Partida Rol por web

-No te preocupes. -le devolví la sonrisa, tratando de transmitirle calma. Con todo, parecía bastante seguro de lo que iba a intentar. Fruncí el ceño al escuchar sus últimas palabras.- De acuerdo... pero tampoco te fuerces demasiado. No depende todo de ti. 

Me senté cerca, lista para intervenir. Esperaba algo paulatino, así que me llevé una sorpresa al ver como su cuerpo se quedaba rígido en apenas dos segundos. Toqué la piel de su brazo y la retiré con asombro al notar lo fría que estaba. Si no estuviera segura de que era todo obra suya habría jurado que era un verdadero cadáver. Posé mi mano de nuevo. Su cuerpo no se movía, no respiraba. Al llegar al corazón tampoco noté su latido. 

La palabra impresionante se quedaba corta. Aquella magia suya había funcionado a las mil maravillas, sin un solo golpe de varita ni palabras. Incluso sin ser tan curiosa como mi hermana, la verdad es que sentía atraída por descubrir como funcionaba. Tras un minuto zarandeé a Ingo, esperando que fuera suficiente. 

-Está bien, eres el perfecto cadáver. No sé como lo has hecho, pero ha funcionado. Ahora, ¿que tal si vuelves?

En el tiempo que permanecí así lo que más me preocupaba no era el frío, eso lo esperaba. Pero me sentía como si estuviera haciendo equilibrios encima de una barandilla: a un lado la posibilidad de volver, aunque ni siquiera estaba seguro de si sería capaz. Y al otro la verdadera muerte.

Debía aguantar. En la situación real volver demasiado pronto sólo serviría para que nos descubrieran. Sin embargo esperar demasiado podría tener consecuencias que... Ni siquiera era capaz de pensarlo. Yo mismo me daba cuenta de que ni siquiera mi cabeza estaba funcionando bien, de que hasta mis pensamientos se movían más lentos. No tenía ni siquiera fuerzas para asustarme de verdad. Casi empezaba a sentirme realmente muerto.

Escuché algo. Era una voz lejana, pero la verdad es que tampoco me importaba tanto. No se estaba tan mal así. Estaba cansado de vivir preocupado y ni siquiera me había dado cuenta. Ahora al menos podía respirar tranquilo... Bueno, respirar no, eso ya no me hacía tanta falta. Pero al menos podía estar un poco en paz. Y aunque la voz sigue, la verdad es que yo estoy bien así. Podría quedarme para siempre y no habría nada de malo.

Entonces noté la sacudida. Y en ese momento algunos de mis pensamientos se abrieron camino entre la brea. Ese no era yo, esos pensamientos no eran propios de mí. Yo no me rendía de esa forma.

Luché por salir de ese estado, aunque más que luchar fue tomar la decisión de cargar de nuevo con un peso que nuca me había parecido tan insoportable. Sabía a qué volvía: al peligro, al temor, a vivir escondido. Pero también volvía con mi Casa, con mis amigos y con mi familia.

La primera bocanada de aire fue tan grande como si quisiera recuperar todas las perdidas. Miré alrededor, desorientado, mientras las palabras de Charlotte penetraban en mi cabeza. Ni siquiera sabía si aún estaba pálido o no, pero aquello había sido... Bueno, peligroso al menos.

—Por las barbas de Merlín —fue lo primero que susurré. Alcé un poco mis manos, dispuesto a mirarlas, y luego busqué con los ojos a la Battletower—. Creo que podría haber muerto de verdad —reconocí. Aunque aquello no dejaba de ser últimamente mi forma de vida—. Pero ha salido bien. — Me notaba cansado y eso pero, sobre todo, vivo—. ¿Cómo lo has visto? Es mejor esto, o lo de los animales?

De inmediato la mano empieza a temblarme pero aprieto los dientes y mantengo el hechizo, al menos Elizabeth presta toda su atención al asiento y no he de sufrir su escrutinio. En cuanto oigo el ruido que hace el objeto al caer al suelo guardo la varita y meto la mano en el bolsillo mientras con la zurda me seco el sudor que bajaba por mi sien, en cuanto se gira pongo mi mejor cara de felicitación y asiento a sus palabras.

