Partida Rol por web

En realidad, estarse quieto no era una posibilidad, pero el poco rato que tuvo que esperar hasta que su hermano y la mirada que este le dio a la botella le sirvió para dejarla a un lado y respirar profundo. Apenas un momento aunque fuera, porque ahora mismo el corazón le latía a toda velocidad.

Intentó acercarse, Valder. Fue un imbécil, pero quizás... quizás lo entendí todo mal. Tengo que hablar con él. - resumió a muy grandes rasgos, mirando a lady Thaena un segundo como si considerara hacerle un resumen más largo a ella. Enseguida, sus ojos volvieron a Valder, confiando en que él lo haría - Tengo que hablar con él. - repitió, emprendiendo camino tan presto como le permitían sus heridas de regreso a la carpa, donde esperaba que estuviera.

Valder miró a su hermano como si se plantease retenerlo, pero fue apenas un instante, pues la determinación del primogénito de los Haffer era mayor que las dudas del benjamín. Así, cogió la mano de Lisette y lo siguió, llevándola con él¹. 

No tardaron en llegar a la zona más festiva, donde se había montado la carpa. Por allí se cruzaron con algunas personas que hablaban en voz alta sobre un altercado que acababa de tener lugar. 

—¿Se la han llevado? 

—Sí, se volvió loco y le ordenó a los guardias que la encerrasen.

—Pero él atacó al sirviente, ¿no?

—Eso he oído. Se fue como un loco a por la chica y a por el sirviente.
Le pegó con una botella, el criado tiene una brecha en la cabeza.

—¿Pero qué pasó?

—Fue por la canción.

Cuando se acercaron a la carpa se dieron cuenta de que había varios guardias congregados en una zona, aunque parecía que ya habían dispersado a la gente. Allí estaba Ser Guileon y frente a él una niña que rondaría los doce años y vestida con ropa noble con los colores de los Mallilster lo miraba desafiante mientras silbaba algo. Él no parecía haber advertido la presencia de lord Urthen y lady Thaena por el momento.

Mientras atravesaban el lugar y escuchaban los rumores, Urthen se obligó a aclarar un poco la cabeza, a pensar todo lo en frío que podía, que dadas las circunstancias tampoco era demasiado. Sin embargo, si tenía claro algo, que por ahora nadie sabía de su amistad con lady Thaena y que esa podía ser una de las pocas ventajas que tenía a su favor.

Déjenme ir a hablar a solas con él, por favor. Tengo a los guardias, y juro que los buscaré si es necesario, pero prefiero que se mantengan del más bajo perfil posible por ahora. Por lady Thaena y por la boda. - les pidió, mirándolos de reojo mientras caminaba, para luego detenerse en Lisette - Valder te pondrá al día y responderé a todas las preguntas que tengas, pero tal como tú necesitas de mi discreción, yo necesito de la tuya con todo lo que te diga. Incluso frente a los Hawick, lady Bessa entre ellos - en esto fue particularmente enfático - Los veré a ambos tan pronto las condiciones lo permitan. Hay mucho de que hablar. - sus ojos fueron entonces a Valder, por un breve segundo, antes de acercarse a la carpa donde se encontraba Ser Guileon en aquella inusual situación

Mientras se enteraba de lo ocurrido, lord Urthen caminaba en dirección a la carpa, donde frunció ligeramente el ceño al escuchar a una niña silbar una canción conocida. Sin embargo, en vez de regañarla, se dirigió al caballero directamente, poniéndose a un lado pero equidistante de ambos.

Ser Guileon - llamó su atención, con un tono firme pero cordial - Mi lady - ejecutó una respetuosa inclinación de cabeza hacia la niña - Confío no interrumpir nada - declaró, mirándolos a ambos alternadamente, aunque sin dar tiempo alguno de respuesta antes de continuar en dirección al caballero - Esperaba que pudíesemos hablar un momento. - le pidió, mirándolo a los ojos, esperando que le siguiera.

