Partida Rol por web

Alan confirma las palabras de Alice y le demuestra su apoyo con un gesto mucho más cercano que el mío, aparto la mirada y me doy cuenta de la expresión de Charlotte. No es que haya tenido mucho trato con ella pero por ser hermana de Alice le tengo cierta estima, me apena la ira y la desolación que se filtra a través de su piel pálida, de sus labios apretados, de sus ojos llameantes -Y todo por culpa de una sola persona...- quiero decir algo para intentar paliar el dolor que se acumula en la habitación pero Elizabeth se me adelanta.

Parece que está más calmada pero ante el adjetivo que le otorga a Alice me quedo con la mirada desencajada, aprieto las manos y no puedo dejarlo pasar, he de interceder. Mientras tanto Alice se deshace del brazo de Coot y se despide, sin pensarlo me coloco en su trayectoria hacia la puerta para impedir que se marche. 

-Ya basta Elizabeth, insultando sólo logra que no se la tome en serio. No debería perder los papeles así, es peligroso. -mi tono es duro y seco para que se dé cuenta que debemos dejar ciertas emociones a un lado si queremos pillar a Riddle, cambio el tono al que utilizo siempre para continuar -Hay varias disculpas pendientes y demasiada tensión como para que se lleven a cabo, pero debemos aprovechar estos momentos a solas. Por favor Alice no te vayas... sin tí esto no funcionará. Debes pedirle a Riddle que haga algo con Coot y Wunder, y debemos decidir qué puede ser atractivo para que se preste a hacerlo, teniendo en cuenta que se lo pides tú. -vuelvo a mirar a Elizabeth, esta vez con una petición en la mirada -Y hemos de separar a Riddle de Lestrange para debilitarlos, hacer que el segundo no se fíe del primero, y no se me ocurre como. 

Callé en cuanto a Alice empezó a hablar, pendiente de su respuesta a mis palabras. Con un poco de suerte podríamos sacar algo bueno de todo esto, aunque sólo fuera empezar a hablar más claras las cosas. Puse atención a todo lo que dijo, y aún más cuando fue evidente que ella sabía algo sobre lo sucedido con Laura. Mis ojos se desviaron hacia Alan al descubrir que él sabía lo que Alice había mantenido en secreto. No me importaba que no me lo hubiera contado: después de todo su lealtad era uno de los motivos por los que éramos amigos. Y cuando él dio la razón a la Battletower asentí, más convencido de que las cosas se estaban encauzando y empezábamos a ir por el buen camino.

Al menos así fue hasta que escuché a Elizabeth. Yo no era alguien educado como ellos. Me costaba tratar a la gente por su apellido tanto o más que no tutearles. Sin embargo jamás se me habría ocurrido llamar de esa forma a alguien, y menos delante de tanta gente. Aquello me parecía, simplemente, increíble. Mis ojos se abrieron más de lo frecuente y por un momento incluso algunas de las cosas importantes quedaron de lado. Mis dedos se prepararon alrededor de la varita, sólo por si acaso y miré a Alice, a Charlotte, y luego de nuevo a Elizabeth, que seguía hablando. Estaba incrédulo.

La reacción de la pelirroja no fue de extrañar. En parte era una suerte que la insultada no fuera su hermana. Por otro lado quizá era peor todavía que Elizabeth dijese eso sobre Alice.

Mi interior se dividió. Por un lado creía justo dar a Alice su espacio. Era evidente que quería estar a solas. Pero por otra parte dejar que se marchase era como reconocer que había hecho algo malo. Escuché a Alphard mirándole sólo cada pocos segundos, y cuando Alice ya se encontraba cerca de la puerta no tardé en intervenir.

—Espera, Alice —le pedí—. Lo que ha dicho es muy grave y creo que ninguno de los presentes lo respalda —enuncié. Normalmente sobre Alphard habría tenido mis dudas al ser ambos de la misma casa, pero su intervención lo había dejado claro—. Y tú lo has dicho: lo que importa ahora es qué vamos a hacer para que su visión no se cumpla.

Tras esas palabras emití un suspiro y me revolví incómodo. No estaba acostumbrado a hablar tanto y para tantos fuera de la Sala Común, pero la situación lo requería.

