Partida Rol por web

Por alguna razón, mientras ibas pensando en cómo está evolucionando el caso, por la ventana del carruaje has visto a dos jóvenes corriendo como alma que lleva el diablo. Quizá sea por tus dotes policiales, o porque te ha hecho gracia, pero nadie corre de esa manera si no es por una buena razón, y este barrio no es como Whitechapel para justificarlo fácilmente. El hecho de no ver a un alguacil detrás de ellos te relaja. Pero te quedas con su descripción.

La línea general de la conversación es el marujeo de algo que ha sucedido, al parecer el dueño de la funeraria ha debido de ser atacado en uno de los callejones de acceso a la calle y ha sido llevado a su casa a cuestas por un hombre que sangraba de la cabeza. Dicen que ha tenido que ser él porque han terminado yendo a la casa de la funeraria, por lo que afirman que ha sido al señor Gallagher al que han asaltado, pero las otras afirman, con igual seguridad we ha sido al señor Murphy, el propietario de los telares, que recientemente ha perdido a su hijo, “dientehierro”, por la sífilis. Hablan con cierto desprecio porque los hombres de bien no deberían de verse con prostitutas.

Se te queda la frase: “Una noche con Venus, una vida con Mercurio”.

Por alguna razón, mientras ibas pensando en cómo está evolucionando el caso, por la ventana del carruaje has visto a dos jóvenes corriendo como alma que lleva el diablo. Quizá sea por tus dotes policiales, o porque te ha hecho gracia, pero nadie corre de esa manera si no es por una buena razón, y este barrio no es como Whitechapel para justificarlo fácilmente. El hecho de no ver a un alguacil detrás de ellos te relaja. Pero te quedas con su descripción.

La línea general de la conversación es el marujeo de algo que ha sucedido, al parecer el dueño de la funeraria ha debido de ser atacado en uno de los callejones de acceso a la calle y ha sido llevado a su casa a cuestas por un hombre que sangraba de la cabeza. Dicen que ha tenido que ser él porque han terminado yendo a la casa de la funeraria, por lo que afirman que ha sido al señor Gallagher al que han asaltado, pero las otras afirman, con igual seguridad we ha sido al señor Murphy, el propietario de los telares, que recientemente ha perdido a su hijo, “dientehierro”, por la sífilis. Hablan con cierto desprecio porque los hombres de bien no deberían de verse con prostitutas.

Se te queda la frase: “Una noche con Venus, una vida con Mercurio”.

Por alguna razón, mientras ibas pensando en cómo está evolucionando el caso, por la ventana del carruaje has visto a dos jóvenes corriendo como alma que lleva el diablo. Quizá sea por tus dotes policiales, o porque te ha hecho gracia, pero nadie corre de esa manera si no es por una buena razón, y este barrio no es como Whitechapel para justificarlo fácilmente. El hecho de no ver a un alguacil detrás de ellos te relaja. Pero te quedas con su descripción.

La línea general de la conversación es el marujeo de algo que ha sucedido, al parecer el dueño de la funeraria ha debido de ser atacado en uno de los callejones de acceso a la calle y ha sido llevado a su casa a cuestas por un hombre que sangraba de la cabeza. Dicen que ha tenido que ser él porque han terminado yendo a la casa de la funeraria, por lo que afirman que ha sido al señor Gallagher al que han asaltado, pero las otras afirman, con igual seguridad we ha sido al señor Murphy, el propietario de los telares, que recientemente ha perdido a su hijo, “dientehierro”, por la sífilis. Hablan con cierto desprecio porque los hombres de bien no deberían de verse con prostitutas.

Se te queda la frase: “Una noche con Venus, una vida con Mercurio”.

Algo me decía que aquellos jóvenes no eran trigo limpio, por lo que antes de que se me fuera de la cabeza su descripción la anoté rápidamente en el cuaderno en la primera hoja que pillé en blanco. Sería deformación profesional, o simplemente precaución al ver a tanta gente arremolinada frente al carruaje, pero en cualquier caso lo anoté mientras escuchaba de fondo los murmullos de la gente sobre lo ocurrido.

Que le hubiera podido ocurrir algo al señor Gallagher, quizá un asalto, y quizá hasta de los mismos jóvenes que vi correr, me puso en sobreaviso, y sin dudarlo me incorporé ligeramente y golpeé con el pomo de marfil africano la parte del carruaje que da hacia el cochero, para que supiera que íbamos a apearnos del mismo. 

