Partida Rol por web

Una vez escogido el orden en que llevar a cabo aquella rudimentaria entrevista, invitó al resto de las chicas a permanecer fuera.

—Toma asiento, relájate y ponte cómoda. —dijo afable y tranquilizador invitándola a tomar asiento en uno de los sofás— ¿Te apetece algo de beber o de comer? —preguntó antes de tomar asiento en el otro sofá en caso de no querer tomar nada.

Abrió aquella especie de agenda y, tras retirar la capucha de la pluma estilográfica, dedicó una cómplice y paternal mirada a la chica.

—Vamos allá. —afirmó antes de carraspear— Nombre, apellidos, edad, ciudad donde naciste, nombre de tus padres, oficios, escuela a la que ibas, amistades más cercanas... —enumeró con un ademán de mano.

Cuando le tocó el turno a Hallie de entrevistarse con el psicólogo, tomó asiento y rechazó con un gesto de la cabeza el ofrecimiento de bebida o comida. A fin de cuentas, ya había degustado la merienda de Marco y no estaba acostumbrada a comer tanto.

Respiró hondo varias veces, mentalizándose, hasta que empezó a responder al interrogatorio.

—Hallie Davis, tengo 19 años años— comenzó a decir —. Nací el 1 de noviembre de 2006 en Jamestown, Dakota del Norte. Mi madre se llama...  Ann Linsey Davis, o llamaba... lo cierto es que no sé si sigue viva— torció el gesto mientras arrugaba la frente, apenada —. No sé quién es mi padre, pues mi madre nunca me habló de él— hizo una pausa, pues quizá su hubiera sabido quién era su padre antes de fugarse, las cosas podrían haber sido diferentes. No sabía si era o no un buen hombre, si la habría ayudado. Negó con la cabeza, pues ya daba igual —. Tampoco sabría decir qué oficio tiene mi madre ahora, pero era limpiadora y cajera cuando me marché— a fin de cuentas, tuvo que pluriemplearse para poder mantener a su hija antes de conocer a Simons y al morir él, Hallie suponía que su madre habría tenido que afrontar todos los gastos sola.

—Escuela... estudié en la Jamestown School del Distrito 1. Allí conocí a Tina, Christine Abel, mi mejor amiga hasta que ambas tuvimos un accidente de tráfico y falleció. Eso fue... ¿en el 2022?— apretó los labios —Sí... 2022— de nuevo una pausa larga, intentando reprimir las ganas de echarse a llorar. Todo había cambiado desde aquel accidente. Todo. 

—Durante mi... "peregrinaje", conocí muchas personas, pero evité establecer lazos por su seguridad. Aunque... todo cambió cuando encontré la comunidad mutante— y más que amistades, pensó para sí, recordando la sonrisa ladeada de Deacon como un clavo enterrándose en su pecho —. Deacon Reed, el viejo Mike Oldsfields, la pequeña Nimeria... no pude evitar confiar y llegar a sentir un gran afecto por ellos— una gran tristeza nubló sus ojos verdes, aunque escuchó el bostezo de Eye y sonrió al verlo desperezarse —. Bueno, y "Eye", por supuesto. Mi más fiel amigo— el can ladró al escuchar su nombre y verla sonreír, moviendo su cola entusiasmado.

—Tómate tu tiempo, Hallie. —afirmó en un tono tranquilizador y paciente tras ver cómo la chica respiraba hondo varias veces antes de responder a las preguntas.

A medida que la joven respondía a las preguntas, Anthony hacía anotaciones en aquel libro de manera ágil y pausada, dedicándole miradas cálidas y asentimientos ante los relatos que Hallie le estaba contando.

Se detuvo unos instantes cuando mencionó lo de su padre, adquiriendo un gesto fugazmente pensativo— ¿Estarías interesada en saber quién es tu padre si desde aquí pudiésemos averiguarlo? —preguntó con interés.

—Tu madre, ahora mismo, subsiste gracias a una paga de viudedad y un contrato fijo como reponedora en un supermercado. —le informó mientras continuaba con las anotaciones.

