Partida Rol por web

El numero de identificación coincidía, la descripción coincidía y todo parecía estar en orden así que de momento tendrían que confiar. Pudo notar cierta desconfianza por parte del sargento Vladistovich pero lo achacó mas a la naturaleza de la inquisición y todas las cosas extrañas que estaban pasando allí abajo que a algo por lo que preocuparse realmente. - Si señora, Hermano Vorgen, a su servicio. 

Tras las palabras del Sargento, Vorgen fijó su mirada en el durante un largo instante. -Tiene razón Sargento, debemos  averiguar que está pasando aquí. Estoy seguro de que los conocimientos de la Interrogadora Somnir nos ayudarán a arrojar algo de luz sobre este misterio. - dijo rompiendo la tensión. - Permítame, señora. - dijo colocándose junto a ella y ofreciéndole su brazo para que lo tomase y se apoyase al caminar. - Los cultistas estaban realizando algún tipo de ritual, quizás queden marcas en el suelo, trazos que puedan arrojar algo más de información a una mente instruida en tales ámbitos. ¿Si encontrásemos algo sería usted capaz de identificar cual era su objetivo? - preguntó a la joven mientras caminaban juntos hacia el pozo. 

Me quedé en silencio escuchando aquello que se decían uno a otros mientras avanzaba con el grupo. Ni siquiera era capaz de acertar cuánto tiempo había pasado desde que nos habíamos perdido en aquella oscuridad y habíamos andado por esos pasillos. Era difícil precisarlo, pero al menos podía aferrarme a que aún estaban presentes las unidades que habíamos dejado atrás.

No me quedó otra opción que esperar, seguir escuchando sobre lo que habían vivido ellos. Quizás así, lo entendería.

Paul se apartó de la línea de fuego del resto, buscando la cobertura de las sombras y apuntó a la zona. ¿Criatura del caos? Cualquiera que fuese la aberración que pudiese seguir al sus nuevos compañeros se iba a encontrar con una descarga de fuego graneado imperial. Pocas cosas en la galaxia podían sobrevivir a disparos conjuntos de un rifle de plasma, otro de fusión y una ráfaga de bólter pesado.

Ojalá lo que cruzase desde el otro lado no fuese una de esas cosas...

Me importaba un comino lo que pudieran estar hablando. Era mucho más sencillo, y útil, asegurarse de que nada indeseado les seguía y por eso mismo continué vigilante. Con suerte nada aparecería una vez más por sorpresa.

Mi arma se mantiene con el cañón apuntando directamente hacia la dirección en que aparecieron nuestros aliados de esa manera tan súbita e inexplicable. Si los hombres de la Sagrada Inquisición no nos hubieran dicho acerca de las fallas de Disformidad o como sea que se le llame a este temible fenómeno, estaríamos más sorprendidos y mucho menos preparados.

"Pero sé que pueden aparecer en cualquier momento así que debo estar preparado."

Así que mantengo el arma presta, lista para exterminar cualquier cosa no humana que aparezca desde cualquier punto del área cubierta. Mi dedo en el gatillo está preparado y es solo cosa de tiempo si deciden aparecer para fallecer o mejor se quedan en el otro lado, como más le conviene.

El rayo fue directo a por el soldado de asalto, que tuvo que agacharse en el último momento, empleando su arma como apoyo para el extraño movimiento. Un tirón en el hombro le indicó que una vieja lesión estaba protestando, pero apretó los dientes y apuntó con el arma al cabrón verdoso, un psíquico, nada menos. - ¡Celonius, agarra bien a Lugere, como si fuera tu amante! - le dijo a su compañero. 

Su querida arma empezó a disparar, pero el dolor del hombro le hizo perder agarre y los disparos trazaron una diagonal en un lateral del orko, pulverizando la roca de la primitiva pirámide y lanzando esquirlas por todos lados, pero sin haber tocado ni un pelo al chamán. - ¡Mierda! - 

Aquella estúpida jungla estaba resultando ser peor que un horno. Arthur estaba acostumbrado a los entornos húmedos con vegetación abundante, pero no a ese bochorno sofocante y que el sudor se le metiera en los ojos. El xeno grande bailoteaba animando a su equipo y, seguramente, riendose del suyo. Cosa que Arthur no pensaba permitir. Quizá los Tréboles del Emperador fueran el último equipo en la liga e hiciera más de cien años que no ganaban un trofeo, pero por San Judas que no iba a permitir que ninguno de esos capullos se metiera con él. Seguro que ni siquiera sabían jugar los muy desgraciados, sólo estaban en esto por el subidón, sin sentir los colores ni nada.