-Un placer, no hay por qué darlas. -adular a la gente suele funcionar para que no se fijen en uno -Siempre que no volvamos a la vez no hemos tenido porqué estar más que un momento juntos, a mí siempre me han gustado los ratos a solas. -dentro de la túnica abro y cierro la mano comprobando si puedo realizar otro hechizo, vuelvo a sacar la varita, como si guardarla entre encantamientos fuese lo más natural del mundo, y ejecuto los movimientos para el conjuro desvanecedor -"Cripsis" ¿te acompaño hasta un lugar más idoneo? -mi voz sigue sonando mientras mi cuerpo se desdibuja y mi mano se alarga hacia la suya.

A pesar que se supone que a ella no le ha de pasar nada, no quiero que vaya sola por según qué pasillos, ¿cómo podría mirarme al espejo si por mis prisas le pasase algo? Mejor la acompaño y luego doy un rodeo para llegar por otro sitio.

No. Ya no estoy segura de lo que sé. No sé si estoy hablando con mi hermana o con una marioneta de Riddle. Es más, no debería dejar que te marchases. Tendría que vigilarte las veinticuatro horas del día y poner a alguien cuando no pueda. Si me has mentido a mí puedes engañar a cualquiera. Todas esas palabras se agolpaban en mis labios.

-Por supuesto que lo sé. Deja de preocuparte por eso, ya hablaremos cuando vuelvas, ¿vale?

No podía aplicar la logica cuando se trataba de mi hermana. De mi extraña, curiosa y empollona Alice. La quería demasiado. Solo puedo arriesgarme y confiar en lo que siento.

Tom se halla esperando con su gesto serio de costumbre. Parece concentrado en algo, su mente en otro sitio. Tienes que acercarte mucho para que reaccione. Se fija en tus ojos y te pregunta. ¿Alguien te ha hecho daño? Puedes notar algo de veneno detrás de esa frase.

-Tengo algo para ti. Mientras sigamos saliendo en secreto no podremos quedar tan a menudo,así que pensé... -extrae de un bolsillo, del interior de la tunica. Abre la mano y deja que cuelge como un un columpio hecho de plata. La cadena es de plata y la serpiente está hecho de un bello cristal de colores.- ¿Te gusta? Pensé que así, en cierto modo, si lo llevas puesto nunca estaremos demasiado separados. 

Al escuchar a Charlotte, asentí con la cabeza y sorbí por la nariz. Después me acerqué para darle un abrazo rápido.

—Te quiero, Lottie —susurré mientras la rodeaba con mis brazos. Y luego traté de poner la cara más normal que pude y empecé a caminar hacia la puerta—. Luego hablamos.

Con esa despedida salí, dispuesta a encaminarme hacia el lugar donde me había citado con Tom. Lo peor era que a pesar de todo, estaba nerviosa por verlo. Sentía como si miles de doxys mordisqueasen mi estómago desde dentro sólo por saber que iba a pasar un rato con él a solas, que podría perderme en su mirada oscura y profunda y que tal vez volvería a besarme. Me odiaba a mí misma por ello, pero si era sincera conmigo misma debía reconocer que Tom me gustaba tanto como despertaba mi curiosidad. Mucho más de lo recomendable.

La tranquilidad con la que dijo "podía haber muerto" me asustó. Sabía que los Gryffindor eran valientes, pero esto ya era una temeridad. ¿Hasta dónde estaba dispuesto a llegar con tal de engañar a Riddle? De repente fui consciente de lo que de verdad estaba en juego. Aquello era serio, muy serio. Si Riddle nos descubría nos mataría. Ingo lo sabía y Alan... el lo había comprendido hace unos instantes. Y ahora yo.

-Ha sido... ha sido espectacular. -reconocí.- No creo que nadie pudiera notar la diferencia. Aunque quizás sea demasiado arriesgado. -agregue, mordiéndome el labio.- ¿Puedes levantarte? 