Asintió varias veces en silencio pero sin quitarle la vista de encima a Hallie cuando esta mencionó lo del fallecimiento de su mejor amiga, subrayando algo en su libro.

—¿Una comunidad mutante? —repitió extrañado— ¿Dónde? ¿De cuántos miembros? ¿Y porqué esa tristeza? —preguntó pausado.

Cuando el can ladró al escuchar su nombre y Hallie sonrió, el psicólogo no pudo ocultar una tenue y paternal sonrisa, haciendo otra anotación más.

Hallie miró de soslayo al doctor cuando le preguntó si quería saber de su padre. Su faz reflejaba sorpresa y pesar a partes iguales, y también miedo. ¿También la vería él como un monstruo? 

Tardó en responder. Demasiados sentimientos encontrados, demasiadas dudas y temores. Hallie sintió los latidos de su propio corazón golpeando su caja toráxica. 

—Sí...— musitó finalmente —Pero temo cómo pueda reaccionar. Ni siquiera sé si sabe que existo...— la verdad sea dicha, su madre prácticamente había borrado hasta el último detalle de él. ¿Y si realmente sabía que tenía una hija? ¿Por qué no había exigido conocerla? ¿Por qué no la había buscado?

Saber que su madre seguía viva era un alivio a pesar de todo y de cómo habían terminado las cosas entre ambas. No le deseaba ningún mal y, durante años, pensó que Ann tenía razones para tenerle miedo y alejarla de ella. Aún lo pensaba, de hecho.

—La comunidad... estaba en el bosque de Huron-Manistee. Fue el lugar donde más tiempo pasé y, por eso mismo, tuve que irme— comenzó a decir ante las preguntas del psicólogo —. Mike Oldsfields era una especie de abuelo y líder para todos. Cuántos habría... no sabría decirlo, pero bastantes. Era casi un paraíso para los mutantes— una leve, muy sutil sonrisa curvó sus labios. Era casi imperceptible, pero Anthony pudo verlo fugazmente antes de que se desvaneciera —. Pero tras un par de meses, empecé a sospechar que algunos me habían reconocido por cómo me miraban o susurraban al pasar. Decidí que lo mejor era marcharme, y por una corazonada, me despedí de la persona más importante que he conocido en mi vida, aunque no sé si él entendió el mensaje— recordó la canción que le dedicó a Deacon aquella noche, cómo luego buscó sus labios y su calor. Una última noche en sus brazos —. Y... y...— Hallie apretó los labios, alzando sus ojos verdes al borde de las lágrimas hacia el techo, conteniéndose antes de sonreír con desdén —¡Odio haber tenido razón!— masculló entre dientes, negando con la cabeza mientras apretaba los puños sobre su regazo. Eye gimoteó y se alzó sobre sus patas traseras, apoyando las delanteras sobre las piernas de su dueña —Nimeria, una niña maravillosa, apareció en mi tienda con ojos llorosos diciéndome que tenía que marcharme ya... pues otra mutante me había delatado para "proteger a la comunidad". Recogí mis cosas y me fui a hurtadillas, pero... pero mientras me alejaba, oí la campana de alarma... demasiado tarde. Las autoridades llegaron al campamento y yo... yo no pude hacer nada para evitarlo— se cubrió el rostro con las manos y empezó a sollozar, murmurando "mi culpa... por mi culpa..."

Sonrió leve y con cierto orgullo ante la respuesta de la chica, asintiendo posteriormente un par de veces fugazmente.

—Bueno, por eso no te preocupes Hallie. —afirmó cuando la chica confesó su incertidumbre y miedo ante la reacción de su progenitor— Nos ocuparemos de todo. —dijo finalmente tras un par de anotaciones.

Le fue imposible ocultar una cómplice y empática sonrisa cuando vio aquella sutil sonrisa, no interrumpiendo a la joven.

—¿Podría saber la identidad de esa persona tan importante para ti? —preguntó justo antes de escribir varias líneas más.

