Partida Rol por web

La larga mesa parecía interminable. Sentarse allí daba una gran sensación de soledad. Seguramente en ese salón se realizaban gran parte de los tratados y puñaladas de la Corte. Zort buscó un lugar cerca a la punta y bebió el resto de su vino. Hizo una seña a la jóven para que la llenara nuevamente.

- No, no es ninguna indiscreción Senescal. Cuando los años vienen el cuerpo se vuelve un poco vulnerable. Fueron mis pulmones los culpables. Siempre tuve una salud de hierro, pero esta vez me jugaron una mala pasada. Honestamente creí que no me levantaría de aquella cama. Créame que me hice creyente de todos los dioses juntos!

Dejó escapar una pequeña risa junto a su broma.

- Pero ahora estoy de vuelta con energías recargadas. Dígame, todos parecen sorprendidos de nuestra presencia. ¿No habían llegados noticias de nuestra situación al Duque?

Zuyla asentía ante las palabras de s padre. Como siempre, era mejor que fuera éste quien hablara, en tanto que el aprendía, y observaba. Sin embargo, sí realizaba algún aporte a la conversación cuando lo creía oportuno.

Tras dar un sorbo a la copa de vino, aprovechó para comentar.

Sí, es extraño, nuestro carruaje es lento, y nos hemos detenido en varios castillos a presentar nuestros respetos. explicó el matavampiros ¿ninguno envió un mensajero al duque con nuevas sobre nuestro viaje?

Innya había hecho lo que el Senescal le había ordenado, sin rechistar. Se quedó un par de pasos atrás de los hombres, en sus sillas, pero lo bastante cerca de la mesa como para acudir al segundo en cuanto alguno mostraba que su copa estaba a punto de quedar vacía, o si alguien dejaba algún hueso de fruta sobre la bandeja. Entonces lo recogía y lo echaba al fuego de la chimenea.

Era inevitable que escuchara la conversación, pero aunque era su primer día de trabajo, ella sabía por supuesto que estaba allí con la misma presencia que un mueble: nada de lo que oyera podía ser comentado luego con nadie.

Si os sincero, no- responde, ¿para que ocultarlo?- y es algo realmente extraño- añade- claro que también es cierto que hemos estado ocupado estos últimos días por la llegada de nuevos invitados a la corte. Eso, y que mi salud ha sido bastante delicada durante estos días- tanto, que le costó su sello... esperaba que eso al menos fuera temporalmente- aunque desde luego todo esto no es escusa.

Pero lo importante es que estáis ya aquí. Y, decidme, ¿algunas nuevas para nuestro duque?- pregunta.

Radovina Szantovich de Bran irrumpe en el Salón de manera repentina. Allí se encuentra con el Senescal Jensi Stolnic sentado en una mesa hablando con Zort y Zuyla Dravescu. Entre las sombras, en un segundo plano, está la sirvienta Innya.

La joven noble que los Dravescu ya habían medio vislumbrado abajo, a su llegada, del brazo del Chambelán, hizo su entrada en el Salón, y de un modo bastante precipitado. Irrumpió súbitamente, abriendo la puerta y se quedó ante ella, quieta, respirando de modo acelerado como si hubiera llegado corriendo.

No habló en un primer momento, sino que sus ojos recorrieron primero la mesa y a sus ocupantes, y después las sombras y los rincones más alejados de cada ángulo de la estancia. ¡Y qué ojos! Los nobles recién llegados no habían tenido ocasión de darse cuenta antes, por la distancia que les separó de la joven Szantovich. Pero ahora, frente a ella y a apenas unos pasos, era imposible dejar de mirarlos. Las pupilas eran rojas como el fuego, y como éste ardían, brillantes, rutilantes. Como la sangre recién vertida, el carmesí vivo presente en la mirada. Eran ojos que se habían ganado a pulso los comentarios en todos los rincones de Transilvania que habían llegado a vislumbrarlos, ojos inquietantes. Y sumamente atractivos a la vez, hipnóticos.

Los perplejos nobles, el propio Guardián del Sello Ducal, y la chica del servicio que esperaba inmóvil como una estatua en un segundo término, la vieron escrutar rostros, ángulos, la vieron interrogar en silencio.

