[Capítulo 2.5] Mucho se ha perdido

_{^{Luis y Rómulo Royo}}

^{Laura Marling - What He Wrote}

La noche es más oscura justo antes del amanecer.
Y os diré una cosa. Está a punto de amanecer.

                                                                             —Harvey Dent

Nueva York, 13 de noviembre de 2037, 19.00.

El pálido sol de aquel día ya se había ocultado detrás de los edificios cuando todos los habitantes del Major Morris se reunieron en la sala común. El frío nocturno ya había empezado a extenderse alrededor del antiguo centro de salud, envolviéndolo en un abrazo invernal que parecía ignorar que aún faltaba más de un mes para que terminase el otoño. La niebla que había persistido hasta pasado el mediodía empezaba a descender de nuevo, cubriendo perezosamente el suelo con sus jirones de algodón. Tardaría aún algunas horas en espesarse impidiendo la visión, pero su presencia comenzaba a notarse en el ambiente. 

El contraste con la calidez del interior se debía a los muros que los resguardaban, pero aquel día eran pocos los que no sentían un frío distinto aferrado a sus pechos. El frío de la pérdida. El revuelo y la alegría de la noche anterior habían dado paso a caras largas y ojos tristes. Cada recoveco del centro parecía lleno de murmullos y pesadumbre. 

Apenas hacía un par de horas desde que Clementine y Kane habían regresado acompañados de Bentley y el bebé. Morgana, Shamira y Lincoln lo habían hecho más tarde, hacía tan sólo unos minutos. Todos ellos habían recibido la noticia nada más llegar: Nick había muerto. Para las explicaciones, sin embargo, habían esperado a que todos estuviesen en el Major Morris. Y así, con la llegada de los últimos rezagados, poco a poco se habían ido congregando todos en la sala común. Aunque había allí dos caras nuevas que no habían estado el día anterior. 

Uno era Axel. Todos, en mayor o menor medida, lo conocían por ser miembro de la comunidad de Madre Laura. Algunos en el Major Morris sólo lo habían visto alguna vez, trayendo los productos que intercambiaban con aquel grupo o en algún lugar de Sugar Hill, mientras que otros habían tenido un trato más profundo con él. Pero tanto en el primer caso como en el segundo, sin duda todos reconocían a Axel. 

La otra era una chiquilla de pelo oscuro y ojos grises y enormes que debía tener unos quince años. Su mirada era dulce, pero parecía algo perdida en el lugar, con una expresión que a los más mayores que habían conocido otro mundo les recordaría la cara al aterrizar después de un largo viaje en avión. 

No eran esos dos la única novedad en el lugar, pues los últimos en llegar pudieron ver que junto al almacén había una vaca bastante flaca mirando a su alrededor como si buscase alguna brizna de hierba que masticar. Estaba atada por una cuerda que llevaba al cuello y no parecía prestar mucha atención a la gente que se movía por el refugio. 

A los enseres que habían ido reuniendo para el bebé, ahora se sumaban varios pañales de tela de distintos colores, muy bien cosidos. Y si alguien echaba un vistazo en la cocina, vería que en el frigorífico que no funcionaba pero usaban para almacenar comida había dos botellas de cristal llenas de leche y cuatro huevos que antes no estaban.

El rostro de Lincoln se había quedado pálido como el papel al escuchar la noticia. Su ceño se había fruncido y había apretado los puños. Su cara era un poema, pero no había dicho ni una palabra al respecto. En aquel momento se había pegado a una de las paredes más alejadas de la sala común y se había agazapado hasta quedar acuclillado, con los brazos rodeando las rodillas y el rostro escondido contra ellas. 

Shamira, que había llegado con una sonrisa y preguntando directamente por el bebé, había acusado la pérdida de Nick como un golpe. La muchachita había llorado los primeros minutos, pero luego, práctica como era y habiendo sufrido ya muchas pérdidas en su vida, se había secado las mejillas y se había sentado junto a Lincoln. Pasaba un brazo por encima de él, aunque el niño la ignorase, y su otra mano estaba sobre la cesta donde dormía el bebé, seguramente agotado después del largo paseo de aquel día. 

Bentley había estado ladrándole a la vaca al llegar, incluso había llegado a morderle las patas como si así intentase que se moviese y se fuese de su casa. Pero el enorme animal sólo lo había contemplado impertérrito y el perro había terminado por desistir. Por el momento. En aquel momento estaba con los humanos, tumbado en el suelo, ajeno a lo que había sucedido. Sin embargo, sí debía notar que los ánimos estaban revueltos, porque no dejaba de seguir con mirada atenta a todos los que iban de aquí para allá. 

Skyler no tenía cara de buenos amigos. Se había sentado a la mesa grande que usaban lo mismo para comer que cuando tenían que reunirse. Estaba algo despeinada y era evidente por sus ojos rojos e hinchados que había estado llorando. Tenía los labios apretados en una fina línea y chispas de ira bullían en su mirada. Su cuerpo estaba tenso y ella parecía estar masticando un cabreo que no terminaba de digerir. 