—No fue tu culpa, Hallie. —dijo tajante en el mismo tono cálido y comprensivo que había usado en todo momento, cerrando el libro y utilizando uno de sus dedos como marcapáginas al tiempo que posaba, con cuidado, una mano en el hombro de la chica— El único culpable es el gobierno. Que en lugar de atar en corto a esa gente, le da vuelos para que hagan lo que se les antoje cuando se les antoje. Dándoles igual los tratados o derechos que quebranten. —justificó, buscando hacer sentir mejor a la chica.

—¿Qué pasó aquella noche, Hallie? ¿Me lo contarías? —preguntó con cautela cuando la muchacha se calmase del todo.

La joven apretó los labios y asintió, sintiendo un hormigueo de esperanza retorcer su vientre. Quizá si eran capaces de encontrar a su padre, también pudieran averiguar qué fue de él.

—Deacon Reed— dijo, suspirando —. Tengo una foto suya, pero la dejé con mis cosas en el dormitorio donde me cambié. Puedo traérsela más tarde— comentó, respirando hondo. Lo que no sabía Hallie era que el verdadero apellido de Deacon era Shaw —. Creo que fue la razón por la que me quedé tanto tiempo en la comunidad. Con Deac encontré lo más parecido a un hogar acogedor, incluso me sentía segura junto a él, a salvo... otra cosa era que él lo estuviera si yo permanecía a su lado— arrugó la frente, apenada.

Varias personas le habían dicho lo mismo: "no es culpa tuya". Pero, entonces, ¿por qué sentía que era la responsable de las miserias de todo aquel que mostraba por ella un poco de empatía o afecto? Se arrebujó en su asiento, como si cerrarse en sí misma la ayudara a paliar el frío de la soledad y la culpabilidad.

Llegó el momento de narrar la fatídica noche en la que todo cambió para Hallie y la chica se tomó su tiempo para intentar recordar cada doloroso detalle a la vez que contenía sus propias emociones. Al final, Anthony era psicólogo y mutante. Quizá podría ver más de ella de lo que nadie haya visto y ayudarla a aceptar que no todo lo que nos acontece podemos evitarlo o controlarlo.

Hallie recordó los gritos, estremeciéndose sin poder evitarlo. Luego el golpe y el sonido de las escaleras bajo sus pies cuando bajó corriendo a ver qué había pasado. El olor a alcohol de Simons, la visión de su madre malherida e inconsciente... cerró los ojos frunciendo el sueño y resopló largo y tendido para vaciar de aire sus pulmones... antes de alzar la vista hacia el psicólogo.

—Para... entender lo que pasó, debe saber que mi madre pasó por muchas relaciones antes de conocer a Simons, cada cual peor— comenzó —. Fue maltratada, insultada, vejada... y yo sólo podía abrazarla cuando la furia cesaba y el mal la dejaba brevemente en paz. Se suponía que Simons era el único hombre bueno que había conocido y yo pensaba que era el definitivo, el que la trataría como una reina y la haría feliz al fin tras tanto sufrimiento— su faz mostraba el pesar de la realidad —. Pero me equivoqué— musitó, tragando saliva —. Al tiempo de casarse, Simons cambió. Se volvió violento, bebía... y mi madre lo excusaba, y yo tenía que aceptarlo por petición de ella— suspiró —. Entonces perdí a Tina y me encerré en mí misma. Me volví menos tolerante con los abusos de Simons, mi carácter se agrió por la pérdida de mi mejor amiga y no ayudaba convivir bajo el mismo techo con un maltratador que hería y abusaba de mi madre— hizo una pausa algo larga —. Aquella noche, él había llegado borracho y encolerizado tras perder su trabajo, y la tomó con mi madre mientras yo estaba en mi habitación. Por mucho que me cubriera la cabeza con la almohada no dejaba de escuchar los gritos e insultos... apreté los dientes y los puños, impotente, suplicando que la dejara en paz— sus ojos se humedecieron de nuevo —. Y, de pronto, el sonido del cristal al romperse y... silencio— resopló —. Pensé lo peor y fui corriendo hasta el piso de abajo... sólo para ver... a mi... mi madre inconsciente con una herida en la cabeza junto a la mesa de cristal del salón, rota...

