Partida Rol por web

Así que ese era el pago o parte de él: una tarjeta de presentación y una recomendación. Hum. Lobo. Le sonaba el nombre, solo eso, no identificaba al personaje. El risueño conquistador Jimmy quería introducirse con los chicos malos. Pues vale. Que tuviese cuidado de no exagerar ni prodigar en demasía su linda sonrisa.

Supuso que Nick le daba una galleta al informador para que continuara soltando la lengua. Para eso había sido contratado y para eso estaba aquí. Giró los ojos hacia Cass cuando esta intervino. Ahí estaba siempre la inquisitiva, detallista y susceptible surfeadora de la red. ¿Se decía así? De esta forma le hacía de pantalla, sin necesidad de intervenir, así que Morga continuó en silencio, atenta a la conversación y a los contertulios. Se le ocurrían más preguntas, pero quiso pensar que Jimmy era lo suficientemente listo como para seguir largando su historia sin necesidad de pincharle. Debáa estar más que acostumbrado al funcionamiento de estos trabajos.

En el papel sólo había escrita una dirección: «Jerome Ave. con Anderson Ave.». 

Jimmy emitió una risa ligera con la reacción de Trish a sus palabras, con una expresión entre satisfecha y aún expectante. Sin embargo, cuando las siguientes preguntas empezaron a sucederse, sus labios se curvaron en una sonrisa felina que parecía llena de promesas y secretos. 

Su mirada se desvió hacia el pelirrojo cuando intervino, sin haber llegado a responder a la inventora, y pareció hacerle gracia la confusión del muchacho. Negó con la cabeza. 

—Creen que el bebé está muerto —aclaró, sin meterse en las intenciones que podían existir más allá de los hechos. 

Nick fue el siguiente en atraer la atención del chico y, al escuchar al escritor, echó un rápido vistazo a Trish antes de asentir con la cabeza. 

—Vaya, eso estaría bien —señaló, con un brillo en los ojos que no terminaba de encajar con la indiferencia que imprimía a su tono, y desvió una nueva mirada fugaz hacia la chica que tenía enfrente antes de añadir algo más—. Te lo agradeceré, tío. Ya me contarás más sobre eso.

Ante las preguntas de Cass recuperó esa sonrisa chispeante con que parecía moverse por el mundo y se encogió de hombros.

—Tal vez —fue todo lo que dijo antes de que sus ojos buscasen directamente a Trish con una mirada significativa. Hizo entonces un gesto con la barbilla hacia ella—. ¿Tú qué dices? ¿Crees que puedo responder todas estas preguntas?

Mantuvo la mirada sobre la chica mientras aguardaba su respuesta, intensa, pero también traviesa. Su expresión se desdoblaba en una curiosa dicotomía, divertida, pero al mismo tiempo también seria. 

Con lo que Trish sabía del chico y lo que él mismo había dicho por la mañana no le costó ni un instante comprender que esa mirada y sus palabras estaban poniendo un nuevo acuerdo sobre la mesa. 

«Averíguanos quién es el crío, de dónde ha salido», había pedido ella en el Trueque de Jackie, y eso era lo que hasta ese momento había obtenido. Con las nuevas preguntas que habían aparecido fue evidente para ella que el precio iba a incrementarse, como también lo fue que Jimmy no hablaba abiertamente de ello por la advertencia que había recibido en el exterior. Decir que sí a esa pregunta sería una forma de sellar un nuevo trato, sin que las condiciones estuvieran fijadas previamente.

Después de sus preguntas Trish aguardó, inclinada hacia adelante, a que llegasen las respuestas. Sin embargo otras preguntas surgieron de sus compañeros y ella hizo tiempo, acercando sus dedos a la espada que había sobre la mesa y comenzando a jugar de manera distraída con ella. Mientras tanto su cabeza daba vueltas a todo aquello sin extraer ninguna conclusión de la que pudiera estar segura por el momento.

Al oír a Nick intuyó que el escritor acababa de dar por finalizada la parte del trato que correspondía a Jimmy. Y no fue hasta que Cass habló, pidiendo una información que ya tenían, que la muchacha entendió lo que iba a pasar a continuación.