Cuando por fin habló, después de su mudo recorrido visual, se había calmado un tanto, y su voz sonó suave, aunque no tranquila. Estaba buscando a alguien, no había duda, y si la había, se despejó al instante.

-Caballeros, Senescal... Me disculpo por mi súbita intromisión, no deseo interrumpir nada importante, y aún menos importunar. Estoy... buscando al Chambelán, Lorand Teleki. Yo... necesito encontrarle, lo he buscado en el patio, pero no está allí. Decidme, ¿está... bien? Me refiero a que.... ¿sabéis dónde está, Senescal? ¿Ahora mismo, dónde está ahora mismo...?

La entrada repentina de aquella jóven en el desabitado salón no pasó para nada por alto. De hecho Zort se sobresaltó con el ruido de la puerta. Pero fue en realidad al ver aquellos extraños ojos, cuando dudó por un segundo, y su mano se dispuso a acercarse a su daga. Miró a Zuyla y le hizo un pequeño gesto imperceptible. En sus viajes habían visto cosas raras. Y una de ellas le había costado la vida de su otro hijo.

Todo aquello fue solo un segundo, al parecer la jóven era parte de la Corte. Aún asi Zort continuó muy en alerta.

- El Chambelán acaba de retirarse para anunciar nuestra llegada al Duque. Nos hemos vsto en el patio, pero no tuvimos la gracia de ser presentados. Señorita...

Habló lo mas amablemente que pudo, a pesar de su sobresalto, y finalmente miró al Senescal para que hiciera las correspondientes presentaciones.

- Ciertamente, la joven Radovina es perturbadora, especialmente por sus ojos intensamente rojos. Ojos de diablo.

El Senescal se sorprendió ante la abrupta entrada de la joven, mas no pudo decir nada... los ojos de la joven, completamente rojos como los de un demonio, le sorprendió tanto que se quedo sin habla. ¿Que clase de mujer tenía esos extraños ojos? fueron las palabras de Zort las que le saco de su estado.

Cálmate, mujer- dice el senescal- como bien ha dicho Zort Dravescu, ha ido a avisar al Duque de la presencia de estos dos caballeros- mas adelante tendré que hablar con esta mujer y su manera de entrar precipitadamente interrumpiendo conversaciones ajenas- vendrá dentro de poco aquí.

Zort Dravescu, Caballero Zuyla Dravescu, les presento a lady Radovina Szantovich- presenta- llegó hace pocos días a la corte y es uno de los nuevos miembros de la misma. 

Mira de nuevo a la joven, aún perturbado por esos ojos de diablo- ¿que queréis del Chambelán?- le pregunta. Debía de ser importante, habida cuenta de su manera de entrar allí.

UNA HORA ANTES DEL OCASO.

MASERRAK DE FLAMBEAU:

- Pasas al Salón Principal, los dos guardias de la puerta ni siquiera te prestan atención.

- Enseguida ves a Radovina Szantovich, que parece muy agitada, en un grupillo junto al Senescal y a los dos nobles menores de la casa Dravescu.

- En un rincón como una estatua está Innya.

INNYA, RADOVINA SZANTOVICH, SENESCAL STOLNIC:

- Escucháis el sonido de las puertas dobles del Salón al abrirse y veis como entra el Maestro de la Corte, Maserrak de Flambeau.

ZORT DRAVESCU, CABALLERO ZUYLA DRAVESCU:

- Escucháis el sonido de las grandes puertas dobles del Salón al abrirse. ¿Será el Duque que por fin se digna a recibiros?

- Entra una figura de mediana edad, un hombre ataviado con sobrios ropajes negros y que se apoya en un elaborado bastón para caminar. Bien mirado, no se apoya en él, parece vigoroso y no muestra cojera.

- Sus vestiduras no son las de un noble, pero tampoco las de un plebeyo. ¿Quién será?

Había demasiadas cosas ocurriendo a la vez en el Salón, demasiadas... Era evidente que teníamos visita pues no conocía personalemente a los hombres con los que estaba hablando el Senescal, a pesar de que sus emblemas les identificaban como miembros de la casa Dravescu. Radovina Szantovich parecía alterada pero casi me llamó más la atención el estado en el que se encontraba Innya, paralizada como si acabase de ver un cadáver.

