Partida Rol por web

Señalo ligeramente a Riddle y a su hermano con la cabeza mientras adopto un tono entre confidencial y divertido. 

-Parece que no sólo hay buenas noticias. 

Aguardo por su contestación mientras despliego sin prisa el periódico, con un poco de suerte quizás sepa algo de los tejemanejes de Dietrich, y si no espero ganar puntos para el futuro.

No me quedaba más remedio que seguir a mi hermana después de que empezase a moverse. Era raro que yo fuese la precavida, pero desde el incidente Black me sentía más reticente a llamar la atención, justo como ocurriría si ahora salíamos en grupo del comedor. Vi hacia donde desplazaba la mirada y me sorprendió ver que Riddle parecía realmente afectado por las nuevas noticias. No pude evitar una sonrisa de satisfacción. Cualquier cosa que alterase a esa víbora era decididamente bueno.

-Sí, claro. -respondí a Ingo.- Aunque no creo que debamos comentarlo aquí.

Él debería entenderlo mejor que nadie. Riddle podía estar distraído, pero estaba segura de que alguno de sus secuaces lo vigilaba. Por mucho que lo odiase, debía reconocer que era listo y ya debía estar planeando algo en su contra. A fin de cuentas era el único contra el que tenía pruebas.

Ella los mira sin demasiado interés antes de coger el periódico de nuevo.

-Puro postureo. -declara en voz baja.- No sería el perfecto Riddle si no estuviera preocupado por tan trascendentales noticias. Seguro que si miras durante dos segundos más podrás ver a mi hermano actuando como un elfo doméstico para intentar contentarlo. Hay cosas más importantes en las que fijarse.

Da un par de sorbitos a su zumo y pasa las páginas.

-Como esto. -señala un artículo.- "Oferta de té en la tienda de Madame Pudipie. ¡Trae a tu pareja a descubrir nuestros nuevos sabores!". Sería perfecto para ir durante de Halloween, si te parece bien.

Mientras ella habla te percatas de que  Ingo, Alan y las gemelas Battletower acaban de abandonar el Gran Comedor, a pesar de que ele desayuno apenas ha comenzado.

Asentí con la cabeza a la pregunta de Ingo y después asentí de nuevo a las palabras de Charlotte.

—Deberíamos avisar también al señor Black y la señorita Deacon —dije en un susurro, todavía mirando a nuestro alrededor. En cualquier momento podría salir alguien del pasillo y fijarse en nosotros—. Y vernos donde siempre. 

Mis dedos se deslizaron hasta mi bolsillo y acariciaron la superficie del espejo. Llamarlos a través del reflejo podría parecer lo más sencillo pero... Estaban en la mesa de Slytherin, precisamente el peor lugar para que alguien escuchase una voz saliendo de sus bolsillos. Me quedé pensativa, valorando las opciones. Las clases tampoco tardaría mucho en comenzar, así que tal vez además de no ser el mejor lugar, tampoco era el mejor momento.

—¿Nos vemos allí después de comer? A lo largo de la mañana podemos intentar avisarlos a ellos también y si no, los llamamos por el espejo cuando no estén tan rodeados.

 Miré entonces un momento a Alan, que parecía más callado de lo habitual, y le dediqué una pequeña sonrisa. Creía saber a qué se debía su silencio.

—Estuve investigando lo que te dije y tengo un hilo del que tirar. Seguro que pronto consigo algo.

En cuanto escuché el comentario de una de las gemelas asentí. Era cierto: más nos valía ir a un sitio más discreto. Me resultó gracioso en cierta manera, porque al verlas había dado por hecho que esa era Charlotte, pero ahora parecía la más cauta.

Acto seguido, al oír también a... ¿Charlotte? ¿La otra Alice? volví a asentir. La verdad es que lo de los espejos había sido la mejor idea del mundo. Aún así parecía que hasta después de comer faltaba muchísimo tiempo, pero saltarnos todos nosotros las clases podría resultar sospechoso. Y además seguro que a Alice, fuera cual fuera de los dos, le desagradaba la idea.

