Partida Rol por web

La clase de Encantamientos es una de las asignaturas de primer año que se imparten por la profesora Green en uno de los salas de la primera planta del colegio.

Encantamientos consiste en manipular las mentes de los demás, influyendo en su comportamiento o controlándolo. Los encantamientos se dividen en dos clases, de Compulsión y Hechizos.

Los conjuros de compulsión obligan a su receptor a actuar de una forma o cambian el funcionamiento de su mente. Algunos de estos conjuros determinan las acciones del receptor o los efectos que sufrirá, otros te permiten determinarlas personalmente en el momento del lanzamiento y otros te conceden un control continuo sobre el receptor.

Los hechizos hacen cambiar la opinión que el receptor tiene sobre ti, normalmente, le hacen verte como a un buen amigo. 

Este tipo de conjuros son muy útiles en los enfrentamientos o duelos mágicos y pueden solucionar un combate en un santiamén, pero si el receptor del encantamiento posee una gran fortaleza, unos buenos reflejos o goce de muy buena voluntad te resultará mucho más complicado manipularle.

Cuando traspasaron el umbral del aula, el parloteo que las gemelas mantenían con Neil cesó. El chico era casi tan parlanchín como ellas. Pero ya le habían terminado de relatar que su hermano las había avisado sobre aquella profesora y que era mejor no parecer feliz cuando se la tuviera enfrente o te quitaría puntos. Así que poniendo su mejor careta de taimadas, aparentando ser unas niñas estiradas y sosas, se adentraron hasta sentarse en un pupitre, una al lado de la otra. Hubieran dado el pego como unas perfectas Slytherin...

El tamaño de la profesora, con su pelo verde y aquel arco de cupido tan marcado, la hacía parecer una pequeña muñeca de porcelana. El gesto avinagrado dejaba entrever que quizás aparte de algo de altura, le debía faltar algo de corazón.

Con las manos sobre la mesa, en actitud sumisa, con la espalda recta y la mirada al frente, las gemelas no se movieron mientras los demás alumnos entraban en clase.

Al ver el rival de Helen, ambas pensaron instantáneamente en Booky, el librero. Seguro que su encantadora sonrisa conseguiría desarmar la coraza de reina de hielo de la mujer gnomo.

Revolvieron en sus mochilas hasta dar con las bolsitas de ingredientes que no llegaron a usar en toda la semana anterior.

Practicaron una frente a la otra. Repitieron los movimientos, de una forma bastante más calmada y lenta que lo visto en la demostración. Parecía como si estuvieran coloreando en el aire, en vez de intentar cortarlo. Probaron con la pronunciación y el hechizo en conjunto sin sostener el ingrediente primordial en la mano.

Cuando se supieron preparadas, agarraron la hebras de lana.

Simulando perfectamente la cara de rabia y los movimientos de esgrima, Erzsébet gritó: Agotattem

Las hebras se quemaron y el rayo salió de la varita, impactando contra Orsolya y golpeando contra un escudo invisible, haciendo que la pequeña mostrase sorpresa por ser capaz de protegerse sin necesidad de usar la magia.

Me toca, apuntó Orsolya, poniéndose en posición y cogiendo las hebras de lana. Imitando casi hasta el punto los movimientos y el tono de su hermana, gritó: Agotattem

Las hebras se prendieron y desaparecieron con un ¡puff! a la vez que el rayo salía de la varita de Sauce de Orsolya. Se movió a través del aire como un relámpago y pareció quedarse parado antes de tocar a Erzsébet; desapareció sin ni siquiera tocarla.

Entró en la clase de Encantamientos, dirigida por la jefa de la casa Slytherin. A Asterope le caía bien. Daba la sensación de ser una mujer estricta, que no se andaba con rodeos ni tonterías. Bien era cierto que podía asustar un poco, pero era necesario para mantener su autoridad en el aula, ya que su diminuto tamaño podría provocar más de una risa si ella no se impusiera. Se sentó en uno de los pupitres de delante y le hizo un gesto a Linc para que se sentara junto a ella.

Cuando la profesora Green señaló la página del libro en la que estaba el hechizo, la pequeña abrió el suyo. No pudo evitar sorprenderse un poco cuando apareció el ayudante, un elfo doméstico.

Atendió bien concentrada a las explicaciones de cómo se realizaba el conjuro. Parecía bastante más complicado que el resto de hechizos que habían aprendido, pero como había repasado los movimientos durante la comida, no tuvo ningún problema en seguir a la profesora. Vio cómo la diminuta criatura caía al suelo aturdida y esperó que no doliera.