Entendía por qué su hermana había dicho eso. Probablemente quería demostrar a todos —Trish esperaba que no a sí misma, desde luego— que su supuesta amiga tenía razón. Eso, o comprobar hasta qué punto era fiable Jimmy. En cualquier caso aquella era una pregunta demasiado específica como para que fuera gratis, como bien demostró el conseguidor a continuación. ¿Habría dicho lo mismo de haber hablado sólo Trish? Quizá. Lo suyo era mucho más irrelevante y vago, pero no conocía a Jimmy lo suficiente para estar segura de nada.

De lo que sí estaba segura, evidentemente, era de que él podía responder al menos a lo que Cass había preguntado. Uno no descubría todas esas cosas y se quedaba sin saber cómo es la mujer en cuestión. Lo que estaba claro era que el muchacho había contado lo exclusivamente necesario y se había guardado el resto —incluso cómo había vuelto la mujer— para conseguir un trato mejor. Tonto no era, desde luego. Y aquello, lejos de indignar a Trish, lo cierto es que le gustó.

Se enfrentó entonces a una complicada decisión. Podía aceptar, sin tener ni idea de qué precio querría poner el chico a esa información, y esperar pagarlo más tarde. Aunque si él mismo había dicho en el Jackie que no quería para sí ese tipo de tratos comprometiendo su futuro quizá lo mejor era seguir su línea. El problema era que después de la cena que habían tenido Trish no quería romper aquella situación para hablar en privado con el chico. Y poniéndolo en una balanza ella prefería que los demás escuchasen por boca de otra persona la innecesaria descripción de la madre. Y había algo por lo que no habían preguntado, quizá una de las cosas más importantes. A lo mejor el chico sabía si la madre tenía pensado volver a por el pequeño.

Aún así la muchacha se tomó unos segundos para valorar todas las opciones y antes de decir nada miró a Nick. Tras la discusión de la cena esperaba que siguiera en pie aquello de que ella tomase las decisiones. Cuando sus ojos volvieron al chico dudó durante un instante, planteándose cómo negociar. No quería hacerlo allí, delante de todos, pero si podía demostrar que aquella información no era nueva quizá se devaluase su precio. Y si no, bueno... Se arriesgaría. Pero por un lado eso le daba un punto más de diversión a aquello, y por otro serviría para conocer mejor a Jimmy.

—Vamos a ver si puedes —dijo con una sonrisa que se ladeaba poco a poco. Le dio entonces la vuelta al papel que el chico le había dado, sacó un lápiz del bolsillo y empezó a escribir algunas palabras.

Joven.

Menuda.

Pelo rizado.

Piel caoba.

Ojos grandes.

Hizo memoria, intentado recordar si su hermana había dicho algo más, y tras un instante decidió arriesgarse y añadir algunas palabras más para hacer más creíble aquello. Eran suposiciones, nada más, pero tampoco era dar un salto de fe demasiado grande. En realidad, ya que estaban jugando, sólo era subir un poco la apuesta. 

Joven.

Menuda y delgada.

Pelo rizado y oscuro.

Piel caoba.

Ojos grandes y oscuros.

Al volver a mirarle su expresión era ligeramente desafiante, como si aquello fuera un juego—. Adelante —lo invitó alzando una ceja antes de extender el papel en su dirección, pero sin llegar a levantar la mano todavía—, vamos a verlo.

Después de sus preguntas Trish aguardó, inclinada hacia adelante, a que llegasen las respuestas. Sin embargo otras preguntas surgieron de sus compañeros y ella hizo tiempo, acercando sus dedos a la espada que había sobre la mesa y comenzando a jugar de manera distraída con ella. Mientras tanto su cabeza daba vueltas a todo aquello.

Al oír a Nick intuyó que el escritor acababa de dar por finalizada la parte del trato que correspondía a Jimmy. Y no fue hasta que Cass habló, pidiendo una información que ya tenían, que la muchacha entendió lo que iba a pasar a continuación.

Trish, aparentemente indecisa, se tomó unos segundos para valorar su respuesta. Miró a Nick por un instante, como si esperase que él dijera algo, y luego volvió a mirar a Jimmy sin acabar de esperar a que interviniese el escritor.