Kane había vuelto a Morris algo taciturno, pero con viveza mientras conversaba con Clementine y se peleaba ocasionalmente con Bentley. Aunque a medida que llegaban al refugio una pesada aura de creciente inquietud iba creciendo dentro del pistolero, como anticipándose a la funesta noticia. Cuando les recibieron con el anuncio de la muerte de Nick se quedó paralizado, perplejo, su mirada se dirigió invariablemente hacia Clementine enlazando una suerte de reveladora conversación muda. El pistolero recibió el anuncio con una serena frialdad, aunque entristecido por la mala nueva.

Entrado en el refugio desenfundó a Raguel, vacío el tambor de las balas y las guardó dejando el arma descargada de nuevo en su funda. Los recién llegados cobraron interés en Kane, los miró con detenimiento y luego a los demás buscando una explicación, aunque los saludó con educación a pesar de las circunstancias. Habría tiempo de hablar de todo, se lo imaginaba, y tras abrazar a Clementine si así lo precisaba en ese momento se separó un tanto tratando de calmar el pesar y, puede, que algo más que le hubiera generado la noticia.

Cuando Lincoln se fue a un rincón, Kane miró al chico con comprensión. Se acercó una vez que lo hubiera hecho Shamira, satisfecho de ver como la joven se sentaba junto al muchacho. El pistolero se acuclilló delante de los niños, puso una mano en los hombros de ambos entregándoles una mirada firme, pero suave. Apretó suavemente los hombros, y asintió con solidez mostrando su apoyo mudo. No hacían falta palabras o, al menos, Kane no las necesitaba para que supieran que estaría allí si lo necesitaban.

Se levantó dispuesto a alejarse y darles espacio, pero acabó sentándose en la pared junto a los muchachos sin decir nada. La mirada de Kane se turbó un tanto, reconocía aquel sentimiento, esa pérdida, y el trance que se necesitaba para superarlo. Como lo hicieran otros con él antes, simplemente se sentó junto a los chicos y dejó que todo fluyera.

Para cuando Cassandra fue a buscar a Trish con el mensaje de que ya estaban todos en el Morris la muchacha tardó algunos segundos en levantarse de la cama. Lo hizo tras horas de estar encerrada a su habitación. Racionalmente era consciente de que no ganaba por quedarse en su cuarto más que la soledad, y de que debía estar cuando se tomasen determinadas decisiones... Pero no hacía que tuviera más ganas de reunirse con los otros.

Los pasos de la muchacha eran mecánicos, automáticos y carentes de todo tipo de ánimo. Su mirada azul avanzaba junto a ella, posada siempre en un punto indefinido del suelo. Trish no miró a nadie al entrar a la sala común, ni siquiera a los recién llegados. Sus ojos estaban rojos, lo que resaltaba aún más el color de sus iris, y cuando se sentó lo hizo en un silencio inusual en ella. Metió las manos en los bolsillos y esperó.

No tenía ganas de hablar, ni de ser parte del mundo que la rodeaba. Y sin embargo, era inevitable percibir la presencia de Lincoln, por ejemplo, o de Skyler. Y aunque sabía que esos sentimientos nacían de una manera irracional, Trish se sintió como si sin pretenderlo el pequeño estuviera echando sal en su herida. No quería estar en una sala donde la gente llorase a Nick Bennet. No quería hablar de él, ni pensarle. Sólo quería esperar a que el tiempo por arte de magia cicatrizase su mente y su consciencia, que no su alma.

Aún así ella misma sabía que aquello no serviría de nada, que otros hablarían y que otros llorarían estuviese delante o no. En ese momento un engranaje giró dentro de ella, activando un resorte diferente. Decidió, al menos, llevar las riendas de su sufrimiento.

Con las pupilas dilatadas buscó a Clementine con la mirada.

—Si vas a hacerle una ceremonia —le dijo—, no quiero que nombres a Dios. —Hizo una pausa sosteniéndole la mirada. No parecía desafiante, sino implorante, así como aquel condicional sobre la ceremonia no era sino una petición—. ¿Podrás hacerlo?

Clementine había entrado al Morris con pupilas asustadas y enrojecidas, como si de hecho alguien ya le hubiese dado aquella noticia tan nefasta antes de que pudiese reunirse con sus compañeros en aquel día aciago. Percibió la mirada, la respuesta muda de Kane ante tal anuncio, y asintió, notando cómo las lágrimas, ahora silenciosas, volvían a su rostro, empapando sus mejillas mientras se llevaba una mano al pecho y se dejaba abrazar, quedando tras aquello quieta, en el sitio, durante un tiempo que no habría sabido definir, y que quizá duró lo que pudo haber sido un parpadeo, o quizá lo suficiente como para que se le entumeciesen los tobillos y encontrase necesario tomar asiento, aún sin ser capaz de pronunciar palabra. No parecía sorprendida. Parecía devastada, indudablemente triste y apesadumbrada. Incluso aturdida. Pero no sorprendida. 

