Partida Rol por web

Van Horst era normalmente muy sigiloso, pero por alguna razón mientras avanzaba puso el pie sobre una tapa de metal corroída y esta se quebró, cayendo al canal de aguas fecales haciendo un ruido de mil demonios -¡mierda!- no pudo evitar exclamar mientras evitaba seguir el mismo camino. Tras unos breves segundos, se recompuso y avanzó al lugar designado con el rifle de fusión en ristre.

¿Pero qué diantres...? El oír esas palabras me enfurece, como si la situación ya no fuera bastante desagradable de por sí, de repente intentan jugar con nosotros. Ya les daré yo juegos, ya...

Afortunadamente, pese a su aspecto desastrado y demacrado, ese sargento demuestra que sabe cómo hacerse cargo de la situación, y me sorprendo reaccionando con entusiasmo a sus indicaciones. -El cuerpo a cuerpo se me complica, alancear canallas traidores es más difícil sin montura. Pero por suerte, tengo opciones.- Y subrayo dichas palabras haciendo botar la granada en mi mano y señalando la carabina que asoma sobre el macuto cargado hasta los topes con lo que he podido salvar de mis alforjas.-A no ser que tenga un interés particular en que intente hacer brochettes de rata. 

-Vamos, Gibert. Y cubre un poco esa linterna- remarco a este último, haciéndole gestos con la mano libre para que no se retrase mientras me coloco a la vera del sargento. 

La inquietud ante esas palabras se hizo palpable rápidamente, aunque por suerte Kolya estuvo rápido a la hora de organizar al grupo. Un soldado que ejecuta órdenes es un soldado con la mente ocupada, y mejor eso que dejar volar la imaginación en aquellas circunstancias. El orden deseado se adoptó, y más allá del pinchazo al suelo de McKnife y la pequeña metedura de pata de van Horst, nada más ocurrió.

Retomaron el avance, incapaces de quitarse la sensación de que alguien los observaba... O quizás más bien algo. Poco a poco empezaron a aparecer más elementos en su recorrido. Jirones de tela recia que seguramente habían pertenecido a alguna clase de ropa, en distintos estados de decaimiento. Aquí y allá algún trozo de vidrio de algún recipiente roto. Y, de forma más llamativa, signos de movimiento por la zona. La basura no estaba uniformemente distribuida, y parecía que aquella zona tenía movimiento de forma relativamente habitual. 

Dado que aquel era un túnel unidireccional, eso solo podía decir una cosa: alguien iba hasta allí, hacía algo y volvía. Seguramente tirar basura.

-Aahhh... Ahí estáis...-volvió a escucharse aquella voz-¿no ha sido tan difícil, no? Ahora venid aquí, hay trabajo que hacer...

¿Realmente se estaba dirigiendo a ellos?

Desde la retaguardia no podía ver gran cosa, pero dudaba que la cosa mejorase mucho delante del todo. Tenía la escopeta preparada y contaba con Marius para que le pasara el rifle de fusión si de repente aparecía algo que necesitara desaparecer al instante. Y algo iba a acabar apareciendo, lo presentía. Notaba movimiento por el rabillo del ojo que desaparecía en cuanto se giraba para ver que era, pero estaba seguro de que alguien les vigilaba. 

La voz volvió a escucharse, ¿Más cercana y clara, quizás? No podía decirlo allí abajo y a en el culo de la columna, pero fuese lo que fuese aquello, él si que le tenía un trabajito guardado en forma de plomo. 

La sensación de opresión era cada vez más palpable. - Aquí hay alguien o algo...raro. - pensó Albius, silencioso ahora mismo de forma poco habitual en él. Al parecer, fuera lo que fuera lo que estaba sucediendo, estaba socavando el normalmente fuerte ánimo del hombretón, al punto de tenerlo callado. No pudo evitar rememorar la enorme figura del demonio que le hizo huir en el campo de batalla, para su vergüenza. 

Apretó los dientes y confió en que sus compañeros vaporizarían o llenarían de plomo lo que apareciera a su frente, y él y Celonius se encargarían de lo que viniera por la retaguardia, ya con el bólter pesado bien cogido y preparados para usarlo. Andar hacia atrás era incómodo, pero como no iban muy rápido, podía mantener el ritmo. 

La voz se escuchó de nuevo, haciendo que el especialista se detuviera y embrazara el arma listo para apretar el gatillo, pasados unos pocos segundos, se destensó y siguió caminando detrás del resto. Parecía que se dirigían a ellos, pero le daba la sensación de que quien hablaba les había tomado por otros. ¿Les daría eso ventaja? 

-Use la carabina, guarde la granada para momentos concretos -explicó Kolya al selicano mientras que avanzaban por ese camino que parecía unidireccional.