—Vamos a ver si puedes —dijo con una sonrisa que se ladeaba poco a poco. Le dio entonces la vuelta al papel que el chico le había dado, sacó un lápiz del bolsillo y escribió algunas palabras.

Al volver a mirarle su expresión era ligeramente desafiante, como si aquello fuera un juego—. Adelante —lo invitó alzando una ceja antes de extender el papel en su dirección, pero sin llegar a levantar la mano todavía—, vamos a verlo.

En cuanto Trish respondió la sonrisa del chico terminó de definirse, dejando atrás la seriedad. Sin embargo, cuando ella le dio la vuelta al papel y empezó a escribir, sus ojos se entrecerraron con una expectación divertida. El desafío que la muchacha le lanzó le hizo enarcar las cejas y emitir una breve risa. 

—Volvió en la misma balsa —empezó a decir entonces, tamborileando con los dedos en el respaldo de la silla—, la devolvió y se fue a su refugio. Y sobre sus motivos... —Echó un rápido vistazo a Robin en ese punto—. Creo que lo mejor es que le preguntéis a ella si queréis saberlos. 

Entonces enderezó un poco su postura para dedicar su sonrisa a Cass y tardó un instante en seguir hablando, mostrándose seguro de sí mismo. 

—Lis es su nombre, no un diminutivo. Al parecer, a la gente le parece muy curioso que su hijo tenga la piel tan blanca cuando la de ella es oscura. Aunque, por otro lado, se guarda para ella el nombre del padre, si es que lo sabe. Lleva el pelo como por aquí —siguió, señalando con la mano en horizontal la altura de su cuello—, castaño oscuro, muy rizado y con mucho volumen. Tiene los ojos marrones, muy grandes y muy tristes. Labios gruesos, nariz respingona. Bastante mona. Es delgada, sin muchas curvas, y bajita. Como ella de alta, más o menos —dijo, señalando a Trish con la cabeza—. No tiene piercings, cicatrices ni tatuajes a la vista... Unos veinte o veintidós años como mucho, aunque podrían ser menos. Creo que parece mayor de lo que es, pero esto ya es suposición mía —aclaró, con un ligero encogimiento de hombros. 

Hizo una pausa muy pequeña, todavía mirando a la buscadora, para pasar a mirar a su hermana, y volvió a repetir el tamborileo sobre la silla. 

—Bueno. Y ahora que hemos visto que sí podía... ¿Tú qué has escrito ahí? —preguntó con ojos brillantes por la curiosidad mientras su sonrisa se iba volviendo juguetona poco a poco. 

Robin abrió los ojos tras las preguntas de Cass que por un lado creyó ya respondidas por Trish al inicio de la cena y por otro, y a raíz de recordar aquel momento, aprendiendo a buscar contraste y que no había porqué creer simple y llanamente a quien dejaban sentarse en su mesa. Aunque se resistía a empapar sus huesos de eso último.

Tras la respuesta que Jimmy le dio, asintió con una sonrisa apretada en los labios en un "entendido" que se limitaba a las palabras pues de la actitud de su invitado entendía poco aunque tampoco ansiaba descubrir qué había bajo su piel.

— Así que había que hacer desaparecer al pequeño —volvió a ojear la puerta y puso el oído en el edificio para aquello que necesitase contarle—.

Una nana que conocía Excalibur empezó a sonar en su cabeza, en un segundo o tercer plano, mientras su yo más presente seguía atendiendo a la reunión. La segunda vez que Jimmy lo miró, el pelirrojo se removió en el asiento, que echó ligeramente atrás para poder subir ambos pies y sentarse con las piernas cruzadas en diagonal a ese zorro para no perderle de vista ni a él, ni al tarro, ni a la tejona.

Llevó los ojos al papel al que se había hecho referencia y asumió la expectación volviendo a abrazarse a su pote de cristal.

Lo que realmente interesaba, seguía en el tintero. Las palabras de Jimmy acerca de motivos y demás, seguían escondidos en la bruma de la ignorancia. ¿Por qué aquella mujer pretendía hacer pasar al bebé por muerto? ¿Por qué los había elegido a ellos para guardar al pequeño? Cuando menos, el tema del nombre había quedado resuelto. Thiago. El hijo blanco de una mujer negra, fuente de incógnitas para muchos y posiblemente de rechazo. Nada como ser diferente para generar en elresto un sarpullido de desazón.

