Partida Rol por web

Cargado.

Esa era la palabra que venía a la mente de cualquiera cuando traspasaba la puerta de aquel local atestado de almas, griterío, música desafinada y olor a la más asquerosa humanidad. Incontables decenas de deshechos humanos apuraban sus vidas en aquella taberna de puerto de la isla de Tortuga, frente a las costas de La Española.

Era un lugar grande, de tres plantas, aunque no con tantos metros por planta como para que se estuviera cómodo entre tanta muchedumbre. Arriba habitaciones malolientes y de pútridos colchones, pero no tan malolientes ni tan pútridos como los de otras tabernas. La taberna "La Fragatita" era una de las posadas que menos mala reputación tenía en la que lo mismo podías encontrar al pirata tullido y lleno de pústulas, que el capitán elegante y distinguido que aseguraba haber cenado en el palacio de un rey francés...y por su forma de arrugar nariz creyéndose más que el resto a buen seguro que había estado en Francia...aunque seguramente en un calabozo.

La planta inferior hacía las veces de almacén y también era el lugar de las apuestas y el juego, siempre había alguien con ganas de jugarse la bolsa o la vida, daba igual a qué hora del día te asomaras.

Y por supuesto en la planta baja estaba la taberna propiamente dicha con el irrespirable ambiente de mil olores y muy pocos agradables pero... ¿eres pirata, no? Esto es Tortuga, no La Habana. Este olor te recuerda que una noche más, estás vivo.

Velasco entró a la taberna con ojos felinos observando todo el panorama. Desde los beligerantes borrachos de taberna que se esforzaban por hacer sonar reales aquellos disparates que salían por sus bocas como torrentes sin control, o los curtidos mercenarios que en silencio se reunían en redondas tablas a transmitirse su aura de malas pulgas entre ellos sin decir una palabra. Todo eso mientras las rollizas camareras, con rostros picados por la viruela y maquilladas hasta el grado de lo inquietante, elogiaban y se contoneaban a su alrededor como si estuviesen en una especie de celo ensayado.

Era repugnante, irrespetuoso, y totalmente incorrecto. Si Velasco contase con algún poder divino que le permitiese desaparecer aquel sitio y otros como ese de la existencia, ya no habrían más tabernas en aquél lado del globo.

Pero no estaba en aquél sitio solo para sentirse asqueado por la diversa multitud. Así que continuó avanzando con pasos rápidos y gráciles hacia uno de los rincones más alejados que pudiera encontrar. Al final dio con uno en una esquina de la taberna, donde la sombra de las escaleras sobre su cabeza podían mantenerlo en contraste con la iluminación del lugar.

Se sentó en solitario, y juntó ambas manos sobre la mesa mientras que agachaba la cabeza. Observando a la nada, se quedó allí, en silencio, esperando.

Allí sentado empiezas a repasar todos los errores que cometiste en tu mierda de vida y que te han llevado aquí...ojalá hubiera alcohol suficiente en el mundo para borrar tan detestable existencia de tu memoria. Siempre temiendo la próxima esquina, siempre mirando por encima del hombro, pensando si el siguiente disparo iba a encontrar algo más que tu chaqueta...la vida pirata es la vida mejor...claro Te ríes al recordar la pegadiza cancioncilla que se repetía una en tu cabeza casi desde que tienes memoria...joder esos putos condenados no saben hacer otra cosa que cantar, robar y beber...menos mal que esa puta vida quedó atrás...

Bueno hasta que ese hijo de puta de Vazquez te encontró...al parecer aún tenías una deuda que saldar con el imperio...se ve que entregarles seis años de servicio a bordo del Incorruptible no habían sido suficientes. Hacía días que uno de sus lacayos, un tal Ignacio te había abordado como el rufián que eras a la salida de un prostíbulo.

No te había dado muchas señas, tan solo que Vázquez, el primer oficial del Incorruptible quería verte esta noche en La fragatita.

