Partida Rol por web

Asentí ante las palabras del profesor. Después de todo él sabía más que ninguno de nosotros, y era poco probable que Riddle dominaba la Legeremancia teniendo en cuenta que aún no había hecho nada contra nosotros. Aún así no me quedaba tranquilo, pero probablemente esto se debía más al peligro y a no saber qué hacer para ayudar que a otra cosa. Que mi perspectiva de futuro fuese únicamente intentar que él o sus lacayos no me pillasen a solas no me gustaba nada, pero era lo que había.

—Entiendo —enuncié—. Hablaré con Alan para estar fuera de la vista hasta la reunión y ya decidiremos qué hacer entonces.

Dicho eso desvié mis ojos hacia Alice, sintiendo que este encuentro estaba por finalizar.

—Ten cuidado —le dije—. Y llámanos a la mínima señal de peligro, aunque sea sólo una sospecha.

¿Por qué el Gran Comedor siempre tiene que estar tan lleno de gente? Mis ojos se dirigen durante un breve instante al cielo que se refleja al otro lado de la piedra, mientras me retiro un rizo de la cara manchándolo levemente de tinta. El cansancio, la tristeza y, sobretodo, estas "actividades extraescolares" en las que he acabado envuelta están perjudicando mis estudios. A pesar de lo mucho que lo intento, cada vez me siento más perdida en todas las materias y, sin ninguna duda, como no haga pronto algo al respecto eso se verá reflejado en mi calificación final. Y eso es algo que no puedo permitirme. Especialmente, no ahora que Rose ha llegado a Hogwarts.

Me froto brevemente las sienes mientras tomo asiento en mi mesa, antes de caer en la cuenta de que el profesor Dumbledore ha desaparecido. Mi ceño se frunce apenas un instante, antes de recuperar una total normalidad, pero mi mente no es capaz de detener una oleada de preguntas: ¿Dónde está? ¿Le ha pasado algo? ¿Estaba aquí a la hora del desayuno? Soy incapaz de recordarlo, pero me invade una terrible sensación. ¿Es egoísta desear que no le haya ocurrido nada solo para no sentirme desprotegida frente a las víboras escondidas entre el resto de serpientes?

Estoy perdida en mis meditaciones cuando me doy cuenta de que Riddle se está dirigiendo hacia mí. Y, lejos de sentir temor, me doy cuenta de que lo único que siento es un asco visceral ascendiendo y atenazando mi garganta, una nausea natural y completamente física y real. Sus maneras cuidadas, afectadas, perfectas, lejos de disimular su verdadero rostro, no hacen sino acrecentar mi sensación. No tiene derecho a estar entre nosotros. No tiene derecho a existir en un mundo donde Alexander no exista.

Sin embargo, tal vez por pura inercia, nada se refleja en mi mirada o en mi voz. Absolutamente nada, como si no fuera más que una muñeca que algún hechizo ha animado por error. -¿El profesor Dumbledore? No, afortunadamente no le he visto hoy.- Respondo maquinalmente a su pregunta, sin dejar de plantearme si acaso sabe algo de mi escapada nocturna -¿Le necesita para algo? Si es urgente supongo que algún Gryffindor podría saber algo al respecto, pero comprendo que quiera evitar el contacto en todo lo posible.

Una ligera y corta risa se me escapa de los labios enteabiertos ante la contestación de Elizabeth a mi comentario, dando a entender que tiene razón y al tejón le pega más un gusarajo que un colacuerno. El resto de la mañana transcurre con normalidad, procuro no perder de vista a mi compañera pero al mismo tiempo intento no forzar la cercanía, al menos hasta que volvemos al Gran Comedor cuando me siento a su lado como si fuese una casualidad y no algo premeditado.

Paseo la mirada por la estancia buscando caras conocidas*, noto varias ausencias pero en mi rostro solo se lee el fastidio por tanta gente, desde el incidente del partido y la 'agradable' visita de mi padre he vuelto a ser poco sociable. Procuro hablar solo con compañeros de casa, preferiblemente Astrid así no tengo que disimular el asco que me dan otros, pero eso implica pensar en hacer unos planes que hacen que mi corazón muera lentamente.

