El comando de intervención se había desplegado en el bosque de Huron-Manistee, buscando a la fugitiva. Se movían con precauciones inusitadas, el informe pre-misión describía a la sujeto, Hallie Davis, como asesina de civiles, sanguinaria y extremadamente peligrosa, y las órdenes recibidas eran claras: protocolos de actuación de nivel 4, y eliminar con máximo perjuicio.
Marco vigilaba atento desde su posición de tiro privilegiada en lo alto de la atalaya forestal, cubriendo el movimiento de sus compañeros. Incómodo por sus sensaciones, o mas bien la carencia de estas. No era la primera vez que se enfrentaban a un mutante de clase 4 o superior, pero era la primera vez que una sujeto calificada como asesina sanguinaria no disparaba el instinto de alarma de Marco.
Ninguno de sus compañeros tenían la sombra de la muerte encima. El mayor riesgo potencial que veía, era tropezar con una raíz. Era ridículo. ¿Dónde demonios se metía? Tampoco era normal lo escurridiza que era.
Hubo un cambio sutil. De repente, el que estaba en peligro potencial era él. ¡Oh, estaba muy cerca! Si echaba a correr en alguna dirección, la encontraría en un par de minutos. Eso era algo. Significaba que no estaba entre sus compañeros y él, sino justo al otro lado. De nuevo se asombró por lo puñeteramente escurridiza que era. No había tiempo para esperar a reposicionar toda la escuadra, se giró y buscó con su mira.
Eso ya fue mucho mas difícil. Maldito bosque, demasiados lugares para esconderse. Su posición no era nada ventajosa para cubrir el terreno a su espalda. Tendría que bajar y acercarse.
Y eso hizo. Guardó el rifle, empuñó su pistola MK23, y se lanzó a la espesura, siguiendo el sutil rastro de su propia muerte potencial... una muerte horrible, espantosa, dolorosa, cruel. Su expresión se endureció, pensando en el informe de víctimas, y murmuró para sí- Has asesinado a tu ultimo civil, Hallie Davis.
Había abandonado su hogar, su pasado, sus sueños... e incluso su futuro. Perseguida como un perro por toda la policía del Estado de Dakota del Norte, acusada de un brutal y cruento asesinato que se cobró la vida de su padrastro. Su propia madre la había llamado monstruo y denunciado a las autoridades, obligándola a huir, dejando atrás todo lo que era, todo lo que algún día anhelaba ser, pues ahora era considerada públicamente una mutante asesina y altamente peligrosa.
Durante meses deambuló por las zonas menos pobladas y los bosques de Minnesota, evitando permanecer más de tres o cinco días en un mismo lugar, temiendo que la reconocieran y, lo que era peor... que le hicieran daño a aquellos que mostraron un mínimo de solidaridad con ella.
Aprendió a sobrevivir, hurtando para comer o buscarse ropa de abrigo, cruzándose con algunos mutantes que preferían mantenerse al margen de la sociedad para no ser juzgados por ser diferentes, o porque la humanidad les había dado la espalda. Algunos de ellos eran preparacionistas, otros simplemente buenas personas que se apiadaron de la chica flacucha de ojos tristes, enseñándole algunas cosas que la ayudarían en su errante huida u ofreciéndole comida y una ducha caliente. Sea como sea, Hallie siempre terminaba alejándose, desapareciendo como una sombra en la oscuridad o antes del amanecer. Para protegerse, para protegerlos a todos.
Su deambular la llevó de Minnesota a Wisconsin, y de allí intentó cruzar el bosque de Huron-Manistee en pleno invierno, siguiendo los rumores de una supuesta utopía para mutantes como ella. Estaba cansada de huir, de esconderse... de evitar sentir afecto por nadie por temor a hacerle daño o que se lo hicieran sus perseguidores. Sobrevivir no es vivir, y Hallie quería vivir.
Pero las autoridades no se habían olvidado de ella, y menos cuando su poder se había vuelto a desatar sin control en un par de ocasiones donde su vida -o su virtud- peligraba, hiriendo o incluso matando a sus agresores sin poder hacer nada para evitarlo, pues ella sólo quería escapar.
