Partida Rol por web

Y no quedó ninguno: Diez Negritos

17. Registrando la casa

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11/04/2013, 10:24
Director

Hay una cosa que te llama poderosamente la atención. El subsótano estaba escondido bajo una capa de tierra, fina pero suficiente como para ocultar la puerta de acceso. Pero una vez dentro, era imposible ocultarla. ¿Pero no era absurdo que permaneciese sin cubrir cuando se hallase dentro? ¿Había sucedido así? ¿Acaso el asesino era tan estúpido? ¿O por otro lado había habido alguna forma de ocultar el rastro de la puerta mientras se escondía en aquella fría y claustrofóbica sala?

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11/04/2013, 10:26
Director

Te parece ver la esquina de un libro o similar sobresaliendo bajo la almohada.

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11/04/2013, 12:24
Robert Calvincott

Me quedo parado observando la estancia. Desde luego que no me esperaba algo así, el asesino pudo estar cómodamente aquí mientras nosotros nos moríamos de angustia arriba.. La indignación comenzaba a sobrepasarme, pero me contuve milagrosamente.

Me parece ver la esquina de un libro o algo así sobresaliendo bajo la almohada.. Toco en el hombro a Myst y a Bartok, y sin hablar se lo señalo.

Me acerco a verlo más de cerca a ver si no es una trampa, y puedo cogerlo. Si está debajo de la almohada, seguro que su dueño lo considera importante.

Y esa es otra... ¿dónde está el dueño?

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12/04/2013, 13:39
Stephen Bartok

Mientras clavincot husmea en el libro, Bartok susurra, mas para si que para sus compañeros, un pensamiento en voz alta

Algo marcha mal ... Y tras una pausa dramática añade ¿Como ocultaba la puerta cuando estaba dentro? No podría hacerlo desde dentro, al menos no sólo. Y luego está el tema de esa huella de entrada pero ninguna de salida.

 

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13/04/2013, 15:10
Myst

Lo de las huellas creo que no tiene ningún misterio. Sea quien sea el asesino ha demostrado ser lo suficientemente inteligente como para limpiar o cambiarse los zapatos después de asesinar al señor Collins.

En cuanto a tapar las huellas… puede que tuviera un cómplice o simplemente que con la cantidad de mugre que hay en el sótano la trampilla se camuflara sola. Es difícil de saberlo, pero dudo mucho que haya un cómplice pues hubiéramos visto señales de él. A no ser que fuera uno de los cadáveres claro está.

Pero sea como fuere, no creo que esa sea ahora una de las dudas más importantes a resolver me giro en dirección al señor Calvincott que se dirigía a coger el libro que había encontrado ¿qué pone en su interior señor Calvincott?

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13/04/2013, 22:06
Robert Calvincott
Sólo para el director

Notas de juego

estooo... ¿qué pone? XDD

(sin prisa!)

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18/05/2013, 11:36
Director

Es un diario. Un escalofriante diario en el que se narran, uno a uno, los pormenores de lo que ha ido sucediendo en la Isla del Negro desde vuestra llegada.

Algún día aquel que tome este volumen en sus manos se preguntará por qué molestarse en escribir toda esta historia, por qué revelar los misterios acontecidos tras los asesinatos sin solución de la Isla del Negro. La respuesta es muy sencilla: orgullo. Ser el asesino perfecto es algo magnífico, pero no significa nada si nadie puede llegar a conocer la magnificencia de mis capacidades.

Muchas personas incautas habrán de llamarme asesino, sin embargo, otros muchos reconocerán que obré de buena fe. Siempre he sido una persona de exagerada rectitud, y cuando acudí a la consulta del doctor y me informó de lo delicado de mi salud, lo supe: debía dejar un legado al mundo, y qué mejor manera de hacerlo que borrar del mapa a un buen puñado de asesinos. No se me ocurría nada mejor que hacer por el mundo que librarlo de varias personas peligrosas que no merecían vivir.

Fue entonces cuando pensé en aquella estúpida cancioncilla infantil, y se me ocurrió que podía darles un final ejemplar y, al mismo tiempo, divertirme un buen rato a su costa. Para seguir las estrofas de la melodía, debían ser diez las víctimas, y no me costó demasiado averiguar quién ocuparía cada crimen.

