Partida Rol por web

Al cruzar la puerta, el aire frío de una noche estrellada os envuelve en una zona protegida junto a un templo en mitad de ninguna parte.

Un muy dañado templo griego, formado de piedra y mármol que está ahora semi destruido con nueve columnas que apenas se mantienen en pie y en las que tiempo atrás debía haber talladas hermosas estatuas, de las cuales ahora solo quedan unas piernas y algún torso por el suelo.
Tan solo queda una figura en pie, una escultura de una diosa sin nombre, inclinada al frente, con las manos formando un bol. Pero tan de noche como es, es imposible ver nada. El aire es frío y parece que el lugar donde habéis aparecido es el más cómodo de todos. Una pequeña habitación sin ruido de viento, sin frío y sin molestias por la arena del exterior.

Es... bastante confortable.

El día, o lo que fuera, acabo de forma brusca y dramática. No podría estar mas encantado. Lo único que me molestaba realmente era tener que cargar con mi cuadro, tras tanto tiempo esperaba haberme librado de el. Bueno, pronto

-Que ruidoso todo, ¿verdad?. Pero este sitio es muy agradable, acogedor incluso-

De nuevo floto un poco por encima de los demás, mirando lo que tenemos alrededor, pero parece que no estamos solos del todo y me dirijo a la estatua, a la única que sigue en pie, y la saludo con una floritura

-Señora, Freiherr Hans Schwarzenger, a su servicio-

Pese al saludo, no hay respuesta por parte de la estatua.

La tierra se abrió bajo sus inestables pies, como un kraken hambriento. Abrió sus brazos en cruz buscando no caer pero en lugar de eso fue absorbida. Igual que el resto.

Traspasó la entrada a la siguiente sala rodando por los suelos hasta que se detuvo al lado de un torso bien esculpido. Desde el suelo alzó la vista para verse cubierta por estrellas tejidas en un manto oscuro. Tocó con cautela el trozo de cuerpo que tenía delante solo para saber que sensaciones producía. Luego se incorporó con la máxima dignidad posible. 

- Es de noche - evidenció lo obvio con palabras pero eran una muletilla para seguir hablando - ¿Se supone que hay que dormir? - escrutó el rostro de aquellos que pudiera. Era dificil con algunos.

- Si decidimos descansar yo puedo hacer la primera guardia. Porque hay que hacer guardias. Eso está claro ¿No? - No se conocían de nada y estaban en un castillo más peligroso que el abismo marino más profundo. Se fue aproximando a la estatua que seguía intacta y se colocó al lado del fantasma para mirarla desde su costado.

Buscó algo en ella, la estudió, la rodeó después. Era hermosa y ese cuenco... tenía que simbolizar algo. ¿Una ofrenda quizás? ¿De qué? ¿A quién? Se asomó a ver si había algo dentro del cuenco

Demasiado lento, esa fue la sensación que tuvo cuando tras encontrar el origen de aquella vibración no tuviera tiempo siquiera para despegar sus extremidades y señalar en la dirección correcta y menos aun empezar a caminar hacia ese lugar, pues el suelo se abrió lo arrastro todo y las mismas paredes que tiempo atrás intentara abrir o quebrar ahora era atraídos hacia sus grietas, como una puerta impaciente a que fuera cruzada.

Al otro lado, Rosal acabo deshojado, o esa sensación tuvo al darse cuenta que había perdido su forma homínida si estaba esparcido por el suelo, tapando ligeramente a Calista y Dafnea; aquellas que estaban a su lado en el momento del arrastre, con sus hojas y tallos. Una cálida, otra fría, sensaciones que casi había olvidado. Sin prisa pero tan rápido como su propia forma le permitiera, recordó su ultima forma y se recompuso, para volver a medir casi tres metros o tal vez un poco mas.

"Observo" alrededor, una farsa el mover su bulbo, pues no lo necesitaba. ¿Donde estaban ahora? ni viento, ni sonido, ni clima, no había nada para él y eso era... inquietante.

Por más que investigas la estatua, no hay nada en esta que te llame la atención o parezca fuera de lugar.

Pese al ambiente seco que recorre el lugar, es evidente que el sitio donde estáis no tiene un suelo donde puedas enraizar, demasiado duro. Podrías lograrlo, por supuesto, pero te tomaría unos días conseguirlo.

También sientes algo de humedad en el aire, no como si fuera a llover, simple humedad nocturna, la temperatura para ti no es desagradable y tampoco hay vibraciones más allá de las causadas por los movimientos de las criaturas que te acompañan.

Apenas alcanzó a girarse para responder a la pregunta de Afaë cuando el suelo cedió bajo sus pies y todo se precipitó. Atrapados como estaban, algo los engulló, arrastrándolos hasta otro lugar. Silas rodó por el suelo junto a los demás, pero su cuerpo se recuperó con una gracia casi felina, enderezándose antes de que el polvo terminara de asentarse.

Miró en torno: columnas, una estatua, la penumbra envolviéndolo todo. La noche, finalmente, los había alcanzado.

Mientras extraía de su bolsillo el peine de plata y trataba —en vano— de someter su cabello rebelde, habló con suavidad tras las palabras de Afaë:

—Haré la segunda guardia.

Sonrió a la muchacha pez; sus labios, aún teñidos de rojo, se curvaron con un dejo de ironía. Detrás de él, su sombra parecía estremecerse, inquieta, como si tuviera vida propia.

El cambio de escenario, no le permitió regalar una sonrisa a la joven que se había unido. No se escucharon tantas palabras y pese al peligro, notó algo parecido a seguridad en su pecho cuando ya dejó de ser una para ser tres. 