Cuando llegó la hora de practicarlo, Asterope se puso de pie, sacó su varita y su bolsita de ingredientes, para tenerla al alcance. En esta asignatura se sentía más cómoda y tranquila que en el resto. Tal vez porque era su clase favorita y eso siempre daba confianza, por mucho mal humor que tuviera la profesora.

Luego se puso frente a Linc. ¿Listo? Voy yo primera. Parecía preparado para recibir el hechizo, así que no esperó más. Cogió unas hebras de lana y, con la varita apuntándole, dijo, sin levantar la voz: Agotattem. La lana se consumió al tiempo que el rayo salía disparado hacia su amigo. El hechizo le había salido correctamente. Se quedó mirando a su compañero, para ver cómo le había afectado y si había conseguido resistirlo.

Lincoln entró en clase después de Asterope, iba un poco dormido pero rápidamente se puso recto y saludó a la profesora, viendo la nota de la sala común y lo seria que estaba, prefirió no decir mas palabras de las convenientes, por primera vez estaría serio en clase y atendería.

Se sentó junto a Asterope cuando buscándola con la mirada ésta le hizo un gesto con la mano, la miró sin decir nada mas y sonrió, sabía lo que iba a pasar ahora gracias a Amon "Atacar a alguien... por fin." sacó su libro y lo puso sobre la mesa, pero poco le importó, estuvo atento a los movimientos de la profesora y cogió las hebras de lana, avanzó junto a su compañera y se colocó frente a ella, hizo el gesto que su padre le había enseñado sobre duelos, es decir, saludó a su rival, en este caso Asterope, con educación y se preparó para devolver el golpe, cuando ésta le preguntó si empezaba hizo un gesto con la cara y sonrió.

Su compañera tardo nada y menos en atacarle, pilló por sorpresa a Lincoln pero movió rápidamente su varita hacia arriba, en forma de arco, creando un escudo invisible que evaporó el hechizo enemigo, un poco sorprendido por la poténcia de su amiga alzó la mirada rápidamente, pero sin quitar la sonrisa en ningún momento, cogió las hebras de lana y dijo con calma mientras hacia el movimiento dirección a su compañera -Agotattem- Tardó milésimas en consumirse la hebra de lana, al mismo tiempo que el rayo salía disparado hacia su amiga. El hechizo le salió sin problemas, miró atentamente a Asterope esperándo su respuesta.

Asterope vio cómo Linc evitaba su hechizo. Aunque se mantuvo en calma, por dentro se sintió aliviada por no haberle aturdido. Ahora le tocaba a él. La niña se preparó, aunque estaba un tanto nerviosa por ver cómo le afectaría. Su amigo realizó todo el ritual y le lanzó un Agotattem bien elaborado.

Vio cómo el rayo se dirigía a ella y, aunque impactó contra su cuerpo, no notó más que un pequeño empujón. El hechizo, aunque correctamente ejecutado, no había superado su barrera natural. Sintió ganas de darle la enhorabuena a Linc, pues no tenía mucha seguridad en que le fuera bien en esa asignatura. Pero, recordando los consejos de Amon, decidió esperar a que finalizara la clase.

Así que se quedó bien callada, esperando el veredicto de la profesora Green. 

Cuando Neil llegó a la clase tras las gemelas optó por creerlas a pies juntillas, no había razón para no hacerlo, y parecer solemne y callado. Se sentó en el pupitre tras ellas y sacó el material dejándolo perfectamente colocado en la mesa esperando a que llegaran sus otros compañeros. Esperaba poder formar pareja con Árpád.

Ludmila entró al aula, erguida y altanera. Le gustaba Encantamientos, le parecía que era una materia útil e intrincada que requería una destreza especial.

A pesar de el tamaño de su profesora, se notaba que era una mujer adulta y no una niña. El color verdoso de su piel era intrigante y algo asqueroso. A pesar de todo, tenía un aire adusto y su mirada denotaba inteligencia y sagacidad...Llegó a la conclusión que a pesar de su aspecto le agradaba esa señora. 

Se sentó delante, al lado de Asterope y Lincoln, esperando que Aiden hiciera lo propio a su lado.

Sacó su bolsa y escuchó atenta las explicaciones del hechizo. Le hizo un gesto a Aiden, indicando que se prepare. Comenzaría ejecutando primero ella.

Entornó sus ojos e inconcientemente se coloca en puntas de pie. Toma un poco de las hebras de lana, y sin dudarlo repite los movimientos de manera ordenada y algo agresiva de arriba a abajo. Agotattem...con su voz calmada, melodiosa aunque dura. Las hebras se quemaban mientras un fuerte rayo salía disparado hacia Aiden.

