Lúva

Si hay una forma en que se puede definir a Lúva con una sola palabra no hay ninguna duda: ella es una huérfana. De padre y de madre. De hogar. Las marcas de su piel son marcas de un cambio a medias producido por una Bruma que no llegó a empaparla del todo. Ella nació en la Linde, sí, pero por más que miraba hacia lo Desconocido no había nada allí que le hiciese entender un poco más esa necesidad de sacrificios. No comprendía a la Bruma, pero tampoco deseaba hacerlo. Si sentía algo por ella, eso era repulsión.

Y ese sentimiento se hizo aún más grande al hacerse paulatinamente consciente de cómo había perdido a su familia. Nadie en la Linde hablaba de ellos. Ni como amigos, ni como héroes. Ni una sola palabra. El silencio más mudo y pesado de todos para los Fata a los que ella extrañaba día sí y día también. Sólo eso: silencio. Silencio y dudas.

Fue ella quien vio llegar a Loth. Él apareció sin recordar nada, atravesando la Bruma para llegar desde lo Desconocido. Los ojos de Lúva estuvieron a punto de desencajarse al verlo, y probablemente si hubiera sido el único testigo de tal milagro no hubieran terminado de creerla. Sin embargo todos - con Atanamir a la cabeza - decían que la Bruma estaba distinta ahora. Que el recién llegado tenía que recordar, porque él podía tener todas las respuestas que llevaban años buscando.

Sin embargo Loth no parecía recordar nada, y Lúva no era capaz de quitarse la idea de que eso seguiría siendo así. Le habían encerrado por miedo a volviera a lo Desconocido y no verle de nuevo, pero Lúva no tuvo ningún problema en liberarle. Y juntos huyeron, marchándose de ese lugar que ella consideraba maldito.

La despedida fue difícil. Loth quería recorrer Fäe, aprendiendo de cada lugar e intentando encontrarse a sí mismo. Sin embargo Lúva sabía muy bien adónde debía ir: las Ruinas la llamaban con fuerza. Quizá ese era su lugar.

Tardó varias semanas en encontrarlas, y durante ese tiempo más de una vez pensó que podía estar equivocándose. Que podía ser que su sitio fuera la Linde. Era donde había nacido, después de todo. Era donde estaba destinada a crecer. Haber perdido a su familia no tenía por qué ser motivo suficiente para huir de eso.

Sin embargo al llegar a las Ruinas todas esas ideas desaparecieron. Cada roca resquebrajada, cada edificio derrumbado, cada huella de vida pasada... Cada fantasma de lo que un día ese sitio había sido hablaba a Lúva con claridad, gritándole que no podía marcharse: que la gente allí la necesitaba.

Los Fata que habitaban las Ruinas estaban marchitos y descompuestos. Había algunos que venían de otros lugares, como Randir, pero su psique estaba tan rota que no habían encontrado otro sitio donde encajar. Y aún así allí estaba ella, sintiéndose por primera vez como en casa. No era la única en esa situación, de todos modos. Aidane, por ejemplo, también venía de la Linde. Y su familia también había muerto, sacrificada a la Bruma por Atanamir. Las desgracias compartidas suelen dar pie a las amistades más fuertes, y aquella no fue una excepción.

Sin embargo había algo muy diferente entre ellas dos. A Lúva las rocas le hablaron. El polvo del aire, que no había llegado a asentarse todavía, se meció para mostrarle el camino. Las voces de los Fata perecidos alcanzaron sus oídos, enseñándole lo que tenía que hacer. Guiándola. La necesitaban para que todo lo que allí había volviese a la vida. Para que las cosas recobrasen su esplendor.

Al principio la idea era demasiado increíble. Oculta, Lúva trató de centrarse en un Fata recién llegado, uno que estaba ya muerto. Y para asombro de todos - incluido él mismo. - volvió a la vida. Cierto que lo hizo con la mente rota, y que su nombre cambió de inmediato, pasando a ser Morchain, pero aquello era un principio. Donde había vida había esperanza.

Estreno mi escena. Hola!! :D.

Que bonita soy *o*.

