Partida Rol por web

- El Chambelán, el Senescal y Radovina Szantovich de Bran están ya en el Salón.

Con la asamblea a punto de celebrarse, creo que es tiempo que vayamos a la cocina a poner algo en nuestros estómagos antes que nos desmayemos. - Se pronunció en voz socarrona el lacayo. - Calculo que con todo el revuelo que nos comunico el sargento, tendremos un momento de paz entre las escudillas. - Se regocijaba ante la tan tentadora posibilidad previa a la eterna noche de vigilia en las vacías estancias del Duque.

Por fin.
El Capitán Ferenk Zarak había estado esperando para hablar con el Duque. Le hubiese gustado hablar antes con el Senescal en serio y sin interrupciones. Pero no había podido ser así. Sin embargo, con la llegada de los invitados tendría que esperar un buen rato, pues la conversación requería de privacidad.

Tal vez podía matar el rato con alguien mientras tanto.
Quizás con Durius para rogarle que le mantenga informado de las visitas de la familia plebeya de su protegido, para evitar malentendidos.
La situación podía haber sido delicada al colarse estos en el castillo aprovechando la llegada de la Condesa.

El Maestro Maserrak llegó a la habitación mientras esperaba en ella junto con los miembros de mi familia. Me puse de pie para recibirlo con el respeto que me ha sido inculcado y asiento a sus palabras cuando indica las directrices a seguir para posibilitar el recibimiento de estos como trabajadores del Castillo, lo que necesitamos en mi hogar para así no pasar un invierno tan crudo como el anterior.

Luego de que estos se han ido, nos quedamos un momento estudiando hasta que el Maestro da por finalizada la clase, momento en que escucho sus palabras de lo que será la jornada siguiente. Asiento a sus palabras, pues me atrae mucho la idea de aprender la Lengua Romana. Me pongo de pie y le acompaño a buscar a mis parientes.

Mientras caminamos por los pasillos, pienso en todas las cosas que uno puede aprender al estudiar:

"Los campesinos generalmente solo saben las cosas que componen su mundo inmediato: Saben arar, saben cultivar, saben construir. Pero nada saben de cosas más elevadas. En este mundo las personas solo saben cosas que están a su alrededor, pero muchas siquiera se preguntan cosas que siempre han estado ahí, como el por qué del azul del cielo, el por qué de que el agua moje o el por qué a los árboles se les caen las hojas en otoño. Nadie lo sabe, pero quizás sea porque nadie de lo pregunta. A mí me atraen muchos conocimientos y espero que la vida me alcance para tenerlos todos."

Al llegar a la cocina, el Maestro Maserrak casi tropieza con mi tía Innya. Hablan acerca de como le fue con el Mayordomo del Castillo. En ese instante veo que el Mayordomo Otto también está ahí. Se pone a hablar con el Maestro Maserrak y con mi tía a la vez. El Maestro pone la mano sobre mi cabeza al indicar que acabaron las lecciones de hoy, pero mi tía dice que debe quedarse en el Castillo para ser una trabajadora de él. Pienso en que eso probablemente no será lo que mi madre desee, pero que no soy yo quien debe decidir qué hacer.

Miro distraídamente a mi alrededor mientras los hombres conversan. Mi vista se decide por seguir las paredes en busca de alguna marca, un cuadro, un pendón o cualquier cosa que pueda darme un conocimiento mayor al que tengo ahora.

CAPITAN ZARAK:

- ¿Te diriges al Salón Principal o a las habitaciones privadas de Durius?

Hasta que Maserrak no posó su mano sobre el muchachito que los acompañaba, Otto no se dio cuenta de que estaba ahí. Su atención hasta entonces había estado un par de pies más arriba o directamente en el suelo, donde casi se derrama el vino especiado. Además el joven Lindor era bastante tranquilo y callado, cosa que agradecía aunque no ayudaba a llamar la atención.

- Tan bien como me permiten mis esfuerzos por corregir molestas eventualidades- respondió a la pregunta del maestro.- Aunque como os ha dicho Innya- continuó con un casi imperceptible tono de reproche por haberse adelantado a responder a una pregunta que le habían formulado a él-, si trabajan en el castillo deberán dormir en él. Por eso no podrán acompañar a su joven pupilo a casa, Maestre Maserrak.

El mayordomo se giró hacia Innya, que aun cargaba con la bandeja.