Entré a clase mientras decía a Kendra.- No se si estaré a la altura... ya has visto las otras clases... ¿Estás segura de que quieres estar conmigo?.- Dije con el ceño fruncido para ver si realmente ella quería estar conmigo. Me halagaba ese hecho, que me eligieran sin pensarlo dos veces. En el gran salón me había enterado de que esta profesora era la responsable de nuestra clase, y algo en su estricta y violenta forma de dar la clase me resultaba atractivo, me gustaba cómo era. Realmente era un modelo a seguir. 

Seguí mis instrucciones y le dije a Kendra antes de hacer el conjuro.- ¿Estás lista?.- Respiré y la señalé con la varita.- ¡Agotattem!.- Grité al mismo tiempo que tiraba las hebras delante mía. Cerré los ojos pensando que sería un fracaso absoluto, pero cuando los abrí me sorprendí de saber que me había salido.

Kendra miró a Anthony de reojo, negando, con una pequeña sonrisa, mientras recorrian los ultimos metros que los llevaban hasta la clase- Eso son tonterias. Ayer te salio bien el conjuro cuando lo practicamos. Creo que solo necesitas concentrarte en lo que estás haciendo. - le dije, confirmando que, efectivamente, no me importaba que fuera mi pareja en aquella clase. Entonces recordé lo que dijo Amon- Recuerda... Tenemos que estas serios y formales... Dicen que no le gusta la falta de disciplina... - añadi, refiriendome a la profesora Green.

Tras encontrar un sitio para ambos, y saludar al resto con un gesto de mano, observó a la profesora, escuchándola con atención, casi sin pestañear, con sus sentidos puestos en lo que su jefa de casa decia.

Después, en cuanto llego el turno de la practica asintió a Anthony, en cuanto le preguntó si estaba lista. -Cuando quieras. - dije, dándole luz verde, preparandome para defenderme de su conjuro, algo que hice con bastante facilidad. Parecia que le estaba pillando el tranquillo a eso de realizar conjuros.

-Bien hecho, Anthony. - susurré, en voz baja, con cierto disimulo. No queria que la profesora nos regañara, pero me alegraba ver que lo habia conseguido- Mi turno. Préparate. - dije entonces, enarbolando mi varita con una elegante pose, tras sacar aquellas hebra de lana de su bolsa de componentes.

Agotattem. - pronuncié la palabra con precision y contundencia. E inmediatamente y como sucediera con la profesora, las hebras se quemaron y el hechizo salio, impecable, de mi varita, en direccion a Anthony, mientras en mis labios se dibujaba una media sonisa satisfecha.

Me alegré al saber que había logrado hacer bien el hechizo, y más aún al ver lo ágil que era Kendra con su varita. Sería una buena maga de la cual podría aprender. Pero ahora me tocaba defenderme. Me preparé para recibir el conjuro y cuando vi que me iba a dar saqué mi varita para rechazarlo. Sin mucho esfuerzo el hechizo fue repelido. Sonreí.- Tu también lo has hecho muy bien, serpiente.- Le llamé así porque al fin y al cabo, era nuestro escudo, la serpiente. Guardé mi varita y esperé a que la profesora me dijera cómo lo había hecho.

El estudiante de primero llegó casi corriendo a clase. Howarts era muy grande y laberíntico para su gusto, tanto que no eran pocas las veces que se había perdido intentando llegar a tiempo. Hasta ahora no lo había conseguido, pero preguntando por el camino finalmente llegó a su meta. Y afortunadamente, la clase no había empezado aún.

Miró asombrado la demostración de la profesora, pues, aunque para Mathew la magia no era algo nuevo, no eran muchas las veces que había tenido la ocasión de estar cerca de una maga tan poderosa. Sin duda esa academia estaba llena de magos eficientes y buenos profesores, pero como esa era la primera clase a la que asistía... le sorprendió.

Acto seguido, cuando les dio pie para que los alumnos hicieran su parte, miró en todas direcciones. Parecía que la mayoría de alumnos ya tenían pareja, menos otro estudiante de su misma casa. Fue en él, Maxwell, en el que centró su mirada y apuntó con su varita después de coger una de aquellas hebras de lana necesarias para realizar correctamente el conjuro.

-¡Agotattem!- la palabra, a pesar de su rareza era sencilla, pero poderosa. 

