Partida Rol por web

Aquel día hacía exactamente una semana de la llegada de las fuerzas de la Guardia Imperial al planeta, junto con la delegación inquisitorial. Una semana de tranquilidad, que las huestes extraplanetarias habían aprovechado para acomodarse a sus nuevos puestos y conocer algo más sobre aquel lugar, mientras que los nativos de Sélica IV habían empezado a tener algún trato, más agradable o menos, con estos extranjeros.

A través de los canales de radio podía escucharse un comunicado de los mandos, retransmitido por el Lord General Marius Hephaestus en persona.

-Me complace comunicar a todos los soldados que se da por finalizada la incorporación de tropas a las trincheras, todas las secciones tienen sus regimientos asignados, y el equipo básico con ellos, por lo que podemos dar por concluida la fase de despliegue y aclimatación a este nuevo escenario bélico. Así mismo, el Departamento Munitorum está reacondicionando trenes desde nuestros lugares de aterrizaje para poder entregar equipo desde las naves en órbita más rápidamente…

Sin embargo, mientras este mensaje tenía lugar, algunos soldados perspicaces empezaron a escuchar algo. Una especie de silbido agudo, muy bajo al principio, que solo podía significar una cosa.

-¡Bombardeo!

Avisaron algunos, apenas dos segundos antes de que, alrededor de un kilómetro tras su posición, el búnker de mando desde el que se transmitía el mensaje recibiera un impacto directo de un obús de gran calibre, cortándose bruscamente la comunicación con un gran estruendo. Sin embargo, ese fue sólo el primer proyectil en caer…

Los obuses caen alrededor... Pero a vosotros no os alcanza ninguno. Sin duda el gran Dios Emperador, Señor del Cielo y la Arena, ha intercedido por vosotros. ¡Alabado sea!

Ardeth aguanta la respiración y tensa los músculos mientras se centra en ver y escuchar tras oir el silbido agudo y antes de que se pronuncie la palabra "Bombardeo". 

Finalmente los obuses parecen caer lejanos y de repente se detienen.  

Ardeth se persigna dando las gracias al Emperador por poder vivir un poco mas. 

Normalmente un bombardeo se suele ordenar antes de un asalto para causar bajas, confusión y desorden. En este caso las comunicaciones parecen haberse perdido y a saber que mas daños habrán causado los obuses. 

Por de pronto Ardeth sabe lo que tiene que hacer hasta nueva orden de sus superiores. 

Se coloca en postura de guardia con su laser largo, para lo que espera que les venga de frente.

Salima, que había escuchado el informe con atención y que después de la alerta se había agachado mientras miraba al cielo buscando los obuses enemigos, por fortuna, por la gran fortuna del Dios Emperador, ninguno llegó hasta su posición y por primera vez en su vida (o más bien una de las pocas) Salima se puso en pie alzando su rifle láser lago sobre su cabeza y con ambas manos a la vez. Lo agitó mientras gritaba como mandaba su cultura y su mundo natal, allá en el planeta Caldeum a sabe el Emperador a cuanta distancia estaría...

Miró a sus asistente sonriendo antes de volver a su posición, atenta al frente aunque no pudo evitar mirar a sus lados, buscando las otras posiciones imperiales de las que salían columnas de humo... parecía que las otras unidades habían recibido artillería ¿por qué ellos no? volvió a sonreir ajustándose la kufiyya que cubría su rostro - presta atención al frente - le dijo a su oteador mientras ella misma lo hacía atenta y tratando de no asomar mucho su cabeza protegida por el casco - vamos cabrones... es de manual, primero bombardeo y luego asalto frontal... - así lo ponía en todos los libros de tactica imperialis, bombardeo, se diezma el frente enemigo, se les confunde e incluso desmoraliza y luego viene el ataque... ajustó la mira calibrando la distancia y alerta se quedó Salima Rajaa. 

Tras ver y oír como impactaban los obuses, Korlo vuelve a respirar algo más aliviado, nadie que él sepa ha salido herido. Sabe que esta situación se repetirá todo el rato, pero no puede evitar sentirse frustrado. Las trincheras no están hechas para ellos, lo suyo es explorar y aguardar al enemigo en el sitio que más oportunidades les proporcione, pero en este caso nadie puede elegir. Es esperar y lanzar los dados de la fortuna una y otra vez.
Es cuestión de tiempo que la expresión bobalicona del ratling cambie para soltar alguno de sus comentarios inapropiados.