Bebió de su taza, reconfortantemente caliente y siguió en silencio. Estaba de testigo y no como participante.

Observó el juego de las adivinanzas entre los dos jóvenes. Le hizo gracia, aunque puede que al atribulado Nick no tanto. Luego Morga sintió que el ataque de hilaridad que le sobrevino durante la cena regresaba. Apretó los dientes y pudo contenerlo con el esfuerzo conjunto de sus mandíbulas y voluntad. No es que el asunto fuese de risa ni Jimmy hubiera contado un chiste. O quizá sí, una broma que solo entendía ella. Rememoró su primera impresión de la mañana y la conversación con Haizea."Un asunto chungo. De los que molan a las tías chungas. Y una mierda."

Empezó a pensar que el viaje en balsa podría haberlo hecho a las doce del mediodía. ¿La supuesta madre llevaba un localizador en el culo o escribía un diario en la pizarra de los anuncios? Imaginó que poco más les ofrecería el conseguidor. Una serie de interrogantes aletearon en su cabeza, probablemente también en las del resto. "Vale. ¿El padre es alguno de los cuatro machos adultos del refugio? No lo creo, no lo descarto, lo aparco de momento. ¿Por qué Major Morris, de qué nos conoce esa zorra, quién le habló de nosotros? ¿Alguién de dentro? Quiero pensar que no. En el mercado, en la calle, en un garito. ¿Por qué nos ha colgado con este marrón? ¿Y dónde creen que está el puto cadáver, en el fondo del Hudson?"

Morga se rascó la barbilla con el dedo pulgar, se mordió el labio, conservaba su expresión despreocupada y a la vez la mirada interesada puesta en Jimmy. "¿ Cuánto tardará en sonar el ding dong de nuestra puerta, con alguien de esa comunidad, o el propio papi, reclamando al bebé?"

Posó la vista en el escritor jefe. Tal vez se decidiera a untar un poco más al chico para que averiguase más. O simplemente esperar al timbre. Bueno, las cosas no son tan simples. Y, una vez más, recordó el paseo con la líder de los Buscadores.

Cass tuvo que asomarse un poco por encima del brazo de su hermana para ver lo que escribía, pero alcanzó a leerlo todo antes de que le diese la vuelta al papel:

Joven.

Menuda y delgada.

Pelo rizado y oscuro.

Piel caoba.

Ojos grandes y oscuros.

A Cass no le gustó el modo de hacer de Jimmy, probablemente fuese por la picaresca que se traía con su hermana, pero no pudo evitar estar ojo avizor a todos los movimientos de ambos. No devolvió la sonrisa que le dedicó cuando fue a contestarle y se quedó con el rostro serio envuelto en sombras mientras escuchaba la explicación.

Cuando acabó sintió deseos de levantarse, agarrarlo de la pechera por encima de la mesa y sacarle los ojos con los dedos. Pero ella era una mujer consciente de sus limitaciones, no podría hacerlo sin ayuda y pedir ayuda le quitaba todo el atractivo a la idea. Además hacer algo así, sin aparente provocación, no daría una imagen muy buena de ella. Y Trish seguro que no se lo perdonaba fácilmente. Metió las manos en los bolsillos de la sudadera y apretó los puños, sólo le quedaba esperar que no se dejase encandilar por alguien así, porque decirle algo sólo solía servir para lograr el efecto contrario.

Intentó pensar en otra cosa, desvió la mirada de ese rostro petulante y recapituló la información que tenían sobre el bebé y la madre. Luego debía escribirla para que no se perdiese nada, todo podía ser importante. 

Al escuchar cómo volvía a hablar Jimmy los ojos azules de Trish pasaron del papel a los del chico, escuchando lo que tenía que decir. Sonrió con ironía cuando escurrió el bulto de aquella forma, diciendo que le preguntaran a ella. Trish daba por hecho directamente que Jimmy prefería quedarse en los hechos objetivos, lo que sabía, y no en las opiniones. Por evitar reclamaciones si se equivocaba, por ejemplo. Pensándolo bien, quizá eso le convertía en un profesional.

