Partida Rol por web

El ala este de la segunda planta está íntegramente dedicada a las aulas de clase. Las hay de diversos tamaños y con diferentes elementos, pero todas tienen en común los pupitres para el alumnado y la mesa del profesor.

La única excepción es el aula de alquimia, la cual está situada en el laboratorio del sótano en vez de en esta planta.

Al llegar a la zona de las aulas, encontraste rápidamente el aula de primer año, en la cual ya había abundantes alumnos esperando a que comenzaran las clases.

Pero a pesar de la cantidad de compañeros que tenías, aún había sitios libres de sobra para que pudieras elegir dónde sentarte. De hecho, el aula en sí era bastante amplia, recordando a esas aulas que se veían en las universidades victorianas, con pupitres de madera y un gran encerado al fondo, con la mesa del profesor delante. De hecho, era extraño, porque cuando te sentabas en uno de los pupitres, podías leer con claridad todo lo que había en la pizarra como si estuvieras en primera fila, aunque tu asiento estuviera al fondo. Al principio mareaba un poco, pero no era difícil acostumbrarse a ese extraño efecto, que seguramente sería producto de algún conjuro puesto por los profesores.

Que hablando de los reyes de roma, había muchos alumnos pero ningún profesor por allí. Aunque en la pizarra podía leerse: "Las clases sufrirán un pequeño retraso debido a un incidente sin importancia del que no hay que preocuparse en absoluto. No en serio, sentaos y esperad."

¿Así que el profesor no había llegado? Era el que me recibió, creo... bueno, al menos no llegué tarde y eso era bueno, no me cansaría tanto lidiando con esos inconvenientes. Entré al salón y por mera inercia dije un "buenos días" a modo de saludo aunque no me importaba si alguien me contestaba. Mi papá me decía que era bueno decir esas palabras, pero no quería que otros conversaran conmigo y mejor busqué un buen lugar en la ventana al fondo. 

Creí que sería como un salón humano, me senté y me maree. Tuve que levantarme de golpe mientras reflexionaba qué rayos era eso. Mi cola se agitó, pero renuente me volvió a sentar y para no ver al frente decidí enfocarme en la ventana. Era una bonita vista si debía admitir... Rayos, tengo muchas ganas de tocar, pero no puedo... mejor me puse los audífonos y subí el volumen para escuchar música en lo que llegaba el profesor, mirando de tanto en tanto la puerta por si entraba.

El ala este de la segunda planta está íntegramente dedicada a las aulas de clase. Las hay de diversos tamaños y con diferentes elementos, pero todas tienen en común los pupitres para el alumnado y la mesa del profesor.

La única excepción es el aula de alquimia, la cual está situada en el laboratorio del sótano en vez de en esta planta.

Al llegar a la zona de las aulas, encontraste rápidamente el aula de primer año, en la cual ya había abundantes alumnos esperando a que comenzaran las clases. Entre los que pudiste ver, había alguno que destacaba especialmente, como por ejemplo un chico con piel escamosa y cola, que ofrecía un aspecto ciertamente curioso.

Pero a pesar de la cantidad de compañeros que tenías, aún había sitios libres de sobra para que pudieras elegir dónde sentarte. De hecho, el aula en sí era bastante amplia, recordando a esas aulas que se veían en las universidades victorianas, con pupitres de madera y un gran encerado al fondo, con la mesa del profesor delante. De hecho, era extraño, porque cuando te sentabas en uno de los pupitres, podías leer con claridad todo lo que había en la pizarra como si estuvieras en primera fila, aunque tu asiento estuviera al fondo. Al principio mareaba un poco, pero no era difícil acostumbrarse a ese extraño efecto, que seguramente sería producto de algún conjuro puesto por los profesores.

Que hablando de los reyes de roma, había muchos alumnos pero ningún profesor por allí. Aunque en la pizarra podía leerse: "Las clases sufrirán un pequeño retraso debido a un incidente sin importancia del que no hay que preocuparse en absoluto. No en serio, sentaos y esperad."

Mientras esperabas a que el profesor llegara, varios alumnos fueron llegando, entre ellos un muchacho de aspecto muy humano, gafas y pelo castaño que aunque parecía muy normal, te llamó algo la atención.

Al llegar a la zona de las aulas, encontrasteis rápidamente el aula de cuarto año, en la cual ya había abundantes alumnos esperando a que comenzaran las clases.

Pero a pesar de la cantidad de compañeros que teniais, aún había sitios libres de sobra para que pudierais elegir dónde sentaros. De hecho, el aula en sí era bastante amplia, recordando a esas aulas que se veían en las universidades victorianas, con pupitres de madera y un gran encerado al fondo, con la mesa del profesor delante. De hecho, era extraño, porque cuando uno se sentabas en uno de los pupitres, podía leer con claridad todo lo que había en la pizarra como si estuviera en primera fila, aunque su asiento estuviera al fondo. Al principio mareaba un poco, pero no era difícil acostumbrarse a ese extraño efecto, que seguramente sería producto de algún conjuro puesto por los profesores.