La doncella se dejó llevar por el menor de los Haffer, percibiendo la tensión pero al mismo tiempo sin entender qué podía estar ocurriendo en ese momento. Mientras se acercaban a la capa parecía que había ocurrido algún tipo de altercado, y que Ser Guileon estaba involucrado en ello.

Las palabras de Urthen le llegaron con sorpresa, pero viendo la manera en que éste hacía su petición, se limitó a asentir, tomando fuertemente la mano de Valder, antes de tirar de él con la intención de alejarse de la carpa una vez más, esperando que el mayor de los Haffer supiera que era lo que estaba haciendo.

Sospechaba que su prometido estaría ansioso de acompañar a Urthen dentro también, por lo que si veía que intentaba soltarse de ella para ir con su hermano, no lo retendría, pero se alejaría de todos modos, comprendiendo que era necesario crear esa distancia, aunque la curiosidad del por qué le carcomía por dentro.

A medida que avanzaban hacia la carpa el ceño de Valder se fue frunciendo cada vez más. Y cuando vislumbraron a Ser Guileon frente a la niña murmuró una maldición de incredulidad en voz baja. Las palabras de Urthen le hicieron pestañear mirando a su hermano, y antes de que se marchase le agarró por la manga del jubón. 

—No tengo claro qué estás haciendo, Urthen. Vamos a estar muy cerca. Si veo que algo se complica, intervendré —le advirtió en voz baja. 

Luego dejó que la mano de Lisette lo arrastrase de allí, aunque no tan lejos como para no poder ver desde lejos lo que pasara.

Aún tomada de la mano de Valder, dándose cuenta de pronto de que volvían a estar ante ojos ajenos y que el gesto podría ser visto por los presentes, adivinando las intenciones, Lisette deslizó su mano fuera de la de su prometido, y se tomó de su brazo en un gesto menos íntimo. Esperó a que hubieran tomado distancia, miró alrededor con rapidez, antes de susurrar en su dirección.

-¿Qué ha sido todo esto, Valder? ¿Qué es lo que está ocurriendo?- Pidió una vez más.

Ahora fue el turno de Mawney de escuchar y callar. Atento a ambas mujeres, y lo que mostraban tanto sus palabras como las sutiles señales en sus actitudes y rostros. 

Miró también hacia las copas de los árboles, intrigado por la insistencia de Lady Bessa en perder su mirada en ellas. No es que esperara encontrar nada ni nadie allí agazapado, pero, viendo como estaban yendo las declaraciones de odio y las conspiraciones en el evento, ya no sabía a qué atenerse.

Finalmente, cuando pareció que habían concluido su conversación tras que Ser Clarinthe invitara a lady Bessa a sus aposentos, con un carraspeo decidió cambiar de tema, y preguntar directamente a la novia.

-Lady Bessa, decidme, ¿la idea de que esposarais a lord Urthen fue de vuestra madre o de Lord Haffer? No es que tenga más importancia, es sólo por curiosidad. Ayer estuve hablando con Ser Lyonell, y no se me ocurrió. Y todavía no he tenido oportunidad de hablar con Lady Hawick, aunque creo que no me ve con demasiados buenos ojos, y no sé si podré llegar a hacerlo. Aún no sé por qué, os lo aseguro. Creo que ni Lady Gianna ni yo mismo la hemos ofendido en absoluto, pero al parecer está molesta por algo.

El silbido impertinente de la cría atrajo la atención de Guileon, quien le dirigió una mirada extraña, dubitativa, como si se debatiera entre tirarle de las orejas, revelar un falso antepasado Bolton y contarle lo que estos hacían con las niñas insolentes en el Norte, o simplemente dejarla estar; después de todo no era más que una niña. Al final se decidió por la alternativa más acorde a la edad de su rival, y, sacando la lengua, arrugó los ojos al tiempo que balanceaba levemente la cabeza sobre los lados, burlándose de la noble. En esas estaba cuando le interrumpió el mayor de los Urthen.

—Lord Urthen —saludó el joven caballero con cierta rigidez, recomponiendo su expresión— No esperaba volver a veros tan pronto —reconoció al tiempo que aceptaba la propuesta del muchacho.

