A horcajadas sobre Deacon y vestida sólo con la sudadera de él, Hallie empezó darle carantoñas nuguetonas, desde mordisquitos en la barba hasta acariciar su oreja con su nariz mientras aspiraba el aroma de su piel.
Luego volvió a mirar al chico, con ese deseo creciente en sus ojos de jade, mientras empezaba a gatear hacia atrás rozando su rostro por el torso de Descon, deteniéndose en las cicatrices para besarlas con suavidad. Lo curioso era que Hallie seguía descendiendo poco a poco, no tardando en llegar a su vientre, donde le regaló más besos breves y un mordisco contenido cerca de la cadera.
Cuando llegó a su entrepierna, Hallie lo miró como pidiendo permiso, no haciendo nada más que besar su ingle y acariciar sus muslos, aguardando la invitación de él para seguir.
Los besitos juguetones estaban bien y dentro de la zona de confort de Deacon. Que los desplazara bajando por su torso era más inusual, pero que llegar a su vientre dando un mordisquito en la cadera no tenía precedentes. Que su memoria le recordase, Hallie solo había bajado tanto la cabeza en dos ocasiones: una por cura curiosidad en la que le tocó más exploratoriamente que otra cosa y donde lo mejor que aprendió fue que los dientes tenían que mantenerse lejos de la operación, y una segunda intentando complacerle en el bosque, donde aprendió unas cuantas cosas más. En ambos casos la cosa había quedado inconclusa y habían continuado de otra forma, pero la segunda vez Hallie recordaba que Deacon estaba tan excitado que la levantó, la puso de manos contra contra el tronco... y Hallie tuvo que consultar a Emily por un asunto muy delicado.
Hallie sabía que la primera vez se interrumpió por no ponerle incómodo con los dientes, pero no estaba segura de por qué la segunda vez no terminaron. Sospechaba que algo no supo hacer bien y Deacon se calentó muchísimo pero perdió la paciencia, aunque luego él dijera que no, que nada de eso, que solo fue un calentón subidísimo. En cualquier caso, hubo una tercera vez poco antes de escapar, donde la incitó él, y esta vez logró llevarlo al orgasmo, aunque él se retiró de su boca y terminó derramándose por su pecho, en lo que creía que era un acto de consideración por una primeriza. Ya habrá tiempo para más, dijeron ambos. No lo hubo.
Ahora lo hay.
Deacon deja que Hallie baje sin más comentarios que un brillo curioso en su mirada, y clavando los codos en el terreno para incorporar el torso y mirarla proceder. Se rio cuando la vio detenerse y mirarle.- ¿Esperas una invitación? No te cortes, saluda a Deac. -Y ya que estaba, intercaló un comentario salaz.- Hoy los dos desayunamos salchicha. -No, nada original, pero Deacon siendo Deacon, era imposible que no hubiera chistes malos por el camino.
Es verdad que la joven tenía poca experiencia al respecto, pero eso no iba a privarla de disfrutar de un buen momento con Deacon. No obstante, sí le sirvió para recordar algunas anécdotas que había tenido con él. A fin de cuentas, fue su primer hombre y, en cierto modo, "su maestro". El fallo fue que les robaran el tiempo.
Y sí, cuando bajó pidió una confirmación, sonriendo ante la pregunta de Deacon y luego negando con la cabeza —Todavía te llevas un bocado— le advirtió ladina, antes de que pareciera que fuera a morderlo de veras "ahí", pero en vez de eso, lo recorrió con suaves besos antes de lamer su glande y metérselo en la boca, alzando de nuevo sus ojos hacia Deacon para deleitarse con su expresión.
No, no se había vuelto una experta de la noche a la mañana, pero al menos había corregido algunos errores de principiante, fijándose en las reacciones de Deacon para saber cuándo presionar un poco más con sus labios, cuándo su lengua podría darle más placer o en qué momento profundizar la felación. Lo que sí que no hizo, fue aumentar el ritmo, porque no quería que su primer reencuentro tras tantos meses acabará así, por lo que tras jugar un poco usando su boca, volvió a gatear sobre él para besarlo en los labios mientras tanteaba con una mano buscando el dichoso botiquín y rozaba su sexo sobre la hombría de Deacon, ansiando tenerlo dentro de ella pero intentando resistir su propio deseo lo justo para vestirlo para la ocasión.
