Partida Rol por web

London by Night: Crimson Nights

[Prólogo] Closed Eyes (Constance Gallagher)

Cargando editor
26/09/2019, 18:47
Jackson Moore

Sin duda yo también hubiera preguntado cómo alguien, quién fuera, podía acabar con una estaca atravesándole el pecho. Suspiré, y yo creo que hasta me ruboricé un poco a causa de sentir cierta vergüenza del momento, mientras se podía reflejar una media sonrisa en mi rostro. En fin... Ese alguien era yo... 

- Imagino que estará al tanto de los asesinatos en la zona de Whitechapel, Señorita Gallagher -Habíamos hablado de tomar un té, pero seguramente no me aconsejarían tomar nada medianamente excitante en mi estado, con una herida abierta en pleno pecho. Por ello, decidí retomar el tema de la estaca, quizá por tener conversación, o simplemente por hacer que se estuviera quieta por un instante-. Ayudo al Inspector Reid en la investigación. Y el doctor Vane, y la señorita Smith, no sé si también la conoce, me ayudaban a mi en el caso como personal externo al departamento. 

Chasqueé la lengua, a modo de desaprobación, no por su ayuda, ni mucho menos, sino por lo que a continuación añadí.

- Estábamos en una casa. Había una puerta cerrada, y no vi llave alguna. Decidí usar la fuerza -Miré hacia mis brazos, fibrosos pero ciertamente flacuchos, y sonreí hacia mi interlocutora-. No, no mi fuerza; usé una palanca. En cualquier caso, un resorte hizo salir disparada una estaca y... pues bueno... aquí estamos. Sólo espero que Maggie esté bien, porque las sorpresas no acabaron ahí según dijo el señor Vane...

Cargando editor
27/09/2019, 16:45
Mortimer Vane

Mortimer aún seguía dándole vueltas a las palabras de su reflejo, a sus propias palabras, de algún modo, cuando corrió la cortina que tapaba el espejo y una imagen empezó a formarse en su lugar. Se acercó un poco más y apoyó ambas manos en el lavabo,  observando con atención y los ojos entrecerrados, casi como si quisiera asomar la cabeza al otro lado del cristal. Y mientras una calle oscura y sucia iba tomando cuerpo, la misma pregunta se repetía una y otra vez en su cabeza, como un eco. ¿Qué escondía la señorita Meadows tras su compulsión?

La situación descrita que había escuchado se desarrollaba ahora ante sus ojos, detallada al milímetro. Sin embargo, el rostro del hombre permanecía aún en sombras, sombras creadas por su subconsciente para no mostrar lo que desconocía. Cuando la cortina volvió a correrse, sentía sus retinas impregnadas de la pestilencia de la Londres nocturna, esa que conocía tan bien en secreto, esa en la que él mismo se regodeaba como un cerdito que se revuelca en su propia mierda cuando el hastío y el tedio eran demasiado para su cerebro.

Sentía que tenía los puntos al alcance de la mano, expuestos ante sus ojos como un mapa que delimitase la psique del criminal. Pero le faltaban las líneas, los hilos que conectasen esos puntos entre sí, que le dieran un significado al dibujo de esa mente oscura y pervertida. 

La confirmación sobre su corazonada acerca de los libros fue como una inyección de alivio directa en algún lugar de su cerebro. Sonrió de medio lado. Ya sabía qué debía hacer. La señorita Meadows y él iban a tener una nueva charla. Una sin interrupciones, sin policías, sin Enola. Podía ser que esa mujer estuviese tan convencida de lo que decía que no estuviera mintiendo... pero su cuerpo la delataba. Los libros la delataban. Sus diferencias con las dos muertas la delataban. En ella debía estar la clave que le faltaba.

Cargando editor
28/09/2019, 23:44
Constance Gallagher

-Desde luego -respondió. Los crímenes estaban en boca de todos. ¿Cómo no estarlo? Un asesino en las calles de Londres. Era aterrador.

Lo que no sabía era que el inspector Reid andaba tras él, ni que el agente Moore le ayudaba, y mucho menos todavía hubiese imaginado que el salvador de su querida amiga estaría involucrado en la investigación de este asunto.

-Lamento mucho lo sucedido -le miró a él y después un instante al doctor Vane, que todavía dormía-. No tengo el placer de conocerla -se refirió a la señorita Smith-, espero que se recupere pronto. Estoy convencida de que el doctor Gull la está atendiendo muy bien y no tardará usted en verla -intentó tranquilizarle. Seguramente la joven tendría heridas muy graves, de no ser así ya la hubiesen traído a la habitación, pensó, pero confiaba en él. El médico consiguió salvar la vida al mayordomo, lo cual seguramente podría catalogarse de milagro, y la mismísima Reina le confiaba su salud. Si alguien podía ayudar a Maggie, sin duda era el doctor Gull.

El señor Moore explicó lo sucedido mientras Constance le miraba atónita. No en una feria perdida, pero sí entró en un castillo del terror, en versión reducida. -¡Dios mío! ¿Quién convertiría su casa en una trampa mortal? -pensó en voz alta. A saber qué secretos debían ocultar para protegerlos de ese modo. Debía ser algo terrible. -Me alegro de que pudieran escapar -suspiró. No ilesos, pero vivos, lo cual era sorprendente dadas las circunstancias.

-¿Quiere que le acerque el agua? -se ofreció. El agente tenía el vaso sobre su mesilla, pero en su estado no creía que pudiese alcanzarlo.

