Partida Rol por web

Resoplé despacio haciendo vibrar los labios. Por un instante se me pasó por la cabeza insistir en que todas las protecciones mentales que pudiéramos poner no iban a servir de nada, pero luego me dije que para qué. Si ellos querían mantener la ilusión de que había alguna esperanza pues no había nada de malo en ello. Todo iba a acabar igual de todos modos. 

—El quinto —asentí a lo que dijo Evan, mirando a ambos alternativamente—. Ese era el plan, ¿no?

 No estaba seguro de si me había perdido algo, pero tras el asentimiento me encogí de hombros. Si querían cambiar el plan tampoco me iba a oponer. Aunque lo que había dicho Maddie sí que me había dejado un runrún en algún lugar al fondo del cerebro.

—Eh... Tíos... ¿Y cómo lo haremos? Yo puedo dibujar lo que me digáis, pero si dirige Oliver, él manda. Y nosotros —agregué, llevando la mirada al abogado— podríamos tejer un escudo a su alrededor. Una mierda de esas... ¿Cómo las llamáis? —Mis ojos se desviaron hacia Oliver mientras intentaba recordar eso de lo que siempre hablaba Antony—. ¿Un antifuegos? —Arrugué la nariz, sacudí la cabeza. Era algo así, seguro. ¿O no?—. Bueno, como se llame. Nos va a notar igual, pero a lo mejor sirve para tomar ventaja. Creo que podría integrarlo en el dibujo.

──El procedimiento será el siguiente: tengo una plantilla de signos aquí, ¿veis? ──Conectó a Frankie y mostró en pantalla una imagen similar a la de ese círculo cromático que había mostrado. ──He descubierto que la realidad reacciona de diversas maneras con diversos signos o figuras geométricas creados con cualquiera de los elementos que la compongan. Yo lo llamo el lenguaje máquina del universo, ¿de acuerdo? Podemos alterar el universo modificando o reescribiendo, o bien podemos simplemente leer aquello que nos llega.

──Voy a utilizar como antena la red energética local, y voy a conectar a Frankie y ya le he sensibilizado con los datos que tenemos de aquello que hay que buscar.

──Conforme a lo que perciba Frankie, en esta representación irá apareciendo el equivalente de la nieve en una pantalla. Una representación del ruido. Buscamos estos signos ──Oliver hizo varios trazos ──que representarían el Nombre de nuestro Quinto o, al menos la parte de su Nombre que yo conozco. Atención: lo que nos interesa va a verse reflejado aquí sí o sí, pero depende de nosotros descubrirlo y leerlo correctamente. Yo dispongo de la capacidad computacional de Frankie, y de mi experiencia leyendo los Signos. Vosotros tendréis que recurrir a vuestras drogas o algo así, para aumentar vuestra consciencia mientras asáis vivas todas vuestras neuronas ──. Miró a Evan. ──Ese lenguaje que maneja tu orden sería una aproximación burda de lo que yo y mis colegas hemos conseguido sistematizar científicamente, así que no debería ser difícil que consiguieras leer algo.

──Cuando estemos seguros de los Signos que hemos captado, se los iremos señalando a Frankie, que debería usarlos como referencia y gancho, y traducir así la señal de acuerdo con la realidad percibida por los sentidos, y ofrecernos imagen y sonido. Si dispusiera de los emisores correctos (o de una conexión neuronal, que todo se andará) podría ofrecernos todos los demás sentidos.

──Esto es una simple percepción. No deberíamos ──en teoría── tocar nada ni hacer vibrar ninguna "cuerda". En teoría, claro está. En la práctica, siempre hay fugas de energía que, al seguir un patrón coherente con el sistema informático que estamos asaltando, pueden ser descubiertas por este. Seréis vosotros, ya que lo habéis sugerido, quienes tengáis la responsabilidad de crear suficiente ruido como para camuflar nuestra señal. Un corta fuegos, como dices tú, Aiden.