Ignoraba los ladridos de Bentley, ensimismada, taciturna. Parpadeaba, confusa, impresionada, como si tratase de comprender. Miraba tras ello alrededor, posando aquellos orbes verde oliva que enmarcaban su rostro sobre Robin, y seguidamente sobre Trish, que en aquel momento entraba y la buscaba, realizando una petición que a todas luces no terminó de asimilar, a juzgar por el gesto contrito de su rostro- Yo no...-murmuró, aclarándose la garganta, al percatarse de que la voz emanaba de sus labios, estrangulada- ¿Por qué me pides algo así? Dios no... Esto no era parte de Su plan. Esto no tenía que pasar... Nick no tenía que... No... Y Nathaniel tampoco. No tenía que pasar. - miró alrededor, estremecida- ¿Es así? ¿Nathaniel también ha...? ¿Qué es lo que ha sucedido? ¿Había fuego? - preguntó, temerosa, reparando de nuevo en Robin, en Trish, en Skyler- Lo siento... Yo no... - dijo, interrumpiéndose, tragando saliva mientras trataba de ahogar un sollozo- Intentaré hacerlo lo mejor que pueda. Pero contadme qué ha pasado, por favor. 

La caminata de vuelta al Centro fue en su mayor parte silenciosa. Morga soltó sus directrices y algunas preguntas, para que las analizasen Malcoln y Shami y les dieran respuesta en otro momento. Su humor mejoró tras la simpática y relajada comida con Irene, Cora, Héctor y los nños. Tal vez soltó un par de inconveniencias, inconsciente de ellas,  y los demás las dejaron pasar entre risas y bromas. Aunque continuaba con ganas de desfogarse, en el gimnasio, o darse de hostias en algún antro de los que salpicaban los alrededores de la plaza del mercado. Lo segundo sería lo mejor para apagar su fuego interior, y a la vez la peor idea que se le podía ocurrir. "Preguntaré por el trío de capullos de Las Tres Cruces".

Lo primero serían las novedades del día.

En el Morris, sus ojos buscaron con un punto de desazón a Cass y Trish sin proponérselo y después efectuó el repaso habitual. Su atención recayó en Áxel- ¡Hostia, violinista! ¿Conservas todos tus dedos? -Acompañó su saludo fuera de lugar con una franca sonrisa. Áxel y ella habían compartido ciertas experiencias que les permitían esas familiariades. O eso daba por hecho Morgana. Alzó una ceja, curiosa, al observar a la vaca, y frunció ligeramente el ceño al ver a la desconocida- ¿Una nueva adoptada? ¿Quién coño eres tú, vienes con Áxel? ¿Has llegado también en capazo o a lomos del bicho ese?

Se dio cuenta de que algo no iba bien. La angustia, la pesadumbre, reptaban por paredes y suelo, impregnando la sala del amargo sabor del dolor. Llovió tormenta de granizo y ceniza. "Joder". Su mirada inquieta voló sin remedio, de una Skyler patibularia, a Clem y Kane, sin saber qué pensar. Demasiado acostumbrada a la muerte, tenía claro desde siempre, en cualquier lugar y tiempo, que alguien, incluida ella, podía no regresar. Y ese nefasto día acababa de aterrizar en el Refugio. El alma mater del Morris, Nick. No le afectó tanto la noticia como el hecho de la revelación del acierto de la pesadilla de Clem. Sorprendida y aturdida por ello, apretó la mandíbula, y se quedó unos instantes quieta, callada, sin quitarse la chaqueta ni la mochila, por si tenía que volver a sumergirse en la niebla nocturna. No prestó demasiada atención a la conversación entre las dos jóvenes destrozadas, Clem y Trish, su mente iba por otros derroteros, "¿Y ahora qué? ¿Quién coño va a dirigir esto?"

-¿Qué puta mierda ha sucedido? ¿Dónde, cómo os habéis enterado? -Preguntó, con voz clara y firme,  mirando a sus compungidos y mudos compañeros y a nadie en particular, con el aire profesional y serio de la militar que, quisiera o no,  nunca había podido dejar de ser. 

Apoyado en una esquina, justo la contraria a la puerta de entrada, de brazos cruzados y con cara seria, Daniel había observado la procesión de rostros, mateniéndose al margen de las reacciones de unos y otros ante la noticia de la muerte de Nick. Habían pasado ya varias horas desde que él lo supiera, las suficientes como para haber asimilado que ya no volvería a ver su rostro. Asumirlo, era ya otra cosa. 

Su mirada se detuvo un instante en Trish. La sola mención de un dios le resultó anticlimática y ni siquiera quiso analizar la respuesta de Clementine. Por contra, agradeció las preguntas de Morgana, práctica como siempre y cuya voz contrastaba con aquel escenario de sollozos contenidos.

-Es... complicado -dijo a modo de respuesta. Cassandra y su visión, su trance. Acabaría sabiéndose y no tenía sentido ocultarlo, pesara a quien pesara-. Esta tarde, cuando regresamos de nuestra expedición, nos encontramos con Axel aquí, en el Morris. Él mismo os dirá la razon de su visita llegado el momento -era mejor aplazar aquello a otro momento, uno en el que las aguas estuvieran más calmadas-. Apenas habíamos cruzado unas palabras cuando Cassandra tuvo un breve episodio que no sabría cómo definir pero tras el cual, nos advirtió de que había habido un ataque. Mencionó a Nick, a Katia, a Nathan, a Robin... De algún modo supo qué estaba ocurriendo y partieron en su busca con las pocas pistas que tenían acerca de su localización. Nosotros dos -señaló a Axel-, nos quedamos para preparar esto para los heridos. Nunca llegaron. La que sí llego fue ella, Hope -había caminado hasta situarse a su espalda y apoyó ambas manos protectoramente sobre sus hombros- junto con el resto del grupo de rescate y Robin. Ella es su cuñada. 