Cargando editor
30/09/2019, 18:54
Jackson Moore

- Gracias -Contesté al ofrecimiento de Constance. No era persona de sentir sed, pero sin duda o las pastillas o mi casi febril estado me estaban causando esa sensación. Quise mirar hacia el vaso de agua, y recordé que estaba en el suelo, roto a los pies de mi camastro. Me imagino que se rompería con algún golpe de mano mientras intentaba descansar, sin éxito.

- Lo cierto es que sí, tuvimos suerte -Al igual que mi padre yo soy un hombre de ciencia, del uso de la razón y de las pruebas, pero sin duda de ser alguien creyente ahora mismo me hubiera santiguado para dar gracias por estar aquí. De ser creyente, cosa que en casa no se llevaba, por eso mismo simplemente no hice nada-. Yo ya no estaba cuando ellos sufrieron su... percance, por decirlo de forma mundana -Lo cierto es que no sabía como definirlo. ¿Intento de asesinato múltiple? Creo que esa sería la descripción más acertada, pero aún estaba en estado de shock tras todo lo acontecido en esa casa de locos-. Sigo sin comprender lo ocurrido, ciertamente, pero bueno, Señorita Gallagher... Tampoco quisiera aburrirla con batallitas...

Sonreí, y me quedé unos instantes mirando hacia la joven, embobado. Al poco volví en mí. Seguía dándole vueltas a ese maldito sueño, y por más que quisiera quitármelo de la cabeza no quería irse.

- Y usted, si me permite la indiscrección, ¿Por qué está aquí? 

Cargando editor
02/10/2019, 00:46
Narrador

Al estar enredando por la habitación, tratando de encontrar algo con lo que sujetarte, para ir a buscar a tus compañeros, te das cuenta, al descubrir tus piernas, que estás en un estado mucho más delicado de lo que imaginabas. Al empezar a ser consciente de tu estado, el dolor empieza a aparecer. Por fortuna, una enfermera entra en tu cuarto y se apura en avisarte de que no estás en condiciones de andar. Las piernas tienen que sanar, y les va a costar tiempo. A parte, tienen que cambiarte las gasas que cubren tus piernas heridas, cada cierto tiempo. Esa es la razón por la que estés apartada, por intimidad, y para evitar que se pueda infectar, cualquier herida, por estar expuesta al contacto con otras personas. Te deja un vasito de cristal, con un par de pastillas en el interior, y otro vasito con un líquido transparente, justo a su lado. Te informa que te ayudarán con el dolor, pero que por favor, no trates de levantarte hasta que el doctor te indique que puedes hacerlo.

Cuando la enfermera se va, el sonido de unas risas te llama la atención. Eres incapaz de percibir de dónde pueden venir, pero están ahí, en tu cabeza. Ahí donde mires, están. Son risas enfermas, de alguien cuya mente no está sana. Son risas que has podido escuchar, alguna vez, con los pacientes más enajenados a los que ha tratado de ayudar, y son varias, de mujeres y de hombres, entremezcladas, todas a la vez. Por alguna razón, sabes que tienes algo en la cabeza, pero no recuerdas que puede ser. Mientras tanto, miras a las pastillas y no te parecería mala idea echar una cabezadita. Lo que sea por tratar de quitarte aquellas risas histriónicas de la cabeza. No sabes qué ha podido ocurrir, pero tener en la cabeza casi una decena de risas diferentes, que no auguran nada bueno, y al parecer, tampoco vas a poder salir de ahí sin incurrir en la ira de aquellas que tienen que cuidarte.

Cargando editor
02/10/2019, 12:04
Narrador

Poco a poco, la ensoñación en la que te habías sumergido para desentrañar los enigmas empieza a difuminarse hasta que se desdibuja a medida que abres los ojos. La luz golpea tus retinas como si se tratasen de alfileres, trayéndote un dolor de cabeza producto de la anestesia proporcionada. Poco a poco vas siendo consciente y reconociendo tu entorno. Estás en el hospital, cerca del señor Moore y la señorita Gallagher. De Maggie sigue sin haber rastro alguno, algo que no te preocupa demasiado, sus quemaduras eran lo suficientemente preocupantes como para mantenerla en observación y aislada, para prevenir que sus heridas empeorasen.

Parpadeas un par de veces, volviendo en ti tras unos instantes de confusión. Tienes la sensación de que has pasado algo por alto algo en tu sueño... algo en lo que no has caído y que podría ser importante... o no. Mientras esa idea se te graba en lo más profundo de tu mente, miras tu reloj, son casi las seis de la tarde, al parecer has estado durmiendo casi diez horas seguidas, y la anestesia no debería haber durado tanto.

Notas de juego

Siguen quedando partes que "descubrir" en tu sueño. Pero puedes ir descubriéndolas hasta el final del preludio.

Ya puedes postear para los otros dos. Se encuentran hablando entre ellos.

Cargando editor
02/10/2019, 21:42
Maggie Smith
Sólo para el director

Estaba atada, casi literalmente, a la cama; le gustara o no. Aquellas heridas no le permitirían ir a ninguna parte, el tiempo se escapaba entre sus dedos y a penas había pasado una hora desde su despertar y charla con Mycroft. El dolor se iba incrementando con cada tic tac del segundero, aunque no hubiera ningún reloj en la habitación ella podía oírlo. Observaba el vasito con agua y las pastillas junto a él como si fueran un demonio con cuernos, no quería tomar nada que pudiera embotellar los sentidos.

