Partida Rol por web

- Ese es el espíritu Ryan.- Dijo ante el comentario del chico.- ¿Profesor? Ehm..pfff, no sé, aquí no desde luego.- Efectivamente los profesores de Howarts dejaban bastante que desear.- Estoy muy cansado hoy. Me voy a la cama. Mañana nos vemos ye investigamos pro donde queráis jeje, pero antes hay que dormir para ir a clase en perfectas condiciones.

Cuando me quise dar cuenta, no paraba de bostezar. Me llevaba una mano a la boca todo el rato, mientras contemplaba al resto de águilas que había por allí.

Después de despedir a Perry, y quedarme un rato más en la Sala Común cotilleando un libro, vi que el sueño me vencía.

Sin darme cuenta, me quedé dormida en el confortable silllón, con el libro en el regazo, y una sonrisa en los labios.

Mi cana aún relucía en mi cabeza, brillante.

Vi como Perry y Eire se iban a sus respectivas habitaciones, no tenía mucho sueño así que decidí quedarme en mis pensamientos delante de la chimenea hasta que el agotamiento me venciera.

Pensé en lo diferente que estaba siendo mi estancia en estos momentos en Hogwarts, los cambios de compañeros, profesores desanimados, el director haciendo sustituciones, hasta que de pronto di una cabezada.

Ha llegado el momento de irse a la cama.

Cuando Byron llega observa la soledad de la sala común, parecía que se habían ido todos a dormir ya. Byron sacudió su cabeza. Creía que había encontrado algo que no llegó a hacer en las anteriores ejecuciones. Quizá...

Byron se estuvo practicando un rato antes de irse a dormir.

-¡Artifficus!- conjuraba cada tanto en tanto intentando dominar completamente el conjuro.

Pero tras unos pocos intentos, el bostezo acabó por hacerle entender que ya no eran horas de seguir con eso, así que se fue a dormir.

Entré en la Sala Común, y miré con una sonrisa algo distraída y cómplice al sillón en el que me había quedado dormida la noche anterior. Recordé el pequeño golpe que me había dado al volver al dormitorio en plena oscuridad cuando me desperté por la madrugada, y agité la cabeza, sin darle mayor importancia.

Saludé con un gesto de la cabeza a los compañeros, y noté mis tripas rugir, lo que me hizo desear un buen desayuno cuanto antes.

Recogí mi mochila de donde la había dejado el día anterior, y me la colgué al hombro. Caminé hasta la puerta, y me dirigí hacia el Gran Comedor.   

Entro en la sala común y me siento a esperar en uno de los butacones, mirando el reloj.

Poco después de William, yo también bajo a la sala común, tengo el pelo aún algo húmedo, pero voy bien vestido y se me nota aseado.

— Yo ya estoy, perdona por hacerte esperar. ¿Bajamos?

—Vamos —digo, con una sonrisa, y me levanto para acompañarlo hacia el comedor—. Parece que ya estás más recuperado de... bueno, lo tuyo, ¿no? Quiero decir, ya necesitas menos ayuda con las escaleras y todo eso...

Mientras bajaba las escaleras, iba sacando de su mochila un par de pergamino, la pluma y la tinta. Se sentó en una de las mesas y comenzó a pensar en lo ocurrido el día anterior, en cómo habían nacido los ciempiés y en su comportamiento durante sus primeros momentos de vida.

Cuando creyó que había expresado bien con palabras sus recuerdos, guardó los pergaminos del trabajo y bajó al comedor.

Bajo hasta la Sala Común, el sol iluminaba explendidamente esa mañana. Recuerdo que había dejado mis libros y unos apuntes allí. Los tomo y me siento a ordenarlos un poco, para no llegar a clases con mis notas desordendas. Acomodo todo en mi morral y lo cruzo sobre mis hombros y salgo canturreando hacia el comedor, pensando en que delicias me esperarían allí.

Llego junto a William a la sala común, y tal y como me ocurre siempre, lo hago sin aliento, me da rabia que casi nunca puedo responder a los acertijos para entrar, ya que a penas puedo hablar.

Después de un minuto recuperandome, dejo mis bártulos en la mesa y subo un segundo al dormitorio para bajar poco después.

— Perry no está, así que supongo que tocará esperarlo— le digo a mi amigo, y acudo a los libros para aprovechar el tiempo y repasar un poco.

Perry llegó a la sala común después de estar no mucho tiempo , menos de lo habitual, en la biblioteca. Venía siguiendo a Eire con la idea de Ryen de jugar un poco al ajedrez mágico. Necesitaba despejar la cabeza así que por qué no. Enseguida vio allí a su hermano.

- Hola Ed.

— Hola— saludo a mi hermano al verlo llegar, al igual que al resto, después miro a William y me armo de valor.

— Oye, Perry... ¿Podrías echarnos una mano con un hechizo? Es que... ambos, William y yo, necesitamos ayuda con el Aquus Guinae— me avergúenza tenerle que pedir ayuda por no haber ido a clase, aunque esa parte de la historia la omito convenientemente, no sé si lo sabrá... pero si no, mejor.

Cuando entramos en la Sala, y el calor me dio en cara de manera apacible, casi como una acaricia, sonreí, con los ojos cerrados, bendiciendo el fuego.

—Hogar, dulce hogar— murmuré, dejando la mochila en el primer sitio que encontré, y me dejé caer como un saco viejo en la butaca frente a la chimenea.