Lo que no se esperaba era que se adentraran tanto en las zonas boscosas, y en pleno invierno, para encontrarla. Por suerte localizó al comando que la rastreaba, en parte gracias a su capacidad de detectar los huesos aunque no pudiera confiarse en ello del todo. Hallie se desvió de su rumbo para intentar eludirlos, metiéndose un puñado de nieve en la boca para que su aliento, debido al frío, no delatara su posición mientras se desplazaba con un perfil bajo y pisando con cautela para minimizar su rastro.
Creyendo que había logrado evitar a la escuadra, Hallie se tomó un respiro, buscando su brújula para orientarse. No sabía cuántos habría al acecho, pero no podía desviarse demasiado de su camino ahora que estaba tan cerca de su meta.
Seguir a la fugitiva estaba demostrando ser un auténtico fastidio, y aun más: un jodido disparate. No solo estaba saltándose los protocolos de actuación acercándose a una mutante tan peligrosa, sino que no parecía servir de mucho: no daba con ella. Todo el maldito bosque estaba lleno de nieve, ¿dónde estaban sus huellas?
Seguir un rastro de muerte es una porquería de forma de rastrear a nadie. No sabes distancia, no sabes dirección. Tenia que volver una y otra vez sobre sus propias huellas cuando perdía el potencial de muerte sobre sí mismo. Empezaba a temer que se les escaparía... y eso no habia sucedido nunca, en ciento ochenta y siete operaciones. Había vidas en juego, se decía Marco, no puedo fallar.
Y entonces vio un rastro. No era una huella en la nieve, sino un trocito de corteza rasguñada en una rama que sobresalía de la nieve. Se quedó asombrado. Hija de puta escurridiza, estaba aprovechando cada pedacito del bosque que asomase entre la nieve para moverse. Con la mayor parte de la nieve atrapada en las ramas altas, había muchas piedras, raíces y ramas caídas despejadas sobre las que ir a saltitos. Pero una vez localizado el rastro, era fácil seguirlo. Cien metros, se dijo. No más.
Aceleró el paso, con el mayor sigilo posible, tras su presa. A la mierda los protocolos de actuación de nivel 4, esto iba a ser cercano y personal. E iba a suceder de un momento a otro. Quito el seguro de su MK23. Una bala al corazón, una bala en la cabeza. Se iba a ir al otro mundo de una forma mucho más compasiva que la de sus víctimas, se dijo Marco torvamente. Da gracias, perra.
Al fin, la vio fugazmente. Cincuenta metros. Justo mientras desaparecía tras un profundo talud forestal, fuera de la vista. De nuevo, usando cada truco del libro para moverse sin ser vista. Pero esta vez, Marco la había visto. Solo podía salir por el otro lado, y aquí Marco se le podía adelantar.
- Se acabó la caza, ya te tengo. -Pensó para sus adentros. Aceleró el paso, sin correr, muy silencioso en dirección al final del talud, dispuesto a cortarle el paso. A saltar a dos metros de ella y meterle dos tiros a bocajarro.
Tras orientarse, la chica guardó su brújula y continuó desplazándose sin prisa pero sin pausa, dando un rodeo y volviendo a tomar un poco de nieve cada vez que vislumbraba el vaho de su propio aliento, pisando antes en la foresta que en la nieve. Su abrigo desgastado, manchado y salpicado de los copos que caían, le otorgaba un camuflaje casi perfecto. Debía librarse de sus perseguidores, pues sabía qué podía suceder si la acorralaban y quería evitarlo a toda costa.
Para cuando la presa percibió al cazador, fue demasiado tarde. Era lo malo de su poder, que no podía usarlo a voluntad, si no, probablemente habría detectado a Marco antes de que él lograra emboscarla. Por desgracia para ella, no fue así...
Lo primero que pudo ver el cazador, fueron los ojos jade de la chica y el miedo aflorando en ellos. Hallie alzó las manos en un intento de no resultar una amenaza, y retrocedió lentamente. Desafortunadamente tropezó con una rama que sobresalía hasta caer con su trasero sobre la nieve y, debido al movimiento brusco, su capucha cayó hacia atrás, descubriendo el rostro de la muchacha... tendría diecisiete o dieciocho años, nada más.