Había insistido a las enfermeras que por favor le informaran del estado del hombre que había llegado junto a ella, el Doctor Vane, y también que quería poder hablar con el médico para saber cuando podría moverse por si sola aunque fuera en una silla de ruedas. Si no obtenía respuestas pronto iba a volverse loca. Si no lo estaba ya.

La voces en su cabeza pronto comenzaron a atormentarla, rememorando su infancia cuando la gente de los Hamptons se dedicaba a cuchichear cosas a sus espaldas. Pese a que había sido una niña de lo más normal para los estándares británicos siempre la habían considerado la niña rara.

Esto finalmente le hizo tomarse las pastillas que le había dejado la enfermera, con la esperanza que hiciera acallar las voces y el dolor de sus piernas quemadas. A duras penas logro alcanzar papel y tinta que había en la mesita* escribiendo una nota para el Detective Frederick Abberline. Donde le explicaba la situación de la señorita Alice Meadows y donde le solicitaba su inestimable ayuda una vez más.

Cargando editor
03/10/2019, 02:16
Mortimer Vane

El doctor Vane emitió un gemido tenue al despertar. En un primer momento una de sus manos se fue hacia sus ojos, protegiéndolos de la luz, mientras que la otra viajó hasta su cabeza dolorida. Permaneció así varios segundos, tras los cuales resopló entre dientes, tratando de acostumbrar sus sentidos a la habitación de hospital, y se incorporó un poco. 

Sacó su reloj del bolsillo y abrió la tapa para comprobar la hora. Frunció el ceño al calcular las horas que había permanecido drogado y luego miró hacia delante, paseando la mirada desde el agente hasta la señorita Gallagher.

—Buenas tardes, agente Moore, señorita Gallagher —saludó, flemático como siempre, como si se hubieran encontrado en un salón de té del centro en lugar de ser compañeros de habitación en un hospital—. ¿Se sabe algo de la señorita Smith?

Mientras esperaba respuesta a esa pregunta, se inclinó un poco más hacia delante y apartó las vendas de sus piernas para examinar con ojo crítico el estado de sus quemaduras.

Cargando editor
03/10/2019, 16:11
Constance Gallagher

Miró hacia la mesilla donde debería estar el vaso del señor Moore, pero no había nada sobre ella. Se levantó y se acercó un poco para descubrir, en el suelo, esparcidos los cristales. Abrió los ojos sorprendida. -¡Cielo santo! ¿Está usted bien? -preguntó buscando alguna herida en la piel del agente. Al no hallar ningún corte relajó su expresión y los hombros.

Regresó junto a su cama para coger su vaso de agua. Era eso o el del señor Vane, o uno que había al fondo de la habitación con una dentadura flotando en su interior.

Se sentó y le escuchó con atención. El señor Moore dijo que no comprendía lo ocurrido, lo cual no era de extrañar. ¿Quién contemplaría ser atravesado por una estaca al abrir una puerta? El shock debió ser terrible. No podía llegar a imaginar, además de lo inesperado, lo tremendamente doloroso que resultaría recibir semejante herida.

Le devolvió la sonrisa cuando dijo que no quería aburrirla con batallitas. Precisamente a ella le gustaba escuchar historias de todo tipo, pero eso era algo que él no podía adivinar. Iba a responder cuando le vio quedarse absorto. No sabía si su pensamiento estaba allí o en los recuerdos de lo ocurrido, pero en cualquier caso decidió no interrumpirle.

Constance, que permanecía sentada, sujetaba su vaso entre las manos cuando escuchó la pregunta.

-¿Yo? -abrió los ojos sorprendida. -Mmm... -desvió la mirada hacia un lado. ¿Qué podía contarle? Era una historia demasiado larga y con muchas implicaciones. De hecho, había rogado discreción al inspector por temor a que su padre resultase dañado.

Miró al señor Moore y esbozó una frágil sonrisa que se perdió tan pronto como su mirada, de nuevo desplazada hacia otro lugar. Estaba tensa, con el estómago encogido al recordar la grave amenaza que por unos instantes se había permitido olvidar. Suspiró intentando relajarse y por el momento abordó otro tema.

-Puedo ofrecerle agua de mi vaso o puede esperar que la enfermera le traiga uno nuevo, lo que usted prefiera -sonrió sincera, con amabilidad. Sostenía el vaso en sus manos, aguardando respuesta. Se hubiese levantado para acercárselo, pero si no lo hizo todavía fue porque prefería darle a elegir antes que ponerle en la tesitura de tener que rechazarlo.

Si el señor Moore aceptaba el agua, Constance se acercaría a su lado y con un elegante gesto de muñeca giraría el vaso para ofrecerle el lado por el que ella no había bebido. Si en cambio el agente prefería esperar, la fotógrafa dejaría de nuevo el vaso sobre la mesilla.

