Partida Rol por web

Cuando abriste la puerta de la habitación, te encontraste con un cuarto acogedor y bien decorado, perfectamente amueblado para dos personas. Al darle al interruptor, una suave luz inundó la estancia, dándole un aspecto cálido y acogedor. Al fondo a la izquierda, se encontraba la puerta de madera que conducía al baño compartido.

Cerca de uno de los armarios había un juego de maletas, seguramente de tu compañera de cuarto, pero sin más signos de actividad humana o mágica en la habitación. Probablemente le habrían transportado el equipaje desde la entrada y ella aún no había ido a visitar el cuarto todavía. Pero bueno, eso te daba una ventaja inmejorable. ¡Podías escoger cama!
 

Aida, al llegar a su habitación, se quedó por unos momentos contemplándola, emocionada. ¿Y cómo no? Ese sería su hogar todo lo que restaba de curso. Cuando se topó con las maletas de su compañera de habitación, nuestra licántropo no pudo evitar sentirse un poco nerviosa. ¿Quién sería su compañera esta vez? ¿Cómo se supone que debería tratarla? ¿Le molestaría que una mujer lobo fuese su compañera? ¿Cómo lidiaría con las noches de luna llena? Pensó en todo ello con una sonrisa amarga en el rostro, mientras dejaba su maleta frente al otro armario para desempacar después.

Se dedicó a inspeccionar la habitación con mucho más detalle; quedó deslumbrada por la decoración, cosa que le pareció linda. Ciertamente era un lugar acogedor y se sentía cómoda en él, aunque no sabía qué tanto cambiaría eso cuando estuviese junto a su compañera de habitación.

Compañera de habitación... Pensó en eso mientras miraba las camas. ¡Es verdad! ¡Podía escoger c-...! ¿Y si se molesta porque elijo primero? Eso cortó en seco su emoción. Aunque algo más bochornoso inundó su cabeza. Fue hasta el baño y se miró en el espejo. ¡Era verdad, sus orejas de humano aún no habían desaparecido! Una sonrisa amarga volvió a aparecer en su rostro. ¿Qué pasaría si su compañera la viera así y luego preguntase el por qué de que sus orejas hayan desaparecido? ¿Qué se suponía que le iba a responder cuando ni ella sabía bien la razón exacta de su complejo? En definitiva tampoco podía salir así hasta que el efecto de la poción pasase... pero... ¿y si no pasaba? ¿Y si se quedaba así para siempre? Abrió la boca para mirarse los caninos; aún seguían siendo los de un licántropo. Su poción aún no estaba perfecta, faltaba alg-... ¡Que no era momento de pensar en esas cosas! Negó con la cabeza para sí misma y suspiró, tratando de tranquilizarse. La poción no debía tardar demasiado en perder su efecto... la cuestión era: ¿cuánto tiempo tardaría? No quería tener que salir así, los que ya la conocían se extrañarían por el hecho... probablemente, aunque igual lo pasaban desapercibido, pero no quería correr riesgos. 

Así pues nuestra tímida y complicada mujer lobo se sentó arriba de la tapa del váter después de echarle pasador a la puerta, esperando que el efecto de la poción pasase y que su compañera no llegara antes de ello.

Mientras esperabas en el baño al final del efecto de la poción, una voz, la cual no podías localizar, empezó a hablarte.

 -Eh... ¡Eh niña, ¿a qué viene esa cara? ¿Cómo es que estas triste cuando hoy hay un baile?

La chica lobo se encontraba sentada sobre la tapa del váter, pensando en la inmortalidad del cangrejo, cuando una voz extraña comenzó a dirigirse a ella.

-Debo esperar que el efecto de mis orejas desaparezcan -contestó mecánicamente, como si estuviese hablando dormida. Se quitó la capucha y se señaló las orejas de humana-. ¿Lo ves? Esto es gracias a la poción que he creado -sonrió un poco sin ser consciente de eso, orgullosa de su creación.

...

Pero espera... algo andaba mal, ¿no?

...