Cabe decir que mi pasado como espía y detective privado me resultó muy útil a la hora de descubrir asesinos que habían escapado de las garras de la ley. Aún conservo muchos amigos en mis dos fructíferas carreras, y con el paso de los años fueron llegando a mí datos de varios sujetos que, sin duda, merecían la muerte.

Comencemos por William Fox, la primera víctima. Debía ser él. A fin de cuentas, era el menos grave de los casos. Llevaba una vida intachable e irreprochable, pero eso no haría que Jonas Smith volviese a la vida. Si Fox no hubiese sido un policía tan harto prepotente en su primer año, el pobre dependiente aún seguiría con vida. Nunca debió creer que tenía tanto poder como para intimidar al atracador que apuntaba a la cabeza de Jonas. Debió frenarse, debió escuchar y mantener la calma, pero el "héroe" se creía alguien, y no aguardó por refuerzos. Y su incompetencia acabó con la vida del pobre dependiente, un muchachillo trabajador proveniente de una familia muy pobre.

Prosigamos con la bella pintora, Kare Walker. No fue ella quien preparó la dosis mortal de heroína que acabó con la vida de su amante, François Sartre, pero éste seguiría aún con vida si ella no lo hubiese introducido en el mundo de las drogas. Fue el tutor de ambos y amigo mío quien me narró la desdichada historia del muchacho que murió de sobredosis sin ser realmente drogadicto, ya que solamente consumía por agradar a la adicta que era la mujer de quien estaba enamorado.

Prosigamos con el brillantísimo forense Bernard Marsh, culpable de la muerte de Roger Foreman. Es verdad que Foreman había amargado la existencia de Marsh durante toda su infancia y juventud, pero eso no justifica que el forense utilizase su gran poder para falsificar las evidencias del caso en que Foreman era el acusado, alterando la hora del crimen y ajustándola a la única en que su anterior hostigador, Foreman, no tenía coartada. El reo, injustamente acusado de un crimen que no cometió, se ahorcó en prisión. No me malinterpreten, no sentencio a muerte a Bernard Marsh por librarnos de un sujeto despreciable como Foreman, lo voy a ejecutar porque por su afán de venganza dejó a un culpable en la calle. Y eso sí que no se lo puedo perdonar.

El caso del cura Charles Hawthorne fue uno de mis predilectos. Un sacerdote asesino y violador. El sueño de todo defensor de la justicia. Habría de ser mi víctima. Habría de sufrir. ¿Cuántos niños violó y asesinó amparándose en que eran almas impuras que habían cometido pecados? Innumerables. Y en todas ellas siempre acudía a los funerales a dar consuelo espiritual a los afligidos padres. Pero el peor caso no fue el de los niños violentos o agresivos a los que ajustició, lo peor fue lo del pobre William, un niñito cuyo único pecado fue el de cazar al cura en pleno crimen. Y Hawthorne no podía dejar testigos de sus actos impuros y pecaminosos, así que el inocente William murió estrangulado a manos de un cura cuyos pecados escudaba en su sed por librar al mundo de criaturas indeseables. Hay ciertos paralelismos con mi figura, aunque yo jamás mataría inocentes, y desde luego nunca abusaría de nadie, y menos de un niño. Hawthorne merecía morir.

Faustin Collins fue un caso especial. No era un asesino, o no pretendía serlo. Simplemente se aprovechaba de su condición de enterrador para profanar tumbas por las noches, robando objetos de valor que hubiesen sido sepultados junto a los muertos. El caso es que hay una conexión entre Collins y nuestro policía. LA víctima de nuestro enterrador fue la esposa de William Fox. Fue declarada muerta y sepultada, pero no lo estaba. Desconozco las causas médicas, pero había entrado en una especie de estado de catalepsia, y fue erróneamente declarada muerta. Tras enterrarla, Collins profanó su tumba aquella noche, y se la encontró, parpadeando, semiinconsciente, confusa. Faustin se asustó y cerró el ataúd, enterrándolo de nuevo, pese a escuchar los gritos de la mujer. Por desgracia para Collins, tiene cierta tendencia a hablar en sueños, y tuvo la desgracia de compartir dormitorio común con un viejo amigo mío, piloto de guerra, que corrió a contármelo al instante, conocedor de mi odio hacia todos los culpables que habían logrado escapar de la muerte.