—Tengo que pedirte que te quedes —insistí—. Eres la más inteligente de todos con diferencia. Probablemente te necesitemos si queremos hacer un plan que pueda funcionar. Por favor.

Esperé entonces otro par de segundos. Mi cabeza ya estaba funcionando desde que Alphard había dicho lo de tender una trampa a Riddle, pero sólo en ese momento di con una idea que me parecía aceptable.

—A lo mejor no tenemos que cambiar la visión y sólo reinterpretarla—valoré en voz alta, y aunque intentaba sonar convincente la verdad es que estaba un poco deseperado—. Riddle y los suyos ya nos buscan, y no van a parar fácilmente —enuncié, sin ser consciente de que estaba dando un rodeo—. A lo mejor podemos fingir nuestra muerte y usar eso de alguna forma para dividirlos —propuse, y no tardé en enlazar esas palabras con las anteriores, las de pedir a mi amiga que se quedase—. ¿Cómo podemos hacer eso, Alice?

Siempre me había costado resistirme a cualquier tipo de petición de ayuda. Por mi naturaleza me resultaba inevitable poner las necesidades de otros por delante de las mías. Y, sin embargo, en aquel momento estuve a punto de esquivar a Alphard para marcharme igualmente a pesar de sus palabras y las de Ingo. Me sentía tan dolida y fracasada que por un instante el egoísmo de esconderme de cualquier mirada hasta restañar mi orgullo herido pesó más que todo lo demás.

Pero fue justamente darme cuenta de eso lo que me hizo detenerme. Yo no era así. No iba a priorizar mi orgullo por encima de la vida de dos de mis amigos. O quizá la pregunta tan directa de Ingo puso a funcionar los engranajes de mi cerebro sin preocuparse por mi ánimo. O, más probablemente, una mezcla de las dos.

Tomé aire en dos tiempos, tratando de controlar mi respiración y pestañeé rápido, con la mirada en el suelo. Cuando alcé los ojos húmedos y brillantes los detuve por un instante en los de Alphard, todavía dando la espalda al resto. Inhalé despacio una vez más antes de girarme un poco para mirar a Ingo.

—Hay varias formas de fingir la muerte —dije en un susurro, con la voz todavía afectada pero el inevitable tono de quien disfruta explicando cosas a otros. Tono de sabionda, lo llamaba Jem cuando quería pincharme—. Algunas más arriesgadas que otras... Podríamos preparar una poción que ralentizase los signos vitales en una falsa muerte —dije, comenzando a enumerar—, pero podría ser muy peligroso. Un pequeño paso en falso y podría dejar de ser falsa.

Me froté la nariz antes de seguir hablando, con un poco más de seguridad y la mente funcionando a toda máquina.

—También podríamos buscar la forma de crear una ilusión, pero sería intangible y probablemente complicado de buscar y realizar. O... —Ladeé un poco la cabeza antes de añadir la que a todas luces me parecía la mejor opción. —Podríamos utilizar muñecos o animales pequeños para aplicarles una Transformación. A todas luces pareceríais vosotros, pero no lo seríais. El profesor Dumbledore seguro que podría ayudarnos con ello y es el mejor mago transformista que existe. Creo que eso podría funcionar.

Entonces volví a mirar hacia delante, pensando en lo que había dicho Alphard y con los ojos aún brillantes pero ya más secos.

—Creo que al señor Lestrange no le gusta que el señor Riddle se acerque a mí. Si es así quizá podríamos aprovecharnos de eso para separarlos. O si no, podrías acercarte a él y tratar de sonsacarle para buscar el punto débil de su relación.

Tras esas palabras me quedé ahí, sintiéndome incómoda pero al menos útil por el momento, y con la mirada buscando la puerta cada pocos segundos.

La situación parecía a punto de descontrolarse en cualquier momento. Alice no veía el momento de marcharse, Elizabeth no estaba siendo nada amable y Charlotte parecía un vociferador a punto de estallar. Era un logro que pudiese permanecer allí de pie, especialmente tras el último insulto, pero no duraría. Una palabra más y me jugaba mi escoba a que alguno saldría hacia la enfermería. Y no tenía ganas de descubrir cuando llegaría ese momento.

-No se vosotros, pero estoy un poco cansado. ¿Que tal si lo dejamos para mañana? -miré a Ingo, esperando que viera mi desesperación a través de mi sonrisa conciliadora.- Así todos tendremos las ideas más claras, ¿no?

