Partida Rol por web

Valder estaba tenso, y la doncella no pudo evitar sentir nerviosismo también, contagiada por aquella situación. Asintió a las palabras que éste le decía, respetando su decisión, pues del mismo modo que él guardaba secretos para su hermano, lo mismo hacía Lisette para Bessa, aún cuando ahora se comenzaba a sentir culpable del engaño al que someterían al pobre Urthen...

-No tienes que decir más, amor. Lo comprendo.- Dijo ella, manteniendo la vista también en el otro par. -Ser Guileon es un buen muchacho, quizás más apasionado y transparente de lo que debería ser. Intenta mostrar una sonrisa en todo momento y no le gusta que le vean vulnerable. Temo haberlo juzgado mal también en el pasado...- Miró luego a Valder, intentando distraerlo un poco con una sonrisa. -Ayer estuvimos hablando un rato, él y yo. Y ¿qué crees? También me ha nombrado Ser.- Soltó una risita, negando con la cabeza y bajando la mirada con un suspiro. -Siente que lo han menospreciado, que le han dado un título que para él no tiene verdadero valor, supongo que por eso hizo la pantomima de juramentarnos, su forma de burlarse del premio que le dieron por vencer en el torneo.-

Dejará la iniciativa a Ser Clarinthe, aunque se preparará por si el animal es herido y arremete contra alguien. De todos modos, viendo que Bessa ha preparado su arco, no es probable que deba intervenir.

Vamos, que no usará su cuchillo de caza, lanzado o cuerpo a cuerpo, a menos que alguien esté en verdadero peligro. Si no es así, usará el arco, como todo el mundo, y sólo después de Clarinthe. 

-¡Ah, ahí tenemos a la primera pieza! Y no es un mal ejemplar, Ser Clarinthe, ¿está en línea con el que queríais cazar? ¿Es bastante grande para vos? ¡Venga! ¡Tomad la iniciativa, a menos que necesitéis apoyo, y entonces aquí nos tenéis!

Había sido plenamente consciente del movimiento de lady Bessa, quedando la anfitriona a la espera. Sonriendo ampliamente, contento de un poco de acción, Mawney preparó su arco sacándolo de su espalda y tomando una flecha, sin llegar a tensarlo. Antes, con un gesto fluido desató la cincha de su cuchillo de caza, un enorme acero cuya empuñadura quedó junto a su mano, con lo que podía decidir en el lapso de un latido si usaba una u otra arma.

Guileon alzo una ceja al escuchar como Urthen calificaba de ridícula su propuesta.

—Me alegra comprobar que vuestra muralla de cortesía se está derrumbando, mi señor. Ya os he dicho que no estaba al tanto de la relación vuestra con Ser Clarinthe, aunque ahora que volvéis a repetir que es tan tormentosa, he de admitir que siento curiosidad al respecto. ¿Qué podría hacer alguien como vos, tan bien educado y correcto, para contrariar y ganarse la enemistad de la Tully?

La idea le parecía divertidísima, a juzgar por la expresión en el rostro del muchacho. Iba a añadir algo más, pero se contuvo. No tenía sentido continuar dando vueltas en aquel punto, así que aguardó por la historia de la desavenencia antes de continuar. En cambio sí replicó ante la última pregunta de lord Urthen, la causa principal —intuía Guileon— que le había traído a su encuentro.

—No sé nada sobre el contenido exacto de los rumores, mi señor. Intento no prestar atención a la opinión de la chusma, aunque a veces, desafortunadamente, uno se da de bruces con ella —dijo haciendo un gesto de disculpa— Pero os puedo asegurar que las palabras del bardo son ciertas: amo a Lady Bessa, y no solamente como a una hermana, aunque lo haya sido para mi durante tanto tiempo —carraspeó, antes de añadir con una sonrisa— ¿Estáis satisfecho ahora, mi Lord? 

—Ojalá lo supiera, Ser. Así al menos podría disculparme. —contestó, frunciendo el ceño con un pesado suspiro. En realidad no es que considerara su relación con la guerrera tormentosa, es que cualquier habría notado por sus actitudes en público que lord Urthen no estaba entre sus favoritos. Para este, lo que resultaba realmente era confusa.

Porque el tema a él no le ocasionaba ninguna risa, no correspondió la alegre expresión de Ser Guileon, sino que se mantuvo serio en todo momento. Así mismo, lo hizo con las siguientes palabras del hombre.