Asentí en silencio a la mención de Aiden al quinto. Parecía mentira que un drogadicto se enterase de algunas cosas mejor que alguien como Oliver, a quien consideraba una persona inteligente. Valoré lo que dijo después y no tardé en intervenir.

—Si vamos a protegernos, quizá deberíamos hacerlo antes, no durante el proceso —comenté—. Así podemos tomarnos nuestro tiempo, y si algo sale mal al menos estaremos seguros. —No iba a admitirlo en voz alta, pero al fina habían acabado por hacerme sentir como si aquello fuera la mejor idea.

Respecto a toda la explicación de Oliver, que no dejaba de ser una disertación sobre cómo veía él la magia —errónea, claro, pero no era momento de explicárselo—, hice un gesto con la mano con cierta desidia.

—¿Pero va a dibujar Aiden, o vas a conducirlo todo tú? —pregunté, más por dejar claro que no se estaban entendiendo que por tener dudas—. Mira, Oliver, no vamos a asaltar un sistema informático. Sólo el hecho de extender nuestra percepción, o proteger nuestra mente, ya hace vibrar esas cuerdas de las que hablas: ese es el problema. Y quizá no te has enterado... Pero yo no estoy en ninguna Orden. En fin... —Suspiré—. Dejemos de perder el tiempo.

La verdad es que no entendía una mierda de todo lo que decía Oliver, pero aún así asentía con la cabeza como si no estuviese hablando en chino para mí. Era como escuchar a Antony, pero peor, porque Oliver tenía más mala leche. Dejé que él y Evan se entendiesen entre ellos y me entretuve preparando las pinturas de colores que había llevado, hasta que el estirado me nombró y lo miré. 

—Yo voy a pintar, eso seguro. Me hace falta —aclaré—. Evan, tú escribes primero tus movidas haciendo un círculo y luego a partir de eso yo pintaré el dibujo de Oliver, eso de los colores. Y trataremos de conectar con el quinto a través del vínculo que nos une con él. 

Easy-peasy. Para mí era mucho más simple de lo que planteaban ellos dos, se complicaban demasiado. La realidad era mi lienzo y pintar me ayudaba a alcanzar sus límites y rediseñarlos. Todo eso de escanear no sé qué o de recitar historias raras que hacían ellos estaba guay si les servía, yo no me iba a meter a opinar. Allá cada cual con sus movidas.

En cuanto tuve todo colocado estiré los dedos. Estaba listo para empezar en cuanto Maddie y Andy volviesen con el yagé. 

Cuando Aiden le dijo que no iban a asaltar un sistema informático, Óliver supo que jamás comprendería, y su sonrisa medio tensa se dulcificó.

──Claro, querido, claro. Creo que el más flexible es Aiden. Debería conducir él mismo──. Si todo iba a ser una locura, mejor que condujera el más colocado y drogadicto de los tres. ──Muy bien, Aiden. Haré lo que dices. Prepararemos todo antes de iniciar el proceso, dedicaremos tiempo extra, añadiremos un buen enmascaramiento, si comprendéis lo que quiero decir. Vamos a ello... Esto, ¿no pretenderás que volvamos a drogarnos, verdad, Aiden?

Asentí con la cabeza y aunque quería mantenerme serio dada la importancia del asunto, lo cierto es que se me escapó una leve sonrisilla al recordar la última vez que Oliver había tomado el yagé. Claro que la sonrisa me duró poco, porque al pensar en ese día también recordé lo que había pasado un rato después, cuando todos nuestros esfuerzos habían sido en vano. Cuando habíamos perdido a Antony. 

Resoplé entre dientes, sintiendo ese vacío que su pérdida había dejado en mi interior y en mi ánimo y asentí de nuevo, ya sin gracia ninguna. 

—Sí, al menos yo sí. El yagé me ayuda, me relaja y expande mi mente —expliqué, haciendo un gesto abriendo la mano junto a mi cabeza, como la explosión de un fuego artificial. Luego me encogí de hombros—. Vosotros, como veáis, pero seguro que os vendría bien también.