Todavía iba a decir algo Deacon sobre dientes, pero Hallie comenzó a lamerle y finalmente se metió la punta en la boca, y se le quitaron todas las ganasd de decir tonterías por un rato. Más bien se concentró en las sensaciones que Hallie trataba de imprimirle... con notable éxito. Desde luego, le había pillado con ganas, y que estuviera atenta a sus reacciones para saber dónde atacar y cómo era una novedad.
No llegó a preguntarse si es que había asimilado las lecciones de esa última vez, o si había que buscar a otro maestro (ya fuera el indio, ya fueran los sueños), porque antes de que Deacon pudiera hacer algo más que abrir los ojos y cerrar los puños en el pasto, su hombría estaba tan firme como lo iba a estar, y Hallie había dejado de usar la boca para volver a trepar sobre su torso, rozándose con él controladamente mientras tanteaba por el botiquín.
Sin decírselo a Hallie, Deacon había tenido ciertas dudas sobre el efecto de torturas en su virilidad, dado que en algún punto de su encierro alguien decidió aplicar electrodos donde más le iba a doler. Que le dijeran que eso les había pasado básicamente a todos no ayudaba mucho (mal de muchos, consuelo de tontos) pero sí le tranquilizó saber que no debería haber perdido capacidades. Realmente no tuvo confirmación hasta que le dio el primer calentón hace un rato, pero aun así, seguía habiendo inseguridades. Inseguridades que fueron descartadas al cesto de los papeles en cuanto Hallie comenzó a lamerle el miembro, y que en el punto en que estaba a punto de colocarle un preservativo eran ya una mera hipótesis del pasado. En ese momento, se sentía como un toro. Uno muy cansado, y boca arriba, pero un toro.
De hecho, estaba haciendo un esfuerzo por no girarse y buscar una postura más activa para él. No solo porque quizás no podría tener fuerzas, sino porque en ese punto, le habría dado igual protección o no. Así que la dejó hacer, no sin impaciencia, agarrándole el trasero con una mano y pasando la otra bajo la tela de su sudadera para abarcarle un pecho y jugar con su pezón. Y tuvo suficiente cordura para comentar.- Tu no te quites eso... por si alguien se asoma, que parezcas vestida.
Cuando Hallie encontró un preservativo, pudo sacarlo de su envoltorio y separarse lo suficiente para ponérselo, y Deacon ya estaba jadeando de anticipación, y llevó la segunda mano a las caderas de Hallie, loco por guiarla a su posición, y clavando los pies en el suelo para poder empujar él hacia arriba cuando pudiera, incapaz de resignarse a quedarse quieto.
Hallie quería amarlo como tantas veces hicieran meses atrás, por eso en su ascenso no dejó de regalarle besos llenos de ternura intercalados con suaves mordisquitos que le indicaran a él no sólo cariño y anhelo, sino deseo. Su mente luchaba contra su instinto mientras se estimulaba a sí misma rozándose por su miembro en lo que buscaba el botiquín con los condones y alternaba besos en sus labios con otros en su cuello entre jadeos de excitación contenida, pues si se soltaba mandaría el botiquín al fondo del lago.
Una vez conseguido el preservativo, se irguió aún a horcajadas sobre él para abrirlo, dándole al chico una curiosa visión mientras ella lo miraba con las mejillas ruborizadas pero una mirada y sonrisa cargadas de amor y deseo —Un poco de paciencia, Tigre— le pidió, ya que no era la más hábil colocando el preservativo. Apartó un poco las caderas y procedió a vestir la hombría del chico con cuidado, aunque seguramente él tuviera que ajustarlo del todo para que no se saliera durante el coito.
Luego Hallie volvió a inclinarse buscando sus labios. Tantos meses... era normal que la chica de pronto temblara un poco, hasta que sus sexo se abrió para recibir entre sus labios la virilidad de su primer amor.