Cuando su primer conjuro le salió bien se permitió una sonrisa. Una materia menos de la que ocuparse... ahora le tocaba ponerse al día con el resto. Menos mal que Mathew tenía una voluntad férrea o se habría venido abajo con tantas cosas pendientes de recuperar.

Como Arpad no llegaba y Neil tenía muchas ganas de practicar el hechizo lo preparó todo. Sacó la hebra de su bolsa y la se puso a practicar el hechizo. Justo en ese momento llegó Matthew. Neil respiró un poco aliviado de que no le hubiese pasado nada y le sonrío. Se colocó junto a él y le dijo, casi en susurro por el respeto que imponía la profesora;

Hola, ¿Williams? Yo soy Neil Barreiro, somos compañeros de Hufflepuff, estábamos algo preocupados por ti. ¿Te importa si formamos pareja? lo susurró todo muy deprisa para evitar que la profesora les captara de cháchara, así que no tuvo claro si Matthew le había entendido del todo.

Con el movimiento ya memoriza, giró la vista hacia la profesora e intentó recordar hasta las facciones que puso en su pequeña cara cuando hizo el conjuro.

Pero en ese momento Wiliams lo hizo y la realidad ante los ojos de Neil se tambaleó un poco. Aunque fueron una centésimas de segundo pudo darse cuenta como el hechizo había impactado contra él, aunque sin mucho efecto.

¡Waw! Ha sido extraño le comentó en voz baja a Matthew No me hagas mucho caso, pero creo que conseguiste realizar el conjuro aunque no me haya caído al suelo como el elfo... ¡Me toca! dijo entusiasmado.

Neil carraspeó un poco y, con la hebra en una mano y la varita en otra, pronunció el conjuro.

Agotattem- dijo. Neil notó como la hebra de lana se consumía entre sus dedos y un rayo salía disparado de su varita que apuntaba a su compañero Matthew.

Neil sonrió muy contento y se le ocurrió una duda cuando se dispuso a dejar la varita sobre el pupitre y esperaba la reacción de Matthew con curiosidad

Levantó la mano esperando a que la profesora Green le viese, cuando esta le vio y se le quedó mirando, Neil no sabía si eso era o no permiso para hablar, no obstante despegó los labios y pregunto.

Disculpe, profesora Green. ¿Podría explicarnos cual es el motivo por el que es necesario la hebra de lana para este conjuro? Es la primera vez que nos mandan algo así. Comentó bajando el tono de voz en cada palabra con cierto temor.

Matt estaba preparado para reaccionar ante un posible ataque de Maxwell, pero Neil tampoco parecía tener pareja y decidió probar con él. A pesar de que el joven le anunció sus intenciones, no pudo evitar su hechizo de Agotattem y perdió parte del equilibrio.

"Parece que le ha funcionado" pensaba, aunque era un pensamiento lejano, confuso. Ya que ni siquiera pudo articularlo con palabras... estaba confuso y desorientado. Esperaba que el efecto no durara demasiado.

Árpád entró en la clase un poco tarde, ¡y además sin pareja! Con lo que le gustaba a él hacer las cosas bien, y parecía que no había empezado con buen pie. ¿Qué le estaba pasando? Con suerte el hechizo le saldría mejor que el de la clase anterior.

Miró hacia sus compañeros para ver si había alguno sin pareja. No se aclaraba mucho, pero parecía que Maxwell estaba solo, así que se puso frente a él y trató de imitar el hechizo que todos practicaban. Sacó unas hebras de lana y...

—¡Agotattem! —pronunció enérgicamente—.

Aiden entró en clase junto a Ludmila sin hablar, en parte porque no tenía confianza con Ludmila, aunque también porque le preocupaba que la profesora Green le echara la bronca y le quitara puntos. Por el mismo motivo evitó mirar fijamente a la profesora, aunque era dificil debido a su aspecto.

Después de escuchar atentamemte las explicaciones de la profesora Green, Aiden se puso en frente de Ludmila con la varita en la mano preparado para defenderse.

Aiden no recordaba haber escuchado a Ludmila lanzar el hechizo, pero al encontrarse en el suelo y con la cabeza dándole vueltas supo que le había dado de lleno ¡Maldita sea! Tengo que ser más rápido bloqueando los ataques Se incorporó lentamente mientras su cabeza se iba despejando. Cuando al cabo de un par de minutos notó que estaba lo bastante bien para continuar la clase sonrió a Ludmila - Bien hecho, ni lo he visto venir. Preparate porque ahora me toca a mi.