Miré a Aiden cuando al fin pareció que íbamos a dejar de perder el tiempo y asentí. Que él dibujase sí o sí apoyaba aún más lo que yo tenía claro desde el principio. Por eso cuando Oliver también pareció asumirlo suspiré. Al fin parecía que podríamos avanzar. Oírle insistir otra vez sobre el enmascaramiento ni siquiera me hizo sentir hastío: era algo que ya daba por hecho.

Lo que sí hice fue valorar un instante la pregunta que le dirigió al porrero. Había mucho en juego, sí. Y no me gustaba la idea de drogarnos. Y además tenía claro que Aiden aún no comprendía por qué el yagé le ayudaba en realidad. Probablemente fuese tan sencillo como que le ayudaba a desinhibirse, y eso le permitía sacar algo más de su voluntad para forzar la realidad. Su fuera así...

Suspiré negando con la cabeza antes de dar un paso adelante.

—Yo voy a probarlo —dije, dedicando una mirada severa a Aiden con un mensaje claro: Ni una broma, ni una sonrisa—. Venga, vamos allá. Nos estamos retrasando demasiado.

──Si no es necesario paso del Yagué, en realidad, ¿no es cierto, Frankie?── Si, hablaba con su terminal de ordenador. ──Nuestra consciencia está expandida de sobra.

Madeleine aparece tras unos minutos sosteniendo tres tazas de yagé en un contenedor de barro. Detrás de ella está Andy, silencioso y curioso.

-Preparé tres tazas, no sé si queréis tomarlo los tres- dice con su acostumbrada amabilidad, mientras algo de duda aparecía en sus palabras. -No... no os acompañaré esta vez. Habéis practicado bastante, creo que lo mejor será que monte guardia...- y miró algo nerviosamente hacia el fondo del pasillo. -... sólo por si acaso- anuncia.

Sin embargo, os ayudó a poner las cosas en el mismo espacio que os había prestado la última vez. El aire es tan extraño como lo recordáis. El incipiente olor a incienso os saluda una vez más y la escasa luz permanece impasible. La alfombra que os recibió la primera vez está allí, y a un lado los instrumentos de madera y del otro el tejido de los extraños patrones en los que era muy fácil perderse. -Sois bienvenidos- dice ella, con una sonrisa afable, dándoos paso en la puerta.

Andy parecía querer decir algo, pero Madeleine puso una mano en su hombro. -Creo que por ahora debes dejar el resto en manos de Aiden, de Evan y de Oliver. Y estar atento conmigo- sugiere la mujer, mirando a su pupilo para esperar su aprobación.

Tragué saliva al ver las tres tazas. Un indicativo de lo apremiante de la situación era, precisamente, que yo contemplase tomarlo. Si me vieran mis padres... Suspiré, pensando también qué diría el hombre al que siempre había querido parecerme, y me recordé que esto no era más que un medio para un fin. Luego tomé mi taza y le di un sorbo. Después pasé al lugar, antes de terminar la taza y devolvérsela a Madeleine.

Asentí a las palabras de la mujer respecto a montar guardia. Esperaba que no se refiriese simplemente a una guardia física, sino mágica, etérea, o algo de ese estilo. Personalmente, no me daba miedo que nos viera quien estaba al otro lado. La probabilidad de que quien le había hecho eso a Oliver fuese el quinto me parecía nimia. Pero siempre estaba bien prevenir.

No intervine cuando ella frenó a Andy. La verdad es que el chaval había resultado una molestia ya en unas cuantas ocasiones, así que agradecía que se quedase fuera. Aunque, por supuesto, no iba a decir eso en voz alta.

—Por tenerlo claro —dije, mientras buscaba una terminología con la que Oliver pudiera sentirse identificado. No por deferencia, sino porque de otra manera le veía discutiendo los términos y condiciones, como dirían en internet, durante media hora—. Primero tejemos una red de seguridad para ocultarnos. Después pasamos a la búsqueda. Vamos a observar para intentar localizarlo, pero en principio no a dar un mensaje.

Me senté entonces y exhalé lentamente.