Hallie se puso en pie, bufando y llevándose las manos a la cabeza mientras paseaba para calmarse. Calma, Hallie... calma. No pierdas los estribos... calma, se decía respirando hondo varias veces y cerrando los ojos. Tenía que sacarlo fuera, pero a la vez la aterraba que su poder también lo hiciera. Anthony podía leer su batalla interna.

Entonces detuvo sus andares, de espaldas al doctor y habló todo lo calmada que pudo.

—Estaba petrificado cuando llegué al salón, con la sangre de mi madre en sus manos... y murmurando "¿Qué he hecho? ¡Dios mío, ¿qué he hecho?!"— Hallie miró a Anthony por encima del hombro, con los ojos vidriosos. El dolor de la joven era palpable —Creí que había matado a mi madre, a la mujer que lo sacrificó todo para que no me faltara nada, que incluso en su dolor siempre encontraba las palabras adecuadas para hacerme sentir que a su lado nada tenía que temer...— las lágrimas corrieron por sus mejillas —. Y me encaré con él— añadió conteniendo la rabia, recuerdo de la misma que sintió aquella noche —. Simons se puso a la defensiva y pagó su miedo y frustración conmigo, golpeándome... algo que hasta ahora jamás se había atrevido a hacer— la joven torció el gesto, negando lentamente con la cabeza —. Me golpeó tan fuerte que me tiró al suelo y me hizo esto con el anillo de casado— señaló la cicatriz de la ceja —. Luego todo está borroso, sólo recuerdo incorporarme y sentir el dolor, la ira quemándome por dentro... y los gritos de Simons— Hallie volvió a su asiento, tomándose su tiempo para intentar enfrentarse a sus propios recuerdos —. No sé muy bien cómo lo hice, pero era capaz de sentir cada fragmento de su esqueleto y, en aquel momento, era incapaz de controlarme o ser racional. Sólo quería que sufriera tanto como había sufrido mi madre— había arrepentimiento en la joven, uno alimentado durante años —. Creo que... inconscientemente, hice que Simons pagara por todos y cada uno de los hombres que la habían herido física y psicológicamente— arrugó la frente con pesar —. Primero fueron los huesos de su mano... la misma con la que me golpeó. Luego disloqué sus rodillas para hacerlo caer ante mí— susurró, estremeciéndose al recordarlo, sin deleitarse del sufrimiento de su padrastro, al contrario... parecía atormentada por ello mientras se miraba ambas manos, temblorosas —. R-recuerdo que le dije "Nunca más... la tocarán", y aún con todo, era incapaz de reconocerme a mí misma, menos aún cuando grité y vi cómo cada vértebra de su columna salía despedida como metralla— estaba asqueada, horrorizada incluso al revivir aquella escena —. Yo... nunca quise matar a nadie— musitó con voz entrecortada y ojos llorosos, mirando al doctor —¡No pude evitarlo! Yo... pensé que mi madre había muerto... perdí el control... no sé lo que me pasó... pero tengo miedo, miedo de que vuelva a suceder— Hallie se echó a llorar, aunque aún quedaba la peor parte de aquel relato: cómo la mujer que quería salvar y proteger, despreciaba a su propia hija.

Asintió lentamente cuando la muchacha le reveló el nombre de aquel chico, anotándolo junto al resto de apuntes mientras Hallie continuaba con su explicación.

—Daremos con él. —dijo bastante esperanzado tras alzar la vista de su agenda, dedicándole una cálida, comprensiva y cómplice sonrisa— Pero sí. Si quieres traerme una foto más tarde, nos será de gran ayuda. —añadió.

—No quiero que te crucifiques, Hallie. —afirmó tras sentir esa culpabilidad y tristeza en la joven— Hay gente buena y gente mala en todos sitios. Y nadie es responsable de los actos que cometen terceras personas. —explicó sosegado— Recueda: únicamente somos responsables de nuestros propios actos, ¿entendido? —preguntó con esa calidez paternal innata.

Se preparó para, seguramente, el capítulo más doloroso de la vida de aquella muchacha. Y es que, a pesar de todas las penurias y rechazos a los que sin duda alguna la joven tuvo que haber lidiado, seguía conservando una inmensa bondad, humildad y nobleza, careciendo del odio propio de esas vivencias. Algo que, siendo honestos, le emocionaba y esperanzaba, pues, otro futuro era posible con personas como ella.

