Partida Rol por web

Suelto un breve suspiro ante su respuesta tranquilizadora y asiento brevemente con la cabeza en señal de aceptación. Sobrevalorar a Riddle puede llegar a ser tan perjudicial como confiarse, eso lo comparto plenamente. Por desgracia, esa es una certeza que aunque la cabeza tenga clara, el miedo tiende a ignorar reiteradamente. En cualquier caso, me cuesta creer que haya podido extender su influencia hasta el hospital, pero tal vez le estemos dando más importancia de la necesaria a lo que tal vez no haya sido mas que una pregunta casual.

Sin embargo, algo parece frenar a Alphard cuando habla del amor. Nada más que una breve pausa, un casi imperceptible titubeo, un leve temblor en sus párpados y manos. Durante unos instantes una pregunta baila en la punta de mi lengua, pero finalmente vuelvo a cerrar mis labios entreabiertos sin que de ellos salga ningún sonido. No puedo formar mas que vagas conjeturas al respecto, pero dado que ha tratado de disimular su dolor supongo que no es algo que desee revelar: todo el mundo tiene derecho a mantener sus propios fantasmas encerrados. Él no ha insistido ante mi turbación y lo menos que puedo hacer yo es ofrecerle el mismo espacio que me ha mantenido. Sin embargo, no dejo de plantearme si acaso la ayuda de las Ravenclaw está relacionada con lo que sea que le preocupe, o si acaso está cargando con más problemas de los que dejan entrever sus maneras corteses y calmadas.

En cualquier caso, su comentario no basta para quitarme las dudas que siento frente a nuestra "compañera". Pero, al menos, parece abierto ante mi solución. -No, pero es una magia que siempre me ha interesado. Si me esfuerzo, creo que podría dominarlo en menos de una semana... espero, al menos.- Respondo todavía con voz tenue. -Además, tenía que practicar el hechizo Finite... no creo que nadie se sorprenda si me ve practicando sola en algún aula.

-En cualquier caso, deberíamos irnos antes de que alguien note nuestra ausencia.- Concluyo, un tanto preocupada tanto porque algún miembro de nuestra casa se percate de nuestras escapadas como por el hecho de que el resto de "conspiradores" piensen que, como las dos serpientes que somos, estemos tramando algo... lo cual, en cierto sentido, no está tan alejado de la verdad como podría. 

Deslizo la vista al suelo durante unos momentos, mientras todos los acontecimientos del día dan vueltas en mi cabeza. Ya no estoy segura de nada ni de nadie, ni siquiera de mí misma o de cómo debo de actuar. Tal vez debería echar las cartas esta noche para aclararme las ideas.

Sin embargo, antes de marcharme, añado, un tanto fuera de lugar: -Alphard, si en algún momento necesitas ayuda con cualquier cosa, también puedes contar conmigo.- Hasta el momento, siempre me había parecido una persona muy serena, pero por primera vez comienzo a plantearme si acaso simplemente oculta su dolor. Aunque no puedo comparar nuestras circunstancias y ni siquiera sé que clase de penalidades puede estar pasando, siento una leve complicidad que antes no estaba allí. Son pocas las personas que se han portado bien conmigo pero, desde luego, el joven Black es una de ellas y, aunque no sé si debería llamarle amigo o no, me gustaría poder corresponderle... por lo menos, mientras nadie sepa qué soy realmente.

Asiento con buenos ánimos a la explicación que me da, yo no creo que pudiese aprender un hechizo por mi cuenta y menos en tan poco tiempo. Cuando habla sobre Finite me doy una palmada mental en frente -Centrado en tí mismo no te has ofrecido a ayudarla- pienso un poco enfadado por mi olvido, no me puedo permitir que mi mente falle. Niego con la cabeza a su siguiente frase, pero como ella baja la vista no me ve y continúa hablando, una sonrisa de verdad ilumina por un instante mi rostro.

-Gracias, Elizabeth. Si quieres yo te puedo ayudar ahora con Finite para que te sea más fácil. -elevo un poco el brazo y extiendo la mano esperando que ella la estreche -Y también puedes contar conmigo para lo que necesites, no siempre es fácil tomar la decisión acertada pero compartir la carga suele hacerla menos pesada. 