-Digamos que también tuve un tropiezo con el sector inmobiliario -comenzó a explicar con cierto aire distraído que contrastaba con la tensión mostrada anteriormente-. En mi caso... fue una explosión. La casa estalló y yo... -algo tan sencillo de explicar y sin embargo le costaba escoger las palabras. ¿Estaba cerca? ¿Salí despedida? Si respondía como si pasara por allí estaría mintiendo. Si se ubicaba dentro de la casa daría lugar a más preguntas, las cuales temía, aunque en realidad él podía averiguarlo en cualquier momento, sobretodo trabajando con el inspector Reid. De todos modos, sin duda tenían asuntos más urgentes que resolver, se dijo antes de continuar. -Perdí el conocimiento y cuando desperté, junto a mí estaba el doctor Gull -sonrió con dulzura, visiblemente agradecida-. Creo que por eso insistió en que me quedase esta noche, para asegurarse que el golpe no iba a mayores, pero ya ve usted que estoy bien. También he tenido suerte -asintió convencida, pensando en lo afortunados que eran, pues esa noche ambos eludieron la muerte por muy, muy poco. Él por décimas de milímetro, ella por fracciones de segundo.

Escuchó un sonido. El doctor Vane acababa de despertar.

Cargando editor
03/10/2019, 16:29
Constance Gallagher

-Buenas tardes -respondió-. ¿Cómo se encuentra? ¿Ha podido descansar? -se interesó, hablando en un tono agradable. El señor Vane había dormido probablemente toda la noche, pero al igual que ella, parecía arrastrar un fuerte dolor de cabeza.

Como era natural, preguntó por la señorita Smith. Constance miró un instante al señor Moore y después, de nuevo a él.

-Todavía esperamos noticias. -Las esperaba de la joven que les acompañaba y especialmente, del mayordomo. Quería comprobar que el hombre estaba bien antes de irse del hospital, porque confiaba que tal como le dijo el médico, ese mismo día le daría el alta.

-Espero que el doctor no tarde en llegar -deseó mientras observaba a Mortimer examinar las heridas de sus piernas. Aguardó a que acabase de hacerlo y después unos segundos más, antes de preguntárselo. -¿Podría decirme qué hora es, por favor?

Cargando editor
03/10/2019, 19:43
Jackson Moore

Constance me parece una joven encantadora y con cada uno de sus asustadizos respingos hace que me brote una ligera sonrisa en el rostro. 

- Estoy bien, tranquila -Respondí, tratando de calmarla-. Cuando desperté ya estaba así. Ni siquiera me enteré.

Agradecí su ofrecimiento de agua, y entonces traté, no sin cierta dificultad, de incorporarme.

Resultó en vano, inútil, pues fui incapaz de arquear mi dolorido pecho sin que una punzada de angustioso dolor atravesase mi cuerpo de punta a punta. Se me escapó un quejido mudo, y de seguido un suspiro cuando me resigné a permanecer inmóvil.

Me sentí más inútil si cabe cuando fue la propia señorita Gallagher la que tuvo de ayudarme a beber, pero se lo agradecí con una mirada cómplice y una frase que me salió del alma: 

- Señorita, pese a que peque de atrevido, y quizá pueda pensar que hasta de confiado, quiero que sepa que si algún día necesita algo, puede contar conmigo.

Escuché con atención su relato, y mil y una preguntas asaltaron mi mente presa de la "deformación profesional" mientras en mi rostro podían verse reflejadas todas ellas en forma de arrugas de preocupación en mi ceño fruncido... ¿Una explosión? ¿Dónde? ¿Provocada? ¿Hubo testigos? ¿Muertos? Sin embargo, no pude responder, pues Mortimer había despertado, pero sin duda, ambos teníamos algo que agradecer en el día de hoy...

Cargando editor
03/10/2019, 19:47
Jackson Moore

Mortimer había despertado, y yo seguía con mi ceño fruncido y cara de circunstancia. No obstante, Constance había cambiado de tema y yo prefería no atosigarla pese a que algo dentro de mí me decía que debía hacerlo. Era mi afán detectivesco, el mismo que me había llevado a dejar las patrullas, pero también a estar postrado en una cama de hospital.

Decidí tratar de alejar mi mente de esa idea, y me centré en lo que tenía delante. Mortimer parecía haber descansado, al contrario que Constance o que yo mismo que, de mirarme en un espejo, vería dos oscuras bolsas bajo mis cansados ojos. 

- ¿Cuándo cree que bajaran a la señorita Smith? -Pregunté al aire aunque era una cuestión dirigida a Mortimer, intrigado por el estado de Maggie. Desconocía por completo el grado de sus heridas, ni tampoco el tiempo que los médicos necesitarían para atenderla, pero él era un doctor y seguramente algo sabría de ello.

Podría pecar de frío si preguntase acerca de la casa de la víctima, pero seguía dándole vueltas al asunto pese a que mi estado me impedía hacer otra cosa que moverme tristemente como una marioneta caída.

Nada encajaba en esa escena: Ni el edificio, ni el interior de la casa, ni la puerta-estaca, ni tampoco el pasadizo encontrado por mis compañeros o el fuego que les había mandado al hospital tras mi estela. Y si juntabas esto con que la mujer que vivía en ese ruinoso edificio decía hacer la calle, pero que eso seguro no daba para el lujo del interior de su vivienda, y el haber acabado asesinada de la manera en que lo hizo... En definitiva... Algo me olía muy mal... 

Me mordí la lengua un par de veces, hasta que al final no pude resistirme a preguntar. 

- Doctor, ¿Encontraron algo más en el edificio antes de que... -Una vez más, me asaltó la duda de cómo llamar a este tipo de circunstancias que escapan a lo habitual-... Bueno, antes de que intentasen asesinaros a ustedes también? ¿Los niños dijeron algo? ¿Sabe dónde los llevaron? -Guardé silencio un par de segundos, a la vez que enarqué la ceja izquierda, antes de volver a preguntar- ¿Había unos niños, verdad?

