguno de ellos empeorase. Yo, desde luego, y sabiendo que ya ha cobrado por sus atenciones, excelentes por lo demás, lo haría. Si a usted no le va a molestar el resultado, o nos puede asegurar que no empeorarán...

L​unes, 8 de enero de 105 PA:

L​unes, 8 de enero de 105 PA:

- Ladronzuelo, me ofende usted Doc. Con lo que usted y yo hemos pasado juntos.- Dijo volviendo a dejar en el cajón alguna cosa que había ido a parar a su bolsillo.Algien debe comprobar que tiene usted todo este instrumental en orden. Bueno supongo que podremos encontrar un buen sitio para nuestros compañeros, ¿ No es así Corsario? La presencia del jovial y dicharachero Quick Silver hará el resto. La ciudad es un hervidero de entretenimiento y diversión para conmemorar a los caíos. Propongo que hoy mismo iniciemos un luto festivo de siete días y siete noches, conozco algún lugar donde nos harán precio.
Argumentó mientras se movía por toda la sala, gesticulando.

Thomas había permanecido callado, mirando todo pero sin tocar, tranquilo y sumido en sus cosas. De vez en cuando miraba al Doctor Andrews pero no articulaba palabra. Se mantuvo quieto hasta que fue capaz de discernir como estaba enfocada la situación. No quiso dar su opinión como experto en convalecencias, aunque sí añadió con brevedad.

- Salir de aquí le hace bien al ánimo de cualquiera, así que cuanto antes, será mucho mejor. -  

Lo estaba deseando, tenía unas ganas locas de salir de aquel lugar, de hecho caminó despacio hacia la puerta, a la espera de que sus compañeros interpretaran de forma correcta su idea. A todos les iría bien salir de aquel lugar, no había duda de ello. Pero mientras sus compañeros se decidían, Thomas no podía evitar el mirar con recelo a al Doctor Andrews, parecía buena gente, parecía legal e incluso amable, por eso le escamaba ¿sería un enviado? ¿Les estaba conduciendo a una trampa?

Parecía que era hora de marcharse. El borg siguió sin decir nada, en aquel mutismo que apenas había roto desde que despertara en aquel nuevo cuerpo, y simplemente esperó a que la enfermera estuviera lista para quitarle las conexiones. Debía andar y acostumbrarse, aunque sabía que no iba a ser lo mismo. Ya no estaba en su tierra natal, y conseguir un cuerpo adecuado en estas tierras iba a ser, como poco, difícil. 

Así que tendría que conformarse con lo que tenía. Aunque lo que tenía fuera un cachivache mal ensamblado y que se quedaba atascado o daba errores cada dos por tres. 

Creyó sentir algo en su brazo izquierdo. Algo parecido a un roce. Aquello logró sacarlo de su oscuro, triste e irascible mundo por un momento. Parpadeó y lentamente giró la cabeza. Parecía una mujer, pero no era Ella.

Sintió algo familiar en ella, pero solo fue un momento antes de decidir que le era desconocida. Como el resto de sombras que deambulaban por la habitación. ¿Familiares? Sí. Pero no conocía a ninguna.

Oyó murmullos y voces distorsionadas. No se interesó demasiado en hacer esfuerzos para escuchar. Tenía puesta toda su atención en otra cosa.

¿Quien lo hizo?

Al tiempo desaparecieron las sombras y se volvió a hacerse un silencio, interrumpido al poco por otra mujer. Le era conocida pero totalmente desconocida a la vez. No llegó a entender lo que decía, tal vez por que ni le prestó atención, pero pronto se dedicó a quitar las sondas y goteros del mago y sus compañeros convalecientes. 

Daeron bajó de la cama y anduvo hasta un armario donde encontró sus ropas. Estaban limpias pero a la vez rotas y chamuscadas por diversas partes. Se quedó paralizado durante largo tiempo recordando el porqué de aquello, sosteniendo las prendas en alto. Finalmente se las enfundó lenta y metódicamente.