¡Imperator Akhbar! rezó mentalmente Ahmed mientras cerraba los ojos unos segundos. La fortuna les sonrió y seguramente el ojo del Emperador estaba posado sobre ellos, ya que la artillería enemiga ni se acercó a todo el regimiento.

Tras otros segundos de tenso silencio, Ahmed colocó su arma de largo alcance, la apoyó y enfiló el ojo a través de la mirilla para observar la posible llegada del enemigo.

Ni uno sólo se acercaría a su posición. El Emperador estaría orgulloso e incontables enemigos caerían en su nombre. Estaba seguro de ello.

-Sagrado Emperador de Terra protege a tu humilde siervo para que salve las vidas de sus camaradas.

Recordaba lo que había que hacer en caso de artillería, aún así sentí miedo la adrenalina hizo su efecto. Sujetaba el casco con la mano izquierda mientras con la derecha me aferraba al medikit. Ni una sola bomba cayó en nuestro sector, pero ahora nos esperaba un asalto frontal rápidamente me giré hacía Mustafa.

-Recuerda disparar hasta que alguien resulte herido, esperemos que eso no pase entonces nuestra misión será atenderlo, ellos disparan nosotros los arreglamos y por favor estate quieto de una maldita vez.

Hecho un ovillo, Radi se encogía a su lado frente a algo que esperaba y que nunca había llegado. Haytham lo miró sin ocultar una sonrisa, amable por a quien se dirigía y tensa por el lugar en el que lo hacía. Una flor en mitad del desierto, pues por lo que acababa de ocurrir aquel iba a convertirse muy pronto en un escaso lujo en la trinchera, allí donde la sangre iba a correr con la vida como prenda.

- Alza la cabeza, rapaz, y observa.

Viendo que no le hacía caso y comprendiendo la razón de su temor, le agarró del hombro para hacer que le mirara.

- Si algo hay que temer vendrá de ahí- dijo señalando al campo frente a ellos, aquel en el que florecerían más cráteres de los que ya había.- O de ahí- añadió señalando esta vez al cielo que no tardando mucho se llenaría de estallidos, humo y gritos.- Así que deja de mirarte los pies porque tus pies no suponen peligro alguno. ¡Venga!- lo animó dándole una palmada en la espalda.- No te preocupes más de lo necesario. Tú estate atento y vigila. Y nunca olvides que el Emperador provee, Radi, y que nuestra causa es justa.

Siguiendo su propio consejo Haytham afianzó el láser sobre los sacos de arena que cubrían su cabeza antes de centrar su atención en el horizonte. Por allí era por donde llegarían y él les estaría esperando, vigilante como un halcón desde la trinchera.

Ufiqh no dijo nada, pues no era necesario. El disparo nunca llegó, ante lo que hizo simplemente una breve señal del águila, antes de dejar el lanzamisiles listo, a su lado. Pronto vendrían aquellos infieles, eso lo sabía con seguridad. Pronto estarían allí, y él estaría listo para recibirles. Con el arma pesada preparada por si algún objetivo merecedor de ella aparecía, y el rifle láser presto y cargado, listo para derribar a los enemigos del Emperador. 

Pocos regimientos que no pertenecieran a la Eclesiarquía creían tanto en el Emperador como aquellos originarios de Caldeum. Abderramán, como tantos otros, tenía una fe firme, y se mantuvo preparado, pero erguido. El Emperador protege, aunque protege más a los que están preparados para protegerse a sí mismos. En esa ocasión, sin embargo, el gran Dios Emperador de la Humanidad les miraba con benevolencia, y ningún ataque llegó a caer sobre su posición.

-¡Preparaos! ¡Los herejes e infieles se abalanzarán sobre nosotros en cualquier momento! ¡Debemos demostrarles nuestra justa furia, y enseñarles a honrar y respetar su sagrado nombre! ¡Imperator Akhbar!-proclamó, intentando inspirar a sus hombres. 

Korlo sabía que lo hacia por alentar al regimiento, pero sin un enemigo visible de momento, los chillidos solo consiguieron inquietarle algo más de lo que estaba. Lo que consiguió sacarle de contexto fue la carcajada aguantada del ratling.

-por el sagrado sol, cierra esa boca y mira al frente,.....esta a punto de ponerse......de ponerse.... tú mira al frente ¿quieres?.

La expresión del ratling cambio ligeramente, seguramente tratando de contestar con alguna frase ingeniosa de las suyas.