Volviendo la vista atrás, al momento en la estación de metro, se te hace complicado pensar que te has equivocado. Es difícil calcular cuánto tiempo ha pasado exactamente desde ese momento, pero aún así cada vez sientes a esos que te rodean más cerca, como si compartierais algo más. Como si fueran parte de algo que no puedes recordar. Hay algo más: una sensación latiendo en tu interior. Algo que te dice que para ser tú de manera completa tendrás que escoger a uno de ellos como foco. Puede que aún no sepas cómo o para qué, pero hay una cosa certera: esa elección es importante.

El sentimiento de familiaridad crecía en su interior, tratando de comprender qué era todo lo que sucedía a su alrededor y buscando una respuesta para sus innumerables inquietudes, de las cuales predominaba una: ¿Por qué era ella así?

Si quería descubrirlo, debía elegir a alguien, debía sentirse completa y segura de su identidad. No tuvo la oportunidad de tener una infancia normal, ni un grupo de amigos ordinario. Toda la vida había pasado escondiéndose pero ya no tenía que hacerlo, ya que no era la única así.

Al recordar el momento en la estación, hubo alguien que llamó su atención, alguien que le recordaba a sí misma, al menos en cuanto a su apariencia. Su cabello era del mismo color y sus ojos también tenían matices extraños. Por esta razón, sentía que ella podía enseñarle cómo ser una persona segura y cómo superar sus dificultades. Ella parecía segura y confiada de sí misma. Tal vez si empatizaba con ella, podría contagiarse de esas emociones de seguridad y dejar a un lado sus temores. Por esto, eligió a la chica francesa, Anastasia.  

Todo era claro para ella ahora. Ahora comprendía por qué nunca se había sentido parte de la sociedad, por qué sus padres actuales no la apreciaban y por qué Stewart huía de ella. Ella perdió a sus padres cuando era tan solo una niña y todo por Atanamir. La Bruma necesitaba sacrificios y fatas como él no consideraban a personas como ella. Aunque si no hubiera perdido a sus padres, no hubiera sido quien era, tampoco hubiera viajado al lado de Loth y no hubiera conocido su verdadero origen.

Las Ruinas, un lugar prohibido para los fata, pero un lugar con muchas historias que contar. su origen, el lugar a donde verdaderamente pertenecía, porque ni en la Linde se sentía como en casa, solo en aquel lugar lleno de rocas y polvo. Este polvo contaba su propia historia y le decía su misión, una misión que iba más allá de cualquier cosa que hubiera enfrentado hasta ahora. Fäe estaba en aprietos por la condenada bruma, esa bruma que le había arrebatado a su familia y ahora que Lúva había vuelto, no iba a permitir que esta terminara por acabar con su hogar.

A pesar de su determinación, sentía que tenía un deseo más: encontrar a sus amigos, Loth, Morchain, Randir y Aidane. Todos estaban conectados por su pasado, pero ¿Cómo distinguirlos? ¿Cómo atravesar la apariencia humana para encontrarlos? Solo sabía y tenía la certeza de que quería hacerlo y solo esperaba poder encontrarlos.

Ahora que tu alma volvía a ser consciente de quien eras realmente, ahora que empezabas a intuir de lo que eras capaz... Las cosas volvían a estar más o menos claras para ti.

Sin embargo aun faltaba algo. Sabías que no estabas completa. Tu poder, tu capacidad para lograr tus objetivos... Aún podía crecer un poco más. Sólo tenías que terminar de encontrarte a ti misma. Pero ¿cómo? La respuesta no estaba sólo en ti. Estaba en tu pasado. Estaba en tu presente. Escuchabas a los que te acompañaban, consciente de que allí, entre ellos, se encontraban algunos de los Fata que conociste en otro tiempo. ¿Podría estar en ellos ese catalizador que te diese lo que te faltaba?

Con un poco de suerte Aidane se encontraría también allí. Era tu oportunidad de hablar con ella, de ayudarla. Siempre había sido una Fata miedosa y leal, podría necesitar tu ayuda. O Morchain. Le habías salvado una vez. Quizá los que habían hecho aquello ahora volvían a intentar terminar con su vida. Y luego estaba esa chica, Anastasia Bubois. ¿Quién era en realidad? ¿Tendría él las respuestas que buscabas?

Lúva sabía que su misión excedía sus posibilidades pero no podía dejar de intentarlo, no podía darse por vencida solo porque no podía comprenderlo. A pesar de eso, la respuesta estaba en sus amigos, así que debía acudir a ellos una vez más con el fin de alcanzar todas las posibilidades que su poder verdadero le brindaba.

