Partida Rol por web

Mis ojos observan alejarse a la figura de Riddle durante unos segundos antes de volver a fijarse con desagrado en los platos de comida. Decididamente, no tengo hambre, y la conversación, además, me ha dejado con el estómago revuelto. Hace un año, habría creído imposible que pudiera existir una persona a la que odiara más que a Rose... ahora me doy cuenta de cuán inocente había sido.

Mecánicamente, sacó mi libro de historia, dándome cuenta con algo de irritación de que en todo este tiempo no he logrado terminar todavía el capítulo de las rebeliones de los duendes. Sin embargo, apenas soy capaz de leer una sola página, porque las letras bailan delante de mis ojos instalando un molesto dolor en el centro de mi frente, y apenas escucho la voz de Black ya me he puesto en pie dirigiéndome hacia el primer pasillo solitario que encuentro.

En escasos minutos, volvemos a encontrarnos deslizándonos por los corredores como si fuéramos criminales. No podemos arriesgarnos a alzar la voz, pero el contacto de su mano sobre mi brazo es toda la comunicación que necesito. Me aporta seguridad. Por mucho que Dumbledore haya creado un equipo supuestamente leal, tengo dificultad para confiar en cualquiera de los otros miembros. A él, sin embargo, creo poder entenderle: como mínimo, tenemos más en común de lo que nunca podré tener con cualquiera de los otros.

El espeso humo del caldero, finalmente, es una señal inequívoca de que hemos llegado al sitio adecuado. Tras un breve intercambio de saludos, en el que me retraigo de participar dejando que mi compañero hable por mí, Alice inicia la discusión acerca de las noticias en el periódico. Y, como siempre, no tardo en comprobar que realmente nadie sabe nada acerca de lo que ocurre y mucho menos dónde nos estamos metiendo.

Ignorando el comentario del negro, como si no se encontrara realmente en la habitación, me vuelvo hacia Coot con un desagrado más que evidente para contestar con frialdad -¿Algo es algo? En este momento hemos perdido cualquier posibilidad de atrapar a Riddle, mientras que es más que probable que él pueda encontrar cualquier otro medio para lograr sus fines. Acabo de hablar con él y no parecía frustrado en absoluto.- Indudablemente, la idea de no tener que volver a enfrentarme al enmascarado es tranquilizadora, pero ninguno de ellos tiene porque saber hasta qué punto le temía. Con una maliciosa insensibilidad surgida del agotamiento, añado -Tal vez habría sido preferible mantener a tu hermano como espía para tener al menos un hilo al que aferrarnos.

Abrí los ojos enormes al escuchar las últimas palabras que Elizabeth le dedicó a Alan y fue tal vez por ellas que me decidí a intervenir, tras intercambiar una mirada con Charlotte.

—¿Y qué posibilidades teníamos antes? —pregunté, contemplando a la Slytherin—. Sólo sabíamos que hacían negocios, pero no teníamos nada más.

Después negué con la cabeza y miré a Alan de reojo. Elizabeth  le había dado en el punto débil y sentía la necesidad de calmar las aguas antes de que terminasen de revolverse. No se me había olvidado lo que me había encargado mi mentor, pero ciertamente cada vez veía más complicada la unión del grupo que había formado.

—Es mejor que Anthony no se acerque, por su seguridad. Saben que lo seguisteis aquel día y podrían tomar represalias contra él. —Me tomé un instante para respirar despacio y añadí algo más que hizo que mis mejillas se sonrojasen, aunque no bajé la mirada. —Yo... Trataré de hablar con él. Me lo pidió antes el profesor Dumbledore y creo que el señor Riddle me dejará acercarme. Veré si puedo averiguar algo.

Posé entonces una mano sobre la mesa y me quedé pensativa un instante mientras rascaba con la uña uno de los nudos de la madera, antes de seguir hablando.