El brillo poco a poco volvió a los ojos de Aida, junto a su lucidez. Torció su sonrisa y miró lentamente hacia la derecha y hacia la izquierda, muy lentamente. 

-¿Eh?

...

-¿¡EEEEEEEEH!?

Después de un agudo grito la chica saltó del váter y se pegó a la pared a su derecha, buscando con premura el que le había hablado. ¿Qué había sucedido? ¿Su compañera de habitación había llegado? Miró la puerta para cerciorarse, pero sí, aún estaba cerrada y tenía el pasador. ¿Algún extraño la estaba espiando por la ventana? La miró y no se encontró con nada, nada más que el firmamento.

-¿Q-quién eres? ¿Sab-...? ¿¡Sabías que es de mala educación espiar a la gente!? -dijo con un tono reprobatorio a la voz sin saber de dónde provenía.

 -Oh, vamos, no es para tanto. Encima que me preocupo por ti... En fin.

Aquella voz sonaba cerca de ti, sin duda estaba en la misma habitación en la que estabas tú. Y por el timbre parecía ser la de un hombre joven, ¿sería acaso el hombre invisible de la academia?

 -Eh, eh, estoy aquí, ¡aquí!

Tus oídos, que seguían siendo agudos como los de los lobos, localizaron en un instante al dueño de aquella voz. Una araña diminuta, con un aspecto bastante inofensivo y a la que no le pegaba sonar como un muchacho descarado...

 -Vale, ya me has visto, ¿podemos pasar al tema importante, por favor?

La diminuta araña se aclaró la garganta y te señaló.

 -Tú.- Señaló a la puerta del baño. -Baile. ¡Estáis en dos sitios separados! ¿Cómo puede ser eso?

Aida se quedó mirando ojiplática a la cosita que se dirigía a ella con tanta confianza.

Por un lado le alivió que no fuese uno de sus compañeros o profesores, así que se despegó de la pared y suspiró. Pero por el otro, la arañita le causó...

-Eres una ternurita -dijo, divertida por la araña.

Sí, lo que le había causado fue mucha ternura.

-Lo siento, pensé que era alguien más -confesó la peliblanca, mientras se acercaba a la arañita y la miraba más de cerca-. No era mi intención ser grosera.

La contemplo mucho más de cerca y le sonrió. Saber que el que le estaba hablando era una cosita tan tierna hizo que se relajara bastante del susto que había pasado.

-No puedo ir al baile así -respondió una vez más, recalcando lo de sus orejas-. Si descubren que usé el laboratorio de alquimia sin permiso me montarán bronca, además -apartó la vista y torció la sonrisa un poco-, tampoco quiero que me vean así. Y... bueno... -apartó aún más la vista- no soy mucho de bailes.

 -Oh, claaaaro, el siempre presente temor a un castigo. Sí, las broncas apestan y te amargan la vida, pero no puedes dejar que eso condicione tu existencia. ¿Quieres un consejo? Ponte una diadema con orejas y santas pascuas. Por lo que sabemos, la poción podría ser permanente, así que lo más lógico es empezar a organizarte el look que vas a llevar para mantener tu secreto siendo chic.

La verdad, ahora que ponías más atención a la araña... Sonaba como el típico amigo gay fashion que tenían todas las protagonistas de las series románticas de la tele. Pero no sabrías decirme si eso hacía siniestra a esa criatura o más adorable si cabía.

 -Por suerte para ti no encontrarás mayor experto que yo en esta materia. Te llevaré de cachorra abandonada a loba glamurosa en menos que canta un gallo, ¿dónde tienes los zapatos?

-Tienes razón -concordó Aida cuando la arañita recalcó que la poción podía ser permanente. Tragó saliva para tratar de tranquilizarse, pero evidentemente eso no sirvió.

Mientras sus ojos perdían un poco el brillo se sumergió en lo más profundo de sus pensamientos. Si la poción era permanente solo debía buscar la forma de contrarrestar los efectos de la poción para volver sus orejas a la normalidad. Sin embargo, si no quería que ningún profesor se enterase de su travesura, no podía pedir ayuda para elaborar esa poción por lo que, con sus limitados conocimientos, podrían pasar semanas... o incluso hasta meses para poder encontrar los ingredientes que contrarrestaran los efectos.

