Partida Rol por web

Cyrus sale corriendo al pasillo.

El guardia Boru está parado delante de la puerta de su señora, la dama Radovina.

Tomescu y Elena andan juntos hacia las cocinas, se puede ver que los dos están algo nerviosos y tienen un bonito color rojo en las mejillas.

La moza que antes acompañó a la dama Veronika a recoger las flores, está esperando delante de la puerta de la dama Dubieta.

Cyrus, puedes preguntar a cualquiera de los presentes, donde esta Veronika.

Cyrius salió corriendo ante la orden de mi madre, todavía no había terminado del todo sus encargos, pero el cuerno de guerra denotaba algo importante, que seria? Quizás mis parientes? Eso me alegraba mucho, quería ver al abuelo y mi padre y tíos.

Mamá parecía preocupada, así que la tome de la mano y le sonreí antes de seguir con ella al guardia que nos había venido a buscar...

Svitlana Basarab y Vikos Basarab salen al pasillo siguiendo a un Guardia Feudal.

Cyrus, salió corriendo unos momentos antes.

El guardia Boru está parado delante de la puerta de su señora, la dama Radovina.

Tomescu y Elena andan juntos hacia las cocinas, se puede ver que los dos están algo nerviosos y tienen un bonito color rojo en las mejillas.

La moza que antes acompañó a la dama Veronika a recoger las flores, está esperando delante de la puerta de la dama Dubieta.

Sonrió ante tal tierno presente. Acercó la mano y cogió suavemente las hermosas flores trenzadas que había traído la pequeña Basarab.a

- Oh, por supuesto. Son preciosas, Veronika, muchísimas gracias, de verdad.  - pasó la mano suavemente por el rostro de la muchacha - Radovina está en su cuarto, llama suavemente a la puerta, seguro también le encantará el regalo.

Señaló la puerta de los aposentos de Radovina.

Me acerqué corriendo a la moza que había visto salir con la Dama Verónika.

- Disculpad. Podéis decirme dónde encontrar a la Dama Verónika. Sé que fue con vos a buscar unas flores y ahora su madre requiere su presencia. - dije mirando nervioso a la moza.

Procuré no mirarla a los ojos y no mantenerle mucho la mirada. No me encontraba cómodo en esas situaciones, hablando con mujeres. Daba igual su clase social.

Ante la pregunta del sirviente Cyrus, la moza lo saluda con una leve inclinación de cabeza y le responde de inmediato.

-La pequeña Dama acabó las diademas de flores y las está entregando a las nobles novias. Ahora mismo entro en el cuarto de la Dama Dubieta.

Las pupilas de la pequeña chispearon.

-¡De nada! ¡Voy a darle la suya a Dama Radovina! Hizo una pequeña reverencia agarrándose la falda con la mano que había sostenido la diadema que acababa de entregar, era una delicia de ver. Oh, y, Señora, ¡Muchas Felicidades!

Salió corriendo en dirección a la habitación de la mujer de ojos rojos, cerrando la puerta tras salir. Llamó suavemente, como le habían indicado, sin esperar a que el Guarda la anunciara. Sonreía de oreja a oreja, su regalo había sido un éxito. No dudaba que la otra diadema también satisfaría a la segunda joven novia.

- Muchas gracias. - dije intentando poner una sonrisa pero sólo consiguiendo una mueca extraña.

Alcé la mano a modo de despedida y salí disparado en dirección al cuarto de la Dama Dubieta. Tenía que darme prisa, no podía pasarme la mañana corriendo de un sitio a otro buscando a la joven Dama Verónika.

Esperé tener algo de suerte y encontrarla donde me había indicado la moza.

Por un instante pensé que iba a tener que alimentarme mejor y entrenar un poco, últimamente estaban poniendo a prueba mi resistencia y mi cuerpo no aguantaría ir todo el día corriendo de un lado para otro.

Veronika sale a toda prisa del cuarto de la Dama Dubieta.

Cyrus está al otro lado de la puerta, parece agobiado y acelerado.

En el pasillo están Svitlana Basarab y Vikos Basarab que siguien a un Guardia Feudal, el guardia Boru, Tomescu y Elena.

- Mi pequeña dama... - dije a Verónika ligeramente sofocado mientras resoplaba para tomar aire. Agaché la cabeza a modo de reverencia, y con la mirada fija en el suelo continué - Disculpe, su señora madre requiere su presencia junto a ella en el patio del castillo. Parece que ha llegado su abuelo, el Boyardo Blaatu. -

Intentando no hacer ruido mientras tomaba aire, esperé la respuesta o reacción de la joven señora.

Sólo deseaba que no echara a correr en busca de su madre... otra carrera más y mi corazón podía decir basta.

La sirvienta Elena y el guardia Tomescu van hacia las cocinas...

Radovina abrió la puerta con su traje de novia enfundado y multitud de flores rojas enganchadas al bajo de la tela nívea como si se hubieran prendido al pasear entre ellas y algunas más trenzadas a su pelo. La mirada estaba puesta al frente de modo que no vio a la niña en un primer momento. Luego bajó la mirada y su expresión se suavizó.

-¿Eso tan bonito es para mí?-inquirió con voz suave acuclillándose- bueno querida, sin duda son más hermosas que las mías, ¿me ayudarás con éstas?-se tomó un mechón pulcramente peinado en el que lucía una pequeña florecilla- tengo que quitármelas para llevar ese regalo.

La dama Szantovich se incorporó y dejó pasar a Veronika a sus aposentos.

-Espero que tengas paciencia-procuró sonar despreocupada pues era sincera su intención de librarse del logrado peinado de Elena para llevar el pelo suelto en cascada con la diadema de la muchacha Basarab como único adorno en él. Se sentó en la cama y palmeó a su lado, para que Veronika se sentara con ella y le ayudara con las flores mientras, por su parte, se deshacía de las horquillas y algunas flores.