—Estamos moviéndonos en terreno resbaladizo como moco de gusarajo, así que aprovechemos que estamos aquí todos para contarnos lo que hemos descubierto. Somos un equipo. Todos estamos del mismo bando, ¿no? —Estiré la otra mano para buscar la de mi hermana con esa pregunta que ojalá fuese retórica. —Lo que te dijo en el comedor... —comencé, buscando de nuevo la mirada de la Slytherin—. ¿Tenía algo que ver con todo esto?

Si bien todavía no soy capaz de reconocer adecuadamente a las gemelas Battletower, no me queda duda alguna de que la que ha alzado la voz para calmar los ánimos se trataba de Alice. Le devuelvo una mirada fría mientras me replica, pero permanezco en silencio: mal que me pese, tiene razón en que somos un equipo y debemos cooperar si queremos atrapar a Riddle. Y, a decir verdad, aunque nunca haya ocultado mi desprecio por muchos de mis "compañeros", no es tampoco propio de mí el comenzar rencillas cuando no hay razones reales para ello: y en esta ocasión, tengo que admitir que el comentario de Coot, aunque un tanto estúpido, no era ofensivo ni perjudicial en absoluto... aunque eso no es motivo suficiente como para llevar a disculparme.

-Desde luego, no me cabe duda de que Riddle te dejara acercarte. Solo espero que él se apegue a ti más de lo que tú te hayas ya apegado a él...- Pienso con una mezcla de disgusto y asco, recordando la escena que contemplé durante el partido. Sin embargo, no veo necesidad de decir nada, al menos, no hasta que la Ravenclaw muestre algún síntoma de estar escorándose hacia el bando rival. Así que me limito a contestar, mecánicamente, aunque con un deje de dolor al decir el nombre -No, simplemente me preguntó si sabía algo acerca del estado de Dracons. Supongo que teme que si se recupera pueda incriminarle.

Alan, sorprendido por el comentario de Elizabeth, cierra la boca. Solo parece algo molesto, pero ha dejado de sonreír y ahora permanece serio. No así con Charlotte, que frunce el ceño indignada. Empieza a decir algo que es interrumpido por un repentino fogonazo sobre la mesa.

Fawkes acaba de aparecerse entre vosotros. El fénix avanza con cortos pasos hasta el borde de la mesa, portando en su pico un pergamino enrollado. Una vez lo cogéis, da un pequeño vuelo y decide instalarse en el hombro de Elizabeth. Suelta un ruidito de satisfacción y frota su ala contra la cara de la joven antes de quedarse quieto, aunque girando la cabeza de vez en cuando para mirar a su portadora, curioso.

Permaneceré un tiempo más en el Ministerio, pero hay varias cosas que quiero contaros.

El hombre se llamaba Edward Brenman, un traficante la mayor parte de su tiempo, aunque también robaba objetos de poco valor. Cuando trataban de atraparlo intentó defenderse con un hechizo complejo y le explotó encima, quizás la Tortura Metamórfica.

Aún limpian la casa, pero un amigo en la Oficina de Aurores me asegura que ha encontrado indicios de que podría haber tenido contacto con Morgan Read y trataba de organizar un encuentro. Estoy informándoles de mis sospechas sobre Tom en estos instantes. Si creen que a través de él pueden llegar hasta Morgan tendremos el apoyo de todos los aurores.

Mantened las precauciones y este asunto pronto habrá acabado.

PD: Alice, confío en ti.

Con las optimistas palabras de mi amigo, dando por hecho que los planes de Riddle se habían ido al garete, le hice un gesto con las manos, pidiéndole calma. Poco sabíamos realmente de lo que estaba pasando o de si el chico realmente se había visto frustrado por aquello. Acto seguido, con la respuesta de Elizabeth, mi ceño se frunció. No entendía la relación entre la muerte de ese enmascarado y que tengamos o no posibilidades para atrapar a Ridlle. Y aunque la idea de tener al hermano de Alan como espía podía ser útil no me gustó demasiado: Dumbledore había confiaba en nosotros. Se suponía que, de seis que éramos, tres ya estaban haciendo ese trabajo.

