Partida Rol por web

—Náyade, yo también mi intuición me dice que algo hiciste. —La miró apenada—. Está bien si solo te moviste en la noche para buscar apoyo o refugio, amiga, solo quiero saber para poder ayudarte y, sobre todo, ayudarnos.

Se quedó pensativa y una sonrisa de oreja a oreja se le dibujó en el rostro:

—¡Si necesitamos agua, Afae y Náyade pueden hacer algo! ¿No? 

Se balanceó sobre sus propios pies y caminó energéticamente dando saltos hacia el agujero. 

La arena bajo los pies de Dafnea, que momentos antes era estable, se vuelve completamente impracticable en cuanto sus pies salen del suelo de mármol.

Sus pies no tardan en hundirse y el suelo se la empieza a tragar.

Todo se precipitó con una rapidez casi violenta. Aquel sonido no auguraba nada bueno; el tiempo, siempre caprichoso, empezaba a volverse en su contra.

Silas, aún insatisfecho con las palabras de Anon, mantenía la mirada fija en él. Había escuchado algo durante su guardia, de eso estaba seguro. Tal vez el payaso hubiera colocado el objeto antes, tal vez no…

—Puede ser —admitió, en un tono que rozaba la indulgencia—. Si es así, no te estaba mirando. Pero mantengo lo que escuché: alguien jugueteaba con algo entre los dedos, y el sonido era… insistente.

Su voz se volvió más baja, más afilada.

—Además, hay algo que no comprendo en tu juego, Anon. Has dicho que alguien te atacó, que falló, y que pretendían implicar a Náyade en ello. Sin embargo, eres tú quien más la señala… junto a Afaë y Dafnea. Curioso, ¿no?

Lo miró una última vez antes de girarse, dejando que sus palabras flotaran en el aire como humo. Luego se dirigió al resto del grupo.

—Quizá Náyade fuera la víctima —continuó—. Tal vez se ocultó, como ha dicho, y por eso quienes actuaron en la noche no lograron hallarla. Francamente, me resulta más verosímil que pensar que alguien atacó a Anon… y que él, de algún modo aún sin explicar, lograra librarse.

Mientras su razonamiento se disolvía en el silencio, Dafnea se acercó al borde del agujero. El suelo cedió, y su cuerpo fue tragado por la oscuridad que avanzaba hacia ellos.

Silas la observó con una calma inquietante. El agua no estaba en su poder, pero la sangre… la sangre siempre había sido su elemento.

Sin decir palabra, se acercó al cuenco. La sonrisa que asomó en sus labios era casi devota. Sus colmillos centellearon un instante antes de hundirse en su propia muñeca. Dejó que la sangre, espesa y luminosa, cayera en el recipiente con la lentitud de un rito antiguo.

Y mientras hablamos de sospechas y mentiras la hermosa ninfa empieza a hundirse en un agujero. Igual puede escapar por si sola, o igual no. A mi me educaron de una forma muy concreta sobre la cuestión de las damas en apuros.

Con pasos rápidos me apresuro hasta Dafnea y le tiendo mi mano.

-Señorita, que la tierra no reclame antes de su hora a tan bella criatura-

Antes de nada el suelo se precipitó, así como la reacción de Nayade. Cabeceó condescendiente ante el arrebato de la ninfa pero se alegraba de que se hubiera quitado la careta

- No entiendo porque faltas el respeto. Aquí nadie te ha subestimado pero si alguien lo ha hecho ha sido por tu forma de comportarte, jovencita -

Asintió pensativa ante la idea de la ofrenda de agua y también ante la pequeña Dafnea cuando la mencionó. Si. Ella podría ayudar, pero como siempre el vampiro tenía algo que aportar

- Disculpa pero yo no he acusado a Náyade de nada. Solo de su comportamiento asustadizo cuando es evidente que es una criatura tan fiera como cualquiera de nosotros - observó el suelo y el camino hacia la criatura atrapada en la arena para valorar la mejor forma de ayudarla ya que Silas estaba haciendo la ofrenda aunque el hombre del cuadro ya estaba en camino del auxilio

El grito de Dafnea pidiendo ayuda y usando su nombre hizo que Náyade girara la cabeza con un chasquido. La expresión de su rostro no era de pánico, sino de pura y absoluta irritación. Vio a su antigua amiga hundiéndose, a Hans corriendo como un héroe de cuento y a Silas desangrándose. Un circo de idiotas.

