Partida Rol por web

MATAGATOS:

- Es necesario atender mejor a los cuatro heridos más graves, ahora que no ha pasado todavía una hora.

- Se requiere dedicar al menos 10 minutos a cada uno y una tirada de Curar Heridas, dificultad 15.

- Una sola tirada para cada uno de ellos: Dedos, Lengua Negra, Pelagatos y Sicofante.

- Por cada tirada exitosa, cada herido tendrá un bono de +2 a su TS Fortaleza para salir de peligro.

- Hasta dos personajes con Rangos en la Habilidad Curar Heridas pueden ayudar como enfermeros, si no hacen ninguna otra cosa más que eso. Deben tirar Curar Heridas una sola vez, a dificultad 12, si la pasan le dan un bono de +1 a las tiradas de Matagatos. Si la fallan, son más un estorbo que una ayuda.

Escarabajo se había preparado para el combate. Fue uno de los primeros en tomar sus armas, y apoyándose en una de sus muletas, se las arregló para caminar a la vez de sus compañeros. Pero al decir Ponzoña a paso ligero sonrió con sorna, y simplemente se agarró al carro conducido por R´Gaa. Al fin y al cabo esa era la única manera de que, tras la cojera permanente que el demente de Campaña le había dejado en su infantil niñeria, pudiera ir a paso ligero. Luego escupió al suelo.

Sin embargo al llegar junto al resto de los hostigadores heridos volvió a asumir rápidamente sus funciones, y a ocupar su puesto en retaguardia, con las armas preparadas para cualquier ataque y mirando a todos lados, preparado para responder a cualquier ataque u ofensa

Guepardo estaba ensimismado con sus batatas que parecían efectivas a la hora de hacer desaparecer los espíritus cuando vio que llegaba el resto de la compañía. Al parecer habían sido atacados y estaban malheridos. La verdad es que a aquellas alturas poco le importaba la vida de esos hombres con lo que siguió con lo suyo. Pero su tez cambió por completo cuando escuchó como Caracabra, el feo jorobado, mencionó el nombre de Sacorroto. Acababa de deshacerse, gracias a las batatas, de él por fin pero parecía que solo lo había hecho ir a otro lugar. Sacorroto se lo advirtió, todos vaís a morir, y al parecer, estaba cumpliendo su promesa. Se sentía responsable de aquello. Debió advertir antes al resto de la Compañía de lo que le había dicho el espíritu. Se acercó a Ponzoña y le dijo si vacilación: - Yo también voy. Es algo personal.

Ponzoña se había olvidado de él a la hora de efectuar las órdenes, así que suponía que no tendría ningún problema en aceptar a un buen guerrero como refuerzo.

Jabalí asintió a las órdenes de Ponzoña y observó como el Hiena cogía en volandas a la pitonisa y la ponía a buen recaudo sobre su carro.

Tiene valor, coger en brazos a la pitonisa...

Sin más, se dirigió a cumplir la orden recibida, pero Mentiroso le enseñó las armas con las que habían sido atacados. Las estudió con interés un instante, mientras escuchaba a su compañero.

-¡¿Tres contra uno?! ¡¿Y por sorpresa?! ¡MENUDOS COBARDES! ¡Ahora me explico el estado en el que venís! Seguro que no eran guerreros, sino ladrones. Guárdalas. Con un poco de suerte, se las devolveremos a sus dueños pronto... De la misma forma -Jabalí estaba enfadado, y mucho. Aquello no había sido entonces una pelea por una razón, había sido una encerrona. Y eso no le gustaba. No le gustaba en absoluto- Pero ahora tenemos que regresar. Guárdalas, y agárrate bien al carro. Tengo que ir a la retaguardia.

Jabalí se dirigió apresuradamente a la retaguardia junto con Campaña, Ojopocho y Escarabajo, poniéndose en guardia y mirando atento para todos sitios.

-No me gustan las ciudades, y esta menos que ninguna -les dijo a los tres- Mentiroso me ha dicho que eran muchos, tres contra uno y por sorpresa, sin razón. Estad atentos, podemos sufrir otra emboscada.

Con un movimiento automático, se aseguró de que sus tres lanzas estaban correctamente colocadas a su espalda, y se preparó mentalmente para sacar a sus compañeros de allí en el menos tiempo posible y para un posible combate sorpresa.

