Partida Rol por web

Lisette escuchaba con atención cada palabra. Todo el panorama cambiaba con aquella nueva información, la relación que había visto entre Guileon y Bessa tomaba un nuevo rumbo... Y de pronto toda la alegría que había sentido hacía menos de media hora comenzó a desvanecerse de dentro de ella.

-¿Y qué pasa si no?- Murmuró, sintiendo que su mundo se hundía, y que sus ojos comenzaban a humedecerse. -¿Y si tu hermano decidiera que merece ser feliz? ¿Y si Guileon le convence?- Por los Siete, la pobre Bessa... La voz se le ahogó en la garganta a la doncella, antes de girarse con dolor en su pecho hacia el hombre que ahora amaba. -Valder, si Urthen escoge a Guileon...- De sus ojos brotaron lágrimas. -Oh, amor mío, si eso pasa... Te ruego, aún cuando mi corazón se romperá en mil pedazos, que te cases con Bessa.- Dijo, con la voz entrecortada.

A Valder se le formó una sonrisa creciente en el rostro cuando escuchó la posibilidad de que su hermano escogiese ser feliz. Parecía que aquella idea le gustaba, y mucho. Y por su mirada traviesa, también debía estar pensando en la posible reacción de su padre, encantado.

Sin embargo, toda esa alegría se borró de su rostro cuando vio a Lisette de aquella manera, empezando a llorar y suplicando algo como lo que pedía. Él frunció el ceño antes de rodearla con los brazos.

—Amor mío... —dijo—. Si Urthen no se casa con Bessa, no te preocupes, sus padres encontrarán a otro que lo haga. Seguro que a ella no le faltan pretendientes. Yo sólo quiero estar contigo, mi amor. Sólo contigo. Y tú tienes que ser Lisette Haffer. —El chico hizo una pausa, apartándose lo justo para besar sus lágrimas, como ya había hecho el día anterior, y luego mirarla a los ojos—. Es conmovedor que te preocupes así por ella, pero de verdad, encontrará a alguien. Sus padres se encargarán, seguro que no tardan ni medio año en acordarlo todo. Y tú no la necesitas para venir conmigo a Puño del Río cuando estemos casados. Aunque si quieres, podemos ofrecerle que nos acompañe de visita.

Las lágrimas de la joven no pararon, pero se abrazó con demasiada fuerza a Valder. ¿Cómo explicarle? ¿Cómo decirle? No era su secreto para compartirlo, y bien sabían los Dioses que ella se había jurado no revelar nada a nadie, en proteger a Bessa a toda costa. Pero necesitaba que él entendiera por qué estaba destruyéndose a si misma y a él en ese instante, que no era una tontería, no era sólo el acto de una amiga.

-No lo comprendes... ¿Cómo podrías? No lo sabes... No puedes saberlo...- Parecía no poder controlar sus propias palabras. Miró alrededor, que nadie más pudiera verlos o escucharlos, y tiró de Valder para buscar cobertura entre los árboles. Estaba temblando, tenía la mirada en el suelo, sin atreverse a mirar al joven Haffer al rostro. -Bessa no tiene meses para que le consigan esposo.- Tragó fuerte, lo miró. -Lo que te digo ahora no puede saberlo nadie, ni siquiera Urthen ni menos aún Guileon.- Le tomó las manos y las llevó a su rostro, a sus mejillas. -Bessa está embarazada. Está embarazada de Guileon.- Apretó entonces sus manos, sin dejar de mirarlo a los ojos. -¿Lo entiendes ahora? Si Urthen no se casa con ella, caerá la desgracia sobre Bessa. La despreciarán. Es la única heredera de los Hawick, pero nadie querrá tomarla ahora. No puedo... No puedo permitir que eso pase.-

Guileon alzó los ojos al cielo, suspirando.

—No soy yo, sino los Siete quienes tienen un sentido del humor muy retorcido.

Por una vez el semblante del caballero no acusó una sonrisa al contemplar la reacción de lord Urthen.

—Y tu padre también. Lo que quiero decir es que lady Bessa no es hija de lord Esthal, sino el resultado de una tórrida aventura entre Lady Morna Hawick y Lord Lyonell Haffer, acaecida hace diecinueve años.

Estudió la expresión del muchacho detenidamente, con un gesto como de resignación, antes de agregar.