Esta última pregunta me hizo sacar una sonrisa socarrona. Estaba casi convencido de que sí, que aparecieron tras la puerta por la cual estoy ahora aquí, pero no sabía ni cuántos, ni qué hacían ahí. Sólo los vi de refilón mientras me desangraba, y visto lo visto ya no sé si lo que veo es real o es parte de una extraña ilusión o pesadilla excesivamente vívida.

Cargando editor
05/10/2019, 01:48
Mortimer Vane

El doctor Vane asintió con la cabeza ante la falta de noticias y luego respondió a la señorita Gallagher.

—Las seis menos tres minutos de la tarde. 

Dejó las vendas donde estaban y se frotó las sienes doloridas antes de llevar su mirada hacia el agente. 

Sus heridas eran mucho más graves que las mías y en cuanto llegamos la llevaron a quirófano. Lo normal sería que después de la intervención la tuviesen en observación y aislada para evitar que sus heridas empeoren. Podría durar horas o incluso un par de días, todo depende de cómo haya ido la intervención y cómo responda su cuerpo en las primeras horas. 

Tras esas explicaciones sus ojos se apartaron de él para mirar alrededor, como si buscase algo. Y en realidad lo hacía: buscaba agua que aliviase la sequedad que sentía en su garganta y lo pastosa que notaba la lengua. De encontrar un vaso y una jarra bebería antes de seguir hablando.

Había unos niños, sí. Cinco. Al parecer su madre les había instruido para encerrarse en esa habitación si entraba alguien en la casa cuando estaban solos. Así que se metieron allí al oírnos. Se los llevaron sus compañeros, desconozco a dónde. Supongo que a la comisaría o a algún hospicio mientras investigan si tienen más familia.

Hizo una pausa y suspiró entre dientes. Las punzadas de su cabeza le instaban a guardar silencio y cerrar los ojos para tratar de hacer el dolor de cabeza más llevadero, pero comprendía la necesidad del policía por conocer los detalles e hizo un esfuerzo por continuar hablando.

—Antes de que sufriese su desafortunado accidente la señorita Smith y yo habíamos encontrado algunas cosas más de las que no pudimos informarle —explicó—. Encontramos una libreta a la que le habían arrancado las primeras hojas, pero aún se notaban las marcas de lo que habían escrito en ella. La señorita Smith iba a pasar un lápiz por encima para tratar de averiguar qué ponía, pero no llegó a hacerlo antes del incendio. —A medida que hablaba se iba incorporando más, hasta quedar sentado—. Además, había un hueco en la estantería, faltaba un libro, quiero decir. Y presumo que se trataba de uno escrito por Arthur Conan Doyle, a juzgar por el orden que seguían los que lo rodeaban. Que, por cierto, es el mismo autor que uno de los libros que tenía la señorita Meadows en el despacho del profesor Ragostin. —Se pinzó el puente de la nariz. Estaba divagando y trató de centrarse en lo que estaba contando—. Como le decía, también notamos que bajo la estantería había unas marcas, como si la moviesen con cierta frecuencia. Por eso la apartamos activando así la trampa que prendió el fuego. En la apertura que había tras la estantería había unas escaleras que descendían varios pisos, nos arriesgamos a bajar y llegamos a una especie de... bodega. Era una estancia amplia, con un crucifijo en una de las paredes y el resto llenas de estanterías con libros y pergaminos. No pudimos salvar nada de allí antes de tener que subir a la carrera pues el fuego estaba quemándolo todo allá abajo. 

Entrecerró los ojos, haciendo memoria. 

—Eso es todo. Bueno, salvo el olor, ese extraño olor como salino que flotaba por toda la casa. ¿Lo notó usted, agente?

Miró hacia Constance y se dio cuenta de que había sido terriblemente maleducado con la dama, ya desde que había llegado, pues ni siquiera sabía qué la había llevado a ella al hospital. 

¿Y usted, señorita Gallagher? ¿Se encuentra bien? ¿Tiene alguna dolencia?

Cargando editor
06/10/2019, 11:27
Jackson Moore

- Muchas gracias por la información, Doctor Vane -Respondí cuando me habló del estado de la joven-. Sólo espero que la señorita Smith se encuentre bien y pueda volver a su vida normal sin repercusiones. Yo... Lo lamento...

Era mi forma de disculparme. De no haber sido por mi ofrecimiento quizá yo no estaría aquí, lo cual debía en gran medida a la rápida actuación del doctor, pero sin duda ellos tampoco estarían internados en el hopital. Me sentía de cierta forma culpable de ello.

Durante el resto de la conversación me mantuve en silencio. Mientras Mortimer hablaba yo intentaba encajar las partes de este extraño puzzle que nos había tocado montar, pero sentía que faltaban gran cantidad de piezas.

Sin darme cuenta chasqueé la lengua en señal de malestar al escuchar que el fuego habría podido arrasar todas las pruebas que hubiera en el pasadizo tras la estantería, no obstante, cuando tuviera fuerzas iría a verlo con mis propios ojos. No era hombre de fe y, aunque no dudaba de las cualidades de Maggie y Mortimer, preferiría hacer una nueva revisión por mi mismo. 

Finalmente, cuando el doctor acabó su relato, respondí a su pregunra,

- Sí, noté ese olor salino. No tuve claro si era por los platos de comida que aún había en la mesa, o algo que había dentro de la puerta -Me encogí de hombros pese a que el gesto me generó cierto malestar al mover la zona dolorida-. Lamentablemente, no pude determinar el origen...

