Partida Rol por web

Aún después de las palabras de ánimo de la arañita, Aida no se encontraba completamente segura de que todo eso fuese a salir bien. Miró entonces la ropa una vez más; todavía estaba a tiempo de echarse para atrás y quedarse encerrada en el baño, ¿no? Aunque... la fiesta. Solo pensar en la fiesta hizo que sus ojos brillasen una vez más. ¡De seguro la fiesta estaría genial! Quedarse encerrada solo sería un desperdicio.

Todavía no muy segura de que estuviese haciendo lo correcto, asintió sin mucha emoción y se puso la ropa.

...

Después de ponerse la ropa, Aida se sentía extraña... pero bien. Se miraba con curiosidad los pies, el pantalón y su blusa. No acostumbraba a vestir así y por eso probablemente se sentía extraña, pero debía admitir que la arañita tenía un buen gusto.

-Wow -alcanzó a decir, bastante sorprendida por el cambio que había pegado con tan solo ponerse esa combinación de ropa.

-Deberías llamarte "Hada madrina", porque me siento como la cenicienta -dijo, sin prestarle mucha atención a sus palabras. Aunque, al darse cuenta de lo que había dicho, se ruborizó y negó con ambas manos-. Olvida eso que dije -suspiró, y trató de relajarse un poco-. Oye -dijo, volviéndose hacia la arañita-, no me siento muy segura. Tu... ¿podrías acompañarme a la fiesta? -una vez más volvió a negar con sus manos, un poco avergonzada por su petición- Sé que estoy pidiendo mucho, ya me estás ayudando bastante, y... eso. Si no quieres, no hay ningún problema. Perdón por las molestias -¡Y pam! De golpe se dejó caer en una pequeña reverencia.

En ocasiones Aida se preocupaba demasiado, y esta era una de esas ocasiones.

 -¿Olvidarlo?

La arañita empezó a trepar a paso rápido y se subió a tu hombro.

 -¿Qué dices? Con lo bonito que sería tener un nombre de verdad, aunque fuera uno como "Hada Madrina".

La araña suspiró ensoñadoramente antes de pasarse a tu otro hombro.

 -¿Quieres que te acompañe? ¡Por favor querida, yo no pensaba quedarme aquí! Habrá cosas de comer, gente con la que cotillear, modelos que ver y seguramente criticar... ¡No me lo perdería por nada del mundo! Así que vamos, tú me llevas y yo te acompaño, ¡el plan ideal!

Se irguió todo lo... no alta que era y señaló la puerta.

 -Adelante pequeña, demuestra al mundo de lo que estás hecha.

-¡Mundo, te demostraré de lo que estoy hecha! -exclamó Aida mientras señalaba hacia la puerta con gran determinación, justo como la arañita lo hacía-. De lo que estoy... hecha... sí -aquella determinación se esfumó más rápido que la velocidad de la luz. La peliblanca levantó un poco la comisura de sus labios y esbozó una media sonrisa, al mismo tiempo que su mano bajaba poco a poco. "Esto no saldrá bien", pensó, todavía poco segura de la decisión que estaba tomando.

Exhaló un largo suspiro antes de empezar a caminar y dirigió una rápida mirada a la arañita.

-Compárteme un poco de tu efusividad -volvió a suspirar y, tras un largo momento de profunda meditación, empezó a caminar hacia la puerta. Desde atrás casi parecía una gladiadora a punto de entrar a la arena, una gladiadora con las piernas vueltas un flan, pero gladiadora al fin.

¡Amanece en Midnight Rose! Día 1 de Septiembre, el primer día oficial del curso, ¡lo que significaba que había muchas cosas por hacer! Entre otras levantarse, vestirse y desayunar, pero afortunadamente aún había tiempo antes de que comenzaran las clases. Aparte, los veteranos sabían que siempre el primer día solía ser una lección sencilla, con poca carga lectiva para que alumnos y profesores fueran tomando contacto.