El caso de esa bruja de Myst es distinto. Supongo que toda la vida vivió acomplejada por no disfrutar del amor de hombre alguno, y por eso tomó tal odio a todo varón que se cruzase en su camino. Yendo de feria en feria, con sus pociones, sus abalorios, sus amuletos... ¡Qué sencillo era servir un poco de veneno en cada pócima destinada a un hombre! ¡Cuántas mujeres cumplieron condena por envenenar a sus parejas, amantes o amigos varones al servirles una pócima que esperaban les otorgase el amor de la criatura en cuestión!

Scarlett Sommers merecía la muerte. De eso no me cabe duda. Convenció a su mejor cliente para que asesinase a su esposa, con la intención de casarse después con ella. Cuando lo pillaron, ella rompió todo contacto y lo abandonó a su suerte, ignorando su fatal destino como si tal cosa.

Robert Calvincott parecía uno de esos casos dudosos. ¿Había asesinado a sus amos o fue un accidente? Viendo lo poco que le costó comenzar a servir en una nueva casa ignorando su pasado, deduje que era tan culpable como los otros. Un sujeto despreciable y despiadado capaz de matar, por accidente o con intención, y no sentir remordimiento alguno.

Y luego llegamos a nuestro fracasado actor, Stehpen Bartok, quien pagó a un asesino a sueldo para que liquidase a un joven actor, rival suyo que le estaba dejando sin papeles, apartándolo del camino al estrellato. ¿Matar por envidia? Eso había hecho. Y por ello merece morir.

Pero claro, ¿cómo hacerlo yo todo? Necesitaría ayuda. Así que busqué a un cómplice, alguien que pudiera ayudarme a llevar a cabo mi plan, alguien a quien, si todo salía mal, pudiera echar las culpas sin remordimiento alguno. Violet Morrigan no había matado a nadie, por supuesto, pero al convertirme en su amante y conocer mi plan, accedió a colaborar, simplemente por amor. Era la décima víctima perfecta, alguien que no mataba por justicia, sino simplemente por agradar a su pareja. Persona de tan laxa moral merecía morir.

El plan fue sencillo: enviamos distintas cartas a las víctimas, indicando nombres y lugares que era seguro que reconocerían al instante. Todas ellas picaron, acudiendo a la fiesta como reos por el pasillo de la muerte. Y comenzamos con la matanza.

El primero en morir sería William Fox, eso ya lo tenía muy claro. Quería ahorrarle sufrimientos innecesarios. Era culpable, pero los había mucho más culpables que él. Violet envenenó su medicamento y su copa, y tomara lo que tomase, moriría en la cena.

Poco después los presentes, aún no conscientes de lo que sucedía, se separaron. Nuestra bella pintora subió a su cuarto a descansar de la terrible emoción subida. En ese momento, mientras yo salía por primera vez de mi escondite en el subsótano, Violet subió una infusión a la bella miss Walker, que se la tomó sin sospechar nada y murió.

¿Y a qué me dedicaba yo mientras nuestra pintora daba sus últimos gritos de agonía? A despeñar a Miss Stone por el acantilado. Sabía que les tentaría echar un vistazo a la cueva que se encuentra en la pared de roca. Apunté y alcancé a nuestra despreciable prostituta, ante la atónita mirada de nuestro aterrado cura. Disfruté mucho enviándola a la muerte dándole con la estatua de negrito en la cabeza, y viendo después cómo se desplomaba, rumbo a las rocas. Debió de ser una muerte horrible, aunque no tanto como las dos que prosiguieron.

Faustin Collins se dio a la fuga, pero aquella noche regresó a la casa a hurtadillas a por alimento. Lo acorralé en el sótano y lo asesiné de un golpe, clavándole el pequeño hacha de mano en la cabeza y dejándolo allí, agonizando. Me consta que varias horas después aún lo sentía gemir de agonía, síntoma de que prolongué su muerte merecidamente, como él había hecho con la pobre e inocente esposa de William Fox.

Aquella noche Violet y yo fingimos un numerito la mar de interesante en el jardín, poco antes de que yo diese muerte a Collins. Fingimos que la atacaba con el hacha de mano, y ella obró un buen papel. No era mala actriz, desde luego. Aunque desconocía el rol de víctima que viviría poco después. ¡Pobre tonta e ilusa!

Asesinar a Marsh me costó muy poco. Tenía la cerbatana preparada, y una abeja en una cajita. Solté el bichito poco antes de lanzar el dardo mortal, para ajustarme a la canción. Y nuestro ilustre forense murió entre insoportables dolores en una de las muertes más impactantes que sufrieron los invitados hasta el momento.