Hallie tenía que estar dándose cuenta de que si por Deacon fuera, la habría echado de espaldas hacía rato y la habría tomado con la mayor intensidad. Estaba haciendo un genuino esfuerzo para ser consciente de su propia debilidad, pero una parte de el se ha olvidado desde el momento en que vio a Hallie trepando de neuvo por su torso, y la mitad más racional se está convenciendo de lo mismo cuando ella empieza a colocarle el preservativo.- Pide paciencia a un tigre y verás como te come... -Murmura, pero se ocupa de ajustarse el rebelde trocito de goma.
Las comparaciones son odiosas, pero son tantas las que había hecho ya entre sus chicos, que a Hallie le era imposible no comparar cuando estaba vistiendo a Deacon, y mientras este se terminaba de ajustar. Y por desgracia, el Gran Jefe y Deac Jr. eran tan parecidos como Marco y Deacon. Uno más moreno, otro más pálido... quizás el Gran Jefe una curva un poquito más agresiva, quizás Deac Jr. un pelín más estrecho en la puntita... pero hasta en eso podrían ser hermanos, joder.
En esas cuitas se encontraba cuando finalmente Deacon se acomodó. Hallie se inclinó a besarlo y a descender contra él... y Deacon alzó a su vez las caderas, apoyándose con los pies en el suelo. Un poco más rápido de lo que ella pretendía, pero tampoco excesivamente brusco. Aun mas, subió una mano a su mejilla cuando la sintió temblar, nerviosa, y su beso perdió la mayoría de su ansiedad y ardor para adquirir una infinita ternura y recordarle quien está con ella. Ni con cinco meses acumulados de deseo, podría Deacon hacerle daño a su chica.
Aunque la penetró más rápidamente de lo previsto se mantuvo quieto, cerrando los ojos y temblando de rodillas, acostumbrándose a la sensación... y con total honestidad, haciendo un esfuerzo por no culminar en el mismo acto. Cuando logró relajar las piernas acarició de nuevo la mejilla de Hallie.- A... a tu ritmo... Ratita.
Engañosamente débil, y secretamente acumulando fuerzas para cuando ella las pierda. Ladino como siempre.
Sonrió de medio lado ante su comentario —Mmm... estonces tendré que volver a pedírtelo a menudo— respondió ladina mientras dejaba que él se ajustara mejor el preservativo.
Pero cuando ambos se unieron al fin, Hallie exhaló de placer al sentir a Deacon dentro de ella, pudiendo él percibir algunas contracciones como si su flor abrazara a su anhelado compañero tras tanto tiempo sin verse. Y en ese punto, cuando él le acarició la mejilla, la mirada de ella se iluminó por las emociones que emergían del mar de deseo —Te quiero— le susurró cerca de sus labios, inclinada para besarlo, y suspirando ante las sensaciones que se disparaban en su cuerpo.
Poco a poco, consciente de la debilidad muscular de Deacon, o quizá porque no quería que fuera un "simple polvo", Hallie empezó a moverse entre suaves jadeos, sin prisa, disfrutando de cada penetración buscando no sólo su placer sino también el de su amante, según cómo reaccionaba éste en base a sus movimientos, roces y contracciones de su sexo.
Y en todo el proceso, si no buscaba sus labios, hundía su rostro en su cuello entre estertores de placer, enterrando sus dedos en la hierba cuando sentía algún latigazo u hormigueo de éxtasis y mordiendo o besando suavemente el hombro de Deacon para acallar sus gemidos.
Pues lo que le faltaba, que le pida más caña. Deacon terminó de ajustarse, clavó los pies en el terreno, y empujó hacia arriba mienras ella empujaba hacia abajo. Hubo una breve pausa inicial y un intercambio de susurros bastante tierno, y Hallie comenzó a moverse con más sentimiento que intensidad. Deacon se movió con ella, llevado por el instinto, el deseo propio, y la inmensa satisfacción de verla gemir encima de él. Se intercambiaron una plétora de besos en un momento, hasta que Hallie comenzó a cambiarlos por mordisquitos. Si bien eso no era realmente una novedad, había un énfasis desacostumbrado en el hecho de que ahora tenía colmillitos.