—Allí nos vemos —afirmé. Luego añadí algo más, aunque probablemente no fuera necesario—. Intentad ir pronto para no tener que esperaros fuera.

Finalmente valoré preguntar sobre las palabras dedicadas a Alan por una de ellas, pero lo descarté. No era momento ni lugar, ya lo haría más adelante.

—Si necesitáis cualquier cosa, avisadnos —enuncié antes de hacer un gesto de despedida. Aguardé un momento la reacción de Alan para, en caso de que él estuviera dispuesto, irnos juntos.

La respuesta que obtengo no tiene nada que ver con la que deseo pero no dejo que nada se refleje en mi cara, la miro y asiento pensativamente, sigo su propuesta con aparente atención pero por encima de su cabeza veo salir al "Equipo D". -Espero tener tiempo para que me pongan al día de las conclusiones a las que lleguen- pienso mientras adelanto la mano para hacer ver que leo el artículo señalado.

-Por supuesto, un plan excelente. -sonrío en su dirección -Seguro que encontramos algún sabor interesante.

Sé que había otros planes para ese día pero la muerte de 'calavera' posiblemente los habrá cambiado, de todos modos ya iré sorteando los obstáculos paso a paso, como siempre.

Suenan las campanas y los estudiantes acuden a clase, pero la inquietud sobre los hechos acaecidos sigue flotando en el aire. A duras penas se concentran en las lecciones y son frecuentes los cuchicheos y conversaciones en voz baja mientras el profesor se gira o durante la práctica de hechizos. Solo se calman durante un instante en la clase de Kettleburn, quien consigue distraer sus mentes con su brillante exposición sobre las sierpes comefuego.

Conseguís ver a Alan durante uno de los cambios de clase y os confirma que ha podido informar a Alphard y Elizabeth, aunque no sabe si irán, pues Riddle estaba cerca y no ha querido levantar sospechas. 

La última clase es Transformaciones. Continuando con una de las lecciones anteriores, os dedicáis a convertir un cuadernillo en un libro de texto, una tarea bastante ingrata. Dumbledore no suele ser exigente, pero hoy parece determinado a conseguir un avance significativo. Resulta un poco agobiante y todos se alegran cuando finalmente acaban, saliendo del aula en tropel. Antes de poder hacer lo mismo, oís su voz llamándoos.

Suenan las campanas y los estudiantes acuden a clase, pero la inquietud sobre los hechos acaecidos sigue flotando en el aire. A duras penas se concentran en las lecciones y son frecuentes los cuchicheos y conversaciones en voz baja mientras el profesor se gira o durante la práctica de hechizos. Solo se calman cuando finalmente la profesora Ballstrong se enfurece y amenaza con tener al próximo que hable recogiendo estiércol de dragón durante el resto del curso.

El resto de la clase se desarrolla con tranquilidad. El invernadero ha adquirido unos nuevos huéspedes procedentes de China, los shnris, un tipo de hongo bastante peculiar que necesita trasplantes en tierra limpia cada pocos días. La dificultad de su manejo es que al ser apretados en exceso emiten un chillido bastante molesto, acompañado de un chorro de gas somnífero en la cara. Sus efectos apenas duran un minuto, pero el dolor de caerse al suelo sigue siendo molesto.

Aprovechando un momento en el que estáis recogiendo tierra juntos viene Alan y os susurra:

-Después de comer, reunión donde siempre.

No fue fácil centrarme en las clases esa mañana. Una y otra vez mi mente se iba al futuro y al pasado. Hacia adelante pensando en esa nueva reunión y en qué novedades tendrían los demás. Y hacia atrás, volviendo una y otra vez al periódico. Más de una vez pensé en cómo sería cuando nos encontráramos. Con el paso de los días y tras la conversación con Alice la sombra de desconfianza hacia las serpientes se había diluido un poco, pero todavía no habíamos vuelto a vernos para poder confirmar cómo estaban las cosas.

