Partida Rol por web

Suspiro ante el comentario de los españoles, al parecer no habia mucho tiempo de mentir o era ella lo que parecia no ser buena en eso. "Supongo que no y si el enano se calma, entonces trabajaremos mejor." le reprimio mientras miraba a los alrededores. "Yo diria que nos dividamos asi cubrimos mas terreno. El tipo estara por aqui y debemos matarlo antes que avise algo." comento a ambos ya como orden.

"Nos reuniremos aqui de nuevo en una hora, esperemos que alguno pueda reportar haberlo encontrado." comento a los demas.

- Hey, hey, que sólo intentaba bromear, no es necesario ponerse borde. - dijo Ron desde arriba de su caja poniendo los brazos por delante. - Coincido en que no debemos dejar que escape, pero si lo encuentran con otros lo mejor será avisar al resto, de otro modo habrá que encontrarle reemplazo a quien se haga el héroe.

Nina se lleva una mano a la frente y pone los ojos en blanco:

-Mira bruja, eres muy maja y todo eso, pero tu autoridad sobre mí acaba cuando bajamos de esas tablas...así que me vas a relajando el tono si quieres que todo vaya bien ¿si? Bien...vosotros haced lo que queráis, yo voy por ahí, nos vemos en una hora, como dice la gitana. -y sin importarle si la seguís o no, Nina escoge uno de los sucios callejones y comienza a caminar con paso ligero.

Ronald sabía que, independientemente de lo que sucediera, no podía llamar demasiado la atención sobre su persona a riesgo de que alguien le dijera a James que no había muerto. Sabía que era algo que el corsario descubriría tarde o temprano pero según él, mejor nunca que temprano.

Eso descartaba las preguntas en las tabernas, y dada su altura tampoco podía confiar en ver un par de zapatos finolis delante suyo en una multitud, por lo tanto decidió hacer lo que mejor se le daba, otear el horizonte desde las alturas. El pañuelo rojo, y ls herida del brazo serían unas excelentes pautas visuales, además de que el tipo querría atenderse la herida lo antes posible y había un par de lugares donde por unas monedas le tapaban a uno los agujeros. Si el tipo era español, eso descartaría la botica del inglés y la taberna del franchute, y por tanto decidió ir a buscarlo en las inmediaciones del burdel más cercano, la única nacionalidad que reconocía Bertha era la del oro.

El mejor lugar ára observar sería el mismísimo balcón dentro de la sala, pero allí había muchas distracciones y por tanto eligió la segunda mejor opción. Unas cajas apiladas en una esquina desde la que veía la puerta parecían un buen puesto de vigía, y fingiendo que se entretenía en tallar un trozo de madera con su cuchillo se puso a esperar mientras observaba.

Cuando Nina se fue y quedo solo con el enano lo miro sonriendo. "Le falta una buena cogida. Cuando acabemos esto se la das es una orden." comento medio en broma antes que se fuera.

Entonces la bruja comenzo su busqueda por el puerto. Le molestaria mucho si en su primera busqueda en su nuevo cargo se le escapara el maldito por lo que empezo a mirar los puestos de pescados y demas cosas que se vendian en es puesto. De paso miro a los marineros que aun no hubieran subido a sus barcos estando ahi descansando de la noche o cargando mercancia.

La descripcion del timonel habia sido vaga pero necesitaba buscar a un herido, uno posiblemente español por lo que buscaria con su oido el acento de ellos, uno que parte de su familia lo imitaba para quedar mas nobles de lo que en verdad eran.

A estas horas del día las calles estaban atestadas de marinos que entraban con sed en las tabernas y con ganas de follar en los burdeles...bueno a esta hora y a cualquiera en realidad, pero quizás la luz del sol que, en otros puertos animaría a un comportamiento más cívico, parecía si acaso alentar las ganas de hacer lo incorrecto en aquel lugar olvidado de la mano de Dios. Y eso precisamente hacía la gente, lo incorrecto y por eso es que Ronald logra una buena perspectiva de una hilera de hombres y mujeres que entrar en el burdel, y también que salen, pero no con el mismo flujo, parecía que el local de Bertha iba a reventar.

Sin embargo, ni rastro de un tipo herido y con pañoleta roja entrando al local, aunque oyes una conversación en español cuando afinas el oido...en el callejón detrás del burdel...

A estas horas del día las calles estaban atestadas de marinos que entraban con sed en las tabernas y con ganas de follar en los burdeles...bueno a esta hora y a cualquiera en realidad, pero quizás la luz del sol que, en otros puertos animaría a un comportamiento más cívico, parecía si acaso alentar las ganas de hacer lo incorrecto en aquel lugar olvidado de la mano de Dios.

Hay tal barullo de gente que te resulta harto difícil distinguir palabras e incluso acentos, todo el mundo parece borracho o enfadado, parece que cada uno habla de sus cosas, sobre el estado de la marea, sobre los disparos en el muelle, sobre el precio de la carne en salazón... te mueves por las calles durante largo rato y una o dos veces encuentras un acento español pero cuando te giras no hay herida o no hay pañoleta roja...o ninguna de las dos.