Sin poder evitarlo, sus recuerdo se centraron en ese marchito fata que lo había perdido todo y el cual debía su vida a Lúva. Esa sería su motivación, poder ayudarlo, poder hacer algo más por él.

Poco a poco llegó el amanecer, y con él pudiste sentir en el ambiente el sabor de la muerte al que ya estabas más que acostumbrada. A tu alrededor unos y otros se dirigían al río sin saber muy bien qué encontrarían. Sin embargo, tú ya lo sabías de antemano.

El poder que en su día habías usado con Morchain cosquilleaba ahora en tus dedos y detrás de tus pupilas, cambiando tus ojos de color una vez más. Era tu momento. Si querías traer a algún caído de vuelta debía ser ahora.

Su enojo había sido notorio con la intervención del ciego, ya que le recordaba a Atanamir. Sus padres fueron sacrificados para satisfacer la bruma, dejándola sola y desamparada. A pesar de eso, Ella consideraba más importante terminar con la guerra entre aquellos que habían sido exiliados antes de combatir la bruma, cosa extraña cuando la bruma parecía haber adquirido una ambición propia. ¿Se saciaría alguna vez o ni siquiera engullir Fäe saciaría su afán?

La bruma le disgustaba y por eso estaba lista para combatir. Si bien no sabía quiénes habían hecho eso a la chica que se hace llamar Zaira, sabía qué podía hacer para frenar sus intentos por impedir su regreso a su hogar. Lúva defendería sus ideales y esperanza y llevaría la bondad de las ruinas a otros que, como ella, perdieron su camino en algún momento.

Los ojos de Kammy se tornarían de color rosa al ser invadida por ese sentimiento que el polvo de las ruinas le daba. Cuando Morchain regresó, solo podía sentir alegría y bondad, eso era todo lo que embargaba su corazón. Una vez más, recreó ese sentimiento y al sentir que igualaba la paz y la bondad que sintió en las ruinas, decidió compartir su magia con el cuerpo humano que había perdido su conexión con su fata, buscando su esencia y volviéndolas a unir para que, juntas, regresaran a la vida y se pusieran en pie de lucha.

No sabía cómo lucía Morchain esta vez pero si ella era Morchain, necesitaba de su ayuda y ella no le negaría la mano que lo había devuelto a la vida antes. Lúva comunicaría la sabiduría de las ruinas para conocer la verdad de lo sucedido al ser exiliada.

Fue sencillo dejar que tu poder manase de tus manos, de tu cuerpo. Lo sucedido con Morchain tiempo atrás te había enseñado que a veces el resultado obtenido no es el esperado: él había cambiado durante el proceso, quedándose roto. Sin embargo en esta ocasión todo pareció ir bien. Puede que fuese el lugar, la práctica, o que su cuerpo aún estaba fresco. En cualquier caso lo habías logrado: Zaira estaba viva.

El día iba pasando, y delante de ti unos y otros iban tomando posiciones ante lo sucedido. Las acusaciones e insinuaciones veladas empezaban a volar, sin que fuera fácil discernir cuáles tenían verdadero fundamento y cuáles no.

Podías sentir el peligro en el ambiente. Sabías que había Fata entre vosotros que no dudarían en acabar con todos. Y contigo la primera, si supieran lo que podías hacer. Y aquello era terrible.

Por otro lado era genial haber conseguido devolver la vida a Zaira. Aquello quizá os daba algo de esperanza. Lo habías hecho de una forma mucho más limpia que con Morchain, y no te había costado ningún esfuerzo. Era fácil sonreír al verla ahora y si no fuera por el riesgo que suponía casi daban ganas de acercarse y compartir con ella lo que habías hecho. De explicarle que tú eras la primera en estar contenta por el regalo que le habías dado. De susurrarle palabras de ánimo, alivio y consuelo.

Al sentir la crispación general tus ojos pasaron de unos a otros, buscando un objetivo. Un combate parecía a punto de estallar, y más valía formar parte del grupo ganador que de quien hubiera sido vencido. Era cuestión de supervivencia.

Sin embargo a la hora de la verdad no hubo un objetivo claro. Y viendo las repercusiones de lo que estaba sucediendo , decidiste que eras incapaz de lanzarte sobre otra persona. Era mejor permanecer quieta y callada.