Partida Rol por web

Haz caso a tu madre, Jack. Mañana te sacaran el yeso y ya estarás bien. Por cierto cariño. Alcánzame la jarra de agua, ya que te levantas. dijo a su mujer cuando esta se levantó a por ala escoba.

¿Te pasa algo Chester? Parecía que los sacerdotes reaccionaban ante los estímulos, pero que nada pareciese importarles. En aquel momento Chester sintió un escalofrío. Probablemente eso significaba que si gritaba pidiendo ayuda o que si no aparecía no le darían la mayor importancia pero ¿Por qué? Si siempre le habían mostrado el mismo cariño que a un hijo....¿Por qué ahora esa indiferencia? Y los hombres que le habían visto caer...¿Serían todos los adultos indiferentes a Chester? ¿Solo los de Derry? ¿Serían también los niños indiferentes a su vida?

Entrecierro los ojos y les miro. Luego termino de cenar y voy a lavarme los dientes.

Jejejeje no me han dicho que me bañe, jejeje.

Me coloqué los mas lejos posible de la ducha y luego pasé por la habitación de mis hermanos. Agarré un bate de baseball y me dirigí a mi cama y metí el bate entre las sábanas. Luego puse una linterna a su lado y me metí dentro tapándome y disimulando mi arsenal.

Hoy debería intentar no dormir.

Me quedé allí esperando a que pasase la noche.

Con precaución, temiendo la actitud de sus padres, Martin trato de comportarse con total naturalidad, pero hablando lo mínimo. La sonrisa de su madre, ya de por sí artificial parecía congelada, al igual que la pesada respiración de su padre mientras comía el estofado de verduras. Cuando el niño se retiró para ir a la cama, al ir al baño vio como el agua del inodoro se tenía de sangre mientras una voz burlona salía de las alcantarillas.

¿Que ocurre? ¿Te dan miedo tus padres?¿Por qué estás tan serio pequeño gordito?

Lissey siguió con su plan. Terminó de cenar, se disculpó y lleno la bañera, dispuesta a darse un baño caliente. Nada raro ocurrió. La chica se enjabonó, se relajó un rato y se dispuso a aclararse....pero cuando el agua comenzó a caer vio un charco de sangre a sus pies. Asustada miró sus manos y observo que estaban cubiertas de sangre...de hecho, la sangre manaba mezclada con el agua desde la alcachofa de la ducha.

Todo parecía ir a la perfección hasta que abrí los ojos en la ducha y vi la sangre. ¿De dónde salía tanta sangre? No pude evitar soltar un grito de sorpresa, un grito corto ya que me tapé la boa con ambas manos. Si Phil me oía gritar, entraría en el baño. Fue cuando aparté las manos de mi boca que me di cuenta de que éstas estaban manchadas también, y mi pelo, y mi cuerpo... La sangre salía del mango de la ducha.

"Sangre. Sangre dónde no debería haberla. Otra vez."

Cerré el grifo rápidamente, o todo lo rápido que podía mientras mis manos temblaban.

"El sobre era cosa del monstruo. Esto tiene que ser cosa del monstruo también".

Tropezándome con mis propios pies salí de la bañera. En mi mente la bañera se acababa de convertir en algo maligno y peligroso, salir de ella era prioritario. Sin saber muy bien qué hacía, cogí la toalla y empecé a secarme, quitándome el jabón y la sangre, o intentándolo.

"Si la sangre del sobre no la veían, esta no la verán tampoco." - escuchaba que la parte más despierta de mí me decía, pero la que estaba llevaba por el pánico sólo quería deshacerse de la sangre y olvidar qué había pasado.

¿Y las toallas? ¿Qué hacía con ellas? ¿Y si resultaba que esa sangre sí la podían ver? ¿Se daría cuenta Phil de que tiraba una toalla a la basura? Él no era el que se encargaba de la casa, así que no creía que supiese cuántas toallas teníamos. Aún así...