Luego le tocó a Violet. Teóricamente ella pensaba que simplemente la haría pasar por muerta inyectándole una especie de narcótico. ¡Pobre ilusa! ¡Qué tonta era! ¡Cómo se dejó engañar por amor! Y así fue como la maté, llevándola después a su cama, elaborando un toque teatral para cuadrar con la canción.

Y luego le tocó al cura. Para él había planeado una muerte bastante más lenta y dolorosa, pero no sabía cuál de ellos sería el que cayese en mi trampa en el sótano. Que le tocara el turno a él fue cosa de azar. Realmente, mi víctima predilecta para ese momento era Calvincott, por aquello de que me parecía el menos culpable de los que aún quedaban. Pero quiso el destino que fuese el cura torpe quien descendiese el primero, hallando la muerte al final del tramo de escaleras...

El texto acababa allí, con la última de las muertes registradas. Posiblemente el culpable no regresase a escribir en su diario hasta que otra víctima hubiese alcanzado la muerte.

 

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21/05/2013, 19:02
Robert Calvincott

Me quedé de una pieza al leer todo aquello, era una confesión en toda regla. Violet era su cómplice.. ¡qué toto había sido yo, al no sospecharlo!

Cerré el libro, enfadado, y miré a mis acompañantes.

-Ya lo han leído, señores. Este individuo nos quiere muertos a todos, y no piensa parar. Hemos de hacer algo ya mismo, pues vendrá sin duda a rematar su obra. Pero ésto me lo llevo -dije, guardándome el libro, temeroso de que el asesino pudiese deshacerse de él de algún modo.

-Salgamos de aquí, tenemos su confesión. No sabemos quién es, pero.. Habla de todas las personas que estuvimos en esta isla, excepto de una: Winchester, el barquero que nos trajo aquí. Podría ser él, ¿no creen? Conoce la isla de sobra para hacer ésto.. No lo sé. Vayámonos, o preparémonos para atacar a quien sea.

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21/05/2013, 21:37
Myst

No es una idea descabellada... aunque si mal no recuerdo nadie encontro la barca cuando registramos la isla. Con lo cual debería de haber vuelto de otra forma... o haberla escondido en algún lugar. En el diario habla de una cueva, tal vez allí encontremos alguna pista.

Eso si señor Calvincott, propongo que quememos el libro y no dejemos ni rastro de el. Por dos motivos, uno es para herir el orgullo de nuestro asesino. De esta forma tal vez cometa algún error ahora y podamos escapar con vida. El segundo es que en el caso de que escapemos con vida, su contenido es altamente perjudicial para todos nosotros. Si llegara malas manos nos podríamos encontrar en una situación muy complicada. Creo que su destrucción nos portará más beneficios que llevarlo con nosotros.

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21/05/2013, 23:14
Stephen Bartok

-Imagino que ustedes hayan resuelto sus problemas con la justicia y dichas acusaciones, en su día investigaron esas acusaciones y quedó claro que no tenía nada que ver.

Dijo Bartok para luego añadir tras una consideración breve en su cabeza:

-Aunque no les culparé si quieren deshacere se de el tomo, ese tomo nos señala como víctimas en este asunto, nos esculpa. Bien, si quieren ir a esa cueva.... si el diario dice la verdad no era ninguno de los invitados originales, seguir comprobando cadáveres sería absurdo. Lo único que resta es saber donde está y hacerle pagar.

 

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22/05/2013, 14:34
Robert Calvincott

-Como dice Bartok, no me parece buena idea el deshacernos de él, pues nos exculpa de todo. ¿Cómo explicaríamos las muertes de la isla, sino? Nos podrían culpar a nosotros. Ya hemos pagado por nuestros crímenes, y si no, sobreviviendo aquí creo que ya es exculpación suficiente. No lo quemaré. Si quedamos con vida, veremos qué hacemos, de momento.. ¡Salgamos de aquí ya!

No era el mejor momento de discutir nimiedades.

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22/05/2013, 22:00
Myst

Como vean respondo encogiendome ligeramente de hombros son mayoría y acataré esa decisión sin rechistar. Vayamos entonces a la cueva a investigar. Es probablemente el único sitio de toda la isla que no hemos visto, y dado que nuestro "anfitrión" se tomo tantas molestias para que no entrara nadie en ella algo debe de esconder allí.