No se había explayado particularmente, pero lo dicho no debía ser fácil de digerir. Incluso habiendo sido testigo del ataque de Cassandra, Daniel apenas podía creer que ésta hubiera experimentado algo tan vívido e irreal como una visión.

-Después, y poco a poco pudimos reconstruir los hechos. Los Titans fueron atacados por un grupo armado vestido con prendas militares, los rostros ocultos bajo cascos de motorista. Algo rápido y en palabras de Cassandra, destinado a no dejar testigos. Buscaban algo que no sé si encontraron. Nick fue el elemento sorpresa. Viendo lo que ocurría, intervino y cayó llevándose consigo a una de las atacantes. El fuego empezó a extenderse por el campamento y tuvieron que huir dejando atrás sus cuerpos. Y hasta donde sabemos, un miembro del grupo de los Titans estaba ausente por un encargo del tío de Robin, Cratos si no me equivoco. Salió hace dos días de allí y regresará en cualquier momento al mismo. Su nombre es Alec.

Miró a Morgana. Ella sabría cómo gestionar aquella información y tomar las primeras decisiones antes de que el caos se abatiera sobre aquella sala.

-Deberíamos encontrar al muchacho antes de que alguien haga lo que no debe -una mirada rápida a la espalda de Robin debería bastar para que la militar supiera que hablaba de él.

Robin bajó antes que Trish a la sala común. Le había prometido a Shamira que prepararía la cena con ella y aunque ya se había desdicho de su palabra de buena mañana, pudiendo cumplir, quiso hacerlo.

Ya había dejado anotado qué se podía usar para la cena así que ni siquiera le ayudó a ocupar su cabeza. Tomó las verduras menos atractivas al ojo y las picó en tantos fracmentos como su alma era capaz de soportar sin renunciar a su sabor, a su ser. Las escaldó en un caldo de puerro, cebolla y patata al que incluso echó sal y mientras esperaba que el fuego bajo hiciera su trabajo llevó los platos a la mesa.

El ambiente era tan lúgubre que incluso con los ojos cerrados hubiese podido adivinar que había llegado. El aire parecía más difícil de respirar y los gestos se obligaban a ejecutarse más suaves para no herir a nadie.

Fue colocando los platos mientras otros hablaban y en todo momento evitó mirar directamente a Morgana.

El chico ocupaba su mente en tareas para no escuchar a su cabeza nublada en juicio e ideas.

Entonces escucho el nombre de su padre tan entero como él debería estar y perdió el pulso dejando caer uno de los platos a sus pies. Y aun ajeno a todo, al desastre y al llanto, buscó a Clementine y le confirmó la muerte que tan poco habían anunciado, como si Nate nunca hubiese sido de los suyos, con un mudo asentimiento.

El pelirrojo sintió una vez más un abrazo volcarse sobre él, pero esta vez, fue tan agradable como reparador. La voz de Clem siempre se le había antojado reconfortante y esa noche se le presentaba como la mejor de las cunas.

Luego se agachó para recoger el plato y tras dejarlo en la mesa salió raudo y esquivo de vuelta a la cocina para regresar con una olla caldo de sopa juliana.

— Buscaban una cruz —comentó como hablando por sí mismo mientras empezaba a servir platos para nadie en concreto—. Mi padre me llevó hasta ella una vez. Pensé que encontraríamos a Alec en su refugio pero a lo mejor, está allí; con la cruz. Suena al tipo de misión que le encomendaría Elijah.

— Especialmente después de hacer que se los cargaran a todos — sentenció plantando el último plato de comida enfrente de su prima—.

Cassandra entró tras la estela de su hermana y se paró cerca de ella, no tanto como para atosigarla con su presencia, pero cerca. Llevaba la capucha echada sobre la cabeza, la testa inclinada hacia adelante y atisbaba a través del pelo que le cubría medio rostro, como prácticamente siempre que la veían. Las manos estaban en los bolsillos de la sudadera y se recostó en la pared más cercana.

Su mirada escrutó a los reunidos en la sala, reconociendo gestos y silencios, ella sólo escuchó a unos y otros con rostro impasible. Sus sentimientos eran suyos y no volverían a salir delante de todos, no cuando no era eso lo que necesitaban.

La reacción de Clem atrajo su atención, nombrando un fuego que nadie había dicho que había pero que indudablemente había estado y hablando de un plan truncado. El corazón de la buscadora se saltó un latido al reconocer en sus palabras parte de lo que ella misma había sentido, y tomó nota mental de ello para hablarlo detenidamente.

Morga intervino con su sutileza habitual y la morena encapuchada empezó a contar hasta tres antes de intervenir, por suerte alguien con más labia se le adelantó. La explicación de Daniel sacó un asentimiento por su parte, los tiempos no eran los correctos pero eso era lo que menos importaba, lo importante era saber la causa de lo que había sucedido. Siempre se cometían ataques a comunidades para quedarse con sus cosas, pero ese aire de encargo y el matar a todos los integrantes mosqueaba a la buscadora. Aunque a decir verdad, no hacía falta mucho para sacar su vena conspiranoica. 