Guileon acompañó al joven lord, y cuando se encontró a cierta distancia de donde el altercado se había producido, miró por encima del hombro a la niña, sacándole la lengua por última vez.

Las carcajadas de la caballera hicieron que la joven abriera los ojos, intrigada por lo que iba a decirle, y después de escucharla le pareció que más bien se estaba riendo de ella. Dio un suspiro, antes de tomar la palabra.

―Sé que no ―respondió, moviendo la cabeza negativamente―. Se pueden hablar de muchas cosas, solo hacía hincapié en las diferencias y en los puntos a los que ambos habéis dado más importancia al contármelo.

Luego miró hacia su hombro, buscando si había alguna diferencia con el otro.

―Ya veo que los sois, Ser Clarinthe ―dijo, confirmando sus palabras―. Una guerrera formidable, no dejáis ninguna duda de ello. Estoy deseando volver a veros en acción.

No pudo evitar dejar escapar una sonrisa irónica al mencionar aquella que poseía lord Urthen.

―Lo último que querría es estropearos este paseo, pero espero que comprendáis por qué deseo conocer aquello que os desagrada. ―Hizo una pausa, cavilante―. Puedo entenderos. Acepto vuestra invitación si eso hace que estéis más cómoda, Ser Clarinthe. Sois nuestra invitada —le dijo con amabilidad. 

Después de escuchar el carraspeó de lord Mawney, seguido de su propio nombre, la joven se volvió hacia él para prestarle la atención que demandaba. Tras su pregunta, sus ojos se movieron hacia arriba, recordando aquellos momentos pasados.

―No podría responderos con total certeza, pues lo desconozco. Solo puedo deciros que Lord Haffer y lord Urthen han venido varias veces a Fuerte Floresta, y mientras yo acompañaba a lord Urthen, mostrándole mi hogar, Lord Haffer y mi madre hablarían de todo esto y no me lo comunicaron hasta hace unos meses, cuando todo estuvo acordado. ―Tomó aire―. Por eso no puedo deciros de quien fue la iniciativa, pero es algo que llevó su tiempo, y personalmente creo que fue cosa de ambos.

Negó moviendo su rostro.

―Mi madre no me ha dicho nada de vos, tampoco le he preguntado, no sabría deciros si es que no le gustáis, o si simplemente tiene poco tiempo. Ayer mismo hablé con ella sobre cosas con las que no quiero aburriros, y ni siquiera nos dio tiempo a concluir nuestra charla, pues nuevos asuntos la requerían ―le explicó, sin apartar la mirada de él―. Puedo llevarle vuestro mensaje, si así lo deseáis, lord Mawney. Al final, no hago más que trasmitirle vuestros deseos —concluyó, dedicándole una sonrisa sincera al consejero.

-No tengo más mensaje que el de mis mejores deseos y mis disculpas si se ha sentido ofendida por algo que nos concierna, a mi o a Lady Gianna. Y veré de dárselo yo mismo si llego a hablar con ella, pero si se lo adelantáis me sentiré honrado. 

Hizo una nueva inclinación y volvió a su silencio y a su cabalgar tranquilo.  

El primogénito Haffer admiró la escena con cierta curiosidad en las maneras de Ser Guileon y un silencioso reproche que se vio manifestado tan solo por una ceja ligeramente alzada en el breve momento que había dirigido su mirada únicamente a él. Sin embargo, notando que había cesado dicha actitud tan pronto había llegado él, no vio necesidad de decir nada al respecto más que intervenir de forma respetuosa en la conversación.

—Ni yo venir a veros, si os soy sincero —reconoció con una sonrisa ligeramente avergonzada por el inconveniente que le causaba al hombre al ir y volver. Sin embargo, notando que accedía a su petición, no quiso perder más el tiempo con disculpas.

—Mi lady —se inclinó otra vez frente a la niña Mallister, a modo de despedida, antes de salir de la carpa junto al heredero Vance. Fingiendo que no había visto como el caballero le sacaba la lengua sobre el hombro a la niña, suspiró profundo y se limitó a caminar hacia los primeros árboles del bosque.