Al ver a Alan y saber que él se había encargado de avisarlos lo agradecí. Sería demasiado raro si lo hiciera yo. Y si Riddle estaba cerca... Mala idea.

Durante la clase de Transformaciones mi cabeza ya estaba casi desconectada. Contaba los minutos hacia atrás, consciente de que cada vez estábamos más cerca y cuando fue el momento de salir dediqué sólo una mirada a las gemelas antes de dirigirme a la salida. Prefería que, en la medida de lo posible, no nos viesen demasiado juntos, aunque sólo fuera por el bien de ellas. No se sabía dónde podía tener espías Riddle.

Sin embargo antes de que pudiera abandonar el aula escuché la llamada del profesor. Me giré, comprobando que ya estuviéramos prácticamente a solas y di algunos pasos de nuevo hacia la parte delantera de la sala mientras todos terminaban de salir. Sólo cuando finalmente no quedó nadie más que las gemelas me relajé un poco.

—¿Va todo bien, profesor? —pregunté, aunque estaba claro que la respuesta era negativa.

Tenía tantas cosas en la cabeza que me costó un poco más de lo habitual concentrarme en las clases. No llegaba a estar distraída, porque todo era tan interesante como de costumbre, pero no estaba todo lo despierta que solía estar. Me molestaban los cuchicheos más que otras mañanas y no me salían las cosas a la primera. Por primera vez en mi vida me sentí casi aliviada de que terminasen las clases de aquel día y ese pensamiento provocó también una leve punzada de culpabilidad.

Estaba segura de que el profesor Dumbledore se tenía que haber dado cuenta de que tardaba más de lo normal en conseguir la transformación que teníamos entre manos. Así que cuando su voz dijo mi nombre, por un momento pensé que querría hablar de ello, tal vez reprenderme. Pero también llamó a Charlotte e Ingo y entonces me di cuenta de que el asunto debía ser otro, más relacionado con la misión que nos había encomendado.

Empecé a sentir ese cosquilleo de intriga nacer en mi estómago mientras terminaba de recoger los libros. Después miré a Charlotte y me acerqué a la parte delantera, donde Ingo estaba ya preguntándole al profesor. Me puse junto al chico y miré a mi mentor con ojos curiosos.

—¿Es por lo del periódico de esta mañana? —pregunté, ladeando un poco la cabeza.

La charla intrascendente se alarga un poco, hasta que se acaba el almuerzo y nos dirigimos a clases, nos toca herbologia y no es de mis preferidas. La clase transcurre entre cuchicheos varios de los que me mantengo alejado para no ser objeto de reproche por parte de la profesora, no me puedo permitir ningún nuevo desliz.

Estoy recogiendo tierra junto a Elizabeth cuando Alan nos cuchichea un mensaje del "grupo D", pongo cara de desagrado. De cara a la galería la cercanía del hufflepuff es lo que la provoca, la verdad es que a pesar de saber que iba a ocurrir dadas las noticias del periódico, asistir a esas reuniones es muy peligroso para mi salud.

-Señorita Deacon, ¿no huele repentinamente a excremento de colacuerno? -pregunto con indiferencia para luego continuar hablando como si nada -Por cierto, me gustaría que me echase las cartas sobre un asunto... personal. ¿Quedamos después de comer?

Ya tenemos excusa para ausentarnos juntos del comedor, además así tendré tiempo de preguntarle por lo que hacía por la mañana.

Durante unos instantes, que se alargan inadvertidamente hasta convertirse en un minuto, observo las figuras sobrias de las cartas, sin que en ellas pueda existir rastro de duda alguno. Finalmente, mis dedos recorren lentamente el filo de la guadaña que la muerte porta en el dibujo, como si así pudiera apropiarme quizás de un atisbo de su helada solidez y, finalmente, las recojo con una expresión seria que no deja entrever absolutamente nada.