Después llegaron las palabras de una de las Battletower, que cuando dijo lo de acercarse a Riddle sólo pudo ser Alice. En general no podía estar más de acuerdo con las cosas que dijo, aunque el asunto de ser un equipo y estar todos del mismo bando podía notarse que aún no me resultaba natural. Aún así con la última respuesta de la Slytherin cuatro palabras —quizá desafortunadas— salieron de mi boca.

—¿Y sabes cómo está?

Sin embargo antes de acabar de pronunciarlas hizo su aparición el fénix del profesor. Me apresuré a tomar la carta que traía y leerla para todos, desviando sólo en una ocasión mis ojos hacia el pájaro en el hombro de la Elizabeth. Una vez terminé la tendí por si alguien quería examinarla por sí mismo.

—No lo entiendo —dije entonces—. Supongo que Brenman tendría tratos con un montón de gente. ¿Por qué eso significa que Riddle pueda llevar a nadie con otro de ellos? —valoré en voz alta. Aunque pensándolo bien, si tomábamos de manera estricta las palabras del profesor, no tenía que poder. Sólo tenían que creerlo.

—Pase lo que pase con eso —enuncié, poco consciente de quién era ese o esa tal Morgan Read— creo que tendríamos que seguir investigando. Si esperamos a que el Ministerio actúe quién sabe cómo podría prepararse Riddle.

—Alan y yo estuvimos hablando con Laura Swann —empecé a explicar, dispuesto a comentar los escasos avances que habíamos hecho—. Parece que de verdad escuchó a Riddle practicando magia que ningún profesor aprobaría, un hechizo realmente peligroso. Al día siguiente él hechizó su escoba como advertencia.

Contesto al saludo del gryffindor sin moverme y escucho dónde está el profesor, niego con la cabeza a su pregunta y entonces escucho a Coot. Mi gesto se tuerce un poco pues le echo las culpas de ciertas cosas, aunque en el fondo sé que el culpable es otro, pero es mi compañera de casa quien se adelanta para contestar. Sus palabras reflejan fielmente la frustración que yo también siento, al menos hasta su comentario sobre el hermano del hufflepuff. No es que no lo haya pensado, es que si ya es demasiado riesgo para nosotros para un crio de once años...

Me tenso, mi mano acaricia la varita por si la reacción de 'míster sonrisas' es tan visceral como suele ser, pero por suerte Alice interviene rápidamente intentando que no se calienten más los ánimos. Asiento débilmente, al menos hasta que dice de acercarse ella, y abro los ojos más de la cuenta. No creo que sea la indicada pero quizás por eso mismo ella consiga algo que otros no, solo espero que no se deje deslumbrar por Riddle y su lengua viperina.

De repente aparecen llamas sobre la mesa y, en un acto reflejo, saco la varita que no he dejado de acariciar. Cuando veo que es el fénix de Dumbledore relajo el brazo y veo como Ingo coge el pergamino que porta en el pico, mi atención se divide entre el chico desenrollando el escrito y leyéndolo, y el ave y sus arrullos a Elizabeth. -¡Morgan Read! Eso son palabras mayores, esa mujer no tiene desperdicio- pienso sabiendo perfectamente quién es y de lo que es capaz.

-Sí, deberíamos seguir vigilando. -digo tras las palabras de Ingo.

Sé que no he hecho mucho últimamente pero estoy entre la espada y la pared, un paso en falso y no sé qué me puede pasar -Ya soy prescindible, un accidente en Navidad y...- mis ojos están fijos en la mesa, mi cara se ha quedado sin emociones. Mis demonios interiores están comiendo de mi corazón, haciendo que duela, que se empequeñezca. 

-¿Que cómo está?- La pregunta del Gryffindor viene a resultar como un desagradable chirrido metálico justo al lado de mi oreja. Sin poderlo evitar, frunzo los labios en una fina línea, tratando de borrar las perturbadoras imágenes de mi visita a San Mungo. -Como si le hubieran licuado el cerebro para volverlo subnormal, con la excepción de los intervalos en los que revive el ataque y comienza a chillar como si lo estuvieran torturando. Ah, más los momentos que habla solo sin reconocer a la persona que tiene delante.