El estado de Robin era... preocupante. Acababa de ver morir a su padre, seguro que se culpaba por no haber hecho algo y decirle que nada podía hacer contra esa gente era inútil, bien lo sabia Cass. Ella había pasado mucho tiempo culpándose por algo que su yo racional sabía que escapaba a su control, incluso ahora sentía que debería haber podido hacer algo más que sólo dar la alarma de lo que pasaba, el comportamiento humano era increíble y horrible a la vez. En esos pensamientos estaba cuando la voz del pelirrojo emergió suavemente dando contestación a su mayor inquietud. Muchas preguntas se agolparon en la mente de la buscadora, pero sólo le dio voz a la más acuciante.

-¿Dónde hay que ir?

Si tenían que ir a buscar al chico lo urgente era planear bien la salida, nada de improvisaciones que luego podían acabar en desastre, las explicaciones de todo lo que era 'raro' podían esperar un poco más. 

Respetuoso al duelo de quienes ya sabían la noticia, se mantuvo en silencio y observando la situación, apoyado en una pared de brazos cruzados en postura relajada. Para quien lo conociera era mucho más frecuente verlo conversando que con los labios sellados, pero tenía tacto suficiente para reconocer que en una situación como esa nadie estaría de mucho ánimo para hablar tonterías. Y por tonterías, por supuesto, incluía su propia llegada. Por ahora le parecía egoísta siquiera pensar en hablar de lo que le había traído ahí, e incluso le avergonzaba un poco su presencia en un momento privado como aquel. Buen día había escogido para dejar el refugio de Madre Laura. 

Para cortar un poco la tensión, la llegada de Morgana y su saludo efusivo le sacaron una sonrisa medida, pero sincera. Le alegraba ver a la ex militar pues a pesar de su cuestionable delicadeza, o precisamente por esta, siempre resultaba como un soplo de aire fresco. Incluso cuando algún comentario fuera de lugar le había golpeado con más fuerza que la luma de un guardia de prisión resentido la honestidad y sentido del humor de la mujer resultaban un alivio. 

Todos, incluido tu favorito - le contestó con una sonrisa de medio lado, mostrándole el dedo corazón a modo de amistosa bienvenida antes de volver a cruzarse de brazos. Al escuchar la pregunta de Morgana a Hope, solo negó con la cabeza volviendo a su expresión neutral anterior, negándose a responsabilizarse por la presencia de esa extraña en particular, pero al escuchar la petición de Trish su atención enseguida fue hacia esta. Era una reacción normal, rechazar la idea de dios en un momento así, pero se preguntaba si esa sería la mejor idea. Varios allí parecían tener una devoción suficientemente profunda para tener hasta una jodida capilla en el refugio, y eso sin duda provocaría al menos alguna aspereza, y se podía imaginar sin problema de que rubia en particular vendría una protesta segura.

Una vez llegaron al tema principal, deseo que alguien más lo explicara y no tuvo que esperar demasiado a que así fuera. Daniel tomó la iniciativa enseguida, y Axel solo se limitó a asentirle en la parte que le correspondía, confirmando que él tampoco consideraba que fuera el momento apropiado y que esperaría hasta que lo fuera. Aún quedaba ver si tendría que buscarse un refugio en otra parte o le dejarían quedarse allí, pero a las malas se hacía el tonto y dormía en algún rincón abandonado del centro de salud.

Sus ojos siguieron a Robin un momento, reconociendo a la perfección aquella necesidad de cuidar del resto en momentos de dolor. Su abuela tenía el mismo hábito, el de procesar la aflicción como la urgencia de mantenerse ocupada y atender a los demás, y así mismo se consolaba. Eso la hacía feliz, y suponía que ese sería el caso del pelirrojo también. 

Sin volver a decir palabra desde su respuesta a la llegada de Morgana, esperó la de Robin a la pregunta de Cassandra. Por supuesto estaba dispuesto apoyarlos en lo que pudiera, pero sin saber exactamente de que lugar o que circunstancias hablaban, su participación de ser aceptada bien podía ser más molestia que ayuda. 

Torció la sonrisa ante la respuesta de Áxel a su saludo. Dio unos pasos hacia él y, en ese momento, fue consciente del ambiente glacial que dominaba en el refugio. Sin pestañear, los ojos de Morgana se movían igual que chispas de unos a otras conforme Daniel relataba la historia. En Cass se detuvo un instante, y su mirada expresaba lo que sentía, “así que solo un puto desmayo anoche”. Cuando miró a Robin, frunció los labios y asintió ligeramente con la cabeza. Se fijó en que el chico la evitaba. Militares. “De puta madre” . Tenía muy presente el encuentro matutino pero no se hizo conjeturas, prestaba atención a Daniel. Cobraba sentido la experiencia de la mañana: Nick, Nathan, el fuego, la cruz. Sombras insustanciales, ahora se transformaban en crudas realidades tangibles, lo mismo que el gigantesco yunque de un titán golpeándolos con inusitada crueldad. Visiones peligrosas de las dos chicas. “¿Qué leches está pasando?

