Partida Rol por web

Arthur apretó los dientes mientras otro casquillo de ceramita salía volando. Estaba gastando su preciosa munición antitanque en aquel maldito demonio salido de sus pesadillas. Podía ver la sotana del padre McFlare cubriendo los pies de aquella aberración cambiante, el muy hijo de puta. Otro proyectil de fusión emergió de la boca del cañón protegido por un campo magnético a un millón de grados. Así se lidiaba con los demonios de uno.

El sargento había fallado el impacto de su carga, pero contra una figura como esa, continuamente cambiante sólo quedaba insistir y encomendar el alma al Dios-Emperador.

Trató de encontrar un punto central, con menos variación que las extremidades, para intentar hundir su espada sierra en la impía carne del monstruo, suponiendo que estuviera hecho de ella.

Esta vez la cosa pintaba peor para el engendro, con un campo de energía que lograba retener menos impactos que la vez anterior, y varias de las armas imperiales hendiendo su inmunda carne. Sin embargo, sus puños, grandes como jamones y pequeños como hormigas, seguían moviéndose, buscando al astartes, que hasta el momento había sido la mayor amenaza...

Katrin pronto comprobó que los doblesueldos tenían razón cuando dio con el rastro de huellas, que efectivamente de pronto se cortaban, aunque no encontró ninguna abertura o signo de la misma. Sin embargo, la parte del león en aquello se la llevó Fiks. Ante él tenía, por fin, lo que solo podía ser la fuente de las lecturas del auspex. El propio aparato no le revelaba mucho más de lo que ya podían ver sus ojos.

Allí, en el medio de una sala central, aparentemente conectada con todos lados pero plagada de derrumbes, flotaba lo que solo podía definirse como una brecha azulada. Pero no era una brecha natural, pues aquello parecía más bien un desgarrón en el tejido de la realidad, uno cambiante y que parecía arrastrar todo un coro de ecos y voces distorsionadas...

-¿Qué puñetas es esto?-dijo entre dientes su escolta, sorprendido por aquello. 

Allí sin duda había algo raro y tuvo que reprimir el instinto de hacer el signo del aquila con las manos por temor a que se tratara de algo no natural. Teniendo en cuenta lo ocurrido el tipo de enemigo al que se enfrentaban, no le parecería extraño que en aquellos túneles estuviera actuando la Disformidad o algo similar.

La vanguardia compuesta por Fiks y el Doblesueldo se lo confirmaron al poco, encontrando algo... que nunca habían visto antes, porque no había forma de definirlo. Con un gesto indicó a los otros dos que la siguieran, y avanzaron detrás de Quintus hacia la posición del lantanita, observando el paranormal fenómeno.

No tenía respuesta para la acertada pregunta del Vástago, aunque sí un presentimiento — Creo... que es nuestra salida de aquí — dijo, sin estar del todo segura, ni mucho menos. Dio un par de pasos hacia la "cosa", sin atreverse a más, por el momento.

A Fiks le entraron los temblores de nuevo, tenía demasiadas dudas en la cabeza y no podía acallarlas sin más.

- Si volviéramos a Sélica IV habremos de --- Habremos de entregarnos a la Sagrada Inquisición - tragó saliva y se apretó sus propios brazos, queriendo evitar que su agitación se tornase más ridícula de lo que ya era, con suerte limitando la escalada de su pánico -. Es un agujero herético, de eso no t-t-tengo du--- Duda - por supuesto que ya habían sido expuestos a una brujería similar antes pero en aquella ocasión no serían víctimas de ella sino partícipes en su uso.

Las rodillas le cedieron, su voz se quebró y del casco tan sólo salieron tartamudeados rezos y súplicas por sus almas, incluso por el de la fezzornita.

-A nadie le gusta esa opción pero es la única que hay Fiks.-miró a la sargento con fría calma ofreciéndose a cerrar la retaguardia como hasta ahora. Esperaba que pasasen primero dos de los fregasuelos, luego Katrin y Fiks junto con el último tempestas para cerrar el la marcha. No le hacía gracia alguno meterse de nuevo a dar viajes por el inmaterium, pero no quedaban más cojones, eso o estar perdido en esta cloaca por los siglos de los siglos.