- Vayamos... 

Abrí la puerta y descendí del carruaje dejándola abierta, esperando que mis compañeros me siguieran. Con el bastón en alto iba apartando a la gente a la vez que pedía permiso para atravesar la multitud.

- Policía. Por favor, dejen paso...

Pretendía pasar a través de la gente haciendo uso de mi posición dentro del cuerpo, y mi destino iba a ser la puerta del edificio donde residía Constance, a la que iba llamar nada más llegar hasta ella. Aunque mi visita no era por lo sucedido en las calles, no me iba a quedar de brazos cruzados sin comprobar que todos estuvieran bien y saber de primera mano qué había sucedido.

Finalmente las heridas no eran tan graves como creyó en un principio y en poco tiempo ambos hombres se fueron recuperando. Esto desde luego era un alivio, aunque solo disminuía en parte su preocupación.

“Quién, cómo y por qué” eran las preguntas que ahora se hacía. Escuchó atentamente el relato de su padre. A medida que surgían las palabras, su mandíbula se tensaba. Sus ojos, hasta ahora colmados de pena y preocupación, relampaguearon y dieron espacio a otros sentimientos. La enojaba, en grandísima medida, que hubiesen atacado a su padre. También al inspector, por supuesto, pero más a su padre. Era un buen hombre que no había hecho mal alguno, ajeno a esta historia y para colmo estaba delicado de salud.

Intentaba serenarse y no reflejar sus pensamientos, pues con gusto le habría dado un bofetón a ese canalla que le atacó. Pero no una bofetada simbólica a modo de damisela ofendida, no. Un bofetón como no había recibido en su malograda vida. Uno que le dejase sordo durante horas. 

-A partir de ahora no quiero que salga usted solo, padre -dijo como si la decisión le perteneciese solo a ella. Aunque Walter creía que ahora estaba fuera de peligro, Constance no lo veía así. Recordó su conversación en el carruaje con el señor Vane. El doctor era un hombre inteligente y se sentía afortunada de poder contar con él. Le había brindado buenos consejos y supo ver, des del primer momento, que aquella historia estaba lejos de acabar.

-Muchas gracias por socorrer a mi padre -agradeció sincera al inspector, mirándole a los ojos-. No sé qué hubiese pasado de no llegar usted a tiempo. -De hecho, el alguacil había aparecido en el momento exacto en que su padre era agredido. ¿Estaría siguiéndole? Suspiró y luego esbozó una tenue sonrisa que translucía tristeza y gratitud.

El señor Reid había acabado el vaso de agua que pidió y Constance le miraba mientras él se levantaba apoyando las manos sobre la mesa.

-Gracias -respondió escueta cuando dijo que asignaría dos guardias a los alrededores de la casa. Hubiese preferido que lo solicitase cuando ella lo sugirió, pero de nada serviría discutirlo con el inspector. Por lo visto el cuerpo de policía solo protege de una segunda agresión, siendo necesaria una primera.

-Espere señor Reid -pidió antes de que se dispusiera a salir de la casa-. ¿Por qué atacaron los mozos a mi padre? ¿Es que alguno de ustedes les había localizado? -Había escuchado a su padre. Los chicos querían que Walter se autoinculpase, pero ¿por qué? ¿Para qué exponerse de ese modo si nadie había llegado a ellos? En función de lo que respondiese el inspector, Constance añadiría algo más.

La visión de los dos jóvenes que huían a la carrera hizo que el ceño de Mortimer se frunciese. El doctor se asomó por la ventana del carro para seguirlos con la mirada mientras se alejaban. Aquello le había dado mala espina. Descendió tras el agente Moore en cuanto se detuvieron y miró alrededor, haciéndose una idea de la situación. 

Lo siguió también mientras atravesaba la marea de gente. Tuvo un pensamiento fugaz sobre la facilidad con que las personas se apartaban ante el anuncio de la ley. Pero a medida que iba escuchando voces que comentaban lo sucedido aquí o allá sus labios se iban apretando en una fina línea. Para cuando llegaron ante la puerta de Constance, negó despacio con la cabeza.

—Espero que el señor Gallagher esté bien —comentó, mientras esperaban.