—Te digo la verdad, aunque no pueda revelarte cómo ha llegado hasta mi esa información —comenzó a retorcerse las manos, inquieto— Lo siento —añadió— Eres un buen hombre, y no pretendía revelártelo así sin más... de hecho, ni siquiera sabía que hacer al respecto. Algo así podría detener la boda en seco, sí, pero también podría tener implicaciones mucho más serias... hablamos de infidelidad, y casas enfrentadas. Te lo digo para que tengas presente lo que implica seguir adelante con esto, no para que se lo menciones a nadie más.

Sonrió tristemente. Guileon no sabía si el muchacho le creería, y, de hacerlo, cómo se lo tomaría.

—Y ya que están todas las cartas sobre la mesa, he de rectificar algo que te dije anteriormente para proteger a lady Bessa. En realidad ella sí me ama, pero está dispuesta a dar la espalda a su corazón con tal de obedecer los caprichos de su madre. Una madre a la que no le importa jugar a los Targaryen sin que su hija sospeche lo más mínimo —concluyó haciendo referencia a la polémica tradición ancestral de los dragones de unir a sus vástagos mediante matrimonio.

La joven novia se quedó mirando en dirección al lugar donde ahora yacía el jabalí hasta que escuchó la voz de Ser Clarinthe. Dibujó una pequeña sonrisa en su rostro ante la alegría de la caballera y asintió ante sus palabras de admiración.

―Un tiro que no habría sido posible sin la destreza de todos los que nos acompañan ―dijo, dirigiendo una mirada al resto de los partícipes―. Os felicito también por vuestra embestida, Ser Clarinthe. ―Se giró para mirar a lord Mawney―. Y a vos por la seguridad de vuestro tiro, no era sencillo, nuestra compañera estaba muy cerca.

Volvió a colgarse el arco del hombro para tomar así las riendas de su corcel, dándole unos suaves golpecitos con su talón para que volviera a iniciar la marcha.

―¿Deseáis atrapar alguna pieza más, o ya queréis volver a la carpa? ―preguntó a ambos nobles.

Guileon trago saliva antes de replicar.

—Ya te lo dije, Bessa se casará contigo para complacer a su madre y me ha pedido que guarde silencio sobre lo nuestro. Por eso debía protegerla, no quería ser la causa de un marido enfurecido que se vengara con ella. Pero ahora que te conozco mejor, entendí que podía hablar contigo sin tapujos y que tu no representarás un riesgo para ella. Podía admitir mi amor por ella, pero reconocer el amor de Bessa por mi es un asunto más delicado. Aunque no me da igual que los bardos canten, prefiero que lo hagan como hasta ahora, ensuciando mi honor y no el suyo.

Se acercó al joven Urthen, tomándolo del brazo antes de que volviera a escapar.

—Me he enterado recientemente de vuestro parentesco. Pero tengo planeado decírselo a Bessa. Y debería ser yo quien se lo diga —miró detenidamente a los ojos de lord Urthen antes de continuar— No pensaba contártelo a ti, ni me esperaba nada de lo que ha sucedido hoy... pero así se han dado las cosas. Perdona mi impulsividad —concluyó, soltándole el brazo.

—Sé que harás lo correcto  —añadió como forma de despedida, al notar que el joven comenzaba a sentirse incómodo en su presencia— No tengo idea como revertir esta situación, pero a lo mejor tu sí.

Mawney no ocultaba la excitación que le había producido todo el episodio, desde el momento de ver al animal, la lanzada de Ser Clarinthe, la embestida fallida, su flecha volando rauda hasta el ya malherido jabalí, su huída y ya el excepcional tiro de Lady Bessa, milagroso.

-¡Os felicito a ambas, Mis Señoras! ¡Prodigioso vuestro disparo, lady Bessa, y feroz vuestra golpe, lady Clarinthe!

El joven desmontó junto al claro donde estaban llevando la presa cobrada, para admirar la envergadura y el peso. Sacó del lomo su flecha mediante un tajo con su cuchillo, y se giró hacia la dama Hawick para responderle.

-Mis ansias se han visto cumplidas con esta estupenda pieza, así que por mi parte adelante con la vuelta a la carpa, y más con tal logro que explicar a mi escéptico Ser Guileon. No me atribuyo el mérito de la caza, desde luego, pero por lo menos mi flecha no ha dado en ninguna de mis encantadoras compañeras, sino en el blanco. ¡Jajaja!

El joven se fue preocupando más y más al ver la angustia con la que Lisette se lo llevaba entre los árboles. Allí esperó, con el ceño fruncido y los labios entreabiertos, dispuesto a preguntar en cualquier momento, pero conteniendo ese impulso para escuchar lo que quería contarle. 