Ver que mis disparos, aunque fallados, son de munición real y no de estúpidas burbujas es un alivio pues entiendo que debe ser alguna clase de hechicería de parte del enemigo y no que mi arma ha sido adulterada como se me pasó por la cabeza. Ahora, entiendo que no tengo otra opción mejor que seguir disparando hasta que alguno de mis disparos consiga encontrar su camino y superar la magia maligna de la criatura.

"Supongo que su poder se acabará o puede ser evitado de alguna manera. Si no es así, esto terminará muy mal."

Pero no tengo ninguna manera más efectiva de luchar pues mi entrenamiento es principalmente con armas de fuego y si el confiable bólter pesado no funciona, dudo que alguna otra lo hará. Aprieto con fuerza el gatillo de mi arma, después de apuntar al enemigo y encomendando el éxito al Dios-Emperador que sé que nos ve desde su dorado trono.

Concentrado en no impactar en sus camaradas, Malek siguió el ritmo de disparo, ese ciclo constante de apuntar, esperar el momento adecuado, contener la respiración y presionar el gatillo para liberar el disparo láser a máxima potencia. 

Fik enderezó la espalda y alzó la mirada hacia Quintus, él había cruzado lo desconocido de la mano de El Emperador junto al resto de Enviudadores, si alguien podía darle confianza en que aquello era lo correcto, lo único posible, era aquel guerrero de armadura azulada.

Así, poco a poco, el lantanita fue extendiendo su mano para pedirle ayuda pues no se sentía con la pureza espiritual como para dar ese paso sólo; la culpa le carcomía, tenía demasiados bajos instintos, pecados y vergüenzas como para poder enfrentarse a la hechicería del archienemigo sin mancillarse o perder el alma.

- Ojalá... Ojalá nunca se hubiesen cruzado nuestras gentes - le confesó a la sargento Katrin Schenkopp, desesperado por quitarse al menos ese peso del pecho antes de pasar aquella ordalía -. No puedo remediar esta inquina, hiel pasada de padres a hijos, pero está en mi mano confesárosla - la voz se le secaba, consciente de su vulnerabilidad -; ojalá el pasado de Fezzorn no fuese más importante para nosotros como el futuro de Lantan.

Lejos quedaba de ser una confesión completa y genuina, todavía en el cajón los deleites involuntarios por cada desgracia que caía sobre sus enemigos jurados a la par que calladas las veces en que se pasaban la botella para beber por la muerte de cada fezzornita cuyo nombre sabían... Pero era algo, todo lo que podía dar.

- T-t-tengo que, hmmm, medir--- Ver qué tenemos delante - suspiró, tratando de liberar la presión sobre su pecho y examinó el extrañísimo fenómeno que tantísimo miedo le daba, de tanto que temblaba era difícil entender las lecturas sobre la pantalla en verde y negro.

La potencia de fuego que se estaba concentrando en aquel engendro era impresionante, y si teníamos en cuenta que el monstruo quimérico cambiaba de forma constamente, a cada parpadeo, y que habían varios guardias a su alrededor junto al marine tajando y golpeando con diversas armas, había que reconocer que los tiradores de aquel heterogéneo grupo estaban haciendo un trabajo realmente de precisión, del que no pocos capitanes estarían orgullosos por lo oportuno de cada disparo dirigido al objetivo.  

Albius se concentró en buscar la parte central de aquella cosa. Estaba empezando a ser complicado centrar su atención, pero debían perseverar y seguir hostigando sin detenerse. Tenía la sensación de que la cohesión de aquella criatura estaba empezando a fallar, de algún modo, estaban consiguiendo destruirla. 

Sólo esperaba que aquel enorme marine de color dorado aguantara unos segundos más, pues no tenía duda de que si aquel engendro dirigía sus fulgurantes ataques a cualquiera de los otros guardias, empezarían a haber muertos a una velocidad asombrosa. Su única oportunidad era destruirlo antes de que cayera el Astartes. 