-Inestable- Respondo secamente, sin hacer a nadie partícipe de mis pensamientos, y deteniendo la mirada en el negro el menor tiempo posible. -Los sanadores no pueden plantear un tratamiento sin conocer el hechizo usado.

Afortunadamente, la llegada de la carta del profesor libera un poco la tensión de la habitación o, al menos, nos permite dirigir la atención hacia otro foco. La consideración del fénix hacia mí me sorprende gratamente, y no puedo evitar que un breve rubor cubra mis mejillas al notar como más de uno observa con curiosidad las muestras de afecto del ave, con una extraña muestra de vergüenza y vulnerabilidad. Sin embargo, escondo el gesto volviendo la cabeza para acariciarle durante unos instantes, dándome cuenta de cómo su mera presencia logra sosegar y calmar mi ánimo.

Cuando termina la lectura, no puedo, aun así, dejar de sentir una cierta preocupación. La simple mención de Morgan Read ya resulta de por sí inquietante, ¿pero de verdad pueden creer que Riddle esté en contacto con ella? No es que fuera a sorprenderme que él lo intentara, dada su ya conocida falta de escrúpulos y ambición, ¿pero qué una criminal como ella se rebajase a tratar con un crío...? Tal vez todavía haya más en juego de lo que ya nos imaginamos todos.

-Si es cierto que Laura Swann ya fue amenazada una vez y ha hablado, es posible que se encuentre en peligro.- Me uno a la conversación, un tanto extrañada ante la brevedad del comentario de Black, pero sin conseguir leer nada en su rostro. -Tal vez deberíamos seguirla tanto por su propia seguridad, como para tener una oportunidad de atrapar a Riddle si intenta herirla de algún modo.- Termino, sin demostrar en mi voz ninguna implicación emocional con el destino de la chica.

Fawkes llegó en el mejor momento, justo a tiempo para que Charlotte no terminase de decir algo que aunque probablemente fuese atinado, sin duda no iba a ayudar a mejorar el ambiente. Apreté sus dedos entre los míos mientras Ingo se hacía con el pergamino. Ladeé la cabeza, contemplando al fénix sobre el hombro de Elizabeth y asentí un poquito, casi imperceptiblemente, aprobando aquel gesto del animal. —Gracias —pensé, más animada.

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal cuando el Griffindor leyó aquel nombre. Morgan Read. Eso era un asunto serio de verdad. No es que el que teníamos entre manos no lo fuese pero esa mujer había matado a niños y sólo pensar en que alguien podría hacerle algo así a Jem me ponía los pelos de punta. Después escuché a los demás con atención, reteniendo en mi mente algunas cosas que iban diciendo unos u otros, sobre la carta, sobre la chica, sobre...

—¿La señorita Swan os dijo cuál era ese hechizo? —pregunté finalmente, mirando a Ingo y Alan alternativamente—. ¿U os describió los pases? —Me quedé pensativa un instante mientras una nueva duda tomaba forma al mismo tiempo en mis labios y en mi mente. —¿Cómo supo que era magia oscura? 

Entonces mis ojos viajaron hacia la Slytherin y di algunos golpecitos en mi barbilla con un dedo. 

—Si averiguamos cuál era el hechizo quizá eso pueda ayudar al señor Dracons. —Hice una pequeña pausa y asentí con la cabeza. —Creo que Elizabeth tiene razón. —¿En qué momento había dejado de ser la señorita Deacons para mí? Darme cuenta de ese detalle me sacó una tenue sonrisa, como cuando me había hecho consciente de que había empezado a tutear a Alphard. —La niña podría estar en peligro. Tal vez podríamos hacer turnos para seguirla... Y además el profesor Dumbledore nos pidió que nos encargásemos de que Ingo y Alan no vayan a ningún sitio solos. Están en el punto de mira. 