-¿Las has trenzado tú, Veronika?

El Duque no estaba, se había ido. Además, de haber estado, Tiberiu estaba seguro de que no le hubiese importado lo más mínimo, es más, estaba convencido de que le hubiese gustado y lo hubiese demostrado con una sonrisa. A lo mejor hasta le hubiese enseñado algunos movimientos como los que Schaar le iba a enseñar después de la boda. Pero eso solo ocurriría si se portaba bien, claro, por eso no replicó ni insistió, simplemente asintió y se estiró un poco más la ropa. No se podía considerar que fuera un niño paciente, pero por aquello esperaría.

Una vez a solas en la habitación se sentó en la cama, donde no aguantó ni un instante. Se aburría, así que se acercó a la estrecha ventana para asomarse por ella y ver el trajín que había en el castillo y más allá de sus murallas.

PASILLO DE LAS ESTANCIAS DE INVITADOS: CERCANO EL MEDIODIA.

- Las nobles damas Dubieta y Radovina ya están preparadas, hermosísimas vestidas con sus respectivos vestidos de novia.

- La pequeña Veronika les ha hecho entrega a las dos novias de una corona de flores flancas. Después sale al pasillo donde la aguardan su hermano, su madre y los sirvientes de los Basarab, todos nerviosos por su tardanza.

- El Guardia Boru está listo para escoltar a su señora Radovina.

¡Vaya! Cuando salió de la habitación de la Dama Dubieta un sudoroso Cyrus la estaba esperando para decirle que el abuelo había llegado al Castillo. Así que eso eran aquellos toques de cornetas que había escuchado... ¡El Abuelo!

-¡El Abuelo! Voy a ver a la Señora Radovina, pero dile a Madre que iré enseguida. ¡Ahora mismo iré! Y llamó a la puerta de la joven novia aún con su diadema en la mano, y con el pensamiento puesto en la noticia.

Aún no sabía si era bueno o malo que el Patriarca de los Basarab hubiese llegado, pero ella estaba contenta, ajena a las implicaciones que eso representaba. Llevaba mucho tiempo allí, prisionera de algún modo, y había sufrido mucho. Por fin se sumaban dos acontecimientos que llenaban su infantil corazón de alegría. Por un lado la doble boda, unos esponsales era algo que para una chiquilla como Veronika tenía un componente romántico y festivo que hacía aletear su imaginación. Por otro la llegada de su familia después de tanto tiempo de ausencia era algo inesperadamente jubiloso, aún reconociendo la sombría aura de los sanguinarios nobles. Era, después de todo, sangre de su sangre, y la sintió bullir en sus venas.

Cuando la Dama Radovina la hizo pasar le mostró su diadema, y asintió a la petición de la novia. La entendía perfectamente, y se puso a trabajar en su melena enseguida.

-Pues claro, mi Señora, os ayudaré. Y, ¿sabéis?, pondré algunas de esas florecillas rojas en mi diadema, demasiado blanca para Vos. Busqué flores rojas, pero sólo encontré las blancas, juntas estarán mucho mejor, os sentarán bien con vuestros ojos. ¿Por qué tenéis los ojos rojos, Dama Radovina...? La miró con curiosidad, pero sin gota de miedo ni de nada parecido. ¿Tenéis fuego, o sangre, dentro...?

Soltó los cabellos dorados de la noble, y los rizos cayeron sobre sus hombros, siendo de natural una belleza por sí solos. Luego colocó las florecillas rojas entre las blancas, y la diadema sobre la frente de Radovina.

-¡Estáis muy guapa! ¡Preciosa! De pronto, recordando su encargo, torció los morritos en un gracioso gesto. ¡Tengo que irme! ¡Ha llegado el Abuelo! ¡Hasta luego, Señora!

Y salió a toda prisa, para sumarse en el pasadizo al grupo formado por su familia.

-¡Madre! ¿Es verdad? ¿Es el abuelo quien ha llegado...?

Sonreía de oreja a oreja, y sus pupilas bailaban de ella a su hermano, en una danza llena de curiosidad.

CERCANO EL MEDIODIA.

HA LLEGADO EL MOMENTO DE SALIR AL PATIO DEL CASTILLO.

- Los seis sirvientes de los Basarab, encabezados por el sirviente Cyrus, abren la marcha por el pasillo para darle algo de majestuosidad a la salida de los nobles Basarab. La madre, Svitlana, y sus dos hijos, Veronika y Vikos.

Tras ayudar a Dubieta y volver con Tiberiu para asegurarse de que todo estuviera conforme, Schaar, vestido con sus mejores galas y con su flamante espada colgada de su cintura, escolta a sus Señores a través de los pasillos con gesto solemne, aunque en sus ojos un extraño brillo no desaparece.

No le podían negar que se había portado bien, no después de pasarse un buen rato mirando por un ventanuco en el que nada vio de interés. Escuchó el sonido de los cuernos, por supuesto, pero desde donde se encontraba no podía ver bien y tampoco es que entendiera demasiado. Para él era el sonido de unos cuernos, simplemente, tan sobrecogedor que en muchos inspiraría miedo, pero no en Tiberiu que se consideraba un niño valiente. Ni siquiera sabía con certeza que eso era lo que la gente consideraba cuernos de guerra, lo que no provocó en la intranquilidad y desazón que seguramente provocó en muchos de los que conocían su verdadero significado.

Cuando llegó el momento de salir por fin de la habitación no dudó en preguntar a su estimado caballero, que para él seguía siéndolo por mucho que el Duque no lo considerase asé, qué había sido eso que había escuchado.

- ¿Por qué han tocado esos cuernos?- preguntó.