-Espera -dijo de sopetón, volviendo a la realidad de forma tosca- ¿chic? -la chica se rió un poco ante el término usado por la arañita y el cómo lo decía. A Aida se le hacía aún más adorable por la forma en que hablaba.

Era extraño que la licántropo se pudiese comportar de forma tan relajada con alguien; de hecho eso sólo le sucedía con personas de su misma especie o animales. Dentro de este rango la arañita le causaba una extraña confianza y seguridad que no sabía de dónde venían.

-¿Loba glamurosa? -preguntó la chica confundida, ladeando un poco la cabeza. Procedió a mirarse las pintas y enarcó una ceja; bien, no era una loba glamurosa, pero quizá llamarla "cachorra abandonada" era pasarse un poco, ¿no? -¿Zapatos? Están junto a la maleta, al lado del armario -respondió, aún confundida pero bastante curiosa por la peculiar actitud de la arañita.

 -Perfecto.

La diminuta araña fue corriendo con sus ocho patitas hacia tu maleta, se subió encima y... Se quedó sin saber muy bien qué hacer. Empezó intentando abrir uno de los cierres sin éxito, luego bajó e intentó empujarla sin lograr que se moviera lo más mínimo y finalmente se puso a saltar encima, no sabías si de frustración o para ver si se abría.

Acabó por regresar a su posición anterior, cerca de ti. Carraspeó y señaló la maleta.

 -Abre la maleta y saca los zapatos, por favor. Vamos a ver qué tienes ahí.

Aida, algo recelosa aún, se dirigió hacia la maleta e hizo lo que la arañita pidió. 

De la maleta lo que sacó fueron tres pares de zapatos: dos de ellos eran cerrados; uno de color blanco y el otro de color negro. El tercer par eran unas sandalias blancas con unas pequeñas plataformas. Aida aprovechó que había sacado todos sus zapatos para sacar también unas pantuflas de lobitos y ordenar todo en el armario.

-No tengo nada muy extravagante -admitió la chica lobo-. Perdón por ser una "cachorra abandonada" -concluyó, un poco dolida aún por el comentario de la arañita.

 -Oh, vamos, no te lo tomes tan a pecho. A veces me paso de la raya hablando, es lo que pasa cuando te relacionas poco socialmente, ¿sabes?

La araña fue corriendo a ver tus zapatos. Lo primero que tocó con su patita fueron las zapatillas.

 -Ideales para no salir de casa. Póntelas cuando vuelvas de la fiesta, te sentarán de miedo con un pijama y una bata de franela.

Luego fue a mirar el resto del calzado de Aida.

 -Hmmm... Les falta estilo, pero claro, los zapatos buenos son caros. Me hago cargo de que no tendrás una paga millonaria para comprarte unos Louboutin.

Señaló los zapatos cerrados negros.

 -Fiesta nocturna en interior, zapato cerrado y oscuro que combina con todo. ¿Prefieres vestidos o pantalones?

-Pffffffffffff

Aida se llevó una mano a la boca y contuvo una risita cuando la araña terminó de hablar. 'Es demasiado adorable', pensó, cautivada por la avasalladora energía de la criaturita. Sin embargo, otro pensamiento que llegó a su cabeza hizo que torciera la sonrisa. Miró a la arañita una vez más y suspiró; ¿por qué? Pues se había dado cuenta de un detalle importante: la arañita le estaba dando consejos sobre moda... y ella no sabía nada sobre eso. ¿Cómo tenía que interpretarlo?

-Prefiero pantalones -contestó la licántropo, en medio de su bajón al chocarse con la realidad-. Estás perdiendo tu tiempo tratando de arreglarme -agregó mientras iba hacia una de las camas y se sentaba en la orilla-, no se me da de forma natural ser coqueta. ¿Tienes conocimientos sobre pociones? Eso me sería más útil -concluyó, mientras se tiraba de lado en la cama.