Sin embargo encontraba confusa la explicación y antes de que Robin respondiese a Cass, insistió- Joder, Daniel, no me toques los huevos. Nick fue, o eso dijo, a ver a Dima. El campamento de los Titans está en Queens, a tomar por culo de aquí. ¿Estaban en movimiento? ¿Dónde coño fue el ataque?  –Paseó la interrogación en su mirada de Dani hacia el resto de mencionados en su narración- ¿Os habéis enfrentado a los atacantes? ¿Cuántos eran? ¿Alguna seña aparte de los putos cascos? ¿Y la tía esa muerta, ¿le habéis visto la cara? –Era una batería de preguntas y esperaba encontrar respuestas que se abriesen paso a través de la confusión. Para ella esto resultaba vital, ajena a otros sentimentalismos, vínculos afectivos o emociones. Sus afiladas pupilas apuntaron a Robin. No fue capaz de transmitir pesar o simpatía, centrada en sus preguntas, y quizá sonó demasiado áspera o ruda- ¿El resto de titans muertos? ¿Cratos? ¿Alguna idea de la identidad de los atacantes? -No quiso indagar ahora por la cruz ni mencionar la posibilidad de que los hubieran seguido, pero no había que descuidar la seguridad. No podía enviar a un adulto ahora al terrado, se fijó un instante en Áxel, tentada estuvo de decírselo a él. Se giró de forma abrupta hacia los críos:

-Shamira, Lincoln, coged prendas de abrigo y subid a la azotea. Os necesito ahí arriba vigilando. Es importante -añadió suavizando la voz sin perder firmeza. Su atención regresó al resto- ¿Y bien?
 

Daniel aguantó con paciencia las bruscas formas de Morgana. De nada servía enfadarse en aquel contexto ni enfrentarse a quien estaba tratando de recabar la máxima información posible en apenas unos segundos, pese a que sus formas fueran más propias de alguien que busca bronca en una taberna.

-Morgana, no te los tocaría ni aunque los tuvieras -repuso el antiguo chapero-. Te he dicho lo que sé. No sé si Nick fue a ver a Dima o algo le desvió en su camino. Pero será algo fácil de comprobar. Bastará con preguntar a la persona adecuada. Dima. Y no, no parece que estuvieran trasladándose a otro sitio. Creo que el ataque fue en su campamento de Queens. Pero ellos podrán confirmártelo. Trish, Cassandra, Robin... Y aunque sea difícil, por favor, relájate un poco. No todo el mundo tiene tu... carácter ni es capaz de afrontar las cosas de igual modo. Si los presionas así, lo que conseguirás es que se derrumben. ¿De acuerdo? -dijo directamente a Morgana-. Los únicos supervivientes... los que tienes aquí. De los atacantes, lo dicho. Me temo que si queremos saber más, deberíamos ir a Queens directamente e investigar cuanto podamos y lo antes posible. Imagino que la noticia habrá corrido y las ratas estarán saqueando lo que haya quedado.

Pero antes de obtener una respuesta concisa Morgana ya estaba en modo batería de preguntas, sin un ápice de empatía, brusca y todo resolución. Un audible suspiro salió de los labios de Cassandra, no por saber que algo así pasaría tenía que estar de acuerdo con esa pérdida de tiempo. 

-El ataque fue en Queens en el campamento de los Titans, de ahí la vaca de afuera, y sí, está a tomar por culo. Si queréis una larga disertación sobre temas de los que no tenemos ni puta idea de por qué pasan pero que son así y punto, nos ponemos a ello, pero olvidaros de moveros en horas. -los ojos de la buscadora se fijaron en la ex militar mientras hablaba con voz firme pero sin elevarla, el resto de su cuerpo no se movió un ápice, no después de lo que había pasado -Todos están muertos, menos los que ya se ha dicho, y cuando Nick se enfrentó también murió. Eran muchos, demasiados para los Titans, y yo no vi que llevasen ningún distintivo ni en sus uniformes militares ni en sus jeeps negros. No es nada raro, ya hemos oído de grupos así. Llegan, hacen lo que quieren y se van sin que nadie los pueda detener.

La mente de la buscadora había establecido modos parecidos en un par o tres de otros sucesos de los que se había enterado, y seguro que había más. 

-Yo no le vi la cara. -desvió los ojos hacia su hermana y los dos jóvenes supervivientes, por si ellos habían visto algo inusual en ella -A mí también me gustaría saber todo lo posible sobre ellos para... estar sobre aviso, pero ir hasta allí en tiempo razonable para descubrir algo es un gasto de recursos que no podemos permitirnos. En cuanto encontremos a Alec, buscaremos la forma de ir.

Los ojos de Trish parecían menos vitales que de costumbre mientras escuchaba la respuesta de Clementine. No tardó en apartar la mirada aún mientras la sacerdotisa hablaba, conteniendo las palabras para no decir cosas de las que seguro se arrepentiría sobre los planes de ese dios, o de cualquiera. Estaba decepcionada, estaba enfadada... Pero sobre todo estaba triste y sin fuerzas para discutir o explicarse más que lo justo. Una parte de ella, además, era consciente de que esa situación era difícil para todos, y ese todos incluía también a su amiga.