Sentí lástima por Elizabeth. Disimulaba muy bien con esa cara inexpresiva y sus modos bruscos, pero se notaba su afecto hacia Dracons. Si no fuera por sus venenosos comentarios de hace un instante trataría de consolarla. ¡Diablos, incluso así lo haría! Pero sabía que lo único que podía esperar si lo hacía eran gritos y eso solo si tenía suerte. La Slytherin tenía pinta de saberse uno o dos maleficios peliagudos y no pensaba tentar la suerte. Tratando de mantener el optimismo contesté a Alice:

-No dijo que fuera magia oscura, sino que le extrañó que lo practicase en secreto. Era, veamos... -me estruje los sesos, intentando recordar con exactitud sus palabras.- Aveda... no, Avada Kedabra. Sí, eso es. -confirmé con una sonrisa.- Por Laura no tenéis que preocuparos, nosotros ya le estamos echando un ojo. -le hice un guiño a Ingo.

La expresión de la Slytherin antes de responder me dejó claro que, como había supuesto, me estaba metiendo donde no me llamaban. Aunque sabía que preguntase lo que preguntase iba a ser así, al menos con la mayoría de la gente. Hacía mucho que me había acostumbrado. Aún así asentí a lo siguiente que dijo y permanecí un instante pensativo.

Más tarde, con la respuesta de ella al asunto de Swann me sorprendió un poco que hablase de la seguridad de la Gryffindor. Me imaginaría más a cualquiera de las dos serpientes queriendo usarla como cebo.

Acto seguido me dispuse a responder a las preguntas de Alice, aunque Alan se me adelantó. Que dijera que no teníamos que preocuparnos era optimista, cuanto menos. Ahora mismo, por ejemplo, nadie estaba echándole un ojo a Laura.

—Laura dijo que Riddle estaba escondiendo para practicar —especifiqué—. Ella le amenazó con contárselo a los profesores, aunque habría que saber si eso fue un error o lo que hizo que él sólo le diera un susto. A lo mejor creyó que ella podía habérselo contado a alguien y que sería demasiado evidente si le pasase algo más. —Tras esas palabras hice una pausa—. Aveda Kedabra es una maldición realmente peligrosa y que tiene un hechizo específico para contrarrestarse —expuse. Entonces miré una vez más a Deacon—. Avada Kedabra, como dijo Laura, no lo sé. Pero quizá eso sea suficiente para que puedan hacer algo con Dracons, si eso es lo que practicó con él.

No tienes que tirar, con la tirada que has hecho conoces tanto hechizo como contrahechizo. Otra cosa ya sería aprenderlos, que ya te digo que está fuera de tus posibilidades.

Estás bajo un árbol, viendo el lago del colegio resplandecer bajo el sol de la tarde. Tom está allí, junto a Alice Battletower. No apartan la mirada el uno del otro, como si todo lo demás hubiera dejado de existir. Entonces Tom se acerca, inclina la cabeza y la besa con delicadeza, a lo que ella corresponde.

***

Sala Común de Slytherin. Las chimeneas están apagadas, por lo que debe ser medianoche. Una varita se enciende en el sillón próximo, revelando a Riddle y a sus amigos sentados entorno a él. Todos aguardan expectantes y silenciosos a las palabras de su jefe.

-Todo ha salido según mis planes. Gracias a la información que he recibido hoy muy pronto ese sangre sucia y su amigo idiota recibirán lo que les corresponde. Dietrich, te encargarás de que todos cumplan su papel. No habrá fallos ni dudas, ¿queda claro? La próxima semana...

***

De nuevo un árbol. No, muchos más. Frondosos, pero mucha luz se cuela por las copas,debe ser por la mañana. El Bosque Prohibido. A tu alrededor hay un muro de plantas, como un laberinto, formando un claro. Notas algo viscoso en tus pies. Al bajar la mirada ves a Alan inconsciente, con una herida en el vientre que sangra profusamente. Un hechizo pasa rozando tu oreja, detrás de ti. Ingo se agarra el brazo, su túnica está desgarrada y un hilo de sangre cae al suelo. Sus ojos se vuelven negros y se lanza contra ti con la boca abierta, sus colmillos... 