Guardó silencio durante todo el relato de Hallie, haciendo continuas anotaciones en su agenda intentando perder de vista lo menos posible a la chica, a quien asentía de manera sutil de vez en cuando. Durante toda la explicación procuró mantenerse estoico, escapándosele alguna que otra tenue y casi imperceptible mueca de disgusto o disconformidad ante ciertas partes de la narración.

—Tómate el tiempo que necesites, Hallie. —dijo tras un suave carraspeo cuando la muchacha se puso en pie y bufó, sintiendo la titánica confluencia de emociones negativas que la chica estaba aflorando.

—Hallie... —afirmó en un tono comprensivo y casi paternal— lo primero que necesito que hagas es cerrar los ojos. Después, inspira, cuenta hasta cinco mentalmente y suelta el aire de manera lenta. —le pidió pausado— Repite la operación cinco veces. —añadió, haciendo una pausa hasta que la chica se relajase, escribiendo más cosas en su agenda mientras tanto.

—Sé que lo ocurrido no lo hiciste a drede y que aún menos disfrutaste con ello. —confesó con calidez— Y debes de saber que no eres, ni serás, la última persona que activa su gen mutante por una situación extrema de estrés, miedo e incluso excitación, dando como resultado... hechos como los que tú has vivido. —explicó con calma— Lo sucedido fue un accidente. —aclaró con convicción— Un desafortunado y fatídico accidente detonado por una conducta impropia por parte de tu padrastro. —añadió— Ojo, no estoy justificando la muerte del mismo. Faltaría más. Pero sí quiero, y necesito, que entiendas e interiorices que no tuviste responsabilidad de ningún tipo por lo sucedido dado que aquel, digamos estallido, ocurrió de manera involuntaria e incontrolada fruto de un estímulo negativo externo. —explicó con inercia— En cuanto a lo de tener miedo a que vuelva a suceder... —apuntó negando varias veces con la cabeza— La solución entonces radica en uno: —mencionó levantando un dedo— dejar el miedo a un lado. Y dos: —añadió levantando un segundo dedo— controlar tu poder. Ya que, controlando tu poder, evitarás que pueda ocurrir cualquier accidente indebido. —explicó, alargando la mano hacia una caja de clínex, cogiéndolos y ofreciéndoselos a la muchacha.

Un halo de esperanza iluminó los ojos verdes de la chica, incluso se atrevió a sonreír un poco mientras una calidez embargaba su pecho —Gracias... eso es más de lo que podría pedir— dijo con sinceridad.

Hablar de sus experiencias, de su "primera vez" con el gen mutante, le permitió sacarse una gran carga de encima. Además, el doctor se mostraba amable, ayudándola a relajarse y controlar sus emociones, aunque era complicado. Demasiados años estuvo aquel dolor enconado y ahora por fin lo sacaba a la luz.

—Controlarlo— murmuró, sorbiendo por la nariz y limpiándose las lágrimas con la manga de la sudadera —. Ojalá pueda, porque es demasiado peligroso y no quiero herir a nadie más— reconoció, consciente de la magnitud que podría alcanzar su "maldición" si no era capaz de controlarla —. Quizá el miedo es lo más difícil. Llevo demasiado tiempo huyendo, demasiado tiempo sola. Cada vez que me acerco a alguien no puedo evitar pensar si me delatará, me atacará o sufrirá por yo estar cerca. Sé que no es sano pensar así, pero es la experiencia que he tenido.

Agradeció los pañuelos y se limpió el rostro con uno de ellos antes de respirar profundamente varias veces, buscando tranquilizarse. Pero aún quedaba lo que para ella era lo peor de su relato, así que tragó saliva.

—Lo... peor, no fue lo que hice... s-sino ver a mi madre recuperar la consciencia y... y cuando corrí hacia ella, preocupada y llorando, vi miedo y desprecio en sus ojos— las lágrimas volvieron a brotar con fuerza mientras enrollaba el pañuelo entre sus manos y su voz se entrecortaba —. M-me llamó "monstruo"... me repudió y denunció... ¡mi propia madre!— sollozó —¡N-nunca quise esto! ¡Sólo quería protegerla... que fuera feliz, que no la hiriesen más!