Mientras esperaba a que Ludmila se colocara para defenderse, Aiden sacó las hebras de lana. No era un chico vengativo, lo único que quería era que le saliera el hechizo, aunque si conseguía aturdir a Ludmila quizás la profesora Green le diera más puntos.

Por suerte ya no se sentía aturdido, así que se concentró todo lo que pudo en realizar el hechizo lo mejor posible -¡Agotattem!

No por primera vez desde que había ingresado en Hogwarts, Maxwell llegó a una clase resollando. En esta ocasión no había subido las interminables escaleras que llevaban al aula de adivinación, pero había volado por los pasillos —no literalmente—, llevándose por delante a varios alumnos mayores. Uno de ellos había reaccionado lanzándole un conjuro, o blasfemando en un idioma desconocido, pero ya había doblado una esquina cuando escuchó el grito, y de haberse tratado de un conjuro, había llegado tarde.

Por suerte, ya conocía los pasillos del colegio, y solo habían hecho falta un par de minutos de sprint para plantarse allí. No le gustaba el aula; le recordaba demasiado a las del viejo colegio. Y la profesora, a pesar de su ridículo tamaño, también. Esa mirada de hastío y desprecio la conocía demasiado bien.

Enseguida recuperó el aliento, mientras escuchaba a la profesora dar instrucciones.

No tenía ni la menor idea de que habían informado de que era necesario tener asignada una pareja para esa clase; no había pasado por la sala común desde el amanecer. Pero el chico desaparecido por fin había aparecido en clase, así que eran pares. Solo era cuestión de repartirse rápida y silenciosamente.

El chico que iba a su primera clase le lanzó una mirada, y Maxwell asintió. Pero cuando llegó el momento de poner en práctica el conjuro, tras practicar el giro de varita y prepararse para el efecto que había indicado la profesora, se produjo la confusión.

El chico desaparecido lanzó el conjuro correctamente. Maxwell sintió cómo su mente comenzaba a nublarse, como su estuviera a punto de quedarse dormido, pero bastó una ligera sacudida de cabeza para librarse del efecto.

—¡Pero qué cojones!  —exclamó, más contrariado que furioso, cuando alguien pronunció el conjuro, y sintió de nuevo el desagradable abotargamiento cernirse sobre él.

Apretó el tejido en el puño. No le sueltes una hostia, joder, sigue la clase. Agitó la varita hacia el primero de los chicos, pronunciando la palabra del conjuro.  A tomar por culo. A continuación, se dio media vuelta, agarró otra hebra de lana y repitió con el segundo.

Y solo faltaba uno. El chico hablador de su casa, a quien nadie había lanzado el conjuro todavía. No podía quedarse sin probarlo, así que Maxwell repitió, una vez más.

Maxwell se había defendido del ataque de Árpád, y ahora era su turno de defenderse. La verdad es que el chico malhablado le asustaba un poco, casi no había hablado con él, y tenía miedo de que el hechizo fuera doloroso, pero tan pronto como pronunció el hechizo y sintió cómo le afectaba, levantó la varita y haciendo un pequeño esfuerzo el atontamiento se esfumó. Árpád sonrió. Todo había salido bien, e incluso le había gustado la clase. Echó a su compañero una mirada de complicidad, esperando ver en su cara signos de que también le hubiera gustado, y finalmente miró a la profesora, esperando oír su aprobación, e incluso tal vez lo magníficamente bien que los dos habían realizado el hechizo a la primera. A Árpád le encantaba que lo elogiaran.

Habían conseguido permanecer serias a lo largo de la clase, pero cuando vieron el barullo formado por sus compañeros de casa, las niñas no pudieron evitar reirse y sacaron sus varitas y sendas hebras de lana. Dirigieron ambas hacia Maxwell, que parecía dispuesto a dejar fuera de juego a tres de los chicos.

¡Agotattem!, gritaron al unísono. Dos rayos se formaron a la vez y salieron disparados contra Maxwell.

Risas infantiles, una exclamación al unísono, y de nuevo esa sensación. Despejar la cabeza fue sencillo, había practicado bastante en poco tiempo.

Los que hayan sido se van a comer las jodidas varitas.

Sin embargo, tuvo que respirar un momento para calmarse cuando vio a las culpables. Niñas. No había tenido graves problemas de conciencia al partirle los morros a niños a los que les sacaba la cabeza, pero las niñas... la culpa debían tenerlas esos malditos libros viejos.

Pero el conjuro era otra cosa. Levantó la varita y lo pronunció una, dos veces, apuntando a cada una de las gemelas. A este paso voy a tener que deshacer uno de los jerseys para conseguir lana...