-No... por favor...- suplicó, con los ojos desorbitados -Yo no quería...- tragó en seco -N-no elegí esto...
El estado de la chica era deplorable, rozando la desnutrición, con una marcada cicatriz en la ceja, además de la suciedad que ocultaba sus pecas y algunos pequeños arañazos.
La pistola del cazador solo apuntó a Hallie unos segundos, pero éstos pueden durar una eternidad de terror mientras esperas una bala que termine con tu vida. Hallie esperó tanto tiempo que pudo darse cuenta de que la bala no salía.
El cazador, cubierto por un poncho de camuflaje, con máscara y visor, era indistinguible de tantos otros que hubiera esquivado Hallie, salvo por dos distintivas diferencias: su pintura de camuflaje se parecía sospechosamente a una pintura de guerra india, y estaba levantando el arma apuntando al cielo y no a ella. Había retirado el cañón de su arma, mordiéndose la labios.
- Control, confirme. -Su voz sonaba claramente, mientras se llevaba la mano libre al oído- Solo es una niña.
Marco se estaba cagando por dentro en muchas putas madres. La sanguinaria asesina resultaba ser una adolescente asustada. Y su instinto de muerte hablaba claramente: potencial letal tremendo, pero intención letal cero. Algo no encajaba, no encajaba en absoluto.
Debió recibir una respuesta, porque volvió a hablar, con voz indignada- No voy a disparar a una niña, ¿estás loco? - y volvió a escuchar. Y un momento después gritaba por su pinganillo- ¡Que te jodan, cabrón! ¡Que te jodan! - y se quitó violentamente el auricular del oído.
Miró de nuevo a Hallie, bajando su arma.- Huye, chica. Hoy no te atrapará nadie.
El rostro de la chica se contrajo, de impotencia, de dolor y miedo, cerrando los ojos con fuerza mientras apretaba los dientes, esperando el disparo. Quizá era mejor así, quizá así acabaría su miseria.
-H-hazlo... p-ero, pero...- alzó sus ojos verdes, humedecidos por las lágrimas -No falles, p-por favor- suplicó, temiendo que si la dejaba viva su poder se desatase involuntariamente, y volvió a cerrar los ojos con fuerza, aguardando un tiro que nunca llegó.
Hallie arrugó el ceño, alzando lentamente la vista hacia el cazador, con temor y duda, pero el arma ya no la apuntaba a ella, sino al cielo. La chica no entendía nada, pero aún así evitó hacer movimientos bruscos. Su corazón amenazaba con atravesar la jaula de huesos que lo protegía, debido a los fuertes latidos.
La chica permanecía en un estado de perplejidad, escuchando cómo el cazador hablaba con alguien por el auricular. Tragó saliva, sus senos nasales dilatados por la agitada respiración que se perdía en pequeñas nubes de vaho. Eso sí, se sobresaltó, arrastrándose un poco hacia atrás, al oírlo gritar. Y entonces... para sorpresa de la muchacha, la dejó marchar.
Hallie dudó, confundida. Miró hacia la foresta de soslayo y luego al individuo que tenía frente a ella. ¿La dejaba marcharse? ¿Por qué? No obstante, no esperó a que cambiara de idea y se incorporó rápidamente dispuesta a huir una vez más. Pero antes de irse, se giró para mirar al cazador que se había apiadado de ella a pesar de lo que había hecho.
-Gracias- musitó, mirándolo a los ojos unos instantes, antes ponerse la capucha y echar a correr para alejarse todo lo posible de aquel lugar.
¡Pero qué hijos de puta! ¡Lo sabían, lo sabían desde el principio! ¡Y les importaba una puta mierda! En su mente furiosa hervían como magma las palabras cambiadas con su superior.
- Control, confirme. Solo es una niña.
A través de su microcámara, llegó la imagen de Hallie a su superior, quien respondió con frialdad.- PanOp 9, confirmación de objetivo. Elimínela.
- No voy a disparar a una niña, ¿estás loco? -Marco no se podía creer lo que estaba oyendo.
- Tiene sus órdenes, PanOp 9. Cumpla con su deber. -Fue la autoritaria respuesta de su superior, con tintes de amenaza.
