Partida Rol por web

La habitación no es la más grande del mundo, pero tiene un tamaño muy decente para dos personas. Además, es tremendamente acogedora y sus muebles están limpios y perfectamente colocados. Hay dos camas, dos cómodas, dos armarios, cuatro mesillas (dos para cada cama) y dos escritorios con su silla. Tu equipaje y el de tu compañero están en la habitación, tal y como los profesores te habían dicho.

El cuarto está vacío, tu compañero no parecía haber ido aún a vuestro cuarto. Aparte de eso, lo que más te llama la atención es que una de las camas está sobre una especie de círculo mágico con multitud de símbolos grabados. El equipaje de Arathidas está al lado de esa cama mientras que el tuyo está al lado de la otra.

Aki, habiendo ya deshecho su equipaje antes de haber reaccionado a las voces en el pasillo, no tuvo más que hacer que sentarse en su cama y esperar a que convocaran los alumnos a alguna parte.

Miró con interés el círculo mágico alrededor de la cama de su compañero, pero no lo miró detenidamente. No te metas donde no te llaman. En lugar de esto, trasladó su mirada hacia fuera, echando vistazos a los terrenos exteriores.

La mañana era soleada y con el cielo totalmente despejado. A través de tu ventana podías ver con claridad el jardín que rodeaba la academia, así como el bosque que rodeaba a su vez al jardín.

Había algún que otro alumno paseando de aquí para allá, pero nadie que reconocieras o te llamara la atención. Bueno, hasta que apareció un hombre alto, de piel y cabello oscuros, peinado con rastas y vestido con ropa gris. Se estaba acercando a un árbol, el cual tenía tronchada una gran rama.

Pareció murmurarle algo mientras apoyaba su mano en el tronco. De inmediato, la rama comenzó a moverse, recuperando su posición original y cerrando la terrible herida que tenía el árbol.

Aki desde la ventana miró maravillado lo que ocurrió en las lindes del bosque. Aunque tenía bastantes ganas de bajar y tentar por su propia cuenta si no podría también abrir el tronco, estas ansias para vivir la aventura fueron contrarrestadas por el hecho evidente y bien observado que el hombre de cabello oscuro y ropa gris había pronunciado una palabra clave, que Aki, por supuesto, no conocía. Desde luego, no tenía sentido manosear el tronco sin que sucediera nada.

Pero de verdad era un hecho curioso, decidió de preguntar al profe de su curso sobre aquello. Grabó en su memoria de qué árbol en particular se trataba.

Como el tiempo hasta la convocación – porque aún suponía que dentro de poco tendría lugar – se hacía un poco largo, el chico sacó uno de los dos libros que había traído del cajón de su escritorio donde ya lo había depositado, y así comenzó a sumergirse en la lectura de “Los problemas matemáticos más curiosos del mundo, y su solución”.

Mientras te dejabas absorber por la lectura, no te diste cuenta de que algo empezaba a moverse por el techo y las paredes de tu cuarto, hasta colocarse justo encima de ti.

Una cosa negra se dejó caer desde el techo, derecha al libro que tenías abierto delante de ti. De repente te encontraste con una araña del tamaño de un plato pequeño, regordeta y peluda, con una cara bastante adorable para ser un arácnido.

Cuando vio que la mirabas, la araña agitó una patita, como si te estuviera saludando.

“Whoa!”

Aki saltó de su silla. Aunque no tenía miedo de las arañas, no eran precisamente la clase de animales que le gustaría tener como mascota. De hecho, las consideraba como uno de los animales más feos. Esta araña, lo que era de más, era de un tamaño tal que no había visto antes salvo en los documentales sobre la jungla en países exóticos. Y siempre que estaba completamente inmerso en un libro o un tema en general, le daba un susto cuando algo ocurrió muy de pronto y muy cerca y era muy imprevisto.

Sin embargo, este animal parecía tener algo especial… se había equivocado o acababa de saludarlo con una patita tal como con una mano? Y su cara se reveló bastante agradable, en lugar de fea. Pero por algo estoy en una escuela de magia. “Puedes...”, puso la idea que le había venido en palabras balbucidas torpemente, “¿puedes comunicarte conmigo?”

La araña encogió sus patitas y movió su abdomen, como si fuera un cachorrito emocionado. Luego se te acercó para tocar tu mano con su patita. Al ver que era blandita y que tú no intentabas aplastarla, empezó a hacer una serie de ruiditos que sonaban bastante alegres.

Empezó a treparte por el brazo y se subió a tu cabeza, donde se quedó bien acomodada. Parecía que podía entender lo que le decías, pero también daba la impresión de que esa criatura era una cría jovencita, juguetona e inquieta.