—No, no lo estoy. —frunció los labios, manteniendo la mirada al frente —Pero aprecio vuestra honestidad. No podría culparos por enamoraros de lady Bessa, por supuesto. —tras guardar un breve pero profundo silencio, continuó —¿Siente ella lo mismo por vos?

Aquello era idiota. Guileon arrugó el entrecejo, disgustado.

—¿Por qué seguir hablando con vos, lord Urthen? Al principio me intrigasteis, pero ahora os veo como lo que sois, una mera marioneta de vuestro padre, incapaz de comprender la razón de ser de vuestros enemigos, como Ser Clarinthe, ni de tener la devoción necesaria para tomar la mano de vuestra prometida. Claro que no entendéis lo que sucede, si es vuestro padre quien maneja los hilos. Decís que queréis lo mejor para vuestra Casa, como si de un acto abnegado se tratase, pero lo cierto es que no sois más que un tímido egoísta que prefiere sentarse plácidamente en el regazo de su noble padre a intentar forjar su propio destino. ¿O es que acaso intentasteis siquiera oponeros a esta unión en el pasado? ¿Es que no existe nadie en los Siete Reinos digno de tu franco... amor?

Temblaba de furia, pero logró controlarse el tiempo suficiente para responder a la última pregunta del muchacho.

—No —admitió Guileon bajando la vista— Su corazón tampoco me pertenece. Pero no me corresponde a mi revelar, ni puedo afirmar comprender, el insondable corazón de Bessa. 

Valder no parecía muy convencido de la opinión que Lisette expresaba sobre Ser Guileon, pero tampoco estaba ya tan seguro de lo que había creído cierto sobre el joven Vance hasta hacía apenas un rato. Así que dedicó una mirada incierta a su prometida antes de volver a fijar sus ojos en los dos hombres que caminaban entre los árboles. 

—Ser Lisette Haffer y Ser Valder Haffer. —Se rió—. Podremos formar una Casa de caballería —agregó, esbozando una sonrisa divertida—. ¿Has oído la leyenda del caballero del águil~

Detuvo su voz en seco y sus ojos se abrieron como platos. Más allá, lord Urthen agarraba por la mandíbula y la camisa a Ser Guileon para besarlo con lo que parecía furia o pasión. 

La furia que había sentido Guileon se fue evaporando conforme las lágrimas se agolpaban en los ojos de Urthen. Para cuando concluyó de hablar sobre Bessa, ya no existía rencor en sus palabras, solo amargura. Y entonces... sucedió.

Cuando el joven caballero había propuesto aquel juego, la reacción de su rival no le había extrañado. Se sabía apuesto, y en el calor y la intimidad de la arboleda cosas más extrañas podían suceder. Sin embargo ahora, mientras cerraba automáticamente los ojos ante el beso del muchacho, se dio cuenta que había pasado todas las señales por alto, considerándolas por un instante tan solo como una broma. Guileon rara vez se tomaba las cosas en serio.

¿Era la misma treta que había propuesto antes en la intimidad del bosque, ahora vuelta en su contra? Pero no... no podía ser. El beso fue acompasado, pasional, trémulo. Cuando el muchacho soltó su mandíbula, Guileon volvió a acercarse, apoyando ambas manos con delicadeza sobre la cabeza del heredero de los Haffer, y le ofreció un beso más tierno, menos urgente, donde los labios se juntaban delicadamente y la lengua recorría con timidez la humedad de su pareja. 

Cuando por fin le soltó, en su rostro ya no habían huellas de remordimiento o furia.

—No hago esto porque os ame, lord Urthen. Os he dicho la verdad a ese respecto. Pero, si lo deseáis, con gusto seré vuestro amigo —dijo pasando un brazo por encima del hombro del joven, pero aquella vez sin ningún intento de intimidación o impertinencia.

—De hecho, creo que este asunto de la caza es, francamente, un incordio. ¿Qué os parece, lord Urthen, si llamo a mi viejo amigo, Mawney, para pasar un buen rato entre chicos? Como ya lo dije una vez, las damas parecen ser muy capaces de arreglárselas por sí solas. Nos robamos unos vinos de la tienda y nos internamos en el bosque, lejos de los invitados —añadió con una sonrisa conciliadora.