Con sus patas, acarició a rosal reflejando ternura y luego con sus mirada, hizo lo mismo con la joven. Un poco de gratitud, un poco de empatía floreciente fraternal. Había perdido a sus compañeras y ella, era una criatura de grupo. Despojada como se sentía, cogió los pétalos de Rosal y los fue agrupando. La delicadeza que mostró ante aquel gesto, solo pudieron evidenciarlo ellos. 

Agitó sus antenas al escuchar lo que decían... 

Hasta que de repente descubrió a la diosa que allí estaba, la apreció ladeando su cabeza y soltó un ligero sonido. No fueron palabras, solo sonido y algo de respeto. Ya con los pétalos acomodados, permaneció junto a la triada. 

El mundo se desgarró bajo sus pies. No hubo tiempo para gritar, solo para sentir el vértigo de la caída y el violento arrastre hacia la oscuridad. Rodó por un suelo frío y duro, haciéndose un ovillo por instinto, esperando el golpe final. Pero este nunca llegó.

Cuando el caos cesó, Náyade tardó un largo rato en atreverse a mirar. El aire aquí era quieto y silencioso, sin el olor a tierra húmeda del cementerio. Estaba... en calma. A su alrededor, los demás se ponían en pie, sus voces eran murmullos lejanos. Vio columnas rotas y la imponente figura de una estatua de piedra.

Ignorando a todos, se arrastró en silencio hacia la sombra más cercana que pudo encontrar, un hueco oscuro detrás de la base de una columna derruida. Se acurrucó allí, abrazando sus rodillas, haciendo su cuerpo lo más pequeño posible. Desde su escondite, sus ojos asustados recorrieron la escena. Escuchó las palabras "guardia", "dormir", "protegerse"...

Su mirada pasó por encima de Afaë, de Silas, del imponente Rosal... hasta que se detuvo. Lo encontró. El payaso. Estaba allí, aparentemente tranquilo, como si el violento viaje no le hubiera afectado. Un escalofrío recorrió la espalda de Náyade, pero esta vez, no era solo de miedo. Su mandíbula se tensó por un instante y sus dedos se clavaron en sus propios brazos.

Volvió a esconder la cara entre las rodillas, ocultando la gélida expresión de sus ojos. Que hicieran sus guardias. Que se sintieran seguros. Ella esperaría. En la quietud de la noche, el agua siempre encuentra una grieta por la que filtrarse.

La estatua no me responde, una lástima

-¿dormir?- repito la palabra según la pronuncia Afaë -estaría bien, sería una novedad, no duermo desde... no recuerdo desde cuando, me pregunto si alguna vez habrá dormido. Pero, ¿no es un poco mundano?. Podríamos bailar, alguien tiene un instrumento musical?, un baile nos animaría a todos, veo algunas caras muy largas-

Sonrío a la pequeña Náyade, que parece querer desaparecer en una grieta

—Yo haré la primera guardia con Afae y así siempre habrá alguien con otra persona 

La sirena asintió conforme a la idea de la diminuta chica

- Pero tenemos que cubrir los siguientes turnos de vigilancia porque no sabemos que puede pasar mientras descansamos - Miró con severidad al chico pero no enfadada, si no más bien para hacerle ver la importancia de aquello

- Por eso ahora no es momento de bailar. Hay que organizarse para poder sentirnos todos seguros. ¿Que turno vas a hacer tú? ¿Y vosotras? - su voz se dirigió hacia los seres como rosal o la hormiga gigante 

Esperar... ¿a que? No era algo que le gustase. Un presentimiento extraño la rodeaba. Se movio por el recinto, examinandolo, y miro a la estatyua. ¿a quien perteneceria? Tanto timepo fuera d ela cultuira greiga, no sabia que le depararia todo.

- Hare entonces yo la tercera.

-La cuarta para mi.

Dijo finalmente el payaso, mirando alrededor mientras intentaba comprender la lógica detrás de aquel cambio de escenario. Movió los dedos como quien se quita algo pegajoso.

-¿Estaremos pegados entre nosotros? ¿Por eso somos arrastrados juntos a una nueva habitación?

Reflexionó en voz alta. Dando unos saltitos se acercó la figura las manos en forma de bol, sacó un pato de goma de entre sus dedos y lo apretó tres veces rápidas, luego largas hasta dejarlo sin aire, luego otras tres rápidas, como si torturarlo fuese parte de la diversión. Y lo colocó con cuidado antes de reír entre dientes.

-Señor Schwarzenger, ¿puedo llamate Chuache? No querría morderme la lengua pronunciando su apellido. Verá... ¿Bailar? Esperaba al menos un par de rosas antes, pero si es vuestro deseo...

Y se acercó al Rosal para ver cómo la mujer de las antenas y la ninfa parecían estar bien, la primera de ellas mostrando un cuidado casi ritual. Asintió satisfecho antes de pegar un salto.

-¡Hop!

Notó la mirada de Náyade clavada en él y son una sonrisa afilada le miró y saludó, animado. Hizo el gesto de apretar algo entre su corazón e índice, pero se dio cuenta de que no tenía el patito y con una mueca de exagerada sorpresa se llevó las manos a ambos lados de la boca.

La petición del payaso me hace sonreir -ese nombre no parece muy adecuado, preferiría Hans si hemos de hacerlo fácil. Pero supongo que podría aceptar un apodo con cierta gracia-

Contemplo el baile del payaso incluso aplaudiendo un poco, aunque no es lo que esperaba desde luego

-supongo que será hora de retirarme. ¿Les importa si paso la noche a su lado?- pregunto al grupo formado por la rosa, la reina hormiga, y esa deliciosa ninfa -cuantos más mejor, ¿no?-