-Eh... No, nada... Nada-dijo finalmente con un suspiro. Allí pasaba algo raro. Algo fallaba, todo eso no era ni de lejos normal. Sin embargo, puede que pudiera aprovecharse la ocasión. Debían acabar con Éso, y probablemente era lo que estaba detrás de aquella indiferencia. Y habían sugerido usar plata... El chico salió de la habitación, intentando forjar un plan en su mente. En primer lugar, "saqueó" todo el agua bendita en botellas de plástico, por lo que pudiera pasar, aunque seguía sin estar nada seguro de que le afectara. 

Después, empezó a darle vueltas a sus pensamientos... ¿Había algo de plata que pudiera sustraer aprovechando la dejadez de los sacerdotes?

El color sonrosado de las mejillas de Martin desaparecía de su cara a la misma velocidad que el agua del baño se llenaba de sangre quedándosele un tono cadavérico.- ¡Estoy fuerte, no gordo!- Repitió hacia el inodoro el mantra que tantas veces había escuchado de la boca de su madre.

Después de que esas atropelladas palabras salieran de su boca, Martin salió del cuarto de baño corriendo, cual alma que lleva el diablo en dirección a la cocina, donde con seguridad su madre se encontrara aún fregando los platos de la cena.

Mientras llenaba la botella de agua bendecida, Chester meditaba donde podría conseguir algo de plata. Tras mucho pensarlo decidió que aquello era imposible en el monasterio, puesto que los sacerdotes eran muy, muy austeros. No tenían ningún objeto de demasiado valor, ya que al contrario que los católicos no gustaban de lucir piezas ostentosas en la iglesia para adorar a Dios. Al contrario, las tallas eran casi todas de madera, e incluso habría alguna horrible figura de plástico barato, señal de los nuevos tiempos en los que vivían. No. Los sacerdotes no valoraban el lujo, pero si las herramientas y el trabajo... Quizás no tenían plata pero si poseían herramientas de todo tipo. Desde hornillos con una llama muy potente y un platillo arriba hasta soldadores y sierras mecánicas, los sacerdotes disponían de un autentíco set de bricolaje.

Finalmente, Lissey decidió tirar la toalla al cesto de la ropa sucia, bien al fondo, mientras se buscaba algún resto de sangre en el cuerpo. Aunque se había secado todo lo bien que había podido, aun quedaban restos de sangre debajo de sus uñas y en el pelo, que en vez del rubio natural tenía un tono pardusco. Instintivamente, se giró a la bañera y entonces vio algo que la dejó helada e incapaz de moverse o chillar. La sangre se había deslizado toda por el desagüe si, pero habían quedado pequeños restos que conformaban un mensaje.

Dejadme en paz.

Era más fácil pretender pasar la noche en vela que conseguirlo. Aquello era una verdad que las películas no solían mostrar. Poco a poco Jack se quedó dormido pensando en como conseguir algo de plata que no fuese ni la cubertería de navidad ni los pendientes de su madre. Aunque eran unos que no solía ponerse, si le pillaba estaba listo. Tampoco le apetecía utilizar las monedas de plata que le había regalado el Tito Barci. Pensando en esto y otras cosas se durmió enseguida... La noche pasó entre terribles pesadillas donde una momia sangrienta le perseguía. Fue una mala noche, pero al menos había despertado y aquel terrible monstruo no estaba en la habitación. Cuando restregándose los ojos entró en el baño, vio que estaba humeante y lleno de vaho, pues alguien acababa de ducharse. La mandíbula se le desencajo cuando vio que en el espejo, el vaho tomaba forma. Una forma que había visto antes: la de una tortuga.

Cuando Danny subió las escaleras y se metió en el cuarto de su abuela, comprobó que esta estaba dormida, con una respiración regular y tranquila. La anciana dormía boca arriba, con la dentadura reposando en un vaso a su diestra y un pequeño rosario cogido entre las manos. El aire olía a naftalina, como era habitual en las habitaciones de los ancianos y la habitación estaba tan silenciosa que la respiración de su abuela, aunque calmada, destacaba claramente. El ambiente era tal que, como hubiese dicho Jack, podía oírse el pedo de una mosca.