- ¡Vamos...vamos.....ahí.....ahí.....blanco! - dijo, apretando el gatillo y viendo como el haz de luz concentrada impactaba justo en el centro de aquel ser. A pesar de todo, no podía contener su actitud entusiasta en mitad de un combate. - ¡Vas a morir criatura, de hecho ya lo estás, pero aún no te has dado cuenta!¡Vamos!¡Acabemos con él!- 

Había apuntado a la criatura y aunque tenía miedo, iba a superarlo, era un enviudador, criado para ser la herramienta del emperador, no iba a dejar que el miedo y el cansancio me desmoronara y me hiciera fallar, así que me armo de valor y disparo un solo disparo de plasma, podría disparar mas "proyectiles", pero quería evitar dañar al enemigo y un solo disparo era mas facil de controlar que varios, aunque podría haber sobrecalentado el arma, así que eso iba a dejar preparado.

- ¡Joder que te mueras ya hijo de puta!- gritó Arthur, mientras descargaba el último disparo del cargador. El proyectil de fusión se estrelló contra la pared de mampostería pobre de las alcantarillas, dejando un agujero incandescente de roca fundida como recuerdo.

Dandose cuenta de que su escopeta no parecia muy efectiva, la disparo de nuevo contra el torcedor por pura cabezoneria lantanita antes de echar mano a su rifle laser. De nuevo impactó contra un aliado. Bueno, culpa suya por liarse a puñetazos y espadazos con el demonio

Paul abrió los ojos. ¿Dónde estaba? Luego recordó la sensación de miedo y horror. A su lado, el medicae selicano intentaba que se levantase.

Se dio la vuelta. Demasiada gente intercambiando golpes en la distancia, sería difícil acertarle. Así que afianzó su rifle de fusión apoyándose en el suelo y con una plegaria al Emperador abrió fuego...

Notó una resistencia inhumana en la punta de su espada sierra mientras la estocaba se detenía sin rozar siquiera a su enemigo, un chillido de agonía sobrenatural acompañó al empuje que el sargento produjo sobre su empuñadura, tratando de hendir su arma sobre aquella retorcida criatura. Sea lo que fuere consiguió repelerlo pero gritó, sufrió, ¿murió? Moham no entendía de seres invisibles, pero algo le decía que estaban un paso más cerca, que sea lo que fuera que protegía a ese demonio también podía ser matado, o herido al menos. 

Con renovada energía y fe, atacó de nuevo a la criatura, confiando que la unión de muchos acabaría triunfando sobre la fuerza de uno sólo.

El marine aguantaba legendariamente golpes que habrían matado a un guardia al primer impacto, pero también era en parte humano, o eso se decía, con lo que en algún momento alcanzaría su límite, entonces sí sufrirían, una orgía de muerte podría abalanzarse sobre los guardias, tenía que hacer algo antes de que aquello sucediera, empezó a pensar en una retirada táctica, para permitir a sus camaradas abrir fuego a máxima potencia, pero podría salir mal, muy mal...

¡El enemigo se debilita! - arengó a los combatientes mientras asestaba otra estocada con su arma reglamentaria - ¡Acabad con él de una vez por todas!

Vorgen encajó otro tremendo golpe de aquella criatura pero era un Puño imperial y no cedería ni un ápice de terreno. Afianzó los pies en el suelo y volvió a golpear. Era una lucha brutal, estaba haciendo frente al enemigo sin tener en cuenta su propia seguridad, los golpes resonaban por el túnel acompañado por el sonido de los disparos. Escuchó de nuevo como el sargento alentaba a sus tropas y supo que no podía caer, debía resistir a toda costa. 

Era difícil saber si aquel ser de la disformidad sufría daño alguno o simplemente reaccionaba de aquella forma porque era lo natural. Mi espada de energía cortó imparable aquel ser incapaz de detenerse ante la carne o el hueso para de nuevo lanzar otro ataque contra él. 

El combate seguía desarrollándose pero, a pesar de los esfuerzos de todos los implicados, aquella cosa seguía resistiéndose a caer... Las municiones se agotaban, y los impactos se iban notando cada vez más en el marine, pero era evidente que, en algún momento, una de las dos partes llegaría a su punto de quiebre. La única pregunta era cual de las dos sería.