Las palabras en español lo llevaron hacia el callejón, bajar y acercarse fue sencillo, después de todo sólo le bastaba con utilizar a gente más alta que él para moverse hasta allí, y esconderse tras un barril, juego de enanos. Desde allí escuchó, atento a si el Dañino o la Capitana surgian en la conversación, asomándose brevemente para ver si el de la pañoleta roja, la herida, y los zapatos finolis era uno de los interlocutores.

No encuentras dificultad en escurrirte entre los bultos diseminados por ahí y, atravesándo un mar de hebillas de cinturón, consigues encontrar una posición privilegiada, por detrás del burdel, entre el hueco de debajo de una escalera exterior y con unas cajas de mercancía apiladas de mala manera, era un rincón lo bastante pequeño para que solo cupieras tu, nadie miraría en esa dirección buscando un adulto de talla normal.

Entonces empiezas a escuchar una conversación. Ninguno de los dos tipos era el que buscabas; uno tiene como buen aspecto, la espalda muy recta y las manos entrecruzadas a la espalda, una pose militar sin duda, barba bien recortada y gesto serio. El otro parecía un estibador, sucio, desgreñado y con pinta de tener poca suerte en la vida. 

-Si...vi al Rubio esta mañana comprando en el muelle y el viejo MacNollan dice que los vió anoche en la taberna... -dice el pobre diablo con un tono bajo y nervioso.

-¿Pero estaba la bruja? - contesta el que tiene pinta de soldado.

-Que sí ostia, es inconfundible, MacNollan dice que estuvo reuniendo tripulación, una panda de novatos...debe estar desesperada...hasta aceptó un enano.

-¿Un enano? Pardiez...la cofradía tomará cartas en el asunto y eso no nos interesa. ¿Dónde fue Ignacio?

-Filippo le dio un tiro esta mañana en el muelle, por poco lo descorcha al desgraciado, está en mi taller, en la trastienda.

-Cóselo y me lo mandas. Hay que hacerlo hoy. Adios.

Cuando la conversación parece acabar, oyes el tintineo inconfundible de un buen puñado de monedas cambiando de manos y cada uno de los tipos se va por un lado de la calle.

La actividad se encontraba floreciendo en el puerto a pesar que le habria gustado que la gente se encontrara dominada por la jaqueca o con el dolor en el pene por algo que le hizo una prostituta. No podia maldecir demasiado esa actividad aunque no le gustaba ya que no le ayudaba a buscar a ese famoso español que habia escapado del barco de ellos.

No faltaron la veces que casi sacaba el arma para disparar a alguien pero este resultaba no ser a quien buscaba. Escucha el tema de los disparos lo cual le interesa ya que el supuesto español escapo de estos. Incluso abre mas su oido con esto.

Pero si nada valioso saldria con esto empezaria buscar a sus contactos. Aun tenia algo de tiempo antes de volver al punto inicial.

Así que en efecto los españoles estaban tras la pista de la Capitana y el Dañino, y parecía ser que querían acabar con ellos hoy mismo. Tenía dos opciones, seguir al pijo hasta donde fuera que se escondía, o ir hasta el taller del grandullon hasta el tipo del pañuelo rojo... el cual ya había hablado y había dado detalles acerca de la tripulación. Sabía donde estaba el taller del rufián y silenciar al del pañuelo rojo no era lo más urgente ahora.

Miró al cielo y calculó que faltaba media hora para juntarse con las damas, quizá si mataba al pijo que daba las órdenes comprarían tiempo para poder salir del puerto, o incluso acabar con los enemigos antes de zarpar, lo que les permitiría llegar a la isla por sorpresa. En principio debía seguirlo y averiguar a donde se reunía con sus compatriotas, pero si veia la oportunidad de ponerle un par de plomos en la nuca la aprovecharía.

Esperó a que se retirase el nuevo talabartero de Tortuga y se preparó para seguir al militar español, se quedó con la imágen de su calzado por si se retiraba primero, no quería que el pelado lo viera seguir a quien acababa de pagarle generosamente.

Tras perseguir quimeras por las calles sin éxito decides probar suerte con los rufianes del puerto. Éstos se alegran de verte, comparten algunas bebidas contigo, chanzas y risas y mofas...hasta que preguntas por el tipo de la pañoleta y el tiroteo de la mañana en el muelle. Parecen reacios miran a todos lados, algunos incluso se alejan negando saber nada, pero otros, quizás los que más te temían, empiezan a hablar:

-Pregunta en Martinez*...vi al viejo García** abrir la puerta de atrás esta mañana tras los primeros disparos...- dice algo nervioso el tipo- Pero yo no te he dicho nada...esos españoles no se andan con bromas, tiene oídos en todo el maldito Caribe...el peletero no es un mal hombre pero tiene muchas deudas con Vázquez***... pero yo no te he dicho nada eh...- y si no tienes más preguntas los tipos que quedan se dispersan, parecen bastante nerviosos, tal vez no sea el momento de hacer más preguntas, pero puedes intentar insistir.****

Para evitar que el calvo se percate de tus movimientos, optas por esperar sabiamente unos instantes y entonces consigues salir sin que nadie repare en tí, aprovechandote del jolgorio de unos jornaleros que salían del burdel, instintivamente muchas miradas se dirigen hacia allí y puedes salir sin que te detecten. 