Mis palabras logran conmocionar a Alice: es lo único que saco en limpio de ellas. Ninguno parece ser consciente de que, si ella es una traidora, no importa cuántos planes urdan porque todos se verán desvelados tan pronto como ella vuelva a encontrarse con su querido Riddle. ¿Por qué esa confianza ciega? ¿Tenían alguna razón objetiva que no fuera el simple impulso de los sentimientos? ¿La mera creencia de que les unía una amistad? Y, aunque esta estuviera realmente allí, ¿quién anteponía la amistad al amor? Y ella estaba enamorada de un farsante y un asesino. La idea ya resulta repugnante por sí sola, pero nadie parece comprender las traiciones que una mujer es capaz de cometer por el hombre que ama. Incluso aunque realmente hubiera malinterpretado mi visión, solo sería cuestión de tiempo que una nueva ocasión surgiera para que se hiciera realidad. Para mi desgracia, mi madre resulta de ello una prueba suficiente.

Por lo menos, he logrado herir a la Ravenclaw, una venganza tan exigua como inútil, aunque algo en mi interior parece sentirse complacido. En cualquier caso, no pienso dejar que ese monstruo se salga con la suya, y no me importa en absoluto el precio que deba pagar para conseguirlo. Es lo mínimo que le debo a Alex, especialmente después de saber...

...me muerdo brevemente los labios con ira al escuchar la reprimenda de Alphard: tiene razón en que no debería perder los papeles, eso se lo concedo, pero es infinitamente más sencillo mantener la compostura ante la sociedad cuando te han educado para ello, como le ocurre a él, que cuando uno está acostumbrado a encontrarse a solas sin ver absolutamente a nadie.

Desvío la mirada y permanezco en silencio, mientras todos se vuelven hacia la Battletower en busca de una solución que no tengo dudas de que terminará por malograrse. Aunque me niegue a admitirlo, si no tuviéramos el enemigo dentro de casa, la idea del negro podría resultar verdaderamente eficaz, y preparar una poción no debería ser tan complicado. Sin embargo, habiendo sido dicha en alto, pierde toda su validez. En cualquier caso, no es como si mi opinión fuera a contar mucho en semejante situación, visto como se han tomado mi advertencia.

La interrupción de Coot, por tanto, resulta como caída del cielo. Siempre me ha parecido un auténtico imbécil a pesar de su aspecto, pero irónicamente, ha dicho el comentario más inteligente de toda esta desafortunada discusión. -Tal vez sea lo mejor...- Mascullo, todavía algo afectada por todo lo ocurrido, pero sin decidirme a irme a no ser que esté segura de que no se va a decir nada más a mis espaldas.

Me alegro de que Alice detenga sus pasos y vuelva a esforzarse en buscar una solución, no habrá olvidado lo que se ha dicho pero al menos lo ha relegado a un segundo plano. Escucho a todos, hay un par de ideas que suenan interesantes, y vuelvo a mirar a las chicas para ver como están. Mientras Alice se esfuerza por calmarse y avanzar, Charlotte aprieta todo su ser para no estallar, y Elizabeth... parece abatida por no conseguir que nos tomemos sus advertencias en serio -Pero es que Alice no nos traicionaría conscientemente,- intento transmitirle con la mirada -lo sé, lo he vivido-. Y es entonces cuando una palabra inunda mi mente con un fogonazo "LEGEREMANCIA".

-Quien se acerque a Riddle no debería saber nada más. Si sospechase, y si a Lestrange no le gusta la señorita Battletower no sería de extrañar que lo hiciese, y usase la lectura esa de la mente... -sacudo la cabeza, no hace falta que acabe la frase -no sabemos como evitarlo. 

-Yo intentaré envenenar la mente de Lestrange con comentarios afilados- me acerco a mi tunica que está en el suelo y dejo ver la varita en mi mano con un gesto suave, no quiero que vuelvan a llover los hechizos.

-Todos queremos lo mismo, no debemos olvidarlo. "Tergeo" -digo apuntando a la prenda manchada de vómito.

La túnica se revuelve por un instante, doblándose sobre sí misma como pensando si hacer caso, y al final se extiende completamente limpia. Me agacho para cogerla y ponérmela, mi mano tiembla ligeramente antes de hacer contacto con la tela pero enseguida es engullida por la oscuridad de la manga. 