- Y sí, debe ser así.- No quiso dar más explicaciones sobre los hábitos noctámbulos del Duque.- Respecto a contratar a alguien más…- Bajó inconscientemente la vista a su tabla encerada buscando algo que no estaba escrito en ella.- No. Imposible. Todo está perfecto como está. Ahora, si nos disculpa Maestre Maserrak, el Senescal agradecerá que el vino le llegue caliente e Innya que descansen sus brazos.

El mayordomo esperó un instante por si tenía algo más que añadir antes de ponerse en camino hacia las habitaciones del Senescal.

La actitud entusiasta de Innya volvió a arrancarme una sonrisa, eran aquellos pequeños detalles los que me hacían reafirmarme en que tomé la decisión correcta al sacarles de Slobozia. Nunca he sido un héroe, pero al menos me alegra haber podido ayudar a aquellas humildes gentes que tanto me habían dado.

- Estupendo entonces, Mayordomo Otto - dije complacido.- No os preocupeis por el joven Lindor, yo mismo le acompañaré a su casa y así podré informar a Pavetta y a Niziya - miré a Innya.- Deja ese asunto en mis manos, ahora tienes algo que hacer y he oído que el Senescal no es de los que les gusta esperar... Ve, Innya, y enhorabuena por tu nuevo trabajo.

El dinero que pudieran ganar tanto ella como Dagu y Visany les vendría muy bien para los gastos de su nueva morada. Además no era bueno, especialmente para los hombres, estar desocupados, demasiado tiempo libre deja demasiado tiempo para pensar, y eso es algo que puede canalizarse debidamente o puede convertirse en una verdadera maldión si uno se empeña en buscar el fondo de una jarra.

- Bien, Mayordomo Otto, os dejaré con vuestros quehaceres, os agradezco vuestro tiempo y esfuerzo - dije con una respetuosa inclinación de cabeza.- Lindor, creo que es hora de que vuelvas a casa, te acompañaré, vamos.

Golpeé con el bastón en el suelo y comencé a marcar el paso hacia la salida del castillo, no había mucho tiempo que perder o llegaría tarde a la recepción de los invitados.

La muchacha simplemente asintió, respondiendo, eso sí, a la sonrisa de Maserrak con otra. La bandeja le pesaba, ¡oh sí!, y estaba de acuerdo con el Mayordomo en querer deshacerse de su carga cuanto antes mejor.

Cuando el maestro de Lindor se alejó con él, Innya se quedó mirando a Otto dispuesta a seguirle sin rechistar.

Si puedo hablar con el antes de que haga aparicion genial. Si no, pues voy al salon.

- El Caballero de los Cárpatos regresa al Castillo de Balgrad.

- Innya, la nueva sirvienta del Castillo, sale en dirección a los aposentos del Senescal con una bandeja en la que porta vino especiado.

Un lacayo le informa de que el Senescal está ya en el Salón Principal de la Corte, por lo que se dirige hacia allí.

- El Capitán Zarak la sigue, pues también desea atender a la Corte. Como es habitual, no ha podido hablar antes con el Duque.

Antes de llegar a la puerta del castillo comencé a notar el revuelo que se estaba levantando. Criados por todas partes, soldados de acá para allá y, en general, nervios y presión. Con un golpe de bastón me paré en seco, y Lindor hizo lo propio.

- Hay mucho revuelo ¿Qué estará...?

Pero no fue necesario terminar la frase, enseguida vi pasar a uno de esos brutales bárbaros que acompañaban al Duque, ciertamente daba miedo mirarles. Aquello sólo podía significar una cosa...

- Creo que será mejor que te quedes aquí esta noche, Lindor, ya hablaré mañana con Pavetta - le dije.- Vamos a ver al Duque ¿Qué te parece?

Pero antes de que contestara encaminé mis pasos hacia el Salón Principal, dónde se celebraban las recepciones del Duque.

Iacobus entró cabalgando, tal como había salido horas atrás. Al llegar al patio de armas, cerca de los establos, desmontó con  un movimiento fluido y aterrizó sobre sus botas, como si nunca se hubiese despegado del suelo. Tenía la apariencia de no haber estado haciendo ningún esfuerzo durante todo ese tiempo, y más aún, traía una expresión entre irónica e interesada. Miró a su alrededor, ya desprovisto de toda la luz que había allí en el momento en que hubo abandonado el castillo. Finalmente, cogió al caballo por las riendas, y caminando, lo condujo a los establos.