—¡No hay agua! —espetó al aire, su voz un látigo cortante para cualquiera que escuchara—. ¡No puedo crearla!

Su mirada se cruzó con la de Afaë, quien la observaba con su aire condescendiente. Náyade le sostuvo la mirada, sus ojos eran dos esquirlas de hielo.

—Y tú —siseó—, no vuelvas a llamarme "jovencita".

Dicho esto, se desentendió por completo de la escena. Se giró, dándole la espalda al rescate de Dafnea, y se cruzó de brazos. Su atención se centró por completo en el cuenco que ahora se llenaba con la sangre de Silas, observando el ritual con una curiosidad fría y analítica, como si el destino de su "amiga" a escasos metros de ella no tuviera la más mínima importancia.

Sin que Freiherr tenga tiempo a comprobar si su corporeidad vuelve en momentos de urgencia, Dafnea consigue que una liana brote de la pared del templo y la saque del apuro en el que se ha metido ella sola.

Entretanto, aunque la sangre de Silas ha llenado las manos de la estatua y ha caído en el bol, esta desaparece como si nunca hubiera sido derramada sin que haya cambio alguno en la sala, pronosticando que la sangre no es la respuesta.

Aracne se había mantenido en silencio, escuchando las acusaciones de unos y otros. Le resultaban cuanto menos carentes de sentido. Jugueteó con la tela de araña, mientras se dedicaba tejerla, hasta que vió a la pequeña hundirse en las arenas

- Ven, toma mi mano.

Se preparó apr ahacer algo cuando ya esta salia de entre las arenas.

No hubo tiempo para conocer aquello que se acercaba o mas bien, no había nada que conocer, pues era simplemente eso, arena. Cayendo sin control aparente, como era de esperar las criaturas no se quedaron quietas y decidieron buscar la causa o tal vez al culpable, o al menos eso entendía aquel colosal de verde y rojo.

La reina deseaba moverse y le pidió moverse con ella, no se negaría tenia tanta curiosidad como espinas su cuerpo. Pero cuando uno de ellos otra criatura del bosque aquella que reía no muy lejos de su nudo la noche anterior, empezaba a hundirse, con "mano" firme detuvo a Calista, advirtiendo de la arena. Aunque para entonces Dafnea ya había vuelto a la fría y segura piedra, Rosal aun estaba observando y a la vez "escuchando"

Si la sangre no funcionaba y se carecía de agua si era la solución... ¿Tal vez algo intermedio?

Al ver cómo la sirena no recogía el pato, él mismo lo hizo como si no importara en absoluto y lo guardó entre su ropa, observando al igual que ella en la dirección en la que señalaba el Rosal. El lugar presagiaba muerte y eso provocó que moviese sus hombros un poco inquieto.

Náyade habló entonces y ladeó la cabeza de un lado a otro como si fuese un péndulo.

-Mejor. No bien, pero sí mejor.

Reconoció a la criatura mientras daba varias vueltas con su bastón.

Escuchó la aclaración sobre que la nota no estaba firmada por parte de Hans y asintió sin darle más importancia. Pro una de las cosas que dijo le hicieron asentir.

-Sí, es posible que pida un sacrificio.

Habló con una frialdad absoluta. Pero escuchar al vampiro hizo que arrancase a reír hasta sentarse en el suelo y llevarse la mano al estómago, una risa que terminó quitándose una lágrima inexistente del ojo derecho. Miró al ser entonces como evaluándolo y negó con un dedo del mismo modo que se hace ante un niño pequeño.

-Creo que tus sentidos están embotados, así como tu capacidad de comprensión. Quizá han pasado demasiaaaaaaaaados siglos, ya sabes. Primero me acusas de haber puesto el pato a escondidas, cuando lo hice ante todos. Después, mientras todos dormimos, escuchas un sonido insistente que... no tengo ni idea de lo que era, porque te recuerdo que yo no tenía el patito. Quizá lo cogió alguien y se puso a jugar con él, pero me acusas nuevamente. Y para terminar...

Se puso en pie, encaminándose hacia él hasta mirarle directamente a los ojos.