Y aquí estabas...con el corazón en un puño sin saber si ahora te esperaba la horca u otros seis años lamiendo su asquerosa bota.

-Debes haber enfadado mucho al diablo para estar en una taberna solo y sin beber, De Castro. Tal infierno sólo esta reservado para asesinos de mujeres y maricones.- dice una voz demasiado familiar para ti al tiempo que deja una pinta de cerveza ante tu cara, interrumpiendo tus pensamientos.

El oficia español se sienta de golpe enfrente de ti, posando entonces su jarra sobre la tabla con un golpe tan seco como su expresión, casi carente de sentimientos y de expresión.

Eventualmente ocurrió lo que se había esperado. El hombre en persona había venido a verlo a él. Vino a verlo a él, en aquél rincón apartado y maloliente de la isla. El único hombre del Incorruptible que tuvo la sinvergüenza suficiente como para querer presentarse. Lloraría una sentida lágrima de alegria de ser otro hombre, pero la soledad había anidado dentro de Velasco durante el tiempo suficiente como para que el hecho de que otra persona se le acercase voluntariamente le incomodara al momento.

Hizo un gesto como de querer moverse en el asiento, pero prefirió mantenerse rígido en su postura. Con los puños entrejuntados y la cabeza inclinada hacia adelante con el rostro bajo. Silencioso. Arrepentido.

Aunque debía admitir que escuchar a aquél hombre hablando en su lengua natal le causaba una curiosa infusión de tranquilidad en el corazón. Como si fuese lo único verdaderamente familiar entre todo aquél caos manifestado.

La mirada sombría de Velasco se posó sobre la jarra de cerveza que le había ofrecido aquél hombre que conoció hace mucho tiempo como Vazquez. ¿Era un gesto de generosidad para aplacar la imparable marea de sensaciones desagradables que tenía que soportar ante su presencia? ¿Acaso jugaba con él, o solo pretendía ganar tiempo para poder atraparlo más eficientemente? No lo sabía. Solo sabía que estaba ahí, frente a él e inmutable. No se iría sin una respuesta. ¡Pero ni siquiera tenía claro cual era la pregunta!

—De hacer enojar al Diablo me estaría terminando de condenar a la soledad, pues es el único que se ríe de mi pasado tanto y tan fuerte como yo lo intento ocultar. Vayamos al grano, Vazquez, no necesitas llegarme con las pintas para tener una conversación conmigo.

Miró a otro lado, como intentando perseguir un pensamiento que se le escapaba de vista. Luego volvió la vista abajo y su tono adquirió amargura.

—No nos ha cambiado lo suficiente lo que hicimos en alta mar. Al menos eso es lo que creo...

-Hablas como si te arrepintieras de esa época...esos malditos piratas deben pagar lo que le hacen al Imperio, no se si me produce mayor satisfacción hundirlos en el mar o colgarlos de una soga...- se encoge de hombros y sonríe, ni se molesta en bajar el tono para hablar de esto a pesar de estar en el puerto pirata por excelencia de El Caribe. Este hombre era casi un intocable y lo sabía. Tu le habías visto combatir y desde luego que era temible, por su bravura, su desprecio por la vida propia y la ajena era tal que casi dirías que ansiaba la muerte. Quizás era eso lo que le hacía tan peligroso. ¿Qué teme perder un hombre al que parece que le da igual la vida misma?

-¿A qué te has dedicado desde que dejaste el Incorruptible, De Castro? ¿A holgazanear sin oficio ni beneficio? Apuesto a que ya has perdido todo de tu paga.

—Me arrepiento de que a pesar de mi empeño y esfuerzo por castigar a los enemigos de la humanidad, me hayan condenado a pasar el resto de mis días entre ellos sin poder volver a casa. Hombres a los que tú sigues me abandonaron a mi suerte en esta isla, y tú no hiciste nada.