La risa, las apuestas, hasta la lección del Segundo... todo quedó atrás, enterrado en el jadeo de Caracabra, y sus entrecortadas explicaciones. Cuando consiguió comprenderle, ya todo se precipitó. Ponzoña dio las órdenes, que cumplió enseguida, todos lo hicieron. Ella empezó a temblar.

Fue al pescante del carro que vio a los heridos, ya de lejos. Iban en una especie de carreta de un vendedor, o algo así.

El corazón le dio un vuelco. ¡Sicofante! Era uno de los que estaban en peor estado...

- ¡Sicofante! ¡Oh, no!

No podía dejar su sitio como conductora del carro, así se lo habían ordenado. Pero quizá podía ayudar de otro modo, podía hacerlo.

- ¡Matagatos! ¡Sé de curas! No soy una experta, pero sé más que otros que puedan ayudarte... creo que si nadie más puede hacerlo con más habilidad, es mejor que otro conduzca, y yo esté por los heridos...

MATAGATOS:

- Haz cuatro nuevas tiradas de Curar Heridas, motivo:

"Evitar infección Dedos", "Evitar Infección Lengua Negra", etc.

- No pongas dificultad, pues depende del total de daño que han sufrido en el asalto en que cayeron.

Al salir de la ciudad el resto de nuestros compañeros llega hasta nosotros corriendo y trayendo el carro. Mientras trasladan a los heridos de un carro a otro hablo con los comerciantes que nos habían ayudado.

-Muchas gracias por vuestra ayuda. Les extiendo la mano con los cobres que me había dado Mentiroso como agradecimiento, no era mucho, pero no tenía nada más. Es todo lo que puedo daros.

Cuando termino de hablar con ellos me aseguro que los heridos están recibiendo el tratamiento adecuado, mientras varios compañeros se interesan por su estado. Campaña parecía de los más afectados.

-No te preocupes primo, sus heridas son graves pero son fuertes, saldrán de esta. Me acerco para ayudar. Con cuidado, cuanto menos se muevan mejor.

Ayudo al traslado y la colocación de los heridos y me quedo en el carro con ellos. No sabría decir cual era el peor de todos, la herida más grave parecía en un principio la de Dedos pero otras habían requerido mi atención más inmediata sin embargo. Ahora sus cuerpos debían reaccionar a los primeros auxilios y debíamos seguir con la limpieza y la desinfección de las heridas hasta asegurarnos que no se infectaban. Yo había sido uno de los que mejor parado había salido junto a Mentiroso y podía caminar perfectamente, pero quería ir atendiendo a nuestros compañeros durante el trayecto. Khadesa también estaba en el carro, Ponzoña la había subido allí al verla herida. Cuando llegáramos al campamento y los más graves estuvieran atendidos me encargaría de las heridas de ella, de Peregrino y de Mentiroso, también de las mías, pero ahora tenía que asegurarme que los más graves no empeoraban.

-Bien R'Gaa, entonces ayúdanos, necesitamos todas las manos posibles aquí, pero de momento llévanos al campamento, allí volveremos a atenderlos debidamente. Khadesa seguía ayudándome también a pesar de sus heridas y durante el trayecto poco más podíamos hacer.

Mientras nos acercamos pongo al día a nuestros compañeros de lo sucedido.

-Estábamos comprando en el mercado tranquilamente y de repente nos atacaron veinte indeseables. No eran guerreros, pero tampoco eran ladrones. Creo que alguien los mandó a atacarnos. Resistimos lo que pudimos y abatimos a diez, pero eran demasiados. Si alguien no llega a avisar a los guardias de la ciudad no lo habríamos contado. No hay mucho más que contar. De momento.

Miro a Khadesa intrigado por lo que tenía que contar sobre el asunto, no podía esperar a saber quien había sido el responsable de todo eso. Sigo el resto del viaje atendiendo a los heridos hasta que llegamos al campamento y los instalamos en el lugar que han preparado para ellos.

La Quinta avanzaba en silencio tras el tiro del buey con la carga preciada de sus hermanos de sangre. Matagatos había hecho todo lo humanamente posible para frenar la amenaza de muerte que pendía sobre ellos agazapada, muda también. Y ella, y Mentiroso, habían intentado ayudar. Pero aún así, los cuatro guerreros seguían agonizantes, y no sabía si llegarían al campamento con vida.