Luego me quedé mirando a Constance, esperando a ver si respondía algo. 

Cargando editor
06/10/2019, 23:21
Constance Gallagher

Constance escuchó el relato del señor Vane con gran atención, pues era de lo más interesante. ¡Parecía sacado de una novela de misterio! Una libreta con hojas arrancadas, un libro desaparecido, estanterías que activan trampas, un sótano con pergaminos... Incluso ese olor salino que disparaba su imaginación.

Sin embargo, no todo era intriga y diversión. Prueba de ello eran los aquí presentes, su compañera en el quirófano y esos niños, cinco nada menos, que a juzgar por lo que explicó el doctor Vane y anteriormente el señor Moore referente al caso que les ocupaba, debieron quedar huérfanos. Un nudo se formó en su estómago, pensando en esas pobres criaturas.

Y todo aquello ocurrió al tiempo que ella estaba en casa del difunto señor Bane. Pensó en pedir un periódico a la enfermera cuando entrase, o buscarlo ella misma si primero llegaba el doctor. Des del día anterior no tenía noticia alguna de lo sucedido en Londres, a excepción de lo que había escuchado en la calle.

Miró al agente. Por sus palabras y voz entrecortada, era evidente que se sentía responsable de la salud de sus compañeros, en especial de la señorita Smith, a la que Constance no había puesto cara pero imaginaba junto a una libreta con un lápiz en la mano.

-Estoy bien, gracias -sonrió ligeramente al doctor Vane-, tan sólo arrastro un molesto dolor de cabeza desde que desperté. -Un dolor sin duda provocado por las pastillas, que le habían hecho dormir fatal, además. No sabía si hablar de esta dolencia al doctor Gull por si acaso decidía no darle el alta todavía, pero esto debía ser algo normal, pensó, ya que todos parecían haber tenido un mal despertar.

Cargando editor
08/10/2019, 00:56
Narrador

La enfermera te da un papel y un lápiz para que puedas escribir la nota tras tomarte las pastillas. A duras penas eres capaz de acabar la nota cuando caes profundamente dormida. Pero a diferencia de la sedación que te suministraron en el sala estanca, esta no consigue hacerte dormir del todo. Algo que, dadas las circunstancias hubieras agradecido. 

Te encuentras en el funeral de tu padre. Tu madre está destrozada pero recibiendo a todos aquellos que aparecen a darle el último adiós a su marido. Te encuentras bajo una mesa, cubierta por los manteles de estas que llegan hasta el suelo. Tu hermano mayor, Mycroft, no ha querido bajar de su cuarto, afirma que es una fiesta ilógica y que no tiene nada que celebrar. Sabes que, probablemente, esté jugando con su tangram o ajedrez. Tu otro hermano, Baldwin, se encuentra ayudando a tu madre a poner todo a punto para agasajar a todos los que entran, que no son pocos. 

Aunque saben que estás ahí, pasas completamente desapercibida, ni tu madre, tan siquiera, va a buscarte. De repente te encuentras sola, con tu dolor como única compañía de viaje.  De nuevo, esas risas enajenadas comienzan a retumbar por tu alrededor, son unas risas que te hielan la sangre, y son las causantes de que te encuentres aislada, protegida por el anonimato que te brinda aquellos faldones de los manteles que no dejan ver nada a través de ellos. Son varias, entre cinco y diez personas riéndose sin parar, hombres y mujeres. Poco a poco, estos faldones empiezan a estrecharse a tu alrededor, convirtiéndose en una prisión de seda, y tú en una víctima anodina en tu propia casa, donde nadie parece echarte de menos. Y ahí te encuentras, rodeada de esos manteles, que se pegan a tu cuerpo, gritas, te zarandeas, pero nadie te escucha, ni mira. Comprendes aterrada que no vas a recibir ayuda y todo lo que queda dentro de ti es ira. Ira por todo lo que te has perdido de vivir, y que sabes que deberías haber vivido. Todos esos años, desde que te independizaste, todas la ilusiones creadas en Maggie Smith, perdidas.

Un nuevo comienzo, tu despacho, acaban de terminar de pintar las letras del alter ego que has creado para evitar llamar la atención. El Doctor Ragostin. Al abrir la puerta puedes verle sentado, en su silla, esperando a que lleguen los primeros clientes. Como su secretaria, comienzas a recoger lo que ves que puede estar fuera de lugar. La primera impresión es siempre la más importante de todas. El doctor Ragostin apenas te presta atención, pues está leyendo un libro, mientras espera pacientemente, a que alguien llame a su puerta, y el primer cliente no se hace esperar. Una mujer rubia, bien parecida y bien vestida, se sienta frente al Doctor, llamando su atención con elegancia y finura.

Miras a la mujer de frente, esta te sonríe, a un lado, la señorita Smith está recogiendo el poco desorden que se podía haber organizado tras abrir la oficina al público. La señorita Smith es una persona dedicada, de confianza y capaz, a la que pedir consejo en los momentos de mayor necesidad. A ti, como Doctor, te costó confiar en ella en un principio, siempre habías pensado que no era el lugar adecuado para una mujer, pero ella había hecho todo lo posible para ganarse tu confianza, y así lo había hecho. Sonríes, satisfecho, y observas a la señorita que se ha sentado frente a ti. 