Las muy escasas fuerzas de Deacon eran concienzudamente reservadas, aplicando solo el mínimo de movimientos propios, lo justo para no ser estrellita y poder tener una voz en todo el proceso. No parecía haber olvidado los gustos particulares de Hallie, aunque tampoco podía hacer gran cosa salvo cambiar un poco de ángulo de cuando en cuando, y mayormente para evitar que su hombría se excediera en estímulo propio antes de tiempo. A falta de fuerzas que emplear, usaba sus manos en acariciar y estimular a Hallie.
Tumbada sobre él como estaba, dividió sus esfuezos entre una mano bastante tierna en su cuello y su nuca, acariciándola suavemente como en el abrazo más dulce, y otra alternando entre estrujarle el trasero y adentrarse entre sus nalgas para rozar también su sexo, o dejando que sintiera el roce de sus uñas por la columna vertebral. En particular, y por tonto que sonara, tenía la extraña costumbre de acariciar y hasta rascar en lo alto de la rabadilla, como si fuera una gatita.
De cualquier modo, el que parecía más cercano a terminar descontroladamente, pese a todos sus esfuerzos por contenerse, era Deacon. Podía achacarse a muchas cosas y quizás fueran ciertas o no, pero el hecho innegable era que Hallie apenas necesitó unos pocos minutos de moverse sobre él para empezar a notar la inmediatez del orgasmo de su compañero, quien pese a todo se contenía intentando prolongar el momento.
Si bien es cierto que se había acostado con Marco, para Hallie poder amar y entregarse a Deacon era algo diferente. El amor que creía perdido y ahora recuperado, meses añorando su sonrisa, la complicidad compartida, así que para ella era mucho más que deseo (aunque tuviera sentimientos por el ex Navy Seals también).
Rió con afecto al sentir esa vieja caricia al final de su zona lumbar, pues era un punto débil de la chica que siempre le causaba un agradable cosquilleo, dándole besos juguetones a Deacon como respuesta además de su piel erizada al tacto —Grrr...— murmuró zalamera mientras notaba cómo los espasmos y la dureza del miembro de Deacon aumentaban, lo que la hizo bufar sabiendo lo que anunciaba y aumentar el ritmo buscando llegar a la vez que él, acallando sus gemidos de placer con sus labios.
La reacción de Hallie a su caricia gatuna sacó una sonrisa especialmente canalla en Deacon. Por más que la hubiera llamado Ratita, tenía que admitir que tenía demasiados rasgos gatunos, destacando reaccionar bien a las caricias, cierto gusto por morder, y la capacidad de salir corriendo al primer sobresalto. Pero en momentos como este, su sensibilidad ganaba todos los puntos.
Pero hablando de sensibilidad, Deacon no lo estaba menos. Había pasado cinco meses de cautiverio (aunque solo recordara unos tres y medio) en los que básicamente se había mantenido cuerdo pensando en ella, así que volver a estar con ella era casi literalmente despertar de su pesadilla para vivir su sueño. Entre eso, el calentón dos veces interrumpido, el desacostumbrado prólogo oral, el momento de la unión y unos minutos moviéndose sobre él abrazados, habían lanzado al muchacho al límite de su resistencia.
Viéndolo y sabiendo lo que significaba, Hallie aceleró buscando su propio placer a la vez que él contenía el suyo. Sin necesidad de decirse nada, Deacon acopló su respiración con la de ella y sus escasos movimientos con los de sus caderas, entrando en su despegue sin retorno con el tiempo justo para acelerar el orgasmo de ella antes de que llegara el suyo. Al sentir su llegada ancló los pies en el terreno para imprimir el único empujón de caderas que se permitió desde el inicial, eyaculando y emitiendo un jadeante murmullo entre los labios de Hallie mientras sus brazos la sostenían firmemente contra su cuerpo, prácticamente a la vez que Hallie alcanzaba el suyo.
