Partida Rol por web

Nunca había visto a Evan así y en cuanto abrió la boca y empezó a hablar como si tuviese la lengua de trapo, a mí me dio la risa floja. A ver, que sabía que todo era muy grave y que debería ponerme serio, pero con el subidón y el ridículo que estaba haciendo el abogado... pues me ahogaba de la risa. 

—Evan, Evan, tío —llamé, haciendo gestos con la mano para atraer su atención—. Queahora sí quemolas, tío. Así mecaesmejor.

Dejé de reírme para escuchar a Oliver con atención, con los ojos bien abiertos y las pupilas dilatadas. Me frotaba las yemas de los dedos unas con otras, sintiendo el tacto de la pintura en ellas. Pero a lo de la ducha, negué con la cabeza.

—Quédices. Yo estoy deputamadre. Y además hago mejormagia así —aseguré, absolutamente convencido. Miré a Evan y contuve un nuevo acceso de risa—. Y él esmás simpático, ¿no?

La mano de Maddie en mi hombro me hizo alzar la cabeza para mirarla. Con su pregunta me puse más serio y cerré los ojos un instante, haciendo memoria. 

—Chispa. Túneldeluces, todo se movíarápido. Pensamientos míos, de ellos dos. Y de otros, que danmiedo. —Respiré—. Barrera automática. Hacía espirales de luz, con glifos. Noformas, no. Pensamientos, emociones, una lenguarraradecojones. Muy preparado todo. Orden. Y entonces nosvemos a nosotros. No intencional. Pero desdefuera. Nos ven. Nosvigilan. —Apreté los dientes—. Estaba Skyler. Y luego Antonyconotrosojos.

Abrí los míos y miré a Maddie, frunciendo los labios.

—Los glifos parecían comoalienígenas o algo. Podrían ser la clave. Y el tipo del sueño, el de la barba. Éltambién. ¿Por dónde empezamos?

Respiré despacio y, aún envuelto de euforia, me fui hacia Andy y le di un abrazo y un beso en la mejilla. 

—Tío, deberías probar elyagé. Es de putamadre. 

Barreras automáticas. Se parece a lo que pasa conmigo, se me ocurre. Quizá comparta esa cosa con el Quinto. Hizo una mueca. También se me ocurre que no deberíamos llamarlo el Quinto sino, quizá, el Primero, pues parece más experimentado que nosotros. En cuanto a lo que pasa conmigo: la gente no me mira, se pierden mis datos, se olvidan de mi cara. Si me quedo quieto en mi sitio, nadie diría que yo he estado ahí. Es algo que ocurre sin que yo sea consciente de que ocurre.

En todo caso, la conexión existe, y las barreras deberían poderse reconocer en si mismas. Maddie, ¿qué tal si intentamos encontrarle, pero solamente como finta para ver cómo se alzan las barreras y procurar identificar y delimitar las barreras mismas?

Le explicó la cosa basándose en su pobre conocimiento de la teoría mágica.

¿Cómo lo ves? Porque lo que es yo, jamás he intentado hablar con fantasmas. ¡Pero si eso no existe!

Maddie se queda pensando y os mira con seriedad. -Mi impresión es que el quinto está un paso adelante de vosotros. Ha preparado defensas... quizás estáis exponiéndoos demasiado. Exponiéndonos.- dice mientras mira un momento a Andy. Toma aire un instante -Es una apuesta muy arriesgada. Muy arriesgada.- dice, sin querer decir aparentemente lo que estaba en su mente.

-Poned en orden vuestras ideas, vuestras pistas- dice ella a Aiden. -Y vais a necesitar... ayuda. Yo os he ayudado todo lo que puedo, pero incluso esto es demasiado para mí. Vais a necesitar aliados, vais a tener que pensar como el quinto y adelantaros vosotros a sus ideas- expone Maddie.

El último comentario de Oliver hace que le mire fijamente. -Vosotros no sabéis... pero hay otros despertados que sí. Hace algunos meses alguien me comentó que una cábala de magos interesados en la muerte se estableció en el Soho de Londres. Se hacían llamar los necrobaristas...- soltó con algo más de firmeza.

Andy se petrifica un poco pero abraza a Aiden, y luego enrojece. -Tío, pon atención- le dice a su amigo. -Esto es importante.- susurra algo avergonzado.

Miró con profundo aprecio a Madeleine. Era una mirada muy singular en Oliver. Rara.

──Querida, si ese es tu consejo, creo que debemos seguirlo. Te lo agradezco infinito, Maddie. Mucho.

Miró a los otros dos drogatas: ──Será mejor que os despejéis, tenemos que movernos.

