Partida Rol por web

La omisión de una orden explícita consiguió que siguiera manejando el bólter en vez del rifle, aunque si eso fue debido a un desliz o la posibilidad rápida de un "último recurso" prefería dejárselo a la sargento y seguir preparado para cualquier cosa.

Todos entraron rápidamente, siendo "ayudados" por los stormtrooper, que aceleraron su entrada sin muchas ceremonias, con empujones apresurados antes de volver a cerrar aquella puerta. Cuando estuvo cerrada, se volvieron hacia ellos, los dos que tenían los rifles en las manos aún apuntando a los intrusos, mientras que el otro los observaba, como valorando qué debía hacer.

-Bueno, ya sabemos quién coño sois. Lo que no sé es qué hacéis aquí, pero habéis tenido suerte-replicó, optando finalmente por volver sobre sus pasos, indicando al grupo que le siguiera. Por supuesto, la fila la cerraban los soldados con las armas en la mano, que siguieron sin quitarles el ojo de encima, o el dedo del gatillo. 

Tras atravesar un pasillo, llegaron a una sala más grande, donde había varios soldados de asalto más reunidos, algunos con el rostro descubierto. Uno de ellos miró a Paul con gesto indiferente, para después dirigirse a otro. 

-Este es el tipo de la estación-replicó, con un cabeceo.

-Buenos ojos para detectar a uno de mis muchachos, y para encontrar esto... O quizás una suerte endiablada. De momento se van a quedar aquí, y van a contarme qué hacen en este sitio-replicó el tipo, que llevaba galones de sargento. 

Era curioso como el hecho de no tener comunicaciones, al menos aparentemente, enrarecía el ambiente. Eso, junto con la revelación por parte del medicae lantanita de que había sonidos extraños en el túnel, fue logrando que el ambiente en los túneles se volviera más y más opresivo. Quizás demasiado. Al principio el nudo en el estómago parecía algo normal, así como la sensación de que la oscuridad se acrecentaba...

Sin embargo, no tardaron mucho en darse cuenta de que no era un juego de su mente. O quizás sí, pero uno particularmente perverso. La luz decrecía, a pasos agigantados, y los aparatos parecían empezar a fallar. Y así, en apenas unos segundos de confusión, oscuridad. Oscuridad y silencio... Un silencio tenso, que llevó a los oídos de todos un sonido...

¿Era suyo? ¿O estaban escuchando algo más?

Arthur se había graduado con nota en la universidad de la vida. Si con algo tenía experiencia, era con salir adelante ante la alteración de percepciones. Ya fuera por sustáncias recreativas que alterasen su química cerebral o brutales traumatismos craneoencefalicos, Arthur había lidiado globos de magnitud peores que aquel. Al fin y al cabo, sólo era oscuridad. Oscuridad que podía contener cualquier cosa, pero como cualquiera que hubiera salido con Moopsie podía afirmar sin temor a equivocarse, a veces una cantidad arbitraria de cualquier cosa hipotetica es mucho menos terrorifica que una pizca de cualquier cosa real.

Intentó hacer memoria de las normas de ponerse hasta arriba de licor de anticongelante y tener que volver a casa. A ver. Avanzar despacio, asegurarse de que era suelo y que era pared. Eso podía hacerlo, al fin y al cabo, estaba en la oscuridad, no en un barco tambaleante. Ya era una mejora. Extendió el brazo trazando un lento círculo a su alrededor y añadió la longitud de la espada para tocar la pared o otro cuerpo. Pipeboy tenía que estar en algun lado, pero fuera lo que fuera eso que se oía, no quería darle pistas de donde estaba. Reprimió una blasfemia. Si nada de eso funcionaba, tendría que beberse el destilado de fruta madura que había hecho, todo el mundo sabe que un ciego con otro ciego se quita.

Kolya seguía a los soldados que les guiaban con la escopeta baja, pero él tampoco había apartado el dedo del gatillo ni se había levantado la máscara con visores infrarrojos que llevaba puesta. Caminó en silencio y miró a Paul, y no pudo evitar recordar que Vitaly también había dicho algo de que había visto a alguien. La cosa se complicaba mucho, pero tenían que saber qué estaba pasando.

-Hemos venido para asegurar las alcantarillas -contestó el lantanita- tenemos que asegurarnos de que no nos saldrán enemigos por aquí y, tras el ataque en los vagones, no creo que la cosa sea sencilla -paseó la mirada, intentando contar cuantos de esos soldados estaban ahí- tenemos permiso del Alto Mando y del Comisariado, así que supongo que ellos no tendrán ni puñetera idea de que ustedes están aquí.

