Partida Rol por web

Dannyterminó por aflojar la presión sobre el abrecartas y éste cayó al suelo, repiqueteando contra las baldosas en el silencio de la habitación. Al mismo tiempo, las lágrimas acabaron de inundar sus ojos, producto del terror y de la rabia y comenzó a sentir la premura por salir de la habitación.

Estaba decidido a preguntarle a su abuela por el modo de matar al monstruo y sobre cómo lo habían averiguado ellos en sus tiempos, pero parecía claro que aquel no era el mejor momento. No sabía qué hacer. ¿Cómo podía desposeer a su abuela, cómo exorcizar a 'eso' que la poseía?

Sólo podía rezar y que, al levantarse por la mañana, ella fuese la abuela que conocía, y a quien, por otra parte, con cada día que pasaba, se daba cuenta que había conocido menos de lo que creía.

- Te..., te mataremos, ¡monstruo! -dijo mientras se retiraba de la cama, con las piernas temblando de miedo.

Si conseguía salir de la habitación, llamaría a gritos a sus padres, con la excusa de que le había parecido oir lamentos en la habitación de su yaya.

Martin se levantó completamente decidido a no volverse a duchar, por lo menos hasta que hubiesen acabado con ese payaso asqueroso. Por suerte sus padres estaban zombificados desde anoche y ni tan siquiera tuvo que emplear sus dotes de persuasión para conseguirlo.

Además se iban a marchar todo el día lo que le dejaba margen de maniobra para buscar lo que necesitaba. En sus paranoias nocturnas lo había visto claro, él nunca había sido bueno con el tirachinas, ni lanzando cuchillos ni nada por el estilo pero dando mamporros no había nadie en su clase que se le igualara. Decidió que si había que luchar contra ese monstruo de las alcantarillas, si volvía a estar frente a él le daría tal sopapo que le sacaría los podridos dientes.

Esperó prudentemente a que sus padres se hubieran marchado para ir a su cuarto y ponerse a rebuscar en el joyero de su madre, necesitaba anillos de plata, cuanto más grandes y duros mejor luego bajaría al trastero y con algo de cinta americana se fabricaría el mejor puño americano que pudiera.

Chester miró con enfado a Jack cuando empezó a reírse, tranquilizándose un poco.

-¡Eres idiota! ¡Pensé que Éso te habría cogido, o que no serías tú! Tienes suerte de que no llevara plata, o te habría golpeado con ella...

Las noticias sobre los padres de Jack le dejan más nervioso todavía.

-Los curas estaban igual... No parecía importarles nada. He... He traído bastante agua bendita, además de un fundidor eléctrico... En él, podremos fundir la plata y convertirla... Que se yo, en bolas para el tirachinas, o lo que haga falta. 

-Muy bien Chesty -dije asintiendo con la cabeza- espero que el cable del fundidor sea lo suficientemente largo  o que vaya con leña. Ahora vayamos la punto de reunión.

-¿Qué traes tú?-preguntó Chester, mientras ambos avanzaban. Jack no había dicho nada, y no le extrañaría que al final le hubiera echado morro y no hubiera traído nada. 

Martin rebuscó y rebuscó en el joyero de su madre, buscando cualquier cosa de plata. No encontró muchos anillos de ese material, ya que Anne Griffiths prefería el oro a la plata, pero consiguió encontrar uno bastante gordo con una piedra brillante encima, además de un brazalete con forma de enredadera o algo similar. El brazalete no le serviría para atacar, pero quizás si para protegerse. Cuando ya se iba, algo disgustado, vio una foto de su padre donde lucía un gran anilo grisaceo. ¡Era una foto de la graduación! Así que seguro que en estaría en el escritorio de su padre. Ni corto ni perezoso, asaltó el despacho y tras diez minutos de minuciosa búsqueda interrumpidos por levantamientos de cabeza para comprobar que nadie se acercaba, lo encontró.

No fue fácil para Danny convencer a sus padres para que subiesen al cuarto de la yaya, aunque finalmente lo hicieron. Más, como era de suponer teniendo en cuenta la inteligencia del mosntruo y el estado de sus padres, no pareció ocurrir nada raro...salvo que cuando salieron del cuarto sus padres tenían la mirada aún más pérdida que antes. Incluso se veía un brillo dorado en los castaños ojos de su padre.

"No pasa nada, Danny" le habían dicho al salir de la habitación, explicándole que solo habría oído alguna pesadilla de su abuela. Danny no pudo dormir mucho esa noche, pero durante el desayuno no dio muestras de ello. La yaya estaba sentada enfrente suyo y parecía casi normal...a excepción de los destellos rojizos que de cuando en cuando se veían en sus ojos y el afilado de sus dientes al sonreír...
Desde luego, aquella noche le costaría coger el sueño.
 