En el tablón de anuncios estaban colocados los horarios de las clases, para que ningún alumno se despistara. Sobre todo cuando tocaba clase con el profesor Witchward, porque como llegaras tarde ya se encargaba él de teleportarte directamente a clase y ponerte un negativo. No sería la primera vez que alguien había tenido que dar la clase con su pijama de gatitos...

Por supuesto, como cada mañana, la cafetería abría sus puertas para cualquier alumno que quisiera tomarse un té y un bollo en vez del porridge del comedor.

En un rincón de la mesilla de noche de Aida, la arañita experta en moda se había acurrucado para dormir plácidamente. Y ahí seguía, con sus mini-ronquidos, durmiendo a pata suelta y soñando con enormes pasarelas de moda en París.

Aunque técnicamente no había bebido nada la noche anterior sí que consumió algunos alimentos que contenían algo de alcohol (pero lo desconocía), por esta razón, a pesar de que había amanecido, Sarah no parecía dispuesta a despegarse de la cama en un espacio corto de tiempo.

¡Bien, el primer día de una nueva etapa comenzaba para Aida! Primer día, en el cual las personas deben comenzar con todas las energías para afrontar jornadas llenas de aprendizaje. Eso es lo normal, o al menos lo que sucede en la mayoría de los casos, pero, por supuesto, para Aida no sería de esta forma. Si bien había despertado hacía algunos minutos ya, seguía arropada hasta la nariz, moviendo sus orejitas blancas de tanto el tanto, y echando una que otra mirada rápida a su nueva compañera de habitación. 

En esa mañana no se sentía mal. De hecho, se sentía con -aunque pocos- ánimos para afrontar el día. Que sus orejas volviesen a la normalidad era algo que la aliviaba en demasía. La noche anterior había pasado un par de horas meditando cómo seguiría con su vida si aquellas orejas no desaparecían; por suerte lo hicieron y Aida no llevó a cabo su plan: irse a otro país y cambiarse el nombre.

Decidida pues a comenzar el día -y mirar el tablón de anuncios, de paso-, Aida se desarropó y sacó las piernas de la cama, quedando sentada en la orilla. No había tenido tiempo de presentarse a su nueva compañera de cuarto y, de más está decir, agradecía el hecho de que esta fuese menor que ella; sería más fácil relacionarse, o eso creía. 

Aida no era de las personas que se relacionaba mucho con sus compañeros, pero, por líneas generales, sus compañeras de cuarto terminaban ganándose cierta confianza de ella... aunque los primeros días... pues eran difíciles. 

La chica lobo se levantó de la cama con sumo cuidado, sin intenciones de despertar a los que dormían, y fue hacia el baño, para alistarse. ¡Sí, la nueva Aida estaba en camino! (Eso se decía a sí misma todos los años)

Cuando Aida comenzó su ritual matutino, la arañita se despertó al notar las vibraciones provocadas por los pasos de su amiga. Cosas de ser una araña, notabas hasta cuando un botón se caía al suelo (en el caso de esta araña, especialmente si el botón era de Gucci).

 -Eh, bueeeenos díiiias.

No hablaba alto porque no sabía si la otra chica que había en el cuarto estaba dormida o despierta.

 -Que, ¿preparada para ir a clase? ¿Quieres que te ayude con la ropa o prefieres elegir algo tú?

-¡B-buenos días! -medio susurró la chica lobo, cerrando la puerta del baño tras de sí y procurando hacer el menor ruido. Tenía la cara húmeda, y los colmillos bien cepillados. Se dirigió hacia la mesita y se agachó, para estar a la altura de la arañita. ¡Mira que la había agarrado un poco fuera de base ese saludo matinal!- Por favor, ayúdame a elegir algo -respondió, ruborizándose un poco, al ofrecimiento de su pequeña amiga. La noche anterior, debía reconocer, había vestido algo que la hacía sentir bien; la arañita tenía muy buen gusto-. Por cierto... ¿qué harás tú? ¿Prefieres quedarte acá, t-tienes otros asuntos que resolver o irás conmigo? -prefería preguntar, antes de partir. Así no estaría preocupada por el paradero de la arañita.