Los ojos de aquel hombre podrían lacerar la carne de Vazquez si es que pudieran verlo fijamente durante el tiempo suficiente. Pero Velasco era un sabueso bien entrenado, y los sabuesos españoles eran entrenados para no ver a sus amos a los ojos, sin importar cuantas penurias estos los hubieran hecho pasar. Sin embargo, era evidente que el resentimiento y el odio afloraban a través del iris de su mirada. Y tanto el puño cerrado sobre su muslo como el que aferraba la jarra de licor empezaron a emblanquecer sus nudillos de la presión que estos tenían.

—Sobrevivo haciendo lo que sé. Inspeccionar cañones, lamer pólvora para inspeccionar su calidad, a veces hago algún que otro trabajo para los... gremios... locales. Este es un pueblo sin ley y siempre cambiante, hombre. A nadie le importa pensar en un mañana si todos asumen que posiblemente los cuelguen hoy. Es como vivir entre salvajes sin remedio... es como...

Se dio cuenta de que estaba hablando de más, y también de que su frustración le hacía comerse sus propias palabras. Así que se quedó en silencio tras mirar a Vazquez de refilón. Luego la mirada cansada volvió al interior de la jarra, donde los pensamientos se mecían como el transparente líquido que contenía.

—¿Qué es lo que quieren de mí ahora, Vazquez? ¿Has venido personalmente a terminar el trabajo?

-No te me pongas en plan plañidera de pueblo, De Castro...acabaste tu servicio, pillaste la paga y te quedaste aquí. Con lo que ganaste podrías haber cogido un pasaje a la Habana o a Cartagena, allí hubieras trabajado entre españoles de bien y vivido cómodamente con un trabajo de esos de escribir.- el marinero escupe al suelo en clara señal de lo que opinaba de esa vida.

-Pero tu eres un perro de batalla, te gusta demasiado el olor a pólvora y el tacto de una buena polla de hierro bajo tus manos. Nunca vi un hombre que disfrutara tanto como tu preparando las mechas...metias las bolas en esos cañones como otros meten la verga entre las pierna de una prostituta...tu no eres hombre para estar en tierra, aquí te vas a ahogar, De Castro. Tu y yo...no somo tan diferentes. Somos perros de costumbres, siempre vamos a mear a la misma esquina.

El español da un largo trago a su jarra y la vacía casi por completo, era evidente que era un hablador nato, había cierta musicalidad en su voz, algo inspirador y chulesco.

-Vengo porque hay un asunto y tu eres el hombre que yo he propuesto para este asunto. El imperio te necesita. -dice con cierto y medido dramatismo.

Así que era eso... pensó Velasco con desagrado después de oír las palabras de Vázquez. Sin mirar a su antiguo camarada, Velasco apuró la cerveza que quedaba en la jarra y la depositó en la mesa con un fuerte golpe.

- ¿Y cual es tu asunto? - preguntó entre dientes mientras se limpiaba con el dorso de la mano los restos de espuma que le habían quedado en el bigote. - Espero que seas consciente de que no estoy dispuesto a comerme tus mierdas otra vez... - 

Velasco se dispuso a esperar que Vázquez revelara el auténtico motivo de su encuentro, ya que lo dicho anteriormente no eran más que palabras vacías.

El marino sonríe de forma ladina y toma otro largo trago de su jarra y con un gesto de la mano ordena otras dos pintas que son servidas rápidamente, sin duda la fama de este español le precedía allá donde fuere y nadie, ni siquiera en esta isla fuera de la ley, deseaba contrariarlo.