Esta araña, al oír mi voz, actuó como un cachorrito emocionado, y aunque hubiera preferido un cachorrito emocionado, o más bien un gatito emocionado, que mal podía soportar la suciedad de los perros – esta araña, digo, me emocionó a su vez, porque sentía que de pronto se estableció entre nosotros una especie de confidencialidad, tal como si fuéramos viejos amigos que se habían encontrado de nuevo tras un tiempo de separación. No tenía idea de dónde podría haberme venido este sentimiento, pero no cabía duda que era un sentimiento muy real. Un hecho que yo no podía negar.

Otra impresión repentina y poderosa se grabó en mi mente: que este animal mágico sí podía entenderme. Aunque que no pudiera procesar la lengua humana, por el vínculo que nos unía, podría interpretar a su manera, y la manera correcta, el contenido de mis palabras. ¿Tal vez todos las mascotas mágicas tenían esta habilidad de conectarse tan estrechamente con la mente de sus dueños?

Eh… oh… ¿dueño? ¿Acaso a partir de ahora sería yo el dueño de una mascota?

Todo apuntaba en una sola dirección: que sí.

“¿Cómo…”, balbuceé, “cómo te llamas?” Porque, por el vínculo de confidencialidad entre personas que sentía, era, más que una mascota, una persona.

Cuando le preguntaste aquello, la araña se incorporó sobre tu cabeza y dio un par de vueltas, cosquilleándote el cuero cabelludo. Parecía estar… ¿pensando? Al menos daba la impresión de que estaba mirando alrededor, como buscando algo. Finalmente abandonó el cómodo refugio que se había hecho en tu cabeza para regresar de un saltito al libro que habías estado leyendo, el cual aún permanecía abierto.

Despacito y con cuidado, la araña empezó a señalar letras impresas en las páginas, formando un nombre. O-F-E-L-I-A. Una vez señaló todas las letras, la araña dio un par de saltitos alegres, mirándote expectante, esperando a que le dijeras si le habías entendido o no.

“Ofelia!” exclamé entusiasmado por esta prueba de inteligencia de la parte de la mascota mágica. “Qué nombre más bonito! Y ya veo que hemos encontrado una forma de comunicarnos… es decir, que tu la has encontrado, que no voy a restarte méritos...”

Por supuesto al irse a la escuela también había traído un estuche y papel consigo, además de un pequeño cuaderno que cabía perfectamente en los bolsillos traseros de mis pantalones. Sobre dos páginas de este cuaderno tracé minuciosamente todas las letras del alfabeto, luego sonrié a la araña de cara placentera. “Orfelia, quiero saber hasta qué punto tu eres un ser inteligente. Quiero saber si tu inteligencia equivale a la de los seres humanos. Por ende, si te parece bien, hoy voy a conversar un poquito contigo. También, por supuesto, me gustaría que me hicieras parte de algunas de tus conocimientos sobre la Academia. Por ejemplo”, no tenía que buscar bien lejos, “hace… no sé cuántos minutos antes, me despisto tal con el tiempo cuando leo… bueno, hace muy poco, he visto a un personaje entrar en un árbol en los lindes del bosque. Puso una mano en el tronco, dijo una palabra clave y algo así y luego desapareció adentro. ¿Tú sabes algo sobre esto?”

Esperaba con ansias la respuesta de la arañando, poniendo mis ojos en el alfabeto en el cuaderno abierto sobre la mesa.

La araña se te quedó mirando mientras escribías el alfabeto, tocando alguna de las letras después de que las escribieras. Luego, mientras hablabas con ella, Ofelia se dedicó a pasearse por tu escritorio curioseándolo todo, tocando con su una de sus patitas el bolígrafo que habías usado para escribir, haciéndolo rodar. Parecía divertirse haciendo rodar tu boli, porque estuvo entretenida con eso hasta que finalmente acabó cayéndose al suelo.

La arañita se encogió, temiendo que la regañaras por aquello, pero cuando vio que le preguntabas por lo que habías visto en el jardín, se relajó y fue hacia el cuaderno abierto. Empezó a caminar sobre las letras, formulando la siguiente frase:

 -E-s  e-l  j-a-r-d-i-n-e-r-o.  E-s  u-n  t-r-e-n-t.

“Vale, el jardinero. No tengo idea de lo que es un trent, pero parece que con los trent es algo normal entrar en árboles”, ingirió Aki lo expresado de la araña… dando se cuenta al par que… difícilmente podía tratarse de un animal. La espontaneidad y sencillez con la que le había contestado no daba a creer que hubiera sido fruto de una reacción condicionada…

“Tú…”, formuló luego su sospecha, aunque le resultaba un poco incómodo, “tú no eres una mascota, ¿cierto? ¿Quiero decir que eres… una persona? Un ser inteligente, aunque no humano?” Con ojos nuevos, y muy curiosos, fijo su mirada en… la araña que realmente parecía no ser una. “Hazme el favor y contéstame de forma inteligente”, añadió con media sonrisa.