Tomé algunas bocanadas más de aire mientras Charlotte hablaba. Respiré despacio, llevando los ojos al techo en lugar de a las pupilas de la chica. Tenía muchas cosas sobre las que pensar, y no sabía si esto era un camino o una piedra más.

Cuando ella terminó de hablar asentí, aunque lo cierto era que no estaba seguro.

—Creo... Creo que sí —dije antes de empezar a incorporarme poco a poco. Por si acaso primero únicamente me senté en el suelo.

—Es arriesgado, sí —acepté—. Y aún así Alan aún tendría que practicarlo. —Me quedé un instante en silencio antes de negar con la cabeza—. Lo mejor sería hablar con un profesor —Mis pensamientos fueron de inmediato hacia mi mentor, pero en este caso se hacía imposible contar con él: habría que explicarle demasiado—. Podemos planteárselo a Dumbledore. De todas formas habrá que pedirle ayuda con lo de los animales.

Llegados a ese punto emití un largo suspiro y me llevé ambas manos a la cara para frotarme los ojos. Necesitaba descansar, pero no de la manera en que acababa de hacerlo.

—En realidad... —proseguí pensando en voz alta—. A lo mejor nos estamos equivocando en todo. A lo mejor no tenemos que hacer que la profecía se cumpla como nos convenga, sino que a lo mejor podemos evitarla. Si nosotros les tendemos una trampa, ahora que sabemos cuándo y dónde estarán, quizá podamos hacer creer a Riddle que hay un soplón en su grupo.

Los pasillos se te hacen más largos de lo habitual mientras haces tu camino hacia la planta baja. Al llegar a las escaleras te encuentras con que alguien ha derramado un extraño moco verde, pegajoso y maloliente que te obliga a buscar un pasadizo alternativo. Y justo cuando vislumbras las puertas de salida una mano fría se posa en tu hombro.

-¿A donde vamos tan apurados, señorita Battletower?

Su sonrisa maliciosa te inquieta a pesar de que no has hecho nada malo. A ello se suma el hecho de que su gato -posado sobre su hombro al más puro estilo de un loro pirata- parece estar sonriendo del mismo modo.

Asentí con rotundidad, con Dumbledore encargándose del engaño las cosas solo podían ir bien. Pendiente de si sufría un desvanecimiento o algo parecido, me aproxime un poco a Ingo mientras valoraba su propuesta. 

-Eso sería aún más arriesgado. La visión de Elizabeth nos nos garantiza que todo vaya a pasar como ella espera. ¿Y si hay algo que pasamos por alto? Además, si fuera tan fácil tenderle una trampa a ese desgraciado Dumbledore ya se habría encargado de ello y no necesitaría nuestra ayuda. 

Me callé, dándome cuenta de que mis palabras no eran nada halagüeñas.

-¿En qué pensabas exactamente?

Por supuesto, Alphard es también un solitario. Estoy tan acostumbrada a pensar en mí misma como un bicho raro que a menudo olvido que otras personas pueden compartir algunas de mis peculiares conductas. Hasta cierto punto, es incluso reconfortante.

Imitando a mi compañero, lanzo el hechizo de invisibilidad sobre mí misma, y tomo la mano que me tiende. Es un contacto que, de nuevo, vuelve a resultarme inesperadamente agradable. -Lo cierto es que lo agradecería.- Acepto su ofrecimiento, bajando la voz inconscientemente a pesar de no haber salido todavía de la habitación. -Pensaba dirigirme a la biblioteca para estudiar acerca del conjuro para olvidar. Además, no creo que nadie se sorprenda de verme aparecer entre los libros.

No te preocupes. Alphard también parece algo ausente, llevo esperando alguna respuesta desde hace un tiempo.

Asiento a sus palabras con una tenue sonrisa antes de darme cuenta que no se me ve.

-Pues vamos a la biblioteca "milady". -digo con algo de acento teatral.

Tenemos demasiada tensión en nuestras respectivas vidas, quizás los momentos a solas sean una buena ocasión para escapar de las mascaradas, al menos superficialmente.