Contemplé al muchacho con el que hablaba Perry, y lo saludé con un gesto de la cabeza. Miré a Ryan, y dije:

—Venga, saca el ajedrez, vamos a jugar— sonreí divertida—. Se me da muy mal, que conste— avisé, señalándolo con un dedo, riendo.    

Nada más llegar a la Sala Común pensé en lo calentito que me encontraba allí. Me alegraba de la decisión de finalmente estar en la Sala Común a volver a estar dos veces en el mismo día congelado.

Sacando el ajedrez mágico, vi como llamaban a Perry por lo que pensé, que el primer turno parece que estaba bien definido;

No te preocupes Eire, yo tampoco soy un lumbreras, por eso mismo fijo que nos lo vamos a pasar bien. Por cierto, ¿Qué apostamos?

Relajada en la butaca, disfrutando del calor que me acariciaba la fría piel de la cara, y sin pensar en el trabajo que aún teníamos que hacer, entrecerraba los ojos, mientras contemplaba a Ryan sacar el ajedrez.

—¿Eh?— dije algo distraída—. Pues, no sé qué podemos apostar.

Se me iluminaron los ojos, y cogí mi mochila con un esfuerzo enorme con tal de no levantarme de la butaca. Cuando cogí la mochila, abrí uno de los bolsillos, y saqué una de las ranas de chocolate que tenía en ella.

—Chocolate apostaremos— dije, sonriendo, mostrando la chocolatina a la altura de mis ojos—. Si gano yo, pues me das una rana de chocolate a mí. Si ganas tú, te llevas esta—resumí, divertida.

Suerte que había dicho que tampoco era muy bueno, porque yo no me consideraba para nada un hacha con las piezas y las casillas.

—Espera, te ayudo a colocar— murmuré, echándome hacia delante en la butaca para coger las piezas e irlas colocando en sus correspondientes casillas.  

- Claro que os ayudo.- Contestó a su querido hermano no sin cierto atisbo de duda, o quizá fuera decepción, en sus ojos.- Después de comer tengo clase de duelo. ¿Qué os parece venirme a buscar allí cuando terminéis la vuestra?- Seguro que su hermano ya sabía que no podían usarse hechizos de duelo fuera de dicha clase.- El Aquus Guinae es complicado, pero si ya habéis practicado un poco en clase, y con mi ayuda, seguro que os sale. No te olvides el muñeco que te regalé, a no ser que quieras que te golpee a ti o a Will jeje. El hechizo me encanta porque es defensivo también.- Recordaba como una vez había protegido a Selena de un ataque de Cassius usando ese conjuro.

- Edward, ven un momento.- Dijo incluyendo a Will también con el brazo y acercándose hacia donde Ryan y Eire jugaban al ajedrez.- No sé si os conocéis ya. Estos son Ryan y Eire, de mi clase. Estos son Edward y William. Ed es mi hermano pequeño.- Dijo despelujándole un poco y con el pecho henchido de orgullo. La verdad es que agradecía no estar jugando al ajedrez mágico. Eire parecía no saber ni por donde empezar.

Mientras colocaba las piezas con la punta de la lengua entre los labios, miré a Perry, y a los compañeros que estaban a su lado.

Ensanché la sonrisa cuando nos los presentó, ye hice un gesto con la mano, divertida.

—Hola— dije, mirándolos—. Yo soy Eire— me presenté, aunque me sentí un poco idiota, pues estaba claro que era yo. Hice una pausa, sin saber qué decir, y miré a Perry, señalándolo—. Seguro que os ayuda en lo que queráis, chicos. Perry es muy amigo, y echa una mano siempre que puede— ensanché la sonrisa—. Seguro que aprenderéis los conjuros en un tris— dije, riendo.  

Hola chicos, encantado - digo saludando al resto de compañeros.

Sí, Perry es muy buen profesor, no me extrañaría que se quedara por aquí dando clase, pero que si necesitais ayuda podéis también contar conmigo, os ayudaré en todo lo posible. 

—¡Hola Perry! —digo levantando la mano animadamente cuando lo veo, pero dejo que sea Ed el que hable con él para explicarle. Yo me limito a asentir enérgicamente tras él para darle la razón. A fin de cuentas, no tengo nada que añadir. Diría que me sorprende ver que Ed se ha atrevido a mentirle a Perry con todo lo que lo idolatra, pero realmente me he ido dando cuenta de que es mayor el miedo que la admiración, incluso, y que prefiere probar a omitir la parte más avergonzante de la historia y evitarse una bronca que ser sincero. Evidentemente, yo omito cualquier gesto o comentario al respecto y simplemente acabo levantando un pulgar a Perry cuando nos dice que no tiene problema—. ¡Genial! ¡Gracias, Perry!

Entonces veo que quiere presentarle a unos compañeros a Ed, y por un momento me da la impresión de que será una de esas ocasiones en las que voy a tener que dar un paso atrás y quedarme excluido, pero veo que Perry de hecho me hace gestos para que vaya. Mi sonrisa es mayúscula y me acerco con un enérgico paso que es casi más un saltito.

—¡Hola, chicos! Encantado. Y gracias por la ayuda, seguro que a mí sobre todo me hace mucha falta. Os daré un montón la lata, jejeje —mientras hablo escudriño atentamente con la mirada el tablero y las fichas y aunque son algo distintas a las de toda la vida, reconozco rápidamente que se trata de un ajedrez—. ¡Hala! ¿Jugáis al ajedrez?