Las cosas de drogadictos serían algo así como que ahora para espabilarse tendrían que esnifar cocaína o algo similar. Esto era así: una cuesta abajo.

Asentí a Andy, poniendo mi mejor cara seria.

—Estoy superatento, tío —aseguré, prestando atención a Maddie y Oliver, pero dejando mi brazo por encima de los hombros de mi colega. Si es que era el mejor, no sé qué habría hecho en esos días difíciles sin su apoyo. 

Luego me rasqué el labio superior con los dientes. Poner ideas en orden, recopilar pistas. Hablar con Antony. ¿Quería hablar con él? La sola idea me provocaba emociones enfrentadas. Por un lado tenía ganas de volver a verlo. Por otro, me daba escalofríos pensar en la mirada del Antony de la visión, en el modo en que nos había acusado.

Y luego estaba Skyler, no me había gustado ni una pizca verla ahí. Me había gustado tan poco que hasta se me pasaba por la cabeza la idea de cogerla y meterla en el piso a ella también una temporada. Pero no podía, claro. Ella tenía su vida, sus clases... y no podía revolverle la cabeza con el caos que era mi vida. 

Hinché los carrillos y resoplé sonoramente con los labios. Miré Oliver y luego a Evan. Me pasé ambas manos por la cara y la froté rápido.

—Despejado del todo —dije—. Garantizado. ¿Dóndevamos? ¿Abuscar a losnecrobaristas o qué? Oye, Evan. Creo que nodeberías quedartesolo.

Drogado como estaba, Evan tendría que venir. Ahora parecía, en silencio, observando con suma atención la textura de la piel que tenía alrededor de las uñas, o algo así.

──Espiritismo. Vamos a hacer espiritismo──. Oliver meneaba la cabeza. ──¡Qué locura! Evan tendrá que venir, claro. Esté como esté.

Al oír de boca de Oliver que el otro miembro de nuestro variopinto grupo quería devorarnos a todos me quedé mirándolo un momento. ¿Exageraba? En ese momento decidí que sí. Vamos, no me pareció tan grave ni lo sucedido, ni la advertencia del hombre en sueños. Además, seguro que el quinto entendería que lo de devorarnos era una estupidez. Aunque de hacerlo, ojalá se comiera también la silla de ruedas de Oliver.

Estaba pensando en eso y me perdí parte de la respuesta que me dio Madeleine. Aún así la miré y asentí, comprendiendo que era lo mejor si quería evitar una explicación a su estilo. Aunque lo de los fantasmas sí me llamó la atención. De inmediato me di cuenta de que dijera lo que dijera Maddie la explicación era que se quedaba quien tenía la voluntad suficiente y las ganas. Todo el universo funcionaba a base de voluntad, y eso no iba a ser menos. Y yo, que acababa de enterarme de que los fantasmas existían, era ya un experto en el tema.

Miré a Aiden cuando me habló, respondiéndole a destiempo.

—Te caigomejor porques tás drogado, tío —le expliqué por si no se había dado cuenta—. Yostoy como siempre, pero túestás drogado.

Sonreí al oír cómo el pringado de Andy le pedía a Aiden que atendiera. Si es que había que ser perdedor para no estar a lo que se tenía que estar. Incluso reflexioné un poco sobre eso mientras Maddie contaba las cosas que no eran importantes. Para cuando miré a Aiden y a Oliver estaban hablando de mí. Entonces volví a mirar al primero.

—Queatiendas —le repetí. Si no se enteraba cuando se lo decía su colega, al final tendría que poner orden yo, como siempre.

Después de decir eso miré a Oliver.

—Espiri... —empecé a decir, antes de perder el hilo de lo que iba a explicarle. Miré entonces a Maddie—. ¿Tienes espidifén?

Luego tomé aire, dispuesto a recapitular. Esta gente se distraía con cualquier cosa.

—Entonces amos a ver a los necromarxistas —dije—. Les decimos que nosayuden, y nosayudan. Pero querrán algo. —Permanecí callado un instante antes de hacer mi gran propuesta—. Poemos decirles quel conocimiento que conseguirán por ayudarnos no tiene precio.

Oliver estaba sacando un cable de esos con conexión wifi que antes había conectado a su pequeño terminal. Frankie desplegaba coloridos patrones en la pantalla, que el inválido modificaba de cuándo en cuándo acariciándolos con la yema de los dedos.

La verborrea de drogatas se desgranaba en la habitación: desde el aparentemente razonable planteamiento new age de Maddeleine, pasando por las maneras de yonki experimentado de Aiden al más profundo de los ridículos del pobrecito Evan, que con su comportamiento había clavado una daga en el preciso corazón de tecnomante de Óliver.