Mil ideas pasaron por la cabeza de Charlotte. No estaba segura de lo que iba a pasar ahora. Tenía tantas ganas de perdonarla como de abofetearla e ignorarla para que supiera como se sentía ella. Vacía, traicionada por la persona que más quería, sin saber cuantas más mentiras había detrás ni cuanto tiempo se llevaban construyendo. ¿Iba a ser así a partir de ahora? ¿Seguirían caminos distintos, ignorándose cada vez que se veían? ¿Todo lo que habían compartido desde niñas no valía nada? ¿Se haría pedazos por culpa de ese... ese monstruo?

La desolación de Alice la golpeó como un cubo de agua fría. Antes de que esa puerta se abriera creía poder lidiar con ella, pero ahora no sabía que hacer. Le había mentido, había roto su promesa e iba camino a convertirse en la marioneta de Riddle por voluntad propia. Todo era culpa suya. Todo podía haberse evitado si le hubiese hecho caso desde el principio. 

Pero seguía siendo su hermana, así que hizo lo que tenía que hacer. La abrazó. Dejó de lado todo el odio y la amargura que sentía para fundirse con ella. Ahora no quería recordar eso, solo quería consolarla, borrar esas lágrimas de rostro de su hermana. Notó una gota de humedad en su brazo y se sorprendió al darse cuenta de que ella misma estaba llorando. Parpadeando, trató de frenarlas, pero no podía contenerse.

-Nunca, nunca... vuelvas a engañarme. -dijo entrecortada.- Nunca. 

Al ver la sonrisa de Alphard, por un momento, tengo la sensación de que algo ha cambiado en su rostro. Hay algo sincero en ella que insta a querer corresponderla y, antes de darme cuenta, he curvado igualmente las comisuras de mis labios mientras estrecho la mano que me tiende.

-Lo cierto es que agradecería la ayuda.- Admito, percibiendo ese simple y breve contacto físico casi con extrañeza. Sin embargo, también resulta agradable. Siento la calidez y eso me ofrece una sensación de seguridad e incluso de consuelo. Pero, de improviso, un pensamiento helado me roba toda la temperatura y mis labios tiemblan un instante.

Siempre había creído que alguien como yo no podía aspirar a tener la amistad del resto de mis compañeros pero, ahora, es otro temor el que me retrae: siempre me había preocupado de lo que me ocurriría a mí misma en caso de saberse la verdad, pero en este momento, me planteo si acaso el escándalo no podría dañar también a quiénes se me hubieran acercado. Y no puedo permitirme pagarle con esa moneda después de todo lo que ha ocurrido.

-Pero... Alphard, no te conviene mi amistad...- Me retiro unos pasos, avergonzada y casi con una expresión de dolor. Jamás se me había pasado siquiera por la cabeza confesar mi condición, así que nunca me había planteado como hacerlo. En cualquier caso, dudo que haya alguna forma correcta de hacer algo semejante, del mismo modo que no hay un modo correcto de reaccionar en caso de descubrirlo. Así que no me queda otro remedio que terminar soltando mi secreto a bocajarro -Yo soy como Riddle.- Noto un sabor amargo en la boca al susurrarlo, más repugnante incluso que cuándo vomité -No soy sangre limpia ni una Deacon. Mi madre, antes de casarse, tuvo un...- Me cubro el rostro con una mano, mezclando la rabia y la humillación, y hago una elipsis antes de terminar la frase -con un muggle.

Elizabeth acepta mi ofrecimiento y me coge la mano -Por fin una amistad que no será cuestionada- pienso con algo de alegría, estoy cansado de tener que ir con mil ojos y disimulando siempre, escondiéndome primero de padre, luego de Walburga, y ahora de Riddle y sus amiguitos. Pero de repente el rostro de mi compañera de casa se vuelve blanco, me dice que no me conviene y se aleja, siento un frío ascender por mi extremidad, allí donde instantes antes estaba su mano ahora solo hay aire. No entiendo su reacción, no quiero atosigarla pero inconscientemente doy un paso al frente, acortando la distancia. Y entonces lo suelta. 

-Yo soy como Riddle.

 -¿Cómo? ¿Acaso es una asesina metirosa y manipuladora?- mi ceño se frunce ligeramente sin poderlo creer, pero de inmediato continúa y entonces las piezas del puzle encajan perfectamente. Sus palabras, sus reacciones, su actitud. Mis cejas vuelven a su posición normal y un atisbo de sonrisa se puede ver en mi cara cuando avanzo totalmente y me detengo a su lado.