-Me acusas de acusarla, cuando sólo le he dicho que no le creo y que no me gusta su actitud, algo que ella misma ha reconocido. Y usas todo eso para invalidar lo que he dicho y convertirla a ella en una víctima. Eres un chico malo, vampirito. Uno muy malo. Uno al que le resulta más fácil inventarse mentiras y creérselas en lugar de fiarse de lo que ve.

Le dio la espalda mientras se reía, acercándose donde estaba Dafnea, con varias personas intentando ayudarla. Sólo miraba, no quería molestar entre tanta gente, aunque le vino una reflexión a la mente.

-Es curioso que entre tantos monstruos, el que de miedo sea el humano.

Rió entre dientes.

...Y dejo caer el poco agua acumulada entre sus pétalos durante la noche, cada gota fue recogida por sus espinas y como si una lenta pero segura oruga se tratara, toda; por poca que fuera, la recopilo entre las hojas y espinas compactas que simularan una mano de tres grandes dedos, de donde caerían aquella gotas, una tras otra, no demasiadas pero tampoco un simple par. Si era agua lo que necesitaba aquel cuenco, con lo que el pudiera dar se comprobaría si era lo correcto, así como lo hicieran con la sangre, antes.

Pese a que el agua de Rosal moja las manos de la estatua y llega a incluso a gotear en el cuenco inferior nada cambia e, instantes después, toda el agua de rocio desaparece como si nunca hubiera estado.

El agua tampoco es la respuesta....

Casi como si fuera que estubo en un estupor, Qual levanta la cabeza y se pone mirar a su alrededor, casi perdido. Se sacude un poco y se pone a observar a todos los presentes. Viendo que estaban todos se despereza y se pone a mirar lo que todos estaban mirando. Por primera vez habla, acercandose al grupo

-"Disculpas, cansancio ha ganado. Que exploran?"

Calista observó todo a su alrededor, manteniéndose al lado de su noble amigo el Rosal. Al notar como aquella extensión detuvo sus pasos, la reina hormiga asintió conforme. Más aún porque al mirar, se dio cuenta lo que sucedía. Esas tierras eran muy distintas y el peligro, erizó sus antenas como una señal de advertencia. 

Luego muy cerca del rosal, contempló con asombro como intentó ofrecer agua a la estatua, pero aquello era imposible. Había algo más. Algo que se le escapaba a la hormiga. Pero prevenida, de quedó atenta a los demás. 

La sangre no era la respuesta. Tampoco el agua.

Silas inclinó levemente la cabeza hacia Rosal, en gesto de gratitud.

—Tu empeño te honra, Rosal —murmuró, con una sonrisa tenue—. Al menos alguien aún intenta salvarnos.

Luego dirigió la mirada hacia Anon. El brillo en sus ojos no era ira, sino un cansancio refinado, como si el payaso le resultara demasiado ruidoso.

—Está claro que no compartimos opinión, payaso —dijo al fin, con esa voz que parecía deslizarse—. El tiempo dictará si alguno de los dos tenía razón… o si ambos estábamos perdidos desde el principio. Ya he dicho todo cuanto sé, y quizá más de lo prudente. Que el resto juzgue.

Tras aquellas palabras, lo dejó atrás sin mirarlo de nuevo. La risa del otro resonaba todavía, una carcajada estridente que le atravesó la sien como una aguja. Silas inspiró con paciencia.

Se acercó entonces a Rosal y señaló la arena que casi había devorado a Dafnea.

—¿Y si la respuesta fuera la tierra? —preguntó, con un tono más íntimo, casi confidencial—. Si es así, ¿cómo podríamos recoger un poco sin acabar como ella?

Aunque la idea de Silas parece caer en saco roto, viendo como se acerca el agujero al mármol del suelo, el vampiro se lanza a probar suerte. Con sus manos, atrapa un buen cazo de arena, que aunque se escurre entre sus dedos al moverse, llega en cantidad suficiente para llenar las manos de la estatua. La arena se filtra por ellos como si se tratase de agua.

En cuanto la arena de sus manos alcanza en recipiente, el sonido desaparece el suelo se queda estático. La figura mira al suelo, sonrie, quedándose con la mirada en la arena que, incluso aunque ya debería haber terminado, cae y cae y cae.

Sin parar.