Si bien la fisiología le imponía un orgasmo incomparablemente más breve que el de ella, por lo que a él respecta le tuvo temblando y tensándose más que nunca en su vida, al punto en que Hallie llegó a preguntarse si Deacon no habría hecho trampas después de todo. Cuando finalmente se relajó y volvió a dejarse caer, estaba exausto y todos sus planes de conservar energía para un segundo asalto se habían ido al traste, pero por su sonrisa y la caricia que dedicó en la mejilla de Hallie y cómo buscaba su mirada con la propia y sus labios con los suyos, había merecido la pena cada minuto de los últimos cinco meses.
Daba igual la rapidez con la que ambos hubieran alcanzado el orgasmo, propiciado por varios factores, sí, pero en esencia era la culminación de un sentimiento de anhelo compartido que ambos llevaban arrastrando mucho tiempo y, poder abrazarse, amarse y hacer el amor de nuevo, era todo lo que necesitaba Hallie para sentirse en la dichosa Gloria.
Con una sonrisa dulce, cargada de felicidad, Hallie aún jadeante lo besó y miró a los ojos mientras se recostaba con cuidado sobre él y le acariciaba la barba y el cabello —T-te echaba de menos... mi vida— le susurró con afecto, frotando su frente con la suya mientras su respiración se relajaba. No obstante, un sutil espasmo de la virilidad de Deacon provocando una contracción del sexo de ella, fue suficiente para que la joven bufara al sentir un hormigueo de placer. Cruzó un brazo bajo la espalda de Deacon para sujetarse a uno de sus hombros y la otra mano buscó aferrarse a una de sus nalgas con necesidad antes de empezar a moverse de nuevo aumentando el roce de su clítoris sobre la pelvis de su amado, quizá con un poco más de ferocidad que antes, poseída ahora por el deseo y la promesa de un nuevo clímax que no tardó en alcanzar aún a riesgo de que las fuertes e intensas contracciones de su feminidad arrastraran con sus succiones el preservativo.
Fue un orgasmo más corto pero notable, y no debía ser una sorpresa para él que fue el primero en descubrir esa "faceta" de la chica, quien tras terminar le besó el hombro y se dejó recostar sobre él exhausta.
El cupo de sorpresas se había colmado para Deacon cuando Hallie decidió que lo primero de todo era comerse a Deac Jr. y sin morderle ni una sola vez, pero que Hallie no se contentara con el primer orgasmo y atacara ferozmente buscando el segundo era de todo menos inesperado. Dado que realmente se lo esperaba se lo puso fácil, aunque realmente estaba en el límite de sus fuerzas, y su hombría estaba tan desfalleciente como él mismo. Pero una cosa es estar de baja forma, agotado, sin fuerzas, casi desfalleciente, y otra muy distinta que no aguantase lo necesario para que Hallie tuviera su bis. Que ganas, tenía todas.
Ella se tumbó sobre el, jadeante. Eso mismo era uno de sus pequeños placeres, acariciarla cuando estaba bajando su cuesta. En otras circunstancias, ahora mismo la estaría besuqueando el cuello y mordisqueando la nuca buscando un rápido segundo asalto (o mucho más lento, según la situación) tan pronto como él se hubiera recuperado un poco, pero en las presentes circunstancias eso podía requerir una buena siesta. Deacon maldijo su estado de forma, pero solo le dedicó el más breve de los pensamientos, dado que tenía exactamente lo que quería, y era a su amor al fin consigo. Había incógnitas y algunas cosas que afinar, pero de momento le importaba un pito.
Eso si, se inclinó ligeramente para que Hallie no descansara exactamente sobre él sino que cayeran un poco ambos de costado, pero negándose a dejar que sus piernas le rodearan. Y por un momento, el tigre dentro del Tigre estuvo muy tentado de terminar la vuelta, tumbarla, y volver a moverse con ella, pero prefirió dejarlo estar por el momento por dos poderosas razones: el preservativo estaba prácticamente fuera de su sitio, con el riesgo que suponía, y Deac Jr. estaba perdiendo rápidamente fuelle, y una de las cosas que menos quería Deacon en el momento era tener un reencuentro apresurado. Así que contentó con descansar y dejarla descansar, sin dejar de mirarla y acariciarle la cara (la otra mano estaba firmemente alojada en su trasero, y no iba a soltarlo).
