Partida Rol por web

Taller de relatos cortos

Relato D7 Neriah

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17/05/2013, 16:29
Neriah

Un futuro programado

El lunes del fin del mundo comenzó como cualquier lunes. Vale, cualquier lunes no habría empezado con una lluvia de ranas en Tokio, pero para el resto del mundo, empezó como cualquier otro día…

Aunque quizá me estoy adelantando a los hechos, a la mayoría de la gente no le interesa saber qué pasó durante el Apocalipsis, sino cómo no cargamos el planeta. A algunos, incluso, eso les importa poco o nada y sólo quieren saber por qué narices llovían batracios en la capital nipona. No os preocupéis, todos tendréis respuestas.

Si bien es cierto que el meollo de la cuestión comenzó el viernes, en realidad la causalidad venía de mucho antes, venía de tan atrás que fácilmente podríamos confundir causalidad con casualidad. Quince años antes, una mariposa volaba tranquilamente, sin preocuparse de los tifones que podría estar causando al otro lado del mundo, un simple insecto pululando por ahí, sin ser consciente de que, en parte, sería la culpable de que el mundo tocase a su fin.

Detrás de ella corría un niño pequeño y detrás del niño, como la “vigilante” madre estaba muy ocupada gritándole a su teléfono móvil, sólo corría era el viento. Y siguiendo al lepidóptero, el niño saltó a la carretera. Apaciguad vuestros miedos, que nada malo le pasó al pequeño. Peor suerte tuvo el conductor del Wolsvagen que venía por el mismo carril. Consiguió dar un volantazo a tiempo para no atropellarlo, pero al hacerlo, se llevó por delante una señal de stop y el buzón de correos que había detrás.

Y eso fue el principio del fin, no por el niño, ni por la mariposa, ni siquiera por el hombre que se quedó sin coche y sin costilla. No. Lo que inició el Apocalipsis fue la carta que nunca llegó a su destino.

En ella, el doctor Uberhaüfer, gran científico y mejor médium, detallaba los peligros de la investigación de la nueva vacuna en desarrollo de los laboratorios Shinkusuri, pero la carta se perdió, y el docto Alemán murió poco después de un infarto, así que nadie supo cuáles eran esos peligros.

Quince años después, el viernes antes del fin, los laboratorios Shinkusuri estallaban de emoción, después de tantos años de investigación, lo habían conseguido. ¡La vacuna contra el envejecimiento estaba terminada! Los últimos sujetos experimentales, llevaban dos años sin envejecer ni un poquito. Se preparó un simposio para el lunes siguiente, se llamó a los altos dignatarios y, cuando todos los preparativos estuvieron listos, se descorchó el champán, se calentaron botellas de sake y toda la compañía se unió a la celebración. Incluso el señor Takahito, presidente de la compañía, y japonés serio y trabajador, como sólo un japonés puede serlo; se permitió unirse a una de las congas de celebración, con una botella de sake, la corbata anudada en la cabeza y cantando Doraemon a voz en grito.

Era lunes y Dios escuchaba los Laudes cuando Uriel se le acercó con los informes matutinos. –Malas noticias. –Dios alzó una ceja metafísica y esperó a que el arcángel continuase. -¿Recuerda que en el 2000, contra todos nuestros consejos, usted pospuso el Apocalipsis, porque la tierra era un modelo antiguo, que seguía ronroneando como un bebé? –El Señor asintió. -¿Y que en el 2012, tras fallar la primera ITV, usted la arregló un poco y consiguió que siguiera aguantando, contra el pronóstico de los Mayas? –Un nuevo asentimiento. –Bien señor, ya no se puede posponer más, el fin del mundo es inminente. – ¿Qué quieres decir? –Digo que empieza en diez minutos. Los humanos han descubierto una nueva manera de eludir a la muerte, y bueno, ya sabe usted como es Muerte… Se lo ha tomado como un reto personal y ha decidido acabar con la vida antes de que la vida acabe con él, así que ha cogido el libro de los sellos y se ha liado a abrirlos sin consultar a nadie. Tenemos nueve minutos para organizarlo todo antes de que empiece el acabose.