Martin volvió a la cocina donde, evidentemente su madre estaba fregando...con un agua rojiza, aunque la mujer parecía no darse cuenta de ello. El deantal blanco impoluto de la perfecta ama de casa estaba salpicado de sangre. La imagen era, cuanto menos macabra...Y sin embargo, Martin sabía que no debía reaccionar, que debía fingir que no estaba allí que debía hacer como si todo fuese normal.

Lo que Danny pretendía se podía considerar a todas luces como algo totalmente irregular. No es que el chico no tuviese la costumbre de darle un beso a su abuela cuando se iba a dormir -aunque la mayoría de las veces ésta ni se enteraba- si no que esta vez se iba a cerciorar de que se despertase, le costase lo que le costase. Y eso implicaba quedarse en la habitación más rato del habitual.

Así que entró sigilosamente y ajustó un poco la puerta, con los nervios de quien hace algo que no debe, temeroso de que le pillen. Se acercó a la mesilla y encendió la luz de la lamparita de noche.

- Yaya, yaya... -la zarandeó un poco.-  Soy Danny... tengo que preguntarte una cosa... ¿yaya?
 

Me quedé helada en el sitio, sin saber qué hacer. Esas palabras...Eran suyas, del monstruo, estaba segura. ¿Era una súplica o una amenaza? No lo sabía, y de hecho, mi mente ni siquiera se lo planteaba. Simplemente me quedé petrificada mirando esas letras que, obviamente, era imposible que se hubiesen formado. Igual de imposible que la ducha de sangre y las otras mil cosas que habían ocurrido, pero todo era real. Ya no pensaba en Phil ni las toallas, sólo en el mensaje.

Dejadme en paz.

Miré el espejo mientras bostezaba y me estiraba y pensé:

Las tortugas no sólo apestan, sino que dan asco, nunca tendré una como mascota...

Decidí que lo mejor para hoy era un lavado en seco y ya haría pis donde fuese, pero no en un urinario.

Su madre no podía ver la sangre en sus manos ni en el agua al igual que los otros adultos no habían podido ver la sangre que empapaba por completo las ropas de Lissey el otro día. Aquello era algo que el maldito payaso les tenía reservado solo para ellos y para nadie más.

Sabía que tenía que ignorarlo, que hacer como si nada estuviese pasando y con alguna escusa conseguir que su madre dejase de lavar los platos, se quitase el delantal y le abrazara. Pero su torturada psique parecía no querer responder, aquella macabra imagen le había quitado toda la fuerza, drenado su energía.

En lugar de reaccionar a lo que veía, se quedó completamente inmóvil, con la boca abierta pero sin pronunciar palabra, con el dedo señalando el delantal manchado de sangre pero sin poder mover ni un solo músculo y sin poder apartar los ojos de la sangre en la que se había convertido el agua con la que su madre lavaba.

No era plata... Pero podía ayudar en sus propósitos. Con todo aquello, seguro que podían intentar convertir los objetos de plata en otras cosas, cosas que fueran más aptas para sus propósitos. Sólo tenía que decírselo a sus amigos cuando les viera. Quizás, incluso, podrían fabricar tirachinas o algo así. 

Danny se acercó a su abuela, que dormía profundamente. Si no fuese por el leve movimiento del pecho al respirar, hubiese parecido que estaba muerta. Pero no lo estaba. El niño tocó levemente el brazo de la yaya cuando esta se giró abriendo los ojos...de un intenso color carmesí. 
Dime Danny...¿quieres saber como matarme?¿Quieres preguntar eso a tu abuela? Es muy fácil....clavame un cuchillo ahora que la poseo. Así me matarás. Hay un abrecartas en la mesita...

Los burlones ojos demoniacos retaban a Danny, sin moverse del sitio, invitándolo a que clavase un cuchillo a su querida yaya.