 -Pft...

La araña hizo un gesto de "por favor" con dos de sus ocho patitas.

 -Soy el mayor experto en pociones que puedas encontrarte. Y en conjuros y en talismanes... Bueno, en talismanes un poco menos, es muy difícil conjuntarlos con estilo. La cuestión es que si buscas una criatura mágica que lo sepa todo sobre la magia del glamour, soy tu araña.

Seguramente tú te refirieras a pociones o magia en general, pero la araña había entendido lo que quería, para variar. Bueno, al menos ya se te confirmaba que no era una araña normal, sino una criatura mágica. ¿Sería quizás un familiar?

La peliblanca le sonrió con ironía a la arañita y suspiró. Por un momento cerró los ojos, mientras pensaba. Era obvio que la cosita esa no sabía nada de pociones. ¿Y si sucedía lo que la araña había dicho, que el efecto de la poción podría no pasar? Si eso pasaba tendría que pedirle ayuda al profesor de alquimia para volver a la normalidad, y hacerlo era decirle sobre la poción que ella había creado y, probablemente, eso la descubriese al haber usado el laboratorio de alquimia sin permiso y, posteriormente, eso seguramente la metería en problemas.

Cualquiera pensaría que Aida se estaba ahogando en un vaso de agua y que el problema no era tan grave como ella lo pintaba... y estaba en lo cierto. Era un gran defecto de esa chica, pensar demasiado las cosas. Lo más probable es que si pedía ayuda y admitiese haber usado el laboratorio de alquimia apenas fuese reprendida. No obstante... ella se estaba haciendo una película en la cabeza.

Volvió a suspirar otra vez, antes de abrir los ojos y quedarse mirando a la arañita. La verdad es que no tenía muchas ganas de ir a la fiesta... no habían muchas personas con las que pudiese relacionarse. Sin embargo..., ¡los preparativos de la fiesta se veían tan divertidos! Seguro la fiesta sería igual de divertida...

Otro suspiro.

-Dijiste que podías convertirme en una loba glamurosa, ¿verdad? Y que en ello también podría ocultar mis orejas... -Aida se mordió el labio inferior. ¡Estaba tentada a ir a la fiesta ahora que se le presentaba una oportunidad! ¡Pero al mismo tiempo no era tan fácil! (Sí que lo era, solo que Aida se complicaba sola)- Supongo que... sí aceptaré tu ayuda. Lo dejo en tus manos, arañita estilista.

¿Estaba bien lo que estaba haciendo? Creía y estaba empezando a sentir ansiedad. ¿Y si de ahí derivaba a un ataque de ansiedad? Luego del ataque de ansiedad quedan secuelas. El ataque de ansiedad era provocado, además, por mucho estrés. El estrés hacia que saliesen arrugas. Las arrugas la convertirían en una anciana prematura y...

-Oye... -dejando sus cavilaciones sobre el estrés un momento, otra cosa abarcó sus pensamientos- ¿Eres un familiar de alguien? No, es más... ¿por qué estabas por acá?

Ciertamente eso le causaba curiosidad y no había tenido oportunidad de preguntarlo, mejor hacerlo ahora, antes de que el estrés hiciese que se arrugase como una pasa y...

... Y ahí íbamos de nuevo.

La araña se irguió orgullosa, satisfecha de que por fin aceptaras su inestimable ayuda.

 -Por supuesto querida, puedo convetirte en la chica con más glamour de todo este colegio. Y por lo de tus orejas ni te preocupes, ¡los accesorios adecuados pueden ocultarlas o resaltarlas! Podrás hacer que las chicas de la academia acaben deseando tener orejas de lobo en la cabeza sólo para ser como tú.

Pero en cuanto le empezaste a hacer preguntas sobre su vida personal... Su ego bajó de nuevo a tierra. De hecho, jurarías que estaba moviendo las patitas nerviosa...