No quería interrumpir la conversación del Senescal, de modo que les dediqué una reverencia y me acerqué rápidamente a Innya.

En cuanto llegué junto a Innya le hablé en voz baja, no quería interrumpir al Senescal.

- Innya ¿Qué ocurre? - dije mirándola de arriba a abajo.- ¿Te encuentras bien?

La conversación con el Senescal discurría por los derroteros habituales, preguntas y más preguntas sin apenas sustancia, salpicadas con algún leve intento de sonsacar información, por parte de todos los involucrados. El típìco juego de las casas, que se vió súbitamente interrumpido, para alivio de Zuyla, cuando una llamativa mujer entró de golpe en el Salón.

Radovina Szantovich, la famosa mujer de los ojos rojos. Zuyla y Zort saltaron casi al mismo tiempo, como casi al mismo tiempo se forzaron a relajarse. parecía ser una noble aceptada en la corte del duque, por lo que no debía, o así lo esperaba el caballero, tratarse de una de... ellos.

Pero esos ojos...

El Senescal se afanaba en hacer las presentaciones, pero Zuyla se levantó medio hipnotizado, medio ansioso por saber más, necesitaba conocer a aquella mujer, saber si podría ser una de ellos. Saber si debía acabar con ella.

El caballero Dravescu recorrió con paso firme los pocos metros que lo separaban de la noble mujer, mirándola siempre directamente a sus hermosos pero rojos ojos. Una vez a su lado la tomó de la mano, inclinó su cabeza levemente y la besó en el dorso de la misma.

Mi señora, Zuyla Dravescu a su servicio se presentó, prolongando el contacto sólo un instante más de lo debido, comprobando si la mano producía un tacto cálido, un tacto humano. Comprobando si su corazón aún latía.

Junto a ellos, un hombre extraño pasó sin querer llamar la atención. La mente de Zuyla lo descatalogó enseguida como un peligro inminente, pues parecía conocer a los residentes del castillo que allí se encontraban, de modo que lo dejó estar. Ya se presentarían más adelante. Ahora sólo importaba Radovina Szantovich...

Aunque en un primer momento Innya se había sorprendido por la entrada de la joven noble de ojos rojos, no se asustó, o se sobresaltó por esos ojos de demonio. Ya la había visto antes, en ese mismo Salón, la había visto ante el Duque. Innya era una sombra, como toda sirvienta, y por ello cuando estaba en un sitio nadie se percataba de ello, pero estaba.

No, lo que mantenía a la joven tiesa como un palo era el extraño comportamiento de la mujer, que había entrado allí como si esperara que estuviera ocurriendo algo, algo relacionado con el Chambelán. Pero allí no sucedía nada, excepto por la reunión de bienvenida a los Dravescu.

Y, tras ella, entró el Maestro de la Corte. ¿Qué diablos estaba ocurriendo?

Se giró hacia éste, y susurró una respuesta en un discreto tono.

-No sé si ocurre nada, mi Señor Maestro. Yo estoy bien, sólo sorprendida. Ha entrado súbitamente la noble Szantovich, interrumpiendo la reunión, y ha preguntado por el Chambelán. Como si temiera que le ocurriera algo, ha dicho que le buscaba. Muy alterada. Pero no pasa nada, no ha pasado nada raro, sólo que el Chambelán ha salido a buscar al Duque para avisarle de la llegada de los nobles Dravescu, eso es todo.

Hubiese deseado Zort evitar que Zuyla tocase a aquella mujer. Se decía que ciertas criaturas con el solo tacto podían hipnotizar a una victima. Pero Zuyla era un gran guerrero, podría controlarse de tratarse de ello.

Al ser presentada por el Senescal, Zort saludó con un frío gesto de su cabeza. Y nuevamente eran interrumpidos. Otra persona entraba sin presentarse. La nueva Corte parecía un poco mas desordenada de lo que recordaba de la vieja.

Un escalofrío me recorrió la nuca en cuanto supe que Radovina había sentido algo parecido a lo que había sentido yo. Entonces ya no tuve dudas, al Chambelán Lorand Teleki le había ocurrido algo, algo malo... muy malo. Tenía claro lo que iba a hcer, pero antes iba a preguntarle a Innya, parecía que sabía en qué dirección se había marchado el Chambelán.