Y de nuevo rompió a llorar desconsolada.

—Una mutación nunca es demasiado peligrosa, Hallie. —afirmó comprensivo— Es como decir que internet, un martillo, e incluso un arma, es algo peligroso. Y afirmar eso es un error. Ya que lo realmente peligroso es el uso que se le de. —aclaró con una tenue y cálida sonrisa.

—El miedo se puede combatir y vencer. Y si lo necesitas puedes venir a mi despacho en cualquier momento a hablar de cualquier inquietud o duda que te surja. —explicó mientras gesticulaba con sendas manos— A partir de hoy se acabó huir. Se acabó estar sola. Aquí estarás segura. —afirmó remarcando las tres últimas palabras— Ningún organismo militar, paramilitar, gubernamental o armado tienen el valor, o la inconsciencia, de adentrarse en la propiedad de la Academia sin ningún tipo de permiso. —le informó con bastante seguridad y convicción, llegando incluso a esbozar una tenue y fugaz sonrisa.

No era el primer relato, y tenía claro que tampoco sería el último, en el que escuchaba cómo su paciente hablaba del descorazonador sentimiento de rechazo por parte de su progenitor, o progenitores, en respuesta al despertar del gen mutante. Y aún así, pese a todas las veces que previamente se había enfrentado a ello, seguía formándosele un enorme y ácido nudo en el estómago por la increíble crueldad que podía albergar el ser humano.

—Lo que te ocurrió, ese rechazo y esa... actitud de tu madre hacia ti, es, lamentablemente, un hecho demasiado común en estos casos. —dijo con cierta tristeza— Las personas se vuelven demasiado, ¿cómo decirlo?, irracionales ante cosas que escapan a su comprensión. —aclaró— Todavía con más motivo en el caso de tu madre. Quien, imagino, estaría "cegada" por tu padrastro y su continuo maltrato. —explicó posando una mano sobre la de la chica, en señal de cercanía.

Sin duda hablar con el psicólogo le había sentado bien, al margen de que tras relatar el rechazo de su madre la dejara un rato llorando, pero necesitaba sacarlo fuera y suponía que Anthony lo entendería.

Finalmente empezó a calmarse, aunque tuvo que tomar un par de pañuelos más. 

—D-doctor, con... todas las prisas, se me olvidó darle esto a la profesora, pues no creo que yo lo necesite más. Ven Eye— dijo, abriendo la mochila del perrito —. No se asuste, por favor, le garantizo que sólo la tenía por si algún animal salvaje me asaltaba cuando acampaba en zonas peligrosas, y más bien como disuasión. Jamás la he usado contra nadie — sacó de un bolsillo el cargador y del otro la pistola, y los dejó sobre la mesa sin hacer movimientos bruscos, apartándose luego y sentándose —. Con gusto la habría cambiado por una guitarra, pero no tuve la oportunidad— comentó, intentando suavizar la tensión.

—Anthony, Hallie. —le recordó afable y cercano cuando le llamó doctor— Piensa en mí como un amigo y confidente que siempre estará encantado de escucharte y aconsejarte. —añadió con una cálida aunque tenue sonrisa.

—¿Hm? —emitió momentos antes de que la chica sacase el arma. Se mostró tranquilo y confiado en todo momento, asintiendo lentamente ante las palabras de la joven mientras esta dejaba el arma y el cargador sobre la mesa.

—Puedes estar más que tranquila, Hallie. Sé de sobra que no la usarías contra nadie. —afirmó confiado y hasta casi dirías que en un tono de orgullo paternal.

—Así que una guitarra, ¿eh? —comentó con interés esbozando una perfilada sonrisa— Quizá podamos hacer algo respecto a eso. —afirmó con una cómplice sonrisa— ¡Pero no prometo nada, ¿eh?! —aclaró alzando ambas manos a modo de inocencia.