En las líneas traseras de trinchera, todos estabais más tranquilos que en el frente. No es que estuvierais a salvo, claro, pero sin duda en caso de problemas el frente os avisaría pronto. En este caso, te encontrabas repasando las condiciones sanitarias de la trinchera, mientras de fondo sonaba por las radios un mensaje del Lord General Marius Hephaestus.

-Me complace comunicar a todos los soldados que se da por finalizada la incorporación de tropas a las trincheras, todas las secciones tienen sus regimientos asignados, y el equipo básico con ellos, por lo que podemos dar por concluida la fase de despliegue y aclimatación a este nuevo escenario bélico. Así mismo, el Departamento Munitorum está reacondicionando trenes desde nuestros lugares de aterrizaje para poder entregar equipo desde las naves en órbita más rápidamente…

Sin embargo, dicho mensaje se interrumpió súbitamente al recibir el búnker de mando desde el que se transmitía un impacto directo de obús, que precedió a otros tantos como parte de aquel bombardeo de artillería. Sin embargo, el Emperador os sonreía en aquel momento, pues ningún proyectil cayó sobre posiciones Acechadunas. Sin embargo el comisario Nish Ibn Raan, que se encontraba cerca, no era tan optimista.

-Pronto habrá un asalto. Sin duda en el frente necesitarán médicos, vaya-te ordenó-yo empezaré a organizar un contingente de refuerzo, por si fuera necesario. 

Mientras celebrabais no haber sido alcanzados, otro de los miembros del regimiento, Abdel Qâder, acompañado de su ayudante, hizo aparición en la trinchera. Por supuesto, aquello no había terminado aún. Otra tanda de disparos se dirigió a la línea de trincheras, tras casi un minuto de paz relativa, sin duda destinados a recargar las armas e intentar corregir los tiros desviados. 

El Emperador no siempre podía cuidar de los suyos. En una galaxia en guerra continua, con miles de frentes, su atención debía volcarse en muchos lugares. Y mientras tanto, el enemigo volvía a disparar, y esta vez sí acertó, de lleno, en la línea frontal de Acechadunas. 

En ese momento, las radios vuelven a chasquear y activarse. Se escuchan algunas toses, acompañadas de algunas palabras que no se oyen muy bien debido a la distancia de su emisor respecto al micrófono, pero que suenan a algo así como "... Hijos de puta..." y "... sacad a este inútil despojo de aquí...". Tras eso, las toses se acercan más al aparato, y tras un breve ruido de manipulación, se oyen un par más, precediendo la voz del Lord General Marius Hephaestus.

-¡Soldados, preparaos para recibir a esos bastardos! ¡Acabad con todo lo que se acerque a nuestras posiciones!

Ahmed se agachó en cuanto escuchó el silbido. La costumbre de otros asaltos, y seguramente algo de suerte gracias al divino Emperador, sirvió para que se pusiera a cubierto antes de la explosión.

Peor suerte se llevó su compañera, aunque sobrevivió. Ahmed le hizo un gesto cuando desapareció el ruido del impacto.

Se llevó dos dedos a los ojos y apuntó al frente, en la dirección por la que aparecería el enemigo.

El soldado se acomodó y apuntó su láser. Cerró un ojo para fijar mejor el objetivo, respiro hondo, y esperó...

Instantes después de oír los proyectiles acercarse, lo único que pudo sentir fue un sonido estridente y un gran golpe en todo el cuerpo que le inundo la cabeza de oscuridad. Fue arrojado contra la pared de la trinchera como un muñeco. Ni todo el entrenamiento del mundo podía haberle hecho zafarse de tal impacto. Sólo el destino le salvo, de momento, de una muerte anodina y triste, sin ningún valor aparente para el futuro de este mundo.

Ardeth tiene suerte y esta bastante alejado del centro de la explosión y su agilidad le permite apretarse rápidamente contra una pared que le protege del todo de la explosión.

Observa a Imani quien parece haber recibido algo del impacto pero por suerte no ha sido de lleno.

Vamos Imani, debes reponerte para tratar de matar a unos cuantos de los bastardos que nos van a mandar para ver si aun seguimos aquí.

Ardeth prefiere no mirar mucho hacia el resto de trincheras por miedo a ver que las bajas son demasiado elevadas.

Una nueva andanada de artillería, otra que va directo hacía su posición... esta vez, no hay suerte que valga, Salima no tiene tiempo ni de gritar un simple "¡A cubierto!" pues la potencia del impacto es tan inmediata, que Salima sale despedida de su posición.