Dios se levantó de un salto. -¡Rápido! ¡Que traigan las plagas! ¡Y el fuego! ¡Y el azufre! –El ángel carraspeó. –Verá señor, las plagas fueron enviadas al infierno tras la reforma cristiana. Y no tenemos fuego y azufre desde Sodoma. -¿Y entonces qué tenemos? –Bueno, acaban de llegarnos cuatro ranas de un laboratorio, están esperando el juicio de San Ped... -¡Que las traigan! ¡Y avisa a los jinetes! -Esto… -¿Tampoco tenemos jinetes? -Como ya dije, Muerte está empezando sin nosotros. -¿Y el resto? –Verá señor, Peste andaba deprimidillo desde la invención de la penicilina, pero cuando descubrieron la cura del SIDA, se volvió loco, dijo que lo dejaba, que no aguantaba más… -¿Y Hambre y Guerra? –El ángel titubeó. –Bueno, Hambre, ha dicho que la agencia de modelos va muy bien y no piensa dejarlo y Guerra no llegará a tiempo, viajaba a X-42 en la nave colonizadora. – ¡Maldita sea! ¡Bah! ¡Tráeme las ranas! ¡Y que venga mi hijo, que tiene que multiplicarlas!

Y así fue como llegó el fin, con Dios lanzando ranas bien apuntadas hacia Shinkusuri, Muerte trayendo la ídem allá donde pisaba, Hambre intentando salvar lo poco que quedaba de la pasarela de Milán y Peste pescando en las tranquilas aguas de Chernobyl.

Afortunadamente, en una galaxia muy, muy lejana, un grupo de humanos comandados por Guerra, preparaban la invasión del planeta x-42, pero eso es otra historia, y deberá ser contada en otro momento.

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24/05/2013, 17:40
Donbarbosa

FORMA (3)
Este es el séptimo relato que comento en el taller y me alegro de que por primera vez no tenga que hacer casi ninguna observación de tipo ortográfico, gramatical ni textual. Eso nos deja más espacio para lo que este comentario debería ser: una crítica estrictamente literaria. Solo dos pequeños apuntes:
1º: Los gentilicios se escriben con minúscula: docto alemán.
2º: En ocasiones abusas de la coma rompiendo el ritmo de lectura: Los últimos sujetos experimentales (,) llevaban dos años sin envejecer ni un poquito.
Lo primero que me inquieta en el relato es no saber quién me está hablando. Me explico: un narrador ajeno a la trama aporta una perspectiva neutral al narración, pero en ese caso lo que escucho es la voz coloquial de una niña pija relatándome el apocalipsis como si le estuviera contando a su mejor amiga su último desengaño sentimental. Puedo aceptar el pastiche, puedo aceptar a ese diosezuelo de chiste o de catequesis jesuítica, pero necesito poder figurarme al narrador que me está contando semejante frivolidad en un registro que oscila entre la vulgaridad (cargarnos) y la afectación (el meollo de la cuestión). Sin embargo, tu relato no da pistas en este sentido.
La secuencia del relato de los hechos habría gando en interés si hubieras empleado alguna técnica que evitara el presentarlos como una estricta sucesión causal, al uso periodístico. Del mismo modo que la imagen inicial de las ranas lloviendo sobre Tokio es muy plástica y sugerente, el relato pide en un parte central otra imagen impactante, quizás la de un coche destrozado, pero en todo caso una mayor concentración. Un cuento exige contar pocas cosas en profundidad más que muchas de corrido.
En cuanto al diálogo de dios con el ángel, creo que hubiera ganado en verosimilitud (y sobre todo en humor, que a fin de cuentas es de lo que se trata), si la parodia hubiera simulado la retorcida, posesiva y celosa voz del Jahvé vetotestamentario. Este que tú presentas me parece tan subordinado a una trama tan retorcida que sus interesantes contradicciones se diluyen en un tono más propio de un monólogo de El Club de la Comedia que en el de un relato paródico.
Creo poder achacar también a un defecto del estilo periodístico la sobreabundancia de paráfrasis. Decir “la capital nipona” para no repetir “Tokio” es, a mi juicio, un recurso tosco en literatura, una sustitución automática que ni es coherente con el registro oral (en el que sí que son frecuentes las repeticiones), ni con un registro literario que nos obligaría a encontrar una forma novedosa y sugerente de nombrarla. Lo mismo vale para “batracio” o “lepidóptero”, pues aunque las taxonomías de Linneo puedan ser de utilidad en la ciencia, la literatura exige la creación de ontologías particuares y la forma que tiene la imagicación de hacerlo es a través de la metáfora.
Para acabar, no se me ocurre una palabra menos literaria que “ídem”. Chirría a estilo burocrático.
En cuanto a sus virtudes, destacar que la estructura del relato es impecable, que consigues simular muy bien el registro oral con esas vacilaciones e impreciones del principio y que la adjetivación es, en ocasiones, bastante creativa. Me ha gustado especialmente ese oxímoron de la “ceja metafísica”, y también el contraste de imaginarme al serio señor Takahito “como sólo un japonés puede serlo” bailando esa desenfadada conga”.