Ella misma estaba sangrando, aunque ni le dolía ni se apercibía, fija su mirada en los cuerpos tendidos.

Así la encontró el grupo que llegaba, así la tomó Ponzoña en volandas, y ella no protestó, se dejó llevar, sin un gemido. Sólo sus pupilas declararon el dolor que sentía, no por sí misma, sino por los cuatro amigos inconscientes. Las palabras del Hiena llegaron a su consciencia, pero no podía en ese instante entender la profundidad de su significado, obnubilada con estaba.

Sólo le miró, llorando, suplicando. No era posible, no podía ser...

Pero la necesitaban. Parpadeó, aún mirándole.

-He de ayudarles. -Le acarició la mejilla, sin darse cuenta, un gesto tierno del que no fue consciente.- He de ayudar a Matagatos...

Y así lo hizo. Sus manos temblaban, pero aún temblando podían hacer vendas, y restañar la sangre que manaba de las heridas.

La pitonisa lo intentaba, pero en el estado de ánimo en el que se encontraba, sus manos temblando, poco más que estorbarle a su hermano era lo que conseguía...

Campaña había tomado posiciones en la retaguardia, protegiendo el carro con los heridos de un posible ataque que no llegó a producirse. Vigiló las puertas de la ciudad mientras se alejaban hasta que por fin estuvieron fuera de todo peligro. La visión de aquel particular campo de batalla móvil entristeció y preocupó a Campaña, lo único que le causó un cierto alivio fue que su primo Matagatos se encontraba más o menos bien, lo que significaba que podría ocuparse personalmente de los heridos.

Campaña no sabía nada de tratar heridas pero tenía claro que quería colaborar todo lo posible para que sus compañeros salieran adelante. De repente se dio cuenta de que quizás entre los Soldados del resto de pelotones hubiera alguien que supiera de medicina.

- Primo, Campaña va a buscar ayuda - le dijo a Matagatos.- Puede que otros Soldados sepan de heridas, Campaña buscará.

La joven exploradora vio a Khadesa temblar. Entendió el motivo, la pitonisa estaba también herida, necesitaba tanto como el resto quedarse quieta y descansar. Claro que eso podía decirse también de Matagatos, quien estaba procurando sus cuidados a cada uno de los heridos.

Se acercó a ellos.

-Déjame a mí, Quinta. Deberías escuchar a Ponzoña, y quedarte en el carromato, estás débil. Yo ayudo a tu hermano, descuida.

No dijo que ayudar a Matagatos suponía intentar salvarle la vida a Sicofante. Y que eso era lo que más le importaba en el mundo en aquel momento.

Mientras todo el campamento estaba en movimiento, unos curando heridos y otros, como él, vigilando que el enemigo no los pillara por sorpresa; Guepardo se acercó a Caracabra y le preguntó: - ¿Qué pasa con Sacorroto? Explicaté. - Exigió.

Con Khadesa y R'Gaa ayudándome el carro ya estaba a rebosar de gente y los heridos estarían bien atendidos durante el trayecto.

-Ven sujeta aquí. Le digo a R'Gaa poniéndole las manos sobre el vendaje de Sicofante. Asegúrate que se mueve lo menos posible durante el trayecto para que no se le abra de nuevo la herida. No te preocupes, sobrevivirán todos. Le digo a la exploradora, no estaba seguro pero al menos quería creer que ninguno perdería la vida en esta ocasión.

Khadesa estaba vigilando a Lengua Negra y yo me puse en medio entre Pelagatos y Dedos. Cuando llegáramos al campamento volvería a revisar las heridas a todos, en Idon todo había sido muy rápido y había tenido que intervenirlos demasiado rápido para que ninguno se me fuera. Esperaba que fuera suficiente.

Matagatos parecía demasiado ocupado con los heridos como para atender a Campaña, de modo que el gigante decidió dejarle con sus labores y salió corriendo en busca de ayuda. Cruzó el campamento a toda prisa, hablando con cualquier miembro de la Compañía con el que se cruzaba.