Que hablando de profesores, la profesora Zhurged Deadeye estaba sentada en la mesa del profesor, pelando y comiéndose una manzana mientras esperaba a que sonara el timbre de inicio de las clases.

Estaba mirando por la ventana mientras todos llegaban escuchando música con mis auriculares. Por el rabillo de mi ojo vi que llegaron más de mis futuros compañeros y no pude evitar soltar un suspiro. Seremos muchos, eso me va a cansar demasiado... Espero que el primer día de clases no sea tan agobiante. ¿Tendrán el mismo horario que con los humanos? Estoy acostumbrado a eso y me gustaría seguir con esa rutina.

Sin embargo, no puedo evitar quedarme viendo a uno de ellos. Intento disimular, pero rápidamente desvío mi atención a la ventana. Entonces caigo en cuenta que debo hacer algo.

Mejor me preparo...

Saqué las cosas para ir anotando. Aunque tuve compañeros humanos que usaban sus teléfonos para sacar fotos o grabar clase, a mi nunca me gustó eso. Se puede decir que soy un poco anticuado, con mi cuaderno y plumas para anotar. Me imagino que habrá hechizos que facilitan eso, mas no los conozco y creo que no los usaría... ¿Pero... y si eso me ahorra energías? Creo que me convendría aprenderlo.

-Buenos días-saludé por si alguien lo hacía. Aunque escuchaba música estaba en volumen bajo para saber qué decían los demás. 

Cuando llegó al salón, Aetheldryd asumió una postura más educada y cordial mientras caminaba junto a Aida. Incluso su sonrisa se volvió una que parecía rutinaria, pero también podía interpretarse como si fuese normal en ella. Renata se había quedado atrás y esperaba que llegara. ¿Se perdería? Debía confiar en ella... aunque mejor era prevenir.

-¿Ya sabes dónde te vas a sentar?-preguntó a Aida mientras se dirigía a su lugar, un pupitre al frente en una fila de la derecha para estar cerca de la puerta. Al acercarse fue moviendo sus manos haciendo un floriteo suave con sus dedos mientras recitaba algo en voz baja. Unos segundos después se materializaron herramientas escolares para la jornada: cuadernos, lápices, plumas e incluso tinta. Antes usaba pergaminos, pero le parecieron inadecuados y mejor optó por cosas así-. Listo.

Satisfecha consigo misma, la pelilavanda le sonrió a Aida y se dirigió con la profesora para platicar con ella.

-Buenos días, profesora Deadeye. Me llamo Aetheldryd Northwest, y quisiera decirle algo que... seguramente los otros profesores podrían haberle dicho. Como ya sabrá, yo puedo...-por costumbre, susurró "veo fantasmas" y sujetó su trenza para acomodárselo y jugar con él-... y puede que no parezca que le preste atención, hablo sola o que de repente salga. Lo último suele ser cuando veo algo extraño, aunque no es muy común.. sin embargo, quería comentarle la situación para que no le tome desprevenida. ¿Le parece bien?

Tanta gente… y sin embargo, no conozco a nadie aquí…., se dio cuenta Aki al tomar asiento en uno de los pupitres al fondo, tras darse cuenta de que no hacía falta exponerse a la vista de todos en una de las filas cerca de la pizarra. Todo se veía perfectamente desde todas partes. Esto prefería hacer en clase, estudiar tranquilamente sin despertar la atención de nadie.

Sacó sus cuadernos y tomó el bolígrafo en mano. Había bien leído el mensaje en la pizarra. Esperaría.

Apenas poner un pie en el salón, y toparse a la profesora Deadeye detrás de su escritorio, Aida se puso tan rígida como un palo. Además, ya habían bastantes personas para cuando Aetheldryd y ella habían llegado; ¡qué vergüenza!

-Y-yo, y-yo creo que detrás -contestó a Aetheldryd, mientras con una mano presionaba levemente su antebrazo.

Y así mismo lo hizo, se sentó en el puesto más alejado del escritorio de la profesora que pudo, y trató de sentarse en un lugar donde no hubiesen demasiados estudiantes; solo así se sintió medianamente cómoda. Podría haber sido peor, de no tener a la arañita consigo.

-E-esa profesora en verdad da miedo -susurró, poniéndose una mano en la boca, a la arañita en su hombro-, no sé cómo Aetheldryd puede hablarle.

El ala este de la segunda planta está íntegramente dedicada a las aulas de clase. Las hay de diversos tamaños y con diferentes elementos, pero todas tienen en común los pupitres para el alumnado y la mesa del profesor.

La única excepción es el aula de alquimia, la cual está situada en el laboratorio del sótano en vez de en esta planta.

Al llegar a la zona de las aulas os separasteis, encontrando rápidamente las aulas correspondientes a vuestros cursos. Ya había abundantes alumnos esperando a que comenzaran las clases y Renata pudo localizar rápidamente a Aetheldryd y a Aida. Sayaka no pudo reconocer a nadie en especial, pero como iba con Anneka, no era tan grave.