No le gustaba nada, pues se sentía como si estuviera encarado a una trampa sin salida y no pudo evitar recordar como se les complicó la toma del bunker en la última misión, así como esa voz que le recordaba al extraño matasanos que se movía por las catacumbas del Punto Fénix.

-¿seguimos sin conexión? -preguntó a su ayudante, que portaba un Vox con él- necesitamos saber qué está pasando arriba.

Malek siguió apuntando al frente, tratando de ignorar, infructuosamente, los efectos de la ponzoña o enfermedad que le estaba afectando. No sabía muy bien que hacer y, como poco, la situación se estaba volviendo algo más confusa. ¿Realmente hablaba con ellos? No lo tuvo nada claro, pero su rifle enfocaba en la dirección de la que provenía la voz.

El tirador avanzó un poco e hincó una rodilla tratando de pasar desapercibido. 

El avance es lento para intentar mantener al máximo el silencio, tal como ordenó el Sargento Vladislovich. La voz aquella parece referirse a alguien (o algo) que no somos nosotros, por lo que pienso debemos cuidarnos de más de un enemigo. 

"Si fuese una abominación como la encontrada en las alcantarillas, será sumamente peligroso, y eso sin considerar ayudas que pueda tener."

En este caso, tenemos armas pesadas pero no sé si serán suficientes para acabar con alguna clase de demonio del Inmaterium. Mi bólter pesado es una gran arma pero está diseñada como recurso anti-infantería, acabando con varios enemigos normales a la vez pero siendo poco eficiente contra enemigos muy blindados.

Continúo mi avance junto al grupo pues, independiente de si soy o no capaz de acabar contra el enemigo que se nos enfrente, seguiré cumpliendo las órdenes hasta mi final.

Paul intentó seguir el ejemplo de Malek y moverse entre las sombras hacia donde creía que procedía la voz. Avanzaban lo más cohesionados posibles, pero sin duda el proceder de regimientos tan diversos les estaba pasando factura. Sólo esperaba que las habilidades combinadas del dispar pelotón y su potencia de fuego fuesen suficiente para lo que quiera que les aguardase.

Fedor escuchó con cierta sorpresa las órdenes de Kolya que se referían a él, en concreto. Le indicaba que marchara en vanguardia... cuando él era artillero con un arma pesada. No obstante las instrucciones estaban dadas, así que sencillamente esperó que su sargento supiera lo que hacía.

Tan pronto escuchó la grotesca voz que erizaba el bello de los presentes, el lantanita recordó aquella cosa que merodeaba por los subterráneos de Punto Fénix. Si algo parecido correteaba por allá, el artillero no iba a dudar en emplear lo más destructivo a su mano.

- Alaba al Emperador y pasa la munición - murmuró a Liudmila mientras daba un par de toquecitos a Olga, sobre su hombro. Su compañera supo a qué se refería y abriendo una de las cajas de munición que portaban, introdujo un obús rojo en el lanzamisiles. A la par, Fedor se colocó los visores nocturnos y los activó, avanzando junto al resto.

El ayudante de Kolya negó con la cabeza, trasteando con los diales a cada ocasión que tenía pero, de momento, sin éxito. O estaban demasiado profundos o tenían algo especialmente denso por encima... O quizás había otra explicación más esotérica, claro, pero eso era algo que nadie quería pensar. 

-Traaaabajaaaaaaar es un placeeeeeeeer cuando uno cumpleeeee su debeeeeeeer...-dijo de nuevo aquella voz, en una especie de canturreo gargajeante. Se escuchaban algunos chilliditos, el sonido de metal contra metal y también otros sonidos más repugnantes. Pronto el sonido fue acompañado de algo más: allí delante se adivinaba algo luminoso. Conforme se acercaron, quedó claro que se trataba de un residuo fosforescente que goteaba de una tubería de la pared. Una tubería que no parecía llevar allí mucho tiempo. A pesar de aquel asqueroso moho, en aquella zona se adivinaba maquinaria y equipo en las paredes que no debía llevar mucho tiempo.

A apenas unos metros, sin embargo, el brillo se incrementaba. Claramente el túnel parecía dar a alguna especie de sala, con iluminación de un verde enfermizo, y desde la que se escuchaban con más claridad aquellos sonidos.

-Aye aye. Gilbert, tenme esto, por favor- digo, pasando la granada a mi camarada para que me la guarde mientras echo mano de la carabina. Preferiría hacer volar unas cuantas ratas por los aires pero es cierto que sería un gasto superfluo. 

Las palabras extrañas se reanudan. Frunzo el ceño y doy un puntapié a un frasco roto para apartarlo de mi camino. -A lo mejor sólo se trata de un obrero que se ha refugiado aquí abajo huyendo del bombardeo y ahora está borracho y aburrido, rebuscando entre toda esta porquería. 