No tardáis en daros cuenta de que la gente mira en una única dirección. Hacia la puerta de la casa de los Gallagher, y por los rumores que habéis escuchado... no augura nada bueno. Tampoco ayudan a acallar los rumores cuando os acercáis a la puerta de su casa, al echar un vistazo os dais cuenta de las miradas furtivas y furibundas de algunos de los grupos de mujeres que no terminan de disgregarse. Los rumores a vuestro alrededor no cesan, pero os mantienen al margen. No sois capaces de escuchar nada entendible, pero os podéis imaginar lo que está ocurriendo. Acabáis de entrar en el relato que sea que estén contando.

Hay ruido en el interior del inmueble, al observar hacia el interior podéis ver una cocina abarrotada de gente. La señorita Gallagher se mueve frenética entre dos hombres a los que está valorando las heridas. Uno de ellos, el más mayor, se duele de las costillas derechas mientras que otro, que tiene una herida sangrante en su cabeza, se encuentra sentado con la mirada perdida, conmocionado. Moore le reconoce como el inspector Reid, y cuando Vane se fija con atención le recuerda del hospital donde todos coincidisteis. 

Otra señora mayor se encuentra al lado del hombre que se duele de sus costillas, agarrándole la mano en actitud cariñosa. Es la primera en darse cuenta de que estáis al otro lado de la ventana. Llama la atención de Constance, haciéndola mirar hacia la ventana en la que os encontráis. 

—Hija —dice con molestia en su tono de voz—, ve a decirle a los curiosos que no hay nada que ver aquí, por favor.

Adquiere un porte digno asintiendo con la cabeza, con los ojos cerrados, tras miraros una última vez.

Al acercarnos a la casa de los Gallagher pudimos ver que su interior se encontraba rebosante de actividad. Constance estaba entre las personas que, frenéticamente, se movían de un lado a otro, mientras dos hombres heridos, que bien podrían ser los que se rumoreaba que habían sido asaltados, se encontraban en sendos asientos. 

No obstante, lo que en un primer momento parecía un simple asalto pronto se convirtió en algo más crítico al ver que uno de los hombres agredidos, de hecho el que aparentaba estar en peor estado de los dos, era el inspector Reid. 

Apreté la mandíbula y fruncí el ceño. Si estaba en lo cierto y los dos jóvenes a la carrera eran los causantes de esto, tenía la suerte de tener sus descripciones para emitir una orden de arresto contra ellos. No obstante, aún faltaba saber qué había ocurrido en realidad. 

- Acompáñenme -Les dije a mis compañeros, mientras avanzaba decidido hacia la puerta. 

Sin dudarlo, llamé al edificio con firmeza pero sin mostrar cabreo, a la par que me hacía notar como agente de la ley.

- ¡Soy el agente Moore, policía, abran por favor!

El trayecto en el carruaje lo realizo meditabunda, escuchando el intercambio de palabras entre los hombres, anotando sus aportaciones sin hacer preguntas. A veces adelantarse a los eventos venideros podía causar incomodidad, llegado el momento Moore les hablaría de la persona con quien podría hablar al respecto de es tal Kate. Mientras tanto decidió centrarse en los pequeños detalles, la manera en que el Moore se perdía en algún recuerdo lejano para luego centrarse en las notas de su cuaderno y como las incógnitas pasaban a ocupar sus pensamientos. Esos eran los detalles que llamaban la atención de Maggie, así como lo hicieron los jóvenes a la carrera cuando aparto el cortinaje del carruaje para observar el exterior, algo que también llamo la atención de ambos caballeros, en especial la del agente de la ley.

De formación profesional el hombre tomo nota de la descripción de estos y sin perder un momento detuvo al cochero para acortar la distancia con la casa de la señorita Gallagher a pie. Con un andar más sosegado que el de los hombres la señorita Smith pudo escuchar todos los rumores y cuchicheos a su paso, desagradables e imprecisos siempre habían sido la manera más rápida de hacer correr las noticias formándose conclusiones en muchos casos erróneas pero con una base inicial bastante precisa. Algo había le había sucedido al señor Gallagher que había sido asistido por otra caballero en un encuentro en el callejón adyacente a la funeraria que implicaba a un tercero, el señor Murphy – y la memoria mancillada del hijo de este. Feo asunto pensó Maggie, pensando con ceño fruncido con los últimos murmullos que llegaron a sus oídos antes de alcanzar a sus compañeros y la casa de los Gallagher.