Se llevó una mano a la boca cuando por fin comprendió. Luego se frotó la cara con ella, asimilando todas las implicaciones de esa noticia. 

—Por los Siete... —musitó, sin saber muy bien qué decir en un primer momento. Luego tiró de sus manos y la abrazó muy fuerte, manteniéndola contra él—. Pero... ¿y tú, Lisette? Quieres que me case con ella para salvarla de su mala decisión... ¿y qué pasa contigo? Seguro que aún embarazada encontraría un esposo. Quizás no a la altura de mi hermano, pero... algún señor menor o...

Se fue ahogando su voz. Él también sabía que las opciones de la joven se reducirían hasta prácticamente la nada si aquello se sabía. ¿Quién iba a querer ligar su apellido al de una mujer embarazada de un bastardo incluso antes de la boda? Valder respiró despacio y apretó más fuerte a Lisette, como si temiera que se la arrebatasen de entre sus brazos.

—Urthen cumplirá, estoy seguro. Me lo dijo—aseguró, antes de titubear—. Pero en el caso de que no... si de verdad quieres salvar a Bessa por encima de ti, yo tendría algunas condiciones que poner. Y la primera de ellas sería hablar con ella de esto sin resquicios. De ti, de mí, del acuerdo al que llegaríamos. No sería un matrimonio, mi amor. Sería un acuerdo y tú formarías parte de él. No lo haría por ella. Lo haría por ti.

Resopló con amargura y besó su cabeza. Los ojos del chico también se estaban humedeciendo ante la perspectiva. 

—Supongo que esto como mínimo aplaza nuestros planes de esta tarde, ¿no? —lo preguntaba, pero parecía conocer de sobra la respuesta.

Ser Clarinthe rió, con entusiasmo gemelo, o tal vez contagiado, al de lord Mawney. Movió el hombro dolorido, tanteando su alcance y luego desvió la mirada hacia Fuerte Floresta en la lejanía. Asintió con la cabeza al volver a mirar a sus acompañantes. 

—Sí, regresemos. Me temo que lady Bessa tenía razón y debería descansar un tanto. Dejemos alguna pieza para los demás —rió de nuevo al decir aquello y espoleó su caballo para encaminarse de regreso a la carpa.

Algunas de las partidas de cazadores ya regresaban al lugar donde estaba levantada la carpa. Algunos traían las piezas que se habían cobrado, otros volvían con las manos vacías, pero con ganas de recuperar fuerzas con algún refrigerio. Entre ellos regresaba el grupo en el que iban lady Bessa, lord Mawney y Ser Clarinthe. La montaraz que los acompañaba cargaba en su caballo con un jabalí de muy buen tamaño, del que hizo entrega a los sirvientes. Había también un grupo que había cazado un venado y otros habían capturado algunos conejos. 

La heredera de los Tully se despidió de sus acompañantes y se bajó del caballo de un salto. Entregó las riendas a un sirviente vestido con los colores de su Casa y se puso a charlar con algunos de los jóvenes nobles presentes. Cualquiera que escuchase su voz la oiría ensalzar la habilidad de los dos arqueros, insistiendo especialmente en la de lady Bessa. 

Por el lugar había cierto revuelo, los recién llegados no tardaron en enterarse de que, al parecer, Ser Guileon había agredido a un sirviente y ordenado la detención de una barda. Las voces que habían estado presentes contaban distintas versiones del altercado, pero una guardia Hawick informó personalmente a lady Bessa, como anfitriona del evento.

Había gente paseando entre los árboles. Entre ellos estaban lord Urthen y Ser Guileon por un lado y lady Thaena y lord Valder por otro. 

Lisette mantuvo su rostro enterrado en el pecho de él, escuchándolo, notando en su voz cómo Valder iba entendiendo por fin lo que ella había comprendido en unos segundos. Incluso entre el dolor, saber que él estaba con ella le reconfortaba, aún cuando comenzó a preguntarse cuantos de esos abrazos estaban ya contados, cuantos de sus besos serían ahora para Bessa. Una sonrisa triste se dibujó en sus labios al escuchar sus condiciones, sin saber si estas serían posibles. Aún si se iba con ellos, la verdad, la triste verdad, es que aquella "red de seguridad" dejaría de existir...