—Lamento mi arrebato de hace unos momentos —comenzó por decir, frunciendo ligeramente el ceño —Aunque en el momento lo creí razonable, no fui cortés en absoluto, sino injusto al no daros siquiera oportunidad de explicaros antes de tomar vuestras palabras y acciones como insultos. —respiró profundo, antes de continuar —Quisiera reparar eso, y que tuviésemos la oportunidad de hablar. Por vuestra disposición a seguirme, entiendo que vos deseáis lo mismo.

La heredera de los Tully sonrió al escuchar la respuesta de lady Bessa y, al responder, inclinó levemente la cabeza hacia ella.

—Tal vez, más que en la diferencia de lo que os dicen y os omiten, deberíais fijaros en la intención que pueda subyacer. La mía era la de advertiros, a vos y al consejero Vance, sobre la ligereza con la que habla lord Guileon. La de él tendréis que valorarla vos, lady Bessa. 

Inclinó la cabeza cuando la joven aceptó su invitación y luego guardó silencio, escuchando el intercambio entre ella y lord Mawney. 

No llegó a intervenir de nuevo, pues en ese momento escucharon la voz de la montaraz que los guiaba. Habían encontrado una presa. Los participantes en aquella cacería apretaron el paso de sus monturas hasta llegar a un claro en el que habían cercado un jabalí de buen tamaño. El animal se revolvía con ojillos rabiosos, buscando por dónde escabullirse, mientras que la montaraz dejaba que fueran los jóvenes nobles los que tratasen de cobrarse esa pieza. 

Guileon se encogió de hombros antes de replicar.

—Os dije que os sería sincero, y así fue. Pero no descubro nada al afirmar que la honestidad suele agitar los ánimos de quienes no están preparados para recibirla.

Continuó caminando a un lado del muchacho con actitud reflexiva, antes de añadir.

—Mi único defecto fue no esconderme detrás de un muro de estudiada cortesía. Sin embargo, no creo haberos insultado, lord Urthen. Simplemente expresé las desventajas que veía en vuestra unión con Lady Bessa, y las posibles alternativas.

Señaló hacia las torres del castillo, que se alzaban en el cielo por encima de la arboleda.

—Vos, Lady Bessa, yo, todos somos peones para nuestros padres, meras fichas de un juego de tablero que se mueven según el capricho de los grandes señores. Tal vez a causa de mi particular situación, donde apenas reconozco a mi madre natural y soy cautivo de una madre adoptiva, no me veo particularmente inclinado a dejar que me manipulen. No permitiré que sean ellos los que dictaminen la identidad de mis enemigos, de mis amigos... o los designios de mi corazón —detuvo sus pasos unos instantes, correspondiendo a la mirada del muchacho con la suya propia— Me pareció que tal vez vos serías de mi opinión, despues de haber hablado con vuestro hermano, pero como ya os dije anteriormente... la vuestra es una naturaleza distinta a la de lord Valder.

No lo dijo como un insulto, ni con desaprobación, simplemente como un hecho contrastado que no admitía discusión.

—No solo fuisteis sincero... - murmuró más para sí mismo que para el caballero, y no continuó la oración pues no tenía interés alguno en interrumpirlo. Su ceño se frunció con claro escepticismo al oírlo decir que su único defecto había sido su falta de cortesía, y por un momento no apartó la vista de él mientras caminaban.

—Me temo que tenéis razón, y yo no comparto vuestra opinión. Para mí, seguir los deseos de mi padre a la hora de contraer una alianza no tiene que ver con ser manipulado, sino con cumplir con un propósito mayor para el bienestar de mi casa. No podría concebir que ninguno de mis caprichos o deseos estuviera por sobre la prosperidad de mi Casa y de mis tierras. —explicó, con absoluta convicción —Supongamos que efectivamente os preocupabais desinteradamente de mis deseos. —continuó, mirándolo a los ojos —¿Por qué sugerir como posible alianza a Ser Clarinthe? Bien sabéis que de elegir con quien casarme no sería con ella, a pesar de sus numerosas virtudes,  y el intercambio de lady Bessa por ella no hace sentido, más aún si para ello tuviera que romper el compromiso el día antes del enlace. No solo deshonraría a lady Bessa con una ofensa de tal tamaño, un grave insulto que jamás querría infringirle, sino que le ganaría a mi Casa enemigos peligrosos. ¿Y por qué? ¿Por casarme con alguien que no amo, pero con más talento en las justas que la arquería? —entrecerró los ojos con escepticismo — Sois un hombre inteligente, Ser Guileon, y ambos sabemos que yo no encontraría ningún beneficio en vuestras alternativas. Sed realmente sincero conmigo y decidme lo que deseáis.

