Aracne sigue el camino sin ningún problema gracias a los envejecidos carteles le indican el camino hacia el laberinto de espejos. La puerta del lugar está desencajada así que poco importa si está abierta o cerrada. El pasillo del interior se extiende hasta donde se pierde de vista y a ambos lados, millones de espejos en diferentes posiciones muestran una copia de la figura de Aracne paseando por él. Los del comienzo están casi todos rotos, pero cuando profundiza unos metros alcanza a ver que al fondo están intactos... y hasta le parece ver una luz suave.
Aracne no sabe lo que es un laberinto de espejos, en la antigua Grecia no había.
Las luces del interior de la casa se encienden y apagan un par de veces y jurarías que los espejos y la disposición del pasillo ha cambiado...
curioso, aún no se había adentrado mucho. ¿Cómo volver? Empezó a teler una tela de araña, que dejaba pegada en el suelo, meintras caminaba, de esta forma, siempre podría retornar mientras sostuviese la tela entre sus manos. Se miró vanidosa en el espejo. Ojalá no fuese una araña, sino una mujer otra vez. Mas sólo le quedaba vivir ocn su maldición y seguir adelante, fascinada con el complejo.
El laberinto sigue expandiendose y las luces parpadean, cambiando cada una de las veces la disposición y forma de los espejos. Hasta que en el tercero de los cambios, el espejo del fondo se transforma en una puerta.
La luz del interior del pasillo se enciende con tanta potencia que las bombillas de toda la casa de espejos revientan y quedas en completa oscuridad. Algo ha debido pasar fuera... suerte que usaste el hilo para marcarte el camino.
Una pena, quería ver adonde llevaba la puerta, pero sin luz, no er auna ilusa, tenía que primero volver ocn sus compañeros. Sabía que este lugar podía no ser seguro, y sus dones de vidente podían no funcionar adecuadamente, no eran tan precisas, después de todo.
Al salir al esterior ves a Dafnea siguiendo a Afaë a lo lejos, corriendo en dirección a la carpa de circo incendiada.