-Avada Kedavra...- Lo cierto es que la maldición no enciende ninguna luz en mi mente, lo cual, o bien significa que la chica ha escuchado mal, o que Riddle está practicando magia verdaderamente oscura: lo suficiente como para no aparecer siquiera en los manuales e incluso en libros especializados. De nuevo, todas las pistas parecen demasiado vagas y no alcanzo a comprender como unos simples adolescentes vamos a tener alguna posibilidad contra criminales de la envergadura de Read, por mucha confianza que el profesor Dumbledore haya depositado en nosotros. Realmente, querría poder confiar ciegamente en él pero, si bien he aprendido a dejar de dudar de su bondad, en ocasiones no puedo dejar de replantearme sus métodos.

Y entonces ocurre.

Mi rostro pierde todo rastro de color, como si me hubiera transformado en un cadáver, y las piernas dejan de sostenerme asaltadas por un temblor palpablemente violento. Inconscientemente, alzo los brazos, buscando ciegamente aferrarme a algo que me sostenga, puesto que mis pupilas dilatadas ya no reflejan absolutamente nada de mi entorno, sino imágenes caóticas y difusas.

-¡Alice!- El nombre escapa de mis labios teñido de rabia y de reproche, de asco y repulsión, antes incluso de que terminen las visiones. Pero cuando lo hacen, lo único que escapa de mis labios en un grito de horror, mientras una arcada hace que me suba la bilis a la boca, quemándome la garganta. Vomito, sin poderlo evitar, y cierro los ojos para evitar ver los rostros del Gryffindor y el Hufflepuff presentes, aunque me resulta imposible porque las tengo dolorosamente grabadas en la cabeza. Una lágrima solitaria, carente de cualquier sollozo, resbala por mi mejilla, pero ni yo misma sé si es debido al malestar de la visión, al terror que siento por mi propia vida, o incluso al sentirme impotente por no poder hacer nada por ellos.

-Alan...- Susurro con la voz entrecortada, y sin poder apenas respirar mientras el corazón me late a toda velocidad dentro del pecho. -Ingo... os van... Riddle os va a...

Me muerdo el labio inferior, tratando inútilmente de controlar los temblores, mientras la palabra se me queda enredada en la lengua, como si temiera que al pronunciarla fuera a volverse acaso más real. Todavía puedo oler la sangre y sentirla empapándome los pies como si esta se hubiera vertido ya pero en esta habitación.

Tomo aire, angustiadamente, y vuelvo a empezar de nuevo, sin ser capaz de mover ni uno solo de mis músculos. -Alice y Riddle van a besarse...- Más que hablar, realmente parece que la frase la he escupido, como si decirlo me supiera amargo en la boca -Y ella debe decirle algo porque... porque... él le encarga a Lestrenge que os... en el Bosque Prohibido... una mañana de... de...- Me esfuerzo en hacer memoria para recordar, aterrada -... la próxima semana... él ordena que os... estáis ahí... os atacan... Ingo tiene colmillos... y Alan está... Alan está... sangrando, sangráis los dos y os... os van a m-matar.- Dejo escapar finalmente, mientras comienzo a llorar en lo que parece ser casi una crisis de histeria.

Las voces de mis compañeros me llegan como con eco, tengo que hacer un esfuerzo para ignorar el dolor interno y prestar atención a lo que dicen. Ya es bastante con que me pierda la mayoría de información por guardar las apariencias y que no se me vea con ellos, como para que cuando estoy presente no me entere de lo que sucede. -Coot no se acuerda... qué raro- ironizo interiormente, pero cuando por fin dice el hechizo se puede apreciar la sorpresa en mi rostro. 

Sé que Riddle es un alumno aplicado y el ojito derecho de muchos profesores, pero si se atreve con semejante embrujo o es muy listo o es muy optimista, en cualquier caso muy peligroso, y como no lo veo en el segundo grupo un escalofrío recorre mi cuerpo.

-Si ese hechizo es el que usó contra Dracons, -trago saliba, pues sé que lo que voy a decir hará daño a Elizabeth, y la miro, no con lástima si no intentando insuflarle fuerzas -está vivo porque no lo hizo bien. Es muy poderoso y, si se ejecuta bien, mortal. A no ser que se diga el contrahechizo, que es igual de difícil de hacer. -esta vez mis ojos se desvían hacia Alice, quizás ella pueda aprenderlo -"Quiebrus noctis".