¿Su deber? ¿Su puto deber? Sabía muy bien cual era su deber, y no era ese. Cuando juró sobre una biblia y delante de la bandera de su país, Marco había jurado cumplir con su deber, desde luego: proteger los Estados Unidos y a sus ciudadanos. Y eso pensaba hacer.- ¡Que te jodan, cabrón! ¡Que te jodan!- Y así había roto comunicación con sus superiores.
En esos momento, sin duda, daban órdenes al resto de la escuadra para que se dirigieran pendiente arriba, a matar como a perros a la fugitiva y al indio traidor. Oh si, seguro que la palabra "Traidor" ya estaba resonando por la radio. Y una puta mierda traidor. Si alguien había sido traicionado, era Marco. Y había hecho falta estar a punto de asesinar a una chiquilla para darse cuenta.
Marco se echó a un lado para dejar pasar a la chica, indicando con un gesto de la mano pendiente arriba. Gruñó casi inaudiblemente cuando Hallie le dio las gracias.- No se merecen. -Era bastante más que una simple respuesta cortés, era una convicción personal. Si alguien tenía que estar agradecido hoy, era Marco. Sólo estaba devolviendo el favor.
Se giró pendiente abajo, sin mirar atrás, y habló por última vez a la fugitiva sin girarse.- Huye pendiente arriba, de este lado del talud. ¡Suerte! -Mientras sacaba de su arnés táctico una carga de demolición de C4, totalmente dispuesto a organizar una linda avalancha sobre los rastros de la chica.
La chica empezó a alejarse, cuando lo escuchó decirle que fuera pendiente arriba. Ella se extrañó, pues sería un blanco fácil y un exceso de gasto de energía. Se detuvo un instante, mirando al cazador que estaba de espaldas a ella y abrió mucho los ojos al ver que sacaba el C4. Había pasado suficiente tiempo con pirados preparacionistas como para sospechar que era un explosivo, aunque no lo identificara con precisión.
—Joder— masculló, echando a correr pendiente arriba tras ajustarse mejor la mochila al abdomen para que el vaivén no la fatigara antes ni la frenara.
Hallie siguió mascullando improperios como "mierda" y "joder, joder" mientras huía, ya sin importarle dejar un rastro en la nieve, sino alejarse de aquel que le había perdonado la vida por si hacía algún disparate.
¡¡PUUUUM!!
Eso sonaba a disparate.
El estruendo sucesivo, con chasquidos de árboles, rodar de rocas, y el inconfundible rugido de la nieve deslizándose pendiente abajo como una ola creciendo mientras se acerca a romper en la playa, indicaba un disparate mayúsculo. No solo no iba a quedar ningún rastro que hubiera podido dejar Hallie, sino que posiblemente indicaba a muchos hombres uniformados corriendo como conejos para ganar el otro lado de la pendiente, a salvo de la avalancha.
Al otro lado del Talud, sin embargo, solo se espantaban los animales del bosque, y Hallie podía escapar sin peligro de ser sepultada. Marco, a caballo entre ambas pendientes, sonreía torvamente. Su deber, no te jode. Chupate esa, cumplir con su deber. Tiró su rifle y su pistola por ahí, esperando tranquilamente a que le capturasen, con expresión satisfecha. Le vas a hablar de deber a tu puta madre, Control.
Halli corrió todo lo que la pendiente le permitía, sin mirar atrás, sin detenerse, hasta donde aguantaran sus piernas.
En un par de ocasiones se cayó en la nieve, levantándose con rapidez para alejarse todo lo posible. Entonces llegó la explosión justo cuando alcanzaba algunos árboles. Se deslizó arrastrándose hasta cubrirse tras uno de ellos.
Los temblores se sucedieron y la chicha se asomó para ver cómo parte de la ladera que había dejado atrás empezaba a deslizarse. No pudo contemplar el laud en toda su potencia, pero sí la nube de hielo y nieve que se alzaba mientras arrastraba todo a su paso. Hallie se tomó unos instantes para recuperar el aliento y prosiguió si camino, echando un último vistazo hacia atrás.
-No lo olvidaré- musitó, sin saber si el cazador habría sobrevivido o no a la explosión y a la avalancha resultante.