-Si no hay nada más, deberíamos ir volviendo. Si hay algo que tengamos que saber una nota puede valer, se elimina con facilidad. -añado recordando las cenizas de una misiva molesta volando con la brisa. Alargo el brazo hacia un punto olvidado del suelo y lanzo el encantamiento -"Accio varita"*.

Enseguida guardo la mano y varita en la manga, y extiendo la otra mano para coger el objeto pedido.

Agradecí en silencio sin saber siquiera a quién al ver que Alice detenía sus pasos. Y en cuanto empezó a hablar la miré interesado. Aquello era importante, mucho. Escuché todas las propuestas y empecé a valorar pros y contras de cada una. Ninguna me gustaba demasiado, la verdad. Todas tenían fallos muy evidentes. ¿Cómo iban a creerse que nosotros éramos esos animales antes de atacarnos? Además, la visión de Elizabeth dejaba claro el asunto de los colmillos.

En eso me encontraba cuando escuché a Alan. Estuve a punto de replicar, de recordarle lo que nos jugábamos... Pero al ver su cara me di cuenta de que él lo sabía más que nadie. Con un suspiro me froté la frente, pensando en adónde deberíamos acudir ahora. Quizá que nos quedásemos él y yo aquí era lo mejor. O si la visión no sucedía hasta dentro de días... ¿Significaba que hasta entonces estábamos seguros?

—Volvamos —concedí entonces con un tono cansado, haciendo un gesto con la mano. Entonces miré a mi amigo. Se me había ocurrido algo, pero quizá no era el mejor momento para él—. Hay... Hay una cosa que me gustaría probar. Si alguno está libre y se anima podemos buscar algún lugar apartado —propuse antes de acercarme a Alan y poner una mano en su hombro.

—Eh —lo llamé, intentando animarle—, nos vemos en un rato, ¿vale? Si necesitas cualquier cosa llámame por el espejo.

Miré sorprendida a Alan cuando propuso que nos marchásemos. Irme de allí a lamerme las heridas era exactamente lo que quería, pero precisamente era por él que me había quedado. Pestañeé tratando de entender, pero lo cierto era que fuese cual fuese el motivo de sus palabras, me daba igual. Nunca había sido capaz de negarle nada y menos cuando ponía esa sonrisa adorable.

Así que asentí, mostrándome de acuerdo, y retomé el paso que había interrumpido poco antes. Tenía la cabeza bullendo con todo lo sucedido. Era consciente de que demasiadas cosas habían quedado a medias, algunas importantes y urgentes, pero sin duda Alan tenía razón. En aquel momento no íbamos a sacar nada de provecho. Saqué mi varita del bolsillo y realicé un pase hacia la puerta.

—Auris Magna —pronuncié para después escuchar con atención hasta que no se oyese a nadie al otro lado.

—Si me necesitáis avisadme —fue todo lo que dije con un hilo de voz antes de salir de la sala con cuidado.

Caminé detrás de mi hermana, pero a los pocos pasos me detuve. Agaché la cabeza para no mirarla a los ojos. No quería que se diera cuenta de lo que estaba pensando, pero tampoco quería saber lo que pensaba ella. Tenía un nudo que me oprimía la garganta. Sabía que tendría que enfrentarla en algún momento y todavía tenía ganas de gritarle lo estúpida que había sido, solo que no ahora. 

-Yo iré.

Ni siquiera pensé las palabras, simplemente salieron de mi boca. Necesitaba alejarme de mi hermana, ahora, de inmediato. Si lo que Ingo tenía en mente podía distraerme y evitar que siguiera pensando en todo lo sucedido, lo haría con gusto.

Guau. A pesar de mis intenciones, no esperaba conseguir tan buenos resultados. Bueno, Elizabeth no parecía tan convencida, pero considerando su forma de ser seguía siendo un logro. Hasta la próxima reunión, al menos. Aquella paz solo era momentánea; para que el grupo se mantuviese unido haría falta algo más fuerte, casi un milagro. La simple idea sonaba deprimente.

Por ahora sería mejor no pensarlo mucho. Además otro pensamiento me había venido de repente. Anthony. ¿Como iba a vigilarlo a partir de ahora? De momento Riddle no le había hablado ni dado muestras de querer hacerlo, pero la idea de perderlo de vista me inquietaba mucho. Quizás las gemelas pudieran ayudarme...