Junto a Moore y Vane observo brevemente el interior, no conocía a la señorita Gallagher pero sabiendo que uno de los heridos debía ser su padre no fue difícil identificarla. Se mantuvo al margen dejando a Moore llevar la iniciativa, siguiendo a su persona a la entrada y sin abrir la boca como había hecho desde que habían subido al carruaje.

La mirada del doctor Vane se fijó en primer lugar en los heridos, por deformación profesional principalmente. A simple vista no parecían estar graves, pero aún así quería verlos más de cerca.  

Cuando los ojos de Mortimer se cruzaron con los de Constance a través de la ventana, el hombre le hizo un gesto de saludo y llevó la mirada hacia la puerta, esperando que la joven les abriese. No dijo nada más, consciente de que la presencia del policía allí iba a engordar los rumores que ya corrían sin orden ni concierto por las calles. 

Se quitó el sombrero y lo sostuvo en la misma mano en la que llevaba el maletín, a la espera de poder pasar al interior de la vivienda para echar un vistazo a los dos heridos. 

Al aviso de su madre, se giró hacia la ventana y se puso en pie, alisándose rápidamente la falda con las manos. Se sorprendió al encontrar la mirada de Mortimer al otro lado del cristal y asintió a su gesto. -No se preocupe, madre, le conozco. Es el doctor Vane -respondió, apresurándose a abrir la puerta al tiempo que el inspector Moore llamaba.

Al abrir se sorprendió todavía más, pues le acompañaba el equipo de investigación al completo. Se quedó mirándoles solo dos segundos, recordando que a punto estuvo de formar parte de ese equipo y enseguida les invitó a entrar.

-Bienvenidos a mi casa -dijo amable, dejando paso, pero sin detenerse. La situación estaba ya controlada, pero antes de atender a formalidades, comenzó a informar de lo que ocurría. Su madre atendía a su padre y Constance regresó junto al inspector Reid.

-He detenido la hemorragia y limpiado la herida -explicó mientras revisaba que seguía bien. Recogió unas vendas manchadas de sangre, un paño mojado y un recipiente con agua. Miraba a los tres recién llegados, aunque especialmente al agente Moore, al que intuyó preocupado, y al doctor Vane, quien sabría valorar su estado-. Es un corte pequeño pero sangraba mucho -informó a este último, dándole espacio esperando que se acercase. Por cómo lo dijo era sencillo intuir que la fotógrafa se había alarmado en un primer momento.

Suspiró y se acercó a su padre, quién recibió un fuerte golpe en las costillas que le había dejado sin aliento, pero afortunadamente no tenía nada fracturado, como pensó inicialmente. Se lavó las manos y le acercó un vaso de agua fresca. -Tenga, padre, a usted también le irá bien beber un poco.

Luego rellenó el vaso de agua del inspector y preguntó a los recién llegados si querían algo de beber. Dejó que el doctor Vane examinase a los dos hombres y el agente Moore hablase con su amigo. Se acercó entonces a Maggie, estaba más relajada ahora, tras recibir esta inesperada pero grata visita.

-¿Es la señorita Smith, verdad? -sonrió-. Me alegro de conocerla al fin -dijo sincera-. Soy Constance Gallagher. Coincidimos en el hospital y aunque no nos vimos, supe de usted por sus compañeros.

Una vez el doctor Vane hubiese hecho su valoración, añadiría algo más, en general, informando a todos los presentes.

-Fueron los mozos. Atacaron a mi padre y el inspector Reid llegó a tiempo de socorrerle, pero también resultó herido -miró a Mortimer recordando la última conversación que mantuvieron en el carruaje.

Entonces cayó en la cuenta. 

-Por supuesto me alegro de recibirles y espero que no lo tomen a mal, pero... ¿a qué se debe su visita? -preguntó con curiosidad a los tres.

Cuando Constance abrió la puerta tuve un primer impulso de aventurarme hacia el interior cegado por los sentimientos. Sin embargo, cuando iba a dar el primer paso frené, miré a la joven y la saludé cortesmente, con un leve gesto de cabeza, aunque en mi rostro podía verse claramente reflejado mi visible estado de enfado y nerviosismo.

