Partida Rol por web

Aki se dio cuenta con cierta vergüenza de cuán temerario había sido su acción, aunque ninguna mala intención había tenido, y mucha más vergüenza aún habría tenido si el profe mismo tendría que acudir a liberarlo con su varita, pero Kyrt y su compañero de cuarto Arathidas vieron su dificultad y le prestaron ayuda de inmediato.

Resoplando por el esfuerzo de hacerse de la cosa pegajosa, y exasperado sobre todo con sí mismo, Aki dio las gracias a sus compañeros y velozmente se puso en dirección al sótano, a la cámara estanca, tal como lo había mandado el profe.

Quería apechurrar y achuchar a esa cosita tan tierna, en su inocencia pensaba que el bichito querría lo mismo. Sin embargo, lejos de aceptar los mimos o retorcerse para escapar, comenzó a mutar su forma. Sarah empezó a notar la viscosidad en sus manos y soltó a su presa, viendo cómo esa criatura tan adorable ahora pasaba a ser poco más que un moco negro sin forma. 

-¡Puaj! ¿Qué es eso?- se limpió las manos en su uniforme con cara arrugada en una mueca de asco mientras miraba a su alrededor. Parecía que acababa de despertar de un sueño para imbuirse en una pesadilla de bichos asquerosos que comían alumnos. -¡Vamos!- tomó a Laila de la mano y tiró de ella para salir juntas de la clase. El miedo se había adueñado de ella y no sentía que pudiese ayudar a los otros alumnos con lo poco que sabía hacer (y no siempre le salía lo que quería). Lo mejor sería avisar a alguien más competente para ello.

No pudisteis llegar a la puerta antes de que ésta se abriera sola de par en par. Bueno, sola sola no, ya que tras el umbral se encontraba la tutora de segundo año: Mulberry Copperpuff. Todo aquel que la conocía del año pasado, se sorprendió de verla con aquella expresión tan dura. Una mujer que siempre era todo bondad y sonrisas, ahora parecía gélida como un témpano. Sin pronunciar palabra, levantó la mano y las flores del aula empezaron a crecer, atrapando entre sus zarcillos vegetales a aquellas viscosas criaturas y alejándolas de los alumnos. Con la mano aún levantada, la profesora se apartó de la puerta para dejar pasar a sus alumnos.

 -¡Deprisa, salid de aquí, esto no los retendrá para siempre! Bajad al sótano, allí hay un refugio seguro, yo iré justo detrás de vosotros. Y no tengáis miedo, no pienso abandonaros.

Puede que Mulberry fuera la profesora que más había tardado en aparecer de todos los cursos, pero podíais estar seguras de que una vez aparecida, no iba a dejaros solas ante el peligro.

Ante la llegada de la profesora Sarah suspiró, aliviada. -¿Podemos ayudar?- como tenía claro que no, tironeó de Lila para salir de la clase. -Le haremos caso, ¡vamos al refugio!- eso si encontraba el camino al sótano...

Tras despedirte del encargado de la cafetería, el doctor y el bibliotecario, te dirigiste derecho hacia las aulas. Y tal y como habían predicho, estaban completamente vacías. Sólo había algún soggoth terminando de limpiar y dejándolo todo reluciente y cristalino.

Que hablando de cristales... Sí que había alguien. El conserje se encontraba en el aula de tercero arreglando ya los ventanales destrozados por la llegada de los soggoths. ¡Un tipo eficiente, el conserje! El cual, al escuchar tus pasos se giró para mirarte, volviendo a su trabajo nada más identificarte. Por lo demás, no había nadie por allí.

Saludé al conserje recordando que me había ayudado en la mañana, aunque recordé que me vio justo cuando se me olvidó respirar y me tensé, asintiendo y yendo a mi aula para tener mis cosas. 

Entré y al ver mi guitarra... Vaya, sentí que se quitaba un peso de mi pecho. La saqué de su funda y comencé a tocarla sentándome en mi lugar para poder comenzar a relajarme. Como todo el sitio estaba vacío, el sonido viajó mejor y podía escuchar el eco rebotando por las paredes; no pude evitar sonreír y tararear levemente al ritmo de las cuerdas.

¡Vaya que necesitaba calmarme! Siento que puedo seguir con el día siempre y cuando no ocurra otra novatada. Si eso pasa muero de un infarto o envejezco más rápido.

Tu guitarra por fin volvía a estar entre tus manos. Y no habías sido consciente de lo mucho que la habías echado de menos hasta que volviste a rasguear las cuerdas. Respiraste hondo, sintiéndote mucho mejor al empezar a tocar. Necesitabas eso, una buena sesión de música relajante después de toda la tensión sufrida menos de una hora antes.

De hecho, te concentraste tanto en tocar aquella melodía, que para cuando quisiste darte cuenta tenías a dos gelatinosos fragmentos del soggoth a tu lado, moviéndose de tal manera que jurarías que estaban bailando al ritmo de la música. Sólo les faltaban pequeños bracitos con manos diminutas para aplaudirte.

Vaya. Mis manos tocaban las cuerdas de mi guitarra con esa fluidez que reflejaba mi gusto al instrumento y lo mucho que anhelaba interpretarla. No supe cuánto tiempo pasó hasta que vi a esos dos soggoth y mi ritmo bajó un poco. Me preocupé pensando que podían disolver cosas, pero eran limpiadores mágicos a causa de una mala broma. ¡Esa directora debería recibir su merecido de alguna manera!

Más calmado, retomé mi tocada cambiando un poco el ritmo para ver si esas dos cositas hacían lo mismo.

-¿Les gusta?-pregunté riendo un poco sin saber si podrían contestarme-. Si quieren seguir mi ritmo...-entonces parpadee un poco y tuve una idea-. Tendrán que seguirme.

Me levanté de mi asiento y comencé a tocar con más ahínco para reunir a los que pudiesen escucharme y salir a los jardines. Al menos así ayudaba en sacarlos o algo.

A medida que te recorrías los pasillos, más criaturas gelatinoides se iban acercando a escuchar tu canción. ¡Estabas teniendo éxito! Al soggoth parecía encantarle la música de guitarra y a medida que se reunían trozos, se iban fusionando unos con otros, formando fragmentos más grandes que seguían moviéndose al ritmo que marcabas.

Caminaste por el pasillo arriba y abajo un par de veces, esperando a ver cuántos se sumaban a tu pequeño desfile improvisado y, cuando ya no percibiste que se unieran más, bajaste a la planta baja a terminar de reunir a los que quedasen.