Puede que mis notas no sean las mejores pero en lo que se refiere a hechizos oscuros no me hace falta la escuela, me viene de familia. 

He visto como Elizabeth palidecía, pero lo he achacado a mis palabras y me he acercado a ella mientras he seguido hablando, interiormente contento por saber algo que puede ayudar. No es hasta que noto unas manos aferrándose a mis brazos cuando me doy cuenta de mi error.

Me giro completamente hacia mi compañera de casa y la sostengo como puedo, sus ojos no son sus ojos, parecen dos pozos negros, sin fondo ni vida. Escucho el nombre que grita y se me encoge el corazón, el tono usado y la cara no presagian nada bueno. El grito que sigue hace que quiera taparme los oídos pero no puedo, no debo, no voy a soltarla. La atraigo hacia mí, pues no soy tan fuerte como para seguir aguantándola sólo con mis manos, y es entonces cuando vomita. Toda la parte delantera de mi túnica se mancha con lo regurgitado pero no me importa, verla en este estado... -No tenía ni idea que las visiones fuesen así- veo una lágrima descendiendo por su mejilla y elevo la mano para secarla con mi pulgar.

Elizabeth se tranquiliza un poco, al menos lo suficiente para contarnos qué ha visto. Mientras habla me quito la túnica torpemente, con una sola mano y sin perder contacto con ella, sin dejar de mirarla y escucharla, y lo que dice no es nada bueno. Que Alice caiga en las redes de "Don Perfecto" y se vaya de la lengua es malo, ella es el centro del grupo, pero las muertes de Coot y Wunder... contra el gryffindor en realidad no tengo nada excepto su mirada de superioridad, pero parece que ya no la utiliza cuando nos mira, aunque eso de que tenga colmillos es raro, y que no me caiga bien el hufflepuff y que piense que podría emigrar a otro país no significa que desee su muerte. Bueno sólo a veces, pero siendo yo quien lo estrangula, cosa totalmente irreal dada mi fuerza.

-Elizabeth... -susurro mas bajo de lo habitual cuando comienza a llorar.

La abrazo. Sin importar nada ni nadie, no puedo verla así y no hacer nada. La aprieto entre mis brazos mientras susurro palabras tranquilizadoras en su oído y mi mano acaricia su cabello. Es lo que he oído que hacen las madres cuando sus hijos tienen pesadillas ¿no?

En cuanto Alan dijo aquello lo miré abriendo los ojos sorprendida y con la aportación de Ingo y Alphard me quedé pensativa, dándole vueltas a algunas cosas. No creía que eso fuera lo que el señor Riddle le había hecho al señor Dracons, pero una nueva idea empezó a nacer en algún lugar de mi nuca. 

—«Quiebrus noctis» —murmuré, repitiendo para mí misma lo que había dicho Alphard—. Eso...

Y tal vez habría seguido tirando en mi mente de aquel hilo si no hubiera llegado el grito de Elizabeth, pronunciando mi nombre de esa manera y haciéndome dar un respingo. La miré sin comprender. A ella y a Alphard que la sostenía en algo parecido a un trance. Mis ojos se alternaron entre ambos con la confusión flotando en su fondo. 

—¿Qué... —empecé a preguntar en un hilo de voz, haciendo una pausa cuando la chica empezó a vomitar—... Qué le pasa?

Cuando pareció que el ataque había pasado un poco y Elizabeth empezó a hablar, primero mis ojos buscaron a Alan y enrojecí con sus palabras, tanto que mis mejillas adoptaron un rojo tan vivo como el de mis cabellos. Aunque esta vez no me preocupé por esas horribles manchitas blancas que me salían cuando me sonrojaba demasiado porque la Slytherin siguió hablando y todo el rojo se evaporó de mi rostro, dejándolo aún más pálido de lo habitual.