Aguanté estoicamente sin abrir la boca mientras la señorita Gallagher nos detallaba los primeros auxilios realizados tanto en su padre como en el inspector, y el motivo de haber tenido que realizarlos. En efecto, parecía que los dos mozos a la carrera podrían ser los culpables. 

Busqué la hoja de mi pequeño cuaderno en la que había escrito apresuradamente la descripción de ambos sujetos, y en el momento en que Constante comenzó a hablar con Maggie aproveché para acercarme primero hacia su padre, queriendo mostrar ante nada respecto hacia el anfitrión. 

- Lamento que nos conozcamos en estas circunstancias, señor Gallagher -Aunque no era especialmente bueno con la etiqueta, saludé gentilmente arqueando levemente el pecho y le alargué la mano para estrechar la suya a modo de presentación formal-. Soy el agente Moore, Jackson Moore, y aunque mi visita era por un tema laboral que querría hablar con su hija más adelante, si me permite, me gustaría que me confirmara si estas descripciones casan con sus agresores. De ser así, de vuelta a la comisaría podría emitir una orden de búsqueda contra ambos en caso de que no los conociera -Miré hacia el Inspector, por si me hacía algún gesto, o me decía algo-, si quiere poner denuncia de agresión o robo. 

Seguidamente miré hacia Reid, y le pregunté por su estado, queriendo mostrar preocupación por mi compañero de gremio.

- ¿Está usted bien, inspector? ¿Necesita que le llevemos a la comisaría?

Me mantuve en silencio unos segundos, esperando la respuesta de ambos mientras pensaba que no había presentado a mis compañeros. Esperaba que no se lo hubieran tomado como un gesto descortés sino como algo olvidadizo.

En cualquier caso iba a exponer las descripciones anotadas en alto de forma que ambos hombres pudieran oírlas y responder si hiciera falta matizar algún punto, y no hizo falta esperar mucho tiempo para que comenzase a cantar la relación de datos que había apuntado. 
 

Smith entro tras Vane y Moore sin articular palabra siendo el ejemplo de la discreción y el decoro, estudiando el entorno como era su costumbre sin perder detalle de lo que acontecía ante sus ojos. Fue así hasta que la propia señorita Gallagher se presento ante ella, mientras el Doctor Vane procedía a examinar a los heridos y el agente Moore se presentaba ante su padre inquiriendo ante el incidente sufrido por los dos hombres.

-un placer sin duda señorita Gallagher – correspondió a las palabras de la joven con una sonrisa cortes, procurando que no se reflejara en ella su sorpresa porque supiera de ella y más por Mortimer – solo lamento las circunstancias – añadió con una inclinación hacia su padre con gesto condolente

Casi simultaneamente a la presentación de Moore, Constance explicaba lo sucedido para todos y realizaba su pregunta curiosa, como si se diera cuenta realmente de su presencia allí no era una visita de cortesía. Con Moore inquiriendo acerca de la descripción de los mozos, quizá ahora innecesaria pues parecía que sabían bien de quien se trataban, y con Vane ocupandose de los heridos parecía recaer sobre ella responder de manera más directa a la joven fotógrafa.

-me temo, señorita Gallager, que la índole de nuestra visita, como el agente Moore a indicado, es un tanto privada y será mejor tratarlo con usted cuando todo este más tranquilo y el Doctor Vane se haya cerciorado que tanto su padre como el inspector no necesitan más atenciones -respondío con discreción a la señorita Gallagher, confiando en que comprendiera que se trataba de un asunto delicado

En cuanto Constance abrió la puerta Mortimer le dedicó una inclinación cortés a modo de saludo. Gesto que repitió ante la que parecía ser la madre de la joven. 

—Señora Gallagher, es un placer conocerla. Soy el Doctor Mortimer Vane. La joven que nos acompaña es Maggie Smith.

Moore ya se había presentado a sí mismo, así que con eso dio el asunto por zanjado y se encaminó directo hacia los dos hombres heridos. 

Dejó que Maggie se encargase de responder las dudas de Constance y que Moore hiciese su trabajo como agente de la ley. Y mientras ambos estaban entretenidos en esas labores, él se dedicó a examinar los daños sufridos por el señor Gallagher y el agente Reid. Parecía que Constance había hecho un buen trabajo reaccionando con rapidez, pero quería asegurarse de que no había alguna herida interna o fuese conveniente coser aquella herida que al parecer había sangrado con abundancia. 