Un nuevo sollozo escapó de su boca mientras asentía, ya no habría que buscar a un septón para esa tarde, ya su nombre no sería Haffer. Al menos, no de momento. Hasta saber... Levantó la mirada, y le dio un beso húmedo de lágrimas, desesperado. Tomó aire de nuevo al separarse. -Primero hablemos con Urthen, para saber qué decidirá. Pero sé que él te ama y quiere tu felicidad con todo su corazón.- Sería ser egoísta, sin embargo. -Y tú lo amas a él. Si Urthen sigue con esto, estará sacrificando su felicidad. No sé si sería algo con lo que tú podrías vivir.- Dijo, recorriendo sus mejillas con los dedos, como si quisiera grabar el tacto de sus rostro en sus manos. -Si Urthen sigue adelante con lo que sea que tenga con Guileon, hablaremos con Bessa. No puedes decir nada sobre el estado de Bessa, que no sea eso lo que influya en su decisión. Oh Valder...-

Si realmente crees que puedes hablar conmigo sin tapujos, dime, ¿que exactamente fue lo que te causó tanta risa de mí para que acabaras rodando por el suelo? O mejor aún, respóndeme, ¿es por esto que quieres matarme? ¿Por tu amor a Bessa? - resopló, negando con la cabeza. Por su atención se notaba que esperaba una respuesta, pero viendo que ya empezaban a llegar el resto, se decidió a continuar.

Que lady Bessa se case conmigo es lo mejor que podría pasarte a ti y a ella, si realmente se aman. Esto es lo mejor para su Casa y para la mía, y si llegase yo a romper el compromiso, acabarían casándola con alguien más de todas maneras - respiró profundo - Muy probablemente con alguien al que sí le importe que la visites cuando escuche las tonadas sobre ustedes dos. - lo miró a los ojos, pausándose un momento - No deberías intentar revertir nada, no a menos que puedas asegurar que de no casarla conmigo, lo harían contigo. Si no es así, arriesgas a perder mucho más de lo que podrías ganar, y aún sin ser un jugador puedo decirte que esa es mala apuesta.

Mirando en dirección a los caballos un momento, volvió a mirar a Guileon.

Toma esto por sus bondades. Sabes que yo jamás estaré celoso, y que si ella misma me dice cuanto se aman, luego de que me dé un heredero lo único que les pediré a ambos será discreción. Ya suficiente me basta a mí con no poder estar con quien amo o vivir la vida que quiero como para prohibírselo a alguien más si tengo en mis manos la opción contraria.

Al enterarse de los rumores acerca del altercado, Mawney buscará a Guileon para hablar xon él 

Guileon estaba comenzando a mostrar signos de exasperación. Había notado como la comitiva regresaba de la caza y pronto aquel estúpido altercado volvería todos los ojos hacia él.

—No seas necio. Nuestros destinos están unidos. Si tu mueres, ¿a quién crees que culparán? Los bardos ya se han encargado de esa primera parte. Creo que hay un tercero operando bajo las sombras, el mismo que ha ordenado al bardo cantar.

Las palabras siguientes del muchacho consiguieron aplacarlo un tanto. El rostro de Guileon se suavizó antes de ofrecer una tímida respuesta.

—Apenas me conoces, Urthen. Se te pasará. Te lo aseguro —afirmó con un suspiro— Te puedo ofrecer mi amistad, pero no puedo ir más allá. En el bosque me reí porque no me esperaba tu reacción. Creí que habías reaccionado motivado por un deseo fugaz, pero jamás imaginé que me querías... de otra manera —concluyó, algo turbado.

Las primeras palabras del hombre lo mantuvieron serio, meditativo. Aún quedaba una pregunta que no había contestado, pero no necesitaba oír la respuesta. Podía imaginarla. Además, no creía que nada de lo que pudiera decirle Ser Guileon fuera a ser más doloroso de lo que él mismo le había atribuido a sus carcajadas, pero sin duda sería muchísimo más difícil de oír en voz de él.

O al menos eso pensó hasta que la explicación finalmente llegó. Su rostro mostró cierto escepticismo frente a la razón, que a él no le parecía fuente de tanta risa, pero optó por no adentrarse en el tema.

Con un suspiro final, negó con la cabeza - Sé que se me pasará, Guileon. Ahora me parece imposible, pero sé que el amor rara vez es eterno. - apretó los labios, tragando saliva - No te estoy pidiendo ir más allá. Solo has sido tú quien lo ha propuesto, hace un rato, aunque ahora me pregunto hasta que punto no era eso otra forma de burlarte de mi si no estás en absoluto interesado de todas formas. Solo seremos amigos, e incluso sobre eso tengo mis dudas. - respiró profundo, bajando la mirada, para luego volver a subirla a los ojos del caballero - No hablaba de ti. No importa si eres tú o cualquier otro. Ser el primogénito de una Casa y gustar de alguien que no puede darte herederos es incompatible. Sin importar a quien ame, nunca podré estar con él, y nunca podré tener la vida que ansío como Lord con una familia que realmente desee. - afectado por poner en palabras un tema del que nunca había hablado con nadie, apartó la mirada, sintiendo el corazón encogerse dentro de su pecho.