-Eso no puede ser ya que estás en Slytherin y aquí solo entramos magos de sangre limpia, -mis manos retiran las suyas de su cara con suavidad, el tono de mi voz indica tranquilidad -es por eso que tu amistad es totalmente recomendable ya que es impensable creer lo contrario. Y lo más importante, no me importa quién sea tu padre o tu madre, a mi familia sí pero a mí ya no, eres mi amiga y la sangre que corre por tus venas es como la mía. Si nos atenemos al ejemplo de Riddle, el que no sea hijo de magos no ha hecho que tenga menos aptitud para la magia, ni que no sea admirado por todos como "el Slytherin perfecto". -algo en mi voz delata que ese apelativo no es de mi invención - Además si lo averiguan ya me lo comunicarán, entonces yo tendré que hacerme el sorprendido y dejar de hablarte en público, pero como no será mi culpa que les hayan engañado a ellos no me pasará nada.

Mis palabras y mi postura demuestran una seguridad que no tengo, las reacciones de padre son de todo menos previsibles, pero eso nadie lo ha de saber y menos para añadir una preocupación más a mi "nueva amiga".

Perdona, estaba esperando tu respuesta. ¿Hacia donde vas para practicar lo de los hechizos?

En cuanto Alan se preparó para lanzar el el hechizo me puse de acuerdo con Charlotte para acudir a algún lugar privado. Uno de esos pisos que estaban en desuso, por ejemplo, sería perfecto. Sólo teníamos que buscar una clase lo suficientemente polvorienta en la que estar tranquilos. Sabía que lo que íbamos a hacer era arriesgado y sólo por eso no quería estar solo.

Una vez que fui invisible me dirigí directamente al lugar acordado. Lo hice intentando avanzar a la vez que la Battletower y, llegados a la zona, intentando asegurarme de que no hubiera nadie por allí cerca.

—Eh, Charlotte —susurré una vez estuve satisfecho tanto del sitio como de la soledad—. ¿Tú eres capaz de cancelar el Cripsis?

Ah, vale, me había inquietado un poco.

Seguí a Ingo, aunque en mi cabeza seguía rumiando lo de Alice a pesar de mis esfuerzos. Me había sacado de tantos líos, era mil veces más sensata que yo y sin embargo ahora era justo al revés. Se sentía muy extraño. ¿Cómo había podido cambiar tanto en tan poco tiempo? Riddle. El simple nombre me hizo rechinar los dientes. Aquel maldito iba a recibir su merecido por todo esto. Agité la cabeza y traté de concentrarme mientras entrabamos al aula vacía.

-Claro.

Deshice el hechizo para ambos y me quedé mirándolo con curiosidad. Sabía que tenía ciertos dones, pero era la primera vez que lo iba a ver en persona. 

El silencio apenas dura un instante, pero al otro lado de mis párpados cerrados se convierte en un eterno infierno. Siento tristeza, pánico, rabia, angustia y frío, todo en un mismo momento, mientras me pregunto lo que ocurrirá a continuación. Lo que será de mí si el rumor se extiende, e incluso lo que queda de verdadero en mí una vez que la mentira sobre la que me he construido se ha levantado como el telón de una obra de teatro.

Y entonces vuelvo a sentir las manos de Alphard sobre las mías y su voz serena tratando de borrar el dolor de mis propios pensamientos. La aceptación, simple y llana, es algo que no podía esperar; algo que mis padres, mis hermanas, mi abuelo, me han grabado a fuego que no puedo ni debo siquiera desear: algo que no merezco. Mis labios se abren, tratando de generar una protesta, una advertencia: argumentar que si se descubre lo de Riddle también podrán sospechar de mí, avisarle de que diga lo que diga será sospechoso aunque sea solo por la cercanía, tratar de hacerle comprender que incluso si la sangre no es tan importante, sí lo es la traición de mi madre de la que yo soy una prueba o la hipocresía con la que me he conducido desde que entré en primero... pero no encuentro palabras que decir.

De hecho, no encuentro palabras ni para negar ni para afirmar, ni para disculparme ni para agradecer. Tengo que respirar profundamente, mientras amenazo con echarme a llorar como una niña. Siento... siento muchas cosas, tantas que me cuesta diferenciarlas o hasta darles nombre, como si no las hubiera sentido nunca o hacía ya tanto tiempo que lo he olvidado: alivio, felicidad, esperanza... pero sobre todo, gratitud. Más de la que mi solitaria trayectoria me ha permitido aprender a expresar.

Con un murmullo quedo, finalmente logro articular un débil "¿De verdad?", casi más para mí misma que para mi compañero y, poco a poco, una sonrisa a medias quebrada, a medias nerviosa, logra abrirse paso en mi rostro. -Yo... Gracias.- Termino diciendo, e incluso lo repito varias veces con un susurro, sin saber qué otra cosa hacer para transmitir las emociones que me embargan.