-El Doctor Ragostin, supongo. -Sonríe encendiéndose un cigarrillo. -Veo que tiene buen gusto para los libros. Al menos coincidimos en algunos gustos, ese libro me lo llevaría a la tumba, sinceramente. -Sonríe. -Pero perdóneme, no me he presentado. Soy la señorita Alice Meadows. -Tiende la mano para que se la estreches, con elegancia.

En el momento en el que tocas su mano todo desaparece, te encuentras a oscuras, te duele el pecho, como si te hubieran sacado algo que se te ha clavado muy profundo, directamente en el corazón. No es lo único que te duele, a cabeza te da vueltas, es como si alguien te hubiera golpeado con fuerza en ella. Y las manos... las manos te arden, tienes las uñas rotas, pican, como si tuvieras un hormigueo... pero no eres capaz de saber qué ha pasado. Al fondo una llamarada llama tu atención, casi sales corriendo del miedo que has sentido al ver la llama, el olor a ceniza es apabullante, y eso hace que casi empieces a perder la cabeza. Te sientes en peligro, y en la oscuridad, una presencia camina hacia ti, notas la vibración de sus pisadas, perfectamente acompasadas... y notas que va disminuyendo la distancia entre vosotros. Una mano fuerte te agarra del pelo y te levanta sin esfuerzo. 

-Muestra utilidad cuando baje la espada. -Dice con una voz que te hiela la sangre. -Los marcados no tenéis cabida en el mundo al que abriréis los ojos. -Vuelves a escuchar las sonrisas enajenadas. -No hay segundas oportunidades. Actúa, no dejes pasar el momento.

Despiertas, alterada por el sueño que acabas de tener, pero que por tora parte, no deja de ser algo familiar, como que ya lo tenías en la cabeza. Quizá la noche anterior, que estuviste tan mala y sedada, tuviste sueños que no recuerdas.

Cargando editor
09/10/2019, 02:11
Dr. William Whitney Gull

La charla se corta en cuanto alguien llama a la puerta de la habitación. Al girar la cabeza para observar a quien entra, os encontráis con el doctor Gull y una enfermera que le sigue. Al parecer han estado discutiendo en el pasillo sobre algo, puesto que es el doctor el que termina comentando que no es el momento de seguir hablando en ese momento. Gull pasea la mirada por la habitación, mirando a todos los presentes, con gesto serio, con una ceja levantada. 

-¿Ya han despertado todos? -Sus labios se curvan un instante, mostrando sorpresa exagerada. -Han dormido durante mucho tiempo. ¿Se encuentran bien? 

El hombre se acerca hacia la señorita Gallagher, esperando su respuesta. Parece revisarla desde su posición, mirándola a los ojos y comprobando que pueda tenerse en pie. No dice mucho mientras se encuentra examinando a la señorita, tampoco la enfermera que se ha acercado a comprobar al doctor Vane. 

-Muy bien, señorita Gallagher, parece que está todo correcto. -Sonríe satisfecho. -Si no ha sufrido mareos o vómitos... le firmaré el alta, y si no le importa, pase por recepción para entregar la circular y que se pongan en contacto con sus parientes, que han estado esta mañana aquí pero les mandé de vuelta a su casa con la firme promesa de contactarles cuando despertara. -Vuelve a mirarla a los ojos. -Y me gustaría seguir considerándome un hombre de palabra. -Sonríe y espera la respuesta de Constance para ir a ver al próximo paciente. 

Tras acercarse al señor Moore, el doctor le examina la herida del pecho. En un primer momento frunce el ceño y niega con la cabeza, pero no puede aguantarse y termina riéndose. 

-No se asuste, alguacil. -Comenta en tono jocoso. -Parece que saldrá de esta. -Levanta una ceja. -El doctor Vane hizo un muy buen trabajo limpiando su herida. -Vuelve a taparla con el mismo apósito. -Puedo afirmar que le debe la vida. Llegó muy coagulado al hospital, no hubiéramos podido limpiar a fondo la herida. No sin arriesgarnos a volver a abrirla, claro. -Tuerce la sonrisa, levantando la mirada hacia los ojos del agente de la metropolitana. -La enfermera le cambiará ahora el apósito, en una semana podrá volver al servicio activo pese a que le recomiende un mes de descanso. 

Con una sonrisa en el rostro, se gira en dirección al doctor Vane, endureciendo un poco su gesto. Camina hasta colocarse a su lado, tras haber sido preparado por la enfermera, que se dispone a cambiarle las vendas al señor Moore, con la misma sonrisa falsa dibujada en su rostro que traía desde que ha entrado por la puerta. Gull comienza a apartar las vendas para comprobar el estado de las piernas del señor Vane, y asiente complacido al hacer el examen. 

-Ha tenido mucha suerte, doctor. -Asiente con la cabeza. -Apenas dejará marca, y teniendo en cuenta la gravedad de las heridas de su amiga... puedo asegurarle que ha tenido una buena tropa de ángeles cuidando de usted. -Vuelve a tapar. -La enfermera le cambiará las vendas. Cuidaremos de las ampollas que han aparecido en las zonas quemadas y cuando mude la piel podrá marcharse sin problemas. Una semana también, a juzgar por la superficie quemada. -Se cruza de brazos. -Si tiene paciencia y dejamos que la herida cure por sí sola sin tocar las ampollas no le quedará cicatriz visible. Si se andurrea... -Dice en tono cercano. -Pues bueno, ya sabe usted lo que ocurrirá. 