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26/05/2013, 16:05
Robert Calvincott

-¡Vayamos allí sin demora!

Agarré de nuevo bien mi cuchillo, y me dispuse a salir de aquel antro hacia la cueva.

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26/05/2013, 16:17
Stephen Bartok

Bartok asintió sin más, pero su mirada no reflejaba una acerada decisión, sino una profunda desesperación. Pensó decir algo, pero no se le ocurrió que decir que no sonara estúpido.

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27/05/2013, 13:19
Director

Salís a la superficie, de nuevo al sótano. Calvincott lleva el libro bajo el brazo. La lectura de aquellos párrafos fruto de una mente enloquecida os habían puesto el vello de punta. La crueldad delos actos, la alegría con que aquellas muertes habían sido plasmadas en aquel relato...

Quedaba buscar la dichosa cueva. Quizás allí se hallara algo, alguna pista, algún indicio, algo que pudiera mostrar la luz al final del túnel.

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27/05/2013, 13:23
Director

Recordabas el episodio de la cueva. Habías salido junto a Myst a recorrer el exterior de la casa. Habíais tomado el lado derecho del camino, topándoos con un espeso bosque embarrado, y al llegar a la parte trasera de la casa con un cobertizo para guardar aparejos de jardinería, entre ellos, cuerdas, tijeras de podar, azadas...

También recordabas que más allá habíais percibido los gritos de auxilio de Hawthorne, el cura. Habían descendido por la ladera de la colina para investigar una cueva, y ese momento fue el que aprovechó el asesino para deshacerse de la prostituta, la madame, Scarlett Sommers, golpeándola en la cabeza con la figura de negrito y haciendo que se despeñara colina abajo, aterrizando sobre las afiladas rocas del acantilado.

Así pues, conocías el camino. No habías visto la cueva, pero conocías el camino.

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27/05/2013, 13:27
Director

Recordabas el episodio de la cueva. Habías salido junto a Bartok a recorrer el exterior de la casa. Habíais tomado el lado derecho del camino, topándoos con un espeso bosque embarrado, y al llegar a la parte trasera de la casa con un cobertizo para guardar aparejos de jardinería, entre ellos, cuerdas, tijeras de podar, azadas...

También recordabas que más allá habíais percibido los gritos de auxilio de Hawthorne, el cura. Habían descendido por la ladera de la colina para investigar una cueva, y ese momento fue el que aprovechó el asesino para deshacerse de la prostituta, la madame, Scarlett Sommers, golpeándola en la cabeza con la figura de negrito y haciendo que se despeñara colina abajo, aterrizando sobre las afiladas rocas del acantilado.

Así pues, conocías el camino. No habías visto la cueva, pero conocías el camino.

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27/05/2013, 13:37
Stephen Bartok

El lugar donde la srta Scarlet se despeño... comenzo a decir Bartok, pero se detuvo un instante Conozco ese lugar, pero no vi ninguna cueva. Iré delante, pero vayamos con paciencia y sin apurarnos, no olvidemos como acabo nuestro sacerdote por la falta de dicha virtud, además de que en ese lugar puede que no necesitemos ayuda para despeñarnos.

Dicho lo cual con dos zancadas se puso a la cabeza del grupo liderandolo la marcha.

Notas de juego

Pues eso, voy un tanto paranoico buscando  trampas, gente que nos tire cosas de posiciones elevadas.... ataques repentinos.

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27/05/2013, 14:40
Robert Calvincott

-El libro dice que la cueva se encuentra en la pared de roca, así que hemos de buscar bien con cuidado. Sin olvidar la prudencia, como Bartok dice sabiamente. Vigilemos nuestros pasos.. ¡y nuestras espaldas!

Sigo a Bartok y miro a mi alrededor como si no hubiese un mañana, no quiero perderme detalle del más míimo movimiento que a nuestro alrededor surja.

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29/05/2013, 22:40
Myst

Estoy completamente de acuerdo. Nuestro "afitrión" puede esconderse detrás de cualquier esquina o sombra, toda precaución que tomemos será poca si queremos salir de aquí con vida comento con voz baja pero firme mientras avanzo junto a mis compañeros, mirando en todas direcciones en busca de cualquier indicio de movimiento sospechoso.