***

Al día siguiente, Danny trató de ver de nuevo a su abuela, pero nuevamente parecía estar sumida en uno de sus aturdimientos. Danny pensó que antes de aquel verano, sus aturdimientos habían sido vagos y confusos..ahora parecía percibir cierto sufrimiento en la mirada de la anciana. Nada podía hacer en la casa de modo que, el niño se dirigió al único sitio en el que realmente se sentía a salvo: el refugio

Poquito a poco, como el héroe que se atrevía a pasar delante del dragón dormido para liberar a la princesa, Lissey se acercó a la estantería donde estaba la bandeja de plata. La niña tuvo que quitar un par de figurillas de cerámica para poder cogerla. Sin embargo, calculo mal y una cayó al suelo. Con una rapidez y una agilidad fortuitas, Lissey la agarró antes de que esto ocurriese y la volvió a dejar en su sitio con un suspiro. Ahora solo tenía que ir a la casa árbol. Confiada de dio la vuelta, pero cuando pasó junto al sofá, algo la agarró del tobillo. Aterrorizada se giró y vio que era su padre; borracho, con el iris ennrojecido y centelleante.

Le miré de reojo y le dije:

-Pues yo tengo un mechero que nos será muy útil para encender tu hornillo, y poco mas, bueno, también un par de pendientes pero me parece estúpido fundirlos así que me parece que no los voy a dar para que no me riñan. -aclaré- Sigo siendo partidario del candelabro que nos daría munición suficiente para una guerra contra hombres lobo.

-Debemos usar todo lo que tengamos... Habría que fundir también éso. 

Sí,tenía la plata y eso era lo más importante. Cómo conseguir usarla contra el monstruo ya se vería.Danny era el más listo del grupo, seguro que se le ocurría algo. 

Tras relajar mi corazón ( que latía a mil por hora por el casi accidente de la figurita) me di la vuelta convencida de que hoy iba a ser un buen día y sin problemas... Pero me equivocaba, por mucho. Al notar algo agarrándome el tobillo, un grito ahogado se quedó a medio salir, demasiado asustada para llegar a procesarlo del todo. Cuando me  giré y vi que la "garra" pertenecía a Phil, no supe si asustarme más o menos. Sin embargo, al ver sus ojos...Supe que tenía que asustarme más. 

No era Phil. El iris no era rojo en ningun ser humano (bueno, en las fotos a veces,pero eso era cosa de las cámaras y los flashes, me lo había dicho Ryan) pero... No había dicho Danny, o Martin, que los ojos del monstruo eran rojos?

- No...No me...das...miedo... - susurré, claramente mintiendo, pues estaba aterrorizada.

Tiré un poco de mi pierna, intentando librarme, aunque algo me decía que sería inútil.

Freno de golpe, entrecierro los ojos y le pregunto:

-¿Se lo explicarás tu a mi madre?

-No, se lo explicarás tú, que eres el que ha robado los pendientes-dijo con total convicción en sus palabras. 

-Rancio -dije oscamente.

-Caradura-respondió Chester. Aunque, pronto, volvió a abrir la boca.

-¿No tardan mucho los otros?

-Pues no lo se, supongo que estarán robando como yo, porque claro, tu luego devolverás el hornillo ¿no? ya que no traes plata -le contesto- aunque ya sabes que algunos son un poco lentos.

Su padre...o aquella cosa que no era su padre, no respondió. Simplemente sonrió y aflojó el tobillo lo suficiente para que la niña pudiera escapar mientras se convulsionaba, y se arqueaba en el suelo, como un gato vomitando...

Martin cogió el anillo de su padre y lo metió en una pequeña mochila y lo metió junto el resto de cosas que había encontrado en un bolsillo de su chaqueta. El chico se encaminó entonces todo lo rápido que pudo hacia el refugio: no le convenía que sus padres recobrasen el interés por él justo cuando escapaba con el botín. Varios minutos después, llegaba al refugio. Allí estaban Chester y Jack...y algo decía a Martin que el enano estaba sacando de sus casillas al serio muchacho.

-¿Ocurre algo? preguntó frenando la bicicleta a pocos metros de la pareja. Con cuidado, el gordinflón la ocultó entre unos arbustos procurando que no se rayase la pintura metalizada.

-Pues claro que lo devolveré-protestó el chico, justo cuando Martin llegaba.

-Hola Martin. No, no pasa nada, no te preocupes.