Partida Rol por web

Hericus esbozó una sonrisa boba y se rascó el cogote.

—De acuerdo, no podría haberlo logrado sin ti. Te debo la vida —admitió—, pero tenemos que irnos ya. Despisté a tu madre con un cantrip, pero no anda muy lejos y está bastante cabreada. Y yo necesito curación.

Irene observó sus cortes y pareció sentirlos en su piel. Acarició la mejilla de Hericus.

-Después te haré una de mis curaciones. -Y en sus labios aquella frase sonaba de lo más sucia.

Julia carraspeó, aún con la espada en la mano, e Irene posó sus ojos sobre ella por primera vez desde que se habían reencontrado. Alzó una ceja y la miró como a un insecto insignificante y en absoluto competencia para las caderas de una sátiro...

Las miradas de las dos mujeres eran tan intensas que si se hubiera puesto entre medias le hubieran cortado por la mitad. Hericus carraspeó.

—Julia, esta es Irene. La que ha montado todo esto para sacarnos de aquí. No es la primera vez que me salva la vida. Irene esta es Julia mi... —la palabra se le atragantó en la garganta. Iba a decir novia, pero no lo era. Había dicho que no quería formar parte del mundo de las hadas. De su mundo. Quería una vida ordinaria —, mi... mi... —siguió balbuciendo—, ex-novia.

-Así que es oficial -murmuró Julia.

La humana bajó la mirada para evitar que Irene viese que los ojos empezaban a llenársele de lágrimas.

-Luego me vas a explicar qué hace aquí. Pensaba que estaba en Nueva York -dijo Irene, inmune al dolor de Julia. Las sirenas de policía se acercaban-. ¡Moved el culo! ¡Yo no pienso quedarme esta noche en el calabozo, no sé vosotros!

La sátiro, exultante, condujo a Hericus y a Julia hasta un viejo escarabajo azul cuyo conductor era una pooka con plumas. Salieron de allí quemando rueda, dejando atrás un montón de humanos conmocionados y una casa destrozada...