—No lo digo porque fuera o no parte de su plan —respondió volviendo a mirarla—. Sólo que Nick no creía en él. Me parece bien que nos despidamos —dijo, porque decir que de verdad quería hacerlo era demasiado doloroso—, pero me gustaría que fuera respetando sus ideas. —Volvió a bajar la mirada al sentir los ojos húmedos—. Por favor.

Después de eso permaneció en silencio, ignorando la petición de Clementine sobre explicaciones y las de los demás. No miró ni siquiera a Daniel cuando este al fin empezó a dar respuestas. Sí miró a Robin frunciendo un poco el ceño un instante más tarde, sin entender por qué no le había dicho aquello antes, pero esa idea se disolvió en la marea de tristeza que había en su cabeza.

Poco a poco la atención de Trish fue dispersándose. Oía cómo otros tenían unos debates que a ella le parecían inútiles y sin sentido y aunque captaba palabras sueltas no tenía ganas de centrarse lo suficiente como para responder las preguntas de Morgana ni de ningún otro. Sin embargo sí miró a Daniel cuando este dijo delante de ella que si la presionaban se derrumbaría. Una pizca de orgullo creció en la muchacha, decidida a no tener que ser defendida por su amigo en algo como eso.

—Morgana —la llamó, centrando en ella su mirada—. Nick y Robin se fueron juntos. Si quieres saber si Nick vio o no vio al puto Dima, pregúntaselo a él—enunció haciendo un gesto con la barbilla hacia el pelirrojo—. Pero eso es lo de menos. Si lo hicieron por una cruz que está en Queens, no nos afecta ni siquiera quién lo hizo. Nuestro trabajo ahora es seguir vivos, no buscar venganza.

Cuando Kane se acuclillo junto a los niños, Lincoln apenas levantó la cabeza lo justo para ver quién era y en cuanto lo comprobó, volvió a bajarla, como aceptando su presencia a su lado. El pistolero pudo sentir cómo se tensaba el cuerpo del niño al ponerle la mano en el hombro, pero no dijo nada. 

Shamira puso una mano sobre la de Kane y lo miró con un agradecimiento triste en los ojos. Luego volvió a mirar a Lincoln. Parecía dispuesta a quedarse con él hasta que el chaval se sintiese mejor. Los dos se mantenían algo ajenos a la conversación que tenían los más mayores, pero en cuanto Morgana dijo sus nombres la muchachita alzó la mirada como un resorte. No discutió, tan sólo se inclinó para susurrar algo en el oído de Lincoln y los dos se pusieron de pie para obedecer a la exmilitar.

La última mirada de Shamira antes de salir de la sala común fue para el bebé que quedaba atrás, dentro de la cesta. Después los dos salieron de la estancia en silencio. 

La muchacha que Daniel había nombrado como Hope parecía tener algunas dificultades para seguir el ritmo a todos. Fruncía ligeramente el ceño mientras su mirada iba de unos a otros, pero al final siempre terminaba sobre Robin, como si él fuese de algún modo su ancla en aquel lugar. 

Miró a Daniel cuando terminó de hablar y consiguió dedicarle una pequeña sonrisa triste. Al menos parecía más serena que cuando había llegado horas atrás y trataba de mantenerse en todo momento cerca de él o el pelirrojo. Se sentó en una silla, delante de uno de los platos que Robin iba repartiendo, pero no lo probó. Sólo se quedó mirando la superficie de la sopa hasta que Cassandra empezó a hablar y atrajo su mirada. 

—No creo que haya nada allí que saquear —dijo, con voz suave, mirando a Daniel y de él su mirada se fue hacia Clementine, respondiendo también a su pregunta—. Prendieron fuego al almacén. Es un bosque... Todavía debe estar ardiendo, no va a quedar nada ahí dentro cuando el fuego termine. 

Entonces sus ojos se fueron a Cass y luego a Robin, con una pizca de culpabilidad. 

—No le quitamos el casco... —reconoció, como si esa idea ni siquiera se le hubiese pasado por la cabeza hasta ese momento—. No nos dio tiempo a nada, tuvimos que correr para escapar del incendio. Al menos salvamos a Anastasia. 

Miró de reojo hacia el lugar donde Skyler permanecía rígida como una tabla y agregó algo más. 

—Yo no sé qué buscaban. Me escondí cuando empezaron los disparos y no salí hasta que se fueron... Pero estaban todos... —Tragó saliva— todos muertos. Hasta Cratos y ent~

Un golpe en la mesa cortó la voz de Hope en seco e hizo que la sopa del plato que Robin había dejado junto a Skyler oscilase. La rubia clavó una mirada encendida en la muchachita. 

—Estoy hasta el coño de que no dejéis de hablar de mi padre. ¡Joder! ¿Por qué no hablas de los tuyos, Irene? —espetó—. Porque mi padre sería un cabrón de puta mierda, pero era mi padre. ¡Así que cállate la puta boca!

Ni siquiera parecía que Skyler se diese cuenta de que lo que decía no terminaba de tener demasiado sentido o de que no paraba de soltar palabrotas delante de Clem, pero entonces su mirada pasó a Trish. 