Tengo el camino que he elegido - dijo volviendo a posar sus ojos en él con determinación - Pude amar y ser amado sin condiciones, y renunciar a mi apellido, o ser algún día un buen Lord para la Casa Haffer y casarme con una buena mujer para quien ser un buen esposo, aunque no haya más que cariño de por medio. No me arrepiento, y tomaré esa decisión las veces que haga falta. - aseguró - Si puedo ayudarlos a que su destino sea un poco mejor, los ayudaré, porque no tengo interés en ver a lady Bessa ser miserable pudiendo hacer algo para remediarlo. A ti tampoco te guardo resentimiento, o malos deseos. Sin embargo, hay algo que sí espero tengas en cuenta: Mientras sigas siendo un Vance, seguirás siendo el heredero, y más pronto que tarde te casarán con alguien más. Si realmente la amas, y crees que de todas formas le romperás el corazón aún en más pedazos más adelante, lo honorable no sería continuar dándole esperanzas de que todo estará bien.

Tras escuchar aquellos rumores, el consejero de los Vance se dirigió al lugar donde lord Urthen y Ser Guileon hablaban.

Al notar que Mawney se aproximaba hacia ellos, Guileon dio un paso atrás, apoyando una mano en el tronco de un árbol cercano. Mirando de reojo a lord Urthen, recibió a su viejo amigo con una sonrisa algo cansada.

—¡Mawney! ¿Tan rápido de regreso? No me digas que le has dado en el ojo a una de las doncellas...

Bessa se mostró visiblemente decepcionada al enterarse de que se había producido una agresión. Miró hacia el bosque, en dirección al lugar por donde había visto partir a lord Urthen y Ser Guileon, y tras un rato mirando la espesura. Decidió no añadir nada más a lo que ya había dicho, pues tampoco sabía por qué se había producido dicha agresión.

Al ver que el consejero de los Vance partía a informarse de aquel suceso, vio a ambos nobles paseando entre los árboles. Posiblemente, cuando tuvieran más intimidad le comentara parte de lo que se había dicho en el bosque, pues aunque fuera el consejero de Lady Gianna, también sabía que aconsejaría a su amigo. Bessa estuvo tentada de ir hasta ahí, pero finalmente sacudió la cabeza en una negativa y caminó hacia el interior de la carpa. Quería beber algo, y en aquel instante la idea de tomarse un vaso de agua fresca le pareció tremendamente apetecible.

Lo que habían hablado en el bosque le había sentado mal, pues creía poder confiar en Ser Guileon, y sin embargo parecía que iba por ahí conspirando y creyendo que aquello podía hacer algún bien a su relación. Para Bessa, que ya se había hecho una idea de su destino, no quedaba ningún futuro posible para ellos dos y ahora empezaba a creer que quizás tampoco lo habría para la amistad que había creído poder mantener.

Después de haber bebido agua, se dirigió al rincón de la carpa donde se encontraban sus pertenencias y empezó a destensar su arco dorniense para guardarlo junto a los demás, a la espera de un nuevo paseo a caballo en el que su elección fuera la mejor.

La joven estaba triste e intentaba con todas sus fuerzas contener sus lágrimas, pues no deseaba que nadie la viera, y menos en aquel lugar en el que había tanta gente a su alrededor y que no tenía dudas en que muchos le dedicarían una mirada cuando pasaran. Por eso decidió subirse la capucha y quedarse de espaldas a la entrada, jugando con las plumas de ganso que estabilizaban las flechas de su carcaj. Recordaba momentos en los que no tenía nada de que preocuparse, y en los que también jugaba acariciando aquellas plumas mientras su padre tiraba y le contaba la ilusión que le haría que ella algún día tuviera la misma destreza. Al menos no lo había decepcionado en eso, por eso aquel pensamiento mucho más alegre consiguió que sonriera dotando su rostro de una breve discordancia.

«Estúpidos», pensó mientras rememoraba la imagen Ser Guileon y lord Urthen en el linde del bosque. Tampoco creyó en que ella fuera muy distinta, pues había confiado en él, y si todo aquello era realmente cierto, se había equivocado enormemente.