Podría considerarse por algunos como una muestra de autocontrol, de entereza o, tal vez, de insensibilidad, pero todas estarían equivocadas en este momento. Mi rostro no expresa ningún sentimiento porque mi corazón todavía no ha decidido cómo se debe de sentir: por un lado, el saber que esa aterradora sombra que me lleva acosando en sueños desde que entré en el Bosque Prohibido ha desaparecido por completo debería aliviarme en cierto sentido, pero la idea de que, tal vez, los ojos y oídos de Riddle lleven más lejos de lo que ninguno de nosotros ha previsto me atormenta.

¿De verdad tiene cabida el azar en un mundo como el nuestro? Si es así, querrá decir que la suerte nos sonríe pero, en caso contrario, significará que nuestra presa está al tanto de la caza y, en el peor de los casos, sabe ya algo acerca de nuestras identidades.

Mi expresión, desde que me levanto de la mesa del Gran Comedor hasta que termina la clase de herbología, es totalmente indescifrable. Un mutismo sombrío, que por otro lado, tampoco se sale demasiado de lo habitual, es todo lo que cualquiera de mis compañeros recibe de mí mientras los shnris chillan insoportablemente en sus macetas. Hace calor en el invernadero, un calor húmedo que se te mete en el cuerpo pegajosamente, haciendo bien poco por calmar mi malestar. La tierra manchando mis manos, mi ropa, e incluso mi cara si cometo la imprudencia de secarme el sudor de la frente, es otro elemento irritante cuya función no acabo de comprender.

¿Acaso se supone que alguno de nosotros se va a convertir en jardinero? Quizá eso sea suficiente para alguno de esos Hufflepuff que no son capaces de aspirar a nada más, pero yo tengo otros planes en mi mente, en los que algo como transplantar hierbajos chinos no tiene lugar alguno. Ni es útil para atrapar a Riddle, ni es útil para un posible futuro, ni mucho menos es un conocimiento valioso o atractivo que pueda tener valor por sí mismo en lugar de como medio.

Sumida en esas meditaciones, la altivez de la mirada que lanzo a Coot cuando entrega su mensaje podría haberme colocado en la cumbre de la actuación... de no ser porque es absolutamente veraz a pesar de que, por alguna clase de broma del destino, nos encontremos circunstancialmente en el mismo bando.

Escuchando el comentario de mi compañero, respondo gélidamente -¿Colacuerno? Yo más bien diría a moco de gusarajo.- Volviéndome a mirarle, e ignorando completamente al tejón y sus palabras, le aseguro -Por supuesto. Siendo el capitán de nuestro equipo de Quidditch, conviene que se libre de los problemas personales lo antes posible.

Evidentemente, esa excusa no tiene otra función que la de encubrir una cercanía que, entre unas cosas y otras, podría llegar a estar siendo más perceptible de la cuenta. Pero, dado que ya le leí las cartas una vez con relación al partido, dudo que nadie se sorprenda de que finja interés en mis capacidades adivinatorias.

Dumbledore no responde de inmediato. Examina el aula, asegurándose de que estáis a solas, tras lo cual realiza un grácil movimiento de varita y musita unas palabras, seguramente de algún hechizo protector. Su rostro refleja cansancio acumulado, a pesar de que una leve sonrisa ayude a desmentirlo. Asiente con suavidad, confirmando las sospechas de Alice.

-Al ver la noticia tuve la completa seguridad de que era el hombre con el que tu hermana y la señorita Deacon se encontraron en el bosque. En una hora debo marchar al Ministerio por asuntos oficiales de Hogwarts, allí hablaré con mis conocidos para averiguar todo lo posible sobre él.

Con suavidad se ajusta las lentes y continúa.

-Necesito pediros que mantengáis los ojos abiertos. Tom no se habrá tomado nada bien este contratiempo en sus planes y tratara de solucionar el problema que usted -dice mirando a Ingo.- y el señor Coot le suponen. Traten de ir acompañados a en todo momento, al menos de otra persona. Alice, a ti debo pedirte nuevamente que hables con Tom. Es posible que si está realmente furioso se le escape algún detalle que podamos aprovechar. 