Se encogió de hombros con tranquilidad.

-¿Qué diantres se supone que están haciendo?. Espero que no sea una operación sumamente delicada porque no somos el único equipo explorando este lugar -y ahí estaba, un aviso de que no estaban solos y un incentivo para que les contaran algo, aunque fuera una migaja, de lo que pasaba ahí.

Se humedeció los resecos labios y miró nervioso a un lado y a otro, hasta que su mirada se cruzó con la de su hermana, la cual le devolvió un sencillo encogimiento de hombros. Observó a las tropas de asalto inquisitoriales y notó una punzada en el cogote, aquello era miedo, y los Yatha odiaban esa sensación.

Malek dio un paso al frente y saludó al estilo de Caldeum, tocándose la frente con el dedo indice y devolviendo el gesto hacía los que saludaba. Las palabras del sargento Kolya frenaron la lengua de Malek, por lo que se dedicó a asentir ante sus palabras, secundando lo que dijo mientras abrazaba su láser largo. Cuando uno el sargento de las inquisitoriales dijo aquello, Malek asintió otra vez y sonrió ligeramente - en Caldeum nos entrenan desde pequeños a seguir rastros, la caza la llevamos en la sangre - dijo de modo cortés, sonando un tanto soberbio por sus palabras, pero no por el tono, que reflejó una humildad y pragmatismo sin parangón. 

Había esperado que las comunicaciones no funcionaran bajo tierra, por lo que no tardó en volver a ordenar el avance. Entre el silencio intentaba advertir los sonidos de los que hablaba Fiks, pero de lo único que se dio cuenta es de que el ambiente se iba haciendo cada vez más pesado. Tenía que serlo de por sí, estando donde estaban, pero parecía como si cada vez les costara más avanzar, ver y sentir lo que había a su alrededor... como si, a pesar de la iluminación que llevaba, la oscuridad que los rodeaba se fuera abriendo paso hacia ellos.

Sabía que era un pensamiento estúpido, que atribuyó a la tensión... al menos hasta que su linterna empezó a parpadear, y, de un momento a otro, dejo de verla por completo. Dejó de ver nada de lo tenía cerca, ni siquiera a ella misma. De hecho, no es que no pudiera verse... es que tampoco notaba el suelo bajo sus pies, ni las paredes, ni nada. Intentó retroceder, pero no notaba sus piernas. Intentó palparse a sí misma, pero no sentía sus brazos. Intentó hablar a los demás, pero no escuchó nada. Tan solo el silencio absoluto.

Y en medio de aquél silencio...

El enorme soldado avanzó poco a poco, ejecutando la orden de la Sargento y posicionándose de nuevo en el lugar asignado mientras seguía observando la oscuridad del túnel que se abría delante de ellos, como una boca negra que quisiera engullirles. 

Notó una curiosa sensación en el estómago, como si tuviera un retortijón - Algo me ha sentado mal, ¿habrá sido la cerveza de Flavia? - se preguntó. Desde que el medicae había dicho lo de los extraños sonidos, Albius sonreía casi de oreja a oreja. - Joder, por fin algo de acción. - musitó, sin embargo, el túnel comenzó a estrecharse. - No...la luz. Algo pasa a la linterna. - la zarandeó un par de veces, pero seguía menguando. Parpadeó y se pasó los pulgares por los visores del casco, intentando aclarar la vista, pero nada. Y casi de golpe, oscuridad total. Silencio. Y lo escuchó. Al principio pensó que era suyo, pero no. Venía de ahí fuera. De alrededor.

Lo aconsejable sería callar y retroceder, y eso hizo. Pero no pudo, no podía. No se sentía. Era como estar atrapado viendo una película, como si de repente te hubieran fijado todo el cuerpo con un potente pegamento y sólo pudieras mirar adelante, sin poder hablar, sin oír, sin ver. 

- ¿Qué coño...? - pensó. Al menos, eso aún no lo había perdido. Pero Albius era hombre de acción, no de quedarse quieto, así que intentó imaginarse cómo retroceder, cómo volver por donde habían venido. Tenían que haber entrado en alguna zona con humo o tóxicos sin haberse dado cuenta. Lo primordial era recuperar la visión y la perspectiva. 

la situación era cuanto menos tensa, ya que entre los sonidos que decía oir el medicae sumado al hecho de que en las alcantarillas había una oscuridad total, hacía que estuviera atento a cualquier ataque o amanaza que pueda suceder, y el hecho de que las lamparas fallasen y lo único que escucharse fuera mi corazón no ayudaba nada.