Mientras aguardaba la respuesta del joven, una súbita realización acudió a Guileon, y en su imaginación tomo forma una escena donde una cabellera roja se entremezclaba con otra dorada.

Las palabras del bardo comenzaban a cobrar sentido.

En un giro inesperado de los acontecimientos cuando aquel beso terminó, fue Ser Guileon quien se acercó a lord Urthen para besarlo en los labios con mucha más ternura. Después, pasó un brazo por el hombro del mayor de los Haffer y parecía estar invitándolo a irse juntos. 

Valder, consiguió recuperar la voz, lo suficiente para murmurar algunas palabras inconexas. 

—¿Pero qué...? ¡Por los Siete!

De inmediato empezó a mirar alrededor, queriendo asegurarse de que nadie más que ellos hubiera visto a los dos herederos besándose.

La doncella había estado mirando el rostro de Valder, sabiendo que hasta que aquello no se resolviera la atención del joven de los Haffer iba a estar en otro lugar. Lo entendía, por lo que se limitó a sonreírle cuando bajaba la mirada en su dirección... Más de pronto el gesto de su prometido había demudado a una de sorpresa, y Lisette siguió la dirección de sus ojos. Ahogó una exclamación, llevándose la mano a los labios.

El intercambio entre Ser Guileon y lord Urthen la dejaron sin palabras, y no sabía como reaccionar a lo que estaba pasando. Viendo la manera en que Valder comenzó a mirar a un lado y a otro para confirmar que nadie más observaba en ese momento, ella también intentó vislumbrar alrededor. -¿Es esto lo que no podías decirme?- Murmuró, mirándolo. -¿Es por esto que apartaste tu mirada cuando dije que Urthen y Bessa podrían terminar enamorados?- Sospechaba que la respuesta era sí, pero que Guileon retornara los sentimientos la tenía sorprendida. -No comprendo lo que está ocurriendo en este momento, ni tengo claro cómo debemos actuar...- Terminó por decir.

Pensando que sería el único beso que conseguiría de los labios del caballero, Urthen se vertió en él apasionadamente, esperando a que fuera el mismo Guileon quien lo apartara o lo detuviera. Se recreó en sus labios, en los cambios en su respiración, en cada segundo que pasaba sintiendo el calor del cuerpo del hombre pegado al suyo, aún si sabía que más temprano que tarde acabaría. Poco a poco, fue dándose cuenta de que el Vance no lo detenía, y preocupado de que pudiera haberse quedado paralizado, pues no veía otra respuesta a que aquel beso hubiese continuado durante tanto tiempo, fue soltándolo poco a poco, abriendo los ojos para reparar en los suyos.

Grande fue su sorpresa al notar que ahora era el caballero quien se acercaba acariciando su cabello, e irónicamente, fue él quien resultó paralizado por ante el desconcierto. Exhalando por fin, pues había contenido todo ese tiempo el aire en sus pulmones como si respirar fuera a romper la ilusión, su cuerpo entero se relajó ante los suaves labios de Ser Guileon, las caricias de su lengua y la ternura de aquel beso. En contraste, su corazón ahora latía con más violencia que nunca, tan fuerte que sin duda alguna el hombre podría haberlo sentido gracias a su cercanía.

Para cuando este se apartó, Urthen sonreía con la comisura de los labios, y a pesar de que las siguientes palabras actuaron como una bofetada de realidad, no pareció molesto con la idea de considerarlo, al menos, su amigo.

Ante la siguiente propuesta, claro, el primogénito Haffer sí frunció el ceño, aunque lo hizo más por confusión que nada. Entreabrió los labios, confundido, y miró al hombre - Creo que no os estoy entendiendo, Ser Guileon - entrecerró ligeramente los ojos - Internarnos en el bosque, con vino y Mawney... ¿para qué? Si es por pasar un buen rato, podríamos quedarnos en la carpa, o por aquí mismo.

Guileon sonrió ante los reparos de lord Urthen, pero había cierta tristeza en la forma en la que sus labios se ensancharon.

—Muy bien, olvidémonos de Mawney pues —aceptó el caballero con un gesto de sus manos— Lo del bosque era para que vuestros guardias no te puedan encontrar. Pero también podemos quedarnos aquí si así lo prefieres —indicó retornando al modo informal de dirigirse hacia el joven.

Negando con la cabeza, comenzó a reír por lo bajo.