Esta vez la araña se te quedó mirando con cara de no haberte entendido muy bien. Empezó a caminar sobre el alfabeto, deletreando:

 -Y-o  s-o-y  O-f-e-l-i-a. ¿A  q-u-é  t-e  r-e-f-i-e-r-e-s  c-o-n  p-e-r-s-o-n-a?

Porque la última vez que se había mirado en un espejo, ella era una araña. O al menos así era como la llamaban antes de que les dijera su nombre.

 -S-i  q-u-i-e-r-e-s  p-u-e-d-o  s-e-r  t-u  a-m-i-g-a.

Tras deletrear aquello, la araña dio un par de saltitos, muy animada. Parecía que le ahcía bastante ilusión el estar hablando contigo, pero no te quedaba claro si era por ti en particular o por ser un humano en general.

Tan entretenido estabas charlando con la araña Ofelia, que casi ni escuchaste al reloj de la torre cuando dio doce campanadas, anunciando la llegada del mediodía. Y eso anunciaba también que estaba a punto de comenzar la ceremonia de apertura de curso en el salón de actos. ¡Más te valía darte prisa si no querías llegar tarde!

La reacción no era la que había esperado, pero seguramente mi pregunta había sido muy mal formulada, desde mi perspectiva particular de humano. Sin duda había muchos seres para quienes incluso el concepto de personaje, una vez que se les habría sido expuesto, sólo tendría poco, o ningún sentido. Por el momento, me bastaban las reacciones que la arañ… que Orfelia había mostrado para creer que era un ser inteligente.

En cuanto a su pregunta… me dejó un momento sin palabras. Nunca había tenido amigos de verdad y… ni siquiera creía en la idea de la amistad. Tal vez lo segundo había sido la causa del primero. ¿Tal vez el hecho que siempre me había sentido diferente me había impedido de acercarme a otros y ahora que estaba aquí no se me opondrían más tales impedimentos?

Oh no, esto sería demasiado fácil… Sé muy bien que las personas no cambian. Todos somos, en el fondo negro de nuestras almas, egoístas, incapaces de ver más allá de nuestro propio ombligo. Sin embargo, por la conexión que había creído sentir establecerse entre Orfelia y mi, sus palabras me traspasaron el corazón.

Tragué saliva y--- oí la campanada. “Oh, ya es mediodía!” exclamé. No sabía exactamente cómo – no me recordaba haberlo leído al llegar en la tabla de anuncios – pero de repente estaba convencido de que tenía que irme de inmediato a… la sala de actos, suponía. Quizá lo había escuchado decir a alguien alumno, o el profe mismo me lo había comentado cuando me había presentado ante él… Realmente, no importaba.

Lo que importaba era que tenía que apresurarme. Pero antes tenía que responder a esta pregunta que me hacía sentir tan incómodo. Bueno, tenía que encontrar una manera… pragmática…

“¿Pero quién en sus cabales rechazaría una oferta de amistad de un alma generosa?”, trasladé lo personal, lo demasiado personal, sobre el plan de lo general. “Desde luego, Orfelia, acepto encantado! Y ahora…”

Sonreí y coloqué a Orfelia en mi pelo, para que se agarrara. “Si no te importa, vamos rápido a la sala de actos para presenciar la ceremonia de bienvenida… por fin, creo que será esto...”

Aferrando la libreta contra mi cuerpo, con pasos rápidos me fui de la habitación tomando por la dirección indicada.

La habitación no es la más grande del mundo, pero tiene un tamaño muy decente para dos personas. Además, es tremendamente acogedora y sus muebles están limpios y perfectamente colocados. Hay dos camas, dos cómodas, dos armarios, cuatro mesillas (dos para cada cama) y dos escritorios con su silla. Tu equipaje y el de tu compañero están en la habitación, tal y como los profesores te habían dicho.

El cuarto está vacío, pero hay señales que indican que tu compañero ha estado ya en la habitación.

Nada más entrar, lo que más te llama la atención es que una de las camas está sobre una especie de círculo mágico con multitud de símbolos grabados. Es indudablemente la protección de la que te habló la directora Morgana, ya que la otra cama no tiene símbolo alguno y además, tu equipaje está al lado de esa cama.