La situación iba demasiado deprisa para el herido inspector que se encontraba sentado en una silla, agarrando un pañuelo que había sacado del bolsillo de su americana, presionándolo contra la herida de su cabeza. Asintió tras la pregunta de Moore por toda respuesta pese a que todo su cuerpo indicaba lo contrario, pero no dio su brazo a torcer ni aceptó delante de las señoritas la realidad del momento. La descripción que empezó a enumerar Jackson en voz alta le dio la excusa perfecta para cambiar de tema.

—Sí, esos eran —confirmó apartándose el pañuelo de la herida para observar como se había teñido de carmesí

—Uno de ellos fue el que me dio el reloj de parte de Contance, el mes pasado —añadió el padre de la señorita Gallagher.

Reid suspiró y volvió a mirar el pañuelo para comprobar que la macha carmesí había crecido. La mueca que se le dibujó en el rostro mostró al hombre agotado por los acontecimientos. Tomó un vaso de la mesa que resultó estar vacío, y antes de que le diera tiempo a pedir nada, la madre de Constance ya le había acercado otro, para acabar llenándolo de agua. Asintió con la cabeza a modo de agradecimiento y dio un par de sorbos.

—Como he dicho... ¿Lo he dicho? —se encogió de hombros—, no lo se, la verdad. Como se ha comentado, los chicos se han ido corriendo tras identificarme como policía. Ahora saben que somos conscientes del intento de coacción, por lo que ya no les sois útiles. 

Terminó por explicar emitiendo un largo suspiro de dolor.

—Aun así se intensificarán las patrullas por esta parte de la ciudad. Me encargaré de que eso así sea.

El señor Vane invirtió su tiempo en valorar las heridas de los asaltados. Por lo que pudo observar, las heridas del padre no eran de ningún tipo de gravedad, el golpe en las costillas que puede perdurar unas semanas sólo le influiría en el ritmo de trabajo. En cambio, el inspector había sufrido un golpe feo en la cabeza, justo donde comienza la línea de pelo. Una conmoción, como mínimo, le mantendría en el dique seco un par de días. Quizá fuera buena idea que el inspector pasase por el hospital a hacerse un examen algo más exhaustivo.

—Qué son esos motivos laborales que os han traído a buscar a mi hija? —preguntó con interés renovado el padre de Constance.

Un gesto de creciente extrañeza fue algo que todos los presentes pudieron ver en mi rostro a medida que el inspector Reid y el padre de Constance iban hablando sobre lo ocurrido. 

Coacción era una palabra que conocía bien, pero a qué estaban siendo forzados Constance o su familia era la gran incógnita. Mis dudas iban en aumento, pero aunque mi afan detectivesco quería que preguntara más, que siguiera indagando, sentía que me estaba entrometiendo en un caso que no se me había asignado, de forma que cerré el cuadernillo y lo guardé en el interior del abrigo con un ligero suspiro. Al menos ya teníamos sus descripciones y la policía podría ir en su busca y captura. 

En verdad, bastante teníamos ya con el caso que teníamos entre manos. Y ya se sabe del dicho: "Quien mucho abarca..."

Con la pregunta del Señor Gallagher acerca de su hija, me giré hacia él y le expuse la situación.

- Se trata de un caso en curso del que, si me permite, no entraré en detalle, pero las habilidades de su hija como fotógrafa le aseguro que nos serían muy útiles -No estaba mintiendo. Creía que el arte de la fotografía podía sernos útil para ver más allá de lo que teníamos delante en los escenarios de los crímenes-. Para resolverlo se me ha dado permiso  para formar un equipo de investigación especializado y me gustaría que ella se uniera a nosotros. 

Terminé la frase mirando hacia Constance, queriendo dar a entender que se lo estaba proponiendo. Era un ofrecimiento que ya le había hecho hace tiempo pero que, por cuestiones del destino, nunca llegó a materializarse. 

Hice una breve pausa, y después finalicé con una sonrisa sincera:

- Sería una labor remunerada, claro está.

No notas ningún tipo de inquina o mala fe en la pregunta. Simplemente se siente interesado, y por su tono y su lenguaje corporal entiendes que le parecería positivo que se juntara con la policía, posiblemente por lo que acaba de pasar.