──Andy, querido, se una excelente persona y traenos dos vasos de agua. Estos la necesitan. Necrobaristas, estimado Evan, necrobaristas.

Se encogió de hombros. Era información. Todo aquello no era más que información, y tendría su lugar en el tapiz, como bien sabía cualquier Adepto. Simplemente usaban términos en un lenguaje diferente, pero cualquier cosa que se pudiera traducir, Óliver la podía manejar, con tiempo.

Mientras venía el agua: ──¿Qué haríais vosotros para evitar que nos leyeran la mente? Cualquier cosa que sea, sostened estos alambres en vuestras manos. Será mi nexo. Porque tenemos que prevenir que el Quinto nos lea mientras estamos con esa gente, de lo contrario, les estaremos poniendo en peligro. Venga, haced vuestros abracadabras, decid vuestras palabras absurdas, o haced dibujitos. Frankie leerá a través de la antena y replicará las señales de ruido mental en los mismos armónicos que las que emitáis vosotros.

Llegó el agua. ──¡No bebáis ahora! El agua es para después. Ahora que estáis colocados, haced lo que os digo. Aprovechad, al menos, las toxinas que todavía circulan por vuestras venas.

-Bueno, en realidad no sabéis si son marxistas- dice Andy en respuesta a la corrección de Oliver, con una sonrisa en la cara.  -Entonces... ¿el espiritismo también es real, o era una estafa?- dice con algo de curiosidad. Luego parece que se le ocurre una idea. -¿Crees que os podría acompañar? Eso molaría mil- dice con algo de emoción.

-Es posible. Incluso entre los Despertados, hay un precio para muchas cosas- dice Madeleine mientras escucha al amigo de Aiden. -Andy, no lo recomendaría. Tener que recibir un grupo de despertados ya es suficiente tensión, como para que vayas. Y si vas, es probable que no te permitan ver mucho.- dice la mujer con una palmadita en la espalda al chico, quien suspira algo decepcionado.

-Mientras os preparáis, iré a buscar en mi libreta la dirección. Si vais a visitarlos, sed... prudentes. Si queréis dar una buena impresión, no vayáis criticando las creencias de vuestros pares. Parece algo lógico, pero no sabéis la cantidad de conflictos que el choque de egos puede traer...- dice de forma conciliadora. Y se retira durante un instante dejándoos para que os preparéis.

El reproche, sin duda, iba dirigido a él. Parecía mentira que no le conociera. Si todo era pura fachada. En realidad, Oliver veía sus sistemas como una traducción. Como el lenguaje máquina del universo, aquel sobre el que estaban programados los diversos paradigmas, más amigables, quizá, a modo de interfaces. Eso no los anulaba en modo alguno.

En realidad, Óliver se metía con sus compañeros de cábala porque le gustaba pinchar para ver cómo reaccionaban. Como estímulo, tanto para ellos como para él. Era un vicio que hacía extensivo a mucas otras facetas de la vida.

Preparó sus cosas.

Me reí con las ocurrencias de Evan. En serio, ¿por qué habíamos tardado tanto en darle drogas? El tío mejoraba un doscientos por ciento. Si así hasta me caía bien y todo. 

—Que nosonmarxistas, que sonbaristas, tío —apunté, participando de aquella corrección—. Baristas. Ca-ma-re-ros —silabeé para que se enterase bien, que estaba en la parra.

La pregunta de Oliver me pareció interesante de la hostia. ¿Qué haría yo para que no me pudieran leer la mente? La primera idea que me vino fue la de un cerebro tatuado con los mismos glifos de protección con los que había decorado las paredes del piso. Si la mente era una puerta lo mejor sería cerrarla con una espiral. 

Sacudí la cabeza. No estaba taaan colocado como para creer que Oliver o Evan iban a dejarme abrirles la cabeza para tatuarles por dentro. Aunque también podría servir un bonito tatuaje en la calvorota de Oli. A Evan podíamos raparle y con la melena no se le vería el tatu si él no quería. 

Pero mientras me perdía en esos pensamientos me encontré con un alambre en la mano y sin entender por qué tenía que sujetarlo todo el rato. Pero no discutí, cada uno tenía sus movidas, eso ya lo había aprendido. 

La pena era que no había pillado la máquina de tatuar. Así que no podía hacer nada permanente de verdad, sólo dibujar en papel, que estaba bien, pero sobre la piel las cosas duraban para toda la vida. 

Asentí a Andy cuando dijo que si podía venir. Es que si fuese por mí me lo llevaría a todas partes. Él tenía sensibilidad suficiente para entender la magia mucho mejor que yo y que cualquiera, estaba segurísimo. Sólo necesitaba un empujoncito. Y en cuanto encontrase cómo dárselo... todo sería mucho mejor.