Diría que el castillo duerme, pero no es cierto. Debe ser uno de los pocos castillos que permanecen insomnes.

Asiento a las palabras del Maestro Maserrak y me despido con una inclinación del Mayordomo Otto antes de salir de allí. Mientras avanzamos, el Maestro nota una gran agitación causada por personas que entran al Castillo. Yo lo atribuyo a esa "Recepción" y esos invitados que se han mencionado desde que comenzaron a aparecer esos carruajes que interrumpieron nuestros estudios de matemáticas.

"La verdad es que no sé nada de eso y desconozco casi todo lo que sucede aquí. Apenas sé que Durius tiene como jefe al Duque Kadar, pero nunca he visto a ese hombre en persona. Decían que era un gran invasor y me da un poco de miedo un hombre con tanto poder y de gran maldad. No sé si deseo verle realmente, pero creo que si sigo en el Castillo y aprendiendo cosas que harán de mí alguna clase de funcionario, eventualmente deberé presentarme a él."

El Maestro me dice que será mejor que me quede en el Castillo y me habla de presentarme ante el Duque. No soy capaz de disimular la sorpresa y respondo con timidez:

 - "Pero Maestro Maserrak, yo soy solo un campesino. No creo estar a la altura de ver al Duque y estar entre sus invitados, quienes han de ser personajes de gran importancia, poder y noble cuna. No creo ser digno..."

Mis palabras se cortan entre mis pensamientos, pues a pesar de que realmente me emociona la idea de poder presenciar esa clase de eventos a los que un campesino jamás ingresaría, realmente no creo estar a la altura de esa clase de situaciones.

-Buenas noches, Valru -dijo Durius a espaldas del mayordomo-. ¿Inquieto? ¿O simplemente te molesta mi demora?

Dio un par de pasos adelante, situándose a la par de Valru, a quien sonrió levemente, mientras se colocaba bien los encajes de su camisa.

-¿Dirías que estoy aceptable para el Duque? -la sorna que destilanban sus palabras era algo que solo reservaba para sus más íntimos -. ¿Que el color de mi piel es lo suficientemente saludable? No quisiera que nadie pensara que estoy enfermo o que mis obligaciones son tantas como para semejar un prisionero recién extraído de su celda -rió suavemente-. ¿Preparado? Confío en que sí. Pero dime, ¿alguna novedad de la que debiera haber sido informado?

Vasilov salía distraído del establo estirándose cuando se percató del jinete que se aproximaba.

Sigue de una pieza... Tan pronto comprendió que se trataba del caballero Iacobus, Vasilov corrió para tomar las riendas.

- Caballero Iacobus disculpad la tardanza, no le esperaba si os soy sincero me encaminaba a la cocina... no deseo ser entrometido pero hace apenas un momento estaba pensando sobre vuestro paradero, espero que todo fuera bien... la corte es posible que comenzase hace un rato ¿puedo hacer algo por vos? - el joven afirmó rápidamente

Gheorghe sonrió ante el comentario de su compañero.

-Parece que dormir te abre el apetito -dijo con voz socarrona- Pero no tengo más remedio que estar de acuerdo contigo. Ahora puede ser un buen momento, ya que muchos estarán pendientes de lo que se hable en el gran salón, y no debemos perder la oportunidad. Quien sabe qué os deparará el nuevo día. Aunque bien es cierto que tengo cierta curiosidad por conocer a esas nobles señoras que han llegado al Castillo. ¿Te parece que desayunemos algo rápido y nos acerquemos al salón a curiosear un rato? - terminó diciendo mientras abría la puerta de la sala y salía al exterior.

- Maserrak de Flambeau y Lindor de Slobozia pasan al Salón Principal.

El mayordomo sonrió, también con cierta ironía.

-Mi señor, supongo que está presentable... Aunque mis ojos ya no son lo que eran... Maldita sea, yo mismo no soy el que solía ser. La verdad, en éste caso la vejez juega a mi favor. Siempre puedo atribuir mis carencias a achaques de la edad. Pero mi señor es joven, y debe disimular mejor. 

Más serio, dijo:

-En cuanto a noticias, me temo que no puedo aportar nada nuevo, mi señor. Quizá podamos preguntar al sargento Dominik, o a los criados, antes de ir hacia la corte. Mi señor comprenderá que comparto los mismos hábitos de sueño con él... "por comodidad".