-Hace aproximadamente un mes hubo un barco pirata, comandado por una mujer, la portuguesa la llaman. Dicen que es la mujer más hermosa del Caribe pero yo creo que solo es la más puta de todas las zorras de este nuevo mundo. - escupe con desprecio- Dicen que es un bruja que hechiza a los hombres para que viajen con ella, yo creo que solo les chupa la polla hasta secarles el cerebro. Sea como sea, esa zorra encontró nuestra mina de oro en el archipiélago de las Caimán*... El imperio no puede permitirse una guerra abierta con Inglaterra, pero eso maltidos piratas pueden echarlo todo a perder. Cuatro ocupantes de ese navío lograron llegar al bote y huir de nuestros soldados, ese maldito bergantín era demasiado pequeño y rápido para alcanzarlo y le perdimos la pista.- Vazquez alza la jarra como si fuera a beber pero finalmente la posa bruscamente con cierto enojo en sus maneras. No hacía falta conocer mucho al primer oficial del Incorruptible para saber que había dos cosas que no toleraba; las mujeres que no fueran como Dios mandaba y los robos. Y no importaba que fuera su propio Imperio quien cometía el robo en primer lugar.

-Pero ahora les hemos encontrado...tuvieron que hacer una parada en Kingston, Jamaica y nuestros informadores les vieron allí hará diez días...viajan muy lento, son poco para gobernar el barco. Seguramente vengan aquí a reclutar tripulación.

Velasco escuchó las palabras de Vázquez sin poder evitar que una sonrisa brotase en sus labios. Cuando este terminó de hablar, la sonrisa dio paso a una sonora carcajada.

- Pues no me vendría mal que esa capitana me chupase la polla un rato... - exclamó al tiempo que se sobaba su miembro obscenamente - la dejaría sin sed para una semana. Pero vamos a lo importante... - añadió bajando el tono de voz e inclinándose hacia Vazquez - si lo he entendido bien, nuestro glorioso reino está robando a los ingleses en sus propias narices y ahora que otros han robado a los ladrones nos surgen los remordimientos -

Velasco se reclinó en la silla en la que estaba sentado y puso los pies encima de la mesa mirando a Vazquez con los ojos entrecerrados.

- Así que quieres que cuando la portuguesa atraque en puerto y venga a este cuchitril en busca de tripulación, me enrole a bordo de su navío... ¿y luego qué? ¿que me llevo yo? Aparte de la zorra... claro está.

-¿Remordimientos, De Castro? Somos el Imperio más grande que el mundo ha conocido, en nuestros dominios no se pone el sol...si estos putos peñascos no son nuestros es porque esos bastardos de la bandera negra son una panda de hideputas amparados por los lameculos de los ingleses y esos holandeses maricas. No me extraña que los putos protestantes* se alíen contra nosotros, les estamos dando estopa de la buena con los tercios en Flandes...- añade atreviéndose a elevar un poco el tono y mira con aire retador alrededor, sabiendo que su comentario levantaría ampollas pero su presencia volvería a bajar las cabezas a su asuntos. Y efectivamente algunos que había levantado la testa para buscar al dueño de aquellas palabras la bajaron al percatarse de quién las había pronunciado.

-Y hablando de Flandes...allí es a donde irás destinado si no cumples con este asunto, De Castro...No olvides que puedo empapelarte por afiliación con la piratería cuando y como quiera. Nadie podría en duda que has vuelto a las andadas.**

- Hijo de mala madre, Vázquez - exclamó Velasco levantándose con brusquedad y volcando las jarras de cerveza que se encontraban sobre la mesa. En ese momento, varias de las miradas que estaban fijas sobre ellos se volvieron asustadas tanto por la propia reacción de Velasco como por la mención de Vázquez a Flandes.

Con gras esfuerzo para controlarse, Velasco volvió a sentarse y miró a Vázquez con los ojos inyectados en furia.

- Supongamos que acepto el trato... me uno a la tripulación de la portuguesa... y trabajo para ti - Velasco escupió al suelo tras pronunciar estas últimas palabras - ... y será la última vez.

¿Cuál es mi misión?