Luego me senté en el suelo —sin soltar el alambre—, saqué un carboncillo y me puse a pintar. No podía abrir los cráneos para tatuar los cerebros, así que al menos iba a dibujar esa idea antes de que se desvaneciese. Una gran espiral protegiendo un cerebro. 

La corrección de Oliver me hizo mirarle un instante, con la expresión de quien no entiende por qué ha sido corregido. No tenía claro si él había dicho lo mismo que yo, yo lo mismo que él o alguno había dicho lo mismo que Madeleine. Pero sí tenía claro que yo tenía razón, y el tullido sólo la tendría si estaba de acuerdo conmigo. Incluso me encogí de hombros después, cuando Andy dijo lo de los marxistas, como si eso me diera la razón. Y cuando Oliver siguió hablando suspiré.

Claro que tenía claro qué haría para que no me leyeran la mente: lo habíamos practicado decenas de veces entre nosotros. Y luego cuando dijo lo de blablabla y lo de bla... Bueno, dejé de escuchar. Sólo me quedó claro que necesitaba que le llevásemos de la mano a él o, en su defecto, a su alambre.

Al oír lo que dijo Madeleine hice un gesti hacia el paralítico.

—Has oído, ¿no, Oliver? Nada de llegar criticándolos y diciéndoles cómo se hace la magia.

Al ver que Aiden se sentaba, suspiré e hice lo mismo. La verdad es que no me apetecía nada meterme en otro ritual tan del tirón, y menos sabiendo que podían vigilarnos. Eso me hizo pensar algo. O empezar a pensarlo, porque Aiden me interrumpió con su corrección. Parecía que aquí todos habían nacido con un graduado en necromarxismo debajo del brazo.

—Pues vaya mierda de nombre, los neocamareros —dije, pensando en el tío de Matrix con una bandeja de chupitos.

Antes de concentrarme o esas cosas levanté un poco el cable.

—Entonces con esto es como si te lleváramos o algo así —dije. Era como si necesitase ruedecitas de ayuda en una bici, siendo paralítico. Era gracioso—. Tu nexo. Luego si quieres podemos usarlo para llevarte también por la calle, tú te agarras y nosotros tiramos.

Ni siquiera di tiempo a contestar antes de volver a hablar.

—Yo me pongo a ello, ¿eh? Pero vamos, a lo mejor haciendo esto llamamos más la atención del Quinto con nuestra magia que sin hacerlo, más cuando acabamos de hacer lo que acabamos de hacer. Yo lo digo —enuncié—. Y a lo mejor no nos sigue por la mente, y con esto le damos más pistas, pero... Vosotros sabréis.

Tras aquellas palabras cerré los ojos y con la mano libre busqué mi alianza. Claro que era fácil saber cómo había que hacer para que no te leyeran la mente. ¿Cómo hacía un matón de colegio para no estar en el otro lado? Era una cuestión de confianza, de voluntad y de compromiso. De compromiso con ser el que da y no el que recibe. De fuerza de voluntad para resistir el primer golpe, si llega, y que parezca que no ha sido nada. Y sobre todo de determinación. Nadie más débil que yo iba a entrar en mi mente. Seguro de eso, sólo tenía que centrarme en el compromiso de ser cada vez más fuerte.

Claro, claro. No hizo ni caso a sus comentarios. Sonreía dulcemente mientras les ponía el cablecito atadito en la muñequita. Sabía que eso pondría frenético al menos a Evan. Pero le convenía: en el estado de decaimiento moral provocado por las drogas en el que se encontraba, a todas luces ignorante él mismo de dicho estado, convenía un buen revulsivo, también moral. Energía asquerosamente positiva, oh si. Hasta le dio unas palmaditas en la rodilla en actitud paternalista.

Cuando se pusieron a ello, y aun con toda esa droga, Oliver detectó en sus gráficos un perfil energético muy moderado en la intevención de Evan. Estaba claro que eso de la química corriendo por sus venas lo disminuía. Copió el pefil cromático. El de Aiden si fue de alto coeficiente, y sostenido en el tiempo. Procesó ambos patrones y mandó a Frankie que emitiera otro siguiendo los armónicos medios, retocando aquí y allá para corregir disonancias entre ellos, ponderando con algunas series de logaritmos que ya tenía programadas y añadiendo el perfil original de Óliver. Encufó el terminal, no fuera a gastarse la batería justo ahora.

...tres, dos, uno: ¡ya!

La cosa iba  bien. No había sobrecarga. Se mantenía un muy buen tono, consistente. Iba cuajando un patrón que tenía unos colores bastante intensos. Era un perfil de ruido muy sutil, que se confundía con la vibración primaria del tapiz. Subió un poco de energía...