Pincho un poco de pastel de carne con zanahorias y mientras me lo llevo a la boca detecto la entrada de parte del 'grupo', de forma disimulada pero ahí están, en cierta forma me da rabia no poder ir con ellos pero así ha sido siempre mi vida, querer una cosa y tener que hacer otra. De repente una sombra se cierne sobre Elizabeth, me giro y me encuentro con la perfección hecha persona. Se me acaba de quitar el apetito. Escucho su pregunta y la contestación de Deacon mientras dejo el tenedor en el plato, cogo el vaso de zumo y bebo. Mejor mantener la boca ocupada no vaya a ser que diga algo inapropiado, aunque con la mano libre acaricio la varita, soñar no cuesta nada.

Muestra una leve sonrisa al escuchar tu comentario sobre los Gryffindor, como dejando ver que está de acuerdo.

-No, nada urgente. Solo me ha llamado la atención no verlo, no suele faltar a las comidas.

Inclina un poco la cabeza en señal de agradecimiento, pero todavía no se marcha. Se acerca un poco más y muy bajito pregunta:

-No quiero molestarte más, pero me gustaría saber una cosa. Si no es indiscreción, ¿has tenido noticias de Dracons? ¿Volverá pronto?

Muestra una leve sonrisa al escuchar el comentario de Elizabeth sobre los Gryffindor, dejando ver que está totalmente de acuerdo.

-No, nada urgente. Solo me ha llamado la atención no verlo, no suele faltar a las comidas.

Inclina un poco la cabeza en señal de agradecimiento, pero todavía no se marcha. Se acerca un poco más a ella y le pregunta algo en voz muy baja, casi inaudible.

-No quiero molestarte más, pero me gustaría saber una cosa. Si no es indiscreción, ¿has tenido noticias de Dracons? ¿Volverá pronto?

Habiendo concluido la charla, marcháis de nuevo al Gran Comedor mientras Albus se dirige hacia su despacho. Para cuando llegáis el lugar está prácticamente lleno, incluyendo a Alan, que levanta la mano para saludar a Ingo. Más allá, en la mesa de Slytherin, Riddle y los suyos parecen charlar tranquilamente. A un par de sillas se encuentran Elizabeth y Alphard, uno junto al otro.

Riddle se levanta sin previo aviso y se excusa con sus compañeros para luego dirigirse hacia Elizabeth. Tan encantador como siempre le pregunta algo que no alcanzáis a oír por la distancia y el ruido. Ella responde con su habitual cara pétrea, pero entonces él se acerca un poco más y sus siguientes palabras le causan una perturbación evidente. 

Una vez concluida la charla, esperé a que Ingo saliese antes del aula, para que no nos vieran a los tres juntos, después caminé con Charlotte hacia el Gran Comedor y tomé asiento en mi sitio habitual.

Sin embargo, mi mirada se iba todo el rato hacia Tom. Mis ojos lo seguían en cada movimiento y una pequeña sonrisa se deslizaba en mis labios sin pedirme permiso. Fruncí el ceño extrañada al ver el intercambio del chico con Elizabeth, pero me esperé hasta que la hora de la comida terminó y la gente estuviese empezando a levantarse.

—Charlotte, voy a hacer una cosa —le dije, significativamente a mi hermana mientras me ponía en pie—. Ve yendo y ahora te alcanzo, ¿vale?

Y dicho esto, tome aire y me tomé un instante para reunir todo mi coraje y acercarme a él.

—Hola, Tom —dije en un susurro suave al llegar a su lado.

Sentía mi corazón palpitar a toda velocidad, tan fuerte que me parecía que se me iba a salir del pecho, a medias por saber que tenía que investigar sobre él y a medias por su sola presencia. La sola idea de proponerle que nos viésemos a solas era suficiente para acelerar mi pulso y mi respiración. ¿Volvería a besarme? Mis mejillas se sonrojaron con esa duda y mi sonrisa se amplió.

—Yo... Estaba pensando... Bueno. Que a lo mejor podríamos vernos luego para estudiar juntos. O para charlar un rato... Donde el otro día, si te apetece.

Una vez dicho, me mantuve expectante. Me sentía muy atrevida siendo yo la que le pidiese una cita a un chico en lugar de esperar a que fuese al revés, pero las circunstancias me daban la excusa para algo que llevaba deseando desde que nos habíamos visto a solas por primera vez.