Dado que parece que el túnel se abre a un lugar más grande, echo mano de mis magnoculares y trato de distinguir qué hay más allá antes de que lleguemos. 

Conforme iban avanzando, dejaban oscuridad detrás, una oscuridad tan completa que parecía que se tragaba la luz de la linterna de Albius, el cual seguía caminando de espaldas oteando a esa nada que tenía delante. De vez en cuando se giraba para ver el camino que tenía que seguir y volvía de nuevo a caminar de espaldas de esa forma extraña, con las piernas algo abiertas y rotando bastante la cintura mientras sus compañeros seguían avanzando y vigilando el frente. 

Una voz sonó cada vez más clara, con un canturreo que al gran operario le sonaba a alguien realizando una tarea totalmente concentrado. - ¿Quién coño...? - pensó, extrañado de que aquel ser estuviera tan sordo de no haberles escuchado aún. 

Malek poco podía hacer y poco percibía, la oscuridad, su mal estar, la falta de equipo. Todos esos factores le estaban jugando mala pasada, por lo que no le quedó otra que, junto a Paul, avanzar por entre las sombras, tratando de no ser vistos e intentar arrojar algo de información a lo confuso de la situación.

La iluminación fue en aumento a pesar de no mejorar demasiado, y el lugar empezó a ir dando menos asco, todo apuntando a que se dirigían a un nuevo escenario. La voz seguía provocándolos, y si no se dirigía a ellos, desde luego que lo parecía. Desde retaguardia, era de los últimos en percatarse de todo, por lo que confiaba en que, si sucedía cualquier cosa, lo avisarían desde delante ya fuera con disparos o con gritos. Por su parte, él se concentraba en la oscuridad tras ellos, vigilando que nada les sorprendiera por allí.

Ah, por fin algo de luz al final del túnel. Arthur sabía, por experiencia, que las luces al final del túnel cuando uno estaba resacoso y pringoso nunca eran buenas noticias. Pero cuando hay que hacer algo que a uno no le va a gustar, mejor es hacerlo de una vez que vivir lamentandose, así que, indicando a Pipeboy que le siguiera, se acercó a la luz sigilosamente.

Conforme se fueron acercando más a aquella luz, una sensación de intranquilidad se fue asentando en los corazones de todos. Había algo... Mal allí. La zona, el canturreo incesante, algo extraño que les perturbaba sobremanera. Además, a veces, les parecía escuchar otras cosas, como fugaces sollozos o peticiones de agua o de salvación apenas musitadas. Finalmente, cuando llegaron al umbral, se reveló ante ellos una visión extraña y de pesadilla.

Las tuberías nacían allí, o quizás desembocaban en aquel lugar, conectadas a una serie de maquinaria que zumbaba y chirriaba, así como a unos contenedores de vidrio rellenos de ese mismo líquido. En algunos de ellos, flotaban figuras, algunas en proceso de crecimiento, otras claramente contrahechas o malformadas, pero de algún modo todas parecían la réplica de la misma persona. 

El mayor horror se encontraba en el centro de la sala, donde se alzaba una mesa de operaciones con correas a la que estaba atada una de aquellas criaturas malformadas. Sobre ella se cernía una figura horrenda de la que algunos podrían haber oído hablar, o incluso conocer. Aunque en un vistazo breve y casual podría pasar por alguna especie de quirurgo o similar envuelto en un traje de aislamiento, no hacía falta mucho para percatarse de que algo había mal en esa persona. El traje estaba manchado, abultado de más en algunas zonas y de menos en otras, de forma claramente antinatural, más aún cuando esos bultos no parecían quedarse quietos. Las manos cubiertas por guantes parecían más bien garras y sus dedos eran dispares e informes. 

Aquella cosa era el origen del canturreo, de espaldas a ellos, mientras cortaba con unas herramientas de aspecto oxidado y repugnante a su contrahecha víctima. Aquello parecía alguna especie de autopsia, ejecutada con tanta alegría como habilidad. A sus pies, la rata parecía aguardar algo, aunque tan pronto aparecisteis esta decidió alejarse de nuevo, hacia las sombras por el único pasillo que salía de aquella sala, en el extremo opuesto a vosotros.

-Bien bien bien... Veaaamos que ha salido mal esta vez...-dijo la cosa, absorta en su trabajo.

La tenue luminosidad de aquel cuarto donde ese ser, de desagradable y antinatural aspecto, llevaba acabo sus experimentos, me permite ver mejor el escenario de lo que claramente ha de ser un peligro para nosotros y, probablemente, para todo el intento de las fuerzas imperiales de purgar la herejía de este mundo.