 -Bueno... Un familiar exactamente no es que sea, ¡pero puedo comportarme como uno! Y en cuanto a mi origen... Pues digamos que lo último que recuerdo es estar en el sótano, en el fondo de un vaso de cristal y a alguien gritando ¡lo conseguí, lo conseguí! Después de eso, esa persona me miró, dijo algo que no entendí, no paso nada y empezó a gruñir. Luego me dejó allí abandonado. Por suerte soy una criatura de recursos y pude escapar de allí, pero nunca encontré a aquella persona de nuevo. Tampoco es que lo haya buscado mucho, así que me quedaré siempre con la duda de cómo nací y esas cosas.

Después de contar aquello, la araña hizo un par de aspavientos de diva, como quitándole importancia a lo que acababa de narrar.

 -Pero yo no soy quien va a ponerse guapo para una fiesta, ¿verdad? Venga, elige un par de vaqueros monos si los tienes. Con esos zapatos negros van a quedarte de lo más chic.

Aida enarcó una ceja ante la curiosa historia de la arañita. Pensando sobre ello se levantó de la cama sin muchas ganas y procedió a hacer lo que la arañita indicó.

Se puso en cuclillas y empezó a trastear en su maleta, con cuidado de no estropear demasiado la ropa. Tenía unos vaqueros, sí, aunque probablemente no podrían denominarse "monos", eran simplemente unos vaqueros... simples, como cualquier otro. Los tomó y se los mostró a la arañita.

-¿Con estos valen? -sonrió un poco avergonzado; realmente no tenía mucha ropa que pudiese catalogarse "chic". Le gustaba vestir simple y ese era su estilo.

 -¡Perfectos! Bueno, unos de diseño serían mejores, ¡pero aún estás aprendiendo! Esos vaqueros con los zapatos y una bonita blusa van a redondear tu look. ¡Vas a estar fa-bu-lo-sa! Y por las orejas no te preocupes, se vean o no, la gente no va a fijarse en eso. Sólo en lo mona que vas a estar.

La araña volvía a estar animada y había ido corriendo hasta la maleta, poniéndose delante de ti para darte indicaciones.

 -Calcetines cómodos, un poco gruesos. Amortiguan la tensión de los tacones un poco, harán que puedas aguantar más y mejor con ellos puestos. Y si no tienes blusas, una camiseta de algodón con un logo y un color bonitos funcionará bien también.

-¿Estás segura? -Aida todavía no estaba muy segura de si realmente no se notarían sus orejas. No obstante, no tuvo tiempo para seguir dudando, ya que la arañita siguió dando indicaciones. 

Aún agachada, empezó a sacar las prendas de ropa que la arañita había dicho, esperando que las que tenía sirviesen. Sacó un par de calcetines negros, gruesos como la arañita había dicho, así como una camiseta de algodón manga larga color rosa; tenía en la parte delantera de esta una cara de un gatito.

-Espero que esto en verdad funcione -dijo, aún dudando de que esta idea fuese realmente buena.

Si la arañita le daba luz verde con esas prendes, procedería luego a probárselas... y bueno, que pasase lo que tuviese que pasar.

 -Di-vi-no. Vale, no es un conjunto de Chanel, ¡pero estarás infinitamente mejor que la media de chiquillas que estarán allí abajo! Dale caña bonita, porque tienes madera de estrella.

La arañita había empezado a dar saltitos, emocionada, alrededor de tu ropa.

 -Vamos, ¡póntelo! Que aún nos queda maquillarte un poco y arreglarte el peinado. ¡Pero merecerá la pena! ¿Coronan a reinas en estas fiestas? ¡Porque deberían viendo cómo vas a ir de mona!

Era curioso ver cómo una araña tan pequeña intentaba fruncir el ceño en cuanto escuchó tu duda en voz alta.

 -Ejem... ¡La duda es el único complemento que no acepto de ninguna manera! Así que levanta ese ánimo, muchacha. Vas a brillar, te lo garantizo. Sí, sé lo que parece. Que sólo soy una araña parlante y tremendamente adorable que no tiene ni idea, ¡pero la tengo, créeme! Si no triunfas después de esto, es que la gente de este sitio no tiene gusto, ¡he dicho!