Tras acabar de mirar al doctor Vane, Gull se gira para mirar a todos los presentes. 

-¿Tienen alguna duda, ruego, súplica o sugerencia?

Cargando editor
10/10/2019, 02:25
Mortimer Vane

Mortimer hizo un gesto leve con la cabeza, descartando la necesidad de las disculpas del agente. Tanto Maggie como él habían asumido el riesgo de colaborar con la policía por sí mismos y nada de lo sucedido había sido culpa de Moore. Aquel lugar y sus trampas eran, sencillamente, algo impensable por cualquiera. 

Estaba a punto de preguntarle a Constance por el motivo que la había llevado al hospital cuando la puerta se abrió y por ella entró el doctor Gull. La postura de Vane se envaró un tanto y no se perdió palabra de lo que le decía a sus compañeros, pero sus ojos se quedaron controlando lo que hacía la enfermera con sus piernas. 

Cuando llegó su turno alzó los ojos para enfrentar su mirada a la del otro doctor. Escuchó un diagnóstico que se podría haber dado a sí mismo y con su pregunta final, tomó la palabra. 

Nos gustaría saber cuál es el estado de la señorita Smith, si tiene a bien informarnos —señaló, incluyendo al agente en aquella cuestión—. ¿Está fuera de peligro? 

Cargando editor
11/10/2019, 12:02
Constance Gallagher

El doctor entró en la habitación cual vendaval y se acercó en primer lugar a Constance, quien pese haber esperado con cierta impaciencia su llegada, se vio ahora un tanto abrumada.

-Yo... ehm... -pestañeó sin acabar de responder. Estaba más pendiente de averiguar hasta dónde le levantaría la falda si comprobaba las pequeñas heridas de las piernas, que por otra parte, ya sentía curadas. -Estoy bien -permaneció en silencio mientras el doctor Gull la examinaba y tomaba una decisión-. Muchas gracias, doctor -agradeció sincera, con una sonrisa que se ensanchó aún más cuando dijo que se consideraba un hombre de palabra. ¡Al fin el alta! Podía volver a casa, pero eso también significaba afrontar una realidad que se había complicado de un modo peligroso. Había esperado el momento de retomar su rutina, pero ahora sentía que abandonaba un oasis, que a parte de una fuerte jaqueca, le había concedido un pequeño margen de tranquilidad.

Aguardó a que el médico atendiese a sus compañeros. El pobre señor Moore debió sentirse morir cuando vio su ceño fruncido y su negar de cabeza. Para colmo la enfermera que le cambiaría las vendas había discutido con el doctor. Esperaba que eso no la distrajese. Ya solo faltaría decirle que el agente quería un té para acabar de molestarla y el desastre estaría asegurado.

Pero afortunadamente aquella solo fue una de tantas bromas del señor Gull, que a pesar del estrés al que era sometido, conservaba intacto su sentido del humor. Constance se sintió aliviada. El agente estaba fuera de peligro y vivo gracias a Mortimer Vane, a quien ahora miró Constance.

De nuevo esa sensación de tirantez entre ambos doctores cuando el primero se centró en el segundo. Desconocía qué había pasado entre ellos, pero deseaba que pudiesen solucionarlo. Mortimer preguntó acerca del estado de la señorita Smith. Constance esperó respuesta, y después se interesó por el otro paciente, uno que los otros caballeros no conocían.

-Quisiera saber cómo se encuentra el mayordomo y si es posible verle brevemente -preguntó cauta, con la esperanza de que el hombre estuviese bien. Confiaba en el doctor y no insistiría si le decía que debía descansar, pero se quedaría mucho más tranquila si podía verle solo un segundo, aunque fuese des del pasillo.

Cargando editor
11/10/2019, 12:34
Dr. William Whitney Gull

Cuando es interrogado acerca del estado de salud de la señorita Smith, no puede ocultar una mueca de preocupación antes de volver a forzar una sonrisa que no tiene nada de confiada. Mira al doctor Vane y suspira, llevando las manos a su espalda y adquiriendo un porte más profesional, dentro de lo humanamente posible. El cansancio se adueña de sus facciones antes de articular palabra alguna.

-Es muy temprano para poder dar respuesta a esa pregunta, me temo. -Confirma, asintiendo con la cabeza. -En su caso, las llamas penetraron a las capas de piel más profundas, e incluso dañó el tejido muscular. -Cambia de objetivo y mira al señor Moore. -He hecho todo lo posible, y ahora depende de su propia evolución. -Se pone serio, guardando un segundo de silencio. -De momento es todo o que puedo llegar a decir.

Después de responder, es Constance la que toma la palabra, también preguntándole por otro paciente, aunque en el caso del mayordomo, él ya venía pensando que eso iba a poder ocurrir. Asiente con la cabeza mientras mira a Constance.

-Está un poco dolorido, pero sin peligro. -Sonríe ampliando la sonrisa forzada que se estaba acostumbrado a mostrar. -Puede ir a verle en su horario de visitas.-En el mostrador de recepción podrá informarse. De hecho, creo que las horas de vista han empezado ya.

Vuelve a sonreír, pero soltando sus manos de detrás de la espalda, y llevándolas al frente, dando una palmada. 

-¿Alguna pregunta más? -Os mira a todos, esperando que alguien se pronuncie, y si no lo hace, se despedirá y saldrá de la habitación.