Tu objetivo, el tipo con pinta de militar no es muy difícil de encontrar pues allá por donde va dirias que la gente se aparta un poco para dejarle paso y camina tan derecho y con un porte tan trabajado que dirías que podrías distinguirlo entre mil hombres.

Sus pasos se alejan un poco de la zona portuaria más abarrotada y se interna en las dos o tres calles menos embrutecidas de Tortuga, las cuales daban paso la casa del Gobernador, situada en un punto alto de la ciudad. En estas calles más anchas y con menos inmundicia deja de haber bultos y callejones en los que esconderte, si no tienes cuidado podrías llamar más la atención, aunque tus vestimentas aún no te delatan como un bucanero, tal vez podrías salir airoso de un par de preguntas...siempre que no dieras con alguien que te reconociese.

Tan pronto como el tipo llegó a la parte alta de la Isla, Ronald supo que su oportunidad de matarlo había pasado, ahora sólo le quedaba seguirlo para saber a donde se metía, y en calles tan distinguidas la mejor forma de pasar desapercibido, era caminar como si perteneciera al lugar. Ya no podía esconderse, tan sólo caminar detrás del tipo manteniendo varias personas de distancia y rogar que el tipo considerase normal que alguien más fuera en su misma dirección.

Aunque tu idea ha sido buena, hay algo en tu aspecto que te delata, pronto te das cuenta de que alguna gente, comerciantes y mayoristas te empiezan a mirar extraño, apartándose de tu camino pero no por respeto ni por asco, sino tal vez con desconfianza. Empiezas a preguntarte si tanto se nota en olor a puta de puerto en la ropa y en el pelo cuando el hombre al que sigues gira en una esquina y lo pierdes de vista durante ese preciso momento.

Ronald maldijo por lo bajo, ahora dependían de interrogar al herido para encontrar a los Españoles y una rápida mirada al sol le dijo que tenía que volver ya si pretendía encontrarse con Nina y la gitana. Como quien no quiere la cosa se dió media vuelta y emprendió el regreso al muelle, tratando de ver si alguen lo seguía, y aplicando todos los trucos del oficio para perder a sus perseguidores si existían en su ruta de encuentro con sus compañeras.

El momento sin duda fue divertido con los suyos, aunque ya cuando estuvieran confiados empezo con el negocio. Eso no encano mucho a un par de ellos pero para su suerte quedaron unos cuantos que si se quedaron. Que la respetaban como debia ser.

Escucho lo que decia uno de ellos, pensando en cada nombre que decia y el lugar donde parecia estar. "No me haz dicho nada." dijo guiñando el ojo en una promesa de confidencialidad.

Maldijo a los españoles que con sus apellidos no podia terminar de distinguirlos, ya que bien podrian ser caribeños tambien. Por lo que intento preguntar de cada uno pero sus hombres parecian no estar del todo ansiosos por hablar. "Malditos, bueno ya nos encontraremos cuando vuelva y beberan conmigo un poco mas. Cuidense." dice ella resignada sabiendo que mejor no perder a sus contactos.

Vio el movimiento del sol calculando en su cabeza si habia pasado algo de tiempo.

No te resulta difícil calcular que ha pasado media hora desde que te separaste de Nina y de Ron; por otro lado, aunque el nombre de Vázquez no te dice nada en absoluto, si conoces bien el taller de cuero Martinez el cual, a la muerte del viejo, heredó este tipo, García, un pirata reformado que dicen que ahora lleva una vida honrada...aunque siempre lo dicen haciendo un gesto de comillas con los dedos. Hay quien piensa que un ex pirata que vende cuero y manufacturas a los españoles tiene más de rata que de hombre, otros dicen que el tipo bastante tiene con sobrevivir y que si le tienen cogido por los huevos que es natural que no quiera meterse en líos... 

El taller Martínez está tan solo a un par de calles de distancia, tal vez no te ocupara mucho tiempo ir y echar un vistazo.

Te das cuenta tempranamente de que no estas siendo tan sigiloso como era conveniente y decides que una retirada a tiempo vale más que...bueno vale más que cualquier cosa. Poniendo cara de borracho que se ha perdido rumbo a la siguiente taberna, consigues dar media vuelta y salir de la zona comercial de la ciudad, dirías que has resultado bastante convincente pues no detectas que nadie te siga.

Se dirigió sin dudarlo al punto de encuentro, debía informar a la primer oficial y a Nina acerca de lo que había visto y con suerte llegarían a interceptar al del pañuelo rojo, Ignacio, y averiguarían donde se escondían los españoles.