Me callé en cuanto el silencio siguió a mi pregunta. Entonces seguí con la mirada todos los movimientos del profesor, bebiendo con ojos atentos cada pase de su mano y cada palabra que musitaba. No era difícil notar en mi forma de contemplar sus gestos la admiración que sentía hacia mi mentor. Era, en mi opinión, el hombre más sabio de todo Hogwarts y también el de corazón más noble. Por un instante mi mente se evadió de todos los asuntos que últimamente la tenían tan ocupada y me permití soñar con un futuro en el que conseguiría parecerme a él.

Una leve sonrisa se deslizó en mis labios con esa idea y no desapareció hasta que el profesor Dumbledore empezó a hablar de nuevo. En ese momento me centré en sus palabras con toda mi atención. Me sentí un poco inquieta al saber que iba a salir de Hogwarts. Si algo sucedía hasta que regresase no tendríamos a quien acudir. Pero no expresé ese temor en voz alta, al contrario, me mantuve serena y tranquila. Confiaba ciegamente en que si él creía que podíamos afrontar lo que fuese, era porque realmente podíamos.

Asentí con sus indicaciones. Mantendría los ojos bien abiertos, como nos pedía. Y fruncí un poco el ceño al seguir su mirada hacia Ingo, compartiendo la preocupación de mi mentor por él y Alan. Tendríamos que protegerlos entre todos. Mi mente ya estaba empezando a planificar grupos de tres para mantenerlos bien a salvo a los dos en todo momento cuando el profesor Dumbledore dijo mi nombre. Entonces lo miré a él de nuevo, dispuesta a recibir instrucciones y cuando llegaron mis mejillas se sonrojaron un poco y asentí con la cabeza otra vez.

—Claro, profesor —dije con decisión—. Trataré de hacerlo hablar mientras el asunto está aún reciente. Y si puedo lo mantendré entretenido para que no se acerque a Alan e Ingo.

Mi mente ya empezó a planificar la tarde. Primero esa reunión que habíamos acordado para después de comer. Y luego trataría de pasar el resto de la tarde con Tom. Miré de reojo a Charlotte, suponiendo que no le haría ninguna gracia la parte de la misión que me había sido encomendada. Pero también suponía que no le llevaría la contraria al profesor Dumbledore, o eso esperaba.

Al ver que el profesor tardaba en responder no me impacienté. En lugar de eso miré también alrededor, aunque no esperaba encontrarme algo que el profesor no detectara. Incluso me atreví a pensar en sugerir algún hechizo, como el Homenum Revelio, pero confié en que el Dumbledore lo tendría más que controlado, y que si no lo hacía era por algo.

Cuando empezó a hablar escuché sus palabras con atención. Mis ojos se desviaron un momento a Charlotte cuando el profesor habló de lo del bosque. La verdad es siendo justos no había tenido ocasión real de confirmarnos ella que era el mismo sin usar los espejos, y ya nos habíamos citado para más tarde. Además, seguro que todos lo imaginábamos. Acto seguido, cuando él prosiguió, asentí. Tendría que hablar con Alan sobre quien podría acompañarnos. Elizabeth y Alphard estaban descartados, sería demasiado sospechoso. Hagrid y Laura podrían convertirnos en un objetivo aún más apetecible... Quizá Kalinka. Esa chica era de armas tomar.

Tardé un instante en darme cuenta de que había dejado de lado a la opción más evidente: Charlotte. Si Alice iba a estar ocupada con esa misión la otra Battletower estaría libre. Aunque que cada una estuviera con un grupo tan diferente... Tendríamos que pensarlo bien: Riddle tenía ojos en todas partes.