Avanzo siguiendo la orden del Sargento Vladislovich al interior de aquel túnel tomado por los miembros de la Sagrada Inquisición. Mantengo silencio pues la cadena de mando indica que ha de ser mi oficial al mando quien se refiera a las preguntas hechas, a menos que se me pregunte a mí directamente. No me pasa inadvertido que los soldados mantienen sus armas apuntándonos y prestas, como si nosotros fuésemos una amenaza.

"Me parece un poco obvio que somos siervos del Emperador, aunque la paranoia es uno de los mayores escudos de los Ordos, así que no les culpo."

Avanzo en silencio con mi bólter pesado en las manos, apartando el dedo del gatillo para no abrir fuego con él de forma accidental, que podría significar la muerte de muchas personas en un espacio cerrado como este. El Sargento habla mientras alguno de mis compañeros aporta algunas palabras pero yo me mantengo en silencio disciplinado, siempre flanqueando al Sargento a medida que avanzamos por aquel lugar.

Marcel, visiblemente nervioso, sacó su cantimplora y echó un largo y tembloroso trago. Cuando fue a guardarla, sin embargo, Alain se la quitó e hizo lo mismo. Los dos tenían los rifles colgando de sus cintas, con los cañones mirando al suelo enfangado, y una expresión de corderitos recorriéndoles las caras. Jamás se habían cruzado antes con la Inquisición, al menos no conscientemente, y la noción de que sus vidas ya no eran suyas les estaba empezando a saber más real y certera en ese momento que nunca antes. Las palabras del sargento, cargadas de verdad y aplomo, los tranquilizaron mínimamente, pues ninguno sabía qué esperar de aquellos hombres.

Paul se encogió de hombros ante el cumplido del sargento de las tropas de asalto. Su voz, susurrante tras la máscara, se hizo oír en el confinado espacio -Supongo que fue una combinación de suerte y curiosidad. Volví a la estación durante una de mis sesiones de entrenamiento y vi algo que me llamó la atención en los andamios. Obviamente no fui el único. Se detuvo un momento, girándose para mirar al soldado que le había seguido días atrás, antes de añadir -tras ocuparnos del asunto actual estoy abierto a comparar notas, por cierto.

Nos estábamos metiendo en la boca del lobo y por eso me tranquilizaba el seguir sosteniendo el bólter, porque a malas le reventaría a esa cosa desde dentro.

El sargento alzó la cejas cuando Kolya le dijo que había otros ahí fuera, y tras mirar su chrono, hizo una mueca de desagrado.

-En ese caso, espero que hayan traído bolsas para recoger los pedazos. No es buen momento para estar ahí fuera-replicó, aunque lo hizo sin un ápice de humor-en cuanto a qué hacemos... Búsqueda y captura, aunque nos hemos encontrado con que en este lugar, en momentos concretos, ocurren cosas... Aquí están a salvo, o al menos lo hemos estado hasta el momento. En unos minutos podremos salir y continuaremos con nuestra misión, le aconsejo que nos acompañe, sargento. Por su propio bien. 

Ese latido se fue acelerando en vuestros oídos, cada vez más, haciéndose auténticamente insoportable, obligándoos a taparos los oídos, cerrando los ojos con fuerza por el dolor, deseando que parara... Finalmente, en posición fetal, notasteis algo... Suelo bajo vuestras rodillas, un suelo de piedra. Y el latido ya no estaba. En su lugar, podía escucharse la manecilla de un reloj, aunque a juzgar por el sonido, debía ser el reloj más grande del mundo. ¿Quizás nunca había sido un latido? No había forma de saberlo con seguridad. 

Al abrir los ojos, la luz había vuelto, pero lo que alumbraba no era bueno. No había rastro del resto, y de hecho, no seguíais en el mismo lugar. Se trataba de un pasillo que acababa donde vosotros os encontrábais, alumbrado por alguna antorcha, y donde el sonido de esa enorme manecilla resonaba de forma ominosa, infundiéndoos cierta sensación de urgencia tan inexplicable como confusa. No sabíais muy bien por qué, pero sería mejor darse prisa... Con lo que fuera que debierais hacer.