Para cuando Jimmy prosiguió Trish llevó la mirada también hacia su hermana un momento antes de volver hacia el chico. La descripción que él daba, desde luego, era bastante más detallada que la que ella misma había expuesto durante la cena. Y al notar en él tras terminar la curiosidad ella alzó una ceja antes de apartarse hacia atrás, apoyándose en el respaldo de la silla y cruzándose de brazos. No llegaba a ser chula, pero se quedaba a las puertas.

—Algo que te dejará sinceramente sorprendido —dijo con una sonrisa, dejando que fuera él quien diera la vuelta al papel. Iba a decir algo más, pero tras darse cuenta de cómo estaban mirando todos sus palabras se escondieron detrás de su sonrisa.

—Quédate el tiempo que quieras —dijo después, aunque por su tono estaba claro que consideraba aquello zanjado, que era casi más una cortesía que una invitación real—, pero por mí ya está. —Aguardó un instante antes de añadir algo más—. Si quieres te acompaño a la puerta.

El brillo curioso en la mirada de Jimmy se iba intensificando con la actitud de Trish, hasta que la chica se echó hacia atrás y él tomó el papel para leer lo que había escrito. 

Sus cejas fueron las primeras en reaccionar, elevándose con la sorpresa de haber encontrado lo inesperado, después fueron las comisuras de sus labios las que se curvaron y finalmente sus ojos abandonaron lo que desde lejos parecía una lista para mirar a la inventora con cierto reconocimiento. 

—Vale, esto ha molado bastante —reconoció, devolviéndole el papel a Trish—. Parece que tú también eres la mitad de buena de lo que dicen —añadió, burlón, pero sin que su sonrisa divertida desapareciese. 

Después negó con la cabeza a la oferta de quedarse más tiempo y con un último tamborileo de sus dedos sobre el respaldo de la silla, se puso en pie. 

—Gracias, pero me voy ya. —Aceptó con un asentimiento la compañía de Trish en el camino de salida y al resto les dirigió una sonrisa, acompañada de un gesto ligero de despedida, llevando un par de dedos a su frente—. Ha sido un placer conoceros. Ya nos veremos. —Por un momento su mirada se detuvo en el escritor—. Nick, ya hablaremos algún rato. 

Sin más que decir sus ojos buscaron a la chica de cabellos azules y su pulgar se colgó de su cinturón mientras esperaba por ella. 

—Cuando quieras, Trish. Yo estoy listo.

A Nick aquello no le gustaba nada. Si la gente creía que el bebé estaba muerto y de pronto aparecía en Major Morris iban a tener problemas. Y no sólo con Dima (pensaba ocuparse de aclarar aquello con él), sino con la propia gente a la que aquella madre había mentido. Por ese tipo de cosas Nick odiaba las complicaciones. El día había amanecido muy simple y se había vuelto muy, muy difícil.

—Hablaré con Ransom cuando quiera localizarte. O te buscaré en el Jackie, ¿te parece bien? —preguntó a Jimmy. 

No le apetecían las bromitas ni las ocurrencias. Esperaba haber sido tan cortés como exigían los códigos de conducta de la calle, pero su paciencia y sus sonrisas estaban acabándose. Y se había comprometido a contar un cuento a los chavales. 

Las expresiones de sus compis denotaban cierta preocupación en general, aparte de Trish, que se lo pasaba pipa coqueteando, y de Cass, envuelta en un áura de ira contenida. Dedujo que precisamente por eso, por la actitud del payaso y su hermana, por el cruce de miradas entre ambos. Sobreproteccionismo, pensó Morga, aunque, conociendo un poco de la historia de las dos chicas, tenía sentido. O quizás fuese otro el motivo, desconocido para ella, y estaba suponiendo mal. Quien le decepcionó fue el comandante del fuerte, por no tomar la iniciativa. Tal vez era una oportunidad para ella, para aumentar su influencia en el grupo. Debía mantener una charla seria con el líder y fundador.

También se puso en pie.

-Te acompañaré un trecho, Jimmy. Ya sabes lo que se dice: "La noche es oscura y alberga horrores". -La broma maquillaba de sombras el jade de sus iris.