-¿Uh? -respondí al notar la mano de Ingo.- Lo siento, no te escuché, ¿que decías?

Agarro la varita con la zurda y acorto la distancia que me separa de mi compañera de casa. Mientras camino veo a Coot e Ingo haciendo planes juntos y tuerzo el gesto, en vista de lo que sabemos que puede pasar no deberían ir solos, es por eso que asiento ligeramente cuando Charlotte se añade al grupo.

-Ustedes dos no deberían ir solos a ninguna parte. -les digo intentando que no parezca que quiero dar órdenes -Yo trataré de acercarme a Lestrange para ver que piensa, _{seguro que me da urticaria.} Tengan cuidado.

Me quedo esperando a que salgan todos antes de hacer amago de devolver la varita a Elizabeth.

Cuando ya todos se han ido busco los ojos de la chica antes de hablarle.

-Elizabeth, debería hablar sobre lo que realmente la tiene tan alterada. Alice y su hermana... son buenas personas, lo sé. Me han salvado de... de momento, puede que haya sido peor que si no hubiesen hecho nada pero han intervenido porque no soportan ver el sufrimiento ajeno. -dejo una pausa, pues creo que me estoy perdiendo en mis recuerdos, y continúo con un tono menos formal -No se aliarían con Riddle. ¿Qué te han dicho las cartas para que reacciones así? ¿O han sido las preguntas de Riddle? No creerás que sospecha de nosotros, que tenemos un topo...

No había relacionado las sorpresivas palabras de 'Don Perfecto' durante la comida, con el desasosiego de mi compañera, pero ahora que lo pienso -No puede ser, ninguno le diríamos nada-. "Legeremancia" otra vez el grito mental me advierte que es posible que no le haga falta oír para saber, debo recordar pensar en otras cosas totalmente distintas cuando esté en su presencia. 

-No sé si soy lo bastante listo o fuerte para vencer a Riddle, pero te prometo que no voy a dejar de intentarlo. No quiero que vuelva a hacer daño a la gente que aprecio.

Le ofrezco su varita mientras poso mi otra mano en su brazo en señal de apoyo, poco más puedo hacer.

En cuanto puse un pie fuera de la sala tomé aire muy profundo y lo solté despacio. Todavía me picaban los ojos y tenía esa sensación de fracaso enfriándome por dentro. No me detuve en el pasillo, pues no tenía ganas de que salieran los demás y me encontrasen todavía allí. Así que eché a caminar rápido hacia los baños, me escondí en una de las cabinas y me senté sobre la tapa de la taza.

Por fin a solas dejé de reprimir las lágrimas y no tardé en tener las mejillas empapadas. No recordaba en ese momento haberme sentido tan mal en toda mi vida. Charlotte y yo nos habíamos enfadado muchas veces antes, pero siempre por tonterías. Estaba segura de que aquello no me lo iba a perdonar nunca y no podía haberse enterado de una forma peor. Todo el remordimiento que había ido acumulando desde que le había ocultado aquella cita se me apretaba ahora en un nudo en el pecho.

Pero eso no era todo. El insulto de Elisabeth todavía se repetía en mi mente como un eco doloroso y ácido. ¿Cómo podía sentir esa chica tanto odio hacia mí sin que nunca le hubiera hecho nada? Había fracasado al intentar unir al grupo, eso era una realidad y no sabía cómo iba a contárselo al profesor Dumbledore.

Pronto las lágrimas se unieron los sollozos y allí permanecí largo rato odiándome a mí misma, hasta que éstos terminaron por desvanecerse y las lágrimas se secaron.

No separé la mano del hombro de mi amigo al escuchar su respuesta. Simplemente le miré a los ojos dando importancia a mis palabras.

—Que si necesitas cualquier cosa, aquí estoy —enuncié. Después escuché a Alphard y me giré hacia él.

—Tienes razón —confirmé, sin caer en tratarle de usted como él había hecho—. Y no es seguro caer en el error de que tenemos una semana. —Dicho eso miré alrededor, a mis compañeros, antes de pedir algo—. Supongo que no estaría mal un cripsis.