A pesar de la cantidad de compañeros que teniais, aún había sitios libres de sobra para que pudierais elegir dónde sentaros. De hecho, las aulas en sí era bastante amplias, recordando a esas aulas que se veían en las universidades victorianas, con pupitres de madera y un gran encerado al fondo, con la mesa del profesor delante. De hecho, era extraño, porque cuando uno se sentabas en uno de los pupitres, podía leer con claridad todo lo que había en la pizarra como si estuviera en primera fila, aunque su asiento estuviera al fondo. Al principio mareaba un poco, pero no era difícil acostumbrarse a ese extraño efecto, que seguramente sería producto de algún conjuro puesto por los profesores.

Mientras conversabais, Renata hizo su aparición en la clase.

En cuanto entraste en el aula, viste a la profesora Zurghed Deadeye sentada en su mesa, comiéndose una manzana con toda la tranquilidad del mundo. Aethel y Aida parecían estar conversando sobre dónde sentarse en el aula.

Al entrar en el aula junto con Anneka, aparte de todos los compañeros que había, localizaste rápidamente al profesor Refur, organizando un montón de libros en su mesa del profesor.

 -Venga, vamos a sentarnos.

Tu nueva amiga te llevó de la mano por el aula, dándote a elegir los pupitres que ocuparíais durante las clases.

 -La pizarra se ve igual de bien desde cualquier sitio, así que elige el sitio por comodidad más que por facilidad de visionado. Normalmente los del centro tienen la mejor temperatura mientras que los de atrás son ideales para alumnos habladores.

Las aulas eran muchas y había mucha gente, Sayaka no dejaba de mirar con la boca abierta, las orejas moviéndose de un lado a otro y meneando su cola sin parar. Al llegar al aula se queda unos momentos observando, se inclina en la puerta y dice:

Hola a todos… soy Sayaka, encantada, espero que nos llevemos bien

Decía con una amplia sonrisa, se notaba especialmente nerviosa, todo lo que veía era nuevo para ella y tan diferente que estaba muy animada. Cuando Anneka le pregunta donde sentarse da un saltito y dice:

Me da igual pero cerca de una ventana… no me gustan mucho los espacios muy cerrados… jeje, es que vivo en la naturaleza en realidad

Mientras ocupabais los sitios que más os apetecían antes de que llegara el profesor, una figura alta y bien vestida hizo su aparición por la puerta del aula. Era Mr. Cavanaugh, el profesor de tecnomagia. Se acercó a la mesa del profesor y leyó el mensaje en la pizarra, luego se giró para miraros.

 -Bueno, vuestro tutor, que tenía que impartiros la primera hora, se está retrasando debido a un pequeño problema. No es nada grave, pero la directora me ha pedido que le sustituya al menos durante un rato. Así que... Empecemos con la primera clase de vuestro primer año en vuestra primera academia de magia.

Con un gesto, el profesor hizo que los borradores se movieran para borrar el mensaje que había escrito y luego movió las tizas para escribir un gran "Bienvenidos" en el encerado.

 -Muy bien, empecemos por lo más sencillo. ¿Algún voluntario que quiera explicarnos que cree él que se hace en esta academia?

¿Y ese?

Podía recordar perfectamente que él no era el profesor que me recibió hace rato. ¿Su problema continuaba? Y ahora que lo veía tampoco estaba Paul. ¿Cómo castigan aquí a los que llegaban tarde? Era una pregunta que no tenía ganas de responder en absoluto. Me quité los audífonos y guardé todo aparato que diese motivo de reprimenda y escuchaba a los demás sentarse. Solté un suspiro mientras abría mi libreta y sujetaba una pluma normal.

Y comenzamos con las preguntas que los alumnos debemos responder. Qué cansado, siempre hacen lo mismo... Solo que esta vez era en relación a la magia. Como no quería que el profersor me viese presté atención a mi libreta y escribí: "¿Qué es la magia?", luego di espacio para escribir lo que analizara y lo siguiente en trazar fue: "Midnight Rose sirve para" y lo dejé a la espera de que alguien más hablara.

-Permiso.

Hablo con educación Renata indicando su acceso al profesor y sus compañeros, un poco de aquella cultura implantada en su familia salió un poco dejando ver un lado serio de la pelirrubia que indicaba mas su edad verdadera que su diferente actitud del día a día. Un porte elegante, serio, capaz de jugar a exponer la belleza física que tenía y tal vez con toque de frialdad en sí misma como una hermosa copa de cristal sin pulir.

 Esa imagen se desvaneció como una ilusión al ver a sus compañeras, una sonrisa remplazo ese rostro calculador, su porte elegante y que resaltaba su primaveral cuerpo se deshizo como arena cuando se lanzo contra ellas como un remolino de emoción.

-pensé que no las encontraría –dijo con ojos húmedos y llenos de un infundado temor.

Y poniéndose detrás de ellas, espero ver donde se sentaban para seguirlas.

…

Aunque sus ojos brillaban al ver las orejas y rasgos de Aida deseando poder hacer algo…