Una vez se hubo relajado el ambiente, decidió adelantarle lo que iba a ocurrir después de aquellas entrevistas.

—Yo... te voy a ser sincero, Hallie. Porque igual que pido que mis pacientes sean sinceros conmigo, también me gusta serlo con ellos. —explicó— Lo primero que quiero pedirte es que conserves la calma con lo que voy a contarte ahora. —le pidió haciendo una pausa hasta que la chica le corroborase que lo había entendido.

—Cuando termine con estas entrevistas tendré que informar a las autoridades que estás aquí, en la Academia. —dijo de manera pausada— Pero que eso no te quite el sueño ni te preocupe lo más mínimo. —añadió rápidamente en un tono tranquilizador— Porque no —remarcó la negación— dejaremos que vengan y mucho menos consentiremos que te saquen de aquí. —aclaró con convicción— Verás, al haberse producido un homicidio involuntario tenemos que asignarte un abogado que actuará como tu representante ante cualquier proceso judicial, evitando exponerte a tus perseguidores. —explicó.

Un brillo de ilusión iluminó el rostro de la joven al entender que tal vez podrían conseguirle una guitarra. De hecho sonrió mientras terminaba de secarse las lágrimas.

No obstante, la atmósfera se cargó cuando el doctor dijo que quería que se calmara ante o que tenía que decirle... y no era para menos. Para alguien que había estado huyendo y sobreviviendo por su cuenta malamente, que informaran a sus perseguidores de dónde se encontraba la atemorizaba. De hecho, no pudo evitar mirar hacia la ventana como si buscara una vía de escape, sin importar que el psicólogo le garantizara que no permitirían que se la llevara.

—Yo... no sé...— apenas podía razonar, su instinto de superviviente tirando con fuerza de ella, pero se obligó a controlarse un poco, removiéndose en la silla —Un abogado, entiendo...— realmente se sentía insegura —¿y si me declaran culpable? Huir es un agravante, ¿no?

Observó con preocupación el repentino y exponencial miedo que crecía en la joven, llegando incluso a dejar tanto la pluma como la agenda a un lado del sofá y alzar las manos en señal de sosiego.

—Te doy mi palabra que nadie. NADIE. —repitió pausadamente— Pondrá un solo pie en la propiedad con la intención de llevarte o entrevistarte. —afirmó con convicción y calidez en un intento de tranquilizar a la chica— Aquí estás a salvo. —añadió con calidez paternal.

—Es imposible que te declaren culpable, Hallie. —dijo con bastante seguridad mientras le dedicaba una tenue sonrisa— Nuestro abogado, mutante también, tiene la capacidad de proyectar sucesos pasados. Por lo que no solo demostrará tu inocencia, sino también las vejaciones y peligros por los que tuviste que pasar. —explicó— A día de hoy no hemos perdido ni un solo juicio que tenga que ver sobre muertes involuntarias por el despertar del gen mutante. Y estoy segurísimo que tu caso no será distinto. —afirmó convencido de ello.

—Huir de la justicia es un agravante, sí. Pero si se demuestra que la huida fue para salvaguardar tu integridad es otra historia. —aclaró— Mira, Hallie. La Academia tiene como fin integrar a los mutantes en la sociedad humana. De ahí que tengamos que informar a las autoridades. Nosotros nos ocupamos de instruir a los alumnos, tanto en el control y uso de sus aptitudes especiales como en la adquisición de conocimientos culturales. Una vez finalizado ese proceso de enseñanza se os proporciona una nueva vida en cualquier destino que elijáis. —explicó— Por descontado, contamos con los medios necesarios para garantizar la integridad de esos mutantes en su nueva vida. Porque somos conscientes que, pese a nuestros esfuerzos, siempre hay individuos que buscarán atentar contra esa integración. —aclaró. 

Hallie miró al psicólogo con súplica, sus ojos verdes reflejando el miedo que sentía. Su respiración también estaba ligeramente agitada y sus pupilas dilatadas.

—A... a s-salvo...— repitió, intentando autoconvencerse de ello y bajando la mirada —Aquí estamos a salvo, estamos... a salvo— se dijo a sí misma aunque Anthony pudo escucharla.