-La última vez, De Castro, lo juro por la Virgen.- dice muy serio y con un brillo acerado en la mirada, el cual confirmaba que más te valía no dudar de su palabra. Tras este segundo de tensión, el primer oficial parece volver a relajarse y hasta exhibe una sonrisa.

-De momento enrólate en el barco de esa puta. Formaremos algo de revuelo de alguna estúpida manera, tengo un puñado de rufianes que trabajan para mi en este trozo de mierda en mitad de ningún sitio. Si todo va bien, haremos suficiente ruido como para poner nerviosos a los peces de agua dulce que logre reclutar, los forzaremos a zarpar antes de tiempo, asegúrate de que lo hacen. Luego cuando estés a bordo...pues haz lo tuyo. Codéate con esos sucios bucaneros, no te será difícil...-por la forma en que lo dice casi parece un insulto- De momento mantente vivo e infórmame de los pasos que deis...dame nombres de la tripulación, rutas, todo...siempre podrás escribir cartas a la dirección del burdel de Tortuga...si te preguntan di que te carteas con una puta, es una excusa lo bastante humillante como para que nadie dude. Yo encontraré la manera de hacer llegar mis mensajes para ti.

- Te tomó la palabra, Vázquez... la última - respondió Velasco apurando lo que le quedaba de cerveza. - Voy entonces a elegir a la afortunada que recibirá mis cartas - añadió levantándose dispuesto a buscar una puta que no fuera demasiado fea para divertirse un rato.

Vazquez se despide de ti con un alzamiento de su jarra y una sonrisa maliciosa dejando que te quedes con la última palabra, aunque una sensación de que algo va a salir terriblemente mal te persigue durante unos segundos...bueno los segundos que tardas en ver a Alina, que bajaba las escaleras luciendo su encantadora sonrisa. Es posible que acabara de empezar su turno o que acabase de terminar con un cliente, pero lo cierto es que su ávida mirada parecía estar buscando nueva carne y nueva bolsa igual que un viejo usurero rebuscaría una moneda de oro en una pocilga.

Tras despedirse de Vázquez, Velasco se dispuso a disfrutar al máximo durante el tiempo que le quede en tierra. Se acercó a la barra y pidió una nueva jarra de cerveza. En ese momento fue cuando se fijó en la dulce Alina bajando por las escaleras.

La observó con atención y pudo ver que tiene la mirada alegre y descansada, lo que indicaba  que acaba de llegar al lugar y aún estaba a la búsqueda de su primer cliente.

- ¿Puedo invitarte a una copa, preciosa? - le dijo con mirada picara. Después de todo, sería la noche con la mejor compañía de las últimas semanas....

-Tal vez...pero me resulta difícil creer que tengas dinero, guapo...- dice la prostituta, sin acercarse mucho a ti por ahora por si sólo eras un baboso sin dinero que no le espantaras a la clientela. Te mira de arriba abajo y no parece muy contenta con lo que ve, tal vez sea por tu ropa o por tu aspecto desaliñado en general. 

El español devolvió la mirada a Alina deteniéndose obscenamente en su busto.

- Quizá te sorprendas guapa - dijo con un tono misterioso. Al ver que, efectivamente, sus palabras causaron interés en la prostituta, lo que Velasco aprovechó para pasar su brazo alrededor de su cintura atrayéndola hacia él.

- Y tal vez te ganes un sueldo por un tiempo... - dijo en un susurro acercando su boca al cuello de Alina, pudiendo apreciar el dulce perfume que esta llevaba...

-¿Por un tiempo?- pregunta la prostituta, más convencida de elegirte a ti echa sus brazos por encima de tu nuca al tiempo que pega mucho su cuerpo al tuyo, rozándoos hasta tal punto que podéis notar cada uno el calor del otro en la propia piel.- ¿Cuánto? ¿Un minuto? ¿Una hora? ¿Cuánto tiempo vais a sorprenderme, señor...?-deja la pregunta en el aire por si le dijeras tu nombre.