- ¡Hostigadores atacados! ¡Hostigadores heridos! - gritaba Campaña.- ¡Ayuda! ¡Hostigadores necesitan ayuda rápido!

Mentiroso observaba con atención los cuidados de Matagatos, asistido por Khadesa y R'gaa, preguntándose cómo podría ayudar. «Más manos solo serían un estorbo de todas formas. Además, estoy demasiado cansado».

-Matagatos, puedo conducir el carromato hasta el campamento. Procuraré que no se mueva demasiado.

-Me parece bien Mentiroso.

Respondo mientras intento sujetar lo mejor posible a Dedos y a Pelagatos. Alguien tenía que conducir el carro mientras R'Gaa estaba ayudándome. Además ir sentado en el carro le sentaría bien para reposar sus heridas.

Caracabra corrió a montar la tienda como le había dicho Ponzoña, no paraba de pensar que había dejado sola a Khadesa, cuando él era su escolta. La he fallado, he sido un estúpido, no me perdonara nunca. Se esforzó lo máximo que pudo en su humilde trabajo montando la tienda de campaña, aun respiraba con cierta dificultad y el sudor corría por la negra piel del guerrero.

La amabilidad de Rastrojo le pareció sospechosa después de las contestaciones que había recibido en la orilla del rio, pero estaba demasiado ocupado para responderle, solo podía concentrase en atar las cuerdas que sujetaban la lona. Ahora no puedo, pero te lo contare todo. Dijo el jorobado con un tono reconciliador.

Al rato se acerco Guepardo, no había podido seguir el ritmo de la carreta y se había quedado en el campamento, sus heridas aun eran recientes. El tono del guerrero sonaba amenazador, tanto que atemorizo al jorobado. Con su voz temblorosa empezó a hablar, no se sabía si por el cansancio o por el temor a Guepardo. Yo no sé explicarlo, Serpiente también estaba, él sabrá decirlo mejor que yo. Se excuso el jorobado, pero viendo la insistencia de Rastrojo y Guepardo, tuvo que continuar. Estábamos en el jardín, Serpiente me estaba poniendo a prueba, trataba de que negara que los espíritus. Que dijera que no creía en ellos. Entonces me gire y vi a Sacorroto, parecía… parecía real el se movía y me hablaba. Decía que le dolía, que le dolía estar muerto. Entonces él se deshizo, primero se le cayó la piel a tiras, luego la carne, pero no paraba de decir que le dolía, hasta que se convirtió en un esqueleto. Entonces desapareció, todo era confuso, llego Mentiroso cubierto de sangre. Serpiente dio las órdenes rápidamente y yo vine corriendo lo más rápido que pude. Creo que Sacorroto nos estaba avisando del peligro, si le hubiéramos hecho caso…. Caracabra creía que la aparición había sido un aviso, que el espíritu de Sacorroto había vuelto para ayudarles.

Guepardo asintió según le contaba aquel esperpento de la naturaleza lo que había pasado. Su cara de incredulidad se volvió más y más acentuada según le contaba Caracabra. Él había visto a Sacorroto durante días y nunca mencionó que le doliese nada. Y Guepardo siempre lo había visto con la cara destrozada, nunca se le había aparecido como era antes de su tortura a manos de la compañía. Quizás el maldito Serpiente había hecho alguna especie de truco para atemorizar al jorobado, o quizás, Sacorroto se aparecía de una forma diferente a cada persona. El hecho es que necesitaba respuestas y el único que parecía tenerlas era Serpiente. A lo mejor Sacorroto había decidido hacer el trabajo del antiguo Jaguar y acaba con Serpiente. Eso estaría bien. Guepardo sacó un par de batatas que le sobraban y se las dio a Caracabra. - Toma, hazte un collar con ellas y mantendras alejados a los espíritus.

Dicho lo cual se marchó en busca de Serpiente. Era hora de saber la verdad, si aquel espíritu era una falsa imagen creada por él, como suponía el Jaguar, o era el espíritu auténtico de Sacorroto. Se dirigió a Serpiente , el cual parecía ocupado, y sin más preámbulo ni presentación le dijo: - Necesito saber lo que ha pasado con Sacorroto. Sé que engañaste a Caracabra para que creyera verlo. Confiesa, no es bueno jugar con los espíritus, yo los conozco, me hablan...son peligrosos.