—Pues en lugar de preguntarle a mi primo —le dijo, a la defensiva— tú, ya podrías explicarnos como mierda te metiste por una puerta a tres manzanas de aquí y luego de repente estabas aquí antes que nosotras, con estos —señaló a Robin y Hope— y la jodida vaca que deberíamos hacer filetes. Y ya de paso nos cuentas cómo coño sabías que mi padre estaba muerto antes de desaparecer delante de nuestros ojos. A lo mejor no es Robin el primero que tiene que dar explicaciones.

A su manera parecía estar tratando de defender a su primo de a saber qué. Luego su mirada se alternó entre Daniel, Morgana y Cassandra. 

—A Alec que le jodan —soltó, con cierto rencor—. Y al puto campamento. Está muy lejos y ya están todos muertos, ¿no? Hoy ya os fuisteis todos dejando el refugio desprotegido. ¿Y si llegan a atacarnos mientras estaba yo sola, joder? ¿Qué nos importa a nosotros una cruz que está vete a saber dónde? —dijo, con tono amargo—. Lo que tenemos que hacer es empezar a pensar con la jodida cabeza y decidir qué vamos a hacer ahora que no está Nick para sacarnos las castañas del fuego. Eso es lo único con sentido que ha dicho la hermana de Cassandra hoy.

La chiquilla de cabellos oscuros se había encogido ante la mirada llena de ira de Skyler y no levantó la mirada hasta que la rubia terminó de hablar. Entonces la miró y deslizó una disculpa en tono tenue, conciliadora.

—P-perdona. 

Tomó aire por la nariz y miró hacia Robin primero y hacia Trish después. 

—Yo no sé cómo llegamos aquí... Estábamos en Queens y de repente ella salió de una nave con la bicicleta... Luego entramos con ella y de repente estábamos aquí, ahí mismo —dijo, señalando en la dirección en la que estaba la entrada principal—. No... no lo sé... Aún no lo entiendo. 

Kane permaneció en silencio viendo como unos y otros lanzaban pullas, explicaciones, acusaciones y réplicas, aunque la mirada del pistolero se dirigía especialmente a aquellos que habían perdido a alguien en esa trágica jornada. Cuando Morgana lanzó la orden a los niños volvió la mirada a estos, movió ligeramente la cabeza para ponerse en pie. Antes de hacerlo completamente, acuclillado junto a los muchachos le dijo algo en voz baja con el semblante tranquilo, apacible.

—¿De verdad nos vamos a poner a recriminarnos cosas aquí? ¿Ahora? —dijo con un tono de voz firme, pero huérfana de toda intención punzante, miró en general —. ¿A discutir? No. No es el momento. Corréis antes que andar. Andáis antes de levantaros. Hoy todos hemos perdido alguien. Un amigo, un padre, un tío. Y lo primero que hemos hecho todos ha sido correr a exigir respuestas y trazar planes cuando ni siquiera se ha podido llorar por los muertos como es debido —dio unos pasos, la voz de Kane no se prodigaba en exceso con esa contundencia o firmeza, y menos que lo hiciera para todo el mundo. Se acercó al grupo desde el punto lejano donde se había sentado con los niños, miró a Robin.

—Y levantarse es estar aquí para los que están vivos y han perdido a alguien importante. Dar gracias a Dios, al destino, al azar, a lo que sea, por estar aquí, porque aquellos se han marchado no querrían que os lanzarais a una loca cruzada por.. dolor —se puso junto a éste, puso la mano sobre su hombro que apretó suavemente, el semblante de Kane se endureció de un modo proverbial —. No cedáis a una venganza disfrazada de justicia. Ese camino solo lleva al sufrimiento

Respiró profundamente, miró a los demás, aunque acabó reparando en Skyler.

—Tienes razón, Skyler. No debimos dejarte sola. No volverá a pasar —aseguró con solidez, se volvió hacia el resto —. Ayudaremos a quienes podamos, pero pensad con la cabeza fría. Nada de lo que hagamos ahora debe traer nuevas desgracias aquí. Morris es nuestro hogar. Y defenderlo no significa usar solo las armas, sino la cabeza. Estamos juntos, y resolveremos esto juntos.

Antes de hablar con los demás, Kane habló en voz baja para los chicos que se marchaban obedeciendo el mandato de Morgana.

—Si necesitáis hablar, siempre necesito ayuda en el huerto —dedicó una sonrisa afable a Lincoln y a Shamira, tan fugaz que resultaba ser un extraño tesoro.

Se sentía extraño por el arranque que acababa de tener, pero veía a Robin con empatía reconociendo algunos de sus gestos en él, hace tiempo casi olvidados. Era irónico, así se sentía, hablando de aquel modo.. como Jeff, como lo haría Jeff. No sabía si serviría de algo, si escucharían, si él mismo estaría en lo cierto o se estaba equivocando plenamente. Pero esa fue la primera vez que Kane reconoció en si mismo las enseñanzas más profundas de su mentor, las que le recitaba todos los días y él no escuchaba.

Te estarás riendo ahora, viejo. Sé que lo estarás haciendo.. Como odio que tengas razón. Siempre la tuviste.