Se giró hacia sus dos compañeros, alzándose de sus camas, e intercambió miradas. Después de lo hablado en días anteriores, estos podían imaginarse que idea atormentaba la mente del archimago.

Cerró la puerta del armario, se despidió de ellos con leve asentimiento de cabeza y salió por la puerta. Afuera había numerosos individuos. Algunos le dirigieron la palabra, otros se limitaron a mirarle. Él los ignoró y con rostro demacrado y mirada severa se dirigió a la salida.

Alguien dijo algo sobre firmar y pertenencias, pero el joven no sintió que aquello iba con él en ese preciso momento. Salió por la puerta principal del consultorio y se encontró con un día gris, frío y lluvioso. Muy acorde con su estado de ánimo. Asintió conforme.

Durante unos instantes permaneció en la entrada, orientándose y reordenando su ideas. Una vez aclaró sus pensamientos caminó alejándose del lugar, arrastrando los pies, internándose por las calles y con una pregunta en su mente.

¿Quien nos condenó?

L​unes, 8 de enero de 105 PA:

La enfermera del Doctor Andrews desactiva todas las conexiones que unen el pesado cuerpo mecánico de Briaeros a la cibercama. Al instante, una pantalla de diagnóstico aparece en la visión HUD del Cyborg alemán, indicando en una irritante mezcla de Alemán y American que todos los sistemas están plenamente operativos, aunque el propio pixelado de la interfaz parece desmentir en parte esa información.

Briaeros se levanta de la pesada unidad de soporte vital biónico y al menos nota que sus piernas le sostienen. Por lo menos son sólidas y fuertes, algo es algo.

Después le quita a Daeron sondas y goteros, y le ayuda a incorporarse. Daeron poco a poco recoge sus cosas.

La enfermera comienza a ayudar a Shidi, quien parece todavía bastante aturdido.

L​unes, 8 de enero de 105 PA:

La aparición de la enfermera parece captar la anteción de QuickSilver justo cuando se disponía a seguir a Daeron al exterior:
- Eh, tú no estabas por aquí hace un par de años ¿verdad? . Mi nombre es QuickSilver, aventurero independiente ocasionalmente parte de los Rifts Warriors, todos estos tipos de aquí, tengo muchas muchas historias que contar a quien me diga su hora de salida y tenga ganas de escuchar...
Terminó su discurso con un guiño y un gesto pistolero con la mano.

L​unes, 8 de enero de 105 PA

- Daeron, por favor, espera- Emil no se interpuso en el camino del interpelado, pero su voz sonó clara- No quiero ni pensar lo que estás pasando, pero debemos hablar. Todos. He escuchado rumores de lo que os ocurrió, pero necesito saber más. Todos los que estamos aquí hemos sido Rift Warriors. Y ahora más que nunca debemos estar unidos. Y nos necesitamos. Habéis estado tiempo en coma. Y es preciso saber lo ocurrido y si eso va a hacer que hagamos algo ahora todos juntos

L​unes, 8 de enero de 105 PA:

La enfermera niega con la cabeza y sigue atendiendo a Shidi, cuya situación no parece tan buena como parecía en un principio, dado que apenas se mueve ni reacciona...

Shidi abrió los ojos al fin, parpadeando pesadamente. Los últimos analgésicos que le administraran horas atrás le habían dejado flotando en una niebla de seminconsciencia plagada de sombras y sonidos distantes. El excomando se reincorporó y contempló extrañado la atestada sala.

—Vaya... parece que llego tarde a la fiesta... —Su mirada paseó indolente por los rostros de los presentes, hasta detenerse en la curvilínea figura de Vicky—. ¿Es hoy mi cumpleaños...? Bonito regalo...

Una risa baja y cascada brotó de su garganta, convirtiéndose de súbito en una tos seca. Punzadas de dolor recorrieron sus nuevos pulmones, que parecían crepitar con cada bocanada de aire.

—Joder... —masculló cuando logró dejar de toser— ¿Va a ser siempre así, encanto? —preguntó dirigiéndose a la enfermera.