La habitación era mas chica que mi otra vivienda, pero la palabra correcta para mi es lujosa y reconfortante. antes era un color uniforme, sin libros, misma comida siempre, etc. ver tantas cosas era increíble, pero empecé a extrañar mi familia, -Veo que otros si se pueden comunicar con su familia, quizás me hayan dejado algo para que pueda hablarles-

noté que mi maleta tiene tres cierres, los huesos de tiburones albinos están a la moda y son tan preciosos como accesibles, esos cierres eran de esos huesos. Muchos dirían que es cuero lo que conforma la maleta, pero en el polo es casi inaccesible, aunque tenemos otros métodos, el Tazimi es un animal que da algo parecido al cuero, aunque con propiedades ocultistas.

Abri el primer cierre, por lo visto estaban todas las cosas que necesitaría en las partes prácticas y teóricas. Sangre, Garras, Libros y muchas otras cosas, ese cierre es hondo. Lo cerré y abrí el segundo, Ropa y notas es lo que acompañaba a este cierre, la ropa es fresca, se nota el cristalino manto helado que la cubre.

Por ultimo abrí el tercer cierre, estaba lleno de papeles, estaba la fina caligrafía del sabio Asir, las letras grandes de mi padre, las dulces palabras de mi madre y muchas otras notas que reconocí, todas deseándome suerte y felicitándome. abajo de ellas hay un dibujo, ¡Soy yo hace unos años! pero lo que mas me llama la atención es un diario azul. una técnica usada para conectarnos entre los polos y las montañas, el diario solo tiene la mitad de su ser, la otra mitad la debe tener mi madre, si escribo algo ella también lo podrá leer y viceversa.

dejé la foto en mi escritorio, junto a un cuaderno académico y una lapicera para indicar mi escritorio y estudie los símbolos antes de volver a abrir el libro de la directora Morgana.

Al abrir el libro lo primero que te invadió fue un fuerte olor a papel envejecido, de ese mismo olor que tenían todos los tomos centenarios que pululaban por el mundo. Era extrañamente agradable. Las hojas eran finas y a pesar de la edad del libro, se mantenían en excelentes condiciones. La tinta con la que estaba escrito aún permanecía como si se hubiera terminado ayer mismo.

Al ir pasando las páginas, pudiste ver que el primer tercio del libro era todo teoría de los sueños, cómo el subconsciente los usaba como medio de escape para realizar cosas imposibles de hacer en el mundo real y cómo éstos sueños eran vehículos excelentes para las energías mágicas, permitiendo a los soñadores poder tener visiones del futuro o incluso comunicarse con entes de otros planos. Esa fue la parte que más llamó tu atención, ya que hablaba acerca de la fragilidad del vínculo que unía cuerpo y alma durante el sueño, lo que permitía que el cuerpo espiritual del durmiente entrara con relativa facilidad en otros planos de existencia. La mayoría, aseguraba el libro, eran inofensivos para cualquier criatura viviente. Sin embargo, como todo en esta vida, había peligrosas excepciones.

Los planos que se citaban como los más peligrosos para los durmientes eran:

 -Sramol, el plano de la sombra, donde pululaban criaturas sin alma y con frágiles cuerpos espirituales ansiosas de poseer un fresco y fuerte cuerpo físico.

 -Thanonorok, el círculo más etéreo del infierno. Demonios y entidades diabólicas pululan a sus anchas por ese lugar, esperando a cualquier alma viviente que llegue a sus feroces garras para ser torturada durante una eternidad.

 -Phlecheang, el plano del olvido. Todo ente que tiene la desgracia de llegar a este plano debe apresurarse en salir rápidamente de él, o de lo contrario comenzará a perder sus recuerdos hasta desaparecer por completo, dejando un cuerpo vacío, un cascarón, en el plano físico.

Los diversos investigadores de los planos sólo conocían esos tres como verdaderamente peligrosos, pero ninguno de ellos podía descartar la existencia de más planos con entes perniciosos para los durmientes.

Terminé de leer el capitulo, un plano que me interesó fue Thrinelros, Un plano en el que el/los subconsientes logran materializarse, son la manifestación de los sentimientos, cuando alguien entra en ese plano los sentimientos no pueden desvanecerse. Hay casos en el que si no se comprenden pueden manifestarse para satisfacer ese deseo que el cuerpo no permite. 

Estaba seguro de que esas cosas eran mis sentimientos manifestándose, quizás no, los profesores sabrán en que plano esta mi mente cuando duermo. pero aunque ya vi la pregunta y la consecuencia, no estaba feliz, tampoco triste, esos dos sentimientos chocaban y no lograba enfocarme, estaba confundido.

cerré el libro con cuidado y recapacité en mi mesa, tanto tiempo cerrándome a todo, tanto tiempo aislándome, para nada. Pero mi atención se desvió hacia la academia, debo aprobar, quizás logre dominarlos antes de que todos empiecen a preguntar por sus poderes.

Me levante y fui hacia el salón de teatros, quizás alguien me diga a donde fueron los demás...