Sintiendo como se le sulfuraba la sangre, levantó el fusil láser y descargó contra el orko grandote.

- ¡Bailarás menos cuando te haya abierto otro puto agujero en el culo, hijo de puta!- gritó, para acompañar su laser. Al menos estaban demostrando que tenían poténcia de fuego suficiente entre los tres para amenizar cualquier partido.

-¿Un ritual?-preguntó, extrañada, entrecerrando los ojos-¿qué clase de ritual?-añadió, avanzando junto al marine, no tan rápido como a este le hubiera gustado, pero dado su estado ahora mismo tampoco se podía pedir mucho más. 

-No lo sé, quizás pueda ver algo... Pero esto son alcantarillas, ¿no? Supongo que... Podrían alimentar al Enemigo. Quizás-añadió, encogiéndose levemente de hombros con un pequeño gesto de dolor-no es una ciencia exacta, ni los cultos del Enemigo tienen sentido muchas veces para las mentes cuerdas. 

Con el colector delante, y algo de paz, ahora podías apreciar mucho mejor la naturaleza de aquella construcción. Tanto varias tuberías como pequeños canales que discurrían por el suelo convergían en esta "piscina" central, solo que la palabra piscina no era correcta. Más bien, se podría decir que era una catarata. Las aguas empezaban a ganar velocidad desde el mismo borde, así como inclinación, para precipitarse en la oscuridad, rugiendo y llenas de detrito. 

¿A dónde llevaban? Esa era una buena pregunta... Pero desde luego, la bajada pronto dejaba de ser artificial. ¿Podían estar usando en aquella ciudad una red de cuevas como un inmenso pozo negro? Podría ser. Aunque, como aquello no tuviera buena filtración, sin duda sería una idea que les acabaría saliendo cara. Desde luego, no se veía el fondo, y por el ruido del agua, tenía pinta de ser profundo. 

Aunque había algo más... De algún modo, la peste de aquel lugar parecía mayor. Como si allí abajo yaciera un campo de batalla entero lleno de muertos putrefactos.

Esta vez llegó el turno de los imperiales, que se cobraron sangrienta venganza sobre aquel ogrete. La asistente de Fiks atendía rápidamente a Katrin, y Quintus se replegaba para enfriar su plasma, pero el resto se sumergieron de lleno en la violencia. Aunque la pistola doblesueldo no consiguió penetrar la piel del ser, los montantes y la espada sierra de Katrin sí lo hicieron... Pero palidecieron ante la destrucción desplegada por Fiks. Su granada krak casi abrió en dos al ogrete, dejándole aturdido, preguntándose si siempre había llevado las tripas por fuera. 

El baile seguía en lo alto de la pirámide, y puede que sus retorcidos movimientos le estuvieran favoreciendo, porque solo Arthur fue capaz de alcanzar a la mole que se agitaba sobre la roca tallada mientras invocaba a sus impíos patrones, con el resto de pieles verdes uniéndose entusiasmados a su cántico. 

El mutante estaba casi fuera de combate, casi. Si ningún fregasuelos la cagaba todavía podrían usarlo como cobertura temporal. Quintus se anticipó a la reacción del enemigo aprovechando la leve inclinación del pasillo el Enviudador se deslizó lo justo para echar a rodar una frag pasillo abajo. Cuando uno de los mutantes sintió como le tocaba la punta de la bota ya era demasiado tarde, intentó maldecir pero la explosión se lo trago junto a sus compañeros. Tal vez la explosión no acabase con todos, pero al menos les desorganizaría.

Con el monstruo aturdido Fiks había de aprovechar la oportunidad o se le escaparía de las manos, empuñó con decisión su escopeta de combate y disparó a quemarropa sendos tiros contra su pierna derecha, haciendo saltar sangre, tejido muscular y hueso. Con suerte sería suficiente para dar muerte a aquella aberración contranatura.

- Muerte al mutante, vida eterna a El Emperador - farfulló con los dientes apretados antes de girarse hacia la sargento - ¿Sus órdenes?

Necesitaba saber cómo actuar una vez sólo quedasen los mutantes medianos al otro lado del pasillo pues temía la indecisión y la confusión que aquello podía generar si no había directrices claras a seguir; incluso si venía de una fezzornita.