Nuestro desunido grupo se disuelve apenas se han pronunciado las últimas palabras de asentimiento, dejándonos a todos como náufragos perdidos en la inmensidad del mar. Casi como si estuviera defendiéndome frente a una imagen dolorosa, trato de ignorar sus voces, de desentenderme de sus planes, y me dispongo a marcharme de esa habitación donde incluso el aire parece estar viciado.

Sin embargo, Black, con el simple hecho de mantener su varita entre sus manos, logra retenerme. Le lanzo una mirada fugaz, sin tratar de recuperarla notando que él no me la ofrece, y cruzo mis brazos sobre el pecho esperando a que nos quedemos solos.

Mientras escucho las palabras de Alphard, expiro profundamente, mientras mi actitud agresiva da paso, inconscientemente, a otra más entristecida e incluso cansada. Mi mirada se desliza hasta el suelo, casi con vergüenza, y la forma en la que cruzo mis brazos sobre el pecho tiene ahora menos de distanciamiento que de búsqueda de protección.

Asiento brevemente la cabeza en muestra de agradecimiento cuando recojo mi varita y, al percibir como su mano se apoya sobre mi brazo, trago saliva tratando de deshacer el nudo que se ha formado en mi garganta. Su preocupación me resulta prácticamente dolorosa, hasta el punto en que me veo obligada a apartarme suavemente y deshacer el contacto, no tanto como un rechazo sino como una disculpa. No lo merezco, no lo merezco ni por lo que soy, y más todavía por la mentira en la que vivo.

Tengo que detenerme un momento para pensar en lo que quiero decir, en cómo hacerle comprender, antes de dejar que las palabras salgan de mi boca. -Yo... tal vez he reaccionado mal ante la visión y he perdido la compostura- Admito en voz baja, pero con sinceridad. -Pero... pero sé lo que he visto.

-Es cierto que la adivinación es un arte impreciso,- concedo, con algo más de energía en mi tono -pero esa... Battletower, se encuentra emocionalmente implicada con Riddle: no lo ha negado. Y no puedo sino alegrarme de que hayan podido ayudarte con cualquier problema que hayas podido tener, pero...

Vuelvo a tomar aire, y guardo mi varita para evitar que delate el temblor que se ha adueñado de mis manos. Lo último que quiero en estos momentos es ponerme en evidencia, pero necesito darle algo en qué creer. Por mucho que me aterre, una parte de mí casi desea que pueda leer entre líneas, pues después de todo lo ocurrido, no puedo sino pensar que merece que deje de engañarle. -...Una mujer puede hacer muchas tonterías por amor. Seguro que has escuchado de casos: se cuentan historias en todas las familias... Incluso con la mejor de las voluntades, en un... instante... en un segundo... llevada por la pasión, la mejor de las personas puede destruir la vida de quiénes le rodean y la suya propia... Nadie habría imaginado nunca que Riddle hubiera podido ocultar una mancha semejante en su ascendencia durante tanto tiempo...- trago saliva -...pero lo ha hecho... La mentira es más usual de lo que puede parecer... Incluso si ahora ella realmente cree que su lealtad está con nosotros, estaba dispuesta a mentir frente al hombre que ama... Nada prueba que en algún momento no pueda... cambiar de idea o... confesar cualquier cosa... aunque luego pueda arrepentirse incluso de su acción.

Me froto la frente, dándome cuenta de que mi discurso ha sido demasiado entrecortado como para lograr transmitir seguridad en mi misma, pero lo he dicho realmente con el corazón en la mano... y no es algo que tienda a hacer con asiduidad. -Yo solo creo que sería más seguro para todos...- me encojo de hombros, buscando una respuesta que no logra materializarse -...detenerla. No es necesario hacerle daño, tan solo asegurarse de que no pueda decir nada de todo esto. Un maleficio que le prohíba hablar o... un hechizo de olvido.- Caigo en la cuenta, finalmente, aunque estoy casi segura de que la idea no le gustará. -No tendría siquiera por qué ser duradero, tan solo durante esta semana... No aprecio a Coot ni a ese negro pero les he visto morir delante de mis ojos... No podemos quedarnos sin hacer nada y confiar en que no vaya a traicionarnos.