Probablemente, pues, luego de que la arañita ayudase a Aida a elegir un atuendo, esta iría al comedor.

Seguías remoloneando en la cama, medio durmiendo medio haciendo el vago, cuando de repente llamaron a la puerta.

 -¿Sarah? ¿Estás en el cuarto?

Era la voz de Laila, la cual no sonaba precisamente a más espabilada que tú.

 -Me he dormido un poco y me acabo de levantar, ¿te vienes a la cafetería a desayunar? Si estás, claro...

Porque entrar no se atrevería hasta que alguien no le diera permiso. Y si no recibía respuesta, ya se bajaría sola a la cafetería. Necesitaba un despertador más potente para que esto no le volviera a pasar...

Al cabo de un ratito, no sabrías decir si en sueños o en la realidad, escuchaste un ruido de patitas de araña que se alejaban de tu cuarto.

Le pareció oír una o dos voces desconocidas en sueños, aunque podría ser que no fuera más que producto de su propia imaginación. No dejaban de repetirse en su cabeza imágenes del día y la noche anterior mezclado con sucesos inventados o escenas fantásticas que nada tenían que ver con la realidad.

Al cabo de un rato en el que volvió a sumirse en un profundo sueño (baba en la almohada incluida), Laila apareció en sus sueños vestida como una princesa de cuento mientras se comía la cabeza de alguien a quien no acababa de diferenciar, ¿o era una bola gigante de chuchería rellena de ese jugoso líquido rojizo con sabor a fresa? Desayunar... sonaba bien, su estómago gruñó de acuerdo. Pero los profundos sueños parecían seguir reteniendo a la niña, apartándola del mundo consciente. Por eso no fue capaz de discernir si era cierto o no que Laila había estado allí, ni siquiera sabía si ya estaba despierta o no pues estaba soñando que andurreaba por los pasillos de la Academia ¡e iba directa a un examen para el que no había estudiado!

 -¡Suspendida!

La voz del vicedirector Witchward resonó en tu cabeza, mientras llegabas en sueños al aula donde supuestamente tenías ese examen repentino. Sonaba tan real...

Claro, que no era algo que debería sorprenderte, ya que el profesor Witchward estaba al otro lado de la puerta, en el pasillo, hablando con el conserje.

 -Como le digo, me gustaría que la nueva lámpara quedara suspendida en este punto. ¿Lo ve? ¡Suspendida! ¡Así, como las lámparas de araña! Creo que le dará un toque muy bonito al pasillo. Y si queda bien, lo repetiremos en el resto de luces de la planta.

Eso te sonaba extremadamente real, lo bastante como para convencerte de que el examen estaba en tu mente y sólo en tu mente. Estúpidos sueños escolares...

-¡AH!- exclamó cuando escuchó el drástico pero merecido resultado de sus exámenes. Cuando se acercó un poco más con paso tembloroso y se asomó al cuarto pudo ver al profesor con la lámpara dando instrucciones sobre la misma. -Entonces... ¿no hay examen sorpresa?- preguntó en la puerta dirigiéndose tanto a Sebastian como a ella misma. Al bajar la mirada pudo comprobar que, efectivamente, continuaba con el pijama puesto. ¡Eso sí que era horrible! ¡Se había puesto el que llevaba como estampado un patrón de diferentes y coloridos tipos de tartas en lugar del de unicornios!

El vicedirector y el conserje estaban sorprendidos de verte aparecer de repente.

 -¿Examen sorpresa? ¡Oh, no, no, jovencita, nada de eso! Sólo estamos hablando de la decoración mientras transcurren las primeras horas de clase. La primera hora del primer día siempre es la reunión con el tutor del curso, para que os explique qué se va a impartir ese año. Aúne stás a tiempo de llegar, pero date prisa jovencita. No querrás llegar tarde a clase.