A pesar de la lluvia de disparos, aquel Xeno, psíquico para mayores señas, siguió bailoteando, imperturbable a lo que le estaba cayendo encima. - ¡Maldito cabrón! - 

Al momento las voces de los otros pieles-verde se unieron al loko de la kolina, produciendo un mayor barullo, y dándole la sensación a Albius de que se estaban mofando de ellos. - ¡¿Seréis malnacidos?! ¿¿Os estáis riendo de mí?? Espera. - dijo Albius, echándose al suelo y apuntando al verdoso gordako kabrón que había allá arriba. - ¡CELONIUS, MANTÉN!. ¡VOS ERANT'IENS UT STERCORE, CANIS!* - 

Con Albius tocado en su orgullo de tirador, el morro del Bólter Pesado apuntó directamente a la parte superior del Gran Tiki y las balas con propulsor de fezileno y explosivos en la punta salieron de la bocacha del arma, directas al enemigo, al que pillo en mitad de un salto, justo en la parte más alta, bailoteando en el aire por los impactos que se repartieron por su cuerpo como granizado mortal. - ¡¿AHORA QUÉ, EH?!¡¡JODE A OTRO, NO A ALBIUS! - gritó el gran soldado, con una gran sonrisa en el rostro. - ¡Cayo! ¡Granada de luz, en medio de éstos tipos, que no nos carguen, ahora, por El Emperador! - le pidió a su compañero, para poder retener a distancia a los que estaban abajo y que no fueran a por ellos mientras masacraban al de arriba. 

La explosión de la granada de Fiks casi los bañó a todos con una lluvia de sangre mutante cuando reventó por completo el pecho de la criatura, dejándola aturdida por un momento mientras empezaba a asimilar todo el dolor que iba recorriendo su cuerpo. Katrin se había preparado para defenderse en caso de recibir un ataque como el anterior, pero al ver como el ogrete perdía la iniciativa, y revitalizada por las atenciones de la asistente del medicae, se atrevió a atacar de nuevo con su espada sierra, dispuesta a acabar del todo con aquella bestia, costase lo que costase.

— ¡Ya son nuestros! ¡Muerte al mutante, en el nombre del Emperador! — gritó — ¡Siga así, Fiks, y me veré forzara a extenderle una recomendación! — tuvo que reconocerle al lantanita.

antes la orden de Albius de lanzar la granada para aturdir a los orkos de a pie de la montaña, lo cual era una buena idea, por lo que saco la granada, y la lanzo a los pies de la escalera para poder  

Alain estaba empezando a ponerse nervioso, y ver al lantanita al que había intentado prestar primeros auxilios donde el colector le causó mucha angustia. Se volvió hacia van Horst, que era al que tenía más cerca —Malek estaba hablando con el Acechadunas que acababa de reunirse con ellos— y señaló a Vitaly con el dedo: 

—¿Qué diantres hace ese ahí?

Cuando el doctor miliciano señaló a Vitaly, y tras escuchar las palabras de la Inquisidora, el tirador abrió los ojos de par en par y corrió hacía donde estaba el lantanita - pues si hay un ritual, nuestro deber es detenerlo - decir aquellas palabras le costó mucho esfuerzo, hablar con un inquisidor en esos términos de urgencia le resultaba demasiado osado, pero por lo menos había puesto distancia entre el y la mujer de la gran "I".

Kolya intentaba escuchar las palabras de la Interrogadora cuando escuchó lo que decía Alain y pudo ver a Vitaly alejándose hacia delante; pero eso no era todo, porque el cadiano se había quedado atrás.

-Reagrupáos -ordenó a todos, aunque no dijo nada a Malek que se acercaba al lantanita mientras él mismo hacía gestos para que Marcus se acercara a su posición- tomemos posiciones cerca de la cisterna. Fuera lo que fuera lo que estuvieran haciendo, lo hacían allí.

El pie derecho de Paul había pateado sin querer una antigua lata de comida y aquello había hecho un ruido de mil demonios. Se volvió hacia Alain y encogió de hombros. -No lo sé, pero acerquémonos a averiguarlo. No vaya a ser que se le ocurra lanzar granadas por el hueco sin comprobar si hay alguna bolsa de gas o algo peor. Vamos, no nos quedemos atrás.

Y dado que Weber y Marcus seguían cubriendo el área, aprovechó para acercarse al resto del grupo.