Sentir de repente una mano en mi hombro, con el día que llevaba, me hizo contener la respiración de golpe durante un instante. ¡Por las barbas de Merlín! Durante un segundo incluso pensé que podía ser Elizabeth, rezumando odio por sus ojos oscuros. Casi sentí alivio al ver que se trataba del celador. Casi, porque su sonrisa era capaz de estremecer a cualquiera.

—Oh, voy a estudiar fuera —respondí, con el corazón latiéndome en la garganta y notando todavía mis ojos sensibles tras haber estado llorando—. Para aprovechar antes de que llegue el invierno.

Desvié la mirada hacia el gato y traté de convencerme a mí misma de que sólo era un gato. Nada más y nada menos que eso, por mucho que pareciese tan malicioso como su dueño.

—Hola, Mittens —dije, intentando resultar amable con el animal, para después volver a mirar a Agnus—. Si me permite...

Empecé a girar sobre mí misma para reanudar el camino, con pocas esperanzas de que todo fuese a terminar así de rápido y fácil.

—Vamos, vamos, deja que me marche. Porfavorporfavorporfavor...

-No tan rápido. -la mano te sujeta con fuerza, haciendo algo de daño. El viejo parece estar en forma a pesar de sus años.- Llevo muchos años aquí, señorita y sé reconocer a un culpable cuando lo veo. ¿Tú que dices, Mittens?

El gato clava sus garras en uno de tus zapatos mientras lanza un sonoro bufido. No duele, pero notas como su filo llega a rozar tu calcetín. Los otros estudiantes que había en el pasillo desaparecen como si se hubiera lanzado un hechizo desvanecedor masivo. 

-Ajá, -dice, acercándose más. Sonríe, dejando a la vista un puñado de dientes amarillos y gastados.- ojos llorosos. Todos los tienen. ¿Hay algo de lo que se sienta culpable, señorita Battletower?

Probablemente en cualquier otro momento de mi vida mi reacción habría sido muy distinta. Habría mantenido la serenidad que normalmente me caracterizaba y con calma habría intentando convencer al celador hasta que me dejase marchar. Puede que incluso hubiera hecho una caricia al odioso gato que lo acompañaba siempre.

Pero aquel día, con todo el peso sobre los hombros de la visión de Elizabeht, la discusión posterior, sus insultos, el enfado de Charlotte, entremezclándose con la congoja que apretaba mi pecho y la incertidumbre que cosquilleaba en mi estómago... Sabía que Tom debía estar esperándome o llegando al lugar donde nos habíamos citado y ese horrible hombre no me dejaba marchar, después de todo lo que había pasado aquel día. Así que reaccioné de una forma mucho más visceral e impulsiva de lo que probablemente me convenía y, sin duda, de lo que habría sido normal en mí.

—¡No! —exclamé, con las mejillas sonrojándose a toda velocidad—. ¡Eso no es de su incumbencia! ¡Déjeme en paz!

Intenté liberarme de su agarre tirando hacia delante, sin preocuparme porque me hiciese daño en el hombro y en el forcejeo le lancé una patada, directa a la espinilla.

—Maldito hombre horrible —pensaba, cegada por el dolor y la rabia mientras intentaba liberarme para salir corriendo.

El hombre se da cuenta, pero no puede reaccionar a tiempo y te suelta, agarrándose la pantorrilla y profiriendo maldiciones.

-¡No podrás ir muy lejos! ¡Te espera una buena temporada en las mazmorras por esto, maldita...

No llegas a escuchar el resto, pero sabes que tiene razón, en algún momento tocará pagar las consecuencias de ese ataque. Mittens hace el amago de perseguirte, sin embargo al final su lealtad de mascota prevalece y se queda con su amo mientras desapareces de la escena. 

Antes de llegar al lugar acordado puedes ver como Riddle camina hacia ti. Parece bastante serio, pero su expresión se suaviza cuando llegas hasta él y advierte tus ojos rojos y tu agitación. 

-¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?