-Elizabeth es muy largo.- Añado, casi sin saber yo misma muy bien por qué. Pero hay actos que tienen más valor que las simples palabras y este momento lo requiere. -Puedes llamarme Liz... si lo prefieres.

El abrazo de Charlotte me llenó de una calidez que había estado extrañando desde el mismo momento en que había dicho aquello delante de todos. Mis ojos se desbordaron de nuevo con su generosidad, demostrando que sí les quedaban todavía lágrimas, y mis manos se aferraron a la túnica de mi hermana mientras la apretaba con fuerza contra mí.

—Lo siento, lo siento —empecé a repetir de forma entrecortada por los hipidos que sacudían mi pecho—. Lo siento. No quería mentirte, de verdad. Sólo estaba buscando el mejor momento para contártelo, pero nunca llegaba y yo, yo, yo... Lo siento, Charlotte. Lo siento tantísimo. Nunca habría querido que fuese así.

En ese momento deseé que el tiempo se detuviese. Así los problemas no avanzarían y podría esconderme en el cuello de Charlotte para siempre. Sabía que no era posible y que pronto tendría que dejarla para ir en busca de Tom, pero lo deseé igualmente.

—Quería contártelo. Pero no lo hice. Y lo siento, lo siento —seguí diciendo, sin preocuparme por manchar su túnica con mis lágrimas.

En cuanto el hechizo se deshizo y vi la expresión de Charlotte supe que más nos valía ponernos manos a la obra. Entre ella y su hermana estaba pasando de todo y más valía que la distrajera en lo posible.

—No tengo muy claro qué voy a hacer —reconocí en primer lugar, y entonces se dibujó en mi cara una sonrisa un poco nerviosa. La situación en la que estábamos era de todo menos halagüeña.

—Voy a tumbarme en el suelo y tratar de hacer magia para parecer muerto, ahora pensaré cómo —expuse—. No sé cómo se verá, así que siéntete libre para detenerme o despertarme. Como si tienes que hacerme algún hechizo de combate, no te preocupes por hacerme daño.

Y con esas palabras hice lo que había dicho. Me tumbé en el suelo y exhalé lentamente. No sabía muy bien en qué concentrarme, pero el día del partido algo parecido había funcionado. Sólo esperaba no acabar tan hecho polvo, pero si servía para sacar algo de verdad de aquí merecería la pena.

Me concentré entonces en imaginar mi ritmo cardíaco más lento. Empecé por ahí porque no sabía muy bien por dónde empezar, y desde luego era un comienzo. Al mismo tiempo fui centrándome en mi respiración, frenándola. Si quería parecer muerto no sabía qué más tendría que hacer, además de no moverme demasiado. Y entonces traté de dejar la mente en blanco. Imágenes de lo que Elizabeth nos había contado venían directamente a mi cabeza, y la verdad es que me afectaban más al imaginarme a Alan que a mí mismo. Lo mío era algo casi avisado desde el día en que había dado caza al hermano de Alan dejando que me viera. Sin embargo, lo suyo... Me pasara lo que me pasara a mí, tenía que hacer esto por él. Por salvarle. Por él por los demás.

Puedo ver como mis palabras despiertan una amalgama de sentimientos en el rostro Elizabeth, no puedo imaginar lo que debe haber sido vivir con ese secreto, temer lo que le podría pasar si alguien se enterase -Se ha debido sentir mal consigo misma desde que lo supo, sentir desprecio por quien no es 'sangre limpia' es sentir desprecio por sí misma...-. Asiento a su débil pregunta, que escucho solo gracias a estar tan cerca de ella, y hago un gesto con la mano quitándole importancia al hecho pero aceptando su agradecimiento.

-De acuerdo... Liz, pero solo en privado, tengo una imagen que mantener. -bromeo. Aunque justo después de decirlo siento que quizás me he pasado y no se lo tome bien, me alejo un paso y saco la varita cambiando de tema rápidamente -Para hacer bien el hechizo debes coger la varita como si fuese una prolongación del dedo índice, haces un leve giro de muñeca hacia la izquierda, la elevas y señalas hacia el objetivo. La pronunciación es suave en todas las letras, pero alargando la segunda "i".

Comienzo a explicarle la forma de hacerlo y voy moviendo la varita al mismo tiempo.

La acogí entre mis brazos mientras suspiraba aliviada. Por mucho que me resistiese me sentía algo mejor al arreglar un poco las cosas. Iban a hacer falta mucho más que aquellas palabras para volver a estar como antes, pero era un comienzo. Tenía que creer en ello.