Cerró los ojos y respiró profundamente, tal y como él le había indicado anteriormente y repitiéndose aquellas palabras en su cabeza para interiorizarlas. Al cabo de un buen rato volvió a mirar al doctor.

—Está bien... hagan lo que tengan que hacer, Anthony— dijo finalmente, aunque seguía demasiado preocupada.

—Tienes mi palabra que será así, Hallie. —repitió en un tono cálido y cercano, buscando la mirada de la joven con la suya en un intento de transmitirle seguridad cuando vio cómo se lo repetía ella misma.

Tras las últimas palabras de Hallie asintió, dedicándole una comprensiva, paternal y tenue sonrisa antes de cerrar la agenda donde había recogido todas las anotaciones de la sesión.

—Hablaré con el equipo informático de la Academia para ver qué pueden averiguar sobre tu padre y sobre tu chico. —le recordó, intentando cambiarle de tema— No olvides traerme una foto a lo largo del día, ¿eh? —le pidió amable cabeceando hacia la salida— Puedes volver a tus quehaceres, Hallie. Bienvenida a la Academia. —dijo finalmente tras una efímera pausa.

Tu chico.

Hallie no puedo evitar pensar en Deacon, sintiendo mariposas en el estómago al recordar cómo la miraba, cómo su sonrisa era capaz de apartar todos sus miedos. Respiró hondo y asintió con la cabeza antes de levantarse.

—Necesito la llave que le dio la profesora, ya que en esa habitación tengo la foto. Sólo será un momento— dijo, extendiendo la mano.

Poco después Hallie salió de la consulta y le comentó a Débora que tenía que recoger una cosa del cuarto de Marco para dársela al psicólogo. Eye la acompañaba de cerca, por supuesto. 

Una vez sacó el diario donde tenía la foto, Hallie observó el rostro de Deacon —Nunca antes he tenido tanta fe como ahora, Deac... ojalá, ojalá pueda volver a verte sonreír— dijo en voz baja, antes de cerrar la mochila, salir de la habitación y regresar al despacho de Anthony para entregarle la fotografía.

—Oh, por supuesto. —dijo levantándose del sofá. Se dirigió a su escritorio, sacó la llave de uno de sus cajones y se la entregó a la chica— Puedes quedártela. Es tuya. —afirmó con una tenue sonrisa.

Cuando salió de la consulta, Hallie no vio a Débora por la zona. Pero como tenía tanto la llave como el permiso del psicólogo, tampoco era algo necesario dar con ella.

***

Cogió la foto cuando la chica se la entregó, observándola con curiosidad unos instantes— Vaya. Es muy guapete, ¿eh? Tienes buen gusto, si me permites la opinión. —dijo afable.

Tras recoger la foto de Deacon, la chica regresó al despacho de Anthony. Sonrió con timidez ante la observación de él. En realidad fue su sonrisa, pensó para sí —Gracias— dijo, bajando la mirada y dirigiéndose a la salida tras despedirse del psicólogo con un cabeceo de cabeza.

Fuera en el pasillo, buscó a Débora con la mirada. No se atrevía a moverse de allí sin que la profesora lo supiera, así que se apoyó en una de las paredes y se dejó caer hasta sentarse en el suelo para esperarla.

Eye se acercó y Hallie lo acarició sin poder evitar sonreír con dulzura —Tú también lo echas de menos, ¿verdad?— preguntó, aún sabiendo que no debía hacerse ilusiones.

Se despidió de la joven con un suave cabeceo, restándole importancia al agradecimiento de esta.

Después que Hallie cerrase la puerta de la consulta, se sentó en su cómoda y acolchada silla, abrió el portátil y se dispuso a escribir un mail a Marissa.

Buenos días, Marissa.

Soy yo de nuevo. Tengo otro asunto, no tan urgente como el anterior, pero sí con bastante prioridad.

Te adjunto la foto de un mutante. Intenta conseguir toda la información posible sobre él.

Muchísimas gracias.
Un cordial y cálido saludo.

Anthony Clayton
Psicólogo y orientador de la Academia Charles Xavier