—Estoy preparado.

Suspiró al ver la droga. Había decidido no tomarla y no la tomaría: así pasaba con las drogas, que te parecía que las necesitabas y luego te traicionaban. No y no. Negó cortesmente a Maddie.

Miró al abogado con cierto cariño (aunque lo que reflejara era su mirada de reptil, la que ponía cuando estaba enfocandose al cien por cien). ──Sigilo, si podemos, y mirar, si.

En la práctica sería tomar más tiempo del necesario para hacer menos ruido. Conectaba todos sus aparatos: había traído el portátil modificado, y la terminal donde se alojaba Frankie, por supuesto, estaba en un lugar preeminente. Trabajó durante un tiempo en la programación necesaria para evitar que sus aparatos redujeran su señal lo más posible a un nivel de ruido indetectable.

En esta ocasió no se conectó a la red con tomas de alimentación: usaría las baterías. Se limitó a usar dicha red como una antena gigantesca, conectando unos cables telefónicos con conectores sacados de su bolsa de trabajo. Todo cuidadosamente aislado y ordenado con un nivel de detalle casi enfermizo.

──Listo.

No pude evitar una sonrisilla socarrona al ver a Evan coger una de las tazas. Todo era una puta mierda, pero detalles como aquel, poder ver al estirado a punto de drogarse, daban una pizca de luz a la oscuridad que nos cubría. 

Asentí a las palabras que Maddie le dedicó a mi amigo. Mi mejor esfuerzo fue para dedicarle a él una sonrisa tranquilizadora. No quería que se preocupase por nada. 

—Sí, Andy. Tú quédate vigilando con Maddie y fíjate bien en lo que hacemos. 

Tomé mi taza y me la bebí de dos tragos largos, sin titubeo alguno. Luego me coloqué entre las pinturas, cogí la brocha e inspiré varias veces por la nariz, concentrándome. Había llegado el momento de empezar. Miré a Evan y le hice un gesto con la barbilla.

—Venga, tío. Empieza a escribir.

Estaba preparado, totalmente preparado. En cuanto Evan escribiese las palabras de poder comenzaría a pintar sobre ellas el dibujo de Oliver, uniéndonos a los tres en una espiral que nos llevaría directos a través de esa cuerda extendida cuyo final no conocíamos. O eso esperaba.

Todo comenzó con una pequeña chispa. Vuestras consciencias fueron lanzadas al largo túnel de luces y destellos moviéndose a gran velocidad, en donde podéis reconocer pensamientos vuestros y ajenos, pensamientos que están en vuestra memoria, pensamientos que podéis identificar en vuestros compañeros, y pensamientos extraños, peligrosos y sobrecogedores, sin forma, pero que os llenan de temor.

Vuestro esfuerzo dio frutos. A pesar de ser individuos diferentes, habíais logrado coordinaros y sentíais la cercanía a esa quinta mente, mientras vuestras consciencias se desplazaban frenéticamente... hasta que colisionasteis con una barrera. Grande, invisible, un muro que se activó de manera autónoma y mecánica ante vuestra presencia y os frenó en seco. La presión creció de repente en el interior de vuestras cabezas, mientras espirales de luz subían y revelaban extraños glifos que no tenían forma visualizable, sino que eran más bien pensamientos y emociones en lenguas alienígenas: una defensa mental cargada de una resonancia organizada, sistemática y resistente. Empujásteis con fuerza, pero aquello era como competir en una carrera en la que vuestro vehículo estaba armado de piezas de segunda pegadas precariamente entre sí, mientras vuestra competencia tenía un coche de lujo. 

Sentís las grietas en vuestro efecto, sentís la extrañeza de vuestras mentes plegándose y resistiendo. Entonces, algunas ideas toman forma más visible y tangible. Allí estaba Aiden hablando con Skyler hace unos días, mientras esta le contaba de sus resultados del instituto. Más hacia acá estaba Oliver, a altas horas de la noche, escribiendo código frenéticamente en la oscuridad, iluminado únicamente por la luz de su pantalla. Mas allá está Evan, revisando su último caso en su escritorio, mientras riñe a su secretaria por no haberle pasado una llamada importante. Las imágenes eran extrañas, por un instante parecían recuerdos proyectados sobre las paredes de vuestro vehículo, pero... pero os veíais a vosotros desde fuera, en tercera persona, y aquello no parecía estar allí intencionalmente.