CONTENIDO (2)
En este punto seré aun más crítico.
La psentación de la cadena causal que conduce al fin del mundo es falaz porque en ella confundes la causa con la ausencia de impedimentos para que la causa sea efectiva. Si se trata de una broma lógica, no me hace gracia, y si no, es un descuido considerable. Toda esta primera parte del relato me parece más bien una forma de introducir con calzador el motivo del efecto mariposa que no solo no añade nada sustancial al relato sino que obliga al lector a perderse por una trama secundaria que no le conduce a ninguna parte.
La idea de una “vacuna” contra el envejecimiento no es ya que sea inverosímil, sino anticientífica.  Mis escasos conocimientos sobre biología me bastan para saber que una vacuna consiste en la inoculación de bacterias debilitadas para que el sistema inmulógico se haga más resistente a ellas cuando la enfermedad sea real. Por eso me cuesta imaginarme un mundo en el que la vejez se deba a algún tipo de influencia bacteriana.
En cuanto a los excesos del señor Takahito, soy capaz de imaginármelo bailando una conga. La ocasión merece un festejo y una conga, en fin, es un baile ritual en el que uno bien puede alienarse en el fervor de la masa, pero la canción de Doraemon me ha descolocado. Me ha dado la impresión de que se trata más de una referencia superficial a la cultura popular japonesa que de una consecuencia de la lógica del relato.
El final es a mi juicio lo mejor del relato. Salvando alguna que otra vulgaridad, como la referencia a la inspección técnica de vehículos, la referencia a los roles que los cuatro jinetes juegan en el apocalipsis es ciertamente divertida. Creo que el humor es tanto más eficaz cuando tiene un matiz de crítica, y las historias de Hambre y Guerra lograr aunar ambas facetas.

COMENTARIO PERSONAL (2)
Poco me queda ya por analizar salvo quizás justificar por qué no me ha gustado, en general, el tono del relato. A mi moco de ver, la religión pertenece a ese ámbito de cosas que merecen ser tratadas en literatura o con alienada devoción, o con animadversión enconada. La sátira religiosa entiendo que debe tener una dosis de humor negro con el objetivo de mostrarnos la hilarante anomalía de conceder un reducto de irracionalidad y superstición dentro de un mundo organizado de forma científica. El relato consigue acercarse a este tono hacia el final, pero solo después de haber sorteado momentos de frivolidad propios de una gacetilla popular. En concreto, el pasaje en el que Dios habla con su ángel me ha recordado a una vieja tira cómica de el Jueves, que si bien entiendo que puede ser capaz de despertar una sonrisa al agnóstico capaz de sortear tales escatologías con una actitud naíf, no satisfacen, sin embargo, al que busca en la literatura cierta revelación intelectual.

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28/05/2013, 00:21
Neriah

Sólo un apunte: Mis conocimientos de biología son suficientes para saber que el envejecimiento se produce por el acortamiento de los telómeros de los cromosomas. Y que una vacuna clásica de Bacterias, sería altamente anticientífica, pero en ningún momento el relato pretendía ser realista ni rigurosamente científico. ^__^ (Lo siento, puedo aceptar que se me critíque el estilo literario, casi inexistente, pero no que se me critique por no ser suficientemente rigurosa científicamente, cuando no pretendo serlo ^___^)

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29/05/2013, 12:00
Donbarbosa

El problema de introducir a la ciencia en la literatura es que hay campos científicos tan razonablemente cerrados que deberían ser válidos en cualquier mundo imaginable. La ciencia ficción suele trabajar en campos todavía problemáticos y discutidos, como el de los viajes a la velocidad de luz, pero meterse en otros mejor consolidados y subvertirlos puede hacer que la ficción literaria se rompa por sus consecuencias incoherentes.

Yo entiendo que para que un relato no tenga pretensiones de rigor científico no debería meterse en tecnicismos, y "vacuna" me lo parece. Y aunque se trate de un tecnicismo que esté en boca de todos, no por ello deja de de referirse (creo) a un concepto riguroso.

Disculpa si el tono del comentario ha sido en ocasiones demasiado mordaz. Tan solo he tratado de ser sincero.