En cualquier caso, aceptase o no, después me dirigiría directa al lugar de reunión para encontrarme con los demás.

Una vez concluida la charla, esperé a que Ingo saliese antes del aula, para que no nos vieran a los tres juntos, después caminé con Charlotte hacia el Gran Comedor y tomé asiento en mi sitio habitual.

Retomar lo que se suponía vida normal yendo sólo no parecía la mejor idea. Pero era menos mala que la de que nos vieran juntos y empezasen a sospechar, así que acepté la propuesta de Alice y me dirigí por mi cuenta al Gran Comedor. Lo hice tenso, consciente de que los peligros del mundo mágico eran mucho más inesperados y mucho más temibles que los de la sociedad muggle.

Al llegar me dirigí directo a mi mesa. No tenía mucha hambre, pero comer era necesario. Devolví el saludo a Alan, tratando de parecer afable, y le hice un gesto para indicar que nos veríamos luego. Después me dispuse a fingir integrarme con los de mi mesa.

Gryffindor era, sin duda, una de las mejores cosas que me habían pasado en la vida. Guardarles este secreto no era sencillo, y en el fondo agradecía que alguien de ahí conociera más, aunque fuera sólo Laura Swan. Mis ojos se desviaron hacia ella un instante, queriendo comprobar que se encontraba bien, antes de observar toda la escena entre Riddle y Elizabeth. No me impresionó, aunque sí sentí una ligera curiosidad. Sin embargo ni hice ni dije nada. Estábamos en medio del comedor, seguro que no necesitaba ayuda. Y si me equivocaba ella tenía formas para avisarnos. De modo que me centré en comer, contando el tiempo que faltaba hasta la reunión e intentando no perder detalle de todo lo que estaba pasando a mi alrededor.

Tom levanta una ceja, sorprendido. ¿Es por tu atrevimiento o porque se suponía que querías discreción? En cualquier caso no tarda en sonreír. Un poco más lejos sus "amigos" lo miran, la mayoría con extrañeza, pero el hace un gesto y tras una leve indecisión se marchan. Aunque se marcha con el resto, puedes ver como Dietrich lanza una última mirada por encima del hombro. Comprobando que nadie os oye, Tom te responde.

-Claro, allí nos vemos, a la misma hora. Tengo algo que decirte. -añade.

Acaricia tu mano discretamente y su sonrisa se ensancha. Hay un extraño brillo en sus ojos, un cierto toque pícaro que te hace preguntarte en que puede estar pensando. Por ahora tendrás que quedarte con la duda.

Al sentir las miradas de los compañeros de Tom sobre nosotros pude notar perfectamente cómo mis mejillas terminaban de sonrojarse adquiriendo un color granate. Seguro que me estaban saliendo esas horribles manchitas blancas que tanto detestaba. ¡Y justo cuando me acercaba a Tom! En esas ocasiones odiaba profundamente la palidez de mi tez que se ponía roja con tanta facilidad.

Pero la sonrisa de Tom hizo que todas esas preocupaciones desapareciesen y cuando habló pensé que podría hasta suspirar. El roce de su mano provocó que mi estómago aletease como si estuviera lleno de snidgets dorados y mi sonrisa se hizo más dulce. Asentí entonces.

—Genial. Lo estoy deseando —me despedí con cierta renuencia mientras echaba una mirada fugaz por encima del hombro, para asegurarme de que Charlotte me había hecho caso y había salido del comedor—. Me tengo que ir ahora, Charlotte me espera y ya sabes... Pero has logrado intrigarme —añadí, apretando mis mejillas en esa sonrisa.

La verdad era que no resultaba difícil precisamente despertar mi curiosidad y en concreto el señor Riddle se me antojaba un misterio que desvelar con tantos matices que tal vez no terminaría nunca. Le devolví la caricia en la mano y me aparté de él no sin dificultad.

—Nos vemos luego —susurré antes de girarme y salir a buen paso en dirección al cuarto piso, donde esperaba encontrarme con los demás.

-¿Cómo puede saberlo...?- Clavo mi mirada en los ojos de Riddle por primera vez, estremecida, sin ser capaz de comprender cómo ha podido enterarse de mi escapada, o cómo es capaz de mostrar semejante sangre fría al preguntarme a mí, entre todas las personas, por el estado de Alexander.