Motivo: Resistencia
Tirada (4d6+4): [4], 6, 2, 1 + 4
Dificultad: 15
Resultado: 17 Éxito
Desfallecida tras su segundo orgasmo, pero con una sonrisa de satisfacción de oreja a oreja, Hallie disfrutó de esos segundos de paz entre estertores después de la tormenta, sintiendo el corazón de Deacon latiendo junto al suyo y dejándose arrullar por él. Consciente de su estado, no iba a hacer como en otras ocasiones: acostarse boca abajo a su lado con una sonrisa pilla o siendo la cucharita pequeña de forma que su trasero se encargara de invitarlo a jugar otro partido. No, se contentó con quedarse abrazada a él, respirando sobre su piel y, sobre todo, volver a verse reflejada en sus ojos azul oscuro.
No le salían palabras en ese momento, así que empezó a darle mordisquitos cariñosos en el cuello hasta llegar a su barba, donde los cambió por pequeños besitos mientras una risa suave y aterciopelada se le escapaba entre los labios. Hasta que besó los suyos, como si quisiera en ese beso decirle lo mucho que lo había añorado, lo mucho que lo amaba y lo que significaba para ella poder estar juntos de nuevo.
En los instantes siguientes a tumbarla a su lado, Deacon se limitó a quedarse mirando a Hallie y acariciándole el rostro. Al menos hasta que empezó a darle mordisquitos y besarle entre risitas.- Siii, siii, pobre Ratita, que me ha echado de menos. -Y de ahí a un beso mucho más largo, suave y sentido. Justo como le gustaría a él quedarse.
Pero no puede quedarse así eternamente, ni siquiera unos minutos, no con algunas cosas en la cabeza. Con el beso largo terminándose y fragmentándose de nuevo en besuqueos mas cortitos y juguetones, Deacon aprovechó para soltar el trasero de Hallie (debía ser importante lo que tenía que hacer!) para pescar entre las piernas de Hallie y tratar de sacar el miembro con el preservativo todavía en su sitio. Sería una mala idea volver a una relación y empezar con otra metedura de pata.
Tras manipular un poco se encontró con Deac Jr. prácticamente desvestido, pero todavía en su sitio. Logró sacarlo sin percances, pese a que su propia condición (es decir, desinflándose) lo estaba poniendo más y más difícil. En pocas palabras, con éxito, pero in extremis.
Resuelto el asunto sin percances, volvió a acariciar el muslo de Hallie. En otras circunstancias estaría buscando otro, y ella probablemente estaría incitándole con una sonrisa, o arrimándole el trasero, y en esas circunstancias era casi inevitable que él se le echara encima... o aun mejor, la agarrara por la cintura para penetrarla mientras le apartaba el pelo de la nuca para mordérsela: eso solía ser suficiente para empezar un segundo asalto tremendamente tórrido. Pero ni tenía a mano los preservativos, ni tenía fuerzas para un segundo asalto. Definitivamente, necesitaba ponerse en forma.
A falta de sexo, más mimos, así que subió de nuevo la mano acariciando todo el muslo de Hallie, mientras continuaba con besos juguetones. Y no intercaló un chiste por no empezar una guerra.
Motivo: Destreza
Tirada (4d6+2): [4], 5, 3, 5 + 2
Dificultad: 15
Resultado: 19 Éxito
Ante su comentario burlón por el arranque de dicha que le dio a Hallie, esta apoyó su cabeza en la mano con el codo flexionado deleitándose con sólo mirarlo mientras la mano libre acariciaba el pecho del chico —No te imaginas lo feliz que me siento ahora mismo— le dijo justo antes de corresponder aquel beso mientras le regalaba caricias cargadas de ternura y afecto aunque recorrieran la forma de su cuerpo hasta donde le alcanzaban los dedos.
Casi se extrañó al ver que él apartaba una mano de su trasero, hasta que se dio cuenta de lo que buscaba y Hallie parpadeó al notarlo hurgar hasta hallar la gomita del condón —N-no se salió... ¿verdad?— preguntó bajando la mirada hacia sus intimidades. Sin embargo, dado que Deacon estaba tranquilo, lo tomó como un "no" y suspiró antes de volver a besarlo intercambiando cariñosos roces como si quisiera hacer un boceto de él con su mano libre mientras prácticamente se hacía un ovillo a su lado aprovechando su escasa estatura, como si encajara perfectamente cobijada con su cuerpo.