Me mareé y solté a Charlotte para aferrarme a la mesa con ambas manos. El tacto de la madera era un ancla con la realidad bastante sólida y, aunque normalmente era capaz de mantener la serenidad en cualquier situación, las palabras de Elizabeth seguían rebotando en mi mente haciendo que me sintiera completamente superada. 

Sentí ganas de evaporarme y desaparecer. O de salir corriendo. La culpabilidad empezó a invadir mi mente como si fuese un líquido espeso y un pequeño jadeo salió de mi garganta. Quería irme, pero no lo hice. Si aquello era verdad, si Elizabeth había visto el futuro... 

—¿Lo has... Lo has visto? ¿Ellos morían... por mi culpa? —pregunté, atragantándome con las palabras y con un nudo apretándose con fuerza en mi estómago. 

Me acerqué a mi hermana y la zarandeé con fuerza.

-No se te ocurra creerte una palabra de lo que ha dicho, ¿me entiendes? ¿¡Me entiendes!?

¿Mi hermana besándose con... ese monstruo? ¿Traicionándonos? No había manera de que eso pudiese pasar. Nada de lo que Elizabeth dijera cambiaría eso. Ni siquiera sabía que acababa de ocurrir, a lo mejor le había dado un ataque o algo parecido, aunque jamás hubiera visto nada parecido. Incluso si fuera una visión, ¿no les había dicho el profesor Scrooge que la Adivinación era un arte muy impreciso?

Quizás estaba tratando de llamar atención. Desde el principio había dejado claro cuanto odiaba trabajar con el grupo, siempre con una pulla en la boca, salvo para Alphard. Como si por ser de Slytherin fueran superiores en modo alguno. Solo trataba de destacar con ese maldito espectáculo, nada más, sin importarle en absoluto cuanto daño pudiera hacer a los demás. Pues bien, no lo iba a conseguir, ni siquiera con ese lamentable truco del vómito. 

-¡Fuera de aquí! -dije mirando a Elizabeth mientras abrazaba a Alice.- ¡Estás loca si crees que te vamos a hacer caso! ¡Por mí puedes ahogarte en estiércol de dragón, no me importa! ¡LARGO!

No podía pensar. Mi cerebro estaba atorado, era demasiado para asimilarlo. Sin darme cuenta me encontré sentado en el suelo, incapaz de sentir las piernas o cualquier parte de mi cuerpo. Oí a los demás preguntar, los gritos de Charlotte, pero no conseguí reaccionar. 

¿Iba a morir dentro de una semana?

Sangre. Solo podía imaginarme a mí mismo tirado en un charco de sangre, con los ojos abiertos, inerte. Así me encontrarían. Podía oír los gritos de las chicas histéricas, los profesores ordenando que se alejasen y tratando de poner orden, el sonido de los curiosos intentando averiguar que es lo que había pasado. Después el sollozo desgarrador de mi madre, abrazando mi cuerpo frío y flácido. Podía notar sus lágrimas cayendo contra él, mojando la piel blanquecina mientras mi padre trataba de consolarla.

Empezaba a tener nauseas. Traté de respirar hondo y calmarme. Una, dos, tres veces. No conseguía quitarme aquella horrible imagen de la cabeza, pero comenzaba a estar más despejado. Todavía no me sentía con fuerzas para hablar, de modo que solo seguí respirando, tratando de recobrar la compostura.

La imagen que Elizabeth haía puesto en mi cabeza Me derrumbñe poco a poco, incaMe senté, respirando con dificultad. Eran demasiadas cosas para asimilarlas de golpe. ¿Iba a morir? ¿Alice nos iba a traicionar? ¿Que el iba a ocurrir a Ron? NO lograba ordenar sus deas. Habia sido demasiado impactante. Miro a Alice, sin poderlo creer. El ya lo sabía... ¿ya había ocurrido cuando se lo contó? Su corazón se negaba a creer eso. Alice siempre había sido una chica amable y entregada a los demás. Su amiga. No le dejaría morir. Algo fallaba en todo esto. Pero la actuación de Elizabeth era demasiaod real como para creerla.