Es tan absurdo que, si fuera más dada a la alegría, podría haberme provocado hilaridad: dos impostores conscientes ambos de las mentiras del otro, tratándonos pese a todo con perfecta cortesía a pesar de que éramos enemigos. Sin embargo, más bien me resulta una broma que tiene mucho más de cruel que de divertido.

Aunque, después de todo, ¿cuánto sabe Riddle realmente? Es demasiado tentador convertirlo en un rival omnipotente que justifique una derrota pero, después de todo, ¿qué tiene él que no tenga yo? ¿Confianza? ¿Somos en el fondo tan distintos? Si ya hubiera escuchado de mi marcha, no tendría por qué preguntar. Y si pregunta... entonces, o no está seguro, o lo que quiere descubrir es si soy un peligro para él o simplemente una niña preocupada por su único amigo.

Él nos ha engañado a todos durante estos cuatro años, ¿pero acaso no lo he hecho yo también? ¿Por qué no lo voy a poder seguir haciendo? Pensándolo bien, yo conozco su secreto, pero él aún no sabe de mí. ¿Y qué puede arrebatarme que no haya perdido ya?

-Dracons... sí, fui a visitarle hace unos días.- Respondo con mi voz monocorde, con mi máscara de impersonalizad fijada sobre el rostro. ¿Por qué tendría que mentirle? No soy más que una triste y anodina alumna más, pero con un desprecio profundo, absoluto y conocido por los inferiores, por los sangre sucia. Si pude hacer teatro en el Bosque Prohibido, también puedo hacerlo en el Gran Comedor. -Al parecer, los sanadores creían que entrar en contacto con alguno de sus conocidos le vendría bien. Lamentablemente, no surtió efecto, pero "por suerte"- indico con una ironía más que palpable -nuestro amable profesor de Transformaciones, que había sido nombrado como acompañante, estaba allí para consolarme con uno de sus predecibles discursos. La verdad, dudo que nuestro capitán de Quidditch pueda reincorporarse pronto al curso, pero agradezco su preocupación.- Inclino la cabeza, mientras esa oscuridad borbotea en el fondo de mi alma. Y, casi por su influjo, añado con una deliciosa hipocresía. -Reconforta saber que en Slytherin todavía hay gente que no ha perdido el sentimiento de unidad y que se preocupa por sus compañeros de Casa. Es en los momentos de necesidad en los que uno aprende a reconocer a sus amigos.

Parpadea un par de veces. Incluso parece a punto de soltar una lagrimilla. Puede que tu actuación sea convincente, pero el es el rey del teatro. Hay momentos en que lo mostrado por Dumbledore parece la verdadera farsa. ¿Como puede sostener su máscara tanto tiempo y sin un solo fallo? 

-Entiendo. -dice suavemente.- Imagino que estos días habrán sido difíciles. Si hay algo que pueda hacer dímelo y tendrás mi completo apoyo, los compañeros de Casa debemos ayudarnos los unos a los otros. Por favor, avísame si hay cambios.

Agacha levemente la cabeza y se marcha.

El lugar estaba como lo habíamos dejado la última vez que fuimos. En un rincón estaba el caldero en el que se estaban cociendo las sanguijuelas con el cartel que habíamos dejado Ingo y yo que decía:

POCIÓN EN PREPARACIÓN.

No tocar.

Lo primero que hice nada más entrar fue asegurar el lugar con los hechizos que solía usar.

—Homenum Revelio —dije con voz clara, moviendo la varita de una forma casi automática que ya tenía interiorizada—. Cave Inimicum. 

Ya lanzados los dos hechizos, me acerqué al caldero para echar un vistazo a la poción mientras esperaba a que los demás se fuesen instalando. Después tomé asiento junto a Charlotte y miré a los otros de uno en uno.

—Hola, chicos. ¿Habéis visto el periódico? —pregunté entonces, sin estar segura de por dónde empezar. Esperaba que alguno de ellos tomase la inciativa y la voz cantante. Eso de iniciar reuniones y hablar en público no era lo mío.

Acabo de comer y espero a que mi compañera haga lo mismo, entonces le hablo con mi tono normal.

-Mejor hablamos de su arte en un sitio menos concurrido, ¿no?