—Señor —dije acercándome un paso y bajando un poco la mirada un instante en señal de respeto—. No quiero entrometerme —enuncié antes de mirar un instante a Alice— y no es que no te considere capaz, ni nada de eso, pero... ¿Estamos seguros de que Riddle no conoce la Legeremancia? Podría ser muy arriesgado hacer algo así ahora. —Guardé entonces un momento de silencio—. Si vamos a hacer algo así tendríamos que estar otros cerca, aunque fuera invisibles, por si acaso —propuse antes de recordar la conversación que había mantenido con Alice—. No tenemos por qué ser nosotros, claro. Sería más discreto si fueran nuestros otros compañeros —expuse refiriéndome a las serpientes.

Luego me quedé un instante más en silencio, pensando en cómo de útil sería que el profesor tuviera un espejo como los nuestros para prevenir futuras salidas como esta. Sin embargo eso probablemente le pondría en una situación complicada. Una cosa era hablar con alumnos, transmitirles sus inquietudes y, en definitiva, utilizarnos. Otra era caminar por el Ministerio con la prueba encima.

Pensaba que Riddle no podía ya ser más aterrador, pero el interrogante de Ingo arrojaba una nueva sombra de inquietud sobre mí. Imaginarlo, aunque solo fuera por un instante, revolviendo en mi mente, me daba escalofríos. Todos nuestros planes se vendrían abajo si de verdad era cierto. Y mi hermana estaba a punto de reunirse de nuevo con él y esta vez a solas. Pero no si yo podía evitarlo.

-Yo me encargaré de acompañarla. -dije agachando un poco la cabeza, agradeciendo a Ingo sus sugerencia.- Si algo saliera mal quiero estar ahí para ayudar. -concluí mirando a Alice con firmeza.

El profesor meditó un momento antes de responder a Ingo, durante el cual las arrugas de rostro se acentuaron.

-Vosotros sabéis que me he equivocado en el pasado respecto a Tom. -os mira a los tres.- Pero, en la medida en la que confíes en mí, estoy convencido de que no posee esa capacidad. La Legeremancia es un arte un complejo, requiere tiempo, especialmente si trata de aprenderla por cuenta propia. 

Cruzó los dedos encima del escritorio y sonrió ante la vehemente afirmación de Charlotte.

-No creo que Tom sospeche de ella ni que corra peligro, pero no hablaré por ti, Alice. Haz lo que creas más conveniente, confío en tu criterio.

Tras un agotador día de clases os alegráis de volver al Gran Comedor. No podéis pasar por alto el hueco en la mesa de profesores; la silla de Dumbledore. Cuando han pasado unos cinco minutos veis llegar a las gemelas Battletower e Ingo, separados por una distancia prudencial por obvias razones. Alice lanza una rápida mirada hacia vuestra mesa y al seguirla podéis ver como Riddle se ha levantado y se dirige hacia vosotros. 

Más bien hacia Elizabeth. Se inclina hacia a ella, siempre manteniendo una respetuosa distancia y pregunta con total cortesía. Parece recuperado de la fuerte impresión de esta mañana y su máscara de alumno ejemplar ha regresado más sólida que nunca. 

-Siento interrumpirte, ¿por un casual no habrás visto al profesor Dumbledore?

Escuché a mis dos compañeros y luego también al profesor. Y después me quedé pensativa un instante, valorando las distintas opciones, para terminar asintiendo a las palabras de mi mentor.

—Estoy segura de que el señor Riddle no sospecha de mí. Creo que sería más peligroso que estuvierais cerca y él se diese cuenta que que vaya yo sola. Y aunque estéis invisibles, hay formas de detectaros.

Miré a mi hermana, sabiendo que no le iba a gustar nada lo que decía, pero intentando transmitirle con la mirada la seguridad que yo sentía.

—Lottie, la verdad es que prefiero que le cubras las espaldas a Ingo y Alan. Ellos sí que sabemos a ciencia cierta que están en peligro. Yo voy a estar bien y además tengo el espejo. Si algo sucede, puedo llamaros en cualquier momento.