—Debes concederme que todo esto es muy gracioso. Trágico, sí, pero también gracioso. Yo no puedo darte mi corazón, Urthen, pues ya pertenece a otra persona, y esta otra persona no puede darme el suyo, pues se casará contigo —miro al chico unos momentos, antes de añadir con mayor seriedad— Sin embargo, hay algo que los prometidos ignoran, y es que su unión no sólo sería una afrenta para mi, sino para los Siete en los cielos y para toda la gente civilizada de los Siete Reinos.

Aguardó unos instantes antes de susurrar lo que estaba seguro sería una sorpresa para el muchacho.

—Y esa verdad que ambos ignoran se resume en pocas palabras: los prometidos son, en realidad, hermanos.

Valder apretó los labios y asintió, a ambas preguntas de Lisette. 

—Quería contártelo, pero no me parecía correcto hacerlo yo —murmuró—. Prefería que fuese Urthen quien se sincerase contigo. Aunque no esperaba que lo hiciese de un modo tan... visual —confesó, con una pequeña risa.

Él también parecía algo perdido con lo que estaba sucediendo ante sus ojos, pero por suerte no parecía que nadie hubiera prestado atención al momento de intimidad de los dos jóvenes. 

—No lo sé. No sé qué tenemos que hacer. Me da miedo que se vayan solos, pero tampoco creo que tengamos derecho a espiarlos. 

Resopló por lo bajo y se pasó una mano por el pelo, revolviéndolo. 

—Urthen lleva meses enamorado de Guileon. Le escribió confesándole su amor, y Guileon nunca respondió. Urthen pensaba que su silencio se debía al desprecio, pero anoche descubrí que Guileon ni siquiera las recibió. Lady Hawick las interceptó antes de que pudiera leerlas. —Tras explicar aquello la miró, confundido—. Pero Guileon también me confesó que está enamorado de lady Bessa. Me dio a entender que tenían una relación íntima. Así que no comprendo qué hace ahora con mi hermano. De todos modos, esto no cambiará nada. Urthen es bien consciente de su deber como heredero de los Haffer y cumplirá con él. —No quedaba claro si esto último lo decía con lástima o con alivio. 

Con una sonrisa en la cara, Ser Clarinthe azuzó su caballo en dirección al jabalí. El caballo se puso rápidamente al trote, y luego al galope, y cuando alcanzó al animal le clavó la lanza en un costado. El jabalí se revolvió, cayendo al suelo. Aún parecía que le quedase mucha energía, aunque la herida que le había hecho la Tully era profunda y severa. Durante un momento animal y caballera cruzaron una mirada... Hasta que el jabalí empezó a correr en dirección contraria.

Apuraba cada vez más, tanto como si le fuera la vida en ello, cosas que era exactamente lo que sucedía. Ser Clarinthe parecía estar dándole algo de ventaja, y mientras lo observaba correr una flecha surcó el aire. Lord Mawney había disparado, impactando al animal en el lomo. La velocidad de la bestia aminoró. Estaba claro que estaba dolorido... Pero bien movido por el instinto de supervivencia o bien por la suerte se metió entre una zona frondosa de árboles. Ser Clarinthe ya iba en pos de él, pero su caballo no tenía forma de seguir por ese camino.

Aún podía verse al jabalí huir, cada vez más lejos. El entramado de la floresta era espeso, y cuando más se alejaba menos luz bañaba su piel. Casi no podía vérsele cuando una nueva flecha voló en su dirección. Lady Bessa, con su arco dorniense, había hecho una vez más un tiro imposible. Los jóvenes no llegaron a ver en qué parte del cuerpo le había dado, pero sí distinguieron cómo el animal emitía un quejido apagado y caía al suelo. Por la forma en que cayó, además, tuvieron clara una cosa: aquel flechazo lo habría matado incluso aunque no hubiera estado herido.

La heredera de los Tully tenía los ojos brillantes cuando se giró hacia los dos arqueros con una enorme sonrisa en los labios.

—¡Bien hecho, señores! —exclamó, con buen humor y la adrenalina de la caza corriendo bajo sus venas—. ¡Gran trabajo en equipo! Magnífico tiro, lady Bessa, vuestra pericia es admirable —le reconoció, con una inclinación de cabeza. 

La montaraz ya había descendido del caballo para acercarse a recoger la pieza, con la ayuda de otro de los jinetes.