-Y no sé cómo es posible pero esta mañana- añado, cambiando de tema rápidamente porque las imágenes son demasiado impactantes y están todavía demasiado cerca -parecía saber que había visitado a... Alex hace una semana.- Uso su nombre de pila sin pensar, pero en esta ocasión no trato de corregirlo cuando mi corazón se salta un latido. Quiero creer que, al abandonar el tratamiento, Alphard también me ha dado a mí la oportunidad de hablar con libertad. -No sé si le preocupaba que pudiera revelar su identidad en caso de recuperarse o si quería saber si yo era una amenaza o no.   No sé qué pensar... Hay demasiado en juego como para permitirnos el lujo de ser inocentes y no tomar precauciones en contra de una filtración de información.

Ha cambiado su actitud, ya no hay hosquedad en su figura si no abatimiento, aunque no sé si es por mis palabras o porque estamos solos. Pero entonces se aleja y siento que he debido decir o hacer algo que le ha dolido, abro los labios para disculparme por lo que haya sido, cuando ella se gira y comienza a hablar. Detengo mi movimiento y escucho atentamente lo que me explica. No entiendo lo que me quiere decir hablando de mentiras, parece que esté refiriéndose a algo concreto pero yo no sé a qué, solo me queda claro que su idea del hechizo desmemorizante puede ser una solución -La podemos combinar con algo de información falsa que Alice no sepa que lo es-.

Su revelación de la sensación que ha tenido con respecto a Riddle y su supuesta "clarividencia" me preocupa, pero intento ver la situación desde otro ángulo, uno menos alarmista.

-Quizás "Don perfecto" se haya camelado a alguna de las enfermeras que cuidan de Dracons, hay que ser precavidos pero no debemos darle más poderes de los que tiene, todo el mundo ve su cara buena y confía en él, ese puede ser su mayor don. Respecto a las mentiras y las tonterías por amor... -un rostro acude a mi mente, pelo de oro, mirada azur, labios carnosos. Cierro los ojos y aprieto los puños ​-tienen un límite, si sabes que puedes hacer daño no lo haces. 

A pesar de mis palabras sé que haría cualquier cosa por ella, sin importar el coste, ¿por qué tendría que ser diferente para otro?

-¿Sabes hacer el hechizo del olvido?

El tiempo pasa y nadie entra en el baño. En cierto momento te parece escuchar el sonido de un fantasma, pero se acaba muy rápido y el baño vuelve a quedar solitario. La luz disminuye de forma imperceptible pero constante a medida que las manecillas del reloj avanzan. Queda poco para tu encuentro con Riddle cuando la puerta de los servicios se abre y unos pasos dolorosamente familiares resuenan en el piso de piedra. 

-¿Alice, estás aquí?

Puedes notar el leve temblor en la voz de tu hermana. Siempre le pasa cuando estás triste... o cuando está enfadada. ¿Cuál de las dos será esta vez? Sin esperar respuesta Charlotte avanza, dando toquecitos a las puertas de los lavabos, comprobando si están ocupados o no. Al notar que la tuya está cerrada vuelve a golpear, con mayor insistencia. 

-¿Alice?

Empezaba a convencerme de que algún día tendría que salir de ese baño y enfrentarme al mundo, comenzando por la cita que tenía con Tom, cuando escuché entrar a la que era al mismo tiempo la última y la única persona que quería ver en ese momento. Sorbí por la nariz y respiré hondo, cogiendo fuerzas para enfrentarme a mi hermana, y empecé a llevar mi mano al pestillo para abrir la puerta.

Entonces me detuve en seco. ¿Charlotte no estaba cuidando de Alan e Ingo? ¿Y si no era ella? Eran sus pasos y su voz, pero... ¿Y si era Elizabeth que me buscaba para sacar todo ese odio que había visto en sus ojos? Por un instante me quedé ahí, intentando notar algo raro en su voz, algo distinto.

Pero fue sólo un breve segundo, porque terminé por sacudir la cabeza y descorrer el picaporte. Tenía que ser Charlotte. Y si no era... Bueno, no era ninguna cobarde ni podía estar escondiéndome. Me enfrentaría a lo que fuese.

Tenía los ojos rojos y la cara congestionada cuando tiré del picaporte para abrir la puerta esperando encontrar la cara de mi hermana al otro lado.

—Charlotte... Yo... —dije entrecortadamente antes de que mis ojos volviesen a humedecerse otra vez.