Con lo que le gustaba a él la puntualidad...

 -Si quiere hasta puedo echarle una mano.- El profesor hizo aparecer su bastón y lo movió en círculos un par de veces -Escoja un conjunto y le intercambiaré el pijama por la ropa. Instantáneo y sin revelar nada que no deba verse en público, se lo prometo.

-¿Ah? ¿Ahhhh?- miró al profesor completamente desorientada. Habría jurado que... Pero entonces, ¡no había examen sorpresa! Suspiró aliviada al saberlo. Pero en esos momentos había otro asunto en el que no había pensado. -¡Voy a llegar tarde!- exclamó alarmada. Llegar tarde en su primer día no daría muy buena impresión que digamos.

-¿Puedo lavarme la cara primero?- miró a su alrededor tratando de encontrar unos baños cerca del lugar o que Sebastian le indicara el lugar en el que los podía encontrar. Tras refrescarse y conseguir espabilarse un poco más volvió para elegir uno de los conjuntos que le ofrecía. -Son todos muy bonitos. Uhm, ¿cuál será mejor?- al final se decantó por el que le recordaba un poco más a un uniforme, o al menos le parecía más apto para ese día.

Se trataba de un pantalón vaquero que llevaba dos largos tirantes, como si se tratara de un peto. Llevaban bordados amarillos y los botones de los tirantes eran conejitos. La camiseta era blanca, fina y cómoda, decorada con un gran lazo rojo en el centro que iba a conjunto con los zapatos.

-¿Y ahora dónde tengo que ir?- todavía le costaba ubicarse en ese gran laberinto de pasillos, puertas y habitaciones.

El vicedirector sonrió e hizo un gesto de "no se preocupe" cuando exclamaste tu preocupación por llegar tarde.

 -Tranquila, en unos pocos minutos estará en clase. Y sí, por supuesto, refrésquese un poco si le apetece.

Cuando volviste con el conjunto, el profesor hizo girar su bastón un par de veces y con un mágico "puf" en los brazos de Sarah estaba su pijama y ella llevaba puesto el conjuto que había elegido.

 -Listo, perfecta para el primer día de clase. Las aulas están en la primera planta, cada aula está indicada con un cartel en el que se especifica el curso al que pertenece dicha estancia. Sólo busque la correspondiente a su curso. No tiene pérdida.

-¡Gracias!- exclamó la joven con una sonrisa radiante, estaba encantada con su nuevo conjunto y esa magia tan útil. -Y... ¿dónde es exactamente donde tengo que ir?- si tenía que ir corriendo al menos quería saber qué dirección debía tomar para evitar ir en sentido contrario.

El vicedirector señaló hacia las escaleras que bajaban al primer piso.

 -Por allí, baje las escaleras hasta el primer piso, no hasta la planta baja. Una vez allí, vaya a la derecha y luego se mete por el primer pasillo amplio con el cartel que pone "aulas". Después sólo tiene que buscar la de su curso. Pero por si acaso se perdiera, aquí tiene esto.

El profesor jizo girar su bastón en círculos, haciendo aparecer un pequeño mapa.

 -Aquí tiene las indicaciones por escrito. Y si se pierde, sólo tiene que pulsar el círculo de la esquina superior derecha del mapa para que alguien acuda en su ayuda. ¿Alguna pregunta, jovencita?

-¡Ni-ninguna señor!- se había sonrojado por la simple emoción de tratar de encontrar el camino sola con la ayuda de un mapa. ¡Se sentía mayor! -¡Gracias! Nos vemos- con una amplia sonrisa y un exagerado gesto del brazo se despidió del vicedirector, dispuesta a seguir a pies juntillas el mapa hasta el punto de pegarlo a su nariz mientras caminaba. A saber si habría algún alumno por allí con el que pudiera chocar... Aunque a ella solo le preocupaba llegar al lugar en cuestión.