-No... no creas que no sigo enfadada. -dije separándome un poco.- Cuando acabe esto vas a tener que compensarme, ¿queda claro? 

Una débil sonrisa baila en las comisuras de mis labios tras sus palabras, en absoluto ofendida, pero agradeciendo el cambio de tema para poner fin a una conversación que no por necesaria dejaba de resultarme completamente embarazosa. Aun así, me siento tranquila a pesar de estar emocionada: más en paz conmigo misma y aliviada de una carga que se me había hecho muy dolorosa de soportar. Todavía quedan muchos problemas que solucionar pero, de improviso, derrotar a Riddle parece algo mucho más sencillo de lo que había considerado hasta el momento. Tal vez no esté todo tan perdido y hasta el futuro que he visto pueda cambiarse si tomamos las decisiones acertadas.

Con la varita en mis manos, trato de imitar los movimientos de Alphard, formulando el hechizo con un tono de voz débil pero más humano de lo que suele ser habitual en mí. -Finite... Finiite...- repito ante su corrección, para luego elevar el brazo tal como él me indica. -Finiite...

Dejo escapar el aire lentamente al ver que no se ha tomado el comentario a mal y voy asintiendo a sus progresos con el hechizo. 

-Creo que está muy bien, -concedo después de varias ejecuciones -deberías probarlo ya en serio. "Wingardium Leviosa". -digo apuntando a uno de los taburetes.

—Lo sé —respondí, bajando la mirada y usando la manga de mi túnica para secarme los ojos—. Claro que lo sé. Si hubiera sido al revés estaría enfadadísima contigo. Pero lo voy a arreglar, ya verás. Sentía que ibas a enfadarte y me ibas a juzgar, pero yo... —Me detuve y tomé aire profundamente. —Oh, ya está. Lo arreglaré todo.

Me separé de ella un poco más para acercarme al lavabo y lavarme la cara con agua. Después me miré en el espejo e hice una pequeña mueca con la boca. Tenía una pinta horrible y era evidente que había estado llorando. Pero no me quedaba tiempo para hacer nada con ello, así que así tendría que ir.

Me giré para contemplar a mi hermana y tomé aire de nuevo antes de hablar todavía con la voz temblorosa.

—Tengo que irme, pero... Charlotte... Tú me crees, ¿verdad? Sabes que nunca os traicionaría sienta lo que sienta por To~ el señor Riddle, ¿verdad? No voy a dejar que le hagan daño a nadie por mi culpa, diga lo que diga Elizabeth... Lo sabes, ¿verdad?

Alphard ejecuta el hechizo sobre el taburete. -Finite.- Pienso en mi mente, tomando aliento, antes de pronunciar el encantamiento en alto y girar la muñeca marcadamente hacia la izquierda. Tal vez demasiado marcadamente, ya que el contrahechizo no parece funcionar. Frunciendo los labios ligeramente avergonzada por haber fallado en algo tan sencillo, repito el conjuro alargando la "i" tal y como mi compañero me había corregido y exagerando menos el movimiento, hasta lograr que la silla caiga sobre las baldosas con una ruido seco.

Casi imperceptiblemente, asiento con la cabeza para mí misma, apuntando en mi mente la corrección tal y como haría si estuviera recibiendo una clase de uno de los profesores. 

-Gracias- Repito, antes de guardar la varita -Aún tengo que practicar, pero supongo que es un comienzo. En cualquier caso,- añado, nuevamente más seria -ya nos hemos retrasado demasiado. Tal vez deberíamos pensar en una excusa para justificar nuestras ausencias en caso de que alguien se percate de nuestras desapariciones.

Sucede muy rápido. Es como si estuvieras a la intemperie en un día de invierno. Sientes todo el cuerpo rígido y frío, pero no solo las extremidades. No estás seguro de poder levantarte si quisieras. El corazón casi se detiene. Esto con diferencia es lo que más te asusta, pero consigues mantener el control. Te das cuenta de que tampoco necesitas respirar. 

No estás seguro de cuanto permaneces así. Te resulta difícil pensar, como si tus pensamientos nadasen en alquitrán. Oyes una voz en la distancia, como un susurro a muchos kilómetros de aquí. Ni siquiera entiendes que está diciendo. Lo cierto es que no consigue llamar tu interés. Entonces notas una sacudida. Con esto consigues empezar a pensar más claro. Tu cuerpo se mueve.