Cuando ella asiente me levanto y con un gesto de la mano le indico que la sigo, salimos del Gran Comedor y no me fijo hacia donde vamos, eso no es lo importante. Voy atento a nuestro alrededor, a que nadie nos siga y que no haya nadie cerca, y cuando creo que se cumplen las condiciones toco el brazo de la chica. Es la señal convenida. Mientras tanto con la otra mano saco mi varita y ejecuto los movimientos para realizar el hechizo que me hará invisible sin decir una palabra. De inmediato siento la conocida sensación resbaladiza por mi nuca y poco a poco dejo de verme.

No suelto su brazo, pues ahora ambos somos invisibles y no quiero arriesgarme a chocarnos o a algo peor, recorremos en silencio los pasillos hasta llegar a nuestro destino en la cuarta planta. Veo a las gemelas llegando por el lado contrario del pasillo y apresuro el paso para entrar con ellas llevando con mis prisas a Elizabeth, nada más traspasar el umbral les hablo para que sepan de nuestra presencia.

-Buenas tardes. -saco la varita y la muevo mientras de mis labios sale una sola palabra -Finite. 

Poco a poco la imagen de Elizabeth parpadea y vuelve a ser visible*, no le he preguntado si ya domina el encantamiento y no me parece que sea el lugar apropiado, por eso lo he hecho sin consultarle -Espero que no se lo tome a mal-. Dirijo mi vista a mi alrededor y veo un caldero a fuego lento, mientras Alice lanza los hechizos de costumbre para asegurar la estancia y yo hago lo mismo con el hechizo de finalización, esta vez sobre mí.

-Finite. 

Muy lentamente comienzo a dejar la invisibilidad atrás, miro las sillas y me acerco despacio a la mesa pero no tomo asiento. Escucho a Alice y cruzo las manos a la espalda.

-Sí, nuestra única pista se ha esfumado. -digo en referencia a la noticia de la muerte de 'calavera' y que posiblemente ya no habrá segunda reunión -¿El profesor Dumbledore ha averiguado algo de él? ¿Algún socio conocido o alguna pista sobre qué información buscaba para Riddle?

Al terminar de comer esperé pacientemente a que la Battletower abandonaran la mesa. Si Alice era la que tenía que abrir la sala para los demás no tenía sentido ir antes. Y aún entonces aguardé otros cinco minutos, sólo por si acaso, disimulando como podía que mi atención estaba en todas partes. Ese día casi cada par de ojos se me antojaba una amenaza, aunque al menos entre los de mi Casa me sentía a salvo.

Hice una seña a Alan antes de ponerme en pie y disponerme a marcharme. Me fastidiaba tener que hacerlo así, pero seguiría la recomendación del profesor: no iba a irme solo. Aún así me aseguré de que nadie nos siguiera tanto como pude e hice una parada en los baños. Sólo cuando estuve tan convencido como podía estar de que era seguro me encaminé a la reunión. Cuando sólo faltaban unos veinte segundos para llegar a la puerta tomé el espejo y avisé a Alice para que nos diera acceso, esperando que respondiera pronto.

Una vez dentro dediqué una mirada y un asentimiento a los demás.

—Buenas tardes —saludé antes de acercarme a comprobar que la poción seguía su curso.

Se podía notar que estaba un poco más tenso que de costumbre, pero también un poco más cómodo con los presentes, serpientes incluidas. Al escuchar las preguntas de Alphard mis ojos buscaron a Alice y a Charlotte un instante, pero no tardé en responder.

—El profesor Dumbledore ha partido hace un rato hacia el Ministerio —informé—. Dice que allí hablará con sus conocidos para saber más. ¿Y vosotros? —pregunté—. ¿Tenéis algo?

Allí estaba la famosa poción multijugos. Parecía estable, aunque con mi experiencia en pociones bien podría estar a punto de explotar. No tenía muchas ganas de sentarme, así que me apoyé contra la pared mientras escuchaba a los demás esperando las nuevas noticias. 

-Tampoco tengo nada nuevo. Bueno, mi hermano no ha vuelto a ver a Riddle, algo es algo. -comenté de buen humor.- Y las cosas están yendo bien, verdad? Quiero decir, la cara de Riddle en el desayuno era genial, sus planes deben estar destrozados y ni siquiera hemos tenido que hacerlo nosotros.