Esos tubos y sus palabras me hacen pensar que debe ser alguna clase de medicae corrupto, intentando causar mutaciones o cosas para atacar a las tropas del Dios-Emperador. No puedo pensar en nada bueno que se esté preparando de aquella manera, nada que esa criatura esté desarrollando y que sea visto con benevolencia por alguno de los Sagrados Ordos de la Inquisición.

"Maldita abominación. Que el Sargento me de la orden y te despedazaré con mi sagrado bólter."

Miro al Sargento Vladislovich en silencio, pues la criatura todavía no ha notado nuestra presencia y no seré yo quien la ponga al tanto con mis palabras. Solo un gesto necesito del oficial para presionar el disparador de mi bólter y destrozar todo lo que hay en el interior de aquella infecta habitación.

A pesar de ir en retaguardia, Thaddeus pudo ver bien lo que les esperaba en la siguiente sala, a través de los cuerpos de sus compañeros. Había visto muchos horrores durante su servicio al Emperador, pero aquél laboratorio diabólico le puso los pelos de punta como nada que hubiera visto antes. Los chirridos de la máquina, el líquido y contenido de los tubos, la masa de carne viviente sobre la mesa de operaciones... y la cosa claramente antinatural que canturreaba mientras trinchaba como si nada a la masa de carne. Todo aquello parecía sacado de alguna pictograbación de terror, y a pesar de todo su entrenamiento, el Enviudador no pudo seguir adelante, agradeciendo secretamente ser de los últimos en entrar y que hubiera tantos cuerpos entre él y aquella escena. Ni siquiera llegó a escuchar a Albius cuando se dirigió a él, ocupado como estaba en tratar de apartar de su mente el miedo que ahora mismo la atenazaba.

Los últimos pasos de espaldas le llevaron a una claridad que salía de una sala llena de tuberías y lo que parecían enormes tubos de ensayo, anaqueles y decenas de recipientes de la más diversa índole. Dejando de vigilar la espalda por unos segundos, confiando en su compañero de regimiento, dio un repaso visual a la sala intentando localizar los posibles peligros, pues sentía dentro de sí que allí había algo extraño, algo raro que le ponía nervioso, y eso no era habitual en él, y menos últimamente.

El más evidente era una repugnante figura contrahecha, un mutante o criatura del caos, sin duda, que estaba operando a otro de esos seres malhechos que estaba en una mesa con correas, mientras diversas voces a su alrededor lloriqueaban, solicitaban ayuda de alguna u otra forma, o simplemente gemían incoherencias. Albius había perdido parte de sí mismo en aquel planeta, y estas cosas grotescas que, en otras ocasiones, le habrían hecho encoger el corazón o directamente salir corriendo con los huevos como dos pelotas de hielo, ahora no le producían más que un desagradable sabor en la garganta y unas ganas de destruir que le eran complicadas de controlar. El ruído de la maquinaria, su propia voz, y la tarea que le tenía tan concentrado hacían que aquel ser no fuera consciente de lo que estaba sucediendo a su espalda, pero una "pequeña" rata, tan grande como la bota de Albius, salió corriendo hacia otro pasillo que había justo enfrente, perdiéndose en la oscuridad. No parecía haber ningún otro peligro evidente, lo cual no quería decir que no lo hubiera, pero como su padre le decía a menudo cuando estaban trabajando y tenía que enfrentarse a los problemas - primero el uno, luego ya veremos... - recordó, imitando mentalmente la voz grave y rasposa de su progenitor.

Dado que por la espalda no parecía, de momento, haber peligro, con una seña le dijo a su compañero que vigilara la retaguardia*, mientras él y Cel daban unos pocos pasos a la derecha de la entrada y posicionaban el bólter con la clara intención de estar preparados para abrir fuego en cuanto el Sargento diera la orden, todo ello sin decir ni una sola palabra en toda la acción.

Miró a Celonius un momento mientras terminaban de colocar bien el bólter pesado, quien supo instintivamente lo que le estaba pidiendo su binomio sin que este tuviera que decirle nada, pues rápidamente se colocó de tal forma que pudiera ayudar al tirador a mantener el arma equilibrada y menguaran las vibraciones de la misma. 

El "Enterrador" se congratuló de que nadie hubiera tirado una granada o disparado con un arma demasiado estruendosa, al parecer, el haber empleado láser, que hacía ruído pero no tanto como otras armas, había contribuído también a que aquella cosa no se diera cuenta de su llegada. Si eran capaces de terminar de posicionarse sin que aquel ser se diera cuenta, lo podrían exterminar sin que pudiera hacer nada por evitarlo...sólo necesitaban unos segundos más...