Se encaminó hacia el chico y la salida, encasquetándose su gorrito azul de lana. Era perentorio tratar el asunto en grupo, y ya no le parecía tan urgente buscar a una nodriza, sino pensar qué pasaría cuando viniesen a buscar al niño. Mañana, media ciudad ya sería conocedora de lo sucedido. Debían hablar, sí, pero no delante del conseguidor.

Ver la cara de sorpresa del chico, al leer lo escrito por Trish en el papel, fue probablemente lo mejor de la noche. Una sonrisa se dibujó en el rostro semioculto de Cass, una muy parecida a la de la inventora, pero enseguida se volvió a quedar seria. Sabía que no podía hacer nada para cortar ese "rollito" que se traían, pero no tenía que gustarle.

-Hasta luego. -le dijo a su hermana, dándole a entender que la esperaría despierta para hablar. 

Al oír a Morgana decir que lo acompañaba, le dedicó una mirada a medio camino entre "vigílalos" y "hazlo desaparecer". En el fondo sabía que no tenía razón y que incluso podían sacar algo de provecho de aquello, pero era muy en el fondo y esa noche no tenía ganas de escarbar, además si la ex militar se ocupaba de ese tema igual se libraba del prometido reconocimiento. Se hundió en la silla, esperando los movimientos del resto para escabullirse entre ellos.

No pudo evitar sonreir cuando Morgana le dijo a su visitante que lo acompañaría un trecho. Dudaba que en el camino a la puerta todo se redujera a las buenas formas de una anfitriona. Muy posiblemente, al pobre Jimmy le caería una buena sesión de interrogatorio, por otra parte quizá más que necesario.

-Igualmente, Jimmy -dijo al joven, alzando una mano a modo de despedida. Terminó de apurar su infusión y suspiró mirando el fondo vacío de su taza.

Miró a unos y a otros. Quizá fuera conveniente esperar al regreso de la exmilitar. Algo le decía que aquella visita inesperada había traído nuevas variables a la actual ecuación. Se acercó a Trish.

-Antes de que te vayas. ¿Vas a ir al taller finalmente? ¿O vas a preferir un descanso? Te lo digo porque hemos acabado con nuestra primera dosis y tras todo esto, no sé muy bien cómo va a seguir la noche. Yo aún voy a tardar en retirarme, así que si quieres, luego tenemos nuestro momento relax y hablamos de algo que no sea especialmente trascendente -dijo a la joven de cabellos azules.

Robin no se movió del sitio, se despidió de aquellos que ya se levantaban con una sonrisa y luego buscó a Cass de soslayo.

Prefirió esperar un poco más a que hubiese movimiento antes de preguntarle con las pupilas si había visto lo que era o lo que debía parecer pero no necesitó que su mirada llegase a la buscadora para considerarse contestado. También asumió que aquel no era un buen momento para decirle nada de las hierbas.

Arrugó los morros en el camino de sus ojos a la otra hermana, para pararse a estudiar la distancia entre sus manos y su pelo. — ¿En serio? — pensó primero — Bueno —juzgó después—. Al menos no es Karina —se desentendió. Confiaba en la cabeza de Trish, no mucho en su criterio para con la gente, pero sí en su cabeza—.

La intervención de Daniel le hizo cierta gracia pero se guardó el chiste para sí mismo en una linea bailarina de los labios. Podía imaginarse que Jimmy entendería lo que le cosquilleaba la garganta si le viera e intentó que no fuera así, a fin de cuentas la bobada era suya, completamente falsa y estaba del lado de su amigo no del del cuervo azulado.

Deshizo el enredo de sus piernas y se sintió libre de tomar el papel que no había alcanzado a enfocar en la mano del invitado pero no lo hizo, inventándose que había escrito "tonto quien lo lea". Lo que tuviera que saber ya llegaría a saberlo.

Se levantó, tarro en brazo y se acercó a su tío para darle un beso de buenas noches en forma de sonrisa y un abrazo solo fue un choque de su costado.

— Hasta mañana.

Antes de salir por la puerta hizo una seña a Daniel con los cinco dedos prometiendo que en nada estaba de vuelta donde lo habían dejado.