Aquí está ahora Anthony, paseando por el Victoria Park con las manos en los bolsillos en un día invernal. De repente se detiene y os mira fijamente. Sus ojos no son suyos, no son los que recordáis. Son ojos que le pertenecen a alguien más:

-Me habéis... matado-

Su rostro dejó ver un rictus de dolor y una herida en el abdomen que empezó a sangrar profusamente. Las paredes de vuestras defensas se rompieron estruendosamente, y fuisteis lanzados con gran fuerza de regreso a vuestras propias cabezas, despertando en la habitación de Maddie, sudorosos, con el corazón latiendo fuertemente y una sensación migrañosa que os augura una resaca sensorial por algunas horas al menos.

Tenso como una cuerda sobre la silla, los temblores estuvieron a punto de dar con sus huesos en el suelo. Una parte de Óliver que era inmisericorde, fría, escamosa y que gozaba de un humor de las mismas características le dijo: da igual que no te hayas drogado, vas a acabar igual en el suelo babeando.

Había otra parte a la que aquello le importaba poco. Dejó estar el control de su cuerpo y se aferró a lo vivido durante esos instantes de eternidad. Se aferró, se aferró, se aferró...

¡No olvides! ¡Recuerda cada detalle!

Sus pulgares escribían código sobre la terminal móvil casi sin concurso de la vista, mientras el resto de la mano la aferraba para que no se cayera con los temblores. La palabra conectaba con ciertos centros de percepción dentro de si, y grababa todo aquello. La memoria de su terminal... Esperaba que tuviera suficiente memoria.

Me latía el corazón a toda máquina cuando mi mente volvió a la realidad del piso de Maddie. En el suelo estaba el dibujo que había pintado para enfocarnos en el ritual, esa espiral de cuadraditos de colores de Oliver superpuesta sobre las palabrejas de Evan. Las sensaciones en mi interior oscilaban entre muchas emociones distintas, pero la principal era la euforia del yagé. 

—¡Joder! ¡Whoa! —exclamé, al ponerme en pie. Me brillaban los ojos cuando miré a los demás, primero a Oliver y Evan, pero luego también a Maddie y Andy—. Hemosvisto cosas —les informé, acelerado—. Creo que nosvigilan oalgo. Tíos... —Mi atención se fue otra vez a los dos que habían compartido ese viaje conmigo—. Tíos. ¿Quéera el muro ese? ¿Lo sabéis?

Cuando abrí los ojos, lo primero que hice fue volverlos a cerrar.

Estaba de vuelta, lanzado como una pelota a lo guantes de un portero.

Y así, con los ojos cerrados, empecé a contar hasta diez. ¿Por qué lo hice? Estaba claro. Porque aunque antes había vuelto en mí con sobresalto, cuando los demás me vieran abrir los ojos tenían que darse cuenta de que lo tenía todo bajo control. Todo. O algo así.

¿Tenía eso sentido? Esperaba que sí.

Mierda... Es verdad. Estaba drogado. Lo había olvidado.

Dejé la cuenta a medias. No necesitaba llegar a diez para que los demás se dieran cuenta de que era el puto amo. En realidad ya tendrían que saberlo. Además, el colgado de Aiden hablando como un tarado me hizo reaccionar.

Si no recordaba mal, un rato antes estaba súper deprimido. Ahora estaba eufórico, a pesar de lo que habíamos visto. Y no tenía que escucharle más que una o dos palabras para decidir que le prefería deprimido. Además, hablaba como si estuviera colocado. Pringado.