Atendió a lo dicho por la caballera, deteniéndose a reflexionar sobre las advertencias que les daba sobre Ser Guileon. No contestó, pues ya no hacían falta más respuestas. Después, devolvió el respetuoso gesto de lord Mawney de la misma forma que había hecho él.

Entonces le llegó la voz de la montaraz y la joven tomó su arco dorniense y una flecha de su carcaj, una de aquellas que le había entregado la participante en el torneo de arquería. Aunque nunca sería tan buena amazona como arquera, en ningún momento se le pasó por la cabeza bajar de su yegua para poder realizar un tiro más certero. Preparó su arma, dejando que sus ojos se fijaran en aquellos filamentos para así tener mayor certeza de la dirección del viento, pues ya conocía como solían recorrer esos bosques.

Bessa no vio necesario tirar, pues tenía la seguridad de que el resto disfrutaría más abatiendo a aquella presa. Era cierto que ahora tenía un blanco sencillo, incluso diría que demasiado, y si esperaba sería mucho más complejo pues muy posiblemente este no sería un tiro limpio. Aun así, esperó para ver si Ser Clarinthe o lord Mawney abatían al jabalí en primer lugar, pues no solo deseaba verlos en acción, sino que eran sus invitados y merecían tal honor.

El muchacho negó con la cabeza antes de responder.

—No me preocupo desinteresadamente por vuestros deseos. Si no tuviera un interés particular en el asunto, no os molestaría, pues gracias a Lady Morna y el minucioso aislamiento al que me ha sometido, no somos amigos —añadió aludiendo a la correspondencia filtrada.

—¿De verdad no sabéis lo que deseo? Lady Bessa es importante para mi. ¿Es realmente necesario que os lo aclare?  —preguntó con evidente fastidio.

—Y no sé que problemas tenéis con Ser Clarinthe. Me pareció que esta última tenía una actitud como despechada hacia vos, tal vez celosa de vuestra unión. De ahí surgió mi propuesta. Y puestos a casaros con una mujer que no os ama ni a la que vos amais, pues mejor Aguasdulces que Fuerte Floresta. Es una cuestión de aritmética, lord Urthen. Pero como os dije anteriormente, hay muchos peces en el mar, y Ser Clarinthe fue sencillamente la que destacó más cuando medité sobre el asunto.

Valder pestañeó al notar que Lisette soltaba su mano, hasta que al instante siguiente comprendió y asintió con la cabeza. Sus ojos no se apartaban de lord Urthen. El heredero de los Haffer se había reunido con Ser Guileon y, tras intercambiar algunas palabras, los dos se habían apartado del lugar, caminando hasta los primeros árboles del bosque. Valder se puso tenso y se preparó para seguirlos si se internaban, pero se mantuvieron en un lugar desde donde quedaban a la vista. 

—No creo ser yo quien deba revelarte los secretos de mi hermano aunque él lo permita —reconoció, frunciendo los labios en una mueca de disculpa al mirar a Lisette—. Puedes saberlo todo de mí, pero en cuanto a Urthen, prefiero que sea él quien te cuente lo que crea conveniente. —Suspiró entre dientes—. La maestre Hazzea nos hizo creer que lord Guileon quería matar a mi hermano, pero no dio argumentos ni razones y al pensar en la visita que os hizo... Tal vez hayamos juzgado mal a Ser Cantamañanas sin motivo. No estoy seguro de qué le estará diciendo Urthen, pero sospecho que pretende aclarar el asunto.