El comentario de Hallie provocó una respuesta de Deacon en un tono extraño, pues empezó con la misma ternura, pero se quebró a medio camino en algo diferente y difícil de explicar.- No, si que me lo imagino, porque yo... siento... siento lo mismo. -Hallie sabía que Deacon empezó la respuesta con el corazón, realmente se sentía igual de feliz, pero a medio camino había recordado algo. Por como abrazó a Hallie luego, parecía más el despertar de una pesadilla de una puñetera vez. Seguramente eran sentimientos difíciles de explicar para él, pero fáciles de resumir para cualquier observador: cinco meses de tortura sin sentido pueden hacer polvo a cualquiera. Bastante enteros habían salido Deacon o los demás, y cabía preguntarse los traumas que arrastrarían. Pero en fin, mentira no era: en ese punto era extremadamente feliz, pues estaba exactamente como quería: con Hallie en sus brazos. No se necesita mucho más.
Cualquier rastro de angustia o de su trauma pareció desaparecer como el vaho en una ventana cuando Deacon recuperó el preservativo y miró a Hallie con cara de estar pensándose algo.- Hmmm... todo bajo control. Si es niño August, si es niña Sara. ¿Qué te parece? -Se rio y rápidamente negó con la cabeza, no permitiendo que la broma continuase durante más que un breve instante.- Es broma, es broma. Está bien, todo en su sitio. Pero un poquito más y tenemos que pedirle cosas a la Bruja de las Agujas. -Le dio un besito cariñoso y comentó burlón en un susurro cargado de tonos sugerentes.- No me oirás quejarme, me encanta cuando me estrujas tanto que me lo arrancas de cuajo. -Y aunque se rio la besó suavecito y la abrazó cobijándola consigo, disfrutando del momento.
Momento que prometía no durar. Con su osteoquinesis funcionando a unos doscientos y pico metros, Hallie detectó a dos personas acercándose a la misma charca. No iban rápidas, y de hecho se entretenían por el camino dándose arrumacos. Debía ser un lugar popular para ciertas cosas, por lo visto. En opinión de Hallie, les llevaría recorrer un cuarto de kilómetro a ese ritmo pausado y relajado mas de cinco minutos.
Hallie sintió que se le encogía el corazón al escuchar cómo la voz de Deacon se quebraba un poco, no porque dudara de que realmente compartía su dicha, sino algo diferente que quizá ni siquiera tenía que ver con Marco. Y por cómo la abrazó, la chica intuyó que podría deberse a su horrible experiencia cautivo —Anda, ven aquí— le dijo con infinita ternura acunando su cabeza y besándole la frente, antes de suspirar sin dejar de acariciarle el pelo. En esos breves momentos, podía sentir que ella quería no sólo reconfortarlo, sino protegerlo de sus peores pesadillas.
No duró mucho y Hallie no insistió ni preguntó, dejando que él se quitara el preservativo. Lo que no se esperaba era su respuesta, como demostró la forma en la que abría los ojos como platos y se le marcaban los poros de las mejillas cuando le dijo los nombres que tenía pensados. De no estar abrazados, quizá Hallie habría salido corriendo a buscar a Foster cual gato al tocar el agua.
—Idiota— le dijo, dándole un suave sopapo en el hombro y sonriendo —. No me des esos sustos— claro que el susurro que vino después le puso la piel de gallina e hizo que apretara los labios. Sin duda tenía que hablar con Foster sobre tratamientos posibles, ahora que tenía algunos resultados, o de verdad iba a llevarse un susto un día de esos.
Permanecieron abrazados, entre besos y mimos, hasta que Hallie alzó la cabeza y frunció el ceño —Viene alguien, parece una pareja... mejor vestirnos ya— dijo, antes de incorporarse. Sin embargo, se detuvo a medio camino para retroceder y darle un beso breve pero intenso, separándose con una amplia sonrisa y una mirada cargada de sentimientos que lo decían todo sin necesidad de palabras.
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