Partida Rol por web

Un instante, vengo ahora, a no ser que me quieran acompañar, claro dijo Bartok Voy a bajar al sótano, esta vez con algo más de tranquilidad y luz.

-¿Acaso va a comprobar algo, o a buscarlo? ¿El qué? ¿Seguro que quiere bajar solo?

Dudaba sobre acompañarle o no..

-Decídase, señor Calvincott. Me gusta la idea de registrar los cadáveres cuanto antes, pero me aterra la de separarnos. Si usted baja con el señor Bartok, yo bajaré con ustedes, evidentemente, pero si prefiere esperarle aquí arriba, yo aguardaré con usted. Veo mejor a plena luz del día que en la oscuridad del asqueroso sótano.

-Prefiero registrar los cadáveres, sí. Pero el repentino interés de Bartok en bajar acrecienta mi curiosidad. ¿Para qué quiere bajar? -volví a preguntarle. No sólo mi curiosidad.. También mi suspicacia.

No vi demasiado bien la estancia y quiero buscar las posesiones del enterrador, para certificar su nombre con un carnet o algo explicó Bartok

-¿Seguro que quieres ir solo? -repetí-. Recuerde que escuchamos sonidos extraños, podría estar el asesino abajo..

Entonces, si el asesino está arrinconado abajo, razón de más para bajar. O  hay una salida ahí abajo que no conocemos. Dijo Bartok mientras se volvía hacia la escalera luego volviéndose a mirar atrás añadió: Aún así recuerdo que les invité a acompañarme, supongo que el hecho de que me pregunte si quiero bajar solo quiere decir que no baja¿ Verdad? La voz de Bartok sonó un tanto desalentada, se hubiera sentido mas seguro con los 2 a su lado, había descartado que ambos estuvieran compinchados y fueran los asesinos, todo este teatro sería innecesario, ya le hubieran dado matarile sin tantos miramientos.

Pero le preocupaba que ninguno tuviera miedo de quedarse a solas con el otro, pues el asesino estaría ansioso por quedarse a solas con su próxima víctima y tenderle una emboscada a él. De repente volvió a sudar, era evidente que  los dos creían que él era el asesino si es que ninguno de ellos lo era ... De repente se sorprendio mordiendose la uña del dedo gordo

Doy un paso al frente, elevo la vista hasta que se encuentra con la de Bartok y emito una incuestionable decisión.

-Yo bajo.

Aquel oscuro sótano parecía el único rincón lógico en donde localizar a un asesino. A fin de cuentas, era el único rincón al que, de entrada, ninguno de los huéspedes habría de bajar salvo por alguna circunstancia especial. En todos los demás huecos de la casa entraba la luz de la tarde por los ventanales, mientras que el sótano, que carecía de luz natural o artificial, parecía el rincón perfecto donde aguardar agazapado.

-¿Nos acompaña, mayordomo?

-Sí, claro que iré -dije, sujetando con más fuerza mi cuchillo-.. ¡Bajemos los tres, en silencio. Y no olviden el escalón trampeado!

En realidad me había parecido sorprendente que Bartok quisiese bajar solo, por eso le pregunté varias veces si quería ir sin compañía ahí abajo de nuevo. Mejor los tres, y a ver lo que encontrábamos.

Bajáis de nuevo al sótano. Lo primero de todo fue tantear el terreno para encontrar el cable con el que había tropezado el señor Hawthorne y, una vez, librado, seguir descendiendo con cautela. El cadáver del cura seguía exactamente en el lugar en que lo habíais dejado minutos antes.

La linterna seguía reposando sobre la caja de la que la habíais sacado, y entre las sombras se percibían las ropas del difunto señor Collins, así como su cadáver debía seguir en las sombras, en la carbonera, con el hacha clavado sobre la frente y el cuello girado, tras habérselo roto Myst para aliviarle aquel espantoso sufrimiento.

La quietud de la estancia era perturbadora, y la oscuridad incrementaba vuestros miedos. Aquel era, sin duda alguna, el mejor lugar para ocultar algo, entre el polvo, la suciedad, la negrura y los trastos inútiles.

Bajé con sumo cuidado, teniendo muy en cuenta la situación, las trampas que podría haber y no vimos en un principio, y las sombras que creía distinguir en la oscuridad. Temía que alguna se moviese..

Una vez abajo, de nuevo me invadió la duda y el temor. Tal vez no debiésemos estar aquí, pero.. estábamos.

-No nos separemos en esta oscuridad -dije. A pesar de la escasa iluminación, la negrura nos envolvía-. Revisemos el cadáver.

-Inspeccionaré esas cajas. Quizás encontremos alguna pista en ellas.

Me aproximo a las cajas de donde el criado sacó la linterna laprimera vez que bajamos. No sé si veré mucho con tan escasa iluminación, pero intentaré que no se me escape detalle dentro de mis posibilidades.

El cadáver sigue en el mismo lugar en que lo dejasteis. Se hallaba desnudo, y el pequeño hacha seguía clavado en su cabeza. El cuello se veía torcido en una extraña postura, tal y como lo había dejado Myst después de rompérselo en un acto de benevolencia para acabar con su increíble sufrimiento.

En el suelo había un charco de sangre. Pudiste reconocer con facilidad tus huellas, así como las de los dos invitados que te acompañaban. Por otra parte, había una ligerísima marca de huellas resecas en el suelo que conducían hacia la mitad del sótano, cerca del cadáver de Hawthorne. Allí desaparecían sin dejar rastro.

Eran, indudablemente, huellas de zapato de caballero.

-En estas cajas no hay más que basura, si me permiten la expresión.

¡Menudo montón de mierda! ¿A quién pertenecerán todas estas cosas? ¿A los anteriores dueños de la casa? Parece probable. No hay más que objetos rotos, deteriorados, muy viejos o inservibles, o una mezcla de las cuatro características. Lo que he dicho, basura, basura y más basura. Lo que me sorprende es que no haya absolutamente nada reseñable, nada que indique rastro personal alguno. Ni una foto, ni una dedicatoria en uno de estos libros mugrientos, ni un colgante estropeado que tenga una inicial... Nada de nada.

Golpeaste las paredes, las empujaste, todas y cada una de ellas, tanto del sótano como de la carbonera. Además de ensuciarte hasta la coronilla, allí no se movía nada. Era frustrante. ¡Parecía tan buena la idea de que un muro revelase una estancia secreta! Era una magnífica posibilidad para que se escondiese una persona, un posible asesino secreto. Pero nada...

De pronto te fijaste en algo que captó tu atención. Cerca del cadáver de Hawthorne había una huella ensangrentada. La huella estaba ligeramente reseca, síntoma de que no había quedado marcada recientemente.