—Vamos a er, Aiden —le dije mientras me ponía en pie, demostrándole que yo sí sabía controlar aún cuando me había tomado esa mierda—. Lo del muro está claro. Alguien tiene garreras. Bareras. —Ladeé un poco la cabeza y alcé una ceja. La maldita palabra se me quería resistir, pero yo era más listo—. Guefensas. Como las que levantamos tú, o yo, o... —Miré a Oliver, que parecía entretenido tecleando como un loco—. O Yo.

—Alguien estaba prepararo —dije levantando un dedo—. Y nosotros no. Y no le hemos dado una mierda de mensaje, ni le hemos visto. Y lo de escondernos... —Negué con la cabeza—. Vamos, todo mal. Pero hay algo bueno. Creo que le hemos visto los ojos. O algo así.

—¿Eso se puede, Maddie? —pregunté a la mujer mientras me giraba hacia ella, poco consciente de que no me había explicado en absoluto. Al darme cuenta de que mi comportamiento no había llegado a ser indecoroso, pero lo habría rozado, carraspeé y me coloqué la ropa antes de volver a hablar con exagerada seriedad—. Hemos visto a Anthony y nos ha acusado de matarle, pero no pasa ada, porque yo nos declaro inocentes de ese cargo. —Asentí—. Y tenía unos ojos que neran suyos. ¿Podían ser de otra persona, Maddie? —De inmediato insistí, impaciente porque no me hubiera contestado ya—¿Eso se puede, Maddie? ¿Se puede, Maddie?

Oliver se despejó. Había, al menos, dejado un buen foco en su memoria, por si deseaba volver a ello. Iba a ser más difícil después, claro, pero estos drogatas del demonio se habían despertado ya, los pobrecitos. Y se suponía que el drogata mayor era un prodigio de memoria, mientras le quedaran neuronas, por supuesto.

──El el Quinto quien quiere devorarnos a todos, creo yo. Le molesta dividir el poder entre varios y cree que debe eliminarnos. O, al menos, es así como yo lo interpreto. Se esconde muy bien. Mejor que yo ──añadió con envidia manifiesta──, pero, en efecto, sabemos cómo son sus ojos.

Miró a sus compañeros con ojo crítico. ──¿No deberíais daros una ducha fría, o algo así?

La barrera era formidable, estaba claro. Pero Óliver creía que era una debilidad. Una barrera formidable dejaba un vacío formidable. Debía averiguar el "sabor" de la barrera, dado que no podía vislumbrar lo que había dentro.

Maddie observa y mira a Aiden con seriedad cuando este afirma que los vigilan. Sus pensamientos estaban en otro lado, y su preocupación empezaba a tomar un tinte mucho más introspectivo.

-¿El qué?- pregunta mirando a Evan, sin sonreír ni siquiera. Luego piensa un momento. -No lo sé. Podríais haber visto lo que alguien quería que viéseis. O podríais haberos encontrado con... Anthony. Algunos magos estudian lo que pasa después de la muerte, y algunas personas permanecen a manera de... espíritus, fantasmas, esencias. Hay diferentes nombres. Estas pueden tener diferentes aspectos. Quizás... quizás deberíais preguntarle a Anthony, si todavía resta algo de él- dice ella mirandoos pensativa.

-Eso puede ser cierto... pero en ese caso... quizás él sepa más sobre vuestra condición especial. ¿Qué recordáis de esas barreras?- pregunta, directa, mientras se acerca a Aiden y pone una mano sobre su hombro.

-Woa... Aiden... tío- dice Andy. -Quizás por eso a veces nos sentimos observados, ¿no?. A lo mejor el quinto este, o como se llame esté buscando el mejor momento de atacaros como con Anthony, ¿no?. Un momento que estéis solos, que no os puedan ayudar y haceros lo mismo- dice y luego mira a Madeleine.

-¿Puedes hablar con los muertos, Maddie? Como mola. Podéis incluso preguntarle a Anthony quién le mato. Como en esa novela... ¿cómo se llamaba? él podría ayudaros directamente sí...- dice mostrándose asombrado y emocionado a partes iguales.